Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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lunes, 31 de diciembre de 2012

¡Feliz Año Nuevo!

¡Hola a todos los que me leéis!

No, no es un capítulo, lo siento si lo estabais esperando... :/


Como bien dice el título... ¡¡Feliz Año Nuevo!! Y aquí estoy, a la una y media de la mañana despierta para subir esta entrada y felicitaros a todos. No es momento de agradecimientos, eso se hará al final de Diario del Mar, ¿no? Pero aún así, quería agradeceros todo vuestro apoyo, que habéis hecho del 2012 un año increíble, leyendo mi pequeña historia, y escribiendo todos esos comentarios tan increíbles. Unos habéis estado a mi lado desde el primer capítulo, y otros os habéis enganchado al tren un poco más tarde, pero todos me habéis apoyado enormemente, y no sabéis cuánto lo aprecio... De verdad, jamás imaginé que iba a recibir semejantes comentarios de vosotros... ¡Nunca! Vosotros habéis hecho posible todo esto, así que sí, a vosotros más que nadie os deseo un feliz año 2013. :3

Ya se nos va otro año, y uno nuevo comienza... ¡2013! Espero que sigáis a mi lado, leyendo los capítulos que aún quedan por subir de Diario del Mar, y que sigáis ofreciéndome vuestro increíble apoyo.

¿Y sabéis cuál sería el mejor regalo de comienzo de año? Que siguierais leyendo Diario del Mar, y que si aún no habéis votado... Votéis como pequeño detalle :) Como siempre os digo, aquí os dejo el link a la entrada donde os detallo lo que tenéis que hacer para votar. ¡Sería el mayor regalo! (Aparte de leerme, claro :3)

                                                         ¿Me ayudáis?


¡Feliz año 2013 a todo el mundo! :3


domingo, 30 de diciembre de 2012

DDM: Capítulo 61

¡Hola a todos! :3
No os enfadéis conmigo si estos capítulos son casi todos... románticos. No lo puedo evitar. ¡No puedo! Así que no me odiéis si no os gusta... jajaja. Porque creo que Jake y Kathy se merecen estos momentos después de haber estado varios meses separados, ¿no?

Y, como últimamente os digo... ¿Habéis votado ya? ¡Aún tenéis tiempo para hacer que Diario del Mar obtenga una buena posición! Sólo tenéis que pinchar en el enlace que os voy a poner, y en esa entrada os explico cómo tenéis que hacerlo :3

                                                         ¿Me ayudáis?

Espero que os guste, como siempre os digo, y también espero vuestros increíbles comentarios. :3
¡Un besito!





Me limité a morderme el labio inferior y a desviar la mirada. Jake miraba a Kathlyn con deseo y añoranza, porque estaba segura de que quería formar una familia... Y no dudaba que me quería con toda su alma, pero, ¿estaría dispuesto a formarla conmigo?

Aparté esos pensamientos de mi mente, y suspiré.

- Kathy. -me llamó Diana, y agradecí la interrupción.

Me giré, esbozando una amplia sonrisa. Caminé hacia la cama y me senté al borde. Busqué su mano, y la rodeé con la mía.

- ¿Cómo... cómo es que estás aquí...? -consiguió susurrar. -No es posible...

Desvié la mirada, y asentí.
Sabía que las preguntas no tardarían en llegar, y no tenía ningún inconveniente en responderlas, pero la respuesta era algo difícil para mí. ¿Sería capaz de contarle a Diana que sobreviví gracias a... a Harry? Tal vez no.

- Yo también creí que había muerto. -comencé. -De hecho, debí morir.

Diana me miraba fijamente, esperando que dijera más cosas, que contara cómo es posible que alguien al que le han clavado una espada más grande que mi brazo en el estómago esté vivo. Sí, yo tampoco me lo creí en cuanto desperté y Brittany me contó parte de lo que pasó. La otra parte... la otra parte la sé gracias a Harry.

- ¿Y entonces? ¿Qué ocurrió? Kathy, entiéndeme... Aún no me lo creo. Jacob... Jacob vio tu sangre en aquel sótano. Incluso Patrick le aseguró que él te había matado. Es imposible que estés viva, aquí, bien...

Esbocé una leve sonrisa, y apreté levemente su mano.

- No estoy del todo bien. -sonreí.

En cuanto dije eso, Jake se irguió, y se acercó a mí con rapidez.

- ¿Cómo? -inquirió, arrodillándose al lado de la cama, obligándome a mirarle.

- Las espadas cortan, y esos cortes dejan una cicatriz. Interna y externa. -dije simplemente, acariciando su barbilla con una leve sonrisa.

Pero las heridas no sólo eran físicas. También lo eran psíquicas. ¿Quién puede borrar el recuerdo de un secuestro?
Suspiré algo cansada, ya que no quería recordar nada de lo que ocurrió, aunque sabía perfectamente que jamás dejaría de revivir aquellos terribles momentos.

- Sé que es increíble. -dije, mirando a Diana. -Sé que es imposible que ocurra algo así. Ni yo me lo creí.

Diana apretó las mandíbulas:

- ¿Y qué ha pasado para que estés aquí, Kathy? -preguntó Liv.

- ¿Os importaría preguntarlo mañana? -murmuré, cerrando los ojos. -Estoy... estoy muy cansada, y es muy tarde.

Pero en el fondo, no quería ir a dormir. No quería enfrentarme a las mismas pesadillas de siempre. Pero por otra parte, era la única opción para no revivir las torturas despierta. Y estaba muy cansada, tenía que intentar dormir algo. A lo mejor al lado de Jake, me podía calmar más...

- Claro. -contestaron las dos a la vez. -Duerme. -sonrieron.

Se acercaron a la vez y me abrazaron con fuerza.

- Me alegro muchísimo de que estés bien, Kathy. -susurró Diana en mi oído, en voz muy baja. -Perdí la esperanza desde el principio.

Me aparté de ellas unos centímetros, y les dediqué una sonrisa algo cansada.

- Estamos juntas de nuevo. -contesté. -Ya nada nos separará.

Liv asintió, y vi cómo sus ojos brillaban por las lágrimas, la cuales estaba tratando de contener. Sin éxito. Soltó un sollozo, y enterró el rostro entre las manos. Diana frunció los labios y pasó un brazo por los hombros de Liv.

- Ve y descansa. -murmuró la joven de pelo negro. -Descansad. -añadió, mirando también a Jake.

Jake asintió, con una leve sonrisa. Estaba segura de que él tampoco había podido dormir...

- No lloréis, por favor. -susurré, mientras me levantaba de la cama.

Noté las manos de Jake en mi cintura, sujetándome y ayudándome a incorporarme. Como si temiera que fuera a romperme en mil pedazos y caer. O desaparecer.

- Tranquila, es algo normal. Ya que te creíamos muerta... Y estás delante de nosotras. -dijo Diana, sonriendo entre lágrimas. -Ve, mañana nos vemos, Kathy.

Asentí, y automáticamente busqué la mano de Jake. Éste la agarró, pero después de dos segundos la soltó. Me extrañé, pero sonreí levemente al ver que en vez de agarrarme de la mano, prefería sujetarme de la cintura y pegarme a él.

Me guió hasta la puerta, y me despedí de las dos jóvenes con voz apagada. Jake cerró la puerta, y me giré levemente para mirarle.

- Seguro que en este pasillo nadie puede hacerme daño, y seguro que llego sana y salva a tu habitación. -dije, sonriendo.

- Quién sabe. -contestó, mirando al frente. -Podría soltarte y dejarte ir, pero resulta que no quiero.

Me dedicó su típica media sonrisa y tuve que apartar la vista para no morir de asfixia. Entramos en la habitación contigua, la última de todas, y encontramos a Brittany mirando por la ventana. Oí que Jake resoplaba levemente, de manera que sólo pude oírlo yo. En cuanto entramos en la habitación, Brittany se giró hacia nosotros y esbozó una sonrisa.

- Me dijisteis que esperara aquí, y eso he hecho. Sólo para deciros que ahí al lado hay otra habitación libre, y que duermo ahí. Seguramente no venga nadie a ocupar justo esa habitación, así que por una noche no les importará. -sonrió la criada.

- Gracias, Brittany. -susurré, agradecida.

Se despidió de nosotros y salió de la habitación de Jake, dejándonos solos. Miré hacia la cama, un escalofrío me recorrió la espalda y por un momento pensé que el hombre que tenía justo detrás era Patrick.

Pero no era Patrick. Era Jake.

- ¿Estás bien? -susurró, cerca de mi oído, y colocando una de sus manos en mi espalda.

- Sí. -contesté, con un hilo de voz. -Estoy mejor que nunca.

Pero no estaba bien del todo. Quería besarle. Quería que él me besara. Que me hiciera sentir otra vez a salvo, que me aprisionara entre sus brazos, para hacerme sentir segura. Quería que me demostrara que me había echado de menos, y yo quería demostrarle que también lo había echado de menos. Quería olvidarme del dolor, de las palizas, de la tortura, de la inconsciencia, de Patrick.

Jake me apartó el pelo del cuello, y depositó un suave beso, un leve roce, que me produjo un escalofrío de placer. Me dejé caer hacia atrás, para apoyarme contra su cuerpo, mientras me acariciaba el pelo. Solté un leve suspiro.

Acarició mis brazos con la punta de los dedos, y sentí que la piel se me ponía de gallina. Paró en el dorso de mis manos, y seguidamente las colocó en mi cintura, abrazándome por detrás.

- ¿Por qué... por qué ibas al muelle...? -pregunté, rompiendo el silencio.

Oí el suspiro de Jake en mi oído, y su voz me produjo escalofríos en cuanto respondió:

- Porque no podía dormir. Y el agua del mar me tranquiliza.

- ¿Por qué no podías dormir? -me atreví a preguntar, aún apoyada contra su cuerpo, y con los ojos cerrados.

- Porque las pesadillas me suelen asaltar.

Me libré de sus brazos, y me giré con lentitud hasta poder mirarle a los ojos. Ahora no había ningún contacto entre nosotros, y lo eché de menos.

- ¿Qué pesadillas? -murmuré.

- Tú.

Alzó la mano derecha hacia mí, dudando. Pero al final decidió acariciar mi mejilla con suavidad. Cerré los ojos durante unos segundos, disfrutando de su cálido contacto.

- Pero ya no tengo miedo de irme a dormir y verte en sueños. Porque ahora sé que estás a mi lado. Y que es mentira. Que las pesadillas no son reales.

Entreabrí la boca, mirándole fijamente. Nada más decir aquella frase, se inclinó hacia mí y sus labios rozaron los míos con extrema suavidad y cuidado. Sentí que desfallecía, que caía al suelo, así que coloqué una mano sobre su hombro, para evitarlo.

Sus labios se separaron de los míos unos centímetros, y apoyó su frente contra la mía. Ambos respirábamos entrecortadamente, a pesar de haber sido el beso más lento y suave que me había dado. Cerró los ojos durante unos segundos, y cuando los abrió vi que le brillaban por las lágrimas.

- Te he... te he echado demasiado de menos, Kathy... -murmuró, cerrando otra vez los ojos. -Creí... creí que jamás volverías. Lo pensaba.

Apreté las mandíbulas, y seguí mirándole fijamente, sintiendo cómo la tristeza de sus palabras me invadía.

- Tuve en mente la idea de... -hizo una pausa, en la que pareció morderse la lengua para no llorar. - de quitarme la vida. Sólo para estar contigo.

Se me congeló la sangre en cuanto terminó de decirlo. ¿Quitarse la vida? Jamás lo habría soportado. Volví a respirar entrecortadamente, tratando de que el aire llegara a mis pulmones. La simple idea de pensarlo me ahogaba por dentro y no me permitía respirar.

- No, Jake, no... -me atreví a contestar, con un hilo de voz.

Una lágrima rodó por su mejilla. Por fin pude ver la verdad, de cómo se sentía, detrás de la felicidad de verme. Tristeza y dolor, una expresión de auténtico cansancio y agotamiento. Noches enteras sin dormir. Odiaba que hubiera tenido que pasar por eso. Y por eso, aparte de por lo demás que me hizo a mí, odiaba a Patrick.

- Jamás volveré a perderte. Jamás volveré a arriesgarme a perderte. Te aseguro... te aseguro que mataré a cualquiera que te roce. -dijo, y noté el enfado y la dureza en su voz.

- No llores. -le rogué. -No llores, Jake. Por favor. Estoy aquí. A tu lado, y no me pasará nada. Y a ti tampoco, porque no permitiré que nos alejen.

Jake abrió los ojos, y mi corazón dio un salto de emoción al ver otra vez ese intenso color verde. Y esa vez, sin darle tiempo a contestar, fui yo la que le besó, de la misma manera que Jake a mí. Y unos segundos más tarde, me aparté ligeramente para secarle las lágrimas.

Estaba cansada para hablar y contar todo lo ocurrido, pero sinceramente, no lo estaba para pasar tiempo junto a Jake.

Coloqué una mano en su mejilla, y le dediqué una leve sonrisa.

- Te quiero, Kathy. Te quiero más de lo que puedes imaginarte.

Bajó su mano hasta mi cintura, y me atrajo hacia él, justo en el momento en que sus labios se apretaban contra los míos, en un beso más rápido, apasionado, aunque igual de dulce.

