Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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domingo, 29 de septiembre de 2013

DDM: Capítulo 83

¡Hola a todos!

Lo primero de todo es pediros perdón por haber tardado tanto, pero es que finalmente, conseguí que mi viaje fuera bien, y aquí estoy, al otro lado del charco. Intenté meterme en Blogger antes, pero por culpa de mi situación geográfica, Blogger creía que me estaban robando la cuenta... Pero hoy por fin he conseguido meterme, así que he decidido subir el capítulo 83. Espero que os guste, de verdad (y no estaría mal conocer vuestras opiniones en los comentarios, ya sabéis que siempre me animáis el día, y eso, ahora mismo, no me vendría nada mal...) :)

También quiero que sepáis que a pesar de mi ausencia, he leído todos los capítulos que habéis ido subiendo en vuestros blogs, pero no podía comentar por ese problema de Blogger y mi situación actual... ;)

En fin, espero poder tener más tiempo, al menos para ir escribiendo los siguiente, porque me sabe fatal estar fuera tres meses y dejaros colgados. Así que voy a hacer todo lo posible por subir con frecuencia (bueno, lo voy a intentar, pero no prometo nada...) Y sin más dilación, os dejo con el capítulo 83...

¡Espero que os guste! :)








Salió de la embarcación pero se quedó parada en medio de la rampa de madera que llegaba hasta el muelle y entonces se giró para comprobar que nadie la seguía. Entorné la puerta de mi escritorio con rapidez, deseando que no me hubiera visto. Esperé unos segundos antes de abrirla levemente para ver si seguía mirando. Suspiré de alivio en cuanto vi que seguía con su camino.

Pensé en pararla y preguntarla, pero decidí seguirla sin que se diera cuenta debido a la curiosidad que sentía. ¿Dónde iba Liv a aquellas horas de la noche? Porque, si no estaba equivocada, era aproximadamente medianoche.

Antes de salir me enfundé la gabardina marrón de cuero que había conseguido recientemente y me calcé las botas y salí de mi escritorio sin hacer ruido, dejando atrás a un Dan profundamente dormido.

Corrí por la cubierta con sigilo para no perder de vista a Liv y después bajé la rampa hasta llegar al muelle que crujió bajo mi peso. Me quedé quieta durante unos segundos, con la vista fija en Olivia, pero no pareció haberlo oído, así que seguí trotando a varios metros de ella.

Entonces Olivia se paró, y yo corrí a esconderme tras la pared de un edificio. Oí su voz, supe que estaba hablando, pero estaba demasiado lejos como para saber qué es lo que decía. Me asomé ligeramente, lo suficiente para confirmar que sí estaba hablando. Y vi la sombra de otra figura frente a ella, oculta por el propio edificio en el que me escondía.

No sabía qué hacer. ¿Con quién hablaba? ¿Para qué? ¿Y por qué a medianoche? Comencé a imaginarme historias terrorífica y me obligué a parar. Liv era lo suficientemente madura como para saber lo que hacía.

Pero aún así, necesitaba saber qué estaba ocurriendo.

Agucé el oído y pude oír la voz de Olivia:

- Ten cuidado...

No estaba segura de si era eso lo que estaba diciendo, o se lo estaba imaginando mi cerebro.

- Lo sé. -contestó la voz... masculina.

No podía asegurar que había dicho eso, pero sí sabía que era una voz masculina. Y la oí tan de pasada que no la reconocí. ¿Por qué iba Liv a decirle a un desconocido que tuviera cuidado?
Entonces oí pasos acercándose a mí y supe que habían terminado su conversación nocturna.

Me pegué a la pared del edificio, y cuando vi aparecer a Olivia, la agarré de la muñeca y se sobresaltó de tal forma que por poco me empuja contra la pared.

- Me has asustado. -murmuró, respirando con rapidez.

- ¿Con quién hablabas, Olivia? -pregunté.

Se quedó callada durante unos segundos.

- Un hombre. -contestó. -Quería saber cuando podía hablar contigo para pedirte ayuda sobre un asunto... Ya sabes, para ver si podías repartir justicia. -completó, tratando de sonar graciosa.

- ¿Cómo se llamaba?

- Garrett, si le he entendido bien.

- ¿Y le has dicho que la Princesa de los Mares está disponible durante el día y no a medianoche? -inquirí, caminando hacia donde habían hablado Liv y el tal Garrett.

Miré hacia ambos lados de la calle, tratando de ver alguna figura lejana, pero no había nadie. Ni rastro del hombre; había desaparecido. Después me giré hacia Liv, y la miré con preocupación. No me acababa de creer lo que me contaba.

- Olivia, prometo que no me meteré en tus asuntos, sé que eres lo suficientemente mayor y lista, pero... dime que no estás metida en problemas. Prométeme que estás bien.

- Estoy perfectamente, no estoy metida en problemas. Te he dicho la verdad. Ese tal Garrett quería una consulta, me le encontré después de arrestar al ladrón, y me dijo que quería verme aquí y a medianoche.

- ¿Y has acudido a su encuentro, así sin más? Liv, podría haberte pasado algo... -murmuré, con un ligero toque de angustia.

No podría soportar que la pasara algo malo.

- Tienes razón. -acabó por decir, bajando la mirada. -Ha sido muy imprudente por mi parte... Supongo que debo dejar de confiar en personas desconocidas... Perdona, he sido muy irresponsable. Pero lo importante es que no me ha pasado nada, ni me ha hecho nada.

Suspiré, cerrando los ojos, mientras asentía.

- Volvamos al barco, es muy tarde.

Caminamos en silencio hasta llegar al muelle. Yo no podía evitar sentirme intranquila, a pesar de que Olivia me había asegurado que todo estaba bien y que no estaba metida en problemas. Lo que había ocurrido había sido demasiado extraño y confuso. Y si Liv decía la verdad, ¿por qué le había dicho que tuviera cuidado a ese tal Garrett?

- Por cierto... -comenzó Olivia, sonriendo. -¿Me has seguido? ¿Me has estado espiando?

- Bueno, oí ruidos y no sabía quién era, así que me asomé y... eras tú.

Sabía que no estaba bien eso de seguir a la gente, y menos cuando estaba claro que no querían que se les siguiera...

- Y decidí seguirte. Pero deberías estarme agradecida, porque si al final hubiera sido una trampa, yo habría podido salvarte... -añadí, con una sonrisa.

Olivia se encogió de hombros a modo de respuesta y por fin llegamos a mi barco. Nos despedimos en la cubierta, y antes de que se metiera en la bodega, le dirigí una mirada de advertencia, para que le quedara claro lo que pensaba de su escapada nocturna.

Seguidamente me metí en mi escritorio con sigilo para no despertar a Dan. Me quedé apoyada en la puerta durante largos minutos, observando cómo su pecho subía y bajaba con lentitud. Convenciéndome de que era todo lo que necesitaba, y de que él se merecía algo mejor. Una versión mejorada de mí misma.

Me tumbé sobre la cama, a su lado, y me tapé con las sábanas sin hacer mucho ruido. Suspiré y cerré los ojos, deseando que las pesadillas se hubieran acabado por aquella noche.

Y en efecto, las pesadillas no me molestaron.


                                              ***


Al día siguiente, cuando me desperté, Dan seguía dormido plácidamente. Era extraño, pues siempre se levantaba antes que yo. Decidí no despertarle.

Me cambié de ropa con rapidez, me peiné ligeramente el pelo con los dedos y salí del escritorio. Parte de mi tripulación ya estaba sobre la cubierta, tratando de despertarse del todo.

Cuarenta minutos después, Dan salía de mi camarote, vestido y peinándose levemente el pelo. Me sonrió y se acercó a mí, con paso firme y decidido.

- Buenos días.

- Buenos días, dormilón. -contesté.

Su sonrisa se hizo más amplia y seguidamente me besó de manera fugaz.

- He estado pensando que quizá esté bien quedarse aquí otro día. -hice una pausa, barajando la posibilidad de hablarle de lo que ocurrió ayer. -Ya nos iremos mañana, o esta misma noche si prefieres.

Dan enarcó las cejas.

- ¿Algún motivo en especial? -inquirió, ladeando la cabeza.

- Ayer por la noche... vi a Liv saliendo del barco a medianoche. La seguí y la vi hablando con alguien. Después me explicó que era un hombre que quería hablar conmigo para hacer una consulta, así que es probable que aparezca hoy... No sé, tal vez fuera importante lo que necesitaba...

- Suena extraño. -respondió Dan. -Pero haremos lo que nuestra capitana desee. Tenemos derecho a quedarnos en cada ciudad el tiempo que queramos, así que...

Sonreí, y esa vez fui yo la que le besó.

Por la mañana no teníamos nada que hacer, así que Dylan me ofreció dar una vuelta por el puerto, junto a Diana, para pasar el rato. Yo acepté, y a Dan no pareció importarle.

Olivia no se unió a nosotros, ya que decía que quería estar con Marcus y cuidar de la pequeña por Diana para que pudiera disfrutar. Nadie contradijo sus palabras.

Caminamos durante varios minutos hasta llegar a una pequeña playa solitaria, cerca del puerto, que más que arena tenía rocas. Decidimos sentarnos al borde de una de las rocas y hablamos de cosas sin importancia.

Por un momento, me olvidé de lo de anoche, de si Liv estaba a salvo o no, y me limité a reír y a disfrutar junto a Dylan y Diana.

