Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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sábado, 3 de noviembre de 2012

DDM: Capítulo 49

Hola a todos los que me leéis!
Aquí os traigo el capítulo 49, y como no, espero que os guste :3



Por primera vez desde que me desperté en aquel sótano, el sonido metálico del pestillo me dio miedo. Sí, miedo. Porque no creía que fuera para algo bueno...

- ¿Quieres dejar de hacer esos ruidos? -gruñó el hombre. -Princesa, compórtate. ¿Dónde están tus modales? Tengo invitados, y el ruido les está molestando.

Se acercó con paso firme hacia mí, y me entregó una bandeja.

- No tardes.

En ella había un plato con unas rebanadas de pan duro, y algo de embutido, junto a un vaso de agua. Cogí el embutido con mano temblorosa, y lo engullí, seguido del pan. Su mirada atenta me observaba, lo que me dio más miedo aún.

Cogió un mechón de mi pelo ente sus dedos, y lo acarició como si fuera el tesoro más preciado del mundo.

Cuando acabé lo que me había traído, me apartó la bandeja, y me miró fijamente, mientras dejaba en el suelo el candelabro.

- Qué pena tener que matar y hacer sufrir a golpes a una joven tan hermosa como tú. Seguro que eres el deseo de muchos hombres.

Mi corazón se aceleró al oír esas palabras, y miré al frente, con miedo a cruzar la mirada con la suya.
Noté las yemas de sus dedos acariciar mi cuello, bajando lentamente hasta mi esternón.

- Para. Por favor. -le supliqué.

Me insulté a mi misma por no ser más fuerte. Por tener que suplicarle a un hombre que no se aprovechara de mí... Yo... yo era la Princesa de los Mares, no una esclava.

- Dijiste que no te resistirías ante nada. Que harías cualquier cosa por "salvar" a Jacob.

- Lo... lo sé. -susurré, con lágrimas en los ojos. -Pero no estoy preparada.

No lo estaba, ni lo estaría nunca. No para él.

- Ah, es verdad. Que tu amor por Jacob está de por medio. ¿No?

No respondí, ni siquiera me moví.

- Pues que sepas que ese amor no te va a servir de nada. ¿Sabes lo que te va a salvar por el momento? Que me tengo que ir, ya que tengo invitados. Aunque me cueste.

Fruncí los labios, aún sin mirarle. Aquello era demasiado.

- La reina dijo que debías matarnos de forma lenta y dolorosa. No dijo nada más. -musité, cuando el hombre se iba a levantar.

- Igual esa es mi forma de matarte lentamente, Princesa. -se despidió.

Y ahí me dejó, en la oscuridad del sótano, temblando por el odio.
La cosa no iba a quedarse ahí.

- Lo siento, Jake, lo siento tanto... -susurré.

No quería que le hicieran daño por mi rebeldía, pero no iba a permitir que aquel hombre me usara de esa manera. Ni hablar.

Las muñecas me dolían, pero aún así, volví a la carga. Comencé a tirar, con algo más de fuerza, haciendo mas ruido. Incluso golpeé la pared.

¿A sus invitados les molestaba el ruido? Pues el ruido iba a ser aún mayor.

- Maldita sea... ¡TE ODIO! -chillé. -¡Sácame de aquí, sucia rata de alcantarilla!

Golpeé la pared con los puños, de rodillas sobre el suelo, hasta que me hice heridas.
Tiré de las cadenas, haciendo que sonaran en un caótico tintineo, hasta que mis muñecas no pudieron más.

Y de pronto, el sonido metálico del pestillo, y el chirrido de la puerta al abrirse. Me pegué contra la pared, mirando fijamente a la siluetas, y oí la voz del hombre.

- Perdonad, se trata de la nueva inquilina. -dijo. -¿Queréis verla? Os sorprenderéis al ver quién es mi nueva adquisición.

Abrió más la puerta y la potente luz que venía de fuera me deslumbró por unos instantes.

- Princesa, espero que no te moleste que quieran verte.

- Para nada. -dije firmemente, tragándome el miedo.

Unos pasos, y las siluetas cuchichearon entre ellas.

