Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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martes, 30 de octubre de 2012

DDM: Capítulo 46

Hola!
Aquí os dejo el capítulo 46, espero, de verdad, que os guste :)



Un terrible zumbido, un pitido ensordecedor, nada más que eso.
La negrura me había inundado, y el dolor de la cabeza era insoportable. Notaba ligeros balanceos, la brisa rodeándome, diferentes texturas.
¿Qué pasaba?
¿Eso era estar muerto?
Pero de pronto, un eco muy lejano, que iba tomando forma en mi oído, hasta ser una voz. Una voz borrosa. No sabría cómo describirlo. Como si entre esa voz y yo hubiera un muro...
Intenté moverme, intenté hacer algo para notar mis extremidades, para sentir mis músculos. Pero mi cuerpo estaba entumecido, y nada parecía responder.
Hasta que pude entreabrir los ojos.
El pitido seguía presente en mi oído, pero lo notaba más suave.

La luz de aquel lugar, por tenue que fuera, me deslumbró. Todo era blanco, y tuve que cerrar los ojos durante unos segundos.
Lancé un gemido gutural, que se quedó en mi garganta. Estaba tumbada sobre algo duro, pero no parecía mármol.

Lo primero que hice fue mover los dedos, hasta que fui consciente de que no había perdido movilidad, y que seguía viva.
Traté de incorporarme, emitiendo leves gemidos de malestar, y con extrema torpeza.

Pero de pronto, cuando me disponía a inclinar la cabeza, otro terrible golpe en la sien, que dolió el doble.
Caí pesadamente sobre el suelo, abatida.
La negrura había vuelto a tirar de mí.

***

Impotencia.
Esa era la palabra que me describía en aquel momento.
No tenía el control de mi cuerpo, y el horrible pitido seguía ahí, mientras mi sien zumbaba de dolor. No podía moverme, o no quería. Lo intentaba, aunque tal vez sin mucho ímpetu.

¿Qué pasaba?
No entendía nada, y la negrura me rodeaba, cual irrompible jaula.
Pero no podía rendirme, debía despertarme de aquel trance, para saber dónde me encontraba, y qué había pasado. Porque sólo recordaba los gritos de Jacob Fellon, exclamando mi nombre, diciendo que me encontraría... Y después... después la más auténtica nada.

Me concentré en mis extremidades, hasta que fui capaz de moverlas. No pude evitar los gemidos que salían de mi garganta, de dolor y por lo desorientada que estaba.
No me encontraba con fuerzas para abrir los ojos, aún no, pero sí para colocar las frías y entumecidas palmas de mis manos sobre el suelo, que estaba igual de frío. Me impulsé hacia arriba, y conseguí incorporarme medianamente, aunque con extrema lentitud y torpeza.

Y cuando abrí los ojos, no me deslumbré, ni nada parecido.
Aquella era la prueba definitiva de que seguía viva, porque nada era extraño, ni irreal.

- ¿Jacob? -gemí, sin fuerzas.

Todo estaba en penumbra, y casi no podía distinguir donde estaba.
Me fijé en que seguía llevando el vestido del baile, y cuando moví las manos... el sonido fue tan nítido, que fui perfectamente consciente de lo que pasaba; la muerte iba a ser lenta.

Porque estaba encerrada y encadenada.

El metal las cadenas relucían por la tenue luz, y me intenté tranquilizar.

- ¿Diana? -pregunté, con un hilo de voz.

Pero estaba sola en aquella fría y vacía habitación.
En un desesperado intento de huir, me levanté con rapidez, aunque con torpeza, y estuve a punto de caer. Una pequeña ventana era el único foco de luz de aquella estancia, y supe que la habitación pertenecía a un sótano, ya que era la típica ventana pequeña y enrejada.

Una vez de pie, tuve que cerrar los ojos por el dolor de mi sien. Me llevé la mano hasta la cabeza, y toqué algo líquido; estaba sangrando.

Maldije por lo bajo, y posé la vista sobre la ventana de rejas. Tenía que intentarlo, aunque fuera imposible encontrar una salida. Palpé la pared, pero era totalmente lisa, hasta que una viga de madera me hizo creer lo contrario. Coloqué los pies sobre la viga, y me estiré cuanto pude para intentar agarrar los barrotes de la ventana, pero era imposible. Estaba muy alta, y las cadenas no me permitían tan amplio movimiento.

Pero no perdí la esperanza, y me puse a gritar.

- ¡¡Ayuda!!

Si la ventana daba al exterior, era probable que alguien pudiera oírme, pero el único problema era que no sabía dónde estaba situada aquella casa. Ni si esa ventana daba a la calle, o a un jardín privado.

Grité varias veces más, lo más alto que pude, hasta que, desafortunadamente, desistí.
Me derrumbé en el suelo, notando los enganches de las cadenas en la pared en mi espalda, clavándose en mi piel como cuchillos.

Suspiré, cerrando los ojos, mientras la impotencia crecía y crecía. Me dolía la cabeza, y el pitido seguía ahí, aunque mucho más suave. Mis manos y mis piernas temblaban, y no sentía los dedos. Mis músculos estaban entumecidos por el frío de la habitación.
Me hundí en el enorme vestido de baile, para entrar en calor, justo en el momento en que mis ojos ardían por las lágrimas.
¿Para qué reprimirlas?

Hundí el rostro entre las manos, deshaciéndome en un mar de lágrimas, lágrimas llenas de impotencia y rabia.
Estaba encerrada, desconocía el lugar, no sabía dónde estaban mis compañeros, si ellos habían corrido la misma suerte, o ya habían pasado a mejor vida.

El llanto se intensificó, limpiando mi interior, sacando todos los sentimientos ocultos a flote.

En mi mente seguían clavados los ojos verdes y húmedos de Jacob, mirándome con tristeza y dolor, sufriendo. Había podido notar su tristeza, lo había notado en su contacto desesperado, en su voz gritando mi nombre, en su voz prometiéndome que me encontraría. ¿Sabía él ya que nos iban a encerrar, antes de matarnos?

- Por qué... -gemí, llorando.

¿Qué pasaría? ¿Qué me harían...? ¿Sería una muerte lenta y dolorosa, como había dicho la reina...? Deseaba que no fuera así.

Las lágrimas bañaban mis rostro, sin poder yo frenarlas.
Era un llanto desesperado, furioso, impotente, apenado.

Hasta que el ruido metálico de un pestillo me hizo alzar la mirada borrosa.
Me quedé en silencio. El llanto había frenado en seco por la tensión y el miedo. El chirrido de la puerta abriéndose, y una llama arrojando su luz, inundando la habitación.

Pero la habitación ahora era la menor de mis preocupaciones; mi mirada estaba centrada en esa silueta negra e imponente, recortada sobre la puerta, oculta por la luz de su antorcha.

- Veo que estás despierta. -su voz era grave y fuerte, no me sonaba de nada. Nunca antes la había oído.

Sus lentos pasos, pero bien marcados, me hicieron temblar de miedo.
¿Miedo?
Podía admitir que era la segunda vez que pasaba el mayor miedo, después de la muerte de Harry...

- ¿Quién... quién eres...? ¿Qué hago aquí...? -susurré, mientras mi voz temblaba.

El hombre lanzó una carcajada un tanto malvada, y se acercó más a mí.

- ¿Recién levantada, y tantas preguntas? -su voz sonaba cada vez más cerca, pero yo no me atrevía a mirarle a la cara. -Princesa, voy a ser tu peor pesadilla.

El corazón me latía con fuerza, haciéndome daño en las costillas, y su voz no ayudaba mucho.

- Y veo que ya te preguntas que qué haces aquí... -hizo una pausa, en la que se irguió, y caminó en frente de mí, paseándose con la antorcha. -¿Recuerdas lo que pasó antes de que te quedaras inconsciente?

Yo asentí con lentitud, justo en el momento en el que alzaba la mirada hacia el hombre.
Tenía una horrible cicatriz en la boca, que le atravesaba los labios verticalmente, cerca de la comisura izquierda. Sus ojos estaba encendidos por la chispa de la venganza, y notaba sed de sangre en su expresión.

Verle no arregló nada, sino que aumentó mi miedo.

- Bien... La reina dijo que vuestra muerte sería lenta y dolorosa. Y así será. Ya que os tenemos, y estáis en nuestras manos, ¿por qué no divertirse un poco?

Dio un paso más, marcándolo con fuerza, y se giró hacia mí, sonriendo.

- Destruir a la familia Marina... Una frase que era tan lejana... Y ahora podemos cumplirlo. Podemos destruiros, así que es obvio que lo haremos de la forma más placentera para nosotros. Y esa, Princesa, desgraciadamente para ti, es la muerte lenta y dolorosa.

Sus palabras se clavaban en mi corazón como estacas recién afiladas, haciéndome jadear de miedo, y haciéndome querer llorar.

- Y para ello, os hemos separado. A ti y a tus amiguitos. Pero Jacob y tú seréis los únicos en morir.

- ¿Y qué pasará con los demás...? -susurré. -Ellos no tienen la culpa de nada...

Pensé en Diana, en la pobre Di, embarazada, temblando, sollozando, sola...

- No morirán, pero sufrirán. No te preocupes por ellos, cielo. Serán explotados como esclavos, para que trabajen en las minas, o para que trabajen los campos... Ahora no sabría decirte con exactitud. Tal vez sea un destino peor, pero es lo que hay, Princesa...

- No... -sollocé. -No, por favor, no haga eso...

- ¿Cómo te sientes? ¿Imponente, verdad? Ver que no puedes hacer absolutamente nada por nadie, y que tu vida está perdida. Que eres un barco que se hunde lentamente, hasta desaparecer en el fondo del mar.

Intenté calmarme, y frenar el llanto, para no parecer más débil de lo que era.

