Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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viernes, 30 de noviembre de 2012

DDM: Capítulo 52

Hoola! ^^

Después de los exámenes, por fin, puedo subir el capítulo 52 ^^
Espero que os guste :)
Y muchísimas gracias a los que dedicáis unos minutos de vuestra vida en hacer mi sueño realidad <3




Ya no quería despertar.
Porque sabía lo que vendría después, después de aquel descanso en la eterna oscuridad de mi mundo. Vendría la muerte, el auténtico dolor. Porque a la muerte, se le añadía la incertidumbre de qué le pasaría a Jacob.

Todo había ocurrido tan rápido... tan fuerte... Que ya no podía asimilar nada. Mis primeros años de vida, mis recuerdos sobre mis padres, la agónica sensación de pérdida por la muerte de mi madre, el momento en que el Greenwood fue mío, el día en que conocí a Diana, la desaparición de mi padre, los días en el castillo de la reina, el encuentro con Jacob, las peleas, los sentimientos, la llegada a la isla, los eternos días de oscuridad en la cueva.

Todo eso, para acabar en la dolorosa muerte de Harry. Para que mi vida se derrumbara definitivamente.

¿Y ahora qué? ¿Ya no podía ni siquiera tratar de recuperar mi vida, o de comenzar una nueva? No. Ya era tarde, lo debí haber sabido. Que la gente me odiaba por lo que era, por mi carácter frío y distante, por tratar de hacer el bien. Y ahora, ahora me habían cogido. Y pretendían matarme.

De hecho, lo harían.

Todo era demasiado contradictorio. Mi mente me instaba a resistirme, me decía que debía tener fuerzas, e intentar vivir. Mi corazón sólo deseaba una muerte rápida.

¿Era eso normal?

La gente siempre hablaba de que su corazón no quería rendirse, pero en mi caso era al revés. Mi mente no se quería rendir, pero mi corazón ya lo había hecho. Mi corazón deseaba dejar de latir, abatido, después de tanto daño.

¿Mi muerte sería rápida? Ojalá.

De pronto, el ruido metálico del cerrojo me sacó de mi oscuridad, obligándome a abrir con calma los ojos. Ya sabía quién estaba entrando, y qué me diría.

- Has estado inconsciente durante todo el viaje, querida. Como de costumbre.

Alcé la mirada hacia Patrick, y ni me moví.

- ¿Te gustó mi sorpresa?

- Fue de mi agrado, sí. -musité. -Realmente agradable.

- Lo sé, querida. -rió Patrick. -Me alegro, pues.

Se arrodilló ante mí, y ladeó la cabeza.

- ¿Por qué cuando he entrado, no te has levantado? Sigues ahí tumbada, como si llevaras días sin comer.

- Llevo días sin comer, de hecho. -cerré los ojos, para no tener que verle.

- Oh, ahora mandaré a Brittany, para que te traiga algo de comida entonces.

No contesté, completamente me hundí en la oscuridad, porque ya todo me daba igual.

- Venga, ¿y esa expresión?

"Oh, por nada, la verdad. Estoy así porque es habitual en mí sufrir tanto."

- Princesa, será mejor que contestes.

- ¿O qué? -dije, desafiante. -¿Me golpearás, como de costumbre? ¿Me insultarás? ¿Me amenazarás? ¿Me dirás que los días que me quedan serán los peores? Creo que estoy acostumbrada.

Patrick resopló, enfadado por mi comentario.

- Nada más y nada menos que eso. -gruñó. -Acabarás rogándome la muerte.

Yo asentí levemente, sin abrir los ojos. No me iba a molestar ni siquiera en eso.

- Ahora baja Brittany.

Y lo último que oí fue el portazo que dio Patrick al salir del sótano.

Los minutos pasaban con extrema rapidez, haciendo que mi mente deseara disfrutarlos todos, hasta el momento de mi inevitable muerte. Pero mi corazón se había rendido hacía bastante, y yo estaba... como muerta. Ya me era indiferente que la realidad fuera que iba a morir. No me daba miedo. Lo deseaba, de hecho.

Alejarme de este maldito mundo, que me había arrebatado todo, dejándome sola, hasta el último minuto de mi miserable vida.

¿Por qué todo me había ido tan mal?

Pero otra vez, el cerrojo de la puerta me hizo despertar de mi depresión. Y esta vez lo hice voluntariamente, porque sabía que se trataba de Brittany.

- ¿Brittany...? -musité.

- ¿Princesa, se encuentra bien? -su voz sonaba muy distante, baja, y temblorosa.

Se acercó a mí, con pasos cortos y extraños. Y supe que era por la paliza de Patrick.
Entrecerré los ojos, tratando de acostumbrarme a la luz de la vela, y pude ver su rostro maltratado. Contuve un grito.

- ¡Brittany!

Me incorporé con rapidez, y la miré fijamente. Tenía la cara hinchada, y la zona del ojo derecho inflamada y morada. Cardenales en la piel de los brazos, rasguños.

- Dios, qué te hizo...

Brittany desvió la mirada, con las mejillas encendidas de furia, dolor e impotencia.

- Estoy bien. Me alegro de haberla podido ayudar.

- No debiste hacerlo, Brittany, no debiste... -susurré. -Fuiste demasiado valiente...

"Más... más que yo".

- Estoy bien, Princesa. Sólo quería ayudarla.

- Y por ayudarme, has pagado un precio muy alto.

- Esto se pasará en nada, se lo prometo. Confíe en mí. -hizo una pausa, en la que miró hacia la puerta. -Pero no puedo quedarme más tiempo, el señor sólo me deja venir a darte comida.

Asentí, y la di las gracias por todo, instándola a salir del sótano.
Y cuando cerró la puerta, me sentí extremadamente sola.


                                                                ***
                                           
(Diana) 

Gwendolyn me miró fijamente.

- Puedes. -susurró.

Su voz parecía de hielo, y no temblaba, ni siquiera un poco.

- ¿Y tú?

- ¿Yo qué? -preguntó. -A mí no me queda nada, Di. Tú vas a ser madre, y... el futuro de la Sangre Marina está en tus manos. No sabemos... qué ha sido de Katherine y Jacob, lo que sí sabemos es que creen que han conseguido eliminar la Sangre Marina... y no es así.

- No te puedo dejar así...

- Di, mírame. No podemos perder tiempo, ya lo hemos hablado. -suspiró, y cerró los ojos. -Debes escapar. Huye, aléjate de aquí, no vuelvas. Vete lo más lejos posible, y comienza una nueva vida con tu hijo. Si así lo quiere la vida, el destino volverá a unirnos.

Cerró los ojos durante una fracción de segundo, y volvió a mirarme.

- Yo estaré bien. No permitiré que te sigan. Pero jamás mires atrás, ¿me has oído? Debes... debes hacer eso por mí. -me miró fijamente, y yo noté cómo una lágrima rodaba por mi mejilla. -No voy a permitir que tu hijo y tú muráis así, siendo esclavos, trabajando en las minas.

Me mordí el labio inferior, para contener los gemidos, pero no el llanto.

- Tienes suerte, porque tampoco parece ser un embarazo demasiado doloroso. Así que corre. Huye. Cualquier opción será mejor que esto. Estarás bien.

Y enseguida, movida por el llanto, me tiré en sus brazos, y la abracé con fuerza.

- Prométeme que saldrás de esta, y que nos encontraremos. -Gwen asintió con lentitud, no muy convencida, pero sin un ápice de miedo en sus ojos. -Gracias por todo, Gwendolyn.

La joven hizo una leve reverencia con la cabeza, y cerró los ojos.

- Recuerdas el plan, ¿no?

- Correr sin mirar atrás. -contesté yo automáticamente, después de tantas semanas planeándolo.

Gwen sonrió ligeramente, lo que me dio algo de fuerzas. Se giró, y observó por entre las rocas. Frunció los labios, y me dirigió una última mirada. Supe que esa era la despedida.

Agarró con todas sus fuerzas la espada que había conseguido robar, y salió disparada, dejándome ahí. Oí su grito, para llamar la atención del guardia al que pretendía herir. Porque no tenía fuerza suficiente para matarle, no después de tantas semanas trabajando duramente.

Y de pronto, un aullido de dolor, un grito terrorífico. Y supe que esa era la señal.
Salí de mi escondite, y me permití observar la escena fugazmente: Gwendolyn en el medio, rodeada por todos los guardias, que trataban aprisionarla, usando... sus armas. Sangre. Gritos.

Con los ojos llorosos, eché a correr, tratando de no gritar al llorar. Y sin mirar atrás, escapé de la mina, atravesando los puestos de los pocos guardias que nos cuidaban, dejando atrás aquella mina, dejando atrás a Gwendolyn.

El eco de sus gritos zumbaba en mi cabeza. El color de su sangre vibraba ante mis empapados ojos.
Mis piernas no podían correr más, pero no me rendí. "Aléjate lo máximo que puedas". Y eso iba a hacer, costara lo que costase. Por Gwendolyn.

Me la imaginé a mi lado, corriendo conmigo, huyendo junto a mí, siendo por fin libres. Tenía una esperanza, podía tener un nuevo futuro, lejos del peligro, junto a mi hijo.

Y de pronto, recordé que Gwendolyn no estaba a mi lado. Que ella seguía en esa mina. Y que probablemente... Y no lo aguanté. Dejé que los gritos me desahogaran, junto a las lágrimas, mientras corría por aquellos paiajes desiertos, tratando de encontrar a alguien que me ayudara.

"Perdóname, Gwendolyn".

                                                                  ***
                                               Tres meses después...

(Katherine)


Había perdido la cuenta de todo. Ya no tenía nada claro, no sabía nada.
¿Cuánto tiempo había pasado desde que vi a Jacob...? ¿Dos meses? ¿Tres? ¿Cuatro? No lo sabía.

Casi no comía, pero no lo necesitaba. Estaba todo el día tumbada, recibiendo infinidad de golpes, insultos, amenazas. ¿Qué más daba todo?
Sólo quería morir. Quería que Patrick entrara en el sótano, con cualquier arma, y acabase con esta agonía.

La oscuridad ya se había hecho mi aliada, estaba acostumbrada al dolor, al frío, al sufrimiento. No comer durante varios días seguidos, y después recibir una paliza había sido mi rutina durante aquellas semanas.

Y aunque me fuera indiferente exteriormente, en el fondo, aquello me estaba trastornando. Sabía que no era bueno para mí, y sabía que si, por algún casual, salía de ahí, no sabría qué hacer, cómo vivir, cómo tener una vida normal.

Porque se podía decir que aquello era traumatizante.

Harry estaba en mis sueños, al igual que Jacob, y Liv, y Diana, y Gwendolyn, y todos. Aparecían en mis sueños, dando forma a miles de recuerdos que apenas recordaba. Y era doloroso.

No había vuelto a ver a Brittany, salvo dos o tres veces, que vino a traerme la comida, como excepción. Pero en ningún momento hablamos. Yo estaba congelada, con la mente en blanco, sintiendo como todo aquello terminaba haciendo mella en mí...

A cada segundo que pasaba, deseaba que mi muerte llegara, porque la espera era interminable.
Y mi mente no ayudaba mucho.

¿Estaba enloqueciendo? Sí. Muy probable.

Miles de sádicas muertes, agónicas pesadillas. Todo me asaltaba a la vez, y al final, acababa gritando con todas mis fuerzas, hasta caer rendida. Pero Patrick ya no bajaba a ver qué me pasaba. Porque aquella era la verdadera tortura. Oscuridad, sufrimiento, terribles pesadillas, auténtica soledad. La locura se estaba apoderando de mí, y no sabía hasta dónde llegaría.

Le rogaba que me matara, que acabara con aquella pesadilla, pero no me escuchaba. ¿Y en algún momento creí que sería capaz de resistirlo? Ingenua.

¿Y Jacob? ¿Estaría sufriendo lo mismo que yo? No, que va. Él es más fuerte. Mucho más.

Y así durante todos los días. Gritar, echarse a llorar, gritar, llorar, gritar, dormir.

Hasta que mi horrible rutina, se vio interrumpida por Patrick.

- ¿Qué pasa, Princesa? -inquirió, con maldad. -La oigo gritar todos y cada uno de los días de mi vida. ¿Ocurre algo?

Cerré los ojos con fuerza, y sin yo evitarlo, ni pensarlo, me eché a llorar. Ante él. Sin que me diera vergüenza, porque era débil.

- ¿Es que quieres pedirme algo...? ¿Un... deseo?

Sabía por dónde iban sus palabras. Pero no pretendía negarme. Diría lo que él esperaba oír.

- Mátame. -susurré.

Las lágrimas no dejaban de caer, aterrizando en el frío suelo, al que tanto me había acostumbrado, mientras Patrick sonreía malvadamente.

- Te dije que acabarías pidiéndome que te matara. ¿Es que ya no eres una rebelde? ¿Ya se te ha quitado la tontería? Me imaginaba.

El dolor era inmenso, las ganas de morir eran terribles, mi locura crecía por momentos. Las lágrimas bañaban mi frío rostro.

- Mátame. -repetí.

Y era mi corazón el que hablaba por mí.

- Acaba con todo esto, por favor...

Patrick soltó una leve risita, y fue entonces cuando oí el sonido metálico de una espada.

- Tranquila, sabía que me lo pedirías. Me alegro de que al menos no te resistas ante tu muerte.