- No parece tan fuerte, ni tan valiente como antes. Aquí no dejar de ser una simple humana. -escupió uno.

Sus palabras hicieron que se encendiera en mí una mecha de auténtica rabia.

- ¿Os sentís poderosos? -dije de pronto.

Se miraron entre ellos, y volvieron a posar su mirada en mí.

- Porque es penoso que tengáis que encerrar a un humano para sentiros como tal, como seres superiores. Es muy triste. -hice una pausa, y vi cómo me miraban atónitos. -Vosotros sois sucias ratas vestidas de gala, que injustamente pertenecen a la nobleza, y eso nadie os lo quitará. Por mucha gente que matéis, por mucho sufrimiento que causéis, seguiréis siendo ratas callejeras.

Una mujer respiró hondo, y apartó la mirada, ofendida.

- Deberías enseñarla algo de modales, Patrick. Demasiado habladora. -dijo un hombre, abrazando a su mujer, que parecía muy ofendida.

Yo resoplé, mirando hacia otro lado. Me daba igual lo que pudiera pasar después, porque extrañamente, no le tenía miedo. Me daba igual, con tal de hacerle pasar un mal momento.

- Princesa, esos no son modales.

- ¿Y la sigues llamando Princesa? -exclamó una. -¡No se lo merece!

- Vosotros no os merecéis nada. Para mí, sois todos iguales, sin nombre alguno. Ratas. Criminales. Todos igual de corruptos. -hice una pausa, y con la voz más firme que pude, susurré. -Todos merecéis la más dolorosa muerte.

Resoplé, y me quedé mirándoles.

- Nos marchamos, señor Patrick. No voy a aguantar que una sucia esclava manche nuestros nombre, y nos insulte de tal manera. Más le vale darla su merecido, porque esto es inaguantable.

Patrick asintió, y después de que salieran todos, me miró durante unos segundos.

- Claro que obtendrá su castigo. Por supuesto que lo hará.

Y tras esas palabras, se marchó, cerrando la puerta de un portazo.

Solté todo el aire, y me concentré en los ojos verdes de Jacob.

- Más te vale darme fuerzas... Para aguantar lo que me espera. -susurré.

***

(Jacob)

Las heridas no habían cicatrizado aún, pero ese dolor no me importaba. Kathy ocupaba mi mente.
No podía dormir, y menos porque seguía con las manos atadas a la barra. ¿Cuántos días llevaba así? Había perdido la cuenta.

Pero ese no era el único motivo por el cual no podía pegar ojo; era porque mi mente se imaginaba a Kathy muriendo de horribles formas. Me la imaginaba sufriendo como nunca, mediante múltiples torturas. Y también me imaginaba a ese hombre que la tenía... haciendo daño a mi Kathy.

Sacudí la cabeza para apartar esa última imagen. No. Kathy no se merecía eso, ella era una... una dama. Era una mujer, una joven preciosa, no una esclava, ni un trapo viejo. Kathy no merecía que se aprovechara de ella. No. Ni que la tocara, ni que la pegara, ni que la torturara. Ni nada.

Apreté los puños, casi sin sentir los dedos. Y para liberarme de la furia que tenía guardada en mi interior, empecé a gritar. Con todas mis fuerzas, hasta que me dolió la garganta.

- Katherine... -murmuré.

Recordé la suavidad de su piel, su cabello largo y claro, sus vivos ojos azules aguamarina. Sus labios. Su voz. Su forma de... de hacerme sentir miles de cosas al besarme. Su forma de hacerme desearla, de desear abrazarla, de desear besarla.

Oí que habían descorrido los dos pestillos, y que alguien abría la puerta.

- Vaya, ¿estabas gritando? ¿Ocurre algo?

Esa voz masculina me producía demasiado odio. Las ganas de matarle ahí mismo aumentaban cada vez más.
Deseé que no me hablara de Kathy.

- Grito para no salir de aquí y matarte de la peor manera.

- ¿Tú? Oh, qué ingenuo eres. ¿No ves que estás atado? Por favor... Aquí no eres nadie.

- Tú no eres nadie ni aquí, ni fuera de esta habitación. -escupí.