Jake podía hacer que mi corazón latiera desbocado con cualquiera de sus besos. Con el más suave y lento de todos, o con el más rápido y apasionado. Incluso con el más mínimo roce. Y ya ni hablar del más intenso.

Me tambaleé hacia atrás, pero no me dejó caer. Como siempre. Su mano estaba firme en mi cintura, y con la otra sujetaba mi cabeza por la nuca.

Se separó unos centímetros para poder respirar, y vi que jadeaba. Al igual que yo. Observó con atención mis labios, y esbocé una pequeña sonrisita.

- Me entran unas ganas enormes de besarte cuando sonríes, ¿sabes? -murmuró, sonriendo a su vez, sin dejar de respirar de manera entrecortada.

No pude evitar reírme. Y estuvo bien reír, me sirvió para liberarme de cualquier tensión o miedo que pudiera tener, y concentrarme sola y exclusivamente en Jake.
Jake se mordió el labio inferior y volvió a besarme, con la misma rapidez e intensidad de antes.

Me guió con lentitud y cuidado a través de la habitación, hasta llegar a su cama. Por un momento tuve miedo. Yo no quería dormir. Temía a las pesadillas. Pero los labios de Jake contra los míos me hicieron olvidarme de las malditas pesadillas.

Me tumbó con suavidad en la cama, y apartó sus labios de los míos. Me miró fijamente, inclinado sobre mí.

- Estás aquí. -repitió, como si me acabara de ver. -No me lo puedo creer. Jamás llegaré a creérmelo. ¿Es  un sueño?

Esbocé una leve sonrisa y me incorporé levemente hasta poder apretar mi boca contra la suya.

- ¿Te parece esto suficientemente real? -susurré, sonriendo.

- Creo que me vale. -respondió, mientras se volvía a inclinar sobre mí.

Me arrastré hacia atrás, para tumbarme del todo en la cama, obligándole a seguirme. Me dio un suave beso en los labios, antes de tumbarse a mi lado. Me encogí contra su cuerpo, notando su cálida piel contra la mía. No hacía frío, pero necesitaba su calidez.

Me dio un beso en la frente, y me pasó un brazo por encima, como si intentara protegerme de algo. Ojalá fuera de mis propias pesadillas.

- Yo también te he echado mucho de menos, ¿sabes? -susurré, rompiendo el cómodo silencio que se había asentado entre nosotros. -Todos y cada uno de los segundos después de que nos separaran por primera vez. Y eso fue lo que usó Patrick en mi contra. -murmuré. -Porque tú eres mi punto débil.

Jacob me acarició el pelo, enredándolo entre sus propios dedos.

- También dio con el mío. -respondió. -Por eso te trajo hasta mí. Para que viera... cómo estabas. Y para que me contaran todo lo que te habían hecho.

Me apreté más contra su pecho, sintiendo el subir y bajar de su pecho por la respiración. Un escalofrío me recorrió la columna vertebral al volver a recordar todos y cada uno de los golpes que recibí en las numerosas palizas. El llanto se agolpó en mi garganta otra vez, pero no quise parecer débil... aunque lo era. No quise preocupar a Jake más. Pero empecé a temblar sólo por intentar frenar el llanto.

- Eh, Kathy. Estoy contigo. Nadie puede hacerte daño...

Alcé las manos hasta colocarlas sobre su pecho y cerré los puños en torno a su camisa. Apreté las mandíbulas, pero se me escapó un sollozo ahogado.

- Tuve miedo. Tuve miedo cuando me creía fuerte de aguantar cada una de sus palizas.

Su mano tembló de rabia mientras acariciaba mi pelo.

- Eh, escúchame.

Me obligó a alzar el rostro hacia él. Me mordí la lengua para contener el llanto.

- Estoy contigo. Patrick está muerto. Yo le maté. ¿Quieres que te digas cómo le maté? A golpes. Le maté a golpes con un atizador. Me suplicó que parara. -dijo Jake, mirándome con seriedad. -Es decir, si siguiera vivo, jamás se acercaría a ti.

Asentí, cerrando los ojos. Cogí aire, y hasta la inspiración tembló.

- Lo siento. -me disculpé. -Lo último que necesitas es que me ponga así.

Jake sonrió levemente, y me acarició el labio inferior con el pulgar. Y sentí la necesidad de volver a tener mis labios pegados a los suyos. Para ahuyentar los malos recuerdos por última vez.

- Bésame. -le pedí.

Jake sonrió, y se inclinó lentamente hasta que nuestros labios volvieron a juntarse.

Después de aquel último beso, comencé a sentir que mis párpados pesaban demasiado, y no tardé en caer rendida, entre los brazos de Jake.


***


Todo da vueltas a mi alrededor. No veo nada. Sólo oscuridad, penumbra. Hasta que de pronto, todo para. Noto algo muy frío debajo de mí, y cuando lo palpo con las manos veo que se trata del suelo. Miro a mi alrededor, y decido incorporarme. Y de pronto, un sonido metálico. Un leve "clic" que me pone la piel de gallina. Mi corazón se acelera, porque ese ruido metálico del pestillo descorriéndose indica algo malo.

Trato de moverme, pero de pronto veo que unas cadenas me aprisionan contra el suelo. No me puedo mover. ¿De dónde han salido esas cadenas, si antes no estaban? Resoplo, con miedo, y trato desesperadamente de liberarme de su peso muerto.

Pero es tarde. Se me congela la sangre en cuanto la puerta se abre, y la luz anaranjada de una vela se arroja por toda la habitación, iluminándola. Me quedo boquiabierta, mirando a la figura que agarra la vela. Oigo su risa malvada, esa que tanto miedo me mete dentro.

- ¿Princesa? ¿La he despertado? -es lo único que dice.

Oigo sus botas chocar contra el suelo firmemente, mientras entra en la habitación, cerrando la puerta tras de mí. El sonido se amplifica cuando camina hacia mí. Me tiembla todo, y no puedo moverme por culpa de las cadenas.

Patrick no dice nada. Se limita a ladear la cabeza, antes de propinarme la primera patada, que me alcanza en el costado. Suelto un chillido de dolor, y cierro los ojos con fuerza. La siguiente patada llega sin previo aviso, esta vez en la cabeza, con la punta de su bota.
Vuelvo a gritar, y me vibra la garganta de dolor. Noto un pequeño hilillo de sangre recorrerme la piel del rostro, hasta el suelo.

Golpea las cadenas y estas se rompen con un ruido que zumba en mis oídos. Se agacha y me agarra del cuello. Estiro los brazos para zafarme de él, pero es más alto, más fuerte y más grande que yo, así que estoy perdida. Me levanta del suelo con extrema facilidad y me empuja contra la pared. Al golpearme contra ésta, gimo de dolor, y me quedo unos segundos sin aire. Trato de respirar, pero Patrick lo impide al colocar su antebrazo en mi cuello. Siento que aplasta mi tráquea, y trato de gritar.

Me suelta y caigo al suelo instantáneamente. Me golpeo el hombro, pero ese dolor no es nada comparado con el de los demás golpes. Trato de coger aire, a cuatro patas, y como puedo. Siento que me ahogo, hasta que el aire entra en mis pulmones. Pero entonces llega su rodilla, que impacta contra mi rostro. Caigo al suelo de lado, gimiendo y gritando de puro dolor. Me duele la mandíbulas, mucho, y la sangre de la brecha de la cabeza sigue bañando mi piel.

Grito y grito cuando siento sus uñas clavarse en mi piel para ponerme boca arriba. Trato de moverme pero se sienta encima de mí y me inmoviliza. Oigo tacos. Gritos. Le suplico que pare. Su puño no tarda en llegar, y me golpea en la mandíbula repetidas veces, tanto, que llego a creer que me la ha roto.

Muevo la cabeza de un lado a otro, tratando de evitar sus golpes, pero llegan igual. Como si yo no me estuviera moviendo. 
Y de pronto, parece que eso es lo que ocurre. 

Cierro los ojos con fuerza, para no ver su mano llegando para golpearme, pero sus golpes no llegan. Vuelvo a abrir los ojos, desorientada y con dolores y calambres por todo el cuerpo. Trato de levantarme, pero no puedo. Mis extremidades no responden. Sólo puedo mover la cabeza, así que eso es lo que hago, para ver qué ocurre. Y mientras paseo la vista (completamente aterrorizada) por la habitación, se me encoge el corazón al ver a Jacob cruzado de brazos. Intento gritar y decirle que me ayude, que me saque de aquí, antes de que vuelva Patrick. Pero entonces Patrick se coloca a su lado, y me sonríe malvadamente. Patrick se acerca a mí, mientras Jacob me mira desde su posición indiferente.

Y los golpes comienzan otra vez, como una lluvia de meteoritos. 

El dolor es sordo, y zumba en mi interior, en cada terminación nerviosa de mi cuerpo. Siento la sangre bañando mi rostro y mi busto, pero no puedo moverme. Ni gritar. No puedo hacer nada, sólo quedarme ahí, con los ojos abiertos, viendo cómo Patrick me golpea una y otra vez. 

¡¿Por qué no me ayudas?! ¡¿Por qué demonios no te acercas y me ayudas?! ¿Por qué no me sacas de aquí? ¿Por qué no le apartas de mí? ¿Por qué dejas que me haga esto? ¡Por qué! grito mentalmente, mirando a Jacob cuando Patrick me lo permite. Le insulto a gritos mentalmente.

El dolor continua, y Jacob no se acerca. No me salva. Y le odio. Vuelvo a insultarle mentalmente. Le odio con toda mi alma por no hacer algo contra Patrick. Por dejar que me haga tanto daño, por dejar que me hunda. Por permitirle pegarme para matarme.

Patrick no frena. Y yo sigo sin poder gritar. Sólo siento las lágrimas bañando mi rostro, mezclándose con la sangre. Hasta que la pérdida de sangre es demasiado grande, hasta que el dolor me ciega, hasta que mi corazón deja de latir. 


Comencé a gritar de puro terror. Todavía sentía el dolor en mi piel, la sangre rodando por la misma, hasta el frío suelo. Paré, y jadeé, tratando de respirar. Las lágrimas salían de mis ojos sin yo poder controlarlo. Temblaba de miedo, y sollocé entre gritos.
No fui consciente de que me hablaban hasta que noté un peso encima de mí. Con miedo, me agité y grité, creyendo que se trataba de Patrick.

- ¡Suéltame! -exclamé.

Sollocé, aún con el dolor en el cuerpo, y tratando de librarme de aquel peso. La persona que estaba encima de mí me pegó las muñecas a la cama, impidiendo que moviera los brazos. Oí que alguien gritaba mi nombre. Dejé de gritar, rindiéndome, y simplemente me eché a llorar.

- ¡Kathy! -repitió mi nombre. - ¡Kathy, vamos! ¡Soy yo!

Me obligué a abrir los ojos, y entre las lágrimas, pude distinguir la figura que estaba sentada encima de mí e inmovilizándome los brazos.

- ¡Despierta! -gritó. -¡Despierta, por favor! ¡Mírame, ha sido una pesadilla!

Tragué saliva, y traté de respirar. Jake era el que estaba sentado encima de mi estómago. Sentí un leve pinchazo, pero era más grande el dolor de la pesadilla.

- Kathy, mírame.

Pero las lágrimas no pararon. Seguían saliendo de mis ojos, y el llanto hacía que mi garganta ardiera. Me dolía de tanto gritar, y tenía los músculos entumecidos por culpa de los golpes de la pesadilla. Cerré los ojos, y me eché a llorar desconsoladamente.

- Sólo ha sido una pesadilla. No pasa nada, ¿me oyes? Estoy aquí.

Se atrevió a soltarme las muñecas, y no me moví. Abrí los ojos y fruncí los labios para no dejar escapar los sollozos. Le miré, asintiendo.

- Tranquilízate.

Pero el miedo seguía en mi interior, clavándome sus garras en las entrañas. No abrí la boca, no emití ningún sonido pero las lágrimas seguían saliendo de mis ojos.

- ¿Crees que puedo quitarme de encima de ti? -susurró.

Fruncí lo labios con fuerza, y con una especie de gemido ahogado asentí. Jake se retiró de mi estómago, y se tumbó a mi lado, de lado. Yo me quedé boca arriba, tratando de respirar con normalidad y de frenar las lágrimas. Jake me apartó el pelo de la cara, y me acarició la frente, las mejillas, los labios y la mandíbula.

- Sssh... Estoy contigo. -susurró cerca de mi oído.

Pasó una mano por encima de mí, apoyándola sobre mi pecho, como si de una manta se tratara y me estuviera cubriendo.

- Sólo ha sido una pesadilla. -dijo, con su boca pegada en mi oído.

Sentí un leve cosquilleo en todo el cuerpo, y me giré hasta estar tumbada en su misma posición, pero frente a él. Ahora, la mano que había colocado sobre mi pecho, cubría mi espalda, y con ella me acercó aún más a él, en un cálido abrazo. Temblé ligeramente, todavía con el miedo en el cuerpo. Necesitaba que lo sacara, porque yo no podía.

- Lo... lo siento. -me disculpé, con la voz temblando. -Lo siento, Jake, de verdad...

Me colocó el dedo índice sobre los labios, y me mandó callar.

- No tienes que disculparte por absolutamente nada. -respondió.

Cerré los ojos durante unos segundos, y respiré profundamente, para tratar de calmarme del todo.

- Así... así son siempre mis pesadillas, Jake... -musité, atreviéndome a abrir los ojos.