Seguí sollozando, mientras oía cómo dejaba la vela en el suelo, cómo se acercaba hacia mí, hasta quedar a escasos centímetros de mi cuerpo. Me dio un fuerte puntapié, y me obligó a ponerme boca arriba.

- Ya se acaba, Katherine. Princesa de los Mares. -esbozó una media sonrisa. -Tu vida llega a su fin, tu miserable vida se acaba ya.

Alzó el metal sobre su cabeza, colocando el filo boca abajo, perfectamente dispuesto para atravesar mi cuerpo de una vez.

Cerré los ojos con fuerza, sollozando, sin poder evitarlo, resignándome ante mi muerte, mientras mi mente, que aún seguía luchando, decía:


"¿Y ya? ¿Todo esto se acaba así, sin más?"


sábado, 24 de noviembre de 2012

DDM: Capítulo 51

Hola!
Siento no haber subido antes, pero no encontraba huecos para escribir, y la inspiración no llegaba... Pero hoy me he puesto a escribir, en este ratito que he sacado :)
Y aquí lo tenéis...
Espero que os guste ^^



Parpadeé varias veces, sin ganas de ver lo que ocurría en aquellos momentos. El frío me mordía la piel, y temblaba levemente; por el frío, sí, pero también por el miedo y la tensión de lo que acababa de pasar.

- ¡Maldita criada! ¡¿No te había dejado bien claro que no podía dirigirte a mí cuando quisieras?! ¿Y qué es esto de interrumpir?

Sus altas y fuertes palabras taladraban mi cerebro, haciendo que temiera enormemente por la pobre Brittany. Que estuviera haciendo eso por mí era demasiado valiente. Estaba arriesgando todo, y probablemente su vida, por mí. Debía hacer algo.

A pesar de tener los músculos agarrotados, hice el esfuerzo de moverme. Intenté levantarme, no sin antes notar un leve mareo. Una vez de pie, dije lo más rápido que pude:

- No te atrevas a tocarla.

Patrick estaba a punto de cerrar la puerta, pero paró al oírme. Brittany estaba gimiendo, ya que Patrick la estaba tirando del pelo.

- ¿Cómo dices, Princesa? -inquirió.

- No necesitas que lo repita. Lo has oído, y me has entendido a la perfección.

Me temblaban las piernas, y temí caer al suelo, pero milagrosamente, me mantuve firme.

- Esa no es una actitud correcta, querida Princesa.

- De ahora en adelante, mi actitud va a ser de todo menos correcta, querido Patrick. Ya me da igual lo que me hagas. ¿Hay algo peor que aún no me hayas hecho? Creo que no.

Patrick se mordió el labio inferior, y soltó a Brittany, que cayó al suelo de rodillas, gimoteando. Abrió más la puerta, y se acercó a mí con paso firme, hasta quedar a escasos centímetros de mí.

- Puedo hacer que los días que te quedan de vida sean horribles.

- Moriré, al fin y al cabo. Qué me importa más o menos dolor, si ya lo he sufrido todo. Admítelo, Patrick. -dije con firmeza. -Ya no puedes hacer nada contra de mí, porque conozco absolutamente todos los dolores existentes en este mundo. Soy capaz de resistirlo todo, al menos, sin miedo alguno.

Patrick alzó la mano, y me señaló con el dedo índice.

- Entonces, haré que maten a Jacob ante tus propios ojos.

Me mordí la lengua. Si lo hacía, el dolor sería muy parecido al que sentí cuando vi morir a Harry. No era tan diferente.

- No tengo miedo. -escupí con rabia, en un susurro. Pero eso era mentira.

Patrick gruñó, y se dio la vuelta, demasiado enfadado.

- Tu conducta no va a impedir el destino de Brittany. Aquí todos reciben su castigo. Tarde o temprano. Y el de Brittany ha llegado.

- Ella no te ha hecho nada, no se merece esto. -susurré.

- A mí. Nadie. Me. Interrumpe. ¿Entiendes? -dijo, haciendo marcadas pausas.

Miré a Brittany, que me estaba mirando con tristeza. Negó con la cabeza, porque no quería que la ayudara.

- Me... -comencé a decir. -Me casaré con usted...

- ¡No! -exclamó Brittany. -¡No lo hagas, Katherine, cállate! -gritó, fuera de sí.

Las lágrimas rodaban por sus mejillas, pero no eran lágrimas de dolor ni cobardía. Tan sólo eran lágrimas de impotencia. Brittany era muy fuerte y muy valiente, pero ante Patrick no podía hacer nada, a pesar de desearlo con fuerza.

- Ya la has oído. Cállate. Todo irá mejor.

Patrick salió de la habitación pegando un portazo y cerrando el pestillo. Maldije en voz baja.

Miré a mi alrededor, que estaba bañada por la luz de una vela. ¿Y si podía hacer algo...?
Busqué por toda la habitación, pero justo cuando iba a coger la vela, oí el cerrojo descorrerse. ¿Qué demonios...?
Apenas habían pasado dos minutos, ¿y ya había alguien entrando en el sótano?

- Perdona, me había olvidado.

La voz de Patrick me produjo escalofríos, y antes de que me girara, noté un golpe seco en mi cabeza, y a los segundos, pude notar levemente el frío del suelo en mi mejilla.

Bum, la negrura me había vuelto a tragar.

***

Todo daba vueltas. Mi vida era un auténtico huracán de intensas emociones, que me barría con fuerza a cada segundo.
Nada era claro, y cuando creía que veía la luz a lo lejos, encima de mí, tentadora, brindándome una esperanza de salir de entre los escombros de mi vida, algo tiraba de mí, sepultándome en los afilados recuerdos rotos de lo que había sido mi vida.

Esos recuerdos se asemejaban a brillantes cuchillos, con filos peligrosos, que llamaban poderosamente la atención. Y esos cuchillos me mordían la piel, haciendo que el dolor fuera doblemente terrible.

¿Por qué todo era tan difícil, por qué no podía llevar una vida medianamente normal...?

Deseé con todas mis fuerzas encontrar algo estable en aquel maldito mundo, que me hiciera creer que vivir en él, merecía la pena.

Cuando creí que estaba consciente, un fuerte dolor de cabeza me hizo afirmar que sí que lo estaba. Traté de abrir los ojos, con un miedo increíble por ver lo que me esperaba fuera de la "calma" de mi interior.

"Vamos, Katherines. ¿No eras tú la Princesa de los Mares? ¿Dónde ha quedado esa valentía, ese coraje? ¿Dónde ha quedado la fuerza de esa Princesa, tan diferente a las demás? Sé fuerte, sé tú misma, porque eso es lo único que necesitas ahora. Entierra el miedo, no tu vida."

Esa voz, tan dura y carente de sentimientos, tan... tan estable.
No sabía por qué, por qué narices esa voz no era la mía, sino de alguien a quién quería mucho.

Mi Harry.

No sabía por qué Harry hablaba en mi cabeza. Tal vez era producto de mi imaginación, para que recuperara mi antigua valentía. ¿O estaba... conmigo?

No.

Kathy, no. Esto te está afectando.

Le viste morir. Oíste sus gritos. Le viste desaparecer, ensangrentado, sin tú poder hacer nada al respecto. No digas bobadas.

Apreté las mandíbulas, para frenar el inminente llanto. Aproveché, y traté de abrir los ojos, para comprender que estaba en penumbra. No sabía dónde estaba, pero no tenía la sensación de estar en el sótano de la casa de Patrick. Y estuve segura cuando de pronto, todo se tambaleó, y rodé levemente hacia un lado.

¿Qué demonios...?

Pero esa sensación la conocía a la perfección. ¿Cómo no iba a conocerlo, si había vivido durante la mayor parte de mi vida... en el mar, en un barco?
No cabía duda. Estaba en un barco. ¿Pero por qué? ¿Por qué me encontraba en un barco?

Cerré los ojos con fuerza cuando intenté levantarme. El dolor de cabeza fue un destello rápido pero intenso de dolor, así que tenía que ir con cuidado.
Cuando estuve levantada, miré a mi alrededor. Sí, estaba claro; aquello era un barco. Concretamente, la bodega de un barco.
Había alguna que otras cajas de madera por el suelo, pero nada más. Pequeños rayos de luz se colaban por los huecos que había entre las tablillas de madera del techo, y no dudé en acercarme a esa parte.

El techo no estaba demasiado alto, y podía llegar a tocarlo. Entrecerré los ojos al mirar por entre uno de los huecos, ya que no estaba acostumbrada a tanta luz.

Luz solar... Luz real.

Esbocé una leve sonrisa, sólo por ese acontecimiento. Algo "feliz" en mi vida.
Pero de pronto, esa sonrisa se congeló, porque la luz desapareció, en cuanto alguien se colocó encima. Di un paso hacia atrás, sin apartar la vida de la madera, ahora a oscuras. Oí crujidos, y de pronto, la luz del día inundó la bodega, en cuanto la trampilla de madera se abrió.

Me cubrí la vista con un brazo, y cuando me acostumbré, vi que alguien colocaba unas escaleras del mismo material, y bajaba con firmeza y lentitud.

- Oh, Princesa, ¿la he despertado?

Su inconfundible y asquerosa voz me hizo temblar.

- No. Me he despertado hace un rato.

- Venía para ver qué tal estabas.

- No muy bien, la verdad. Todo esto... digamos que no es de mi agrado. No sé si nos entendemos, querido Patrick.

Otro destello de dolor, pero fui capaz de mantener los ojos abiertos.

- Llevas tres días inconsciente, mi querida Princesa. Yo me he encargado de ello, para que el viaje le fuera más agradable.

Tragué saliva, recordando a Brittany.

- ¿Dónde está Brittany...?

Los segundos se me hicieron eternos, y temí... Me obligué a apartar esa posible situación de mi mente, y me concentré en los ojos del odioso Patrick.

- Oh, está bien, si es lo que preguntas. Aunque, claro, uno podría estar en mejores condiciones, para qué mentir...

- Qué la ha hecho...

- Nada grave, o bueno, no para mí. -rió, sacudiendo la cabeza. -Está viva, simplemente.

Y no pude evitarlo. No pude.
Me abalancé contra él, lanzando un pequeño grito de ira, buscando su cuello con mis manos. Caíamos al suelo, mientras yo aprisionaba su cuello con mis manos, y apreté con fuerza.

- Debes morir. ¡Debes morir!

Pero, ¿a quién se le ocurre tratar de ahogar a un hombre que te dobla en tamaño, peso y fuerza, y más estando en mi débil estado? A mí, sólo a mí.

Sabía que llegaría, así que no me sorprendió su empujón, que me hizo caer a varios metros de distancia, sobre el suelo.
Se incorporó, y caminó hacia mí.

- ¿Has intentado... ahogarme?

Traté de calmarme, y de recuperar mi ritmo cardíaco habitual. Gemí levemente por el golpe, cerrando los ojos.

- Para la próxima vez, trataré de no golpearte en la cabeza con tanta fuerza, se ve que no es bueno para ti, querida Princesa.

Resopló, sacudiendo la cabeza, y me atreví a abrir los ojos, para poder ver sus botas negras, que brillaban como si fueran nuevas.

- A estas alturas, y aún no sabes comportarte... Increíble. Y patético, ya que sabes que no es bueno para ti.

Suspiró, y se agachó a mi lado, buscando mi mirada.

- En fin, sólo bajaba para avisarte de que ya casi hemos llegado a nuestro destino. Te tengo preparada una sorpresa. Sinceramente, creo que te encantará.

Apreté las mandíbulas, y asentí levemente, cerrando los ojos.

- De acuerdo. -contesté con un hilo de voz.

Patrick sonrió, y asintió, levantándose. Observé con indiferencia cómo se alejaba, cómo subía por las escalerillas, cómo desaparecían, y cómo la luz volvía a marcharse, dejándome en penumbra.

***

No era capaz de creerme que a pesar de todo, me había quedado dormida.

El ruido de la trampilla abriéndose me despertó, y me hizo saber que, finalmente, habíamos llegado a nuestro destino. Y mi miedo por aquella "sorpresa" crecía y crecía.

Patrick era un hombre sin corazón, y esa sorpresa podía ser de todo menos agradable. Bueno, estaba segura de que sería de todo menos agradable.

- Levanta.

Me agarró de un brazo, y me alzó, obligándome a quedarme de pie.

- No verás nada hasta el final de todo.

Y sin yo esperarlo, cubrió mis ojos con un pañuelo, lo que me hizo temblar de miedo, ya que recordé instantáneamente esa noche... en la que por suerte, Brittany me ayudó.

Me dio un leve empujón, y me condujo hasta arriba. Escuché atentamente el sonido de mi calzado al pisar la madera de la cubierta, y en el vestido moverse a mi alrededor.

Lo demás, no quise escucharlo. Simplemente lo oí de pasada. Voces, relinchos, pasos, suaves chirridos.
Y mi propio corazón, latiendo con bastante calma, a pesar de todo.

No sabía por qué razón, pero de pronto, todo el miedo había desaparecido. De golpe, y sin yo enterarme.
Ya no me importaba lo que podría ocurrir en un futuro, porque era consciente de que había sufrido absolutamente de todo, y que ya nada me afectaría con tal intensidad. Así que, ¿por qué tener miedo?

Oí que alguien cerraba una puertecita, y que todo se quedó en bastante calma.

- Ya no falta mucho, querida Princesa. Este carruaje nos llevará a nuestro destino, no te preocupes.

