Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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sábado, 11 de agosto de 2012

DDM: Capítulo 35

Bueno, este lo subo más seguido del anterior como recompensa por la tardanza... Y porque estoy inspirada jajaja  Espero que os guste, como siempre os digo. :)
Y perdonadme, ¿vale? Cuando lo terminéis, sabréis por qué os pido perdón x) No me matéis, anda. :)



Jacob se había desmayado, pero no había soltado mi mano. Y yo tampoco lo intenté. Aunque él no fuera consciente, yo le había dicho que jamás le abandonaría. Y eso es lo que iba a hacer. Ignorando lo que pudimos sentir en un pasado, ignorando que le odio por haberme roto el corazón. Ignorando que a pesar de todo, me he enamorado.

Al principio, me negué a desviar la vista, y darme cuenta del desastre que había a nuestro alrededor. Por un momento, deseé que sólo estuviéramos Jacob y yo, centrarme en esa idea tan egoísta. Pero también estaba Diana, mi dulce Di. Y Harry. Y Gwendolyn. Y toda mi tripulación.

Así que me decidí a hacerlo. A mirar qué había pasado. Y lo que vi, me llenó de terror y de miedo. Había mucha sangre, muchas lanzas habían atravesado el cuerpo de muchas personas. Unas yacían en el suelo, sin vida, otras se debatían entre la vida y la muerte, y otras, simplemente, salían adelante. Había sido una masacre. Y sólo por unas lanzas con cuerda.

El terror me invadió por un momento, pero enseguida desapareció al sentir el pulso de Jacob en mi mano. Él seguía vivo. Y eso, aunque no quisiera admitirlo, me hacía muy feliz. Tal vez demasiado.
Diana también seguía viva, y Harry estaba cuidando de ella. La cueva se había llenado de gemidos y gritos de dolor, y las antorchas estaban desperdigadas por la roca, alumbrando el paisaje, si así podía llamarse.

De pronto, vi la figura de una chica acercarse a mí y a Jacob. Y no tardé en adivinar de quién se trataba.  La víbora se arrodilló al lado de Jacob, y me dirigió una mirada cargada de odio, pero ambas sabíamos que debíamos cooperar juntas. Ambas sabíamos que íbamos a luchar por él con la misma fuerza. Por unos minutos, teníamos que dejar a un lado nuestro odio y nuestra diferencia, y ayudar a Jacob. Pero yo sabía que Elizabeth no quería eso. Ella quería a Jacob para ella sola. Y lo iba a defender con uñas y dientes.

Pero si ella quería jugar a eso... Yo también lo haría. Porque una promesa es una promesa. Y yo había prometido que jamás le abandonaría.

- Ya me quedo yo con él. -su voz sonaba forzada, y entonces me di cuenta de que tenía una gran herida en la pierna, más bien un corte.

Supuse que una lanza le había rozado el muslo, levantando la piel de su pierna.
Miré por última vez a Jacob, y comprobar que su pecho subía y bajaba, aunque costosamente, me hizo sentir bien. Hizo que me calmara medianamente.

- Cuídale. -susurré antes de soltar su mano, mirando a Elizabeth.

- Te aseguro que lo haré, y mejor que tú.

La rabia creció por un segundo en mi interior, pero me calmó el roce de la piel de Jacob. Solté su mano con lentitud y a duras penas, y me levanté, un poco mareada. Enseguida, caminé buscando a Gwendolyn, medio tambaleándome.
Y finalmente, la encontré. Estaba apoyada en la pared rocosa, con los ojos cerrados, respirando con lentitud. Su rostro tenía una expresión de absoluta serenidad. Y la envidié. No la importaba lo que había pasado, porque nadie de ahí fuera le importaba.
Se tapaba con una mano el brazo derecho, y entre los dedos pude comprobar que había hilillos de sangre.

- ¿Gwendolyn? ¿Te encuentras bien...? -susurré, mareada.

Ella asintió, y abrió los ojos. Clavó sus ojos azules en mí, con tal calma...

- La lanza me ha rozado. He podido esquivarla a tiempo. He tenido suerte, no como otros.