Se acercó a mí, marcando los pasos, y entonces recibí la primera patada en el estómago. Cerré los ojos y apreté las mandíbulas para no gritar.

- Qué fuerte eres. -dije en tono burlón.

El hombre pareció ofenderse con mi ironía, porque apretó los puños. Y seguidamente, sus nudillos se clavaron en mi mejilla, produciéndome un desagradable dolor. Escupí sangre, y le miré con odio.

- No vengo a pegarte otra paliza querido Jacob. Pero ya que estamos, te voy a demostrar aquí quién es realmente fuerte.

Noté el sabor metálico en mi boca, y no le quité los ojos de encima.

- ¿Qué es Katherine para ti? -preguntó, con una malvada media sonrisa.

Apreté las mandíbulas, y le miré con odio.

- A dónde quieres llegar.

- Oh, Jacob, a nada en especial. Es una simple pregunta.

- Nada. -conseguí murmurar.

Me dolió decirlo, pero tenía que hacerles ver que no les servía de nada hacerla daño para herirme. A lo mejor así conseguiría disminuir su sufrimiento. O tal vez no.

- Así que, no te importa lo que hagamos con ella, ¿verdad? ¿Eso me estás diciendo?

Me mordí levemente el labio inferior, sintiendo que el odio crecía y crecía.

- Contesta, Jacob. ¿O resulta que no eres fuerte?

- No. No me importa. -susurré, aguantando el dolor emocional.

- Perfecto. Peor para ella. Ya se lo comunicaremos; que no te importa lo más mínimo lo que hagan con ella. -hizo una pausa, y se arrodilló frente a mí. -Pobrecita, ¿no crees? Qué injusto eres. ¿Crees que mintiendo la salvas, disminuyes su sufrimiento?

Tragué saliva, y su sonrisa malvada aumentó mis ganas de asesinarle.

- Vamos, no mientas. Se ve en tus ojos. -hizo una pausa, en la que bajó la mirada, y respiró profundamente. -Yo también soy un hombre, ¿sabes? Y puedo asegurarte que es odioso que se aprovechen de la mujer que amas. ¿O no?

Se levantó, y dio unos cuántos pasos, dándome la espalda.

- Qué... qué quieres decir. -murmuré.

- Yo he sufrido eso. Sé lo que se siente. Mi pobre Alice... -susurró. -La asesinaron. No sin antes aprovecharse de ella. Y Jacob Fellon, tal vez una de las peores torturas es que te hagamos lo mismo. -esbozó una media sonrisa. -Pero no con cualquier joven que haya estado contigo. Tú y yo sabemos a quién me refiero, ¿verdad?

- Kathy... -susurré, mirando al suelo, sin aber qué hacer.

- Eres muy listo, Jacob.

- No... No, por favor. Eso no.

Tal vez esa era una de mis peores pesadillas; que la hicieran daño a Kathy de esa manera. Y sólo deseaba evitarlo a toda costa.

- No, se lo pido por favor, eso no... Kathy no se merece eso, ella no se merece ese trato... Entiendo que quieran matarnos, pero por favor, no la hagan eso... Por favor. -hice una pausa, en la que intenté calmarme, sin mucho éxito. -¡Si sabe lo que eso, por qué me lo hace a mí! -grité.

- Porque te odio. Eso es todo. Te mereces lo peor, Jacob.

Su mirada chispeaba por el odio y el enfado, y yo estaba inundado por un torbellino de sentimientos. Miedo, dolor, enfado, ira, odio.

- Eres odioso... -susurré.

- Bienvenido al mundo, Jacob. ¿Creías que todo iba a ser perfecto? Pues ya ves que no es así. Y tampoco lo va a ser para Kathy.

Se giró, y se marchó de ahí, dejándome cabizbajo, respirando con dificultad, herido. Sin poder dejar de pensar en Kathy, y en aquel asqueroso hombre. Sin poder dejar de pensar en lo que la harían...

***

(Katherine)


Otra vez el sonido metálico del pestillo, y la puerta abriéndose. Pero esta vez, no tenía miedo. Porque le había humillado ante sus invitados, y era una pequeña victoria.
Aunque no sabía que él sería el que acabaría ganando, el que acabaría humillándome más.