- Y Princesa, que sepas que estás bajo mi poder, ¿entiendes? Que desobedecerme o rebelarte no te traerá nada bueno, sólo problemas y más dolor. Harás lo que yo quiera, yo decidiré por ti. Correrás casi la misma suerte que tus amigos, a diferencia de que serás mi esclava, y de nadie más. Y vivirás aquí abajo, para sentir lo que es vivir recluida, sin ver a nadie, ni siquiera la luz del sol.

Alzó la mirada hacia la ventanita, y rió:

- ¿Crees que va a estar así para siempre? La taparé, tranquila. Para que puedas descansar mejor.

Me mordí la lengua, hasta notar el sabor metálico en mi boca.

- ¿Qué, Princesa? ¿Qué opinas de todo esto? ¿Es de tu agrado? -sonrió malvadamente. -La habitación no está muy decorada, lo sé, pero es un sótano, un sótano para mantenerte encerrada, así que creo que la decoración es lo de menos...

Su risa me hacía daño en los oídos, y tuve que cerrar los ojos, y concentrarme en otra cosa. En la suave y melódica risa de Jacob. En sus brillantes ojos verdes. En su pelo rubio, en su tez bronceada.

- Sabes que... que es probable que no seamos los últimos descendientes Marinos... ¿no? -conseguí murmurar.

- ¿Qué? -preguntó. -Ah, tranquila, de eso ya nos hemos encargado. -su torcida y fea sonrisa me hizo temblar. -Todos los posibles humanos que poseían sangre Marina han sido eliminados. Y Harry Jones se autoeliminó sólo...

Harry.
Su nombre traspasó mi alma, como si se tratase de una afilada cuchilla.

- Así que sólo quedáis vosotros.

Sus palabras me había dejado sin aliento, y más aún por el hecho de haber pronunciado el nombre de Harry.

- ¿Alguna objeción? ¿Tienes alguna pregunta más? La responderé con gusto, mi Princesa.

Se inclinó ante mí, y acarició mi mejilla con aspereza.
Sentí nauseas cuando noté su piel rozando la mía.

- Jamás haré lo que me pidas, sucia rata.

Y acto seguido, le escupí con mi mayor furia.
Se quedó parado y con los ojos cerrados, torciendo los labios. Se limpió con la manga de su chaqueta, después de apartar la mano de mi mejilla.

- Empezamos mal, Princesa. Estoy siendo demasiado bueno contigo.

Y después de pronunciar esas palabras, la palma de su mano, azotó mi mejilla, haciendo que esta ardiera de dolor.

Giré el rostro, con los ojos bañados en lágrimas, sin mirarle.
La piel me ardía de dolor, y la furia hervía en mi interior.

El hombre se marchó con paso firme y más rápido, y cerró la puerta con pestillo, llevándose consigo la luz de la habitación.

Y una vez sola, esa furia se transformó en dolor y tristeza, y dejé que las lágrimas bañaran mi rostro herido.


sábado, 27 de octubre de 2012

DDM: Capítulo 45

¡Hola!
Ya sé que he tardado en escribirlo, y de verdad que lo siento, pero me faltaba tiempo, o bien por exámenes, por los deberes, o porque simplemente no me apetecía mucho escribir... En fin, el caso es que aquí está, y espero que como de costumbre, alguien me deje algún que otro comentario con su opinión... :)





- Vamos, ya es la hora. -apremió Gwendolyn. -Cuánto antes mejor.

Yo estaba desorientada, y algo en mi interior me decía que ya nada sería igual después de aquel viaje hacia la isla. Que mi vida había cambiado de forma radical, mi forma de pensar, mi manera de actuar. Todo.
El recuerdo de Harry seguía tan fuertemente presente, que a veces sólo quería derrumbarme y deshacerme en lágrimas. Desahogarme, gritar y sollozar con fuerza e intensidad, sin importarme el resto de humanos.
Pero debía ser fuerte, porque tal vez, en aquel momento, yo era el único posible buen ejemplo para Diana, y debía mantenerme fuerte, o al menos, aparentarlo.

La observé de lejos, y me dije a mí misma que estaba preciosa, a pesar de su rostro demacrado. Sus increíbles ojos azules habían perdido su vivo brillo, aunque era normal.

- ¿Estás bien? -le susurré, mientras me acercaba a ella.

Ella alzó sus ojos carentes de vida hacia mí, y sentí una enorme punzada en el corazón.

- Claro.

Pero aquellas palabras estaban teñidas de mentira, de una mentira llena de profundo dolor. Tan verdadero, que congelaba la sangre, y te hacía romperte en mil pedazos.

- Estás preciosa, Di, como siempre.

Se limitó a esbozar una leve y triste sonrisa que duró unos segundos. Después, bajó la mirada, y suspiró.

Sabía que ahora, poco podía hacer por ella. Estaba físicamente aquí, pero su alma y su mente parecían estar extraviadas en el más lejano laberinto. Y no podía traerla de vuelta, porque sabía que ella no accedería. No accedería a volver al mundo real, porque eso suponía cargar con ese dolor extra.

- Vamos. -susurré.

Todos estábamos preparado, en aquel piso de la posada, vestidos de gala.
Mi vestido era de suave y no muy fina tela blanca, sin ningún tipo de adorno especial, con la falda muy ancha, rodeándome. Tenía algo de cola que se iba arrastrando por el suelo según mis pasos.
Pero a mí no me gustaba. Ningún vestido me gustaba.

El de Diana era muy parecido, pero en un color azul cielo. El de Gwendolyn era de color esmeralda, y el de Elizabeth amarillo clarito.
El de Liv era rojo, al igual que su larga melena.

Pero poco me importaban los vestidos que nos había prestado la posada, yo sólo pensaba en terminar con aquello, y en volver a algún lugar seguro, para encerrarme y llorar en la soledad.

- Estamos todos, ¿verdad? -preguntó Dan.

Era gracioso, gracioso preguntar eso. Quise echarme a reír de tristeza ahí mismo, reír por no llorar. No, no estábamos todos, ni mucho menos.

Después de aquel pequeño paréntesis, salimos todos de la posada, y nos subimos en el carruaje que nos esperaba a la entrada para llevarnos directamente al palacio. -El carruaje había sido contratado por los dueños de la posada, exclusivamente para nosotros-.

La debilidad se apoderaba de mí por momentos, y sentía que la densa oscuridad de la depresión me iba cubriendo poco a poco. Pero en el fondo, me sentía flotando. Sentía que toda aquella vida, todas aquellas personas, todo, era irreal. Que yo no pertenecía a ese escenario, yo simplemente lo observaba desde fuera, desorientada y adormecida.

- Eh, Kathy, vamos. Todo pasará rápido, podremos marcharnos dentro de poco. -me despertó la voz de Jake.

Sacudí la cabeza, asintiendo, mientras parpadeaba para despertarme.

Ojalá mi vida recuperara su normalidad. Ojalá todo volviera a su sitio, aunque faltaran muchas de las personas a las que amaba. Ojalá nada fuera a peor. O mejor dicho, ojalá todos esto acabase pronto.

El dolor me aprisionaba en una jaula hecha de oscuridad. Me golpeaba con una extrema suavidad, que lo hacía todo aún peor de lo que era. Y yo sólo podía llorar entre esas sombras que me ahogaban, sin poder demostrar que en el fondo, podía ser fuerte. Sin poder levantarme y caminar con normalidad, sin poder resistirme.

Bajamos del carruaje con torpeza, y caminamos hacia el palacio, que estaba perfectamente iluminado, con antorchas enormes. Gemí ligeramente al ver aquel fuego, ya que las antorchas me recordaron a la isla, a la cueva.

Pequeños símbolos, pequeños objetos que me llevaban de vuelta al pasado, junto a Harry.

Jake se acercó a mí, y me tomó de la mano, gesto que agradecí en profundidad.

- Pronto acabará.

Yo sonreí levemente, y entramos en el palacio, seguidos de muchas más parejas. Parejas que parecían felices, que vivían la vida sin ninguna clase de problemas.

La gente aún no bailaba, ya que aún era pronto. Simplemente ocupaban el salón, hablando y sujetando copas de cristal con distintos vinos.

Sentía que no encajaba. Me sentía desplazada, sentía que yo no pertenecía a ese grupo de gente, ni a ese salón. Echaba mucho de menos mi barco, echaba de menos los lugares que eran seguros para mí, echaba de menos a mis padres, echaba de menos ser una niña pequeña sin preocupaciones, echaba de menos a Harry.

Su nombre seguía latiendo en mi mente, al ritmo de mi dañado corazón. Su nombre era eco en mi mente. Un eco que deseaba que nunca se apagara del todo. Porque no quería olvidarle, a pesar del dolor que eso conllevaba.

Liv estaba completamente extasiada con las vistas. Tenía ganas de bailar con algún joven apuesto, u observar la escena desde fuera.

Yo en cambio, quería huir. Quería huir del mundo al que sentía que no pertenecía.

La reina estaba en la entrada, saludando a la gente invitada. Llegamos a su altura, y me miró con fingida sorpresa.

- ¡Oh, habéis venido! Cuánto me alegro, Princesa y Príncipe de los Mares. No se arrepentirán, se olvidarán de todo por unos momentos. Simplemente disfruten de este baile.

Yo asentí, distraída, sin ser consciente de eso tono tan fingido y falso, hasta irónico. Ya me arrepentiría más tarde de no haber estado más atenta, de no haber sido más lista.

Atravesamos el recibidor, hasta la enorme sala llena de gente. Las puertas estaban abiertas, de modo que lo veías todo desde fuera.
Jake me acercó a él, pero yo estaba perdida. Me acarició el pelo, y susurró:

- Todo irá bien.

Qué palabras tan ingenuas. "Todo irá bien". Cuán equivocado estabas, Jacob.

Yo asentí con ligereza, y le miré.

- Ojalá todo pase rápido, que es diferente.