Paseó la mirada por su alrededor, y pude encontrar un rastro de tristeza en su mirada. Ya me parecía tan raro que no le afectara lo que había pasado...

- No quedamos muchos. Esto ha sido... muchas personas han perdido la vida.

Yo bajé la mirada, asintiendo.

- Me pregunto cuánto falta para encontrar ese maldito tesoro.

Yo me limité a suspirar, ajena a lo que ocurría a nuestro alrededor. Pero cuando volví a levantar la mirada, me di cuenta de que teníamos que hacer algo.
Me apoyé en la pared, y boquiabierta, observé los cadáveres. Había demasiados. Los demás habían intentado salvarlos, sacando las lanzas de sus cuerpos, pero había sido imposible. La vida se les había escapado por las heridas.

Harry abrazaba a Diana, que lloraba desconsoladamente. Tal vez hubiera sido mejor que ella se hubiera quedado fuera. Estaba arriesgando su vida y la del bebé por encontrar un tesoro. Y cuando hablara con la reina, exigiría alguna recomendación de más por aquellos riesgos, y por las muertes de todas las personas.

Y entonces me asaltó una pregunta. ¿Qué dirían los familiares de los tripulantes muertos? Perder a sus hijos, hermanos... Tan de repente, y tantos a la vez...

Y me sentí fatal por estar bien. Yo no tenía ningún rasguño de aquella cueva. Aunque al principio del viaje, en la isla, casi morí por la daga que me clavaron los hombres que nos secuestraron. Pero en esta cueva, en esta cueva, yo no había sufrido ningún daño. Y esta vez, Jacob me había salvado de posiblemente, haber muerto. Ahora era él el que estaba al borde de la muerte.

Después de aquella pequeña conversación, y de haberme planteado miles de preguntas, nos dispusimos a ayudar. No sabíamos muy bien en qué, pero algo haríamos.

Caminamos entre los cadáveres, buscando algún que otro rostro conocido. Yo me limité a cerrarles los ojos con lentitud, para que no pareciera tan macabro. Los que estaban vivos y medianamente bien, se encontraban en un lado de la cueva, ayudando a los malparados.
Y mi vista se clavó en Jacob, que seguía pálido e inconsciente. ¿Viviría? ¿O por el contrario, me abandonaría? No quise pensar en lo que me pasaría a mí, si Jacob muriese...

Después, me acerqué a los heridos, que se lamentaban entre gimoteos. Ayudé a vendar con partes de camisa las heridas, a frenar las hemorragias, y luego a que bebieran y tomaran algo de agua y comida. Y sin perder tiempo, corrí hacia donde estaban Elizabeth y Jacob, con algo de agua y comida.

- ¿Se ha despertado? -mi voz sonó débil.

La víbora sacudió la cabeza, y yo me senté al otro lado de Jacob.
Nos quedamos varios segundos en silencio, y yo envolví la mano de Jacob con las mías. Ya no estaba tan frío. Bueno, realmente, estaba ardiendo. Su piel estaba perlada de sudor, y supuse que tenía fiebre, así que me arranqué un trozo de camisa, no muy grande, lo mojé con agua, y se lo coloqué en la frente.

Cuando volví a tomarle de la mano, vi que la víbora me miraba con odio.

- Ambas queremos que viva. Creo que deberíamos colaborar juntas, al menos por un momento.

Ella desvió la mirada hacia otro lado, y noté la tensión y el odio en sus ojos azules. Resopló, y se encogió de hombros con enfado. Yo me limité a no soltar su mano, y a quedarme a su lado durante muchos minutos, envuelta en un silencio tenso con Elizabeth.

Elizabeth se levantó, y se marchó de ahí, con paso firme y decidido. Me quedé a solas con Jacob, que seguía sin despertar. Por un momento pensé que estaba muerto, pero ver que su pecho subía y bajaba acompasadamente, me tranquilizó.

- ¿Por qué no despiertas...? -susurré muy bajo.

Suspiré, y cerré los ojos durante unos instantes. Me mataba verle así. Y lo debía admitir.

- Por favor, sobrevive. No te mueras, por favor... Hazlo por mí. Yo te he prometido que no te abandonaré, prométemelo tú...