Me sorprendí al ver que no se trataba del hombre, sino de una criada.

- El señor me ha ordenado cambiarla de sitio.

Me quedé atónita, observando cómo se acercaba a mí, con una vela y un manojo de llaves metálicas, que tintineaba al compás de sus pasos.

- ¿A... a dónde? -susurré.

- Ahí.

Dirigió una mirada a una parte de la sala oscura, que no había visto. Se trataba de dos barras metálicas erguidas sobre el suelo, con cadenas para atar a gente.

- ¿Por qué...? -musité.

- Supongo que... para recibir su castigo.

Tragué saliva, y miré a la criada, que estaba abriendo los grilletes con una llave no muy grande.

- ¿Por lo que he hecho? -pregunté, aunque ya lo sabía.

- Supongo. El amo suele enfadarse mucho cuando le desobedeces. No te lo recomiendo.

Me tendió una mano, y me ayudó a levantar, aunque mis piernas me fallaron.

- ¿Tú le obedeces?

La criada no se atrevía a mirarme, y asintió. Tenía un ojo ligeramente púrpura. Por un golpe.

- ¿Qué... qué te hace? -dije, alzando una mano para acariciar la piel golpeada.

- Eso es lo de menos. -dijo con rapidez, guiándome hasta las dos barras.

Me costaba caminar, pero finalmente, me dejé caer al suelo. Ahí, me ató con las cadenas, quedando yo entre las dos columnas.

- Te hace daño, ¿verdad? Y tú le obedeces, dejando que te haga ese daño. -susurré.

Ella miró a los lados, nerviosa.

- El amo es un señor bueno. Y yo soy su criada, estoy bajo sus órdenes.

- No. No lo eres. Eres una mujer libre, no debes obedecerle. No si te hace daño. No se lo merece.

- Es lo que debo hacer, si quiero seguir con vida, y ganarme el dinero. -susurró ella. -He de irme. El amo bajará enseguida.

Y dicho eso, se dio la vuelta, dejando la vela en el suelo, para alumbrar la habitación. Cerró la puerta sin pestillo, y oí sus pasos rápido y ligeros sobre el suelo, subiendo escaleras, alejándose cada vez más.

Maldito bastardo...

Unos segundos más tarde, la silueta del hombre ya estaba en la habitación, cerrando la puerta tras de sí, acercándose hacia mí con paso firme y lento.

- ¿Cómo te has atrevido? -preguntó. Su voz estaba llena de enfado.

- No tienes derecho a callarme. Ni poder. No tienes ningún poder sobre mí. Hagas lo que hagas, jamás lo estaré.

- Mira, Katherine, tu desobediencia me está molestando, y mucho.

- Me alegro, pues.

Resopló, sacudiendo la cabeza.

- ¿Dónde ha quedado ese miedo que me tenías?

- No te tengo miedo. Sólo tengo miedo por lo que pueda ocurrirle a Jacob. Pero por ello, no voy a obedecerte, ni a hacer lo que me pidas, o a dejarte hacer lo que quieras conmigo. Tenlo claro. -escupí.

- Prometiste que sin resistirte. Prometiste que obedecerías, ante cualquier cosa, ya que eso iba a ser lo mejor para ti y para Jacob.

- Pues rompo esa promesa. -contesté.

- Ya te arrepentirás... -hizo una pausa- ¿Te crees valiente, Katherine? Dímelo.

Me quedé callada, observándole con una gélida mirada.

- Te tengo asco. Eso es todo. -contesté.

Se acercó a mí casi trotando, y su mano impactó contra mi mejilla. Cerré los ojos, con la cabeza ladeada. Fruncí los labios, y me atreví a abrir los ojos.

- Sigo pensando lo mismo. Por pegarme no eres superior.

Y nada más decir eso, su rodilla golpeó mi barbilla, haciéndome caer hacia un lado. Coloqué las palmas de la mano sobre el suelo, y me intenté incorporar.
Agarré un pliegue de mi vestido, el cual aún llevaba, para intentar aguantar el dolor.

- Tu conducta no es propia de una esclava. Lo es de una rebelde que quiere sufrir, por lo que veo.