Jacob se acercó más a mí y depositó un suave beso en mi frente. Me colocó el pelo tras la oreja, y volvió a colocar la mano en mi espalda, manteniéndome pegada a él. Busqué su calor, y ambos entrelazamos nuestras piernas, para estar lo más juntos posible.

- Creo que me he acostumbrado al hecho de que vas a estar siempre a mi lado... Es más, soy yo la que te lo ruega. -murmuré contra su pecho. -Abrázame fuerte y nunca me sueltes. Por favor.

Jake soltó una suave risa ahogada, y con la mano que tenía en mi espalda, me sujetó por la barbilla, obligándome a mirarle:

- ¿Cómo te iba a soltar?

- No lo sé, Jake... Tal vez por el hecho de que aún no entiendo por qué...

- ¿Por qué...?

- Yo. -contesté. -Por qué yo.

- ¿A qué te refieres?

- Lo sabes perfectamente, Jake. -murmuré. -Tienes a todas las jóvenes del mundo, puedes conseguirlas a todas, y, y... y no lo has hecho.

Jake volvió a reír, y sacudió la cabeza. Me acarició la mejilla con el pulgar. Gracias a él, el efecto de la pesadilla se estaba pasando.

- ¿Cuántas veces tendré que repetirte que para mí, ya no existen esas "otras jóvenes"? -contestó, sin dudarlo. -Sólo quería conseguirte a ti, ¿sabes?

Noté que mis mejillas ardían, y mi corazón comenzó a latir desbocado.

- Cuántas chicas desean oír eso de tus labios, Jake... -murmuré. -Está claro que soy la más afortunada.

Jake cerró los ojos, y pude ver por unos segundos rastro de tristeza en ellos.

- No. Aquí soy yo el afortunado, por tenerte ahora aquí. Porque me diste una segunda oportunidad que no me merecía.

- Si no llego a dártela, ahora mismo no sé dónde estaría. Tal vez insultándome por haber sido tan estúpida. -rebatí en un susurro apenas audible.

Jake tragó saliva, y alcé la mirada hacia él en cuanto me di cuenta de que él me miraba. Sus ojos brillaban, y me di cuenta de que estaba amaneciendo. La tenue luz bañaba su rostro, marcando sus duras pero increíbles facciones. Su pelo rubio ceniza, gracias a la luz, lanzaba destellos.

Alcé una mano y la coloqué en su nuca. Le acaricié el pelo, sin poder evitar esbozar una pequeña sonrisa. Todo iba bien. Jake estaba conmigo otra vez, y estaba completamente segura de que sería para siempre. Nadie nos iba a separar. Y él estaría siempre a mi lado para consolarme cuando sólo quiera llorar. Para despertarme y salvarme de las pesadillas. Para hacer que me olvidara de todo el dolor que se había ido acumulando en mi pecho, y que ahora me oprimía.

Seguidamente, se inclinó hacia mí, y me besó dulcemente. Mi corazón se aceleró, y lo podía notar brincar en mi pecho de la emoción. Se apartó de mí, con una media sonrisa. No. No podía hacer eso, dejarme así. Suspiré levemente, sin apartar mi mirada de sus ojos verdes.

- Te quiero. -susurré, acariciándole el pelo.

Las palabras me produjeron un cosquilleo en el estómago, y mi corazón latió con fuerza, golpeando mi pecho.

- ¿Eso indica que te he conseguido, Kathy? -preguntó Jacob, sonriendo. -¿Eso quiere decir que eres mía?

"Mía".

- Desde el principio, Jake. -contesté, apoyando mi frente contra la suya y esbozando una sonrisa.

Alzó la mano que había colocado en mi espalda, y me dio un toque en la nariz. Sonrió, y después me acarició los labios. Esperé un beso, pero me quedé con las ganas.

Aunque lo que recibí no fue menos.

- Te quiero más que a mi propia vida, Katherine Greenwood Wells.



viernes, 28 de diciembre de 2012

DDM: Capítulo 60

¡Hola a todos! :3

Aquí está el capítulo 60. :) He sido muy mala, lo sé, pero creo que lo he arreglado, ¿no? :)
Espero que disfrutéis con el capítulo, y también espero vuestros perfectos e increíbles comentarios :)

Y como ya sabéis, si aún no habéis votado... En esta entrada os explico lo que tenéis que hacer, por si queréis votar por algún blog en especial. Aunque si se trata de Diario del Mar... mucho mejor, ¿no? :)

                                                                 ¿Me ayudáis?

Un aviso: la pestaña ¡Contacta conmigo! ha sido actualizada; hubo un problema con la dirección de correo electrónico... la escribí mal :/ Eso es lo que ocurrió, si intentasteis contactar conmigo (que, sinceramente, no creo...) También he añadido mi Twitter, por si os interesa.


¡Ah!, espero que estéis pasando una geniales vacaciones, y como no lo dije antes... ¡Feliz Navidad!





El cielo nocturno se erguía sobre nosotros, pero a mí me parecía que había demasiado luz.

Nada giraba. Nada se movía a mi alrededor. Ni siquiera el mar. El aire que entraba en mis pulmones me hacía daño. Tenía los músculos agarrotados, y me era imposible reaccionar.
Lo veía todo nublado por culpa de las lágrimas.

- ¿Jake...? -respondió en un murmuro.

No necesitaba nada más. Tan sólo una palabra, pronunciada de esa forma tan única. Aquella voz... aquella voz era la que había estado tratando de escuchar desde hace más de tres meses. Esa voz ha sido la que he deseado tener en mi oído durante tanto tiempo.

Pero no podía ser. No podía ser real, nada de aquello podía estar ocurriendo.

Y de pronto, la figura que había respondido, se giró lentamente hacia mí, haciendo que crujiera la madera bajo su peso. Pero mi interior crujió aún más alto. Mi corazón latía disparado, tratando de bombear la sangre necesaria para poder mantenerme con vida.

Todo se paró durante unos segundos, todo se quedó en suspensión a mi alrededor.

Ese rostro era el rostro que había necesitado ver desde hace más de tres meses. Ese era el rostro capaz de llevarse todo el dolor con una sola mirada, o una sonrisa. Ese era el rostro que podía iluminar el mundo entero. Ese era el rostro que me habían arrebatado, ese era... el rostro de la persona que de verdad amaba.

Mis rodillas temblaron ligeramente, y temí derrumbarme en aquel preciso momento. Era incapaz de reaccionar, porque todo lo que creía perdido... estaba delante de mí en esos momentos. Me estaba mirando, y podía reconocer esa mirada en cualquier parte del mundo.

¿Cómo la persona que creías muerta... puede estar ante ti, viva? ¿Cómo...?

Katherine se levantó con torpeza, y caminó lentamente hacia mí, boquiabierta y con los ojos brillantes por las lágrimas. Traté de dar un paso, pero mis músculos no respondían.

Me daba igual si aquello que estaba ocurriendo era o no real. Yo sólo quería moverme, correr hacia ella, acortar la distancia entre nosotros hasta estar tan pegados que no se nos distinguiera. Sólo quería abrazarla y no soltarla nunca.

Los ojos aguamarina de mi mente comenzaron a brillar con intensidad, y llenos de felicidad. Ya no necesitaba tenerlos en mi mente, porque los tenía delante, justamente delante.

Me obligué a respirar, y como empujado por una fuerza divina, eché a correr hacia ella. Pude ver su sonrisa, también vi sus lágrimas. Supuse que yo también estaba sonriendo, y llorando. Cuando estuve lo suficientemente cerca, la abracé por encima de la cintura y la elevé del suelo. Sentí el contacto de los brazos de Kathy alrededor de mi cuello, y sentí un escalofrío.

Era real. No era mi imaginación.

Kathy era real, y estaba abrazándola. Por imposible que pareciera, la tenía entre mis brazos, com había deseado desde hacía meses.

Y en cuanto fui totalmente consciente de que Katherine era real, que su cuerpo estaba pegado al mío, el llanto ascendió hasta mis ojos, y me eché a llorar de auténtica felicidad, lo que me obligó a tener que dejarla sobre el suelo, pero no a soltarla.

- Jake... -susurró. -Jake...

La adrenalina corría por mis venas, todo mi cuerpo temblaba de la emoción, y sólo quería gritar y llorar.

- Kathy, estás aquí... Estás viva... -conseguí decir.

Nada más terminar la frase, se me quebró la voz, y sollocé en su hombro, temblando, sin poder creérmelo del todo. La apreté contra mí, con miedo de que fuera irreal, o que fuera a desaparecer en cualquier momento.

La felicidad me invadía. La tenía entre mis brazos. No podía dejar de repetírmelo. Kathy, mi vida, estaba conmigo.

- Sssh, Jake... -susurró, riendo y llorando a la vez. -Estoy aquí, Jake, estoy contigo...

Y era verdad. No había mentira en esas palabras. Katherine estaba de vuelta, no sabía cómo, pero me daba igual. Porque estaba conmigo, estaba abrazándome, cerca de mí. Por fin.


***

(Katherine)


Creí que se me iba a salir el corazón del pecho, ya que me dolía cada latido, y lo sentía en cada una de mis terminaciones nerviosas.

Jake... Mi Jake. Mi Jake estaba vivo, y estaba conmigo. Estábamos juntos. Y sabía que todo había sido gracias a... a muchas personas. Pero sobretodo, gracias a Harry.

Traté de pegarme más a él, sintiendo su cálido contacto en mi cuerpo, pero no pude dejar de llorar de felicidad. Sus manos subieron hasta mi rostro, las colocó en mis mejillas, obligándome a mirarle.

- Kathy... Te he echado demasiado de menos... -susurró.

Me limpió las lágrimas con el pulgar, y yo cerré los ojos para tratar de contener el llanto. Volví a abrirlos, y me concentré en sus preciosos ojos verdes, que brillaban con luz propia.

- Y yo a ti, Jacob... -conseguí responder, y se me quebró la voz.

Aún me parecía que había demasiada distancia entre los dos. Pero Jake pareció leerme la mente, porque se encargó de salvar esa distancia. De la manera más mágica e increíble posible.

Se inclinó hacia mí, y miles de chispas explotaron en mi interior cuando sus labios encontraron los míos. Después de tanto tiempo.
Deseé que ese momento durara infinito, que jamás se acabara. Pero no me importaba. Porque a partir de ese momento, tendríamos todo el tiempo del mundo para estar juntos. Y para besarnos todo lo que quisiéramos. Porque siempre sería igual de mágico.

Aquel beso fue tan parecido como el primero que me dio en aquel bosque. Urgente, desesperado, apasionado, pero dulce y mágico. Irreal.

Se apartó unos centímetros, y sé que ambos sentimos lo mismo. No queríamos que esos centímetros existieran entre nosotros. Ni siquiera un escaso milímetro.

- Lo siento. -susurró de pronto, cerrando los ojos. -Lo siento muchísimo, Kathy. De verdad.

No pude evitar sonreír, y le acaricié la mejilla, dejando que hablara, mientras me temblaba el labio inferior.

- Porque no te protegí, Kathy... Permití que te... que te hicieran daño.

- Sssh... -coloqué el dedo índice sobre sus labios, obligándole a callar. -Ahora estoy contigo, Jake. Y no quiero lamentaciones.

Jake abrió los ojos, y pude ver la tristeza en ellos. La culpa.

- Sólo quiero que me beses. -susurré, sonriendo.

Jake sonrió a la vez, y sin perder tiempo, volvió a presionar sus labios contra los míos. Sentí la energía de aquel beso corriendo por mis venas, y haciéndome temblar de puro placer. No necesitaba más. Porque eso era todo lo que necesitaba. Que Jacob me besara, haciéndome creer que todo estaba bien, y que nada malo había ocurrido; que todo seguía como antes.

Le tenía frente a mí. Sus labios sobre los míos. Sus manos en mi piel. Cerca. Demasiado cerca. Y todo era como un sueño. Un sueño hecho realidad. Finalmente.

Bajó su mano derecha hasta mi cintura, y me apretó aún más contra él. Enredó los dedos de su mano izquierda en mi pelo, sujetándome por la nuca mientras me besaba.
Eso era lo que había necesitado siempre; vaciar mi mente de cualquier problema, y concentrarme en los labios de Jake besando los míos, en sus manos acariciando mi piel. Produciéndome escalofríos.

Jake no paró. Yo tampoco quería que parara. Podríamos estar así toda la noche, por los meses que habíamos estado separados.

- No te voy a soltar, Kathy. Nunca más. No me voy a separar de ti, ni siquiera cuando te hayas olvidado de mí. ¿Me oyes? Y esta vez lo voy a cumplir. Vas a tener que acostumbrarte a mi presencia, en cada movimiento que hagas.

- No tengo ningún inconveniente en acostumbrarme. -contesté, separándome unos centímetros. -Además, si tú no me agarras, seré yo la que se agarre y no te suelte, y si tú te alejas, seré yo la que se acerque y no se separe de ti.

Jake soltó una suave carcajada, y cerró los ojos, sacudiendo la cabeza.

- Seré tu sombra. Nadie podrá volver a tocarte, ni hacerte daño, porque me encargaré de matarle. Y esta vez te lo prometo. -murmuró, con los ojos cerrados y su frente apoyada en la mía.

- También lo cumpliste la última vez que me lo prometiste.

Jake negó con la cabeza, y suspiró, sin separarse de mí ni abrir los ojos.