- Era pescador. -contestó Dylan a la pregunta que había formulado Diana: "¿En qué trabajabas antes?". -Sí, -añadió, entrecerrando los ojos. - era un trabajo bastante duro, así que lo dejé.

- Seguro que no tanto como el de ser madre... -murmuró Diana, soltando una débil carcajada, tratando de liberarse de la tensión de sus últimos meses de vida con la pequeña Kathlyn.

- Tienes razón, ese trabajo está en el puesto número uno de dureza. -comentó Dylan, sonriendo. -¿Y tú, Katherine? He oído que te gusta mucho el agua... -dijo con voz burlona.

- Bueno, depende... -quise contestar.

Pero no llegué a completar la frase, porque Dylan se levantó con rapidez y me rodeó con sus fuertes brazos, levantándome de la roca. Grité, riendo, exigiéndole que me soltara, pero hizo caso omiso de mis palabras.

Llegó hasta el borde de la roca, sin soltarme, y supe cuál era su intención. Tal vez demasiado tarde, porque cuando quise decirle que ni se le ocurriera, me lanzó por las aires y dejé de sentir sus brazos rodeando mi cuerpo.

El agua estaba congelada, y se me cortó la respiración. Salí a la superficie, jadeando por el frío. Quise parecer seria y enfadada, pero al final me eché a reír, nadando hasta la roca. Me impulsé con las piernas y me senté en la roca, mientras me pasaba las manos por el pelo para escurrirlo. Entonces vi que Diana también se había levantado, y que comenzaba a saltar de roca en roca para alejarse de Dylan que al parecer quería tirarla al agua también.

- ¡¡Corre, Diana!! -la animé, terminando de escurrir el agua de mi cabello.

Me temblaba el cuerpo, pero casi no notaba el frío. Les vi llegar a parte de la playa que era arenosa, y entonces Dylan consiguió atrapar a Diana. La alzó del suelo con aparente facilidad y se metió en la orilla hasta que el agua le cubrió las rodillas, y seguidamente tiró a Diana, que cayó al agua lanzando un chillido, el cual quedó ahogado al sumergirse entre las olas.

Me froté los brazos, tiritando, y comenzando a notar el frío mordiéndome la piel como si fueran pequeños puñales. Caminé sobre las rocas, sin sentir los pies, por lo que estuve a punto de caer varias veces. Finalmente llegué a la playa, y vi cómo Diana reía y agarraba de las manos a Dylan, tratando (sin éxito) de vengarse y hacer lo mismo.

Y mientras les miraba, mientras veía cómo se reían y cómo se sonreían el uno al otro, tuve la sensación de que existía una conexión especial entre ambos.


                                                  ***


- ¿No me vas a perdonar...? -susurró Dylan, poniendo un tono falso y forzado de tristeza.

Sacudí la cabeza, riendo, mientras me frotaba los brazos para entrar en calor. La gente nos miraba raro, y no era de extrañar; estábamos calados hasta los huesos. Caminábamos de vuelta al barco, después de que entre Diana y yo consiguiéramos tirar a Dylan al agua.

Me pasó un brazo por los hombros, arrimándome a él.

- ¿No? -inquirió, haciendo pucheros.

Sacudí la cabeza, tratando de contener la risa. Puede que diera otra sensación distinta, pero aquel gesto de pasarme el brazo por los hombros no era más que algo amistoso. Y Dylan y yo lo sabíamos, así que en realidad me daba igual lo que la gente pensara.

- Bueno, no insisto porque sé que eres muy cabezota, así que paso a Diana.

Solté una alegre carcajada, observando cómo hacía lo mismo con Diana. Igual, pero con una diferencia; cómo la miraba.


                                           ***


Nada más llegar al barco, corrí hacia mi escritorio para cambiarme de ropa y poner a secar la otra. Tenía un conjunto de tres toallas en el armario, por si acaso, así que usé una quitar el exceso de agua de mi pelo (otra vez). Inconscientemente, fui a mirarme al espejo dorado de mi madre, y me encontré con el marco vacío. Suspiré, odiándome por aquella noche en la que lo rompí. No tenía ni idea de qué valor tenía, y odié aún más mi cerebro por haber perdido la memoria. Nada de eso debió haber pasado.

Cerré los ojos y me giré, secando mi pelo con la toalla áspera y desgastada. Entonces vislumbré algo debajo de la almohada, sobre la cama. Me acerqué, confundida. Levanté la almohada y dejé al descubierto un papel cuidadosamente doblado en dos partes completamente simétricas. Parecía nueva. La cogí y la desdoblé, invadida por la curiosidad.

"¿Por qué no me esperas esta noche en el bosque que hay justo al salir del puerto, bordeando la costa? Supongo que ya sabrás quién soy, pero aún así mantén el misterio. No digas ni una palabra, quiero que esta noche sólo estemos tú y yo. ¿Serás capaz de ocultárselo a Liv? Te quiero."

Nada más terminar de leerla, sentí el rubor extendiéndose por mi rostro. Sí, sin duda sabía de quién era. Sonreí tontamente, mientras me imaginaba a Dan escribiendo esa nota. "¿Serás capaz de ocultárselo a Liv?". Estaba claro que me conocía demasiado bien...

Doblé la nota, sin dejar de sonreí, y la guardé en un cajón de mi mesa. Suspiré, y después de respirar varias veces para calmar la emoción de después de leer la nota, salí fuera. Aún seguía teniendo frío, pero estaba demasiado concentrada en desear que llegara la noche como para ser consciente de ello. La verdad es que me emocionaba la idea de pasar más tiempo a solas con él, y olvidarme del mundo entero.

Dan estaba hablando con otro joven tripulante, Josh, y cuando me vio salir, me dirigió una mirada traviesa y divertida. Yo le sonreí, alzando las cejas y me metí en la bodega, donde me encontré a Dylan sosteniendo entre sus brazos a la pequeña Kathlyn. Diana miraba a su hija de manera tierna, y Liv y Marcus sonreían por detrás.

Aquella situación reforzó mi idea sobre su vínculo; pensé que quizá, Dylan podría hacerla feliz.


                                            ***


Por la tarde, no recibimos ninguna consulta, y menos de aquel tal Garrett, lo que me hizo tener un mal presentimiento sobre la "explicación" de Liv. Ella misma me había dicho que los secuaces de la reina podían aparecer en cualquier momento, y por ello no debía confiar en nadie... Pero todas esas dudas que me aterraban, se vieron eclipsadas por el hecho de que la noche llegaba, y con ella mi encuentro "secreto y misterioso" con Dan. Pensé en que podía aprovechar aquella noche para hablar con Dan sobre el tema de que podíamos estar en peligro...

Cuando estuve segura de que fuera estaban todos dormidos, salí de mi escritorio y deslicé la mirada por la cubierta. Todo estaba oscuro y silencioso y me apresuré, ya que Dan debía estar esperándome; hacía una hora aproximadamente que había desaparecido. Bajé la rampa de madera hasta llegar al muelle, y sin perder tiempo, aceleré el paso para salir del puerto. Me arrebujé en la gabardina que llevaba sobre los hombros para protegerme del frío. El cielo estaba cubierto de nubes, así que no alcanzaba a ver las estrellas.

Minutos después de caminar entre la oscuridad, saliendo del puerto, divisé el pequeño bosque que lindaba con la costa. Apreté el paso, hasta llegar a la primera fila dispersa de árboles, y me interné en el oscuro bosque.

La humedad del aire se me pegaba a la piel del rostro formando una capa ligeramente pegajosa. Me obligué a caminar con decisión, tratando de esquivar las raíces de los árboles que surcaban la tierra, sembrada de largas sombras. Miré a mi alrededor, buscando algo, algo que me indicara que me acercaba, pero sólo encontré oscuridad y silencio. Los ojos castaños de Dan aparecieron en mi mente y me calmé.

Me alisé la camisa, a pesar de que no tenía ni una arruga, y estiré los cordones que ciñeron un poco más el corsé sobre mi torso, para después cruzar la gabardina sobre mi pecho. Y mientras lo hacía, me pregunté que por qué estaba siendo tan perfeccionista. Sacudí la cabeza y miré a mi alrededor. ¿Dónde estaba Dan?

Oí unos chasquidos a mi espalda, y me quedé completamente quieta, mientras mis labios se curvaban en una sonrisa.

- Siento no ser la persona que esperabas. -dijo de pronto una voz masculina.

Perdí la sonrisa, mis músculos se agarrotaron y se me cerró la garganta. Un aluvión de pensamientos, preguntas, palabras y sentimientos me barrió de arriba abajo. Pero sobre todo sorpresa. Porque lo que dijo a continuación, no se correspondía con lo que había en mi cabeza.

- Soy Garrett.

Me obligué a girar con lentitud, hasta poder ver el rostro de una persona que no era Dan.

Al parecer, lo único que no había cambiado era el intenso color verde de sus ojos.




lunes, 9 de septiembre de 2013

DDM: Capítulo 82

¡Hola a todos!

En cualquier momento puedo desaparecer debido a mi viaje, ese que se ha retrasado taaanto... En fin, a pesar de ello, en cuanto pueda coger el ordenador, os avisaré y trataré de subir algún capítulo.

Por ahora, me voy a poner a escribir todos los capítulos que pueda por si tengo que recurrir a las entradas programadas. :)

Y hoy os traigo este capítulo por si tardo... un poquito más en subir el siguiente. :)

Un besito. <3





Traté de decir algo, pero las palabras no salían de mi boca. No podía ni moverme. Pero dio igual, porque alguien sí supo reaccionar.

- ¿Gwendolyn...?