- Que así sea. Porque yo no soy una esclava, lamento decirte. -rebatí con furia.

A cada palabra que decía su ira aumentaba, haciendo que sus golpes fueran aún más fuertes.
Dio una zancada hacia mí, y me agarró de la tela del vestido que estaba en el hombro, para después golpear mi rostro con su puño repetidas veces.

Caí al suelo, y escupí sangre. Parpadeé varias veces, notando el intenso dolor de mi mejilla y mi mandíbula. Sin darme tiempo ni a intentar recuperarme, su patada llegó, golpeando mi estómago al menos tres veces seguidas.

Me encogí de dolor, y cerré los ojos con fuerza. Tenía que resistir. Para demostrarle que era fuerte. Que la Princesa de los Mares no era tan fácil de dominar, que la antigua Katherine tenía una oportunidad de volver.

- No eres absolutamente nadie. No te mereces el respeto de nadie. Ni siquiera sé por qué eres Princesa de los Mares. Tendrías que haber sido esclava desde hace mucho, y ver lo que es sufrir de verdad. Alguien tenía que haberte enseñado modales.

- Mis padres ya se encargaron de eso, tranquilo... -murmuré.

- ¡Ni se te ocurra contestarme, ¿me has oído?!

- ¿Me lo vas a impedir...? -me atreví a decir.

Y recibí otras cuatro patadas, que iban con todas sus fuerzas, en mi estómago.
Se acercó a mí, inclinándose sobre mí, y me agarró del pelo.

- Ya cambiarás de idea, querida.

Su puño golpeó otra vez mi rostro, pero esta vez el golpe hizo que mi labio comenzara a sangrar.
Soltó mi pelo, y el golpe contra el suelo me hizo daño. Lancé un leve gemido, y noté que se sentaba en mi vientre.
Después, otra vez golpeó mi rostro, hasta que noté una explosión de dolor en la ceja, y un hilo de cálida sangre recorrer mi piel hasta la barbilla.

- Mírate. -dijo, después de levantarse de encima de mí. -Das pena.

Me retorcí sobre el suelo, de medio lado, buscando el frío del suelo. Me dolía todo, y con un leve movimiento, el dolor se acentuaba. Intenté arañar el suelo, para tratar de aliviar ese dolor, aunque sin éxito.

- No... no... he cambiado... de idea... -conseguí tartamudear.

Y eso desató su furia.

Los minutos pasaban, y la paliza continuaba, como si no tuviera fin.
Notaba su bota golpear mi espalda, mi estómago, mis costillas, hasta mi rostro. También notaba tirones en el pelo, y sus puños golpeando una y otra vez mi rostro, hasta que el dolor fue tal, que apenas podía moverme.

Creía que todos mis huesos estaban rotos, que toda mi piel estaba rajada. Que moría.

Pero los golpes seguían y seguían incansables. Se estaba desfogando conmigo. Yo me estaba llevando su enfado, pero no el de aquel momento, sino el enfado guardado en su corazón de hace años.

La sangre empapaba mi rostro, incluso mi busto. Pero aquel hombre no paraba. No parecía importarle nada. Sólo estaba yo, su víctima. Sin pensar en que tal vez, esos golpes podían acabar matándome.

4 comentarios:

  1. VAYA POR DONDE! UN DIA DE SUERTE; VEO EL 48 Y ME ENCUENTRO EL 49!
    Me ha encantado! Pero el final me ha dejado dudas! COmo te la cargues te mato yo!!!

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    1. Jajajajaja Me alegro de que te haya gustado! ^^
      Ah, no, tranquila, era simplemente una frase para decir que la paliza podía matarla xD Jajajajaja Te creo, te creo jaja

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  2. Hay dios!!!!! Pobre katy, la estan dejando y a Jacob...
    Me encanta el capítulo.
    Mañana otro plis.
    Muchísimos besitos, escribes divino.
    Pásate por mi blog, diario de un sueño.

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    1. Ya, lo sé, me dan un poco de penita, pero esto lo tenía pensando casi desde que empecé este blog jejeje.
      Es probable que hoy suba el siguiente :)
      Un besazo, Bella13, y muchas gracias! ^^
      Por supuesto :)

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