- Mataste a Patrick. -añadí, acariciando su labio inferior con la punta de los dedos.

- Pero demasiado tarde. Después de que te hiciera daño. -hizo una pausa, y cerró la mano con fuerza sobre un mechón de mi pelo. -Te prometo que jamás volverán a hacerte daño. Nadie.

Noté la ira en su voz. A pesar de ser enfado, me pareció un gesto muy dulce. Porque se preocupaba por mí, mucho, hasta el punto de matar a aquel que me hiciera daño.

Me mordí el labio inferior, y no pude evitar sonreír, mientras una lágrima rodaba por mi mejilla, y mi labio inferior temblaba, al igual que mis piernas.
Recordar todo lo que me habían hecho... Y las lágrimas siguieron saliendo. Me obligué a cerrar los ojos, y apoyé las manos sobre su pecho.

- Tranquila, Kathy, tranquila... -susurró para tranquilizarme. -Todo ha pasado, Kathy. Ya... ya no estás con ellos. Estás conmigo. No te pueden hacer daño, ¿me oyes? Estás a salvo.

Me envolvió entre sus brazos, y ahogué mis sollozos en su hombro. Sus brazos me apretaban con fuerza y firmeza, y me sentí, por primera vez, a salvo de cualquier peligro. Lo único que odiaba era que Jake se sintiera culpable por lo que me hicieron...

Me acarició el pelo, y me obligué a dejar de llorar, aunque las lágrimas seguían brotando de mis ojos.
Sabía que lo tenía todo, que él me protegería, aunque ya no estuviera en peligro. Pero el recuerdo de lo que ocurrió durante esos meses sería imborrable. Aunque gracias a su presencia, estaba segura de que podría suavizarlo y olvidarlo de alguna manera.

Pero recordar el hecho de que Patrick... abusó de mí, me hace sentir escalofríos por todo el cuerpo. Porque creía que sólo por eso, Jake me rechazaría. Y creo que notó el miedo en mis ojos en cuanto me miró.

- Tienes miedo, Kathy. Y sé que... no es sólo por todo esto. Sé que hay algo más.

Yo asentí, y fruncí los labios, atreviéndome a mirarle a los ojos.

- Miedo al rechazo. -murmuré. -Tu rechazo.

- ¿Qué? -inquirió, frunciendo el ceño, como si le hiciera gracia lo que acababa de decir.

- Por lo que me hizo Patrick. -musité, cerrando los ojos.

- Te quiero, Katherine Greenwood Wells. -sujetó mi rostro con sus manos, y continuó. -Mi amor por ti es muchísimo más grande que eso. Más grande que todo lo que te hicieron. ¿Crees que te rechazaría porque un imbécil te puso las manos encima, sin que tú pudieras hacer nada? Estás muy equivocada, Katherine. Si un chico te dejara sólo por eso... realmente sería porque tiene un grave problema.

Esbocé una leve sonrisa, que fue creciendo conforme mi miedo desaparecía. Jake era todo lo que necesitaba. ¿Cómo pude haber insultado en su día al joven más perfecto de todo el mundo? Estaba segura de que jamás encontraría a alguien como él si le perdiera... Y él podría encontrar a miles de chicas como yo o mejores.

Pero Jake era mío. Y no tenía por qué perderle otra vez.

- Te quiero, Kathy... Dios, podría estar diciéndotelo continuamente para expresar todo lo que siento en estos momentos.

Solté una suave carcajada, y alcé la mirada hacia él, perdiéndome en sus ojos. La luna bañaba su rostro y su pelo, su piel bronceada y suave, y los músculos del cuello. Instantáneamente viajé al pasado, a aquella noche en el bosque. Aquella noche estaba triste, y tenía un aspecto más demacrado. Aunque seguía estando igual de guapo que siempre.

Pero en ese momento... en ese momento estaba irresistible. Era normal que todas las jóvenes cayeran rendidas a sus pies, porque sólo necesitaba una mirada para enamorarlas.

Giré la cabeza justo cuando vi que Jake miraba hacia Brittany, la mujer que me había ayudado a sobrevivir.

- ¿Quién es? -preguntó, buscando mis manos y entrelazando las suyas con las mías.

- Es... es Brittany. Era criada en la casa de... Patrick. Y ella me salvó. -contesté en un susurro.

Jake me dirigió una leve mirada, y soltó una de mis manos. Caminó hacia la criada, y yo detrás de él; ninguno se atrevía a soltarse de todo.

- Hola, Brittany. Soy...

- Sí, lo sé. -respondió con voz tímida y una sonrisita. -Kathy nunca ha dejado de hablarme de usted, Príncipe de los Mares.

Jake esbozó una media sonrisa, y noté cómo el calor subía. Esa media sonrisa era la que siempre conseguía derretirme.

- Debo darle las gracias por salvarla, Brittany. Has salvado lo único que me quedaba en este mundo.

Brittany sonrió ampliamente, y asintió con la cabeza. Yo noté un extremo calor en las mejillas. ¿Jamás se cansaría de decir cosas tan bonitas refiriéndose a mí?
Jake se giró y me tendió la otra mano, la cual agarré sin pensármelo dos veces.

- Voy a llevarla hasta mi habitación, Princesa. -susurró, esbozando una media sonrisa. -Porque ni siquiera la dejaré dormir lejos de mí.

Ahogué un grito de sorpresa en cuanto me cogió en volandas, como si de una auténtica princesa me tratara... Rodeé su cuello con ambos brazos, y le dirigí una mirada a Brittany, para que nos siguiera. Jake echó a caminar, y no parecía estar cansado de llevarme en brazos. Sus manos me sujetaban con firmeza, y no temblaron en ningún momento. Apoyé mi cabeza en su pecho, sonriendo.

¿De verdad había soñado con alguien mejor? Porque ese alguien no existía. Jacob era el mejor de todos, y no me merecía tanto.

No sé cuanto tardamos en llegar a una posada que parecía algo antigua, pero a mí se me pasó volando. Jake carraspeó, y dijo:

- La habitación es la 50, la última de todas, en el último piso.

Brittany asintió, y me dirigió una última mirada, a la cual yo sólo pude sonreír. Brittany entró en la posada, y la perdí de vista.

- Sutil forma de librarte de ella, Jake. -susurré

- Lo sé. -contestó, riendo.

Notaba en su voz demasiada felicidad. Estaba claro que alegrarse de verme era decir poco. Al igual que yo.
Me dejó con suavidad en el suelo, y colocó una mano en mi cintura. Ejerció algo de fuerza sobre mí, y me hizo dar unos pasos hacia atrás, hasta que mi espalda se topó con la pared de piedra del edificio, al lado de la entrada.

Apoyó su frente contra la mía, y sus ojos se posaron en los míos, y luego en mis labios.

- Estás aquí. -dijo en un susurro. -Has vuelto. Y no sé cómo, pero me da igual. Ha sido... un milagro. Jamás pensé que podría volver a hacer esto, a besarte, a abrazarte. Porque creí que te habías ido del todo.

No quise hablar, porque me había quedado sin palabras. Y sin respiración. La distancia entre nuestros cuerpos era mínima, y estábamos solos, por fin solos.
Ladeó ligeramente la cabeza y sentí otro escalofrío cuando presionó sus labios contra los míos, de una manera suave y dulce. Era un beso diferente, lleno de cariño. Lleno de ternura. Sus labios se movían despacio sobre los míos, haciendo que los escalofríos de placer se multiplicaran.

- Podría pasarme lo que queda de noche haciendo esto. -susurró, mientras su mano acariciaba mi cintura. -Y todos los días. Ahora que te tengo a mi lado...

- Tenemos toda la vida por delante, ¿no? -respondí, rozando sus labios con ligereza.

Jake sonrió mientras volvía a besarme con la suavidad del último beso.

- No te voy a mentir, Kathy. Esta noche te quería sólo para mí, como mínimo, para no ser egoísta. Pero aún así sigo siendo egoísta.

Se me encendieron las mejillas sólo de pensarlo.

- ¿Por qué egoísta?

- Porque hay más gente que, estoy seguro, quiere verte. -respondió, apoyando su frente contra la mía por segunda vez.

- ¿Ah, sí? ¿Quién?

- ¿No crees que es mejor que lo veas tú misma? -rebatió con una media sonrisa que volvió a derretirme.

Me mordí el labio inferior, sin apartar la vista de sus brillantes e intensos ojos verdes, que ejercían un auténtico poder sobre mí.

- Te quiero, Jake. -murmuré.

- No puedo decir lo mismo. La palabra se queda demasiado corta.

Mi corazón saltó de felicidad en cuanto oí su respuesta. ¿Cómo podía haber elegido alguien tan perfecto a alguien como... yo? Jamás lo entendería.

Me agarró de la mano con suavidad, y tiró de mí hacia el interior de la posada. Corrí detrás de él, sin soltar su mano. En ningún momento habíamos perdido el contacto. Sabía que ambos teníamos miedo de que el otro se evaporara, o desapareciera sin ningún motivo.

Me guió hasta unas escaleras, y las subí con bastante torpeza, ya que no estaba acostumbrada a hacer tantos esfuerzos... no después de haber estado al borde de la muerte. Sentí un pinchazo en el estómago, y me encogí de dolor, sin soltar la mano de Jake. Debí frenar, por lo que Jake se dio la vuelta.

- Eh, Kathy, ¿estás bien?

- Sí, sí... -contesté.

Jake retrocedió, y alzó mi rostro por el mentón.

- ¿Qué ocurre?

- No es nada... -esbocé una leve sonrisa, a pesar del pinchazo. -Es sólo que aún me cuesta actuar normal. Ya sabes, debo recuperarme del todo.

Sabía que pediría explicaciones, y que me preguntaría qué ocurrió, y por qué sigo viva. Yo también me lo pregunté cuando desperté.
Pero no quería arruinar ese momento con mi debilidad, así que agarré aún más fuerte la mano de Jake, y seguí corriendo tras él.

Al llegar a la última planta, Jake frenó delante de una habitación, y me miró con una sonrisa. Se mordió el labio inferior, mientras miraba mis labios. Sonreí, y me acerqué a él. Alcé la cabeza y le di un fugaz beso.
Jacob asintió, satisfecho, y volvió a mirar a la puerta.

- No me quiero ni imaginar cómo se pondrán al verte...

Apreté los puños, tratando de no llorar o gritar de emoción. ¿Quién me quería ver...? ¿Quién de todos los que perdí hace meses han vuelto?

Jacob abrió la puerta, y me hizo un gesto con el brazo, como si fuera un elegante caballero, y me dejó pasar.
Murmuré un "Gracias" con una sonrisa, y entré en la habitación, la cual estaba en penumbra. En la enorme cama había dos cuerpos que dormían plácidamente, y a lado... una cuna.

Me quedé boquiabierta y sin aire. Golpeé suavemente el brazo de Jake, y éste me miró. Señalé la cuna, con la boca abierta, y él sonrió:

- Vas a tener que darle la bienvenida a la hija de Diana, Kathlyn. -sonrió Jacob.

¿La hija de Diana ya había nacido...? Eso significaba que... que Diana estaba en esa habitación.
El corazón me saltó de felicidad, y creí que se me iba a salir del pecho de lo fuerte que latía. Caminé con paso lento a la cama, y cuando me acerqué, pude ver el rostro de Diana, que dormía profundamente.
Di...

Acaricié su mejilla, y una lágrima rodó por la mía. Hacía tanto que no la veía... Jake caminó hasta el otro lado de la cama, pero yo estaba concentrada en Diana.

- Eh, Di... -susurré. -¿A que no adivinas quién soy? -pregunté, sonriendo.

Diana se removió, suspirando. Parpadeó un par de veces, y se estiró levemente, antes de entreabrir los ojos y mirarme:

- ¿Qué pasa...? -susurró.

Yo sólo fui capaz de reír de pura alegría. Parpadeé para disipar las lágrimas que se acumulaban en mis ojos.

Y entonces, Diana abrió más los ojos y rodeó mi cuello con rapidez.

- ¡Kathy! -exclamó, sorprendida. -¡Kathy, estás aquí! ¡Estás viva! ¡No es un sueño! -gritó, fuera de sí.

Me abrazó con fuerza, y yo sólo pude reír y devolverla el abrazo. Sentir su contacto otra vez me alivió, haciendo que todo mi miedo desapareciera. Aunque en el fondo, mi corazón no podía dejar de preocuparse, porque en aquella habitación faltaban muchas personas.

- Tú también estás viva, Di... -contesté. -Y por lo que veo... ya has traído al mundo a la pequeña... Kathlyn.

Diana soltó una risita tímida y se apartó unos centímetros de mí. Las lágrimas bañaban su rostro, sin poder frenarlas.

- Vamos, no llores. ¡Estoy aquí, estamos aquí! -dije, secando sus lágrimas, antes de volver a abrazarla con fuerza.

Y de pronto, para hacerme llorar aún más, otra segunda voz femenina.

- ¿Kathy...? ¿Eres tú...? No... no me lo puedo creer... -murmuró.

Abrí los ojos, apartándome de Diana con lentitud, para observar a la figura que se había incorporado y estaba sentada en la cama. Estaba a contraluz, pero no necesité ver su cara. Me valió con ver su cabello del color del fuego, como si las propias llamas ardieran enmarcando su rostro.

- Liv... -susurré, sorprendida.