Volví a suspirar, y bajé la cabeza, cerrando los ojos, para medio descansar.
Cuando Elizabeth volvía hacia nosotros, solté la mano de Jacob, y me levanté. Caminé hacia la pared rocosa, y me dejé caer al suelo, con la espalda apoyada en la pared. Cerré los ojos, abatida por todo lo que había pasado. Y sin poder imaginarme lo que podría pasar en un futuro...

Alguien se sentó a mi lado, y no me costó identificar quién.

- ¿Te encuentras bien? -preguntó Harry.

Yo asentí, y pregunté:

- ¿Y Diana?

- Dormida. Estaba muy cansada. Ha estado llorando durante un buen tiempo... -hizo una pausa, y continuó hablando. -¿ Y Jacob?

- Aún sigue inconsciente. El único cambio es que ahora tiene fiebre.

Nos quedamos en silencio durante varios minutos, yo pensando en mis cosas, y Harry pensando en las suyas. Hasta que rompió el silencio con su pregunta.

- Si supieras que Jacob va a morir... Y que no hay remedio para ayudarle a vivir... ¿Le dirías la verdad?

Alcé la mirada hacia él, con los ojos muy abiertos. ¿Insinuaba algo? ¿Con esa pregunta insinuaba que Jacob se iba a morir de verdad?

- ¿A qué te refieres, Harry? -dije, con miedo. -¿Jacob va a morir?

Él se encogió de hombros, y bajó la mirada.

- No lo sé, Kathy, no lo sé. Es una herida demasiado profunda. Es muy grave. -hizo una pausa. -Pero contéstame. ¿Le dirías la verdad?

- ¿Qué verdad...? -musité, con un hilo de voz.

- La de tus sentimientos. Lo que sientes por él.

Me mordí el labio inferior, y lo pensé bien. Yo no sabía con certeza qué le iba a pasar. ¿Y si moría, y jamás podría confesarle que le perdonaba, y que le amaba?

- Dios, Harry, no lo sé... Su... supongo que si lo supiera con certeza, se lo diría.

Harry esbozó una leve sonrisa.

- Así que es verdad que sientes algo... -acabó diciendo.

Yo me crucé de brazos, algo enfadada. ¿Lo había preguntado sólo para saber si yo sentía algo?

- No lo sé.

Él sonrió, satisfecho. Se cruzó de brazos, y cerró los ojos durante unos instantes.

- Aún es pronto. Podíamos aprovechar y continuar con el camino.

- ¿Y qué haremos con todos los... cadáveres?

Harry se encogió de hombros.

- No podemos llevárnoslos. Te juro que es lo último que deseo, abandonar sus cuerpos aquí. Pero no tenemos otra. Cuando salgamos de aquí... -"Si es que salimos", pensé. -Haré algo para que se les recuerde. En su memoria.

Yo asentí, y me levanté del suelo. Después, le ayudé a él a levantar.

- ¡Levantaos! ¡Debemos continuar con nuestro camino!

Oímos gimoteos como respuesta, y se levantaron del suelo a duras penas. Enseguida pude comprobar que quedábamos muy pocos, desgraciadamente.

Elizabeth, con un corte en la pierna. Jacob, en muy mal estado, y gravemente herido. Diana, con una herida en el hombro. Gwendolyn, sana y salva. Jeff, un joven de mi tripulación. Dan, con un corte muy feo en el brazo. Estela, una joven de la tripulación de Jacob, que estaba sana. Jessica, una tripulante de mi barco, que no tenía buen aspecto. Roger, que tampoco estaba demasiado bien. Valentina, de la tripulación de Jacob, con una grave herida en el muslo. Emily, de mi tripulación, gravemente herida. Y Jason, de la tripulación de Jacob, que tampoco estaba bien. Y luego estábamos Harry y yo.

Catorce persona vivas en total.

Se levantaron a duras penas, y recogimos entre todos las provisiones, que estaban desperdigadas por el suelo. Las cajas se habían medio abierto por el "ataque", ya que la gente que las llevaba, las había soltado.