Él rió levemente, y miró al frente.

- Vamos. -me instó.

Caminamos entre la multitud, hacia una mesa cubierta por un brillante mantel blanco, donde había todo tipo de comida y bebida, perfectamente dispuesta. Tanto, que te incitaba a comer aunque no tuvieras hambre.

De pronto, un extraño ruido me hizo girarme, sobresaltada.

- ¿Qué ocurre? -me preguntó Jake.

Sacudí la cabeza, y me insulté a mí misma por actuar de esa manera tan extraña; había sido la orquesta.

- Creo... creo que me estoy volviendo loca. Seriamente. -susurré, cerrando los ojos y con ganas de llorar.

Todo me asustaba de repente, me sentía rodeada de gente extraña que reía sin parar.

- Tranquilízate, ¿de acuerdo? Debes calmarte, disfruta, que a eso hemos venido, aparte de por la recompensa.

Yo asentí, cogiendo aire con lentitud, pero sabía que no podía calmarme. Ya nada sería igual, y temía que esa frase fuera realmente verdad.

- No me abandones, por favor. -solté de pronto, agarrándole de la mano. -No lo hagas.

- Kathy... ¿A qué... a qué viene esto ahora?

Bajé la mirada, angustiada de pronto. No lo sabía. ¿Me estaba volviendo loca? Aquello me estaba afectando demasiado.

- Es que... no quiero perderte.

- Kathy, relájate. Hemos venido aquí a disfrutar de un simple baile.

Yo asentí, tratando de tranquilizarme.

- Anda, baila conmigo. -me susurró al oído, mientras me rodeaba la cintura.

- Claro. -contesté.

Agarré su mano, y me condujo por entre la multitud, que ya bailaba en parejas, ordenadamente.
Nos situamos en el centro de la pista, y con un brazo, me rodeó la cintura. Con la otra, agarró mi mano, y nos movimos con lentitud, al ritmo de la música. Por un momento, me olvidé de la angustia, y me concentré en os preciosos ojos verdes de Jacob.

Pero había una espina en mi interior que no me dejaba sentir ese momento con la felicidad adecuada. Esa espina que me hacía recordar que todo me estaba afectando de una forma brutal.

- No me creo que estemos en Inglaterra, no después de todo lo que hemos pasado en la isla. -susurré de pronto.

- Pues estamos aquí, Kathy.

- Y todo ha cambiado... -bajé la mirada, a punto de echarme a llorar.

- Recuerdo el primer día del viaje, cuando nos encontramos en Vigo. -susurró, para cambiar de tema.

- Yo también lo recuerdo. Y lo mal que te traté. -contesté.

- No me creo que a pesar de todo lo ocurrido, este viaje me haya hecho muy feliz. Por haberme reunido contigo. Aún sigo dando gracias por tenerte a mi lado. -sonrió Jake, pegando su frente a la mía.

- Supongo que es lo más feliz de este viaje. Ojalá hubiera sido todo así; feliz. -musité.

- Oh, venga, Kathy. No te pongas así, no debes llorar. Eres fuerte, ¿no?

- Lo dudo. -me mordí la lengua.

Jake me besó suavemente la frente, apartándome un mechón de pelo.

- Estamos juntos. Eso es lo importante.

Yo asentí levemente, con los ojos cerrados, con mi cabeza bajo su barbilla.
La música de ese momento era lenta y suave, así que pasé los brazos por el cuello de Jake, y él me rodeó la cintura.
Movíamos los pies al ritmo lento de la música, y yo apoyé la cabeza sobre su hombro, aspirando su aroma. Cerré los ojos, para capturarlo en el fondo de mi mente, para olvidarme de todo lo que no fuera Jake.

- Llegaste en ese momento, en el más adecuado, para luego poder sostenerme cuando creía que caía. Me encontraste... en el momento apropiado. Y yo doy gracias por eso. -musité, cerca de su oído, sin apenas moverme.

- Entonces por eso, me hace doblemente feliz el haberte encontrado.

Su voz era un lejano eco en mi mente, que vagaba distante al baile. Removía mis más profundos recuerdos, sacando a la luz todo lo que había guardado para no herirme.

- Te quiero, Jacob Fellon. A pesar de todo.

- Te quiero, Katherine Greenwood, mi pequeña Green. Porque sí.

***

Después de largos minutos en silencio, bailando al ritmo de la lenta música, decidí que quería ir a tomar un poco el aire, así que salimos los dos juntos al exterior.

La brisa fresca me golpeó el rostro, haciéndome sentir mejor. Respiré profundamente, llenando mis pulmones de aquel aire puro.

- Mejor. -dije.

Jacob rió, y caminamos por los jardines del palacio, sin saber exactamente a dónde ir, ni qué hacer. El silencio era la mejor opción.
Pero yo tuve que ser la primera en romperlo.

- ¿Sabes? No quiero tener hijos. -dije de pronto.

Jacob se giró hacia mí, extrañado.

- ¿Por qué? -preguntó.

- No sé, por muchas cosas. Una de ellas es porque... tengo miedo. Miedo a que pase cualquier cosa que pueda herirme, como perderte y quedarme sola. O no sé... cualquier cosa.

Jacob sonrió ampliamente.

- Eres muy joven aún. Somos jóvenes aún. Tenemos tiempo para pensar en nuestro futuro, y en ese tiempo, puedes cambiar de opinión, quién sabe.

- Puede, pero por ahora no. -afirmé, asintiendo.

Pasados unos segundos, Jake dijo:

- Voy a beber algo, discúlpame Kathy, ahora vuelvo. No tardo nada.

- Ve.

Se giró, y se alejó, caminando hacia el palacio.
Y allí me quedé yo, sola, envuelta en una brisa fresca, rodeada por la oscura soledad de mis recuerdos y de mi dolor.

La luna brillaba con intensidad, con densas nubes a su alrededor, iluminadas por su luz plateadas.
Las estrellas, pequeños puntos luminosos contra el cielo nocturno que me recordaban demasiadas cosas, esa noche estaban ocultas por las nubes.
Algo que me hizo temblar. ¿Y si eso significaba que mi Harry ya no estaba a mi lado, que ya se había ido definitivamente?

No quería pensar en eso. No quería creerlo. Sacudí la cabeza, y así me quedé, sin hacer nada. Mientras los minutos pasaban y pasaban, y yo me angustiaba.

¿Y Jake? ¿Por qué no venía?
Me empecé a agobiar, estúpidamente. O puedo que no fuera por algo estúpido.
Me giré, temblando de pronto de frío, con la piel de gallina. Algo iba mal, algo me decía que algo malo ocurría. ¿A qué venían esas extrañas sensaciones, esos repentinos cambios de humor?

Atravesé el jardín con prisa, temblando de miedo y de frío. En esos momentos, deseaba ser más fuerte.
Aparté a la gente de mi camino, mirando a todos los lados, en busca de esos brillantes ojos que tanto me gustaban, pero ni rastro.
Ni rastro de mi Jake.

Mi angustia crecía y crecía, y sabía que tenía que tranquilizarme, que aquella sala era enorme, pero mi interior seguía convencido de que algo malo iba a ocurrir.

- ¿Jacob? -exclamaba, aunque no muy alto, para no llamar mucho la atención de los demás.

Hubo un momento en que la angustia me consumía, así que eché a correr, pegando empujones a la parejas que reían a carcajadas, bailando, felices. Y había algo más extraño aún; tampoco veía a Dan, ni a Liv, ni a Diana, ni a Elizabeth, ni a Gwen. A nadie. Y eso me preocupó aún más.

Me sentía perdida, y más sin ellos cerca de mí. Ya nada existía, salvo mi angustia por recuperarles, por encontrarles. Decidí ir a preguntarle a un guardia.

- ¡Oiga! -corrí hacia uno. - ¡Necesito que me ayude!

- ¿Qué ocurre, señorita?

- ¿Ha visto a... a Jacob Fellon, el Príncipe de los Mares? Por favor, dígame dónde...

El guardia dudó, y me observó con una extraña sonrisa de satisfacción.

- ¿Por qué?

- Por favor, temo que algo malo le haya ocurrido, necesito encontrarle... A él y a mis compañeros. Presiento que algo malo les ha ocurrido...

- Oh, la comprendo señorita. Creo que sí les he visto, acompáñeme.

Asentí, agobiada, y le seguí por entre la gente, hasta una pasillo lateral de la sala.

- Por aquí.

Miraba hacia los lados, abrazándome a mí misma, con una expresión de puro terror. ¿Dónde se habían metido todos?
A medida que nos internábamos en el pasillo, las risas y la música del baile se iban quedando atrás, transformándose en leves murmullos que echaría mucho de menos minutos más tarde.

- No se pare, Princesa.

La voz de aquel guardia también era muy lejana. Pobre de mí, que ingenua e inocente fui.

- Ya estamos.

Me agarró del brazo, y con una sonrisa torcida, pegó su boca a mi oído, susurrando.

- Tal vez eso malo que presientes, también te afecte a ti.

Y dicho esto, abrió una pesada puerta de madera, y me lanzó dentro.

- Aquí está, alteza. La que faltaba.

Me quedé congelada, medio encogida, con la mirada clavada en la reina, que estaba sentada tras un escritorio, con un vestido demasiado elegante y arreglado. Tanto, que daba hasta miedo.

- ¿Qué... qué...? -balbucí.

- Oh, por fin. Ya estabas tardando en buscar a tus amiguitos.

Oí un grito apagado, y giré la cabeza, para comprobar que, efectivamente, algo malo había ocurrido.

- ¡Diana, Gwen! ¡Dan, Elizabeth!

Y mi mente pensó en Liv, que no estaba entre mis compañeros. ¿La habría ocurrido algo peor, o habrá escapado...? Todos estaban amordazados, y bien sujetos por varios guardias.