- No estoy preocupada. -susurré, retorciéndome las manos por hacer algo.

- Oh, qué actitud tan... valiente. Pero me temo que esa serenidad desaparecerá en cuanto vea la sorpresa que la tengo preparada. Será algo... increíble. No se lo imagina, Princesa.

- No, no me lo imagino. -contesté, con un tono carente de sentimientos.

Me sorprendí de aquel tono, de mi firmeza y mi calma. Aunque Patrick tenía razón, porque no duraría tanto tiempo en aquel estado de serenidad.

***

El carruaje frenó. La voz de Patrick sonó tremendamente feliz. Malvadamente feliz, diría yo.

- Qué bien, ya hemos llegado. Qué ganas tengo de ver tu cara cuando sepas cuál es mi sorpresa... ¡Será grandiosa!

Tragué saliva, suspirando. No me importaba nada.

Su brazo tiró de mí, y bajé con cuidado del carruaje. Una vez en el suelo, me sentí más segura. La brisa me acariciaba la piel, y ésta se me puso de gallina. Hacía frío, sí.

Caminé con cuidado, notando de pronto que pisábamos sobre unas piedras pequeñas. Un camino de piedras, supuse.

- ¿No estás nerviosa? Porque yo sí. -comentó Patrick, que me guiaba.

- Claro. Mucho. -mentí, con un tono indiferente de voz.

Y por fin, llegamos. Lo supe, porque Patrick me hizo frenar, y golpeó algo, supuse que una puerta.

- Aquí estoy, con ella.

Y sin decir palabra, alguien más abrió la puerta. Todo comenzaba a ser... extraño.
Me hizo entrar en aquel sitio, pensé que se trataba de una casa, ¿qué otra cosa podía ser?

Mis pasos y los suyos resonaba, produciendo un tétrico eco. Vale, aquello comenzó a darme miedo, por estúpido que fuera.

- Falta poco... -oí su voz, en un susurro, cerca de mi oído.

Su mano no me soltó en ningún momento.

***

(Jacob)


- Es agradable hablar contigo. Sobretodo cuando contestas. Ya sabes, me hace pensar que no hablo solo. -su voz me daba dolor de cabeza. Y su mera presencia igual.

- ¿No habrás pensado que, tal vez no quiero hablar contigo? -contesté, abriendo los ojos. -Una paliza me resulta más placentera que el hecho de oír tu voz.

- Qué valiente eres, Jacob. ¿Te doy un aplauso? -hizo una pausa, en la que caminó frente a mí. -Pero eso no te servirá de mucho, Jacob, no a partir de ahora.

- ¿Qué diferencia hay entre ahora y hace dos segundos? No mucha, yo creo. -cerré los ojos, tratando de descansar.

- Mucha, Jacob, y créeme, que ahora mismo lo comprobarás.

- ¿A qué te refieres?

Se arrodilló ante mí, y me miró fijamente.

- Te dije que esto no iba a basarse en palizas ni cortes, ni torturas de ese tipo. Sé hacer algo más, sé cómo hacerte realmente daño. Digamos que sé cómo marcar tu alma, hasta que mueras.

Resoplé, cerrando los ojos.

- No, no, abre los ojos. Seguro que es mejor para ti ver lo que te está esperando. -hizo una pausa. -Sé que sufres cuando Katherine sufre.

Katherine.
Su nombre hizo que mi corazón latiera con extremada fuerza.

- ¿Katherine...? ¿A qué viene esto...?

Me temí lo peor.

- ¿La habéis hecho algo? ¡Dímelo! -grité, fuera de mí, temblando por la rabia.

- Cálmate, Jake, cálmate.

- ¡Dímelo! -exclamé. - ¡Más os vale no haberla tocado!

Su sonrisa de maldad me hizo temblar por la rabia, y quise arrancarle el cuello, pero estaba atado, y eso era algo imposible para mí.

- Te recomiendo que te calles. Ahora. Sólo serán unos segundos. Y te diré qué ha pasado con Katherine.

Me mordí la lengua, y le obedecí. Sólo porque necesitaba saber qué había sido de Katherine. Deseé con todas mis fuerzas que estuviera bien, que no la hubieran tocado... que no hubiera... Aparté esos pensamientos de mi mente, y apreté las mandíbulas, sin dejar de mirar al hombre, que miraba hacia una puerta, en la que había un mayordomo. No había reparado en su presencia...

El mayordomo golpeó la puerta tres veces, para después abrirla.

- Señor... -susurró.

Y de pronto, todo mi mundo paró. Todo mi mundo se congeló, y me faltó el aire.
Mi corazón no palpitaba, creí que moría.

- ¿Quién mejor para contártelo, que ella misma?

Creí que moría cuando Katherine Greenwood Wells, se situó en el centro de la sala, a varios metros de mí.

***

(Katherine)

Tragué saliva cuando Patrick me obligó a parar. Noté sus labios pegados a mi oído.

- Ya hemos llegado, Princesa.

Me mordí el labio inferior, esperando algún ruido, algún chirrido, algún sonido metálico, algo que indicara mi muerte, algo que me hiciera ver que la sorpresa era una tortura física.

Pero, lo que ocurrió fue algo peor.

- ¿Katherine...?

Mi corazón estalló, comenzando a palpitar con extrema intensidad, y comencé a jadear.
Aquello, era la peor tortura, aquello era peor que la muerte. Aquello era lo peor que podían hacerme.

- ¡¿Jake?! -susurré, fuera de mí, creyendo que moría. - ¿Jake?

Las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos, y el no poder verle por la venda lo hacía todo mucho más macabro.

Pero eso se solucionó, cuando Patrick desató el pañuelo.

Y por fin pude verle. Después de tantos días, posiblemente tantas semanas, sin verle, lejos del amor de mi vida.

- ¿Jake...? -susurré.

- ¡Kathy! -exclamó él, con una expresión de horror, dolor, tristeza y felicidad. - ¡Kathy! ¡¿Estás bien?!

No podía responder. No encontraba las fuerzas. Quise correr hacia él, pero Patrick me tenía bien sujeta.

- ¿Dónde ha quedado tu valentía, Jacob? -el otro hombre de la sala le habló.

Jacob no podía apartar la vista de mí, y también hiperventilaba.

- Aquí tienes a tu Katherine, para que compruebes cómo está.

De pronto, noté el pie de Patrick haciéndome la zancadilla, y caí de rodillas al suelo.

- Ahí quietecita. -sacó una espada. -O te juro que le rajo delante de ti.

Me obligué a asentir, y clavé mi miraba en Jake.

- ¿Por dónde empezamos? -preguntó Patrick, que caminó con lentitud hacia Jacob.

Se colocó a su lado, y le rozó el cuello con el filo de la espada.

- ¿Quieres saber qué tal está Katherine? Te lo puedo contar absolutamente todo. -hizo una pausa, y se inclinó ante él. -Es una buena chica, muy obediente, empecemos por eso. Bueno, la verdad es que al principio se negó ante la idea de ser mía. Ante la idea de pertenecerme, de estar bajo mi poder, así que digamos que se resistió. Pero eso fue peor para ella.

Se dio la vuelta, mirando al infinito, y caminando, dando pasos sin ninguna dirección concreta.

- Daño físico, mucho. Para qué mentirte, amigo. Katherine ha sufrido mucho en cuanto a eso, al igual que tú, supongo, ¿no? Y también psicológico. Lo peor de todo era cuando te utilizaba con tortura. ¿Tú sabes cómo se doblegaba al oír tu nombre?

Se rió levemente, y continuó. Sentí pinchazos en el corazón, y no me atreví a mirar a Jacob. Sabía que hacerle oír eso era malvado. Y doloroso. Y no quería ver su expresión.

- He de admitir que te utilizaba para calmarla, y hacerla ver que tenía que ser obediente, o si no, tú sufrirías. Eso ha sido lo más efectivo.

Jacob apretó las mandíbulas, sin apartar la vista de Patrick.

- Conseguiste una chica demasiado hermosa, Jacob. Tenías para ti sólo a una joven preciosa. Lo sabes, ¿no?

- Sí. -consiguió musitar.

Cerré los ojos con fuerza, sabiendo lo que diría después.

- Pero claro, fue tuya. Pasado. Digamos que ahora me pertenece, y claro, tú sabes a la perfección lo que un hombre desea cuando tiene en su poder a una joven tan hermosa. ¿Quién podría resistirse ante esa dulce mirada, antes esos ojos, esos labios... esa belleza?

Su voz era baja y con un tono meloso, para producirle más daño a mi Jacob.

- ¡Mentiroso! -exclamé de pronto. -¡Eres un mentiroso! ¡Me prometiste que si te obedecía, Jacob no sabría nada de lo que me hacías! -exclamé, sollozando.

Pero en cuanto Patrick se giró, y acercó el filo de la espada a Jacob, me callé instantáneamente. Su mirada destilaba odio, y sabía que si seguía gritándole, le mataría. Y eso era algo que jamás podría soportar ni superar. Así que me callé. Me callé, y me tragué todo lo que iba a decir.

"Lo siento tanto, Jake..."

- Más te vale no haberla puesto la mano encima... Más te vale. -escupió Jake.

- Tarde para eso, querido Jacob. -rió Patrick. -No he disfrutado con ella todo lo que podía, pero sí un poco. ¿Cómo te sientes...? ¿Crees que la he utilizado? Sí, no te lo niego.

- Cómo te atreves... cómo te has atrevido... -musitó Jacob. -Ella no se merece eso... no se lo merece... ¡Cómo te has atrevido!

Su voz se convirtió en un grito desesperado, y alcé la vista para ver que Jacob trataba de liberarse para tirarse sobre Patrick.

- Cálmate, Jacob, no hay nada que puedas hacer. Ya es tarde.

- Eres odioso. No hay palabras para describirte. Morirás, recibirás tu castigo, te lo aseguro. El tiempo pone a cada uno en su lugar, y el tuyo está entre las llamas del infierno.

- No eres nada ahora, Jacob. Sólo eres lo que queda del Príncipe de los Mares. Vas a morir, desaparecerás, y no verás cómo ardo entre las llamas del infierno, si es que ardo.

Jacob le miró con auténtico odio, y Patrick se giró, caminando hacia mí.
No me atreví ni a mirarle, porque el odio era demasiado grande. ¿Cómo había podido hacerle eso a Jacob...? Debí haberme resistido. Le obedecí, y no debí haberlo hecho.

Me agarró de un brazo, y tiró de mí violentamente. Me levantó, y me arrastró hasta Jacob.

- Supongo que querréis despediros, ya que es la última vez que os veréis antes de morir. Venga, tenéis tiempo.

Me quedé frente a Jacob, de rodilla, con las lágrimas rodando por mis mejillas.

- Lo siento muchísimo, Jacob. De verdad que lo siento...

- Sssh... Tranquila, Kathy, no debes pedir perdón por nada, no debes disculparte por algo que no es tu culpa... Odio... odio lo que te han hecho, ojalá no hubieras tenido que sufrirlo...

- Te he echado muchísimo de menos, Jake... Creí... creí que ya habías muerto.

Mi voz era un leve susurro.

- Kathy, mi Kathy... Siento mucho no haber estado a tu lado cuando lo necesitaste. Siento mucho no haber estado ahí para protegerte... Te quiero, Kathy, no lo olvides jamás.

- Te quiero, Jake. -conseguí murmurar, antes de que nuestros labios se juntaran en un beso de despedida.

- ¡Te quiero Kathy, no lo olvides! -Jacob gritaba con desesperación, mientras Patrick tiraba de mí y me alejaba de él.

Mi Jacob.
Mi vida.

Una despedida.

domingo, 4 de noviembre de 2012

DDM: Capítulo 50

 Holaa!!
Aquí está el capítulo 50. No os preocupéis, que dentro de lo que cabe, todo les irá mejor... esperemos jajaja.




No sabía por qué, pero el único pensamiento en mi mente era Jacob. Nuestro primer beso, aquella noche en el bosque de la isla. Recordé sus caricias, sus palabras, esas que me aceleraron el corazón. Lo recordé todo, con tanta nitidez, como si hubiera ocurrido ayer.

Gemí levemente, porque todo el dolor acudió a mí de golpe, recordándome lo que había pasado. En un intento desesperado de huir, como si aquel hombre -Patrick- siguiera pegándome, me intenté incorporar. Pero fue un error. Lancé un grito de auténtico dolor y volví a caer al suelo, sin poder moverme apenas. Tenía todas las partes del cuerpo doloridas, notaba la sangre medio seca en mi piel, los cortes del rostro, los golpes del cuerpo. Todo.

Cerré los ojos con fuerza, tratando de olvidar el dolor, pero era imposible. Ya ni me quedaban lágrimas, o no tenía suficientes para expresar aquel terrible dolor. Parecía que aún seguía pegándome.

Me atreví a entreabrir los ojos, y pude comprobar que todo era producto del dolor y de mi imaginación, ya que Patrick se había ido. Me retorcí sobre el frío suelo, atada a esas cadenas, sin poder moverme mucho, y sufriendo entre terribles dolores. Traté de dormirme, pero me fue imposible.

Y de pronto, sin yo haberlo decidido, el torrente de lágrimas brotó de mis ojos, y comencé a sollozar. Por todo. Por el terrible dolor, por la tristeza, por el miedo, por mi falta de valentía, por mis ganas de sufrir... Por estar encerrada ahí, sin que nadie pudiera salvarme.