Yo cogí una gran caja con las manos, y los que se encontraban en mejor estado, cogieron las restantes. Tampoco quedaban muchas, ya que las habíamos ido agotando, y más ahora con lo sucedido.

Me giré hacia Harry, y le señalé a Jacob.

- No se puede mover. Está inconsciente.

Y antes de que respondiera, le coloqué la caja en los brazos, y caminé hacia Jacob, que respiraba lenta y costosamente. Coloqué una mano sobre su pecho, y le moví ligeramente, mientras susurraba:

- Jacob. Jake. ¿Me oyes? Vamos, despierta.

Abrió sus ojos verdes con lentitud, aunque apenas podía. Ya no brillaban como solían hacerlo. Habían perdido la vida que solían tener. Y eso me dio algo de miedo.

- ¿Kathy...? ¿Eres tú...?

- Sí, soy yo, Jake. Vamos, despierta, tenemos que irnos.

Cerró los ojos durante unos segundos, y respiró por la boca. Después, volvió a abrirlos, y me miró, musitando con un hilo de voz:

- No me abandones. Quédate con... conmig... conmigo...

Y entonces cerró los ojos.

Y me quedé helada.
Con mi mano sobre su pecho, no noté movimiento alguno. Y me puse a chillar su nombre.

- ¡Jake! ¡¡JAKE!! ¡Vamos, despierta!

Le zarandeé con más fuerzas, mientras las lágrimas caían por mis mejillas.

Su corazón no latía. Su pecho no subía ni bajaba. Sus pulmones no se llenaban de aire, como antes. Le quité el trozo de camisa de la frente y pude comprobar que estaba frío. Muy frío, y pálido.

Y de la furia, me puse a gritar:

- ¡No! ¡No puedes abandonarme! ¡No ahora! No lo hagas, por favor, no te vayas...

Harry y unos cuantos corrieron hacia mí, y unos brazos me alejaron del cuerpo inerte de Jacob.

- ¡¡Ayudadle!! -rugí, sollozando. -Ayudadle, por favor...

Cerré los ojos, abatida, y me dejé caer en el suelo. No quería ver nada. No quería vivir. Ya no. Oí la voz de Harry llamándole a gritos. El movimiento frenético de las demás personas. La necesidad de hacerle volver a la vida, cuando yo creía que era imposible hacerlo.

Cuando me decidí a abrir los ojos, vi a Harry derrumbado en el suelo, con los ojos llorosos y la mirada perdida. Sus manos temblaban, cerca del cuerpo inerte de Jacob.
Elizabeth lloraba desconsoladamente, y los demás bajaban la mirada, abatidos.

Y entonces supe que había sido demasiado tarde. Que era imposible.

Me quedé boquiabierta, mirando su cuerpo inerte y pálido. Me picaban los ojos y la garganta, y supe que iba a estallar en un mar de lágrimas, que nadie sería capaz de calmar. Nadie, excepto Jacob. Pronto, las lágrimas brotaban de mis ojos y rodaban por mis mejillas coloradas, mientras gritaba su nombre, y acto seguido, oía el eco que producía en la cueva.

Diana puso una mano sobre mi hombro, pero eso no servía. Ya nada servía.

Jacob no estaba a mi lado. Se había ido, y yo no podía decirle que le había perdonado, y que lo sentía mucho. Que le quería a mi lado para siempre. Que jamás le abandonaría, que le necesitaba, desde el primer día que le vi.
Maldije las lanzas, maldije todo. Maldije mi cobardía y mi maldito odio hacia lo que me hizo en un pasado. Maldije que él ya no estuviera a mi lado.

Me tumbé sobre su pecho, llorando y convulsionándome por el llanto, con los ojos cerrados, gimiendo, y diciendo cosas que nadie entendía. Pero yo sí.
Le llamaba por su nombre, por "Jake", le recordaba cuánto le quería, le decía que me había abandonado. Le rogaba que volviera, para quedarse conmigo. Le recordaba lo mucho que le había querido desde que le conocí, y le contaba cuánto le eché de menos en cuanto me alejé de él.