- Esta es la recompensa que os merecéis por el viaje.

- ¿Qué...? -musité en voz muy baja.

A los pocos segundos, oí un gruñido, seguido de un gemido de dolor, y cuando me giré, vi a Jacob en la pared, mientras un guardia le golpeaba. La sangre caía de su labio partido, y un hilillo de oscura sangre le recorría la sien, hasta la barbilla.

- ¡Dejadla! -gritaba entre medias, hasta que el golpe que recibió, le derrumbó.

Cayó pesadamente al suelo, y el guardia le agarró de las manos.

- Oh, Princesa, sé que estáis muy sorprendida... ¿Cómo ibais a pensar que el baile era una trampa, algo para atraeros hacia mí? En fin, nunca nada es lo que parece, ¿verdad?

El guardia me sujetó de las muñecas, impidiéndome moverme. Mis piernas temblaban violentamente, pero la espesa falda del vestido lo ocultaba.

- No espero que lo entiendas, tranquila. Pero te lo puedo resumir en una palabra; traición. Exacto, traición. El viaje simplemente era para que nos guiarais con vuestra increíble experiencia, hasta la Isla de las Voces. Y lo hicisteis, pero también fuisteis más fuertes que los hombres que mandé.

Recordé a aquellos hombre con miedo, pero con odio y furia. ¿Habían sido enviados por la reina...? Estúpida de mí.

- Y bueno, por su culpa, la misión quedó incompleta. Bueno, fue una misión fallida, más bien. Pero el caso es que ahora estáis aquí, y puedo eliminar del todo la sangre Marina de este mundo, para que la próxima vez, ese gran poder me pertenezca. -hizo una pausa. -Ibais a morir, tarde o temprano.

Mi corazón latía con extrema furia y agobio. Habíamos sido traicionados por alguien que se supone que debe ser un ejemplo... Hemos sido engañados, fuimos engañados desde el principio. Y tarde o temprano, íbamos a morir.

- Os escapasteis de vuestro destino, que era morir, pero habéis vuelto a mí, así que este trabajo lo voy a acabar yo. -hizo otra pausa, en la que creí que me echaba a llorar. -Pero tranquilos, me encargaré de que sea una muerte... lenta y dolorosa.

Su frase terminó en una risa malvada, que me puso la piel de gallina.
Miré hacia Diana, y vi que estaba llorando, con los ojos cerrados y la cabeza baja. Su frágil cuerpo, envuelto en ese vestido, se convulsionaba por el llanto. Gwendolyn mantenía la mirada firme, y llena de odio. Dan temblaba de miedo, al igual que Elizabeth.

Y Jacob... Jacob buscaba con desesperación mi mirada.

- Ah, tranquilos, podéis despediros, porque efectivamente, será la última vez que os veáis.

Las lágrimas rodaban por mis mejillas sin que yo pudiera detenerla. Todo parecía tan irreal... No me lo podía creer. Mis piernas seguían temblando, pero no le veía el sentido a echarme a llorar.
Definitivamente, estaba perdida... perdida del todo.

El guardia soltó a Jacob, y pude notar que mis muñecas también estaban libres. Jacob corrió hacia mí, después de levantarse y tambalearse.

- Kathy...

Me abrazó con fuerza, y yo me apreté contra su pecho, para notar el máximo calor, para oír los latidos de su corazón.

- Sssh... Tranquila, Kathy, no llores... -pero su voz se quebró, y supe que él también lloraba.

Me agarró de las manos, y me miró fijamente. Ver sus ojos verdes húmedos, me agobió más.

- Jacob, por favor, no dejes que me hagan daño... No dejes que nos separen...

- Sssh... Kathy, todo va a salir bien, estamos juntos, estaremos juntos. No nos van a separar, estaremos bien... -su voz quedó ahogada en un leve llanto. - Eres fuerte, ambos somos fuertes.

Sin perder tiempo, los dos buscamos nuestros labios con desesperación, hasta que se unieron, con fuerza y dolor. El beso fue intenso, y lo alargamos lo máximos que pudimos.
Era un beso de despedida, y tal vez para siempre.

- Te quiero, Kathy, te quiero muchísimo...

Me acarició el pelo, y de pronto, el guardia tiró de él, separándole de mí.

- ¡Kathy, te encontraré! ¡Sé fuerte, por favor!

Y de pronto, un terrible golpe en la sien. Un intenso zumbido, que me hacía daño.
Y después, silencio. La negrura me había tragado.

domingo, 14 de octubre de 2012

DDM: Capítulo 44

Hellooo! Aquí os dejo el capítulo 44, y espero que os guste, como siempre os digo.
Un beso!



Cuando me desperté, Diana seguía dormida, profundamente dormida, por lo que no la desperté.
Me levanté de la cama sin hacer ruido, y me estiré. Por la ventana del camarote, entraba algo de luz, pero gris y algo oscura.

Cuando me hube peinado, salí de mi cuarto-escritorio, y vi que fuera ya estaban despiertos.
Dan dirigía el barco, agarrando con firmeza el timón, Liv se había sentado en la proa, observando maravillada nuestro alrededor. Gwendolyn barría la cubierta, despejándola de los charcos, ya que el mar estaba algo embravecido.

- ¡Buenos día capitana! -exclamó Dan.

Yo esbocé una leve sonrisa, recordando aquellos días en que mi tripulación seguía viva, y en que navegábamos en busca de aventuras no tan peligrosas. Y también recordé a Dan exclamando esa misma frase. Pero se trataban de tiempos más felices.

- Buenos días, Dan.

Caminé por la cubierta, y bajé unas escaleras, hacia la parte de la cubierta donde se encontraba Gwendolyn. En ese momento... la víbora subía las escaleras de la bodega, bostezando cual dama de la nobleza, y caminando como si fuera la diosa del mundo, o la capitana del barco.

Recordar que me había mentido para fastidiarme, y esa forma tan suya de ser, me cabreé.

- Oh, vaya, la traicionada por su amado.

Y no lo soporté. ¿Tendría que convivir con ella hasta llegar a Inglaterra?
 Caminé con rapidez hacia ella, y la agarré del cuello, y con fuerza la arrastré hasta la barandilla. La incliné hacia el mar, haciendo que se retorciera de dolor.

- Más te vale cerrar esa boca, Elizabeth. Por tu bien.

Gimió de dolor, pero su mirada hacia mí se mantuvo firme.

- Recuerda que estás en MI barco, y YO soy la capitana. Puedo hacer contigo lo que quiera, y nada puede impedírmelo. ¿Entiendes? Así que menos altivez, y más callarte y hacer lo que yo digo. Y así, te aseguro que llegarás a Inglaterra viva.

Ella asintió lentamente, y yo la liberé de mi mano.

- No molestes. Bastante hago con dejarte pulular por mi cubierta, en vez de encerrarte en la bodega.

Ella me miró con miedo, por primera vez en su vida, y me sentí orgullosa de haber recuperado mi poder. Orgullosa de volver a ser la capitana de mi vida, la capitana de mi barco, por lo tanto, la capitana de Elizabeth. Asintió levemente, justo antes de girarse y correr hacia la bodega, bajando con rapidez, y chocándose con Jacob.
Yo caminé hacia la barandilla de mi barco, y me apoyé, observando el cielo nublado. Estaba segura de que llovería, al igual que en mi interior.

Noté que un brazo me rodeaba la cintura, y Jacob sonrió en mi oído, susurrando:

- Buenos día, Princesa.

Su voz me sacó una pequeña sonrisa, pero verdadera.
Me giré con lentitud, mientras mi sonrisa se iba ensanchando. Debería darle las gracias cada dos minutos, por sacarme una sonrisa -verdadera- con su simple voz.

- Eso, sonríe. -susurró él, sonriendo a la vez que yo.

Le rodeé el cuello con los brazos, y enterré el rostro en el hueco de su cuello, mientras él me daba un beso en el pelo.

- ¿Has dormido bien? -dijo mientras se separaba de mí, pero sin soltar mi cintura.

- Bueno. He dormido mejor otras veces. -musité, con un hilo de voz, apartando la mirada.

- ¿Qué tal está Diana?

- Supongo que mucho peor que yo... -conseguí murmurar. -Dios, odio verla así... Ojalá lo supere pronto, aunque... no creo. Sinceramente, creo que sería un milagro si este dolor no se alargara mucho más.

Bajé la mirada hacia el mar revuelto, tanto como mi interior

- Lo conseguiréis. -me acarició con dulzura la mejilla.

Tuve que fruncir los labios con fuerza, y cerrar los ojos para contener el llanto. Lo había dicho en plural, incluyéndome a mí. Y eso me hizo darme cuenta de que no podía hacer más pequeño mi dolor, porque eso me estaba matando.

El dolor que sentía por su pérdida podía ser igual o mayor que el de Di, porque nuestra amistad era de hacía años, y era demasiado fuerte. Ese lazo que habíamos ido tejiendo, había sido estirado y roto de una manera muy violenta, lo que producía aún más dolor.

- Le echo de menos. -mi voz sonó tan débil y tan quebradiza, que parecía que no había hablado yo.

- Lo sé. -susurró él, pegándose a mí, para rodearme con sus brazos. -Pero recuerda que estoy aquí, Green.

Noté que las lágrimas bajaban por mis mejillas, desapareciendo en la camisa de Jacob. Y esas lágrimas comenzaban a salir con más intensidad, sin yo poder frenarlas.

- ¿Por qué...? -murmuré. -¿Por qué él...?

- No llores, por favor, no llores... Lo hizo por nosotros. Arriesgó su vida por nosotros, y a mí también me duele. Pero por otra parte, se lo agradezco profundamente. Jamás podré agradecérselo como se merece. Porque, ¿qué habría hecho yo si hubieras sido tú el sacrificio? Dios, Green, no habría podido vivir. Habría sido... un auténtico infierno, y te aseguro que habría acabado yo mismo con mi vida.