- Jake... -sollocé. -Ayúdame, por favor... -mi voz era un leve susurro, apenas audible. - No dejes que me hagan esto, por favor, ayúdame...

Pero Jake no estaba ahí, no estaba a mi lado para ayudarme ni para protegerme de aquella rata. No estaba para defenderme, ni para decirme que todo estaba bien. Ni para abrazarme. Un escalofrío me recorrió de arriba abajo, y me obligué a dejar de llorar.

"Eres fuerte. Lo sabes. Pero tal vez deberías dejar de rebelarte tanto, porque sabes que a Jacob le duelen más los golpes que te dan a ti, que los que le dan a él".

Traté de calmarme, porque no valía la pena llorar por lo que ya había pasado. La paliza estaba dada, había recibido mi castigo. Tal vez debía aprender. A ser obediente, a pesar de que era perjudicial para mí. Pero probablemente, de esa manera, le ahorraría el sufrimiento a Jacob. Porque ya se lo había prometido a Patrick: sería obediente, no me resistiría ante nada, a cambio de que no le dijeran nada a Jacob.

¿Cómo había sido tan estúpida?

Cerré los ojos, y me quedé ahí tumbada, dolorida, sin poder moverme, en silencio. Hasta que me sacó de mis pensamientos el sonido de la puerta al abrirse. No miré hacia la puerta, porque no me importaba. Unos pasos femeninos, y muy ligeros, se acercaron a mí, y noté cómo movía un montón de llaves, hasta dar con una, con la cual abrió los grilletes.

- Princesa. Eh, Princesa, despierte.

Su voz femenina me resultaba muy familiar, y entreabrí los ojos al ver a la criada de antes.

- ¿Se encuentra bien? Te ha pegado una buena paliza... -apuntó.

"Dímelo a mí".

- Vamos, la voy a cambiar de lugar.

- No... no me puedo ni mover... -susurré.

- No se preocupe.

Y dicho eso, me agarró de ambos brazos. Sin poder evitarlo, pegué un grito.

- Me duele...

La criada no paró, y con mucha suavidad, tiró de mí, arrastrándome sobre el suelo. Pude ver la enrome falda del vestido arrastrarse tras de mí, y tuve una extraña sensación de melancolía.
Pasados unos segundos, ya me encontraba en mi sitio original, atada con las cadenas, y tumbada sobre el suelo, porque estar sentada era demasiado doloroso.

- Se la pasará, seguro. Procure dormir. -hizo una pausa. -Ah, la he traído esto. Pero el señor no se puede enterar.

Agarró una bandeja reluciente bajo la luz de la vela, donde había pan con miel, y un vaso de agua.

- Sé que no es mucho, pero no tenía tiempo.

Cuando recordó que no podía casi moverme, agarró un trozo de pan y me lo acercó a la boca. Después, me acercó el vaso de cristal, y me bebí su contenido con rapidez.

- Lo siento. -susurró.

- ¿Por qué?

- Su efecto no tardará mucho en caer sobre usted.

- ¿De qué habla...? -susurré.

- Creo que lo mejor es que duerma durante unos días. Es lo mejor para usted. No se enfade conmigo, lo hago por su bien. Pero el señor no debe enterarse.

Entreabrí la boca, suponiendo que me había dado un narcótico, uno de los jugos que utilizaban los médicos para adormecer a la gente.

- No sé cuánto durará su efecto, pero está muy cansada, así que supongo que será más efectivo aún. Descanse, Princesa.

Yo asentí, cerrando los ojos, sin notar aún ningún tipo de síntoma. La criada se llevó la bandeja, y cerró la puerta.
Lo último que pude oír fue el ruido del pestillo metálico al correrse, y poco más. Y el sueño, poco a poco, se apoderó de mí, haciéndome tener las más terribles pesadillas.

***

Era todo muy borroso. Nada estaba claro. De vez en cuando me despertaba, y observaba las sombras que me rodeaban, pero a los tres segundos, volvía a caer rendida. Y así durante repetidas veces, por lo que no sé decir cuánto tiempo estuve así.

Tampoco soñé con demasiadas cosas, solo unas cuántas pesadillas, todas iguales. Pero los ojos verdes de Jacob estaban siempre ahí, observándome. Ese intenso color verde, tan brillante y vivo... En aquel rostro tan perfecto.

Hasta ese momento, en el que noté que alguien me zarandeaba levemente.

Mis párpados eran tan pesados, que no tenía suficiente fuerza para levantarlos. Oía un eco lejano que me hablaba, pero no sabía de quién se trataba, ni que decía. Las palabras se juntaban de tal manera que no podía distinguirlas.

"¿Mmmm...?" Esas fueron mis únicas palabras.

- Princesa de los Mares. -susurró con más fuerza una voz femenina.

Intenté entreabrir los ojos, y noté que alguien me ponía boca arriba.

- ¿Qué... qué...? -conseguí murmurar.

- Princesa, vamos, despierta. -hizo una pausa. -Veo que los narcóticos han funcionado.

Entreabrí los ojos, y al principio los vi todo borroso, pero al final, acabé viendo nítidamente el rostro de la criada sobre mí.

- Vengo bajo la orden del señor Patrick.

- ¿Qué quiere ahora...? -musité, casi sin poder hablar por el sopor.

- Lo primero es ver cómo te encuentras.

Me intenté incorporar, y me sorprendí al ver que aunque seguía doliendo mucho, podía moverme.

- Algo mejor. Puedo moverme, aunque aún me duele mucho.

- Mejor. -contestó la criada. -Me alegro. Porque llevas dormida cinco días. Me ocupé de suministrarte más narcóticos, por si acaso.

- Te lo agradezco. Al menos no he tenido que sentir el dolor tan infernal...

La criada buscó una llave en concreto de su manojo de llaves, y abrió los grilletes. Dejé de sentir su frío contacto, pero me daba igual.

- ¿Qué... qué quiere Patrick? -pregunté.

- Me voy a encargar de bañarla, como ha ordenado el señor.

- Qué consideración... por su parte. -conseguí murmurar.

La criada me sujetó por el brazo, y ese simple contacto me hizo daño, pero podía soportarlo. Con fuerza y algo de tiempo, conseguí levantarme.

- ¿Para qué... quiere bañarme después de lo que ha hecho...? -mi voz era bastante firme, a pesar de la paliza.

- Dijo que para estar guapa.

- ¿Por qué...?

- Supongo que es otra de las sorpresas que te tiene. -noté un deje de ironía en su voz. -Déme la mano...

Agarré su mano, sólo para comprobar que era capaz de dar un paso sin caerme.

- Puedo. -sonreí.

Era estúpido, sí, pero el simple hecho de poder moverme, me alegraba. Al menos así, si me hacía algo, podría defenderme... Pero entonces recordé que tenía que ser "buena". Que no tenía que resistirme ante nada. O si no, Jacob sufriría aún más.

- Venga. -dijo.

Cerré los ojos y apreté las mandíbulas para soportar el dolor. Noté una punzada en las costillas.

- Temo que me haya rota alguna... -susurré.

Con su mano, palpó mi costado, y negó con la cabeza.

- Puede que tenga alguna pequeña fractura, pero no es nada importante. Son golpes que se pasarán.

Asentí, y me atreví a abrir los ojos para mirarla.

- Lo siento, pero el señor quiere que la lleve con un pañuelo, para que no vea absolutamente nada.

Asentí, y giré sobre mí misma con lentitud. La criada pasó el suave pañuelo sobre mis párpados cerrados, y lo ató con suavidad por detrás de mi cabeza.

- Listo, vamos.

Me pasó un brazo por la cintura, y yo por sus hombros. Una vez dados los primero pasos, los siguientes eran más llevaderos. Aunque el dolor seguía pinchándome por dentro. Pero podía soportarlo.
La criada me guió hasta la puerta, y yo caminaba con temor, lentamente, para no hacerme mucho daño. Antes de salir del todo, me fijé en un pequeño catre, viejo y destrozado, pegado a la pared. ¿Por qué no podía dormir ahí...?

- ¿Cómo... cómo te llamas? -pregunté.

- Brittany. -contestó la criada, con su voz apagada, pero joven.

- Bonito nombre... Yo soy...

- Sí, ya sé quién es usted, Katherine. Creo que casi todo el mundo la conoce.

Asentí, justo en el momento en que me avisaba de que íbamos a subir unas escaleras. Eso fue una tarea más difícil, y estuve a punto de caer varias veces, pero Brittany estaba ahí para ayudarme.

- ¿Crees que esto es normal? -pregunté, refiriéndome a todo.

- Sssh, el señor puede oírnos.

Asentí, frunciendo los labios, dejándome guiar por Brittany.
Tuvimos que subir más escaleras aún, hasta que por fin, me dijo que ya habíamos llegado. Un suave olor a lavanda me rodeó, y no pude evitar recordar a Liv. ¿Dónde estaría...?
La criada me apartó el pelo de la espalda, para desabrochar los botones del vestido, hasta que se resbaló por mi piel, y cayó al suelo.

- Métase en la bañera, Princesa.

- Llámame Katherine. Por favor. -susurré.

Tal vez acabaría creyéndome lo que me decía Patrick. Que no era la Princesa de los Mares, que no era nada, más que una esclava. Sacudí la cabeza para apartar ese pensamiento de mi mente.
Hice lo que me pedía, y me metí poco en la bañera con agua caliente. Era muy espaciosa, y lo agradecí. Sentir ese cálido contacto, que limpiaba mi piel, me hizo sentir mejor. Me importaron menos los golpes y las heridas.

- Deja que te lave el cabello.

Y dejé que limpiara mi pelo, que frotara mi piel, hasta dejarme totalmente limpia, y desprendiendo un olor a lavanda.
Me mandó salir de la bañera, y a duras pena, lo conseguí. Me envolvió en una toalla blanca y de tacto suave, en la que me sentí muy cómoda.

- Por favor, Brittany. Dime si todo esto te parece normal.

Brittany frunció los labios, y negó con la cabeza.

- No. No lo es. Sé cómo te sientes. He pasado por lo mismo durante años... -susurró la criada. -De todo. El señor Patrick es un hombre que vive solo...

- ¿Y cómo es que sigues aquí?

- Ya se lo dije. Tengo una familia a la que mantener, y este es el único trabajo disponible. A pesar de lo que hace Patrick conmigo, al menos llevo dinero a casa.

- No... no puedes dejar que te utilice así, Brittany.

- No me queda otra.

Y su voz quedó ahogada por unos golpes en la puerta.

- ¿Está lista? -exclamó Patrick.

- Ya casi, señor. -contestó Brittany, tendiéndome un vestido blanco de una tela muy fina y suave, que llegaba hasta el suelo. La falda era lisa, no era abombada como los vestidos de gala. Parecía un camisón.

Agarré el vestido, y con su ayuda, me lo enfundé, notando la suave tela.

- Ya, señor.

De pronto, Patrick abrió la puerta, y me miró de arriba abajo.

- Oh, the favorece. Estás preciosa. -hizo una pausa. -Puedes marcharte, Brittany.

La criada se despidió con una leve reverencia de cabeza, y se marchó del baño. Yo me retorcí las manos, y le miré con asco.

- Gracias. Es un halago. -contesté con odio.

Se acercó a mí con pasos lentos pero firmes, y me observó desde todos los ángulos posibles.

- Qué suerte tuvo Jacob, ¿eh? Pero ahora ya no eres suya. Lástima. Lo lamento, por él.

Ni le miré. Me mordí la lengua, para no abalanzarme sobre él. Pero lo pensé. Le miré de reojo, y al ver que llevaba dagas en su cinto, preferí estarme quieta.

- Qué pena que deba matarte. Aunque tal vez la reina me deje mantenerte con vida, aunque encerrada. Para convertirte en mi esposa. -esbozó una media sonrisa.

- Prefiero morir a causa de la peor tortura, que ser tu esposa, querido Patrick. -dije con rabia.

- Qué rebelde, Princesa.

Cogió el pañuelo, y con él me tapó los ojos. Sus movimientos eran lentos, como si quisiera molestarme.

- No se suele tardar tanto en poner una pañuelo, Patrick.

- Mmm... ¿Por qué me llamas por mi nombre? ¿Alguien te lo ha permitido?

- Porque así te llamas. Y nadie me lo ha impedido tampoco. Patrick. -escupí su nombre con odio.

Oí una risa gutural, una leve carcajada, y noté que me agarraba de un brazo. Nadie dijo nada, y Patrick me guió por los pasillos, hasta que volví a reconocer el eco que producían mis pisadas al bajar las escaleras del sótano. Ya habíamos llegado. Cerró la puerta tras de sí, y me guió unos pasos más hacia delante.

El frío me mordió la piel, y sentí el dolor de los golpes más que nunca.

- ¿Qué tal te encuentras? -susurró cerca de mi oído.

Su voz me produjo un escalofrío.

- Mi odio ha aumentado. -contesté, entreabriendo la boca.

Otra vez esa leve risa. Noté que se colocaba a mi espalda, muy cerca de mí. Casi pude notar su aliento en mi nuca. Desató con lentitud el nudo del pañuelo, y yo parpadeé varias veces para acostumbrarme a la tenue luz.
No me moví, cuando noté su mano acariciar mi cuello, para apartarme le cabello de la espalda.

- Hueles muy bien. -su voz sonaba a escasos centímetros de mi oído.