Me levanté de la cama, a la vez que la pequeña Liv se bajaba de la cama y caminaba hacia mí. Nos fundimos en un cálido abrazo, y cerré los ojos, mientras las lágrimas seguían bajando por mis mejillas.

- Liv, tú también estás viva... Pensé que te había pasado algo malo...

- Yo estoy bien. He estado siempre bien... pero vosotros... Jacob me lo contó todo. -contestó, con voz ahogada sobre mi pecho.

Jamás hubiera pensado que todo podría acabar bien. Jamás pensé que todo lo malo, podía quedarse en el pasado.

Liv se apartó de mí, sin dejar de mirarme.

- No es un sueño, Kathy... Estás enfrente de mí... Estás... viva.

Se abalanzó sobre mi cuello, abrazándome con fuerza, cortando mi respiración.
Yo estaba demasiado congelada como para poder actuar con normalidad, porque no me creía que Diana y Liv estuviera ahí. Ni haber encontrado a Jake. No me creía nada. Pero sus ojos bañados en lágrimas eran reales; sus sonrisas eran reales; sus rostros eran reales; sus abrazos eran reales. Todo era real.

Yo asentí, frunciendo los labios, para tratar de dejar de llorar. La pelirroja se giró y miró a Jake, sonriente.

- Ya no necesito presentarte a Clara. -rió como si estuviera loca. -¡Ya no!

Jake sacudió la cabeza, cruzado de brazos. Frunció los labios, y apartó la mirada.

- Ya te dije que no iba a reemplazarla. -contestó con indiferencia.

Sonreí, y me di cuenta de que Liv ahora hablaba muchísimo mejor. Mucho más fluido, y ya no la costaba pronunciar mi nombre. Como si llevara toda una vida aprendiendo.

- Eh, Liv... ¿Has visto cómo hablas? -dije, de pronto, sonriendo ampliamente.

- ¿Qué? ¡Ah, sí! -exclamó, riendo. -Marcus me ha enseñado todo lo que no sabía, y gracias a él... lo hago mejor.

Reí, y volví a abrazarla con fuerza. La pequeña Liv que conocí en la isla había cambiado notablemente. Sus facciones se habían endurecido, de alguna manera. Había perdido ese rasgo infantil que la caracterizaba, y parecía mucho más madura.

- Por cierto, ¿quién es esa Clara y por que Jake iba a conocerla? -pregunté, apartándome de Liv, que seguía sonriendo de manera... infantil, lo cual me recordó a la primera vez que la vi en la isla.

- Liv y Diana estaban empeñadas en que debía conocer a alguien nuevo, y empezar de cero. -contestó Jake, cruzado de brazos, y acercándose a nosotras. -Pero yo ya la dije lo que pensaba.

Jake siguió acercándose a nosotras, sin apartar la mirada de mí.

- Que no necesito a nadie más en mi vida, aunque tú ya no estuvieras. Y que no quiero conocer a nadie más, salvo que se llame Katherine Greenwood Wells y tenga los ojos color aguamarina. Y que me haga sentir lo mismo que me haces sentir tú cuando sonríes, o cuando me hablas.

- En resumen; se negó. -interrumpió Liv, poniendo los ojos en blanco.

Oí la suave risa de Diana, entre ligeros sollozos de emoción.

Jake siguió mirándome, a pesar de que Liv estuviera hablando. Tenía su media sonrisa pintada en los labios, y otra vez sentí que hacía demasiado calor.

- Aunque no sé ni por qué lo intenté, si ya sabía que estaba enamorado de ti... No todos los jóvenes asesinan a los reyes por una dama. -añadió Liv, pasando entre nosotros y yendo hacia Diana para abrazarla.

Fruncí el ceño, y traté de decir algo. ¿Asesinan a los reyes?

- ¿Qué? -conseguí decir.

- Jacob estaba demasiado dolido y enfadado. Patrick ya había muerto, y sólo faltaba alguien; el centro de sus problemas, la persona que había iniciado todo aquello. La querida reina que nos metió en esto. Y lo hizo por ti. -respondió Diana, mirándome y agarrando la mano de Liv para tratar de apagar el llanto de felicidad.

Desvié la mirada hacia Jacob, pero no supe qué decir. Él se encogió de hombros, y esbozó su típica media sonrisa.

- La guardaba demasiado rencor. -añadió, simplemente. -Fue un accidente, nadie sospechó.

Se acercó aún más a mí, y entrelazó su mano con la mía. Le dirigí una rápida y dulce mirada, y tiré de él hasta la cuna de la hija de Diana. Me incliné sobre ella y observé a la pequeña Kathlyn, que dormía plácidamente.

- Es preciosa... -susurré.

Alcé la mirada a Jake, con una enorme sonrisa. Él también sonreía, pero de una manera algo triste.

- Lo es. -contestó él, mirando a Kathlyn.

Me imaginaba ligeramente el por qué de esa tristeza.


"- ¿Sabes? No quiero tener hijos. -digo de pronto.

Jacob se gira hacia mí, extrañado.

- ¿Por qué? -pregunta.

- No sé, por muchas cosas. Una de ellas es porque... tengo miedo. Miedo a que pase cualquier cosa que pueda herirme, como perderte y quedarme sola. O no sé... cualquier cosa."


Pero ahora sé que Jacob jamás me abandonaría.



miércoles, 26 de diciembre de 2012

DDM: Capítulo 59

¡Hola! :3

Aquí vuelvo, para dejaros el capítulo 59 :) Como siempre os digo... espero que os guste, así como vuestros increíbles comentarios, que me dan la fuerza necesaria para seguir con esta historia... Pero dejemos los agradecimientos para el final, ¿no? Como debe ser.

Y cómo no, vuelvo a molestaros con el tema de los votos... :) Muchíiisimas gracias a todos aquellos que habéis votado por mí, en serio, no sabéis lo agradecida que estoy... ¡12 votos! Cuando lo leí, ni me lo creí. Es... imposible.
Y por si aún no habéis visitado su blog, o queréis saber algo más de la encuesta, para ver a quién queréis votar... Aquí tenéis el enlace a mi entrada titulada "¿Me ayudáis?"
Recordad que aún no ha acabado la encuesta, y cualquier voto más me acerca al objetivo de dar a conocer mi pequeña historia :)

                                                              ¿Me ayudáis?


Y después de este rollo... Aquí tenéis el capítulo 59. :)







Después de varios meses pensándolo, he sido capaz de aprender que no tenemos a nadie que nos vaya a salvar de la caída, salvo esa persona tan especial para ti. Y desgraciadamente, a mí me faltaba esa persona tan especial.
Así que supongo que yo mismo tenía que salvarme del golpe.

Cerré los ojos durante unos leves segundos, en los que recordé vagamente a Kathy. Me concentré en respirar profundamente. Tal y como solía hacer desde hacía casi dos meses, que es cuando empecé a fingir que estaba bien. Medianamente bien. No había sido nada fácil, pero al parecer, Liv y Diana estaban menos preocupadas por mí.

No es nada fácil tratar de ocultar un sentimiento con una simple sonrisa. A veces no todo sale tan bien, y la gente se da cuenta. Por ahora, creía que lo tenía todo controlado, y que nadie sospechaba de que aún me pasaba noches enteras llorando por Katherine. O tal vez estaba equivocado...

Suspiré largamente, y me volví a apoyar en la pared. Aún no me veía con fuerzas de entrar en esa habitación, y ver a Diana sobre una cama, con su hija en brazos, a la que pretende llamar o Gwendolyn o Katherine.

No podía.

Porque instantáneamente me imaginaba a Kathy en su situación, y entonces... Entonces podrían darse cuenta de que aún la echaba demasiado de menos, como si hubiera sido ayer cuando la... cuando se la llevaron.

"A veces me pregunto cómo he podido sobrevivir tres meses sin ti. Sin tu presencia, Kathy. No sabes lo doloroso que es salir a la calle un día cualquiera, y ver que tú no estás ahí, esperándome. No es bueno para mí. No es bueno pensar en ti, ni recordarte a estas alturas. Pero me da miedo girarme, y ver que tu recuerdo se ha borrado."

Una lágrima rodó por mi mejilla, e inmediatamente la borré con el dorso de mi mano.
Estaba seguro de que, si alguien que me conoce, me viera en ese estado, diría en voz alta: "¡¿Jacob Fellon llorando?!", y yo sólo podría responder: "Sorpresa. Acabé encontrando mi corazón."

Sacudí la cabeza, y volví a respirar profundamente.

Los ojos aguamarina que tanto conocía se materializaron en mi mente, y oí los latidos de mi cansado corazón en mis oídos.

- Te quiero, Katherine Greenwood Wells. La muerte jamás podrá cambiar eso. -murmuré.

Me concentré en seguir el ritmo pausado de mi corazón, y en imaginarme mi sangre corriendo por mis venas. ¿Era necesario que todo cambiara drásticamente? ¿Era necesario que todo fuera diferente con el paso de los años? ¿Por qué no podía todo quedarse como estaba?

Sabía que hasta mi sangre no circularía nunca más con la misma rapidez, o de la misma forma. Cada célula de mi cuerpo había cambiado, pero nunca sabría si para bien o para mal. Tal vez era un poco más fuerte, ya que era capaz de soportar cualquier cosa. Me habían arrebatado lo único que amaba en este mundo, lo demás no era nada, así que ya no tenía nada que perder.

Tragué saliva, y me mordí la parte interior del labio inferior, hasta que me dolió. Me froté la frente con la mano derecha, y suspiré, y me dije a mí mismo: "Hoy se supone que debe ser un día feliz. Ha nacido la hija de Diana. Supongo que se merece un respiro, ¿no?".

Asentí, y cuando estuve seguro de que podía entrar con una sonrisa fingida, caminé hasta la puerta de la habitación.
Sin llamar, y esbozando mi común sonrisa, entré en dicha habitación.

Diana estaba sobre la cama, pálida, como las sábanas que la envolvían. Su pelo negro se pegaba en su rostro a causa del sudor y de las lágrimas. Tenía los ojos ligeramente abiertos, y sonreía cansadamente, mientras miraba a su hija.

- Necesitas descansar, Di. El esfuerzo de una hora y media de parto no se evapora. -sonrió la pelirroja. -Yo cuidaré de Kathlyn.

- ¿Kathlyn? -interrumpí, frunciendo el ceño, aunque con una agradable sonrisa.

Diana soltó una débil carcajada, y pude ver cómo todo su cuerpo temblaba con ese gesto.

- ¿He estado tanto tiempo fuera? -inquirí.

- Eso parece. -murmuró Diana, cerrando los ojos.

- Diana ha decidido llamarla Kathlyn, -interrumpió Liv, juntando sus manos. - ya que elegir entre ambos nombre era demasiado difícil. Ambas han sido importantes para Di... así que, ¿por qué no juntarlos? Katherine y Gwendolyn mezclados... ¿A que es perfecto?

Me mordí la lengua, y esbocé una media sonrisa, asintiendo:

- Lo es. -murmuré.

Estaba muy feliz por Diana, y por su hija. Había escogido un nombre precioso. Le estaba muy agradecido por no haberla llamado Katherine, ya que eso... habría sido demasiado doloroso para mí. Pero a pesar de todo, estaba feliz por el nombre "Kathlyn". De esa manera, jamás dejaría a Kathy apartada.

- Bueno, Di, ya te dejamos descansar. -susurró Liv.

Diana asintió levemente, un gesto casi imperceptible, y cerró de todo los ojos. La pelirroja tenía a Kathlyn en brazos, y se acercó frunciendo los labios hacia mí, en una especie de sonrisa.

- ¿A que es preciosa? -susurró.

Asentí, y tragué saliva. Marcus salió detrás de Liv, y fui yo el que cerró la puerta de la habitación.

Miré de reojo a Olivia, recordando su comentario. Aquella jovencita parecía mucho mayor de lo que era en cuanto a la edad.
Sacudí la cabeza. Su precioso tono rojizo aún me recordaba a Katherine, ya que a ella le encantaba.

Seguí a Liv hasta la habitación contigua, que también nos pertenecía. Dentro, ya estaba preparada la cuna que habíamos conseguido semanas antes, la cual moveríamos más tarde hasta la habitación de Diana. Liv colocó a la pequeña Kathlyn entre las mantas, y sonrió al verla dormir plácidamente.

- Me alegro mucho por Diana. -murmuró Liv.

Marcus buscó su mano, y vi cómo las entrelazaban.
Un agudo pinchazo en el corazón.
¿Quién podía llevarse aquel miedo que sentía cada vez que veía a una pareja?

- Yo también. -conseguí decir.

- Creo que Diana necesitaba verla... después de todo lo que hemos vivido. ¿No crees? Pienso que estará muchísimo mejor. Kathlyn ha sido un regalo del cielo para ella, estoy segura, y lo sé por el brillo de sus ojos al verla. -musitó Liv. -No me puedo creer que sea yo la que se esté emocionando por esto. -rió, mientras las lágrimas de felicidad nublaban sus ojos.

Estaba totalmente seguro de que Olivia tenía el corazón más grande del mundo. Sólo alguien así era capaz de emocionarse por el nacimiento de la hija de una joven que no era totalmente conocida para ella.

- Ya que Diana está dormida, y también lo está Kathlyn... creo que puedo retirarme. -dije de pronto. -Hace un día precioso, así que voy a tomar el aire. Estaré en el muelle.