- Seguro que no... Habrías encontrado a alguien mejor, para qué engañarnos. Con tan sólo mirarlas... caen rendidas a tus pies, como moscas atraídas por el azúcar.

Él rió suavemente, antes de decir:

- No habría querido encontrar a otra, porque para mí no hay nadie más.

No me dio tiempo a contestar, porque él me interrumpió.

- Pues contigo, he necesitado algo más que una mirada. -dijo pícaramente y riéndose.

Yo sacudí la cabeza, y apartando la mirada hacia el horizonte, susurré.

- No, conmigo te bastó una sola mirada. Caí como todas. Sólo que supe disimular, aunque no sé cómo pude ocultar mis sentimientos durante tanto tiempo. Llegué hasta a creerme que seguía odiándote, cuando no era así.

Fruncí los labios, escuchando el suave sonido de las olas del mar.

- Y ahora, soy totalmente consciente de lo que siento, y por primera vez, puedo admitir que no pienso ocultarlos. Que son demasiado verdaderos y grandes como para esconderlos.

Me giré con lentitud, para observar esos preciosos ojos verdes en los que solía perderme, y me sorprendí cuando sus labios rozaron los míos, con tal suavidad que me hizo temblar de placer. Sus manos rodearon mi cintura, y me acercó más a él.

- Te quiero, Green. Más que a nada en este mundo. Y doy gracias por haberte conocido, por haberte encontrado por segunda vez, por tenerte a mi lado. -susurró en mi oído.

Sus palabras eran algo lejanas, pero las escuchaba claramente. El sonido del mar se había atenuado, y ahora no podía concentrarme en nada. Sólo en los labios del amor de mi vida rozando los míos.

- ¿Por qué me hiciste tanto daño...?

Esa pregunta salió sola, y fue demasiado tarde cuando quise eliminar esas palabras. Jake se apartó unos centímetros de mí, y respondió:

- Eso me pregunto yo cada segundo de mi vida. -hizo una pausa, en la que me acarició el pelo. -Porque era... imbécil, y jamás me di cuenta de lo que tenía, hasta que te fuiste. Me lo merecí.

Apoyé el rostro en su pecho, y cerré los ojos.

- Espero que, por tu bien, no lo vuelvas a hacer.

- Jamás.

Me cogió de la barbilla con dos dedos, y me obligó a mirarle. Yo en cambio, fijé la vista en sus labios. Deseaba otro beso suyo. Quería sentirle aún más cerca, saber que era mío, y que nada se interpondría entre nosotros.

Y en ese momento, fui consciente de que un beso valía más que mil palabras.

***

Aquella tarde, la pasé junto a Jacob, abrazada a él, en la cubierta, observando el mar, hasta que comenzó a llover. Nos resguardamos en mi camarote, y nos quedamos en mi cama, abrazados, sin decir palabra, sin movernos, simplemente disfrutando de nuestra compañía.

Y los días pasaban con lentitud, repitiéndose siempre lo mismo; días enteros junto a Jacob, momentos de puro dolor junto a la débil y herida de Diana, noches de largos llantos, en las que afortunadamente, estaba Jacob para consolarme con sus abrazos.

Apenas veía a Liv, aunque ella parecía estar tan emocionada que no la importaba. Ver su amplia sonrisa todos los días, aunque fuera de pasada, me hacía algo más feliz; ver que aquella niña era feliz, hacía que al menos algo tuviera sentido en aquellos momentos.

Para mí, aquellos días en el mar se me hicieron completamente eternos. Cada vez odiaba más mi vida, y esa barrera de aguas tan profundas que me separaban de tierra firme, que me separaban de cualquier sitio en el que podía estar segura.

Hasta que por fin, llegamos a Inglaterra.

Aquella mañana de Diciembre, fría y encapotada, la voz de Dan me hizo levantar rápidamente de la cama, separándome del calor de Jake.

- ¡Capitana! ¡Capitana! ¡Tierra firme en el horizonte, hemos llegado!

Abrí la puerta con estrépito, y corrí por la cubierta resbaladiza hacia la barandilla, donde pude comprobar que lo que decía Dan era cierto.

- Hemos llegado... -susurré, mientras esbozaba una pequeña sonrisa.

No sabía por qué motivo, pero el caso era que llegar a Inglaterra, me hacía feliz. Tal vez porque no sabía lo que podría pasar allí...

Liv subió de la bodega con la velocidad de la luz, y se colocó a mi lado.

- ¡Ya llegamos! -exclamó, llena de felicidad.

Y su sonrisa me alegró más el día.

Los siguientes momentos se me pasaron bastante rápido, y antes de que quisiera darme cuenta, ya habíamos llegado la puerto, y Dan se disponía a atracar el barco.

Una vez parados, Liv fue la primera en bajar, dando saltos de alegría. Jamás había visto nada igual, tanto lujo junto en un país. Tantas embarcaciones, tanta gente bien vestida, esos animales que se hacían llamar caballos, tirando carros, pero mucho más lujosos.

- Esto es Inglaterra, Liv. -susurré, agarrándola de la mano.

Ella esbozó una amplia sonrisa, y observó todo con extrema atención.

- Creo que deberíamos buscar una posada, al menos para esta noche. No nos vendría mal dormir y arreglarnos antes de ir a ver a la reina. -comentó Gwendolyn.

Todos estuvimos de acuerdo, así que eso hicimos.
Busqué la mano de Jacob, y sin decir palabra, los demás nos siguieron. Diana iba junto a Gwendolyn, que la medio abrazaba para que estuviera tranquila.

La gente nos miraba sorprendida, ya que nos habían reconocido, y no era propia nuestra desgastada ropa. Pero yo no correspondía sus miradas, porque mi físico era lo que menos me importaba en aquel momento. Y también lo era la posada, y la reina.

Ahora sólo podía pensar en lo que sería de mí a partir de ahora, sin Harry, sabiendo que le habíamos fallado. Porque esa era la verdad; le habíamos fallado. Al menos yo.

La voz de mis compañeros me sacó de mis pensamientos cuando llegamos a una posada en la que Dan y nuestra tripulación habíamos estado más veces, anteriormente, en otros viajes.
Dan y Jacob se encargaron de pedir las habitaciones, y no tuvimos que pagar gracias a lo que éramos.

Fueron muy considerados al dejarnos a Jacob y a mí en una habitación diferente, los dos solos. Yo sólo le necesitaba a él.

Una vez en la habitación, me senté sobre el colchón, y enterré el rostro entre las manos. Enseguida, noté la mano de Jake sobre mi hombro, y luego su abrazo.

- ¿Estás bien?

Yo negué con la cabeza segundos después.

- No. No lo estoy. Y no sé si llegaré a estarlo algún día.

- Claro que lo harás. -contestó él. -Eres muy fuerte, Kathy, lo consigues todo.

Una lágrima rodó por mi mejilla, a la vez que negaba con la cabeza:

- No lo soy. No ahora.

- ¿Dónde está esa chica fuerte, esa chica valiente y fría de antes, que capitaneaba su barco con tanta firmeza?

- No existe. Jake, esa chica ha quedado sepultada bajo los escombros de su propio mundo.

Jacob me miró fijamente, y me apartó el pelo de la cara pegado a mi piel por las lágrimas.

- Ayúdala a salir. Puedes.

Y entonces, me deshice en lágrimas.
El llanto fue brutal, y me apreté contra Jacob, cerrando los ojos con fuerza, intentando ahogar los sollozos.

- Lo conseguiremos. Juntos, saldrás a la superficie, y todo volverá a ser como antes.

Su voz era lejana, las lágrimas lo apagaban todo, y mi mente se centraba en un futuro mejor, en un futuro que ahora me parecía imposible; en esos momentos en los que recuperaré el control sobre mi vida, en los que podré dormir sin Jacob cerca, en los que podré volver a la vida normal.

***

Aquella mañana de Diciembre, fría y lluviosa, me levanté, como siempre, desorientada. Vi a Jacob a mi lado, y no tardé en situarme, y en recordar lo ocurrido. Pasé el mismo miedo de siempre desde que murió Harry; ese miedo por no saber dónde estaba, ni quién era yo misma, ni qué había ocurrido.

No tardé en irme a la bañera, y en cuanto hubo estado llena, me metí dentro. Me froté la piel, y me enjaboné el pelo con aroma de lavanda. No sabía por qué me concentraba tanto en arreglarme, cuando en realidad lo último que quería era agradar a la reina.

Una vez lista, salí del agua, recordando mi primera noche en el castillo, ese primer día antes de hablar con la reina y saber a dónde me quería enviar.

Me vestí con ropa que nos habían dejado por cortesía, y cuando quise darme cuenta, Jacob también estaba listo.

- Vamos. -dijo, abrazándome.

Mi mundo seguía cayéndose en pedazos, o lo que quedaba de él, pero debía ser fuerte.
Salimos los dos juntos de la habitación, y entonces vi que Liv, Dan, Diana, Elizabeth y Gwendolyn no esperaban. Todos estaban bien vestidos y aseados, al igual que nosotros, listos para ir a ver a la reina.

La gente nos miraba de mejor manera que ayer, pero tampoco me alegraba. No faltándome Harry.

A pesar de todo, me pareció que tardamos un suspiro en llegar. El castillo seguía igual que la primera vez que lo vi, nada había cambiado. Y mi dolor se intensificó, sólo de pensar que Harry había muerto por causa de esa maldita misión.

- Vamos. -me apremió Liv.

Jacob me rodeó la mano con la suya, lo que me hizo sentir algo mejor.

- Gracias. -susurré.

Él me dedicó una de sus perfectas sonrisas, y después de eso, entramos.

- Deseamos ver a la reina. -ordenó Gwendolyn.

- ¿Quiénes sois?