- Agradéceselo a Brittany. -dije.

Trasladó sus manos de mi cuello hasta la cintura, y cogí aire para evitar mi reacción: un movimiento brusco.

- Eres preciosa. ¿Te lo habían dicho alguna vez...?

- Supongo que Jacob. -conseguí contestar.

- Si te quedaras conmigo, yo te lo repetiría cada minuto de tu vida. Te trataría mejor que Jacob.

- No. Prefiero morir. -hice una pausa, en la que por poco reí. -No sé, Jacob lleva muchos puntos. Te costaría mucho alcanzarle.

Apreté las mandíbulas cuando sus labios rozaron mi hombro. Sus manos acariciaron mi cintura, y el escalofrío volvió a recorrerme. Pero esa "suavidad" desapareció, porque sus manos me sujetaron con fuerza, y me giraron hacia él, haciéndome perder el equilibrio. Creí que caía al suelo, pero milagrosamente, nos encontrábamos al lado del catre. O no tan milagrosamente.

Sus labios buscaron los míos, mientras se inclinaba sobre mí, pero yo me negué. Le intenté apartar, pero él era más fuerte.

- ¡Déjame! -grité, con odio y rabia.

Pero de pronto sentí el filo metálico de una daga en mi cuello.

- No te mataré. Pero haré que sufras, y que tu estancia aquí, hasta que te mate, sea horrible. Si haces esto, sin resistirte, todo irá bien. Y además, me prometiste que no te resistirías ante nada.

- Sólo si tu cumplías tu parte de la promesa: que no le ibas a contar nada de esto a Jacob. Ni de las torturas, ni de los golpes ni nada. Lo prometiste. -siseé.

- Yo cumplo mis promesas, pero, ¿y tú?

Cerré los ojos con fuerza, y nos quedamos en silencio, hasta que sus labios buscaron los míos con desesperación.
Para nada era romántico, ni suave; ni por asomo era como con Jacob.
Sus besos eran fuertes, incluso violentos.

"Jake, perdóname. Por favor".

Sus manos recorrían mi cuerpo con brutalidad, y eso acentuaba el dolor de la paliza.
No quería pensar en él, ni en lo que estaba ocurriendo.
Una lágrima rodó por mi mejilla, y me mordí la lengua para no sollozar, ni gritar.

Me imaginé a Jacob, me imaginé sus ojos verdes brillantes e intensos, sus labios rozando los míos, sus manos acariciando mi piel con extrema suavidad. Recordé su mirada, recordé aquella noche en el bosque, transportándome a esa vez, tratando de alejarme de esa habitación y de ese catre. Tratando de alejarme de aquella rata que me estaba utilizando.

No sé cuánto tiempo pasó, porque yo estaba lejos de ahí. Yo estaba junto a Jacob, en el bosque de la isla.

Pero todo se vio interrumpido cuando sus manos dejaron de tocarme, cuando sus labios dejaron de besar los míos, y cuando oí levemente su maldición. Me atreví a abrir los ojos, y vi en la puerta la figura de una joven temerosa, que hablaba mientras le temblaba la voz.

- Déjala en paz. -susurró.

- ¡Maldita sea! -gruñó Patrick.

"Oh, Brittany. Tal vez un poco tarde. Si hubieras llegado hace unos minutos, hubiera agradecido aún más tu interrupción".

sábado, 3 de noviembre de 2012

DDM: Capítulo 49

Hola a todos los que me leéis!
Aquí os traigo el capítulo 49, y como no, espero que os guste :3



Por primera vez desde que me desperté en aquel sótano, el sonido metálico del pestillo me dio miedo. Sí, miedo. Porque no creía que fuera para algo bueno...

- ¿Quieres dejar de hacer esos ruidos? -gruñó el hombre. -Princesa, compórtate. ¿Dónde están tus modales? Tengo invitados, y el ruido les está molestando.

Se acercó con paso firme hacia mí, y me entregó una bandeja.

- No tardes.

En ella había un plato con unas rebanadas de pan duro, y algo de embutido, junto a un vaso de agua. Cogí el embutido con mano temblorosa, y lo engullí, seguido del pan. Su mirada atenta me observaba, lo que me dio más miedo aún.

Cogió un mechón de mi pelo ente sus dedos, y lo acarició como si fuera el tesoro más preciado del mundo.

Cuando acabé lo que me había traído, me apartó la bandeja, y me miró fijamente, mientras dejaba en el suelo el candelabro.

- Qué pena tener que matar y hacer sufrir a golpes a una joven tan hermosa como tú. Seguro que eres el deseo de muchos hombres.

Mi corazón se aceleró al oír esas palabras, y miré al frente, con miedo a cruzar la mirada con la suya.
Noté las yemas de sus dedos acariciar mi cuello, bajando lentamente hasta mi esternón.

- Para. Por favor. -le supliqué.

Me insulté a mi misma por no ser más fuerte. Por tener que suplicarle a un hombre que no se aprovechara de mí... Yo... yo era la Princesa de los Mares, no una esclava.

- Dijiste que no te resistirías ante nada. Que harías cualquier cosa por "salvar" a Jacob.

- Lo... lo sé. -susurré, con lágrimas en los ojos. -Pero no estoy preparada.

No lo estaba, ni lo estaría nunca. No para él.

- Ah, es verdad. Que tu amor por Jacob está de por medio. ¿No?

No respondí, ni siquiera me moví.

- Pues que sepas que ese amor no te va a servir de nada. ¿Sabes lo que te va a salvar por el momento? Que me tengo que ir, ya que tengo invitados. Aunque me cueste.

Fruncí los labios, aún sin mirarle. Aquello era demasiado.

- La reina dijo que debías matarnos de forma lenta y dolorosa. No dijo nada más. -musité, cuando el hombre se iba a levantar.

- Igual esa es mi forma de matarte lentamente, Princesa. -se despidió.

Y ahí me dejó, en la oscuridad del sótano, temblando por el odio.
La cosa no iba a quedarse ahí.

- Lo siento, Jake, lo siento tanto... -susurré.

No quería que le hicieran daño por mi rebeldía, pero no iba a permitir que aquel hombre me usara de esa manera. Ni hablar.

Las muñecas me dolían, pero aún así, volví a la carga. Comencé a tirar, con algo más de fuerza, haciendo mas ruido. Incluso golpeé la pared.

¿A sus invitados les molestaba el ruido? Pues el ruido iba a ser aún mayor.

- Maldita sea... ¡TE ODIO! -chillé. -¡Sácame de aquí, sucia rata de alcantarilla!

Golpeé la pared con los puños, de rodillas sobre el suelo, hasta que me hice heridas.
Tiré de las cadenas, haciendo que sonaran en un caótico tintineo, hasta que mis muñecas no pudieron más.

Y de pronto, el sonido metálico del pestillo, y el chirrido de la puerta al abrirse. Me pegué contra la pared, mirando fijamente a la siluetas, y oí la voz del hombre.

- Perdonad, se trata de la nueva inquilina. -dijo. -¿Queréis verla? Os sorprenderéis al ver quién es mi nueva adquisición.

Abrió más la puerta y la potente luz que venía de fuera me deslumbró por unos instantes.

- Princesa, espero que no te moleste que quieran verte.

- Para nada. -dije firmemente, tragándome el miedo.

Unos pasos, y las siluetas cuchichearon entre ellas.

- No parece tan fuerte, ni tan valiente como antes. Aquí no dejar de ser una simple humana. -escupió uno.

Sus palabras hicieron que se encendiera en mí una mecha de auténtica rabia.

- ¿Os sentís poderosos? -dije de pronto.

Se miraron entre ellos, y volvieron a posar su mirada en mí.

- Porque es penoso que tengáis que encerrar a un humano para sentiros como tal, como seres superiores. Es muy triste. -hice una pausa, y vi cómo me miraban atónitos. -Vosotros sois sucias ratas vestidas de gala, que injustamente pertenecen a la nobleza, y eso nadie os lo quitará. Por mucha gente que matéis, por mucho sufrimiento que causéis, seguiréis siendo ratas callejeras.

Una mujer respiró hondo, y apartó la mirada, ofendida.

- Deberías enseñarla algo de modales, Patrick. Demasiado habladora. -dijo un hombre, abrazando a su mujer, que parecía muy ofendida.

Yo resoplé, mirando hacia otro lado. Me daba igual lo que pudiera pasar después, porque extrañamente, no le tenía miedo. Me daba igual, con tal de hacerle pasar un mal momento.

- Princesa, esos no son modales.

- ¿Y la sigues llamando Princesa? -exclamó una. -¡No se lo merece!

- Vosotros no os merecéis nada. Para mí, sois todos iguales, sin nombre alguno. Ratas. Criminales. Todos igual de corruptos. -hice una pausa, y con la voz más firme que pude, susurré. -Todos merecéis la más dolorosa muerte.

Resoplé, y me quedé mirándoles.

- Nos marchamos, señor Patrick. No voy a aguantar que una sucia esclava manche nuestros nombre, y nos insulte de tal manera. Más le vale darla su merecido, porque esto es inaguantable.

Patrick asintió, y después de que salieran todos, me miró durante unos segundos.

- Claro que obtendrá su castigo. Por supuesto que lo hará.

Y tras esas palabras, se marchó, cerrando la puerta de un portazo.

Solté todo el aire, y me concentré en los ojos verdes de Jacob.

- Más te vale darme fuerzas... Para aguantar lo que me espera. -susurré.

***

(Jacob)

Las heridas no habían cicatrizado aún, pero ese dolor no me importaba. Kathy ocupaba mi mente.
No podía dormir, y menos porque seguía con las manos atadas a la barra. ¿Cuántos días llevaba así? Había perdido la cuenta.

Pero ese no era el único motivo por el cual no podía pegar ojo; era porque mi mente se imaginaba a Kathy muriendo de horribles formas. Me la imaginaba sufriendo como nunca, mediante múltiples torturas. Y también me imaginaba a ese hombre que la tenía... haciendo daño a mi Kathy.

Sacudí la cabeza para apartar esa última imagen. No. Kathy no se merecía eso, ella era una... una dama. Era una mujer, una joven preciosa, no una esclava, ni un trapo viejo. Kathy no merecía que se aprovechara de ella. No. Ni que la tocara, ni que la pegara, ni que la torturara. Ni nada.

Apreté los puños, casi sin sentir los dedos. Y para liberarme de la furia que tenía guardada en mi interior, empecé a gritar. Con todas mis fuerzas, hasta que me dolió la garganta.

- Katherine... -murmuré.

Recordé la suavidad de su piel, su cabello largo y claro, sus vivos ojos azules aguamarina. Sus labios. Su voz. Su forma de... de hacerme sentir miles de cosas al besarme. Su forma de hacerme desearla, de desear abrazarla, de desear besarla.

Oí que habían descorrido los dos pestillos, y que alguien abría la puerta.

- Vaya, ¿estabas gritando? ¿Ocurre algo?

Esa voz masculina me producía demasiado odio. Las ganas de matarle ahí mismo aumentaban cada vez más.
Deseé que no me hablara de Kathy.

- Grito para no salir de aquí y matarte de la peor manera.

- ¿Tú? Oh, qué ingenuo eres. ¿No ves que estás atado? Por favor... Aquí no eres nadie.

- Tú no eres nadie ni aquí, ni fuera de esta habitación. -escupí.

Se acercó a mí, marcando los pasos, y entonces recibí la primera patada en el estómago. Cerré los ojos y apreté las mandíbulas para no gritar.

- Qué fuerte eres. -dije en tono burlón.

El hombre pareció ofenderse con mi ironía, porque apretó los puños. Y seguidamente, sus nudillos se clavaron en mi mejilla, produciéndome un desagradable dolor. Escupí sangre, y le miré con odio.

- No vengo a pegarte otra paliza querido Jacob. Pero ya que estamos, te voy a demostrar aquí quién es realmente fuerte.

Noté el sabor metálico en mi boca, y no le quité los ojos de encima.

- ¿Qué es Katherine para ti? -preguntó, con una malvada media sonrisa.

Apreté las mandíbulas, y le miré con odio.

- A dónde quieres llegar.

- Oh, Jacob, a nada en especial. Es una simple pregunta.

- Nada. -conseguí murmurar.

Me dolió decirlo, pero tenía que hacerles ver que no les servía de nada hacerla daño para herirme. A lo mejor así conseguiría disminuir su sufrimiento. O tal vez no.

- Así que, no te importa lo que hagamos con ella, ¿verdad? ¿Eso me estás diciendo?

Me mordí levemente el labio inferior, sintiendo que el odio crecía y crecía.

- Contesta, Jacob. ¿O resulta que no eres fuerte?

- No. No me importa. -susurré, aguantando el dolor emocional.

- Perfecto. Peor para ella. Ya se lo comunicaremos; que no te importa lo más mínimo lo que hagan con ella. -hizo una pausa, y se arrodilló frente a mí. -Pobrecita, ¿no crees? Qué injusto eres. ¿Crees que mintiendo la salvas, disminuyes su sufrimiento?

Tragué saliva, y su sonrisa malvada aumentó mis ganas de asesinarle.

- Vamos, no mientas. Se ve en tus ojos. -hizo una pausa, en la que bajó la mirada, y respiró profundamente. -Yo también soy un hombre, ¿sabes? Y puedo asegurarte que es odioso que se aprovechen de la mujer que amas. ¿O no?