Y dicho esto, dejé atrás a Liv y a Marcus, el cual abrazaba a la pelirroja, riendo porque Liv lloraba de alegría.


***


No hacía un calor extremo, pero tampoco hacía frío. Una suave brisa me acompañó durante todo el trayecto hasta el muelle, donde se hizo un poco más intensa a causa del mar. El sol brillaba en lo alto de un cielo azul claro y totalmente despejado.

La gente salía de los barcos que llegaban hasta el puerto, con el deseo de empezar una nueva vida en Inglaterra.
Al menos dos días a la semana se podían contemplar alegres reencuentros entre las abundantes personas que llegaban de largos viajes, después de haber estado alejadas de sus familias. Yo me mantenía lejos, porque esa alegría no encajaba conmigo.

Nunca podía evitar mirarles, a pesar de todo, y envidiar todo aquello. Tampoco podía evitar el imaginarme a mí mismo pasando por lo mismo; reencontrándome con Kathy después de una larga temporada sin vernos.

Pero, desgraciadamente, lo que había ocurrido entre nosotros no era un simple viaje de una temporada. Lo nuestro había sido un viaje sin retorno.

Suspiré, y bajé la mirada.
Caminé sobre el muelle, y la madera crujió de la misma forma que la primera vez que la pisé. Seguí caminando, esquivando a la gente, concentrándome en un punto perdido del horizonte. Antes de querer darme cuenta, ya había llegado al final del muelle. Me senté con lentitud, suspirando a la vez.

Oí en la distancia los gritos de varios niños jugando, y no pude evitar trasladarme al pasado. Parece mentira, que haya pasado tanto tiempo, cuando en realidad parece que fue ayer cuando jugábamos en el muelle a ser piratas.


"Ella vuelve a reír. A veces me pregunto cómo puede reírse tanto, de dónde saca los motivos. Y por primera vez, me atrevo a decirlo:

- Siempre estás sonriendo. 

Vuelve a sonreír, tal vez agradecida por mi comentario.

- ¿A qué te refieres? -murmura. 

- No sé... Siempre pareces tener motivos para sonreír. 

Ella baja la mirada hacia sus pies, que cuelgan por el muelle, sobre el mar. Se muerde el labio inferior. 

- No tengo varios motivos. Sólo tengo uno. -respondió, mirando al horizonte. 

Me miro las manos, intuyendo cuál es ese motivo. 

- ¿Y sé cuál es el motivo? -pregunto yo, sonriendo, simplemente por picar. 

O tal vez... tal vez no sólo lo haga por picar. 

- No lo sé. Creo que... no. 

Su respuesta me deja algo helado, pero sacudo la cabeza ligeramente para apartar esos pensamientos de mi mente. ¿Cuándo me ha importado ser el motivo de la sonrisa de una chica? Nunca, y Katherine no va a ser la excepción. 

- Porque no creo que te conozcas del todo. -añade, sin eliminar la sonrisa. 

Y en cuanto lo dice, siento un cosquilleo en el estómago. ¿Por qué?, me digo. No puedo evitar esbozar una leve sonrisa, porque me agrada ser el motivo de su sonrisa. O tal vez... tal vez me encanta serlo. 

- ¿Sabes...? -susurro de pronto, rompiendo el silencio. -Tienes una sonrisa preciosa. 

Una parte de mí se revuelve ante ese comentario. ¿Yo, diciendo algo así a una chica? 
Pero en el fondo, aunque trate de negarlo... ese comentario es real. Su sonrisa me encanta, y da igual lo que haga para negarlo. 

- Gracias... -hace una pausa, y continúa. - Jake. 

Mi nombre en sus labios suena aún mejor. Y cómo no, me produce un cosquilleo en la tripa, y tampoco soy capaz de reprimir la sonrisa. 

En el fondo, me encanta cuando pronuncia mi nombre, ya que hace que suene... especial. Su voz es tan melodiosa, y lo hace de una manera tan única, que si alguna vez tengo que adivinar quién es el que me habla, valdría con pronunciar mi nombre para saber a la perfección que se trata de Katherine."


Sonreí ante aquel recuerdo. Mi Kathy seguía a mi lado, pero eso jamás lo aprecié. No hasta que fue demasiado tarde y se marchó, alejándose de mí. Y ahora lo aprecio de verdad, y lo echo de menos, justo cuando ya no hay remedio, porque ella no puede volver.

Desvié la mirada hacia mi derecha, y por algún extraño motivo, me la imaginé a mi lado, sonriendo. Feliz. Balanceando sus piernas sobre el tranquilo mar, a mi lado. Como si fuera real...

Pero tan sólo era una figura vaporosa que mi triste mente trataba de invocar. Esbocé una triste y pequeña sonrisa, al sentir ese pinchado de dolor en el corazón. Aún la echaba demasiado de menos.

Poco a poco, la figura de Kathy comenzó a desaparecer, pero no dejó de sonreírme, ni de mirarme. Tragué saliva cuando desapareció del todo, y noté un enorme vacío en el corazón. Volví la vista al frente, y suspiré largamente.

Me sobresalté cuando noté una mano en mi hombro.

- ¿Te he asustado? -rió la voz femenina.

Me giré, y sonreí al ver a Liv. La joven se sentó a mi lado en el muelle, y balanceó las piernas del mismo modo que hizo Kathy años atrás. Otro pinchazo en el corazón.

- ¿Qué tal, Príncipe de los Mares? -sonrió Olivia.

Me miró, y sacudió su largo cabello, que contrastaba con el azul de mar.

- Perfectamente. -mentí, con mi fingida sonrisa. -¿Y tú, pelirroja?

Volvió a sacudir su cabello, y frunció el ceño, negando con la cabeza.

- ¿Pelirroja? Así parezco una niña de... quince años. -rió.

El tiempo pasa, pero a mí me sigue pareciendo la chica tímida de quince años que conocí en aquella maldita isla.

- Es verdad, ahora casi tienes dieciséis. -dice, sarcástico.

Ella me golpeó con suavidad el hombro, riendo.

- En el fondo, a mí me parece que se me han añadido varios años, después de todo lo que ha pasado.

- A pesar de todo, voy a seguir llamándote pelirroja.

- ¿Hay algún motivo especial...? -inquirió, sonriendo levemente.

Oí el latido de mi corazón, y bajé la mirada. "Porque por algún extraño motivo, me recuerda a Kathy. No sé muy bien por qué."

- No. -me limité a contestar.

Nos quedamos en silencio durante varios minutos, en los que pudimos oír nuestras propias respiraciones, acompañadas de los gritos de la gente que estaba en el puerto.

- Jake... -susurró de pronto. - Conmigo, las mentiras no funcionan.

Su voz sonó seria, aunque calmada y cálida. No me giré para mirarla, y me concentré en los latidos de mi corazón. Dejé mi mente en blanco, y me limité a escucharla.

- Sé que antes has llorado. Antes de volver a entrar en la habitación.

Apreté las mandíbulas, mirando al mar, para tratar de distraerme. Debía ser fuerte.

- Y también sé cuál ha sido el motivo.

- Claro. -contesté. -Sentí la necesidad de salir, y llorar de alegría por Diana. No quería que pensarais que por ello soy un cobarde. -esbocé una sonrisa fingida, y me atreví a mirarla.

Pero mi sonrisa desapareció cuando ella sacudió la cabeza, negando, sin apartar su mirada de la mía.

- Jacob, conmigo no funcionan las mentiras.

Volví  bajar la vista, y me concentré en el tejido de mis pantalones marrones.

- ¿Por qué has tratado de ocultarlo?

Pero yo no me iba a rendir.

- ¿Cuál? -contraataqué, deseando que se lo creyera.

Liv resopló, y frunció los labios.

- Que aún echas demasiado de menos a Kathy, y que aún sigues llorando por ella.

Sus palabras eran claras y fuertes, y entraron en mi oído con firmeza. Rebotaron en mi mente, y temblé levemente. Liv se dio cuenta, Liv sabía que aún no lo había superado.

- Y qué. -murmuré, mirando al frente.

- Dios, Jake... Habría sido más fácil si no trataras de ocultarlo. No te íbamos a matar, ¿sabes? Aunque no te echo la culpa.

- Lo hice porque no quería preocuparos.

- ¿Por qué? -preguntó.

- Porque desde el principio he sabido que jamás lo superaría, y que vuestros consejos no me servían de nada. Así que preferí hacer como que lo superaba, y que podía hacer vida normal, aunque fuera mentira.

Liv suspiró, y buscó mi mano. La agarró con dulzura, y se acercó a mí, hasta que pudo apoyar su cabeza en mi hombro.

- No debes rendirte. No debes creer que jamás lo conseguirás. La muerte es algo que todo el mundo tarda en asimilar. Unos más, otros menos. Pero por tardar más, uno no puede rendirse.

- Yo ya he decidido rendirme. -murmuré.

- Entonces... ¿has probado a buscar otra... joven? -preguntó Liv.

Automáticamente negué con la cabeza, y la fulminé con la mirada.

- ¡Jamás! -contesté, sin poder evitar reírme. -Jamás buscaría a otra.

Liv se apartó de mí, riendo.

- Vale, sólo era una idea...

- Entonces mejor no des ideas, Liv. -respondí, sonriendo. -Ya sabes que... que Kathy es insustituible.

Liv asintió, y se estiró levemente.

- A pesar de eso, nadie te impide que empieces una nueva vida. Con otra persona...

- No. -la interrumpí, cruzándome de brazos.

- Seguro que encuentras a alguna que valga la pena. No te digo que mejor, pero sí que hay muchas que pueden estar a su altura... -continuó diciendo a pesar de todo, con un tono demasiado meloso para mi gusto.

Alcé una ceja, y la dirigí una mirada:

- Liv, ¿a qué viene todo esto? -inquirí.

- Bueno... -comenzó a decir. -Ante todo, no me odies, ¿vale? Todo esto ha sido con buena intención, entre Diana y yo. Creímos que podría ser buena idea, pero no nos hemos atrevido a decírtelo...

- Suéltalo. -conseguí responder.

Me retorcí las manos con ligereza, sin apartar la mirada de la pelirroja.

- Dios, Jake... Creo que deberías empezar una nueva vida. O al menos intentarlo... con otra chica.

- Espera, espera, espera... -la interrumpí. - ¿Me estás diciendo que quieres presentarme a una joven?

Me quedé boquiabierto al ver cómo Liv asentía.

- Jake, es sólo un intento. No pasará nada, ¿sabes? Sólo... sólo queremos que seas feliz. La conozco, y es una chica que merece la pena.

Asentí, y desvié la mirada:

- Antes de conocerla, quiero saber algo de ella. -dije.

- ¿Aceptas, entonces? -preguntó, sonriendo.

Me encogí de hombros, y me giré hacia ella.

- ¿Tiene los ojos color aguamarina?

- No. -contestó ella.

- ¿Tiene el pelo castaño claro, largo, y ligeramente ondulado?

- No exactamente... Es un castaño oscuro. -hizo una pausa, y continuó. -Sé a dónde quieres llegar... -suspiró.

Me levanté del muelle, y antes de girarme del todo, volví a perguntar.

- ¿Se llama Katherine?

- No... -resopló Liv.

- Entonces, no merece la pena. -sentencié.

Me giré, y eché a caminar. Liv también se levantó, y me agarró de un brazo.

- ¡Jake, espera! -exclamó.

- Sé que lo habéis hecho con buena intención. -dije, girándome hacia ella. -Pero no necesito a ninguna joven en mi vida, ¿sabes? No quiero reemplazarla, aunque vosotras creáis que conociendo a otra no lo hago. No quiero olvidarla. Y creo que lo entiendes.

- Sí, Jake, pero no estaría mal que lo intentaras...

- ¿Que intentara el qué? -inquirí. -Liv, sé que eres una joven muy inteligente. Lo suficiente como para saber que uno sólo puede estar enamorado de una persona. Y que nadie elige de quién, así que por mucho que me pidas que hable con ella, jamás querré una vida con esa joven. Sea lo increíble que sea. ¿Entiendes? Conocerla no cambiará nada.

Me giré, y Liv trotó para colocarse a mi altura.

- Sólo quería ayudarte. -susurró.

Esbocé una media sonrisa, algo cansada, y asentí.

- Lo sé, Liv. Y siento haberme puesto así, pero... no quiero conocer a nadie. No lo necesito.

Liv asintió, y bajó la mirada.

- Vale, entonces, olvídalo. -sonrió la pelirroja.

- Gracias, a pesar de todo.

Caminamos juntos hasta la posada, en silencio.
Agradecía lo que Liv y Diana habían intentado hacer, sabía perfectamente que lo hacían con la mejor intención del mundo pero... Mis sentimientos jamás cambiarían. Sino, ya me habría fijado en las miles de jóvenes que paseaban por la calle a diario.

- Por cierto. -dije, frenando, antes de entrar en la posada. -Si Diana no se ha enterado de... ya sabes, de que aún no lo he superado... No se lo digas.

- Tranquilo, no diré nada. -me tranquilizó Liv.


***


Pasamos la tarde cuidando de la pequeña Kathlyn, ya que Diana aún dormía. Liv estaba muy emocionada con aquel acontecimiento, y tenía razón en cuanto a que Kathlyn había sido un regalo del cielo; nos había traído alegría.

Por fin podíamos celebrar algo bueno, por fin podíamos sonreír por algo que había ocurrido.
En vez de muertes, una nueva vida.