- Usted ya lo sabe, no se haga de rogar. Es urgente.

El guardia me miró fijamente, y al minuto dijo:

- Princesa de los Mares. -junto a una reverencia.

Yo desvié la mirada, y entramos en una sala detrás de él. Era una habitación cálida y acogedora, con una chimenea al fondo que desprendía mucho calor. Las paredes eran de tonos pastel, y los sofás parecían muy agradables.

- Alteza, tiene visita.

En cuanto el guardia se apartó de delante de mí, pude ver la cabellera rubia oscura de la reina, trenzada en un bonito peinado, y con la corona de diamantes.

- Prin... Princesa de los Mares... -musitó, sorprendida.

- Alteza. -contesté.

- Y Príncipe de los Mares...

Jacob asintió con la cabeza en una pequeña reverencia.

- ¿Qué hacéis aquí? Quiero decir, ¿por qué habéis venido?

- Por la expedición que nos encomendó, alteza. -habló Jacob, suavemente.

- Ya veo... -la reina dejó la taza de té sobre la bandeja de plata, y se levantó, bastante nerviosa.

- Hemos vuelto, como puede comprobar. Pero no todos. -continuó Jacob. -Venimos a explicarle, que en la llamada Isla de las Voces, no hay ningún tesoro. Ni algo parecido, siquiera.

La reina boqueó, y desvió la mirada, antes de poder hablar.

- La gente hablaba de que así era.

- Pues la gente se equivocaba. -cortó Jacob. -El caso es que, venimos a por nuestra recompensa. Por el viaje, y por las pérdidas sufridas; ambos hemos perdido a nuestra tripulación. De la mía no queda ni rastro, salvo Elizabeth.

- Eso es muy duro... -dijo con pena. O fingida pena. -Yo me encargaré de encontrados nuevos marineros, y por supuesto que obtendréis vuestra recompensa.

El llanto silencioso de Diana la interrumpió.

- ¿Qué... la ocurre?

Yo parpadeé varias veces, mirándola fijamente, y frunciendo los labios. No quería ser borde, pero no podía evitarlo.

- Ha perdido al padre de su hijo, alteza. -la voz me salió dura y fría, a pesar de haberlo intentado evitar.

- Oh... Pobrecita. Mejórate.

Diana desvió la mirada, y cerró los ojos, mientras Gwendolyn la abrazaba.

- Esperamos nuestra recompensa, alteza. Que lo sepa. -dijo Jacob, desafiante.

- Oh, por supuesto que la obtendréis. -contestó ella, con una sonrisa que me recordó a Elizabeth. -Es más, esta misma noche. Celebro un baile real, justo hoy por la tarde. Espero veros aquí, Príncipe y Princesa de los Mares, junto con compañía.

- Por supuesto, alteza. Allí estaremos. -contestó Jacob.

Después de eso, salimos del castillo. Me encontraba abatida, ya que no conseguía poner nada en orden en mi interior. La reina, al vernos, había parecido muy sorprendida. Y había dado la sensación de que no sabía nada sobre la Isla y la expedición, cuando la realidad era que sabía más de lo que nos había hecho creer...

- ¿Y ahora qué hacemos? -inquirió Elizabeth.

Alcé la vista hacia ella, y la fulminé con la mirada.

- Supongo que por ahora nada. Esta noche acudiremos al baile, simplemente para obtener lo que nos pertenece. Y después... creo que lo mejor será que cada uno vuelva a su respectivo hogar. Que todo el mundo intente recuperar la vida que llevaba antes. Ya sabéis, buscar nuevos tripulantes, y recuperar nuestra vida de piratas.

Echamos a andar hacia la posada, pero Jacob me dio la mano, y me frenó.

- Yo no pienso separarme de ti, Green. Si comienzo una vida, será junto a ti.

- Yo tampoco de ti, Jake.

***

En ese mismo instante, dentro del palacio...


La reina se movía nerviosa de un lado para otro.

- ¿Cómo es que han vuelto? ¡Deberían estar muertos! -gritó la reina.

- Alteza, cálmese...

- ¿Cómo pretendes que me calme, si esos inútiles no han hecho bien su trabajo? Les pagué para algo, algo que al parecer no han hecho. Su misión era acabar con ellos, para terminar con la Sangre Marina. Pero no lo han hecho. Ahora están juntos, y pueden continuar con la descendencia. Y eso es precisamente lo que quería evitar...

Se llevó la mano a la frente, y cerró los ojos, mientras respiraba hondo.

- Y encima esos inútiles no han vuelto. Supongo que los Príncipes de los Mares fueron más fuerte, y consiguieron matarles. Malditos inútiles... Tuve que haber contratado a alguien mejor.

- Alteza, debe tranquilizarse... Todo saldrá bien. Que acudan al baile puede ser una gran oportunidad para nosotros.

Ella asintió, esbozando una malvada sonrisa.

- Esta tarde en el baile, terminaremos lo que empezaron aquellos inútiles que contraté. Puedes considerar esta noche, como la última de la familia Marina. Por fin, el poder de esa isla será nuestro, y su sangre no estará para interponerse.


viernes, 12 de octubre de 2012

DDM: Capítulo 43

Hoola! ^^
Sé que este capítulo no es muy largo como otros, pero intentaré que el siguiente sí lo sea ;)
Aquí os traigo el capítulo 43, y simplemente, espero que os guste :)




Ya me daba igual todo. En aquel momento, lo único que intentaba era recuperar los trozos de mi antigua máscara de frialdad. En aquel momento, necesité desesperadamente recomponer mi muro de frialdad. Para que nada me afectara, como ocurría antes.

- Kathy, por favor, abre la puerta. Deja que te lo explique.

Cerré los ojos, invadida por la rabia. Sentía el calor de la ira hervir en mi interior, subiendo poco a poco, hasta que explotaría.
¿Por qué había tenido esa maravillosa idea de mostrarme tal y como era? No quería ser débil, y menos mostrarme como tal. Yo era fuerte, una chica que no se dejaba llevar por los sentimientos, y eso es, básicamente, lo que estaba haciendo.

Tenía que demostrar que no era para nada una chica sensible y diminuta. Era la Princesa de los Mares.

- Explícamelo, porque no lo entiendo. ¿No crees que deberías habérmelo dicho, haberme avisado de eso? No sé, para evitarme el dolor de la noche anterior.

Oí su resoplido. Me crucé de brazos, y cerré los ojos, apoyada contra la puerta.
Una extraña tristeza me invadía, pero no estaba segura de por qué era.

- Déjame pasar, y te lo explico.

- No necesitas entrar para explicarte. -interrumpí, cortante.

Otra vez resopló.

- Kathy, es mentira. ¡Te está mintiendo! Sólo quiere... separarnos. -hizo una pausa. -¿No te acuerdas? Eras tú la que decía que no la creyésemos jamás, que era todo teatro. ¿Por qué ahora la crees?

- ¿Cómo puedes estar tan seguro de que no... no lo está...? -pregunté, cerrando los ojos, y mordiéndome el labio inferior.

- Kathy, porque jamás he pasado una noche con ella, básicamente.

Sus palabras hicieron que esa ira fuera apagada por agua totalmente congelada. Me derrumbé en el suelo, sabiendo el por qué de esa extraña tristeza, el por qué de tomarla con Jake.

- ¿De verdad...?

- De verdad. Jamás te mentiría.

Apreté los puños, mientras las lágrimas amenazaban con bañar mis ojos. Me ardía la garganta, por el llanto en el que estaba a punto de explotar.
Hundí el rostro entre las manos, dejándome llevar por esa enorme tristeza.

- ¿Kathy...? ¿Kathy, estás llorando? Kathy, no, por favor, abre la puerta.

Y al darme cuenta de que necesitaba su consuelo, me levanté a duras penas, para abrir la puerta. En ese momento, sus fuertes brazos me rodearon con calidez, brindándome el consuelo que necesitaba.

- Lo siento... -sollocé. -Lo siento mucho, Jake...

Él me acarició el pelo con suavidad, intentando calmarme.

- No sé... por qué la he tomado contigo, por qué he dudado de ti... -dije, entre lágrimas.

- Sssh... No pasa nada. No llores.

Pero las palabras no servían. No servían cuando el dolor era tan inmenso.
Cuando el dolor que sentía era por haber perdido a Harry.

- Jake, es que... -conseguí decir más calmada. Pero las siguientes palabras me hicieron deshacerme en lágrimas. -Le echo de menos... Mucho... No soporto la idea, no puedo...

Apoyó su barbilla en mi cabeza, y yo enterré el rostro en su pecho, dejando que las lágrimas afloraran al exterior.

- No quiero que las cosas sigan cambiando... Sólo si es para bien. -musité.

- Lo sé, Kathy, yo tampoco. Pero estaré a tu lado.

- ¿Lo... lo prometes...? -conseguí murmurar, alzando la mirada llorosa hacia él.

- Lo prometo.

Y al decir esas palabras, el llanto se hizo tan fuerte, que tuve que apretarme con fuerza a él, para que no se oyera demasiado. Fue tan intenso, que perdí la cuenta del tiempo en el que estuve descargando mi dolor, que parecía eterno.

***

Oigo mi propio grito de miedo. Me levanto de donde quiera que esté, y camino sin dirección alguna, sin rumbo fijo. No sé ni siquiera por qué camino. 

- ¿Kathy? -oigo. -¿Kathy, eres tú? Ven, ayúdame. Sálvame. 

Oigo esos susurros que me ponen la piel de gallina, que hacen que mi corazón se encoja por el dolor, y que mis ojos se humedezcan. 

- ¿Harry...? ¿Estás ahí...? 

- Oh, Kathy, por el amor de Dios, ayúdame, no quiero morir. Esto me hace daño, mucho daño...

Aterrorizada, y con una angustia enorme, sigo su voz, sigo esos susurros cargados de miedo. 