Se levantó, y dio unos cuántos pasos, dándome la espalda.

- Qué... qué quieres decir. -murmuré.

- Yo he sufrido eso. Sé lo que se siente. Mi pobre Alice... -susurró. -La asesinaron. No sin antes aprovecharse de ella. Y Jacob Fellon, tal vez una de las peores torturas es que te hagamos lo mismo. -esbozó una media sonrisa. -Pero no con cualquier joven que haya estado contigo. Tú y yo sabemos a quién me refiero, ¿verdad?

- Kathy... -susurré, mirando al suelo, sin aber qué hacer.

- Eres muy listo, Jacob.

- No... No, por favor. Eso no.

Tal vez esa era una de mis peores pesadillas; que la hicieran daño a Kathy de esa manera. Y sólo deseaba evitarlo a toda costa.

- No, se lo pido por favor, eso no... Kathy no se merece eso, ella no se merece ese trato... Entiendo que quieran matarnos, pero por favor, no la hagan eso... Por favor. -hice una pausa, en la que intenté calmarme, sin mucho éxito. -¡Si sabe lo que eso, por qué me lo hace a mí! -grité.

- Porque te odio. Eso es todo. Te mereces lo peor, Jacob.

Su mirada chispeaba por el odio y el enfado, y yo estaba inundado por un torbellino de sentimientos. Miedo, dolor, enfado, ira, odio.

- Eres odioso... -susurré.

- Bienvenido al mundo, Jacob. ¿Creías que todo iba a ser perfecto? Pues ya ves que no es así. Y tampoco lo va a ser para Kathy.

Se giró, y se marchó de ahí, dejándome cabizbajo, respirando con dificultad, herido. Sin poder dejar de pensar en Kathy, y en aquel asqueroso hombre. Sin poder dejar de pensar en lo que la harían...

***

(Katherine)


Otra vez el sonido metálico del pestillo, y la puerta abriéndose. Pero esta vez, no tenía miedo. Porque le había humillado ante sus invitados, y era una pequeña victoria.
Aunque no sabía que él sería el que acabaría ganando, el que acabaría humillándome más.

Me sorprendí al ver que no se trataba del hombre, sino de una criada.

- El señor me ha ordenado cambiarla de sitio.

Me quedé atónita, observando cómo se acercaba a mí, con una vela y un manojo de llaves metálicas, que tintineaba al compás de sus pasos.

- ¿A... a dónde? -susurré.

- Ahí.

Dirigió una mirada a una parte de la sala oscura, que no había visto. Se trataba de dos barras metálicas erguidas sobre el suelo, con cadenas para atar a gente.

- ¿Por qué...? -musité.

- Supongo que... para recibir su castigo.

Tragué saliva, y miré a la criada, que estaba abriendo los grilletes con una llave no muy grande.

- ¿Por lo que he hecho? -pregunté, aunque ya lo sabía.

- Supongo. El amo suele enfadarse mucho cuando le desobedeces. No te lo recomiendo.

Me tendió una mano, y me ayudó a levantar, aunque mis piernas me fallaron.

- ¿Tú le obedeces?

La criada no se atrevía a mirarme, y asintió. Tenía un ojo ligeramente púrpura. Por un golpe.

- ¿Qué... qué te hace? -dije, alzando una mano para acariciar la piel golpeada.

- Eso es lo de menos. -dijo con rapidez, guiándome hasta las dos barras.

Me costaba caminar, pero finalmente, me dejé caer al suelo. Ahí, me ató con las cadenas, quedando yo entre las dos columnas.

- Te hace daño, ¿verdad? Y tú le obedeces, dejando que te haga ese daño. -susurré.

Ella miró a los lados, nerviosa.

- El amo es un señor bueno. Y yo soy su criada, estoy bajo sus órdenes.

- No. No lo eres. Eres una mujer libre, no debes obedecerle. No si te hace daño. No se lo merece.

- Es lo que debo hacer, si quiero seguir con vida, y ganarme el dinero. -susurró ella. -He de irme. El amo bajará enseguida.

Y dicho eso, se dio la vuelta, dejando la vela en el suelo, para alumbrar la habitación. Cerró la puerta sin pestillo, y oí sus pasos rápido y ligeros sobre el suelo, subiendo escaleras, alejándose cada vez más.

Maldito bastardo...

Unos segundos más tarde, la silueta del hombre ya estaba en la habitación, cerrando la puerta tras de sí, acercándose hacia mí con paso firme y lento.

- ¿Cómo te has atrevido? -preguntó. Su voz estaba llena de enfado.

- No tienes derecho a callarme. Ni poder. No tienes ningún poder sobre mí. Hagas lo que hagas, jamás lo estaré.

- Mira, Katherine, tu desobediencia me está molestando, y mucho.

- Me alegro, pues.

Resopló, sacudiendo la cabeza.

- ¿Dónde ha quedado ese miedo que me tenías?

- No te tengo miedo. Sólo tengo miedo por lo que pueda ocurrirle a Jacob. Pero por ello, no voy a obedecerte, ni a hacer lo que me pidas, o a dejarte hacer lo que quieras conmigo. Tenlo claro. -escupí.

- Prometiste que sin resistirte. Prometiste que obedecerías, ante cualquier cosa, ya que eso iba a ser lo mejor para ti y para Jacob.

- Pues rompo esa promesa. -contesté.

- Ya te arrepentirás... -hizo una pausa- ¿Te crees valiente, Katherine? Dímelo.

Me quedé callada, observándole con una gélida mirada.

- Te tengo asco. Eso es todo. -contesté.

Se acercó a mí casi trotando, y su mano impactó contra mi mejilla. Cerré los ojos, con la cabeza ladeada. Fruncí los labios, y me atreví a abrir los ojos.

- Sigo pensando lo mismo. Por pegarme no eres superior.

Y nada más decir eso, su rodilla golpeó mi barbilla, haciéndome caer hacia un lado. Coloqué las palmas de la mano sobre el suelo, y me intenté incorporar.
Agarré un pliegue de mi vestido, el cual aún llevaba, para intentar aguantar el dolor.

- Tu conducta no es propia de una esclava. Lo es de una rebelde que quiere sufrir, por lo que veo.

- Que así sea. Porque yo no soy una esclava, lamento decirte. -rebatí con furia.

A cada palabra que decía su ira aumentaba, haciendo que sus golpes fueran aún más fuertes.
Dio una zancada hacia mí, y me agarró de la tela del vestido que estaba en el hombro, para después golpear mi rostro con su puño repetidas veces.

Caí al suelo, y escupí sangre. Parpadeé varias veces, notando el intenso dolor de mi mejilla y mi mandíbula. Sin darme tiempo ni a intentar recuperarme, su patada llegó, golpeando mi estómago al menos tres veces seguidas.

Me encogí de dolor, y cerré los ojos con fuerza. Tenía que resistir. Para demostrarle que era fuerte. Que la Princesa de los Mares no era tan fácil de dominar, que la antigua Katherine tenía una oportunidad de volver.

- No eres absolutamente nadie. No te mereces el respeto de nadie. Ni siquiera sé por qué eres Princesa de los Mares. Tendrías que haber sido esclava desde hace mucho, y ver lo que es sufrir de verdad. Alguien tenía que haberte enseñado modales.

- Mis padres ya se encargaron de eso, tranquilo... -murmuré.

- ¡Ni se te ocurra contestarme, ¿me has oído?!

- ¿Me lo vas a impedir...? -me atreví a decir.

Y recibí otras cuatro patadas, que iban con todas sus fuerzas, en mi estómago.
Se acercó a mí, inclinándose sobre mí, y me agarró del pelo.

- Ya cambiarás de idea, querida.

Su puño golpeó otra vez mi rostro, pero esta vez el golpe hizo que mi labio comenzara a sangrar.
Soltó mi pelo, y el golpe contra el suelo me hizo daño. Lancé un leve gemido, y noté que se sentaba en mi vientre.
Después, otra vez golpeó mi rostro, hasta que noté una explosión de dolor en la ceja, y un hilo de cálida sangre recorrer mi piel hasta la barbilla.

- Mírate. -dijo, después de levantarse de encima de mí. -Das pena.

Me retorcí sobre el suelo, de medio lado, buscando el frío del suelo. Me dolía todo, y con un leve movimiento, el dolor se acentuaba. Intenté arañar el suelo, para tratar de aliviar ese dolor, aunque sin éxito.

- No... no... he cambiado... de idea... -conseguí tartamudear.

Y eso desató su furia.

Los minutos pasaban, y la paliza continuaba, como si no tuviera fin.
Notaba su bota golpear mi espalda, mi estómago, mis costillas, hasta mi rostro. También notaba tirones en el pelo, y sus puños golpeando una y otra vez mi rostro, hasta que el dolor fue tal, que apenas podía moverme.

Creía que todos mis huesos estaban rotos, que toda mi piel estaba rajada. Que moría.

Pero los golpes seguían y seguían incansables. Se estaba desfogando conmigo. Yo me estaba llevando su enfado, pero no el de aquel momento, sino el enfado guardado en su corazón de hace años.

La sangre empapaba mi rostro, incluso mi busto. Pero aquel hombre no paraba. No parecía importarle nada. Sólo estaba yo, su víctima. Sin pensar en que tal vez, esos golpes podían acabar matándome.

viernes, 2 de noviembre de 2012

DDM: Capítulo 48

Aquí tenéis el 48, y como siempre os digo, espero con ganas vuestros comentarios ^^



El frío suelo me había anestesiado la piel, haciendo que me olvidara de todo, y me concentrara en aquel gélido frío.

Invierno. Lluvia. Nieve. Frío.

Eran las únicas palabras que ocupaban mi mente, por extraño que fuera.


"El cielo está totalmente nublado, y Harry se encuentra a mi lado. La chimenea está encendida, desprendiendo un agradable calor. 

- Mañana me voy. -susurro. 

- Lo sé. -musita Harry. -Te voy a echar mucho de menos, Kathy. Mucho.

Yo sonrío levemente, y asiento lentamente. 

- Sabes que yo también. -contesto. -No creo que sea capaz de irme sin ti, no después de tantos años. 

Me agarra de la mano, y me pasa un brazo por los hombros. 
De vez en cuando, la gente creía que éramos pareja, pero no era así. Éramos muy buenos amigos, amigos inseparables desde la infancia. Siempre habíamos estado el uno al lado del otro, apoyándonos, sin abandonarnos. Y se lo agradecía profundamente. 

- A mí también me va a costar. -sonríe él. -Eres lo único que he tenido en mi vida, y separarme de ti va a ser muy difícil. Pero ya hablamos de esto, Kathy.

- Lo sé, Harry, sé que hablamos el otro día, pero no me hago a la idea de perderte. 

- No me vas a perder, Kathy. Estaremos surcando las mismas aguas, pero en lugares diferentes. En el fondo, nunca nos distanciaremos. -hace una pausa. -Quizá, algún día esas aguas nos vuelvan a unir. Porque tal vez ese sea nuestro destino, pequeña. 

Yo sonrío tristemente, frunciendo los labios y asintiendo. 

- Ojalá. -susurro. 

- Ah, mi Kathy. Simplemente nos separaremos temporalmente, sabes que eres la Princesa de los Mares, y que tu destino es ser pirata, ser la capitana de un barco, luchar contra los criminales, encontrar tesoros. Yo como máximo, aspiro a ser tripulante... -Sonríe. 

- ¿Y por qué no te unes a mi tripulación? -pregunto, con los ojos brillantes. 

- También hablamos de eso el otro día, Katherine. Esto es temporal, trataremos de ver mundo por separado. Eso es todo. 

- ¿Me prometes que volveremos a vernos? 

- Por supuesto, pequeña. -susurra en mi oído. -Te lo prometo. 

- ¿Y te quedarás conmigo para siempre? -pregunto, apoyando la cabeza sobre su hombro, cerrando los ojos. 

- Lo haré. 

Sus palabras se graban en mi corazón, haciéndome sonreír. Tal vez separarnos no sea tan duro. No si esa promesa es real. 

- Mira, está nevando. -me dice. 

Nos levantamos del sofá, y miramos por la cristalera. Los copos caen con ligereza, posándose sobre el suelo, y tiñéndolo de blanco. Sonrío, y le agarro de la mano. 

- Vamos. 

- ¿Fuera? Hace frío, Kathy...

- ¿Y qué? ¿Acaso el frío puede pararnos? -digo, sonriendo. 

Entonces él suspira, riendo, y sale al jardín detrás de mí. 

Y juntos, como si fuera nuestro último día de vida, bailamos sobre la fría hierba, mientras los copos se pegaban en nuestra ropa y en nuestro pelo, y a la vez, tejían una alfombra sobre el suelo".


No podía hacer nada para detener esas frías lágrimas que caían al suelo. No podía. El recuerdo era más fuerte.

Y esa promesa hecha aquel día, había sido exterminada violentamente, cuando Harry me abandonó.

- Harry... -susurré, con voz ahogada. -Me lo prometiste...

Pero de nada servían las palabras, y menos ahí. Sólo para hundirme en la más densa oscuridad.
Recordar aquello era algo parecido a explotar mi corazón.
Se me hacía un nudo en la garganta, y mi mente se inundaba de su mirada castaña. Las lágrimas se abrían paso hasta mis ojos, sin que yo pudiera evitarlo.

- Harry...

Me encogí sobre mí misma, llorando sobre el congelado suelo, repitiendo su nombre.