Pero las palabras no servían de nada.
Ya nada servía de nada.




viernes, 10 de agosto de 2012

DDM: Capítulo 34

Heelloo! :) Siento no haber subido capítulos antes, en serio... Intentaré retomar el ritmo que tenía en un principio y subir uno cada uno o dos días. :) Espero que este os guste. :3




A mi lado estaba sentado Harry, y ambos nos habíamos quedado en silencio. Yo aún seguía enfadada por todo lo que había pasado, y aún recordaba el dolor que sentí al darme cuenta de lo de Diana y mi mejor amigo Harry. Y aún me seguía doliendo. Me alegraba de que fueran felices, yo no era nadie para criticar lo que sentían, ni para oponerme. Pero m había dolido. Porque yo quería a Harry, y aún le seguía queriendo. Eso jamás cambiaría.

Por una parte, creía que me lo merecía. Harry sintió el mismo dolor aquella noche en que yo lo rechacé. Lo rechacé por mis sentimientos hacia una maldita babosa. Perdí una gran oportunidad, sólo porque prefería llorar por alguien que no se merecía mis lágrimas. A pesar de todas sus disculpas, lo que me hizo fue imperdonable. Aunque no podía negar que sentía algo por él...

¿Por qué todo era tan difícil?

Sacudí la cabeza, y Harry me miró.

- ¿Ocurre algo?

- No, nada. Simplemente me preguntaba.

- ¿Qué?

- Que por qué todo es... tan difícil. -respondí en un susurro.

Harry buscó mi mano, y la envolvió con la suya. Al principio quise soltarme, y rechazar ese gesto, pero acabé dejándome llevar, y dejando que sus ánimos me ayudaran en algo.

- No quiero que nuestra amistad se rompa.

- Yo tampoco. -susurré, intentando que no se me quebrara la voz.

Mi máscara de frialdad y dureza se estaba resquebrajando por momentos, y eso me daba miedo. Tenía que ser yo otra vez; Katherine Greenwood, esa chica fuerte, fría y dura, que no se preocupa por nada. Pero es que todo era tan difícil...

- Olvidemos todo lo que ha pasado, Kat. Sigamos siendo los mismos que antes.

- Es difícil.

- Lo sé, Kathy, pero podemos intentarlo.

Tardé unis segundos en reaccionar, pero al final, alcé tímidamente la vista hacia él. En sus ojos encontré la misma calidez de siempre, la misma viveza. El mismo afecto y cariño de siempre, y el mismo sentimiento de apoyo. Harry no había cambiado. Era yo la única que lo estaba fastidiando yo. La única que se estaba derrumbando, la única que se estaba hundiendo por momentos. Y eso no podía ser.

- Ven, Kathy, ven.

Me mordí la lengua para intentar contener el llanto, y no perdí ni un segundo. Me tiré sobre él, y me envolvió con sus brazos. Por un momento, todo desapareció. Mi madre, mi dolor, mi miedo, mi enfado, la isla, mi padre, Jacob, Elizabeth... Por un momento me sentí la chica que fui hace años, la misma que había amado a Harry desde siempre. La misma niña callada y tímida de la ciudad.
Y por un momento, deseé que nada de esto hubiera pasado, que el tiempo no hubiera avanzado.

Yo era la niña marginada. La apartada, la rara. Per tenía algo que nadie más tenía; a Harry. Y eso me bastaba para ser feliz, para ser yo misma sin importarme las críticas de los demás.
Y por eso aprendí que lo que no te mata, te hace más fuerte.
Oculté mi rostro con una fría máscara de hielo, y me envolví en una capa negra. Así, nadie podría ver lo que sentía, nadie me vería hundida nunca más.

Pero ese "maquillaje" desaparecía por momentos. Y me daba miedo lo que podía encontrarme en mi propio interior.

Harry me acarició el pelo con ternura, y yo me limité a cerrar los ojos por unos segundos, y disfrutar del momento. Noté que las lágrimas se intentaban abrir paso bajo mis párpados.

- Tranquila, Kathy. Tranquila.

Su voz me trasladó al pasado, a esos momentos felices junto a él. A esos momentos donde mi único miedo era encontrarme con la gente.

Cuando me soltó, me sequé las lágrimas con rapidez.