Me giré, justo para ver a Diana saliendo de la oscura bodega. Tenía sus ojos azules muy abiertos, al igual que la boca. Entonces las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas, y echó a correr hacia la figura que había hablado.

Hacia Gwendolyn.

Ambas se fundieron en un fuerte abrazo, ya que era lo único que necesitaban en aquellos momentos. Las palabras sobraban, o mejor dicho, no servían de nada, porque estaba segura de que no podían expresar la alegría que sentían respecto a aquel inesperado reencuentro.

- Estás viva. -oí decir a Diana. -Estás viva.

Diana se apartó de Gwendolyn y estudió su rostro, como si aquello no pudiera ser real, como si se tratara de un fantasma. Me acerqué a ellas, muda, aún sin poder hablar.

- No puede ser... -conseguí murmurar.

Mis labios comenzaron a curvarse dando lugar a una amplia sonrisa, acompañada de unas cuantas lágrimas. Gwendolyn clavó sus ojos azules en los míos, y supe que no era una imaginación. Que estaba delante de mí. La joven sonrió a su vez, de manera valiente y firme.

- Estás aquí. -añadí.

- Sí, la valentía la aprendí de mi capitana. -contestó.

No tardamos en abrazarnos con fuerza, y no fui capaz de contener las lágrimas. Gwendolyn estaba viva.


                                              ***


Cuando nos metimos en la bodega para hablar con calma, el sol ya se había ocultado en el horizonte. Diana parecía estar en shock, y era incapaz de creérselo. Nos acomodamos en la bodega todos juntos y comenzamos a hablar. Había muchas cosas que contar.

- Cómo... cómo es posible que estés aquí... -preguntó Diana.

Gwendolyn esbozó una media sonrisa y deslizó la mirada sobre todos nosotros. Nuestra nueva tripulación también estaba ahí, escuchando, aunque fuera de lejos.

- No era mi hora de morir, y no iba a permitirlo. -hizo una pausa en la que cogió aire. -Cuando salí de las minas, tú ya estabas demasiado lejos, y yo demasiado débil, así que no pude ni echar a correr para alcanzarte. Simplemente deseé que estuvieras bien y que hubieras llegado a algún sitio donde pudieran ofrecerte ayuda.

- Creí que habías muerto... No he dejado de culparme por ello desde que huí y te dejé atrás. -susurró Diana.

Su voz estaba teñida de dolor, pero en el fondo estaba aliviada. Aliviada porque no tenía que culparse más por algo que no había ocurrido. Gwendolyn sacudió la cabeza con una sonrisa.

- ¿De verdad crees que iba a rendirme? ¿En serio?

Me reí por lo bajo, y apoyé la cabeza sobre el hombro de Dan, que estaba sentado a mi lado y había entrelazado su mano con la mía.

- Y lo de después no es interesante. Me moví de aquí allá, buscando noticias sobre la Princesa de los Mares, porque necesitaba saber si habíais sobrevivido... Y hace unos meses oí que la gente rumoreaba sobre tu regreso -me señaló a mí. -, así que me puse en marcha y... aquí estoy, por fin.

Todo se quedó en silencio por unos segundos, mientras Diana y yo tratábamos de asimilar el hecho de que Gwendolyn, a quien creíamos muerta, estaba viva ante nosotras.

- Por cierto, Diana... ¿tu... bebé? -preguntó con suavidad.

Diana se levantó con una amplia sonrisa y se acercó a la cuna donde dormía la pequeña Kathlyn.

- Te presento a Kathlyn, Gwen. Su nombre viene del tuyo y del de Katherine.

Diana dejó que Gwendolyn la cogiera, a pesar de que esta estuviera profundamente dormida.

- Es preciosa... -murmuró la rubia. - Ah, ya sabéis que no soy especialmente emotiva, pero quiero que sepáis que me alegro de que estéis bien. De que tú, Diana, consiguieras salvarte y de que tú, Katherine, también lo consiguieras. Y me gustaría saber cómo lo hiciste. -dijo refiriéndose a mí.

Entonces me dispuse a contarle toda mi historia en el sótano de Patrick, lo que me hizo, cómo Brittany me salvó y cómo Harry consiguió que no abandonara este mundo. Le conté también cómo encontré a Diana, Olivia y... Jacob.

Gwendolyn me escuchaba atentamente, y a mitad del relato se dirigió a la cuna de madera donde tumbó con delicadeza a Kathlyn. Y cuando alzó la cabeza, yo ya había terminado de hablar. Pero ella aún tenía una pregunta.

- Por cierto... ¿por dónde anda Jacob?

Se giró y buscó por la bodega, esperando a encontrarle. Sentí una punzada en el corazón y me obligué a respirar y a hablar.

- No le vas a encontrar... porque no está aquí. -murmuré.

Sentí que Dan agarraba aún más fuerte mi mano, y eso me dio fuerzas suficientes para alzar la mirada hacia Gwen.

- ¿Cómo...? Pero, has dicho que os reencontrasteis...

Me encogí de hombros.

- Hace siete meses que no sé de él. -añadí como quien no quiere la cosa.

Pero bajo esa indiferencia que trataba de aparentar, me dolía decir aquello. Me dolía y me odié por ello.
Gwen sacudió la cabeza, confusa.

- Jacob se marchó. -completó Dan por mí. -Se fue, después de una pelea con Kathy. Y no hemos vuelto a saber nada de él.

Bajé la mirada y asentí, respaldando las palabras de Dan.

- Pero no pasa nada. Estoy bien. -y me obligué a forzar una sonrisa.

Dudé de mis palabras. Y volví a sentirme asustada.


                                               ***


Al día siguiente, decidí hacerle a Olivia las preguntas que me había apuntado mentalmente.
Estaba en la cubierta, hablando con Marcus y con Dylan. Me acerqué a ellos y con una sonrisa, agarré a Liv de la mano.

- La necesito, será sólo durante unos minutos. -me excusé.

La aparté del grupo y cuando estuve totalmente segura de que nadie nos miraba ni oía, comencé con mis preguntas.

- Necesito que me respondas.

- Espera, déjame adivinar... son preguntas sobre la Isla. -repuso, sonriendo.

- Si la Isla acepta sólo sacrificios de Sangre Marina... ¿por qué se ofreció Harry como sacrificio y no alguien de la Isla?

Se quedó varios segundos callada, tratando de encontrar una respuesta.

- Nadie se ha planteado jamás hacerlo de esa manera. Todos damos por hecho que deben ser personas externas a la Isla... Nadie ha recibido una explicación del por qué.

Ese argumento no se sostenía por ningún lado. Así que era probable que la Isla aceptara también sacrificios de personas de la Isla. No descarté para nada la idea.

- Y... Olivia, ¿por qué vi una versión malvada del fantasma de mi madre?

- La Isla usa tus miedos más profundos y los transforma en algo que no reconoces.

- Pero... yo no le tengo miedo a mi madre. -susurré, extrañada.

- Tal vez no a tu madre, pero sí a la muerte de tu madre. ¿Entiendes? Miedos o situaciones traumáticas, y las transforma de manera que dan aún más miedo. Y no preguntes por qué, porque no tengo ni la más remota idea... la Isla es así. -hizo una pausa en la que se encogió de hombros. -Siguiente pregunta.

Me quedé unos segundos pensando en su respuesta, y sentí curiosidad por saber qué clase de figura espantosa se me aparecería si volviera.

- ¿Qué ganamos nosotros después de ofrecer un sacrificio? ¿Sólo una forma de supervivencia aparte de la tradicional de reproducción? ¿Sólo eso?

- Bueno, yo no soy el chamán de la Isla, pero alguna vez oí... que durante estos doce años después de haber recibido un sacrificio, la gente con Sangre Marina tiene derecho a ver cuál es su futuro. Pero son cosas que oí de pasada, rumores.

"Interesante. Yo sí que necesitaría ver qué me deparará el futuro. Porque estoy perdida."

- ¿Algo más? -inquirió Olivia.

- No. Por ahora está bien. -respondí, asintiendo. -Gracias, Liv.

Ella hizo un gesto con la mano para que me despreocupara y caminó hacia Marcus y Dylan. Agarró la mano de Marcus y este le respondió con un beso. Aparté la vista y me encontré con la sonrisa de Gwen.

- Buenos días, capitana.

Esa frase me transportó a aquellos tiempos en los que todo me era fácil. En los que todo parecía estar bien.

- Tengo noticias de parte de Dan. -me dijo y señaló a Dan, que estaba en el timón. -Me avisa de que la siguiente ciudad que nos tocaría es Vigo... y claro, queríamos saber si preferías saltarnos esa parte...

- No. -le corté. -No veo la necesidad de saltarnos Vigo.

Miré a Dan y después de decirle a Gwen que esperara un momento, caminé hacia él y me apoyé en la barandilla, justo delante del timón, impidiéndole ver.

- ¿Qué es eso de que si quiero saltarme Vigo? -inquirí. No quería sonar dura, pero lo hice.

Dan se encogió de hombros y clavó su mirada en la mía.

- Por si acaso. -respondió.

Rodeé el timón y me acerqué a él. Le aparté las manos de dicho timón y le obligué a mirarme:

- Puede que al principio quisiera evitar ciertos lugares, pero quiero recordarte que ya no hay necesidad. Lo he superado. -dije, esbozando una sonrisa traviesa.

Aquella mañana me había levantado más decidida, segura de que mis dudas habían sido fruto de mi ligera "depresión" de ayer. Dan sonrió a su vez y no tardó en besarme con calidez.