- No dejes que me hagan daño...

Ya sabía que Jacob no podía hacer nada, salvo sufrir por mi culpa.

El tiempo se arrastraba con lentitud, los segundos pasaban a mi lado, sin yo poder atraparlos para detener el tiempo. Era una tortura, y la sed seguía presente. El estómago me rugía por el hambre, pero tenía fuerzas.

Me incorporé con torpeza, y me apoyé en la pared. Cerré los ojos, y me concentré en los ojos verdes de Jake, para olvidar la sed. Hasta que decidí que lo mejor era dormir. Porque estaba muy cansada emocionalmente.

Y así, con los ojos de Jacob mirándome, caí en un profundo sueño.

***

- ¡No! -exclamé de pronto.

Me incorporé con rapidez y sudando, con la boca seca, y mis piernas y brazos temblando.

Me tapé la boca con ambas manos, sollozando de puro miedo.
Una pesadilla. Una maldita pesadilla.
En ella, veía cómo Jacob sufría la paliza más brutal hasta dejarle casi inconsciente, para después obligarme a hacer cosas horribles delante de él, a actuar, a no resistirme, sólo para hacer sufrir aún más a Jacob.

- No. Jamás haré nada que pueda herirle. Jamás haré lo que me pidan si estoy delante de él, porque eso le destrozaría...

Lo había prometido. Había prometido ser obediente, pero no ante Jacob; había prometido ser obediente con aquel hombre, pero en este sótano.

En aquel momento, la sed era insoportable. Y no podía aguantarlo. Me sequé las lágrimas con el dorso de la mano, y observé la habitación oscura.

- ¡¡Por favor!! -grité con todas mis fuerzas. -Necesito agua...

Tenía que intentarlo, aunque sabía que estaba enfadado, y que tal vez no me daría ni agua. Pero me sorprendió el ruido metálico del pestillo. Deseé que trajera agua.

- Vaya, cómo me necesitas, Princesa.

Fruncí los labios, y negué con la cabeza levemente.

- Tengo sed. Sólo eso.

Se arrodilló ante mí, con un candelabro en la mano, y una copa de agua en la otra. Me la tendió, y bebí con urgencia, hasta acabármela toda.

- Lo he pensado, y tal vez tú también quieras saber sobre Jacob...

Mi corazón comenzó a latir desbocado, y por un momento pensé que se me iba a salir del pecho. No, no... Jacob, no.

- ¿Qué... qué le habéis hecho? -susurré.

- Nada importante, cielo. Simplemente está un poco... golpeado. Digamos que se desahogaron con él.

Nada más oír esas palabras, estiré las piernas y le golpeé en el estómago, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera hacia atrás. La copa de cristal se rompió en mil pedazos, y seguidamente me levanté, acercándome lo máximo que pude hasta él.

- ¡Cómo habéis podido! -grité, fuera de mí.

Enseguida, el hombre se levantó, aunque con lentitud. Su mirada ardía de enfado, y sabía que había actuado mal. Muy mal.
Se acercó a mí con pasos lentos pero firmes, y no pude moverme por el miedo. Tenía los músculos agarrotados.

Me acarició los labios con el pulgar, y yo cerré los ojos, esperando el golpe que vendría a continuación. En lugar de eso, recorrió mi mandíbula, hasta mi cuello. Y aquello me pilló por sorpresa.
Con todas sus fuerzas, me pegó contra la pared, haciendo que me costara respirar.

- Recuerda, Kaherine. Lo que hagas, influirá en su castigo... Y esto no es una excepción.

Me quedé congelada, recordando sus palabras. Las lágrimas rodaron por mis mejillas instantáneamente.

De pronto, su rodilla se clavó en mi estómago, y entonces contuve el gemido de dolor que amenazaba con cortar el silencio del sótano. Tuve que encogerme, pero me agarró del pelo y me obligó a erguirme.

- Katherine, Katherine... No eres nada, ni nadie. Y menos en este sótano. Aquí, no eres la Princesa de los Mares, sino una sucia esclava que está bajo mi poder.

Su mano tiraba firmemente de mi pelo, por lo que el dolor aumentaba.

- Tal vez ya sea hora de dejarte claro quien soy yo, y quién eres tú ahora.

Fruncí los labios y cerré los ojos, tratando de frenar las lágrimas. Noté de pronto que acariciaba mi mejilla con su nariz, y las nauseas aparecieron cuando su mano rozó mi cintura. Me mordí la lengua, tratando de no llorar, ni de moverme.

Pero de pronto, me agarró del vestido, y me tiró al selo con fuerza.
Gemí al clavarme los cristales en las palmas de las manos. Vi cómo la sangre manchaba el suelo, pero no tuve tiempo de quitarme los cristales, ya que su patada llegó inesperadamente, hasta golpear mis costillas. Me retorcí del dolor, gimiendo, y sin poder moverme más por las cadenas.

- Por favor... -susurré. -Ya se lo dije, no le hagan daño por mí, no me utilicen como arma para su dolor... Ya le dije que haría lo que me pidiese.

- Lo sé, pero parece que se te olvida. Esta no es una conducta propia de una esclava, ¿me oyes?

Asentí levemente, frunciendo los labios.

- ¡¿Me oyes?! -exclamó, volviendo a pegarme una patada, esta vez en el estómago.

Me encogí de dolor, y creí que moría.

- Sí... -musité, ahogando los gemidos.

Se dio la vuelta, y se marchó, llevándose la única luz de esa habitación, dejándome ahí, dolorida y con cortes en las manos.


***

(Jacob)

El dolor era insoportable. Tenía el ojo derecho hinchado y morado, y me costaba ver. Me sentía muy débil. Pero ahí estaba el recuerdo de Kathy, para mantenerme con vida.
Aún seguía con las manos atadas en la barra de metal, y eso aumentaba el dolor. Tenía los músculos de los brazos entumecidos, ya no los sentía.

De pronto, la puerta se abrió, después de correr los dos pestillos, y entró en la habitación una criada con toallas y un barreño con agua.

- El señor me ha dicho que limpie la sangre de las heridas.

Aburrido, contesté:

- ¿Por qué?

-Me dijo que no quería que murieras por esa paliza, que aún te tenía muchas sorpresas.

Mi corazón se paró por un momento.

- ¿Ha mencionado a Katherine...? -pregunté con un hilo de voz.

- No cuando me lo dijo, pero he oído que hablaban de ella. Lo siento.

Suspiré, cerrando los ojos.
Me mataba que la estuvieran haciendo daño, y más aún si no sabía qué.

- ¿Sabes algo de ella? -pregunté, mientras la criada empapaba en agua una toalla.

Sacudió la cabeza, mientras negaba.

- El señor me ha dicho que no puedo hablar con usted... -susurró, muy bajo, mirando a la puerta. -Pero estoy segura de que el señor le contará cómo está Katherine... Se lo aseguro.

- Para hacerme sufrir... -musité.

- Es probable.

Fruncí los labios, asintiendo. Mi Green. Mi ángel, mi vida. Mi amor. Ella estaba sufriendo, estaba seguro. La estaban haciendo daño, y yo no estaba ahí para impedirlo, ni para protegerla. Eso era lo peor de aquella tortura.

La criada me limpió la sangre de las heridas, aunque el dolor no se iba.

- Siento no poder ayudarle más, pero el señor me ha dicho que sólo limpiar las heridas.

- No pasa nada. -contesté, y la dediqué una triste sonrisa.

Aquel dolor físico era el menor de mis problemas en aquel momento. Kathy era el mayor.
Porque yo era un chico, y lo máximo que podían hacerme era torturarme mediante palizas. Pero ella era una mujer. Demasiado guapa. Y estaba en manos de una rata de alcantarilla, un hombre que estaba seguro de que babeaba ante cualquier joven.

Kathy... Kathy no se merecía eso. No.

***

(Katherine)


No había dejado de llorar. Parecía que mis lágrimas eran inagotables. Al igual que el dolor y el sufrimiento. Me intenté incorporar, y no pude reprimir un gemido cuando al intentarlo, los cristales se hundieron más en mi piel.

Una vez sentada, con las costillas doloridas, traté de sacarme los cristales, aguantando los gritos. Me limpié los cortes con la tela del vestido, que se tiñó de rojo. Observé las profundas heridas, esas que producían tan intenso dolor. Pero me daban igual. Porque sólo pensaba en Jacob. Mi Jake. ¿Estaría demasiado mal...?

Pero sabía que el daño físico no le importaba. Sabía que lo que realmente le dolía era mi estado. Y eso era lo peor de todo.

Me arrastré hacia la pared, tanteando el suelo, y apartando con dificultad las esquirlas de cristal, hasta palpar la fría pared de piedra. Apoyé la frente y una mano, y cerré los ojos, intentando relajarme.

- Quiero salir de aquí... -musité.

Comencé a tirar de las cadenas, sin parar, a un ritmo lento pero firme, creyendo que así conseguiría algo, por mínimo que fuera.

Pero mis fuerzas eran muy bajas, y no servía de nada, pero yo seguía. Seguí hasta que los grilletes me dejaron marca en las muñecas, hasta que me dolió tirar.

- Maldita sea... -dije en voz alta. -¡Sácame de aquí!

¿Acaso creía de verdad, que me iba a liberar, así, por las buenas?

¡Premio! ^^

Bueno, mi sorpresa ha sido enorme al ver que Queen A (La Décima Secta) me ha nominado! ^^ Ha sido como... Wow, qué honor. En serio.
Y debo responder a:

11 cosas que Queen A quiere saber sobre mí para acosarme:


- ¿Cuál es tu película favorita?

   Pues, la verdad es que no sabría decir una... "Cuando te encuentre", y "Lo imposible". Sí, esas.

- Cuando comes helado, ¿de qué sabor lo pides?

   Interesante pregunta... De menta ^^

- ¿Celebras Halloween? Si lo celebras dime cómo y si no explícame por qué.

   Sí, sí que lo celebro. Normalmente me disfrazo con mis amigas, y vamos por las casas exigiendo caramelos... MUAJAJAJA.

- ¿Qué libro te hizo llorar mientras lo terminabas porque no querías terminarlo? 

   Muchos libros me han hecho llorar por su argumento, pero por no querer terminarlo, que yo recuerde,  "Memorias de Idhún", "Donde los Árboles Cantan" y "Sinsajo". Sé que no es uno, pero bueno... jaja.

- ¿Cuál es tu asignatura preferida? ¿Por qué?

   Inglés. Porque me encanta el inglés, básicamente.

- Si pudieras ser amigo de cualquier persona que quisieras en el mundo, ¿a quién elegirías?

   Bueno, pues principalmente, me encantaría ser amiga de Taylor Swift *_* Pero si preferís os digo alguien que no sea famoso... De un chico que vi este verano en el hotel al que fuimos de vacaciones.

- ¿Te has enamorado alguna vez? ¿Qué se siente? 

   Creo que sí. ¿Que qué se siente? Que sólo te importa esa persona. Tus ganas de verle son tan grandes... Sólo piensas en estar con él, en pasar un rato a su lado. Cuando le ves, nada existe. Y todo el mundo lo dice, pero es verdad; cuando te sonríe, te sientes la persona más feliz del mundo.

- ¿Por qué decidiste ponerte a escribir un día? 

   La primera vez que escribí fue porque tenía una idea, y simplemente quería escribirla... Pero después de eso, escribo para evadirme de la realidad, porque me ayuda. Mientras escribo, me olvido de todo, en las palabras centro mis sentimientos, y nada me importa; sólo lo que estoy escribiendo.

- ¿Te gusta ir de compras? Es decir, ¿eres una fashion victim, como yo? 

   Pues sí, la verdad. Me encanta ir de compras, para qué negarlo jajaja.

- ¿Has pensado alguna vez en el día de tu muerte? Dime cómo te gustaría morir. 

   Pues es probable que alguna vez, pero no mucho, porque prefiero pensar en el presente, en conseguir lo que quiero. Sinceramente, me gustaría morir por la edad. Simplemente morir porque ya sea muy mayor, y no sufrir mucho.




11 cosas que quiero saber sobre vosotros:

- ¿Podrías decirme un sólo libro favorito? ¿Cuál?

- ¿Cuando comenzaste a escribir?

- ¿Te has enamorado alguna vez?

- ¿Tienes cantante/grupo favorito? ¿Cuál? Dime una canción.

- ¿Echas de menos a alguien?

- ¿Cuál es tu sueño?

- ¿Cuál es tu actividad favorita?

- ¿Crees en el amor?

- ¿Podrías decirme una sola película favorita? ¿Cuál sería?

- ¿Cuál es tu color favorito?

- ¿Y tu número? ¿Tienes número favorito?


Y nomino los siguiente blogs ^^


BethKatil , por Carol.

Mi Pequeño Sinsajo , por Matniss EverRuiz.

En El Juego De Mi Vida, por Criskti. 

Ma Chérie Lady Artiste, por Lucia A. Pourtier.


Y no hace falta decirte, Queen A, que tú también estás nominada ^^

jueves, 1 de noviembre de 2012

DDM: Capítulo 47

Hola a todos!
Aquí os dejo el capítulo 47, y como siempre os digo, espero vuestras opiniones :)




La furia incontrolada, se transformó en un miedo inmenso, y eso se reflejó en mi temblor violento. No podía dejar de llorar, y mi pulso estaba tan acelerado, que parecía un flan.