- Venga, no llores, Kathy. Que lloro yo también.

Alcé la vista con una ligera sonrisa, y vi que él me sonreía ampliamente, divertido. Refunfuñé algo, y cerré los ojos, con una sonrisa. Y ahí estaba Harry; ese chico capaz de sacarme sonrisas en los peores momentos. Él no había cambiado, y eso me alegraba. Me hacía sentirme segura, me hacía pensar que tenía una oportunidad de hacer que todo volviera a ser como antes.

Gwendolyn estaba apartada del grupo, y acariciaba su medallón. Recordé la historia que me había contado, cuando sus padres murieron por defender a los míos. Y la pregunta era; ¿por qué? ¿Por qué les habían defendido?
Suspiré largamente, y cerré otra vez los ojos. Pero antes de eso, dirigí una mirada fugaz hacia Jacob, y entonces se me aceleró el corazón. No fui capaz de cerrar los ojos, ni de apartar la mirada.

Sus ojos verdes estaban concertados en una navaja, su pelo rubio brillaba con fuerza. Sus manos acariciaban el filo plateado del arma, y su piel parecía relucir con la luz del fuego. Aunque me costara admitirlo, ese chico era muy guapo. Y cada vez que me miraba, el corazón me iba a mil por hora. Me ponía nerviosa, y no sabía cómo actuar. Cuando él me miraba, todo mi maquillaje se desmoronaba, y quedaba al descubierto ante él; una joven que no paraba de temblar ante su presencia, porque estaba enamorada.

Y un poco más lejos, la víbora Elizabeth. Miraba de reojo a Jacob, y me fijé en que también me miraba a mí. Sacudí la cabeza, y aparté la mirada, resoplando. Siempre estaría ahí, intentando hacer que Jacob no se fijase en mí, intentando hacerme sufrir, como solía hacer. Pero no la iba a dar el gusto de ver que me dolía lo que hacía. Katherine Greenwood es esa chica fuerte, fría y lejana. La que oculta sus sentimientos ante cualquier persona.

- ¿Has... has hablado con Jacob? -susurró Harry, sin mirarme.

Automáticamente, me giré hacia él, con la boca abierta.

- ¿Por qué iba a tener que hablar con él?

Me limpié de sudor las palmas de las manos, e intenté calmar el latido de mi corazón. Jacob siempre aparecía en las conversaciones. ¿Cómo no iba a pensar en él?

- No sé, Kathy...

- ¿Insinuas algo? -resoplé, intentando que mi voz sonara fuerte y firme.

- No, no... Sólo que... Sé que se disculpó por todo lo que había pasado. Sé que quiere comenzar de cero otra vez. Quiere que olvides el daño que te hizo, quiere... -y se calló.

Nos quedamos en silencio, y esperé a que terminara la frase.

- ¿Quiere qué? No has acabado la frase. -pregunté, con los ojos abiertos.

- Quiere ver que no le odias. Quiere verte sonreír. Eso me ha dicho él.

Me quedé sin habla, y me volví a apoyar en la pared, mirando el suelo de piedra.

- ¿Has hablado con él? -musité, sin alzar la vista.

- Claro. -contestó él.

Me retorcí las manos con nerviosismo.

- Venga, habla con él.

- Ya hemos hablado. Le dejé disculparse. Pero lo fastidió todo. -contesté con frialdad.

Harry bajó la mirada y suspiró. Me fijé en que miró de reojo a Jacob, que le devolvió la mirada.
Y sin quererlo, me quedé mirando a la babosa. A Jacob. No podía apartar la mirada, a pesar de que me obligaba a hacerlo.

- Si en el fondo quiere hablar con él... -noté el codo de Harry en mis costillas. Su voz sonaba divertida.

Me había pillado mirándole. Intenté parecer enfadada por su comentario. Pero no pude reprimir una sonrisa.

- Déjame. -gruñí, con una leve sonrisa.

Me crucé de brazos, y cerré los ojos, para alejarme de aquel momento. Para alejarme de la maldita realidad.