- Me alegra oír eso, capitana. -susurró.


                                               ***


Dos horas después ya habíamos entrado en el puerto de Vigo, junto con otro pequeño barco pesquero, y yo conseguí encerrar todos mis sentimientos en una caja al fondo de mi mente. No me volverían a molestar.

Yo me encontraba en la cubierta, con Kathlyn en brazos y Dylan a mi lado, apoyado en la barandilla. Dan estaba manejando el timón para poder atracar en el muelle. La gente que se encontraba en aquel momento en el muelle dejó de hacer sus tareas para girarse y poder mirarnos. Alcé la mano, saludando a la gente, y entonces la pequeña Kathlyn imitó mi gesto con torpeza y lentitud. Yo me eché a reír, invadida por una ternura inexplicable, y cuando Dylan vio lo que estaba haciendo Kathlyn también rió.

Segundos después, bajó la manita y bostezó ampliamente. Entonces dejó caer su cabeza sobre mi hombro, con la intención de dormir. Le acaricié la espalda con suavidad, y la cubrí hasta arriba con la manta.

- Parece que le gustas. -dijo de pronto Dylan, sonriendo.

- Pues creo que es la única. -contesté, resoplando y cerrando los ojos.

- Oye, ¿y yo qué? ¿Yo no cuento? -inquirió, cruzándose de brazos y poniendo una mueca de indignación.

No pude evitar echarme a reír. Dylan se había convertido en un gran amigo durante aquel último mes, justo después de aquella noche en la que salvamos a una familia del maltrato. Tampoco hablábamos mucho, pero cuando lo hacíamos yo me sentía increíblemente cómoda a su lado. Y sentía hacia él un fuerte vínculo de amistad.

- Efectivamente, porque lo nuestro es una relación capitán-tripulante. -expliqué, a punto de reír y echando a caminar hacia la bodega.

- ¿Y eso no cuenta? Sea del tipo que sea, es una relación... -rebatió Dylan, colocándose frente a mí, cortándome el paso.

Puse los ojos en blanco y sacudí la cabeza.

- Lo que tú digas. -acabé soltando con una sonrisa.

Dylan se encogió de hombros y frunció los labios con cara de "he ganado". Le dejé atrás y me interné en la bodega para dejar a Kathlyn en la cuna. Diana también estaba dormida; tenía que ser agotador ocuparse de un bebé. Y más después de ver que la persona que creías muerta estaba viva y estaba de vuelta.

Después de aquello, un grupo de gente subió a nuestro barco para contarnos sus problemas. Seguidamente discutimos sobre qué casos resolver y cuáles no, pero acabamos ocupándonos de todos, porque todos estaban relacionados; robo. Y el ladrón, al parecer, era la misma persona en todas las situaciones. No tardamos en capturar al ladrón, buscando entre la gente de una determinada área el rostro que coincidiera con las descripciones que nos habían dado; pelo negro, ojos oscuros y facciones marcadas, alto y delgado como un palillo. Tampoco fue difícil. Los que habían denunciado los robos recuperaron sus objetos perdidos, y nosotros volvimos al Greenwood Wells.


                                                ***


Me desperté en medio de una pesadilla. En realidad, de la misma de siempre; Patrick golpeándome hasta prácticamente matarme. Tenía la piel cubierta de una fina capa de sudor frío y me temblaban las manos. Me sequé las lágrimas que se me habían escapado durante la pesadilla, acostumbrada a ello. Pero el miedo no lo podía eliminar, así que no pude detener el temblor de mis brazos.

Entonces me pareció oír un crujido que provenía de la cubierta, y por un momento pensé que me lo había imaginado.

Pero el siguiente crujido me confirmó que no eran imaginaciones mías.

Y supe que no los había provocado el viento.

Tenía los músculos en tensión debido a la pesadilla, y haber oído aquello no ayudaba mucho. Me levanté de la cama tratando de no hacer mucho ruido para no despertar a Dan, que estaba tumbado a mi lado. Le dirigí una fugaz mirada y vi que se estaba medio incorporando. Trató de enfocar la vista hasta mirarme.

- ¿Qué ocurre...? -tenía la voz ronca y supe que estaba medio dormido, a pesar de todo.

- Duérmete, no pasa nada. He tenido una pesadilla y voy a tomar un poco el aire. No tardo nada. -no era la verdad completa, pero tampoco era una mentira.

Dan asintió y no me giré hasta que comprobé que se había tumbado y que su respiración se hacía cada vez más profunda. Cuando supuse que se había dormido, entreabrí la puerta del escritorio y no vi nada, así que la abrí del todo. Pero no me moví, simplemente me quedé petrificada, observando cómo una figura delgada trataba de subir los escalones de la bodega sin hacer ruido (cosa que al parecer, no le había salido muy bien).

Una figura que reconocí al instante por su largo cabello del color del fuego.


miércoles, 4 de septiembre de 2013

DDM: Capítulo 81

¡Hola a todos!


Ante todo...:


  • Siento haberos hecho creer que el capítulo 80 era el último capítulo de DDM, si es que queríais más.


  • Y siento deciros que estoy subiendo el capítulo 81, si lo que queríais era que terminara.


Sí, estoy subiendo bastante pronto, porque quería que supierais que el final aún no ha llegado. ¿Cómo iba a acabar una historia sin agradaceros todo lo que habéis hecho por mí? ¿Cómo iba a acabar la historia si aún faltan cosas por explicar?

Lo que no os puedo confirmar es qué pasará con la relación entre Dan y Kathy, más que nada porque es probable (según los comentarios que he leído...) que no os vaya a gustar demasiado. :)

Básicamente, quería saber cuál era vuestra opinión; si estabais de acuerdo con cómo acababa o si esperabais otra cosa. :) Así que sí, muchísimas gracias por darme vuestras opiniones, pero sea cual sea, os confirmo que NO era el último capítulo y que las cosas no acaban así. :) (Obviamente, dado que estoy subiendo el 81... JAJAJA)

POR CIERTO: Ha habido un pequeño cambio en el capítulo anterior, y es el siguiente; NO atracan en el puerto de Santander, sino en un puerto cercano a Biarritz, Francia. Perdonadme, revisando este capítulo me he dado cuenta del fallo.

No os entretengo más, y os dejo con el capítulo 81. :) (Espero que sepáis perdonar mi anterior crueldad)








Me eché a reír, mientras el viento me apartaba el cabello del rostro. Sostuve con más firmeza a Kathlyn entre mis brazos, y no pude evitar volver a sonreír cuando la pequeña soltó una risita enternecedora.
Tenía sus grandes ojos color miel abiertos, y con ellos nos observaba a mí y a su madre.

- Feliz cumpleaños, Kathlyn. -murmuré, y la pequeña rió como si le hiciera gracia lo que decía.

Kathlyn cumplía ya ocho meses. Lo que significaba que habían pasado siete meses desde que zarpamos de Inglaterra. No pude evitar sentir una punzada en el estómago; el tiempo pasaba demasiado rápido, y no te dabas cuenta hasta que era demasiado tarde.

- No puedo creer que hayan pasado ocho meses desde que nació mi niña. -dijo Diana, acariciándole la mejilla. -Si fue ayer cuando la tuve entre mis brazos por primera vez...

- Lo sé. El tiempo pasa sin que nos demos cuenta.

Nos quedamos en silencio, sintiendo el viento a nuestro alrededor y el frío mordiéndonos la piel.

- Harry estaría orgulloso. -murmuró de pronto Diana.

Clavé la mirada en sus ojos azules, los cuales miraban la madera de la cubierta como si tuviera algo interesante.

- No. -dije con firmeza. -Harry está orgulloso.

No soportaba que hablaran de él en pasado. Más que nada porque me hacía sentir más culpable, y nadie podía hacerme sentir lo contrario; yo podría haberle salvado. Podría haberle obligado a quedarse, pero estaba tan confusa que cuando quise darme cuenta, ya era demasiado tarde.

Sentí un leve tirón en el pelo y cuando giré el rostro vi la manita de Kathlyn sujetando un mechón de mi cabello. Sentí una cálida sensación en el pecho, algo que llevaba sintiendo bastantes días cada vez que miraba a Kathlyn. De vez en cuando el fugaz pensamiento de tener hijos atravesaba mi mente.

Kathlyn cerró sus enormes ojos color miel, mientras hacía ruiditos que a mí personalmente me sonaban a "mamá".

- Tengo la ligera sensación de que quiere dormir. -comenté, sonriendo.

- Eso parece, así que me la llevo a dormir.

Le coloqué a Kathlyn en sus brazos, y de pronto me sentí vacía. Inexplicablemente. Diana me dedicó una dulce sonrisa y observé cómo desaparecía en la bodega. Sabía que no se atrevía a hablar, no después de haber mencionado a Harry. Y poco a poco, comencé a sentir que aquella pequeña conversación había hecho mella en mí, porque la culpa y el dolor se arremolinaban en mi pecho.

Me apoyé en la barandilla y me arrebujé en el abrigo marrón que habíamos comprado en la última ciudad que habíamos visitado. Durante aquel último mes, después de ayudar a aquella familia la cual era maltratada por el padre y marido, recorrimos la costa de Francia, haciendo justicia. Lo que la Princesa de los Mares debía hacer.

Aquel día sería el último que pasaríamos en Francia. Después, recorreríamos la costa norte de España.

- Katherine. -pronunció una voz a mi espalda.

Me giré levemente, lo justo para vislumbrar la cabellera rojo fuego de Liv. Esta se acercó y se colocó a mi lado con una sonrisa.