- Háblame, no sé dónde estás. No te veo.

- Aquí, delante de ti, Kathy. 

Y entonces me doy cuenta de que estoy en un sitio que no consigo ubicar, al que no consigo ponerle nombre... No hay suelo, no hay paredes, no hay nada. Sólo Harry, envuelto en plantas con extraños pinchos que le hacen heridas en la piel.

- Ayúdame, Kathy, date prisa. El tiempo se acaba.

Algo se rompió en mi interior. Algo parecido a un cristal rompiéndose al caer al suelo. "El tiempo se acaba". Estoy tan desorientada, que en realidad me creo esa frase; me creo que aún hay tiempo. Pero en la realidad, sé que ese tiempo ya no existe. Porque se acabó. 

Me acero con lentitud a ese "ataúd" de plantas, y acarició uno de los pinchos. ¿Qué hago? 
Pero de repente, sin avisar, las plantas aprietan más a Harry, y veo sangre. Oigo sus gritos de dolor, y yo sólo doy unos pasos hacia atrás, tapándome la boca, horrorizada por la escena. 

- ¡¡Kathy!!

Me suplica que le ayude, pero yo me quedo ahí, como congelada. No me atrevo a moverme, no me atrevo a hacer nada. Me siento tan impotente cual hormiga en medio de un vendaval. 

Y sé que todo vuelve a la calma, cuando esa imagen desaparece, cuando sólo oigo dolorosos ecos de sus gritos, cuando sólo oigo su voz ahogada gritando mi nombre, suplicándome que le ayudara. 

Tal vez ese sueño me quería decir algo, algo como; "Tú no hiciste nada. No impediste que muriera. Porque tú fuiste la asesina".

***

Me levanté sobresaltada, empapada en sudor frío. Tenía los músculos de las extremidades entumecidos, y por un momento me sentí completamente perdida. Y miserable.
Me limité a coger aire, sabiendo que esa sensación era normal, y sería normal para el resto de mi vida.

La pesadilla me había dejado echa polvo, ya que por un momento, creí que aún tenía tiempo, que aún podía hacer algo.
¿Podría alguna vez más, sentir aquel dolor tan inmenso, en un futuro? ¿O ya era imposible superar tal dolor?

Estaba en mi cama, en mi cuarto-escritorio, en mi barco. Al menos eso era un alivio. De haber estado en la isla, hubiera sido probable que me hubiera levantado y me hubiera internado en la cueva, sólo por Harry y por la pesadilla.

Recordé que a la última persona que había visto era Jacob, y supuse que él me había metido en mi cama.
Y por recordarle a él, recordé a Elizabeth. A la víbora que me había mentido, haciendo que desconfiara de Jake.
La mataría. Con mis propias manos. Y no en mucho tiempo.

Me levanté de la cama, sin saber qué hora sería, y salí del cuarto escritorio. Me quedé en el sitio al ver que la luna era la única luz que iluminaba el oscuro mar. Había dormido casi un día entero, y entonces fui consciente de lo mal que me dejaba el dolor.

Cerré la puerta tras de mí, y observé el mar que nos rodeaba. Para mí, aquella inmensa masa de agua era como una barrera. Una barrera que me protegía del mundo y de los problemas, una barrera que me hacía sentir segura.
Aunque ahora no parecía estar funcionando correctamente, pues sólo se trataba de una maldita barrera que me separaba del cuerpo de Harry...

Sacudí la cabeza para apartar el dolor de mi mente, cuando me percaté de que en la cubierta del barco había alguien más. En la barandilla, cerca de la proa, una figura, encorvada sobre la madera, observando la luna.
Caminé en su dirección, hasta que me di cuenta de que esa persona estaba llorando en silencio; y de que se trataba de Diana.

Coloqué una mano sobre su espalda, y al observarla, vi que no miraba precisamente a la luna; tenía los ojos cerrados, y lloraba con fuerza, pero en silencio. Su frágil cuerpo se convulsionaba a causa del llanto.

Con la otra mano, la obligué a apartarse de la barandilla, por miedo a que quisiera tirarse o algo así. Y entonces la abrazó, en el momento en que alzaba el tono de voz.

- Di, tranquila... Tranquila. No pasa nada. Absolutamente nada.

Acaricié su pelo negro, su suave pelo negro, y cerré los ojos, hundiéndome en mis recuerdos felices.

"Mi mano está delante del sol, y los rayos de luz se cuelan por entre mis dedos, llegando a mis ojos. Estoy tumbada sobre la verde hierba, y tengo la cabeza apoyada en la tripa de Harry. Él observa las nubes, mientras yo muevo mi mano para observar los rayos solares colándose entre ellos. 

- Dentro de poco tendré que irme. Ya sabes que ahora soy oficialmente la Princesa de los Mares, y que el Greenwood está en mis manos. Debo comenzar a hacer lo que llevo deseando desde pequeñita. Cuanto antes mejor. 

- Entiendo. -contesta él.

- ¿No vendrás conmigo? -pregunto, bajando la mano. 

- Creo que no, Kat. -ríe él. Con esa risa tan perfecta. -Iré por mi cuenta, en busca de aventuras, aunque no tan interesantes como las tuyas. Quien sabe si algún día, en el futuro, el destino nos volverá a unir. 

Yo sonrío, observando las nubes, pensando en cuál es su forma. 

- Entonces te echaré de menos, Harry. 

- No hace falta que te responda, mi pequeña Kat. Ya lo sabes. "

Abrí los ojos con extrema lentitud, intentando acostumbrarme a la negrura de aquella noche.

- Estamos juntas, Di. Lo superaremos. Ambas somos fuertes... -pero mi voz se quebró en el último momento, fallándome, demostrándome que no era así. Que yo no era fuerte, y no podía serlo. No sin Harry a mi lado.

Era un continuo dolor, y una continua angustia. Ese pensamiento, que me golpeaba cada dos por tres; Harry jamás volverá. Debo ser consciente de ello. No puedo albergar falsas esperanzas, porque la caída sería peor. O me volvería loca. O podría acabar con mi vida.
Debía asumir que él jamás volvería. Que se había ido para no regresar, a un lugar mejor, en el que no tendría que preocuparse de nada, en el que sería feliz.

Poco a poco, la conduje a mi cuarto-escritorio, ya que no permitiría que durmiera sola. La tumbé en mi cama, y la agarré de las manos.

- Todo saldrá bien, Diana, todo saldrá perfecto. -susurré, intentando que no se me quebrara la voz.

Ella se limitó a seguir llorando, acurrucada sobre mi cama, encogida sobre sí misma. Me tumbé a su lado, y la medio abracé. No tenía ganas de dormir, y menos teniendo a Diana llorando a mi lado. Pero lo haría por ella, porque me necesitaba más que nunca.

***

(Diana Martin)

La neblina me envuelve, haciendo que nada sea nítido, haciendo que todo esté disperso. No veo nada claro, sólo esa extraña niebla. Quiero moverme, pero tampoco puedo, y entonces cierro los ojos. Pero yo no soy la que controla mi cuerpo; él hace lo que quiere. 

- ¿Diana? -oigo una voz.

Una voz que me agita por dentro, haciendo que tenga ganas de llorar. Quiero abrir los ojos, y me desespero, porque no puedo. 
Esa voz, esa voz... es mi voz, mi voz favorita. 

Y de pronto, mis ojos se abren, dejándome ver a la figura que hablaba. 
Mi corazón late con fuerza, siento que el dolor desaparece, que los trozo de mi vida se van pegando como imanes. 

- ¿Harry? -susurro sorprendida. 

Entonces él me acaricia la mejilla, y un escalofrío de placer me recorre. 

- Te echo tanto de menos... -susurro, con los ojos húmedos. 

- No lo hagas. Sigo aquí. ¿No me ves? Jamás te abandonaré. Siempre estaré a tu lado. 

Siento que el llanto se hace más intenso, y sé que soy incapaz de pararlo. 

- Harry...

- Di, te quiero. Ya lo sabes. -hace una pausa, en la que me dedica una perfecta sonrisa. -No... no te lo puedes creer. El lugar en el que estoy es... maravilloso. No puedo describirlo. Pero jamás me olvido de ti, tampoco de Kathy. Sigo a vuestro lado, sólo tenéis que creerlo. 

Siento que me caigo, me caigo por el llanto. Tener a Harry delante de mí, hablándome... susurrando esas palabras... Me hacía quedarme sin aliento. 

- ¿Me prometes que estarás bien...? -susurra él, tomándome de la mano. 

Me tapo la boca, incapaz de responder. Las lágrimas inundan mis ojos, pero es por la felicidad, aunque también por el dolor. 

- Prométeme que no me abandonarás. 

- De eso no te preocupes, Di, yo sigo aquí, a tu lado. Para siempre. 

Y de pronto, veo que toda la escena se inunda por luz dorada, y que veo a Harry sonriéndome con dulzura.

- ¡No quiero despertarme! ¡No quiero! Harry se va, Harry desaparece envuelto en un manto de luz dorada, con su sonrisa perfecta, y sus ojos castaños más vivos que nunca.

Y ahí me quedo yo. 

***

Me desperté en cuanto oí el llanto silencioso de Diana.

- ¿Di? ¿Estás llorando...?

Ella no contestó, y lo tomé por un sí.
La acaricié el pelo, medio dormida aún.

- He visto a Harry... -susurró. -En mis sueños, él ha aparecido.

Me mordí el labio inferior, cerrando los ojos. "Sí, también aparece en mis pesadillas. Y le veo morir una y otra vez, de forma lenta y dolorosa, sin poder hacer nada por salvarle; recordando que tuve que haber hecho algo".

- Sssh, Di...

- No, Kat, ha sido real... Me... me ha hablado... Me ha dicho que jamás nos abandonará, que siempre estará a nuestro lado... Kat, era él, era... tan real... Era dolorosamente real.