Un leve ruido de tela me sacó de mis pensamientos, y abrí los ojos, medio dormida. Jacob se había guardado la navaja en el pantalón, y sin mirarme, con expresión de tristeza, se levantó del suelo. Caminó hacia el grupo de personas que todavía comían y hablaban con alegría, alrededor de las antorchas.

Y todo pasó muy rápido. Un ruido metálico que me puso la piel de gallina. Un grito femenino de alarma. Harry levantándose con rapidez, y para mi sorpresa, yo detrás de él. Una larga lanza, con una punta demasiado puntiaguda, y atada a una cuerda, atravesando a Diana.

Lo único que fui capaz de hacer fue soltar un grito de terror y angustia por mi amiga embarazada, y correr hacia ella. Pero en ese momento, alguien gritó.

- ¡Al suelo!

A mí no me dio tiempo a reaccionar. Y pude oír el silbido de otra lanza rasgando el aire, que venía hacia mí. Pero de pronto, unos brazos me empujaron con fuerza, y caí al suelo, tropezando con mis propios pies. Caí cuan larga era, cerca de Diana, que gemía fuertemente.

En el suelo, todo dando vueltas a mi alrededor, y con los ojos cerrados, pude oír el sonido que provocó la lanza al atravesar la carne de alguien. Alguien que gimió con fuerza, y cayó de espaldas.
Tenía la cabeza embotada, ya que me la había golpeado fuertemente, pero por lo demás, estaba bien. Todo el mundo corría en todas las direcciones, gritaban para avisar a alguien del peligro, otros se dedicaban a salvar a los demás.

Y yo... Yo en el suelo. Sin hacer nada por nadie.

Cuando pude oír nítidamente los gritos de los demás, decidí levantarme, y buscar a Diana que no estaba muy lejos. Corrí hacia ella, y la llamé por su nombre. La lanza había atravesado su hombro, y ella lloraba de miedo.

- ¡Katherine! -gritó. -¡Ayúdame, por favor!

- ¡Diana!

Me arrodillé a su lado, y segundos después, pude comprobar que Harry estaba al otro lado de su cuerpo, a punto de sacar la lanza de su hombro.

- Dolerá un poco, pero serán unos segundos. -avisó Harry.

Yo agarré fuertemente la mano de Diana, y cerré los ojos cuando ella gritó por el dolor. Harry lanzó a un lado la flecha, y acarició la mejilla de Diana.

- Tengo que ir a ayudar a los demás. -susurró él, e inmediatamente, se levantó, y corrió hacia los demás heridos.

Nos quedamos a solas, e intenté concentrarme en ella y olvidar los gemidos de dolor.

- Kathy... Tengo miedo... -susurró ella.

- No lo tengas...

- No quiero que nos pase nada. Y menos a mi bebé. -susurró, con los ojos llorosos.

- Y nada nos va a pasar, Diana. Saldremos de aquí, y tu bebé lo hará contigo. Te lo prometo.

Ella gimoteó levemente, y cerró los ojos.

- No quiero morir, no quiero morir... -susurró.

-  Diana, no digas nada. Nadie va a morir, nadie.

Ella abrió sus ojos azules y me miró atentamente.

- No puedes evitar lo inevitable, Katherine. Todos podemos morir aquí dentro. Al igual que Loreen. Al igual que David.

Me mordí el labio inferior y la acaricié el pelo negro.

- Saldremos de esta, te lo prometo. Juntas.

- Juntas. -musitó.

La ayudé a incorporarse, y me rasgué parte de la camisa.

- Aprieta la herida con esto, para detener la hemorragia.

Ella asintió, pálida y con una expresión de puro terror. Se quedó sentada, apretando su herida, mientras yo me levantaba y me giraba.
Pero en ese momento, me tropecé con una cuerda. Recorrí la cuerda con la mirada, y vi por fin quién me había salvado.

- ¡¡Jacob!! -exclamé, fuera de mí.

Estaba pálido, y la lanza estaba clavada en su vientre. Él estaba tumbado de espaldas a suelo, respirando con fuerza y con dificultad, mientras la sangre salía a borbotones de su vientre.
Me abalancé hacia él, y me arrodillé a su lado. Coloqué mi mano sobre su mejilla, que estaba fría.

- Jacob, mírame, vamos.