Temía por mi vida, por lo que me pasaría en aquel lugar. Añoraba mi carácter frío y duro, añoraba a esa Kathy valiente que salía de todos los aprietos victoriosa; pero no sabía dónde estaba.

La necesitaba, porque tenía que ser fuerte, e intentar encontrar una solución. Pero a pesar de todo, no le iba a ser fácil dominarme, ni matarme. Porque iba a luchar por mi vida, aunque fuera simplemente por no darle el placer de verme muerta. No me iba a rendir tan pronto, no aún, porque todavía tenía fuerzas.

Le iba a demostrar que la sangre Marina no era tan fácil de eliminar... Pero paré mis pensamientos.
Si yo moría, al igual que Jacob, la sangre Marina no desaparecería. No si Diana seguía viva.
Pero jamás se lo iba a confesar a ese hombre.

En aquella habitación hacía demasiado frío, y eso no mejoraba mi situación.

Y de pronto, en ese momento, la luz de aquella habitación desapareció por completo, dejándome a oscuras. Giré la cabeza, justo para ver cómo la ventanita era tapada.

- ¡¡No!! -grité, aterrada de quedarme ahí para siempre.

Pero mi grito no valió para nada, porque las sombras me rodeaban. Suspiré temblando, y apoyé la cabeza en la pared. Aquello iba a ser una verdadera tortura, y esperara que no hubiera daño físico...

Aparté esos pensamientos de mi mente, sustituyéndoles por Jacob.

- Jake... -musité.

Sus ojos verdes inundaban mi mente cansada, su sonrisa me hacía creer que aún había esperanza, para salir y buscarle.
¿Pero y si él ya había...?
No quería ni pensarlo. Sacudí la cabeza, y cerré los ojos, apoyada en la pared, ligeramente inclinada. Lo único que podía hacer era dormir, entre aquella siniestra oscuridad.

***

(Jacob)


- ¿Qué se siente ahora? -exclamó.

- No... no siento nada. -contesté.

Su puño cerrado volvió a golpear mi mejilla con demasiada fuerza, pero yo me mantuve firme. No iba a demostrar que esa paliza estaba siendo demasiado.

Notaba la sagre rodar por mi piel, mi ceja abierta con una enorme brecha, el labio inferior partido, ardor en la mandíbula, intenso dolor en las costillas, la espalda y el estómago. Pero el recuerdo de Kathy me hacía seguir a flote.

- Mírate... Ya no pareces el Príncipe de los Mares; sólo un hombre moribundo, un criminal que está obteniendo su castigo.

Bajé la mirada, con los ojos entrecerrados. Tenía las manos en alto, atadas a una barra de metal.
Al no obtener respuesta, recibí una fuerte patada en la cara, lo que me hizo gemir ligeramente. Escupí sangre, y jadeé.

- ¿Qué se siente ahora, eh? Ser un ser inferior, estar en la manos de alguien que te va a matar.

- Dais pena... -contesté. -Mucha...

Volví a escupir a sus pies, casi sin fuerza.
La paliza estaba siendo brutal.

- Qué gracioso...

Esta vez, su patada fue directa a mis costillas, y sentí que moría.

- ¿Y tu Princesa? Me pregunto qué la estarán haciendo ahora... -rió.

Apreté la mandíbula, sin importarme el dolor que eso conllevaba y cerré los ojos. Kathy, my Kathy. Ojalá estuviera bien.

El hombre se arrodilló ante mí, y me cogió de la barbilla, para que elevara el rostro hacia él.

- Es una joven muy hermosa, ¿sabes? Es difícil mantenerse alejado de un dama de esa belleza... Seguro que se lo pasará genial con ella. -susurró en mi oído.

Sus palabras me hicieron temblar de rabia, y sin pensarlo dos veces, le pegué un cabezazo, aunque sin mucha fuerza. Eso le apartó de mí instantáneamente, acariciándose la frente.

- Ni se te ocurra decir eso. -jadeé, mientras la ira hervía en mi interior.

- Tú no estás para protegerla, Príncipe. Y puedo hablar de ella como y cuando quiera. Lamento que te moleste.

Cerré los ojos con fuerza, para no centrarme en sus palabras. La ira hacía que mi corazón latiera con fuerza sólo de pensar en Kathy y lo que podría hacerla ese hombre...
Y era verdad. Yo no estaba ahí para impedirlo, pero deseaba que ella fuera fuerte, y resistiera. Y lo intentara impedir; que recuperara su carácter frío y valiente.

- De todas maneras, no te preocupes, te mantendremos informado, ya que vemos que ella te importa mucho...

Maldita sea.
Ya no había nada que hacer.
Eran unas sucias ratas, que utilizarían mi amor por Kathy para destruirme. Estaba seguro de que la harían lo peor, y me lo dirían.
Mierda.

Me quedé en silencio, para dar a entender que no me importaba.

- Así no conseguiréis nada. -susurré.

- Ya, bueno. El caso es que ambos debéis morir. -se acercó a mí, y se arrodilló frente a mí. -Y está claro que el que disfrutará más haciéndola sufrir, es el que la tiene presa. Lo lamento, Jacob.

Movido por la rabia, me intenté levantarme, y fui suficientemente rápido, para pegarle un rodillazo, que le hizo encogerse.

- Kathy no se merece eso. -gruñí, entre jadeos de dolor.

Volví a caer de rodillas al suelo, y entrecerré los ojos.
No obtuve respuesta, sino algo peor. El hombre se levantó, y la paliza retomó su curso. Por suerte, no volvió a mencionar a Kathy.

Los puñetazos y las patadas, junto a los rodillazos, me dolían como si fuera la primera vez.
Pero yo sólo pensaba en Katherine.

Mi Kathy...

***

(Diana)


El miedo se había apoderado de mí. Daba las gracias por tener, al menos, a Gwendolyn a mi lado.

- Gwen, tengo mucho miedo...

- Tranquila, Di. No nos pasará nada. -susurró.

Me envolvió en sus brazos, y me apoyé en su hombro, llorando en silencio.

- ¿Qué nos va a pasar?

- Nada, Di, estaremos bien. -respondió, no muy convencida.

Pero en su voz no había ni rastro de miedo.

- ¿Tú no tienes miedo...?

- No. -contestó secamente. -Para nada.

Cerré los ojos, mientras el labio inferior me temblaba por el llanto.

- ¿Y Kathy, y Jacob...?

- Ellos... no lo sé. No sé qué les pasará, ni qué será de ellos. Pero ahora, aunque te cueste, debes olvidarte de ellos, y pensar en ti, en mantenerte viva y a salvo.

Sus palabras resonaron en mi mente, mientras el carro se tambaleaba a causa de las piedras.
La mina no era un destino tan malo, me dije.

Pero no era eso lo que me preocupaba.

Era mi bebé.

***

(Katherine)


Estaba acostumbrada a la oscuridad, y eso ya no era lo peor. Era la intensa sed, y el rugir de mis tripas muertas de hambre.

Habían pasado tres días, según me había dicho el hombre, pero por ahora, esa era mi única tortura; no comer, ni beber, ni ver la luz.

Pero era horrible.

Me encontraba algo débil, más por la deshidratación que por el hambre. Y a pesar de que gritara, nadie venía.

- ¡¡Por favor!! -grité, mientras mi voz se quebraba.

Decidí parar, abatida, y cerré los ojos.
Sabía que podía aguantar mucho sin comer, pero sin agua, aguantaría como mucho cinco o seis días... Y ya iba por el tercero.

No podía parar de pensar en Jacob, ni en Diana, ni en Gwendolyn. Ni en Dan, y bueno, ni en Elizabeth. En qué les estaría pasando...

De pronto, el sonido metálico del pestillo me sacó de mis pensamientos. Por primera vez, ansiaba la presencia del hombre, por si traía agua.

- He oído que gritabas, Princesa.

Me quedé en silencio, sin moverme, mirando al hombre. Traía una vela, y deseé poder ver la luz del día. No me valía con ver esa luz artificial.

- Ten... tengo sed... -susurré.

El hombre rió, y asintió.

- ¿Te crees que te iba a dejar morir de inanición? Por favor, con eso no me lo paso bien... Prefiero verte sufrir de otras maneras, Katherine. -me acarició la mejilla y susurró en mi oído. -Eres una dama, y esa forma de morir es demasiado... suave.

Su malvada risa resonó en toda la habitación, mientras se levantaba. Salió de la habitación, cerrando la puerta sin pestillo.
Ojalá pudiera liberarme, y salir corriendo...

- Jacob... -susurré. -Ayúdame. No dejes que me haga daño...

Una lágrima rodó por mi mejilla, porque esas palabras se quedarían conmigo en esa habitación. Sabía que Jacob no podía venir a ayudarme, y que ese monstruo me haría sí o sí daño, hasta matarme.

A los pocos minutos, me obligué a mantenerme firme, ya que la puerta volvía abrirse, dejando pasar al hombre, con una copa de agua.

- Aquí tienes, Princesa.

Alcé las manos temblorosas, y me bebí el agua con desesperación, hasta acabarme la última gota.  Pero eso no había servido para saciarme.

- Te estoy tratando demasiado bien, Princesa, deberías agradecérmelo.

Yo desvié la mirada, cerrando los ojos.
¿Agradecerle qué? ¿Dejarme sin beber ni comer durante tres días, mantenerme en un sótano oscuro y frío? No.

- Te estoy hablando, cielo.

Me colocó una mano en la mejilla, acariciando mi piel, lo que me produjo un escalofrío. Sus dedos acariciaron mi mejilla, y llegaron hasta mi cuello.
No. Le aparté de un empujón.

- Aléjate de mí.

- Esa no es forma de agradecérmelo, Princesa. No te lo recomiendo.

- ¿Agradecerte qué? ¿Que me tengas en un sótano, a oscuras, sin agua ni bebida?

El hombre rió, y me quitó el pelo de la cara, pero me aparté de él.

- Exacto. Porque aún no me estoy divirtiendo, ¿entiendes? Aún no te he dejado sin respiración por una paliza, aún no te he tocado. Deberías estar agradecida por eso.

- Nunca. -gruñí.

- Se nota que te gusta sufrir, querida. Pues tendrás tu merecido. Estoy harto de intentar ser bueno. Ya me toca divertirme por verte sufrir, Princesa.

Su voz me hizo temblar; llena de furia, de ira, con sed de venganza.

- No te tengo miedo... -susurré firmemente.

- Lo tendrás, Princesa, créeme. Voy a hacer de tu vida un auténtico infierno, vas a sufrir tanto, que vas a desear estar muerta.

- Una paliza no me hará desear estar muerta... -contesté.

- Recuerda una cosa, Princesa. Todo lo que estás diciendo, va a repercutir en el futuro, y todo lo que te haga, no sólo te va a hacer daño a ti. -hizo una pausa, en la que sonrió con maldad. -También a Jacob, al que pondremos al corriente de todo.

- No... -gemí. -No, por favor. ¡No!

- La cosa cambia, ¿verdad? Ya no hay vuelta atrás, lo dicho, dicho está. Tú sufrirás por mi culpa, y Jacob sufrirá por la tuya.

- No, por favor, eso no... Se lo ruego, haré lo que quiera, prometo que no me resistiré, pero no haga eso, por favor... No le haga eso a Jacob... -sollocé.

Jacob era mi punto débil. Y habían dado con él.

- Ya no eres tan valiente, ¿eh? -rió el hombre. -Eres como todas. Pero no eres nada, esa es la realidad. Ya te dije que conmigo, debías ser buena y obediente.

Y de pronto, se abalanzó sobre mí, agarrándome del cuello. Me levantó con lentitud y fuerza, hasta que estuve de pie. El aire no me llegaba, y traté de retirar su mano de mi cuello, pero era casi imposible.

- Y esto no es lo peor que puedo hacerte, preciosa.

Me dejó coger aire, y caí al suelo, temblando, y respirando con dificultad.
Pero me daban igual sus palabras. Yo sólo pensaba en rogarle que dejara a Jacob.

- Por favor... -gemí. -No le haga eso a Jacob, se lo ruego... Haré lo que me pida, pero prométame que no le dirá a Jacob nada...

"Eso le mataría. Sería más letal que cualquier paliza, lo sé".

- ¿Lo que te pida? ¿Sin resistirte? -sonrió. -Me lo pensaré, Princesa.

Cerré los ojos, asintiendo lentamente, a duras penas. Aquello iba a ser más difícil de lo que creía.
Se arrodilló a mi lado, y me agarró del pelo. Pegó su nariz a mi cuello, y aspiró con fuerza.

- Sin resistirte, ¿verdad? -susurró cerca de mi oído.

Yo me mordí la lengua, con los ojos cerrados para contener el llanto, y asentí con lentitud.

- No te oigo, preciosa.

Fruncí los labios, mientras una lágrima rodaba por mi mejilla. La voz no me salía. Demasiada presión.

- Sí... -musité, apenas audible.

- Así me gusta...

Me agarró de la barbilla con violencia, hasta obligarme a mirarle.

- Obediente eres más hermosa aún, Princesa.

Su voz me provocó arcadas.
Y por suerte, se apartó de mí. Se levantó del suelo, y se alejó, marchándose por donde había venido. Cerró la puerta con pestillo, y aquel sonido metálico fue la chispa que encendió mi llanto.

Me dejé caer al suelo, pegando mi mejilla al frío suelo, dejando que las lágrimas salieran, vaciándome por dentro.