- Te veo bien. -comentó.

- Mejor que antes. -corregí, esbozando una sonrisa que duró unos segundos.

Olivia enarcó una ceja, interrogante.

- ¿Problemas?

- Uno siempre tiene problemas. -y volví a esbozar una débil sonrisa.

Yo trataba de ser fuerte. Pero a veces era difícil, y aquel momento era una de esas veces.

- ¿Quieres hablar?

Me encogí de hombros y me giré, deslizando la mirada por la cubierta; algunos de mis tripulantes estaban fuera, ayudando a Dan. Otros hablaban observando el mar, y el resto supuse que se encontraban en la bodega.

- En mi escritorio. -murmuré.

No sabía si aquella conversación acabaría en lágrimas (y suponía que sí), porque hablar de Harry (que era lo que me dolía ahora) era muy difícil para mí.

Olivia me cogió del brazo y me acompañó hasta mi escritorio, sin decir palabra. En el trayecto, Dan me miró y se acercó a nosotras.

- Eh, ¿estás bien?

Sus cálidos ojos castaños estaban posados sobre los míos y sentí todo el cariño que emitían.

- Sí. -contesté.

Sonrió y me besó con suavidad, gesto que me reconfortó. Después me acarició la mejilla y sin decir nada se giró y volvió al trabajo de conducir la nave. Olivia tiró de mí y por fin llegamos hasta mi escritorio.

Caminé hasta el catre y me senté sobre el colchón hasta apoyar la espalda en la pared. Olivia cerró la puerta con llave y se giró hasta que sus ojos estuvieron a la altura de los míos.

- Echo de menos a Harry. -susurré, sin darle tiempo a hablar.

Olivia siempre estaba dispuesta a hablar conmigo cuando me sentía abatida y siempre conseguía animarme.
Bajé la mirada hasta el suelo, frunciendo los labios para frenar las lágrimas.

- Sé que fue mi culpa. -murmuré, tapándome la boca con el dorso de una mano. -Yo... le abandoné.

Olivia sacudió la cabeza y cuando alcé la cabeza hacia ella, vi que se acercaba a mí sin dejar de sacudir la cabeza. Las lágrimas brotaban de mis ojos, y no hice nada para frenarlas.

- ¿Ahora resulta que te vas a echar la culpa? -inquirió.

El colchón se hundió bajo su peso y se arrastró hasta estar a mi altura.

- Entiendo que lo pienses. Pero no fue tu culpa. Fue decisión de Harry, y en vez de torturarte y creerte que podías haberle salvado, estáte agradecida. Harry dio su vida por ti y por...

Me temblaba el labio inferior y mi corazón se aceleró de pronto. Alcé la mirada hasta Olivia, esperando a que continuara esa frase. Pero ella bajó la cabeza.

- Harry dio su vida por ti y por Jacob, para que pudierais estar juntos. -completó sin mirarme.

Eché la cabeza hacia atrás hasta apoyarla en la pared. Cerré los ojos con fuerza, sintiendo el desbocado latir de mi corazón. Lo había superado. Pero oír aquello me hizo dudar de mí misma.

- Pues ya ves cómo le salió. -murmuré.

- Salió como tenía que salir. Tú estás aquí, puedes disfrutar de la vida.

- Precisamente por eso, Liv. Porque es Harry el que tendría que estar disfrutando de la vida. Es él el que tenía que ver a su hija crecer, no yo. Diana y él tenían que haberse casado y haber vivido felices para siempre.

- Todo ocurre por una razón. Tal vez, si tú te hubieras ofrecido como sacrificio, algo malo le hubiera pasado, y entonces serían dos muertes, no una. Piénsalo. Piensa que de esta manera, estás tú para ayudar a Diana.

- Pero, Liv... aún sigo sin saber de qué nos sirvió el sacrificio de Harry.

La pregunta pilló a Olivia por sorpresa, que boqueó tratando de decir algo coherente.

- Aún sigo sin saber para qué fuimos a aquella isla. Sigo sin saber qué quería la reina, qué hubiera pasado si ella y su séquito hubiera conseguido entrar. Porque después del sacrificio, no pasó absolutamente nada, ni siquiera un tesoro. Nada. Nos fuimos.

Olivia tragó saliva y comenzó a asentir. Después carraspeó y comenzó a hablar:

- La Isla de las Voces... es una historia muy larga, y difícil de explicar. Pero se puede resumir en que es el... centro, el corazón de la Sangre Marina. El sacrificio de un miembro de la Sangre Marina es crucial para asegurar su supervivencia.

- ¿A qué te refieres?

- Que en aquellos sacrificios, la Sangre Marina no se deshecha. No desaparece, sino que los recién nacidos allí reciben parte de la sangre sacrificada. Un miembro de la Sangre Marina muere, pero otros nacen.

- Quieres decir que...

- Quiero decir que todos los habitantes de la Isla tienen Sangre Marina corriendo por sus venas. Incluida yo.

Me quedé boquiabierta, y observé fijamente a Olivia, mientras esta comenzaba a asentir.

- Podría decirse que es una reencarnación, pero no exactamente. Lo único que ocurre es que la Sangre se vuelve a usar, en su estado más puro y virgen. Es un ciclo.

- ¿Y qué pasaría si la Isla no recibiera más sacrificios?

- Que el ciclo pararía y entonces la Sangre Marina sólo podría sobrevivir si se reprodujeran, tal y como naciste tú, o Jacob, o Harry.

- Entonces, si dos humanos con sangre normal tuvieran un hijo en la Isla de las Voces... ¿sería parte de la Sangre Marina, a pesar de la condición de los padres?

- En teoría sí. -hizo una pausa, y continuó explicando. -No les ocurre a todos los habitantes de la Isla, pero sí a algunos; en un momento determinado de tu vida, sabes que es tu hora de abandonar la Isla, sabes que tienes que sustituir a alguna Princesa de los Mares, o a algún Príncipe. Eso es lo que ocurre cuando alguien externo a la Isla y con Sangre Marina muere; estamos nosotros para sustituirlo.

- ¿Y tú...? -susurré.

- Yo no tengo que sustituir a nadie, no salí de la Isla porque me hubiera llegado el momento. Salí porque tú me lo ofreciste y quise. -hizo otra pausa antes de continuar. -Harry se ofreció como sacrificio en cuanto le contamos lo que te estoy contando a ti.

- ¿Y para qué nos quería la reina? ¿Por qué nos necesitaba?

- Porque ella no sabía dónde estaba la Isla, y antes de todo, trató de ganarse vuestra confianza actuando de manera inocente, como si lo que hubiera oído fuera que había un gran tesoro. Escucha, cada doce años, es cuando la Isla necesita un sacrificio de Sangre Marina. Si no lo recibe, digamos que su poder está desprotegido. Y eso lo sabía la reina. Ella sabía que era el momento de actuar. Quería que la guiarais hasta la Isla, y después os usaría para entrar en el corazón de la Isla.

- ¿Por qué?

- Porque la Isla sólo permite el paso si un miembro de la Sangre Marina está presente. Y eso es lo que quería la reina; utilizaros para llegar al corazón.

Parpadeé, desconcertada, sin saber aún para qué querría la reina entrar.

- Verás, que la Isla deje de recibir sacrificios no es lo peor que le puede pasar a la raza Marina. Lo peor que le puede pasar es que gente con fines oscuros penetre en la Isla justo en el momento en que necesita  un sacrificio. Es entonces cuando la Sangre Marina está en peligro de extinguirse.

- ¿La reina quería destruir la Sangre Marina? ¿Ése era el poder que albergaba la Isla?

- Exactamente.

- Pero, cuando nos secuestraron, me dijeron que nosotros éramos los últimos, y que cuando nos mataran, la Sangre Marina habría desaparecido. ¿Por qué iban a querer entrar en la Isla si al parecer ya habían matado al resto?

- Eso es lo que os dijeron, pero sólo os estaban amenazando. La reina, cuando seguía viva..., sabía perfectamente que aún había Sangre Marina por el mundo. Tal vez había eliminado a aquellos que tenían Sangre Marina pura, como tú o Jacob, pero... ¿qué hay de los hijos que tienen Sangre Marina por parte de padre o madre, como el hijo de Harry y Diana...? Esos son imposibles de encontrar. Y tampoco saben que la Isla de las Voces está repleta de Sangre Marina. Vosotros conseguisteis libraros de vuestros perseguidores e impedisteis que destruyeran la Sangre Marina ofreciendo un sacrificio. Pero la reina no se iba a rendir, así que estoy segura de que su plan era esperar otros doce años para completar su plan fallido. Pero me temo que a eso tampoco llegó...

Cogí aire, y traté de asimilar toda la información.

- Puede que la reina esté muerta, y puede que pensemos que estamos a salvo, pero sé que aún quedan algunos de sus secuaces, y también estoy segura de que no dejarán de buscaros para completar su plan.

Tragué saliva; si aún había secuaces de la reina, seguramente querrían terminar lo que empezaron. Así que debíamos estar alerta, porque sin nosotros, no podrían entrar en la Isla. Así que no teníamos que bajar la guardia; en cualquier momento podían aparecer.


                                                                          ***

Le di las gracias a Liv, y minutos más tarde, se marchó, dejándome sola, tratando de asimilar lo que me había contado. Mientras pensaba, me surgió otra pregunta; si la Isla sólo aceptaba Sangre Marina, ¿por que tuvo Harry que ofrecerse como sacrificio? ¿Por qué no un habitante de la misma?