Hubo un momento en el que decidí acercarme a la cuna, donde Kathlyn estaba acostada. Tenía los ojos abiertos, de un precioso color miel. Los ojos de Harry. Al ser tan pequeña, no fui capaz de atribuir sus rasgos a alguno de sus padres, y por un momento deseé que fuera algo más mayor, para ver a quién se parecía más.

Por ahora a Harry. Mi hermano...

Por la noche, Diana ya estaba despierta, y con la fuerza necesaria para alimentar a la pequeña. Diana había recuperado su color, aunque no del todo. No había perdido su imborrable sonrisa, ni tampoco sus lágrimas de felicidad.
Diana estaba ensimismada con Kathlyn, y no era de extrañar, ya que era una niña preciosa. Cuando Diana la miró fijamente a los ojos, sentí otro pinchazo en el corazón; porque supe que sus lágrimas, en aquel momento, eran una mezcla de alegría y de dolor.

- Tiene... tiene los ojos de Harry... -murmuró.

Le dirigí una mirada cargada de tristeza a Liv, la cuál me devolvió la misma mirada.

- ¿Y eso no es bueno? -preguntó Liv, con una triste sonrisa, para tranquilizar a Diana.

Después de aquello, Diana no se separó de Kathlyn. La mantuvo entre sus brazos, a su lado, sin borrar su sonrisa.

Cada vez que las miraba, pensaba lo mismo. Tal vez Kathlyn era una pausa. Tal vez Kathlyn era una tregua a nuestro dolor. Quizá era la que traería la tranquilidad a nuestras vidas, después de tantas tormentas seguidas.

Alguien a quien cuidar, alguien a quien proteger. Alguien a quien ayudar a crecer.

Tal vez Kathlyn era, efectivamente, un regalo del cielo. Porque tal vez era lo que todos necesitábamos. Una señal de que todo podía volver a estar en calma.


***


Al día siguiente, me sorprendí de la felicidad que nos rodeaba.
Diana aún no podía levantarse, pero sus ojos brillaban de pura alegría. Kathlyn apenas lloraba, sólo cuando tenía hambre.

Liv se mantenía distraída cuidando de la pequeña cuando Diana necesitaba descansar, y con ella Marcus.

Una vez entrada la noche, decidí irme a mi correspondiente habitación a descansar. Gracias a Marcus, podía dormir en otra habitación distinta, ya que Liv, Diana y Kathlyn dormían en una sola. Marcus, en cambio, dormía con su padre, en una habitación del primer piso.

Me sorprendió la rapidez con la que caí en brazos del sueño, aunque me arrepentí. Porque las mismas pesadillas de siempre me asaltaron; Kathy muriendo de mil maneras diferentes, todas ellas demasiado sangrientas y dolorosas como para poder contarlas sin temblar.

Me levanté empapado en sudor, solo, en la oscuridad de la habitación. Todo estaba silencioso, salvo por mis jadeos de terror.

- Cálmate, sólo ha sido una pesadilla... La misma de siempre. -susurré para mí mismo.

Cerré los ojos durante unos segundos, y tragué saliva. ¿Durarían mucho más las pesadillas, o llegaría un día en que no me asaltaran?

Me sequé el sudor frío de la frente, y dirigí la mirada hacia la ventana entreabierta de mi habitación. No había ningún ruido en el exterior, así que supuse que era bastante tarde.
Traté de volver a dormirme, pero me fue imposible. Una visita al muelle, como todas las noches que tenía pesadillas, me calmaría.

No sabía qué tenía aquel muelle, o qué tenía el horizonte para calmarme tanto, pero el caso es que lo hacía. Tal vez porque me empezaba a imaginar interminables historias de cosas totalmente imposibles.
Me levanté de la cama y me calcé las botas. No necesitaba cambiarme, porque siempre dormía con la ropa que había llevado el día anterior, y al día siguiente por la mañana, la cambiaba por otro conjunto.

Me estiré levemente, y salí de la habitación, sin hacer ruido. Bajé por las crujientes escaleras de madera, hasta la planta baja. Salí de la posada, dejando atrás el edificio, y caminé en soledad hacia el puerto.

Los ojos de Kathy seguían presentes en mi cabeza, mirándome fijamente, parpadeando de vez en cuando. Cuando sus largas pestañas ocultaban ese iris aguamarina, me daban ganas de gritar que volviera a abrirlos.

Aunque fuera una mera imaginación.

Seguí caminando, y antes de que quisiera darme cuenta, ya había llegado al puerto, que estaba totalmente desierto.

Sólo se oía el rumor del agua, y el murmullo del viento rozando su superficie algo agitada, como de costumbre. La luna y las estrellas se reflejaban en aquella masa de agua oscura y tranquila, como si se tratara de un segundo cielo.

Cuando llegaba al muelle, al que siempre solía ir, frené de golpe al ver a dos figuras sentadas al borde, ocupando el lugar que yo solía ocupar casi todos los días, acompañadas de una voz femenina. Caminé con suavidad sobre la madera, tratando de no hacerla crujir, acercándome un poco más a aquellas dos extrañas figuras que estaban ocupando mi habitual lugar.

Fui a decir algo, para llamar su atención, pero no me salió ninguna palabra. Se quedaron atascadas en mi garganta.

- Sé que jamás le encontraré. -susurró la segunda voz, también femenina.

Oí los latidos de mi corazón en mis propios oídos, como si se tratara de un cañón disparando.
¿Era mi imaginación tan perversa como para hacerme eso? ¿Como para engañarme de una forma tan cruel?
Pero algo me decía que no se trataba de mi imaginación.

- Sé que jamás encontraré a Jake.

En ese preciso instante, fui consciente de que mi mundo se paró; simplemente, dejó de girar. Al igual que mi corazón, que dejó de latir y bombear sangre.

Sólo necesité la última palabra de aquella frase para que todo se quedase suspendido a mi alrededor.
Se me nubló la vista por culpa de las lágrimas, y miles de palabras, junto con el llanto, se agolparon en mi garganta.

Porque aquella voz era totalmente inconfundible.

Porque sólo había una persona capaz de pronunciar "Jake" de esa manera tan única.

Porque era real.

- ¿Kathy? -susurré.

domingo, 23 de diciembre de 2012

DDM: Capítulo 58

¡Hola a todos!

Aquí os dejo el capítulo 58, y como siempre os digo, espero que os guste :)

Y antes de nada, no os olvidéis de leer esta entrada, y ayudarme. Por favor. Aquí os dejo el link, para que vayáis directamente, por si se os ha olvidado hacerlo.
         
                                                              ¿Me ayudáis?

Ya sabéis que todos vuestros votos significan mucho para mí... :)






La lluvia seguía cayendo pesadamente, empapando mi camisa, mis pantalones, mi piel, mi pelo. Todo. El frío me mordía la piel, y estar cerca del mar no ayudaba mucho.
Las lágrimas seguían cayendo de mis ojos, rodando por mis mejillas, sin descargar del todo el dolor que sentía.

- Vuelve... -sollocé.

Sabía que las palabras eran una de las armas más poderosas, capaces de derrumbar a una persona en tan solo unos segundos; pero no tenían la fuerza suficiente para devolverte a las personas que has perdido.

Apoyé los codos en la húmeda madera del muelle, y me llevé las manos a la cabeza, gritando. Tal vez gritar me ayudara más que llorar, o fingir.

Grité y grité, sin importarme nada. No había apenas luz, así que no veía mucho. Y supuse que no había nadie por el muelle a esas altas horas de la noche

- ¡¡Vuelve!! -grité, entre lágrimas y sollozos, con los ojos fuertemente cerrados.

¿Aquello había ocurrido porque me lo merecía? ¿Acaso era un castigo? Porque de haberlo sabido, de haber sabido que mi estupidez iba a ser la causa de su muerte, jamás me habría comportado así. Jamás.
La necesitaba. La necesitaba a mi lado, pero ella no volvía. No regresaba. No estaba a mi lado, y yo moría lentamente, a cada segundo que pasaba sin ella.

Mi Green.

Jamás me había imaginado la vida sin ella, sin su presencia. Sin su preciosa sonrisa, que cuando aparecía, era capaz de iluminar el más oscuro de mis tristes y deprimentes días. Sin sus ojos color aguamarina, que brillaban aún más que el propio sol.

- Kathy... Por qué me has hecho esto... Por qué te rendiste... -sollocé. -¿No pensaste en mí...?

Pero sacudí la cabeza, apartando esas palabras de mi mente. Porque ya sabía que había pensado en mí; pero había sufrido demasiado, y era obvio que lo único que quería era...

No. No podía pronunciar esa palabra. Demasiado fuerte. Pero por desgracia, demasiado real.
No quería admitir lo que había ocurrido, no era lo suficientemente fuerte para hacerlo. Todo eso era superior a mis fuerzas, y siempre sería así. Lo sabía.

Porque vi la expresión de satisfacción de Patrick.
Porque el filo de una espada es letal, capaz de quitarle la vida a alguien.
Porque vi con mis propios ojos su sangre.
La sangre de Kathy.
Porque Patrick lo afirmó.

Porque...

Y de pronto, me vino a la cabeza la anciana que me ayudó a encontrar la casa de Patrick.
"La joven con expresión de angustia, tira de un carro, tratando de salvar lo insalvable. Sale de un palacio, cuyo símbolo es una gran serpiente de piedra."

Tratando de salvar lo insalvable
. La criada. Con expresión de angustia.

Volví a gritar, llevándome las manos a la cabeza, completamente fuera de mí. La criada... que tiraba del carro... salió del palacio de Patrick... con expresión de angustia... tratando de salvar lo insalvable.

Tratando de salvar a Kathy.

Kathy jamás volvería.

Porque Kathy era lo que trataba de salvar. Lo insalvable.


***


- Oh Dios mío, Jake, ¿estás bien? -exclamó Diana al verme entrar en la habitación, totalmente empapado.

Me daba igual haber manchado el suelo de agua, sinceramente.

- Sí. -murmuré, automáticamente.

- Voy a llenar la bañera. -dijo Liv.

La pelirroja -que me seguía recordando con fuerza a Kathy- corrió al baño, y abrió el desgastado grifo, llenando la bañera. Esa habitación tenía el privilegio del grifo y la bañera privada.

Diana me quitó con rapidez la camiseta, y me pudo una tosca manta sobre los hombros:

- Ve al baño, y no tardes en meterte en el agua. Rápido.

Esbocé una leve y triste media sonrisa, algo extraña, en cuanto aquel pensamiento cruzó mi mente; Diana sería una madre genial. Su hijo iba a tener mucha suerte.
¿Kathy habría sido igual...?
Pero entonces recordé que ella no quería hijos.

Un agudo pinchazo en el corazón, cuando recordé que aquello daba igual, porque ya no estaba ahí, conmigo.

Me acerqué al baño, y Liv me dejó espacio;

- Ya está. -susurró.

Caminé hacia la bañera, pero antes de llegar hasta ella, Liv me agarró del brazo, y me giré hacia ella:

- La venganza no es la llave que cierra la puerta del dolor y la pérdida, Jake.

No bastó decir nombres, ni explicar nada, porque ambos sabíamos a qué se refería.
Fruncí los labios y asentí con la cabeza, a modo de respuesta.

- Corre, métete en el agua. -añadió.

No sé por qué, pero que Liv dijera eso, me recordó instantáneamente a Kathy.
Asentí, y Liv salió del baño, cerrando la puerta tras de mí, dejándome solo. Me quité los pantalones, que chorreaban agua, y me metí en la bañera, sintiendo el cálido contacto del agua en mi piel.

Por un momento, me permití relajarme. Aunque fueran unos minutos.
Sólo quería pensar en Kathy como si aún estuviera a mi lado. Y eso hice.
Me imaginé sus ojos mirándome, sus labios curvados en una leve sonrisa. Su cabello brillando bajo cualquier tipo de luz.

Sólo necesitaba que todo eso fuera real. Sólo una vez más...
Quería tener sus ojos frente a los míos, sus labios cerca de los míos, y su cuerpo pegado al mío. Quería poder volver a abrazarla. Aunque sólo fuera abrazarla.

Kathy me había enseñado que cuando de verdad se ama a alguien, no se necesitan los besos. A veces, un abrazo puede valer más. O la simple presencia de la otra persona basta.

Suspiré, y abrí los ojos, observando el sucio techo.

El silencio era intenso, tanto, que me molestaba. Me molestaba que en el exterior todo estuviera tan calmado, cuando en mi interior se estaba librando la más feroz de las batallas.

Superar o no el hecho de que Kathy... ya no estaba.

Las dos ideas chocaban entre ellas, y podía notar las chispas, podía notar el fuego que utilizaban la una contra la otra. Ninguna estaba ganando, ambas estaban en las mismas condiciones.
¿Y si al final... decidía... irme yo también?
Tenía que decidir una, pero ambas eran malas para mí. Demasiado doloroso.

Diana tenía que ayudarme.

Me miré las yemas de los dedos, arrugadas por toda la humedad, y decidí salir. Estar tan relajado sólo me hacía pensar en ella. Aunque tal vez, eso era lo que realmente quería...
Me envolví con la desgastada toalla que me había dejado Liv sobre un taburete, y me quedé de pie, abrazándome a mí mismo.

- ¿Se puede? -oí la voz de Diana.