Él parpadeó con lentitud, y consiguió entreabrir los ojos lo suficiente para mirarme.

- ¿Kathty?

Oír su voz pronunciando mi nombre, me recordó a cuando yo le amaba con mi vida, aunque él fingía amarme a mí. Cuando me llamaba con tanta ternura y tanto cariño, cuando me hacía sentir segura. Cuando su voz me enamoraba. Cuando él me enamoraba.

Como ahora.

- Soy yo, estoy aquí, soy yo...

- Me... me duele...

- Lo sé, lo sé, me lo imagino. pero no ocurrirá nada, te pondrás bien. -dije atropelladamente.

Miré la herida, y lo primero que pensé fue en sacarle la lanza.

- Vale, esto te va a doler un poco.

Jacob esbozó una tenue sonrisa. Él ya sabía que iba a doler demasiado.
No había tiempo de nada, así me puse manos a la obra. Agarré el final de la lanza, y me mordí el labio inferior con fuerza. Cerré los ojos durante unos segundos, para concentrarme. Tenía que ser rápida, y sacarlo de una vez. Si no, sería demasiado dolor, y él podría morir.

- Venga... Rápido... -susurró.

Asentí para mí, y cuando me creí capaz, abrí los ojos. Ver la sangre, y que todo dependía de mí, me hizo darme más prisa.
Agarré la lanza aún más fuerte, y entonces, Jacob gritó con ferocidad, maldiciendo e insultando. Jadeé, un poco más calmada, y tiré a un lado la lanza ensangrentada.
Jacob se retorció de dolor, y siguió gritando.

- Sssh, ssh, ya está, ya está. Ya te la he sacado.

Él gimió como respuesta.
Mis manos temblaban por la situación, y ni sabía qué hacer. Lo siguiente que hice fue rasgar su camisa, hasta quitársela del todo. Utilicé esa prenda para intentar frenar la hemorragia.

- ¿Kathy? ¿Sigues ahí? -susurró él.

- Sí, Jacob, sigo aquí.

Unos minutos de silencio, mientras yo tapaba la herida con la camisa.

- Repite mi nombre, por favor.

- Jacob. -susurré, mirándole, sin saber muy bien por qué.

Él cerró los ojos, y esbozó una triste y cansada sonrisa.

- Llámame como solías llamarme. Por favor.

Me mordí la lengua. De pronto, sentí unas terribles ganas de echarme a llorar. Cerré los ojos, y apreté las mandíbulas, justo cuando una lágrimas rodaba mi mejilla.

- Jake. -y la voz se me quebró.

Intentó levantar una mano, hasta que consiguió rozar mi pelo.

- Green. -musitó él.

Los ojos se me llenaron de lágrimas. Green. Puede que no me gustara que me llamaran así, pero sólo por una simple razón; porque así me llamaba Jacob cuando fingía quererme. Era su apodo cariñoso. Él lo transformó de algo que no me gustaba y odiaba, a un apodo cariñoso. Por eso ahora, odiaba que me llamaran así. Porque despertaba en mí demasiados recuerdos dolorosos.

Y que me llamara así, me hacía pensar que tal vez, era verdad lo que Jacob sentía.

Buscó mi mano, y la envolvió con la suya como pudo. Estaba frío, y apenas tenía fuerza. Me quedé de rodillas a su lado, agarrada de su mano un buen rato, hasta que vi oportuno marcharse, para ayudar a los demás. Las lágrimas brotaban de mis ojos con tan solo mirarle. Por todo. Por nuestro pasado, por lo que sentíamos, y por verle así de mal.

- Saldrás de esta. Te pondrás bien. -le susurré, secándome las lágrimas.

Me levanté, y me dispuse a soltar su mano, cuando me rogó enmare gemidos:

- No te vayas, Green... No te alejes de mí, por favor, no lo hagas. No quiero perderte más. Quédate conmigo, por favor.

Y con lentitud, me volví a arrodilla, procesando sus palabras.

En ese momento, aferré su mano contra mi pecho, y cuando él cerró los ojos, inconsciente, yo susurré para mí:

- No te voy a abandonar, Jake. Nunca lo haré.