Además, ¿por qué vi una versión malvada del fantasma de mi madre? ¿Y qué ganábamos nosotros después de ofrecer un sacrificio, aparte de nuestra supervivencia? ¿Había algún tesoro?

Me apunté todas aquellas preguntas en la mente para preguntárselas a Liv más tarde. En aquel momento sólo quería estar sola.

Me tumbé sobre la cama y cerré los ojos, dejando que un millar de imágenes atravesara la oscuridad de mis párpados. Suspiré largamente, pero mi tranquilidad se vio interrumpida por el ruido de la puerta de mi escritorio abriéndose.

Me incorporé con rapidez, y vi a Dan de espaldas, cerrando la puerta con llave, tal y como había hecho Liv.

- ¿Molesto? -preguntó.

Sacudí la cabeza y me levanté de la cama. Me alisé la camisa blanca y esbocé una leve sonrisa en cuanto vi la de Dan.

- Me estoy tomando un pequeño descanso, y he pensado en venir a verte.

Se acercó a mí y rodeó mi cintura con un brazo, acercándome a él.

- Espero que no te importe.

Se inclinó sobre mí y rozó mis labios con los suyos en un beso suave y cálido.
Colocó ambas manos sobre mis caderas y me acercó aún más a su cuerpo. Sonreí en medio del beso, al igual que él, y seguidamente sentí sus dedos acariciando mi mejilla. Se separó de mí unos centímetros y me apartó el cabello del rostro con una sonrisa algo traviesa.

Seguidamente volvió a unir sus labios con los míos y sentí sus manos recorriendo con lentitud mi espalda. Me empujó con suavidad hacia atrás, hasta que la cama estuvo justo detrás de mí. Ejerció presión sobre uno de mis hombros, sin dejar de besarme, obligándome a sentarme sobre la cama. Separó sus labios de los míos unos centímetros y me di cuenta de que estaba jadeando.

Clavó sus ojos en los míos, e hizo que me tumbara en la cama. Se inclinó sobre mí, nuestros cuerpos estaban a escasos centímetros el uno del otro y entonces volvió a besarme. Sentí su mano derecha sobre mi cadera, y después fui consciente de que tiraba de mi blusa. Se me encogió el estómago cuando recordé que había cerrado la puerta con llave.

Sus dedos recorrían mi estómago desnudo mientras trataba de deshacerse de mi blusa. Y justo cuando sus manos llegaron a mis costillas, le agarré con suavidad de la muñeca, parándole. Abrió sus ojos castaños y me miró con intensidad, sin decir nada.

Sabía a la perfección lo que Dan esperaba de mí. Sabía perfectamente lo que él deseaba en aquel momento.

- No sé si estoy preparada. -susurré con un hilo de voz.

Tragué saliva, esperando su reacción, temiendo lo que pudiera decirme. Se limitó a cerrar los ojos y a suspirar levemente, para después erguirse y darse la vuelta. Me incorporé, sin atreverme a decir nada. Sabía que eso no era lo que él esperaba, pero decía la verdad cuando decía que no estaba preparada.

Me coloqué bien la blusa blanca, y atisbé que mi mano temblaba ligeramente. Me levanté de la cama con lentitud y le agarré de la muñeca a Dan desde detrás.

- Dan...

Él se giró, frunciendo los labios.

- Perdona, es sólo que no sé cuando vas a olvidar a Jacob. -dijo con una voz carente de sentimientos.

Sus palabras fueron como un golpe en el estómago. Me quedé boquiabierta, observándole. Entonces se giró, zafándose de mi mano y abrió la puerta.

- Tengo que volver al trabajo. Siento haberte molestado. -añadió, todavía sin ningún sentimiento.

Y desapareció, dejándome sola en mi escritorio, mientras sus palabras retumbaban en mi cabeza. ¿Tenía Dan razón? ¿Todo aquello era por Jacob? No, no lo era. Yo había superado lo que pasó. Jacob no era nadie.

Pero hasta yo dudé de mis palabras.


                                              ***


Me quedé dormida en mi camarote. Aquella tarde no recibimos ninguna visita, más que nada porque no "abrimos" nuestro puesto "ofrece-ayuda". No estaba de buen humor. Pero tampoco zarpamos, sólo nos quedamos en el puerto de aquella pequeña ciudad desconocida para mí.

Al salir, no miré a nadie, simplemente caminé hasta la barandilla este, y me apoyé sobre ella para poder observar el anochecer. El sol estaba posado sobre el horizonte, y se podían vislumbrar los destellos naranjas que pintaban las nubes grises. El contraste de ambos colores me produjo una enorme sensación de paz.

Me temblaban ligeramente las manos, mientras mi dolido corazón trataba de bombear la sangre de mi cuerpo. Y no estaba del todo dolido por lo que había ocurrido anteriormente entre Dan y yo, sino porque Jacob volvía a ocupar mi mente.

Y eso me aterrorizaba.

Me aterrorizaba el hecho de volver a ser débil, de volver a sentir el dolor que sentía días atrás. Me aterrorizaba el hecho de no ser capaz de superar lo que nos pasó. Porque Dan se merecía algo mejor, Dan se merecía otra cosa.

Estaba tan sumida en mi frenético terror, que no me di cuenta de que alguien se había colocado a mi lado.

- Perdóname, Kathy. -susurró.

Parpadeé para disipar las lágrimas que se habían acumulado de pronto en mis ojos. Giré el rostro hacia él y sus dedos acariciaron mi mejilla.

- Me he comportado como un estúpido, no debería haberte dicho eso... Perdóname. No sabía lo que decía. -hizo una pausa, en la que vi el arrepentimiento en sus ojos. -Te quiero, Kathy. Y no soy quien para presionarte ni para obligarte a nada si tú no quieres. Perdóname.

Me secó una lágrimas con el dorso de su mano y esbozó una triste pero sincera sonrisa. Estaba arrepentido. Pensé en pedirle perdón yo también, en decirle que lo sentía, por no ser lo suficientemente buena para él. Pero decir eso sería admitir que Jacob aún ocupaba mi corazón.

Y ni siquiera yo estaba segura de ello.

Así que me limité a sonreír, y a depositar un largo y suave beso sobre sus labios, que aceptaron los míos con calidez.

Pero entonces una voz femenina nos interrumpió.

- ¿He llegado demasiado tarde? ¿O aún hay un hueco para mí en mi antigua tripulación?

Era imposible. Era prácticamente imposible que en aquellos momentos estuviera escuchando aquella voz, porque... los muertos no vuelven a la vida.

A no ser que nunca hubiera muerto.

lunes, 2 de septiembre de 2013

DDM: Capítulo 80

¡Hola a todos!

Bueno, ha habido un pequeño problema con mi viaje... y no tengo ni idea de cuando me iré definitivamente, así que al parecer, aún tengo tiempo de subir. Por supuesto que os avisaré cuando sepa cuándo me voy, vosotros seréis los primeros en saberlo. :)

Muchísimas gracias por todos vuestros increíbles comentarios, y por emplear una parte de vuestro tiempo leyendo mi pequeña historia... Gracias a vosotros yo sigo aquí, con el capítulo número 80. :)

Y sin más dilación... ¡el capítulo 80! ^^






Habían pasado seis meses desde que zarpamos de Inglaterra, y casi medio desde que recuperé la memoria. En cuanto la tormenta pasó, abrimos la bodega y corrí a contárselo a Diana y a Olivia. Se echaron a llorar y me abrazaron como si acabáramos de encontrarnos tras años sin vernos.

Desde entonces, conseguí dormir mejor por las noches, aunque aún seguía teniendo pesadillas, las cuales no me daban tanto miedo, pues sabía a qué venían. Pero por supuesto que le tenía miedo a Patrick y a lo que me hizo. Eso es algo que jamás olvidaré.

El recuerdo de Jacob estuvo muy presente en mí los primeros días, pero poco a poco y recordando lo que nos había ocurrido cuando éramos pequeños, conseguí hacerlo más pequeño e invisible. Me conseguí convencer de que no era mi culpa que se hubiera marchado, y que no tenía que importarme que lo hubiera hecho. Conseguí reducir su recuerdo a algo lejano y borroso.

El viento otoñal me azotaba el rostro, tal y como lo había hecho siempre. El mar estaba relativamente tranquilo y oscuro y gris debido a la nubes que cubrían el cielo. Hacía frío, el invierno se acercaba con demasiada rapidez, a pesar de ser aún otoño.

De pronto, una manos me rodearon la cintura, sobresaltándome.

- ¿Te he asustado?

Cerré los ojos, resoplando y seguidamente me eché a reír. Entrelazó sus manos sobre mi estómago y me apoyé en él, mientras él colocaba su barbilla en mi hombro.

- Un poco.

- He conseguido asustar a la Princesa de los Mares, vaya... Eso es increíble.

Los primeros días después de recuperar la memoria, Dan me confesó que el hecho de que todos mis recuerdos hubieran vuelto lo asustaba un poco. Me contó que temía que al volver a recordarlo todo, hubiera recuperado mis antiguos sentimientos, y eso significaba que no amaba a Dan. Pero se tranquilizó en cuanto le dije que mis sentimientos eran los mismo.

A veces tu destino es diferente al que esperabas. A veces el final de tu historia cambia de manera brutal. A veces nada termina como tú creías, como tú soñabas. Y el amor no es diferente.

Yo soñaba con un final, un final que en su momento, habría sido feliz, junto a Jacob. Pero no siempre lo que tú sueñas o quieres, es lo conveniente.