- Claro. -murmuré, sin apenas moverme.

Diana abrió la puerta, con un montón de ropa en la mano.

- Liv ha encontrado esto. -susurró.

Se acercó a mí, y me dejó sobre el taburete la ropa. Antes de salir, me miró, aunque yo no la estaba mirando a ella.

- Jake. -me llamó.

Me sacó de mis pensamientos, y me obligué a mirarla.

- Odio verte así.

- Yo odio muchas cosas. -conseguí decir.

Diana suspiró, y bajo la mirada, apoyándose en el marco de la puerta, que crujió bajo su peso.

- Pero al menos, puedes conseguir que yo no odie nada. Algo es algo.

Bajé la mirada, y a los pocos segundos volví a alzar la vista hacia ella.

- No me creo capaz de conseguir hacerlo. -murmuré.

Y se me quebró la voz.
Una lágrima rodó por mi mejilla, y la sequé con la toalla, creyendo que así conseguiría algo. Pero las lágrimas seguían bajando.

- No te preocupes por mí. -susurré. -En serio. Estoy bien.

- No, no estás bien...

- ¡Vete! -exclamé. -Por favor.

Diana se mordió el labio inferior, y acabó asintiendo. Cerró la puerta tras de sí, y me quedé solo, en el baño, escuchando el eco de mi propio llanto.
Cerré los ojos con fuerza, y fruncí los labios, apretando las mandíbulas, de manera que dejé de sentirlos por el dolor.
Me acerqué al taburete, y con una mano temblorosa, cogí lo primero que me iba a poner.

No sé cuánto tiempo tardé en vestirme, pero sé que fue bastante.

Una vez vestido, cerré otra vez los ojos, sintiendo cómo el llanto trataba de ascender por mi garganta, hasta mis ojos. Y así fue. No era fuerte, ni siquiera para poder detener unas malditas gotas de agua salada.

Me apoyé contra la pared con fuerza, haciéndome daño en el hombro, y me dejé caer hasta el suelo. Me encogí sobre mi mismo, mientras me temblaba el labio y las lágrimas humedecían mis mejillas.

- Kathy... -sollocé.

¿Sería capaz de enfrentarme a esa pérdida? ¿Sería capaz de levantarme, y seguir caminando, como si no hubiera pasado nada, o casi nada? ¿Sería capaz de hacer una vida normal, sin desmoronarme y deshacerme en lágrimas cada dos minutos?

Pero no quería olvidarme de ella.
No quería que llegara un día en el que me diera la vuelta, y apenas viera la figura de Kathy. En el fondo, no quería dejarla atrás.

Quería que sus ojos me persiguieran siempre, que su voz me acompañara en todo momento, aunque oírla fuera peor para mí. Quería poder verla con nitidez, no quería perder su imagen. Porque sabía que, con el paso del tiempo, la memoria va perdiendo recuerdos. Y Kathy era un recuerdo. Un recuerdo que podía ir perdiendo brillo y claridad.

Hasta ser un borrón indistinguible.

Hasta desaparecer.



***



No hacía nada.
Me dedicaba a quedarme sentado frente a la congelada ventana, y a observar el paisaje. A observar lo que se veía de lejos, y a observar a la gente. También observaba la espesa y frecuente lluvia, y contaba las gotas que se resbalaban por el cristal.

Diez, once, doce... Trece.

Era lo mejor que podía hacer.

Aparte de llorar y recordar los preciosos ojos de Kathy.

Catorce, quince. Dieciséis, diecisiete.

El sonido de la puerta abrirse me hizo perder la cuenta de las gotas que llevaba.

- ¿Sabes qué? -preguntó Diana.

Me giré hacia ella, para mirarla.

- La gente aún sigue con lo de la muerte de la reina. Hay miles de rumores. Asesinato, incluso por el mismísimo rey, se cree que fue algún guardia herido, o que se suicidó ella misma... O que murió de forma natural, por asfixia.

Tragué saliva y esbocé una media sonrisa.

- No me extraña. -susurré. -Siempre tienen que inventarse cosas.

Me giré hacia la ventana, y observé los adoquines de la calle.

Habían pasado tres semanas desde aquella noche en la que asesiné a la reina por venganza.

Pero para mí, nada había cambiado.
Aquella venganza no me había llenado por dentro, y todavía sentía ese terrible vacío en el corazón. Porque me faltaba alguien.

Me faltaba Kathy.

Me pasaba todas las noches llorando su pérdida, porque sus ojos me asaltaban a todas horas.
Sus gritos me perseguían, y mi mente se imaginaba a Kathy muriendo de miles maneras, todas ellas terroríficas.

- Aún la echo de menos. -susurré de pronto, temiendo que se me quebrara la voz.

Diana se acercó a mí, y me pasó un brazo por los hombros.
Vi de reojo su ya crecido vientre. No pude evitar esbozar una triste sonrisa.

Sabía que Kathy habría sido una madre increíble, pero jamás podría verla ejerciendo ese papel. Jamás podría verla de esa manera; llevando otra vida en su interior.

- Es normal. -contestó Diana en un suspiro. -Pero te prometo que se irá pasando. El tiempo lo cura todo, o al menos lo intenta. Yo... yo también echo de menos a Harry, y estoy segura de que sabes cuánto. Pero echarle de menos y llorar por él no van a hacer que vuelva, ¿sabes? Poco a poco te das cuenta de eso.

Suspiré, y cerré un momento los ojos.

- Espero que sea pronto... y a la vez, que nunca llegue. -murmuré.

                                           

                                             
                                                                     ***
                                           Casi tres meses después...



- ¡¡Respira!! -exclamé.

Agarré sus dos manos, y la miré fijamente a los ojos, esperando a que me devolviera la mirada.

- Vamos, imítame. -grité, para que me oyera.

Diana me miró, y tomó aire imitándome a mí.

- Así, vamos, bien...

Pero entonces gimió y cerró los ojos con fuerza.

- ¡No puedo! -exclamó como pudo.

- ¡Claro que puedes! -conseguí decir.

Volvió a tomar aire, pero lo soltó con rapidez, gimiendo. Se le saltaban las lágrimas del dolor, y me mordí el labio inferior.

- Aprieta mis manos. -le dije, y eso fue lo que hizo.

Cerré los ojos cuando noté que apretaba mis manos con fuerza, y me sorprendió enormemente, ya que no me imaginaba que pudiera tener tal fuerza.

- Querida, a la de tres, empuja. -comenzó a decir el médico. -¿Vale?

Diana asintió con rapidez, y tratando de respirar con calma.

- De acuerdo. -consiguió decir.

- Una... Dos... Tres. ¡Empuja! -exclamó el doctor.

Diana apretó las mandíbulas, y también apretó mis manos. Se le marcó la vena del cuello del esfuerzo, y observé las gotas de sudor que bañaban su pálida piel.

- Sigue, vamos, tú puedes. -murmuré.

Liv estaba al otro lado, nerviosa, acariciando el pelo de Diana.

- Vamos, Di, sólo un esfuerzo más...

El médico volvió a repetir que tenía que seguir empujando, y vi que Diana ya no podía más.

- ¡No puedo! -explotó.

- Di, vamos. -dije. -No queda nada.

Los minutos pasaban, y Diana no podía dejar de gritar del dolor. Las lágrimas salían de sus ojos, y se mezclaban con el sudor.

Hasta que de pronto, Diana dejó de gritar. Ladeó la cabeza, dejándola caer sobre la almohada, y respirando con dificultad.

Y el silencio fue, rápidamente, sustituido por el llanto de un bebé.
El médico lo tomó entre sus brazos, y Liv le tendió una pequeña manta de lana. El médico lo envolvió, y esbozó una pequeña sonrisa.

- Es... es preciosa.

No pude reprimir una sonrisa, y me incliné sobre Diana. La aparté le pelo de la cara, que se le había pegado a la piel a causa del sudor:

- Eh, Di. Ya está. -susurré. -Es una niña.

El médico me tendió a la hija de Diana, y sonreí al ver su preciosa carita.

- Y es una niña preciosa.

Diana me contestó con un gemido, pero pude ver su pequeña sonrisa.
La niña lloraba, pero de una manera que me pareció dulce y suave.

- Dámela... por favor. -murmuró.

Entreabrió los ojos, y trató de incorporarse, temblando.

- Aquí tienes, Di. -conseguí decir.

Ella abrió los brazos, y tomó a su hija entre ellos, sonriendo. Las lágrimas humedecían sus ojos, y supe que se iba a echar a llorar.

- Es preciosa... -añadió Liv.

- Mi pequeña...

- ¿Cómo vas a llamarla? -me atreví a preguntar.

- Aún... aún no lo sé. -contestó Diana, con los ojos bañados en lágrimas.

Esbocé una triste sonrisa.
Ojalá Harry siguiera ahí, para poder ver aquello.
Y como si me hubiera leído el pensamiento, Diana sollozó:

- Ojalá Harry estuviera aquí... Para poder ver a su hija.

Apreté las mandíbulas. Pude sentir el dolor en sus palabras.

- Harry está aquí, y te aseguro que está viendo a su preciosa hija... ¿Cómo iba a perderse algo así? -trató de tranquilizarla Liv.

Diana cerró los ojos, y apretó a su hija contra su pecho, llorando.

Liv la acarició el pelo, y trató de hacer que dejara de llorar.

- Tranquila, Di, no llores. Mira, mira qué hija más preciosa tienes. Deberías estar llorando de felicidad.

Diana respiró con fuerza, y sacudió la cabeza.

- Tienes razón. -murmuró.

Y se echó a reír, mientras las lágrimas brotaban de sus ojos.
Supe que esa vez, lloraba de auténtica felicidad.

Y sentí que la nostalgia me invadía. "Ojalá Kathy estuviera aquí. Sé que le habría encantado ver el nacimiento de la hija de su mejor amiga".

Me sorbí la nariz, y desvié la mirada. Hacía mucho que no lloraba delante de nadie. Y por eso creían que lo había superado todo.

- ¿Y tienes pensado algún nombre? -dije, por cambiar de tema.

- Bueno, sí... -susurró. -Tenía pensado... Gwendolyn y... -dudó unos segundos, y me miró, con la tristeza reflejada en sus ojos azules. - y Kathy.

"Kathy".

Asentí, y me obligué a esbozar una sonrisa:

- Los dos son preciosos. Realmente preciosos. -murmuré.

- Aún tengo que decidirlo. -contestó, con una tímida sonrisa.

Me obligué a devolverle la sonrisa, y desvié la mirada hacia el médico, que guardaba algunos instrumentos en su maletín.

- Bueno, yo ya he acabado mi trabajo aquí, así que me marcho. -sonrió.

- Muchísimas gracias por todo, señor Davison. -añadió Liv. -De verdad.

- No hay de qué, señorita Nisen. -hizo una pausa, y miró a Diana. -Ha sido un placer acompañarla en el parto, señorita Martin. Tiene una hija preciosa.

Diana sonrió feliz.

- Gracias, doctor Davison.

- Que tengan un buen día, damas y caballeros. -sonrió.

Hizo un gesto de despedida, y se marchó de la habitación.

Marcus agarró la mano de Liv, y ésta le sonrió.

- Al parecer, los finales felices sí que existen. -murmuró la joven pelirroja.

Yo asentí, y me froté los ojos. "No para todos".

- Yo... ahora mismo vuelvo.

Y sin decir más, salí de la habitación. Me quedé en el pasillo, de pie, con los ojos cerrados. Apoyé ambas manos en la pared, para evitar caerme, con la cabeza mirando hacia el suelo. Fruncí los labios, pero no pude evitar que el inferior temblara.

Más lágrimas.

Habían pasado tres meses desde que cometí aquel asesinato. Desde que la reina murió.

Habían pasado más de tres meses desde que... desde que perdí a Katherine.

Pero el dolor seguía presente. Sus ojos seguían en mi mente. Sus risa retumbaba en mi interior.
Liv y Diana creían que ya casi lo había superado, pero estaba muy lejos de ese "casi". Demasiado. Creían que ya podía hacer vida normal.

Ojalá.

Oí mis propios sollozos ahogados, para que nadie pudiera escucharlos.

Ya había perdido toda esperanza, porque era verdad, ya había admitido que Kathy había muerto. Pero haberlo asumido era peor para mí, pues estaba claro que jamás volvería.
Debía ser fuerte, y seguir adelante sólo por esa razón; porque ya no volvería, no había ni una pequeña llama de esperanza en mi interior, eso estaba claro. Pero aún así, era difícil despertarse cada mañana. Era difícil caminar, y esbozar una sonrisa.

Pero lo conseguía. Lo hacía.
Sonreía como si no estuviera mal, y todo el mundo se lo creía. Se creían que me había recuperado a mí mismo, que volvía a ser el Príncipe de los Mares sin problemas.

Respiré con fuerza por la boca, y me obligué a erguirme.

"Jamás te olvidaré, Kathy. Yo cumplo mis promesas, y eso nunca cambiará. Tu nombre no dejará de valer infinito para mí, tu nombre jamás saldrá de mi cabeza."

Me sequé las lágrimas con el dorso de la mano, y me obligué a frenar el llanto que se agolpaba en mi garganta. Inspiré profundamente, y me concentré en calmar los latidos de mi corazón.

Uno, dos. Uno, dos. Uno, dos.

Nadie podía sospechar que el nuevo Jacob había vuelto a llorar por Kathy.