Y ese final con Jacob no era el que me convenía.

Busqué algo diferente, porque en eso es en lo que nos fijamos siempre. En lo que es diferente al resto. Pero aquella vez, estaba totalmente equivocada. Creía que lo bueno era lo que era diferente, creía que Jacob era bueno por ser diferente.

Y ahora me doy cuenta de todo. De que en realidad deseaba algo que es muy común. Deseaba algo normal. Algo que fuera bueno.

Y eso siempre había estado a mi lado.

Dan.

Lo único de lo que me arrepentía era de haber tardado tanto en asumirlo. De haber sufrido tanto tiempo por alguien que estaba segura ni se acordaba de mí.

Y me había dolido admitirlo. Me había dolido hacerme a la idea de que había perdido a Jacob para siempre, y más después de haber pasado casi seis meses sin dormir, de haber pasado casi seis meses llorando por su culpa. Pero tal vez, Dan tuviera razón aquella noche, cuando me dijo que él en mi lugar, habría olvidado a Jacob. Que tenía que haberme ahorrado tanto sufrimiento.

Di, Liv y Dan estuvieron a mi lado (sí, siempre) pero en especial aquel último medio mes, el cual podría llamarse de "transición", pues es cuando comencé a recuperarme.

Al principio, era yo la que sufría las pesadillas y la que se defendía de ellas. No dejaba que nadie me ayudara, porque seguía convencida de que era Jacob el que tenía que estar ahí para protegerme de ellas. Porque eso fue lo que me prometió, al fin y al cabo. Pero unos días después de recuperar la memoria, permití que fuera Dan el que me protegiera y me tranquilizara después de las pesadillas, durmiendo conmigo.

- ¿En qué piensas?

Su voz me sacó de mis pensamientos y me obligó a abrir los ojos.

- En nada, la verdad. -contesté, suspirando y sin apartar la mirada del mar.

- Tú siempre piensas en algo, capitana. -rió Dan.

- Pensaba en que tú eres el que tenía que elegir. Desde el principio. En que esperé cosas imposibles y estúpidas, esperé algo de alguien que probablemente no se acordaba ni de mi nombre después de tanto tiempo.

- Qué halago, capitana Greenwood. -sonrió.

Bajé la mirada hasta la barandilla barnizada, y coloqué mis manos sobre las de Dan, acariciando su piel.

- Gracias, Dan. -susurré. -Gracias por estar a mi lado.

Sus brazos dejaron de rodearme la cintura, y dio un paso hasta colocarse a mi lado. Me giré hacia él, quedando uno en frente del otro. Enmarcó mi rostro con ambas manos y se quedó largos segundos observándome. Después, lentamente, se inclinó hacia mí, hasta que sus labios rozaron los míos. Yo le devolví el beso, con una leve sonrisa, hasta que él se apartó levemente. Sus dedos acariciaron mi piel y sentí un escalofrío recorriendo mi columna vertebral.

- Eh... ¿interrumpo algo? -nos sobresaltó la voz de Liv.

Dan se separó de mí, con una amplia sonrisa iluminándole el rostro. Sacudió la cabeza, y esperó a que Olivia hablara.

- Sólo quería avisaros de que estamos a punto de llegar, por si acaso no lo habíais visto.

En cuanto terminó, ambos miramos en la misma dirección, justo para ver la silueta de las costas norte de España. Aquella misma mañana había dejado claro de que estaba completamente recuperada y preparada para ser la Princesa de los Mares, y juntos habíamos decidido que nuestra primera parada iba a ser en un puerto cercano a Biarritz, Francia. (En realidad, habíamos descartado Vigo, Inglaterra y la Isla de Man porque esos lugares me recordaban demasiado a esa persona que estaba tratando de olvidar).

Dan y yo corrimos a la barandilla opuesta para ver mejor la costa. Nos acercábamos poco a poco, y me alegré mucho en cuanto atracamos. La gente no tardó en arremolinarse alrededor del muelle, boquiabierta, observando mi barco y las letras que tenía grabadas: Greenwood Wells.

Hacía tanto que nadie sabía de la Princesa de los Mares, que no creían que estuviera allí, a pesar de ser su barco. Siempre que atracábamos en un puerto ocurría lo mismo, pero yo nunca salía hasta por la noche, que era cuando no había nadie.

Odiaba ver los rostro de la gente esperando ver a una mujer valiente, a alguien que resolviera sus problemas... y verme impotente porque aún no me sentía capaz de nada.

Mi tripulación entera, incluidos Olivia, Dan y Diana, bajaron hasta el muelle para comunicarles a aquellas personas que la Princesa de los Mares había vuelto.

Me asomé por la barandilla, y observé los rostros llenos de sorpresa y admiración al verme. Sonreí, y me di cuenta de que aquellas personas que no me conocían se alegraban de mi regreso. Entonces pensé que desde que terminó mi secuestro, debido a mi pérdida repentina de la memoria, no había ejercido como tal mi papel de Princesa de los Mares. Y que la gente no sabía nada de mí desde hacía más de un año.

- ¡La Princesa de los Mares está aquí! -le oí gritar a una mujer de avanzada edad.

Y después lo repitió un hombre. Y entonces comenzaron los gritos de júbilo y los vítores. Y yo sólo pude sonreír ampliamente y saludar a la gente que me saludaba.

Dan subió otra vez al barco, acompañado de dos de los hombres de mi tripulación, Josh y Dylan. Juntos, sacaron de la bodega una mesa que hacía demasiado tiempo que no veía. La colocaron en la cubierta, justo en la zona de debajo del timón.

Me temblaban ligeramente las manos, aunque no sabía muy bien por qué; eso era lo que hacía desde que el Greenwood Wells fue mío.

Dan se colocó a mi lado, en pie, y Dylan y Josh en la entrada del barco. Liv y Diana estaban en la parte baja de la rampa, indicándole a la gente que llegaba dónde estaba. Me sorprendí de ver a diez personas en la cola.

Muchas de ellas eran jóvenes que querían entrar en la tripulación del Greenwood Wells.

Una joven, tal vez de unos veinte años se acercó la primera a la mesa, con el pelo tapándole casi media cara, y me miró con una tímida sonrisa.

- Nos alegramos de que hayas vuelto, Princesa de los Mares.

- Y yo, la verdad. -contesté, con una media sonrisa.

- Todos nos preguntamos qué había sido de usted, pues nadie sabía nada de su estado. Había muchos rumores, ni se imagina la cantidad.

Ladeé ligeramente la cabeza, sintiendo la curiosidad creciendo en mi interior.

- ¿Cómo cuáles?

- Los más pesimistas decían que usted había muerto. Otros que se había retirado de su cargo. Otros que había tenido que dejarlo a causa de... su embarazo.

Miré a los lados en cuanto oí la última frase. Después volví a mirar a la mujer, que continuó.

- Sí, Princesa de los Mares, eso llegó a creer la mayoría de la gente. Pero no sólo de aquí, sino en muchos otros lugares de Europa. Como el Príncipe de los Mares tampoco aparecía, ni ejercía su cargo... se creyó que, bueno, usted se había quedado encinta de él.

No pude evitarlo. Sentí cómo el rubor se extendía por mi rostro y por todo mi cuerpo. Después alcé la mirada hacia Dan, que había fruncido los labios y se encogía de hombros.

- Bueno, me alegro de estar aquí para desmentir todo esos rumores. No he estado embarazada, y mucho menos del Príncipe de los Mares, tampoco he muerto ni me he retirado. Fueron otro tipo de complicaciones.

"Complicaciones, sí; la reina nos mandó a una maldita isla en la que perdí a mi amigo (y aún sigo sin saber para qué fuimos, exactamente), después nos secuestraron, estuve encerrada demasiado tiempo para mi gusto en un sótano, recibiendo innumerables palizas, abusaron de mí, después perdí la memoria... Sí, complicaciones."

La mujer asintió levemente, con el pelo tapándole casi la mitad del rostro.

- Verá, Princesa de los Mares... ya he recurrido varias veces al alguacil, pero nunca han actuado... Espero que usted pueda ayudarme; mi padre...

Se apartó ligeramente el cabello y pude ver la sombra morada que rodeaba su ojo izquierdo, y el golpe rosado que tenía en el pómulo.

- Mi madre no se atreve ni a salir de casa para pedir ayuda, por miedo a que el castigo sea peor. Tengo otros dos hermanos pequeños, que han presenciado casi todas de nuestras palizas.

- ¿Desde cuando os ocurre esto? -inquirí.

- Desde que yo era pequeña.

- ¿Y cuántos años tienes?

- Veinte. -susurró.

Cerré los ojos durante un momento y me presioné las sienes. Y entonces, ante mí, apareció la figura de Patrick, golpeándome una y otra vez.

Abrí los ojos y la miré fijamente.

- Deme su dirección.

La joven asintió, se inclinó sobre la mesa y me susurró dónde estaba su casa.

- Siempre es por la noche. -susurró.

Después, se despidió con un tímido "muchas gracias", y salió corriendo hacia el muelle.

Y así pasó el tiempo; de las nueve personas que quedaban, cinco se presentaron como voluntarios para ingresar en mi tripulación, y los otros cuatro casos fueron denuncias de robo de dinero y animales. Nada tan serio como el primero. Escogimos a cuatro tripulantes, dos mujeres y dos hombres.

Dylan, Josh y Dan volvieron a guardar la mesa en la bodega, y yo me quedé esperando en la cubierta, respirando. La luna brillaba cobre el océano negro. Aún sentía un ligero rubor por todo el cuerpo a causa de aquel rumor... Sacudí la cabeza, respiré otras tres veces, y bajé a la bodega con mis compañeros.

Siempre lo hacíamos después de esas consultas, pues así era como elegíamos que casos tenían más importancia y cuáles no.

- Creo que no hay nada que hablar. -dije nada más llegar hasta donde ellos estaban. -Elegiremos el primer caso, el de la joven.

- ¿Por qué? -inquirió Dylan. -Es decir, ¿sólo uno?

Me giré hacia él. Dylan era un joven alto, de ojos azules y pelo y piel claros. Era de mi edad, y tenía cierto atractivo, para ser sinceros.

- Porque no voy a permitir que dejemos de lado algo tan importante; esa familia no tiene por qué seguir sufriendo algo tan horrible como eso. Nadie debería hacerlo. ¿Te parece suficiente? -contesté en tono cortante.

- Sí, sí, por supuesto, capitana. -dijo él, bajando la mirada.

- Es más, vamos ahora. -añadí, girándome. -Si queréis venir, tiene que ser ahora.

Salí de la bodega, sintiendo la rabia en mi interior, esa que aparecía cuando Patrick volvía a mi mente. No podía dejar que aquella familia sufriera más por un hombre igual que Patrick. Simplemente no podía. Sería injusto que después de haberlo vivido yo, me quedara de brazos cruzados. ¿Qué me importaba a mí si al hombre de la esquina le habían robado cinco gallinas, teniendo este asunto tan importante delante?

Oí pasos a mis espaldas, y después oí la voz de Dan.

- Yo voy contigo.

Por una parte, me alivió oírle decir eso, porque algo dentro de mí temía no ser capaz de hacer algo, por miedo a los recuerdos, que estaba segura que aflorarían en breve.

- Y yo. -escuché la voz de Dylan.

Corrió hasta colocarse a mi otro lado, y los tres bajamos hasta el muelle. Dan tenía el papel de la dirección de la casa de la familia, pero yo ya me la sabía de memoria, así que me era indiferente. Caminamos por las calles, yo guiándome por lo que me había dicho la joven, hasta que vi el número quince pintado en el muro principal.

- Es aquí. -dije.

- Sí. -confirmó Dan.

Me quedé ahí de pie durante largos segundos, cogiendo aire y soltándolo. Patrick apareció en mi mente, a punto de golpearme, y antes de que llegara, jadeé.

- Katherine, ¿estás bien?

Dan me pasó un brazo por encima de los hombros.

- Sí.

- ¿Estás lista?

- Sí. -contesté con firmeza.

Apreté los puños y abrí la cancela con decisión. Me acerqué hasta la puerta principal y estuve a punto de llamar, pero me di cuenta de que la puerta estaba entreabierta.

"Siempre es por la noche."

La joven esperaba que yo llegara por la noche, y por eso me había dejado la puerta abierta.

Empujé la puerta con lentitud, y entré en la casa con sigilo. No había nadie, aparentemente. Entonces oí un golpe seco, supuse que venía del piso de arriba. Les hice una seña para que entraran detrás de mí. Oí otro golpe, seguido de un largo gemido. Entonces me decidí a hablar.

- ¿Hola? -exclamé. -¿Hola?

Oí pasos en el piso de arriba, que parecían enfadados.

- ¡Quién eres! ¡Qué haces en mi casa!

Un hombre corpulento, con barba bien crecida y ojos furiosos bajaba por las escaleras de madera.

- ¡Qué hacéis en mi casa, bastardos! ¡Fuera de aquí, no tenéis permiso para entrar!

Se acercó con furia y enfado, remangándose la camisa blanca; fui a defenderme, pero cuando vi que alzaba su puño, me quedé paralizada. Me imaginé el rostro de Patrick, y no pude moverme. Entonces alguien me empujó a un lado, apartándome de su trayectoria, y choqué contra la pared de la casa. Cuando me giré, vi que Dan le había golpeado el rostro con el puño.

Y entonces, con la furia comenzando a hervir en mi interior, le agarré de la camisa y le obligué a ponerse frente a mí. Seguidamente le pegué un fuerte puñetazo, que le dejó algo aturdido. Después, le propine un rodillazo en el estómago, lo que le hizo encogerse, y aproveché para tirarle al suelo. Cayó boca abajo, así que le retorcí el brazo por detrás de la espalda y me arrodillé sobre él. Acerqué mi rostro al suyo, y susurré en su oído:

- Pegar a las mujeres es de cobardes, así como dejar que tus hijos lo presencien.

Miré a Dan, que asintió y se acercó a mí para agarrarle y levantarle. Me puse en pie, respirando de manera entrecortada, y me topé con los ojos de una familia llena de miedo. Sonreí con dulzura para tranquilizarles:

- Ya está. -susurré. -Todo ha acabado.

Y entonces, los dos niños pequeños, la joven de veinte años y la madre se abalanzaron sobre mí y me abrazaron con fuerza.

                                                                        ***

Suspiré largamente y observé la luna durante largos minutos. Me sentía bien, por haber ayudado a aquella familia. Habíamos llevado al alguacil al hombre, y nos aseguramos de que se encargaran de él. Me retorcí las manos con suavidad, y entonces oí una voz.

- Hola. -dijo Dylan.

Me giré hacia él y le sonreí.

- Perdona por lo de antes. -comencé. -Por cómo te respondí; fui bastante fría. Estaba nerviosa, lo siento.

- No te preocupes, capitana. Y... ¿se puede saber por qué estabas tan nerviosa? Bueno, más bien por qué sentías tanta necesidad de ayudar a esa familia.

- Porque no podía permitir que hiciera con esas mujeres lo mismo que hicieron conmigo. -alcé la mirada hacia Dylan, que parecía sorprendido y confuso. Me reí para quitarle importancia. -Dejémoslo en que tuve una experiencia parecida durante varios meses de mi vida. Y ese fue el motivo de mi inactividad.

- Lo siento, capitana...

- Oh, no, tranquilo. Es pasado. Además, ese hombre no puede volver. Alguien se encargó de mandarle al infierno.

Pero la realidad era que no era pasado. Porque las pesadillas seguían muy presentes.

- ¿Quién es ese alguien, capitana?

Suspiré levemente y alcé la mirada hacia la luna.

- Jacob Fellon. El Príncipe de los Mares.

Me insulté a mí misma al sentir una débil punzada en el corazón.

- ¿Y dónde está él ahora?

Bajé la mirada hacia mis manos, escuchando el rumor de la olas a lo lejos. Seguidamente clavé mis ojos en los de Dylan, de un azul eléctrico muy profundo y cogí aire de manera disimulada.

- En algún punto del pasado.

Sabía que quería un lugar físico concreto, pero yo no tenía ni idea. Dylan esbozó una leve sonrisa y asintió, satisfecho con mi respuesta.

- Me alegro de ello entonces, capitana. -susurró Dylan.

Había recuperado mi vida. Por supuesto que las pesadillas aún no se habían ido, y sabía que jamás se marcharían. Ya formaban parte de mí, y yo estaba segura de que eran mi castigo; mi castigo por haber hecho tantas cosas mal en la vida; por la muerte de mis padres, por la muerte de Harry, por todo. Y sí, tampoco podría dejar de culparme por ello.

Pero aparte de eso, era yo. Mi memoria había vuelto por completo, y aún estaba tan feliz por ese hecho que me pasaba noches enteras revisando todos mis recuerdos. También había dejado de escribir cartas que jamás serían leídas.

Entonces en aquel momento, me dije que tal vez, y sólo tal vez, mi vida podía estar mejorando. Me dije que tal vez podía llegar a ser feliz, junto a Dan y a aquella tripulación nueva. Me dije que podía encontrar la felicidad en todas aquellas miradas de esas personas que habían decidido seguirme en lo que para muchos eran actividades suicidas; que podía encontrar la felicidad en aquella enorme masa de mar que siempre había llamado hogar (por fin, después de tantos meses de inactividad.)

Y por primera vez en mucho tiempo, apoyada en la barandilla con Dylan a mi lado y sintiendo el frescor del mar a mi alrededor, me sentí feliz. Feliz del todo.

Había sufrido muchos baches a lo largo de mi vida, pero empecé a pensar que a partir de aquel momento, todo iba a ir en línea recta y sin obstáculos demasiado difíciles. Y lo sabía porque Dan estaba a mi lado, al igual que Liv y Diana. Todos ellos me habían querido, me querían y supuse que jamás dejarían de quererme. Me habían apoyado incluso cuando yo no tenía ni idea de quiénes eran, y eso para mí era suficiente prueba de cuánto me apreciaban.

Así que sí, aquella noche fui consciente de que no estaba sola. Jamás había estado sola, a pesar de lo que mi corazón creyera.

No pude evitar esbozar una amplia sonrisa, a la vez que clavaba mi mirada en la luna, la cual podía entreverse por detrás de la fina capaz de nubes que la cubría. Una frase se comenzó a formar en mi mente, y quise gritarla, pero me contuve.

"Soy feliz."

El pasado es pasado. Y lo que a mí me tocaba vivir era el presente; mi nuevo presente.

Era mi oportunidad de ser feliz.

Y la iba a aprovechar.


                                                                       ***


¿Qué pasaría si os dijera que aquí llega la palabra "FIN"? :)

NO OS ALARMÉIS. Sólo quiero saber vuestras opiniones. :) ¿Sí o no? Ahí dejo la pregunta. ^^