Agarré una de sus manos, y susurré:

- Te creo Di.

- Y entonces desapareció... inundado por una luz dorada...

- Sssh, Di, te creo. Pero debes descansar. Ambas necesitamos dormir.

Ella asintió, y cerró los ojos, aunque sin poder aguantar las lágrimas.

- Gracias, Kathy... Gracias por todo.

- No me las des. Estamos juntas en esto, ¿no? -contesté, esbozando una sonrisa un tanto forzada.

- Claro, Kat...

Y entonces cerramos los ojos, esperando a que el sueño nos meciera entre sus dulces brazos... o en mi caso, en sus malvados brazos.


***

(Harry Jones)


Ella seguía tan guapa como siempre. Aquel momento en el que inundé sus sueños, y me aparecí en ellos, su mirada me destrozó. Mi amada Di... Pero ya la había dicho que jamás la abandonaría. Que seguiría con ella, aunque no fuera físicamente.

Y también con Kathy, mi pequeña Kat.
La echaba tanto de menos...

Pero no sabía si eso de poder meterme en sus sueños, sería para siempre.




lunes, 8 de octubre de 2012

DDM: Capítulo 42

Hooola! ^^
Bueno, aquí está el 42, y como siempre os digo, gracias por emplear parte de vuestro tiempo en leerme, en serio, me ayuda mucho a seguir adelante con la historia.

Un besoo!


Tuve que parpadear varias veces para verlo todo claro. Pensé que estaba en una habitación, por eso me desconcertó la luz del solo bañando mi piel y el entorno; un bosque.
Me asusté, y me intenté incorporar, algo desorientada. Pero me di cuenta de que que alguien me abrazaba. Y que estaba pegada al cuerpo de alguien. Y que estaba desnuda; solamente me cubría el vestido blanco que había llevado anteriormente.

No me hizo falta nada más, para recordar lo que pasó la noche anterior. Se me encendieron las mejillas cuando giré la cabeza, para comprobar que era Jake el que estaba abrazándome por detrás. El corazón comenzó a latirme con fuerza, y sentí que me faltaba el aire. ¿Por qué me pasaba eso...?

Quité su brazo de encima de mí, y me tapé medianamente con el vestido, el cual me puse con extrema rapidez. Seguidamente, con el miedo en el cuerpo, me levanté. Le dirigí una última mirada, antes de creer que me daba algo.

Me temblaban las piernas, por el miedo que sentía. ¿Y si Jacob se hubiera aprovechado de mí, a pesar de haberlo negado...? Yo estaba dolida, y necesitaba su consuelo. Y le había dado lo que quería. ¿Y si al fin y al cabo, lo había hecho por diversión? No podría soportarlo. No podría soportar verlo con otras chicas, después de aquella noche, en la que mi corazón había admitido que le amaba con mi alma.

¿Por qué pensaba de pronto eso?

Eché a correr, con la mano sobre el pecho, notando los latidos de mi corazón.
Creí que llegaría al poblado, pero no pude avanzar mucho. Me apoyé contra el tronco de un árbol, mientras cerraba los ojos, dejando que las lágrimas humedecieran mis mejillas.

- Qué he hecho... -susurré.

¿Y si resulta que todo lo que me dijo era mentira? ¿Y si seguía siendo un cretino? ¿Y si.. se había aprovechado... de mi dolor? No me lo podía imaginar.
Apreté mis manos contra mi pecho, a punto de dejarme caer al suelo. Pero tenía que ser fuerte.

¿Qué me pasaba? ¿Por qué me estaba pasando eso?

Me tapé el rostro con las manos, para secarme las lágrimas, aunque me era imposible frenar el llanto.

Hasta que oí su voz.

- ¿Kathy?

No me quise girar, por miedo a parecer débil ante él. Me sobresalté al notar que Jacob rodeaba mi cintura con sus dos brazos.

- Es por lo de anoche, ¿verdad? -me susurró al oído.

Yo no tardé en asentir.

- Kathy, no me aproveché de ti. Jamás lo haría. Nunca, ¿me oyes? Y si así te sentiste, entonces... lo siento. Quizá fui demasiado rápido, pero... te puedo asegurar que me controlé lo máximo que pude.

Me giré con lentitud, para observar sus preciosos ojos verdes.

- De verdad que lo siento. Pero deberías saber que jamás lo habría hecho para divertirme simplemente; Kathy, te deseo, desde que el destino nos volvió a juntar. No sabes las ganas que tenía y tengo de besarte, y de abrazarte, de protegerte, de despertar cada mañana a tu lado, de amarte como te lo mereces. Y de... de... bueno, de lo que pasó anoche, para serte sincero, aunque es lo menos importante.

Me mordí el labio inferior.

- Green, ya no existe nadie más para mí. Sólo tengo ojos para ti. Sólo te deseo a ti. Y créeme, ahora mismo, por ejemplo, me estoy controlando, y mucho.

Esbocé una leve sonrisa, que poco a poco fue ensanchándose, hasta que no quedó rastro del miedo de antes, ni de ninguna lágrima.

- No te controles. -susurré, sonriendo, mientras creía que mi corazón iba a salírseme del pecho.

Entonces, con un brazo, me rodeó la cintura, y me pegó a él, para seguidamente, besarme con fuerza, pero con ternura.

- No me tientes de esa manera, Kathy. -susurró en mi oído.

Sus palabras me hicieron sentir un cosquilleo en el estómago, que se convirtió en un escalofrío que me recorrió de arriba abajo. Rodeé su cuello con los brazos, dejándome llevar, sintiendo la avidez con la que sus labios buscaban los míos.

Yo sonreí, mientras buscaba sus labios sin poder evitarlo.
Era como un imán. Un imán que me atraía con fuerza, que me atraía sin yo que pueda ofrecer resistencia. Él es la luna, yo soy la marea. Actúo bajo su influencia, estoy en su poder. Él es mío, yo soy suya. No podemos vivir separados, al menos desde mi punto de vista.

Se giró, y agarrándome de la cintura me apoyó contra el tronco del árbol, sin dejar de besarme.

- Debes... debes ponerme freno, Green... -jadeó, con los ojos cerrados, a escasos centímetros de mis labios.

Yo no quería ponerle freno. No ahora, que le tenía a mi alcance. No ahora que me sentía tan afortunada.

Se separó unos centímetros de mí, y observó mis labios, y mis ojos.

- Cuando estás cerca de mí, no puedo pensar con claridad. Eres tú la que debes pararme, porque yo no puedo.

- No creo que yo sea capaz de pararte. -susurré yo, mientras él me besaba.

- Pues os pararé yo. -dijo una voz de pronto.

Instantáneamente, Jacob se separó de mí, pero sin soltarme una mano.

- ¿Qué haces aquí, Elizabeth? -siseó Jake.

- Oh, perdona, ¿interrumpo algo?

Yo la miré con odio y rabia, pero me callé.

- Vaya, Jacob. Veo que me has dejado muy atrás, ¿eh?

Entonces Jacob se echó a reír.

- Tú nunca estuviste a mi lado, Elizabeth.

Ella puso los brazos en jarra, fulminándole con la mirada.

- ¿Y qué significaban todos esos besos? -esbozó una media sonrisa malvada.

- Mira, Elizabeth, no significaban absolutamente nada, al menos para mí. -sacudió la cabeza. -Eres pasado. Es más, nunca fuiste mi presente. Fuiste una después de muchas.

Elizabeth se mostró sorprendida, pero no dejó asomar ningún sentimiento derrota.

- ¿Y ella? ¿Ella no es una detrás de aún más? -escupió.

- No, Elizabeth. Ella es la primera y la última a la que amo de verdad.

Ella se quedó cortada, y yo sentí miles de mariposas revoloteando en mi estómago. Su voz y sus palabras me hacían temblar de la emoción.

- Debéis ir al poblado. -acabó diciendo, antes de darse la vuelta para marcharse, derrotada y humillada.

Cuando Jacob se giró para mirarme, con una amplia sonrisa, sentí que el corazón volvía a acelerárseme a pesar de que no me había tocado. Su simple mirada me hacía temblar.

- Me temo que debemos ir al poblado. -dijo, esbozando una media sonrisa.

Y al ver esa media sonrisa, esa media sonrisa que había llegado a gustarme con locura, la cual odié más tarde, hizo que sintiera un cosquilleo en el pecho, en el corazón.

Me quedé observándole, mientras él se daba la vuelta y se marchaba, sin ni siquiera mirarme. Yo sacudí la cabeza, y le seguí por detrás, pensando que era obvio que no iba a estar besándome por siempre, no iba a estar siempre conmigo. Es más, algo me decía, en lo más profundo de mi corazón, que después de lo de anoche, no tardaría en cansarse de mí. Quise desear que fueran rarezas mías.

Pero... ¿Por qué Jake iba a ser diferente a los demás? Por ahora, para mí, lo era.

Aparté esos pensamientos de mi mente, y antes de que quisiera darme cuenta, ya estábamos en el poblado. Gwendolyn se encontraba despidiéndose de un chamán cuando nos vio. Se acercó al trote a nosotros, y nos dijo:

- Sé que no soy la capitana, pero creo que deberíamos marchar ya. Diana, Dan y Elizabeth están de acuerdo. Necesitamos llegar a Inglaterra, e informar a la reina de lo ocurrido en esta isla.

Yo tardé en asentir, volviendo a la realidad; que estábamos ahí por encargo de la reina. Que Harry había muerto porque la reina quería un tesoro inexistente.

Suspiré, y sin mirar a Jake, me di la vuelta, para caminar hacia mi habitación asignada. Ahí, encontré a Liv, que me estaba colocando la ropa sobre las sábanas.

- Kate. -susurró. -Sé que ya marcháis. Por eso te he preparado tu ropa de siempre. La he lavado yo misma.

Sonreí con ternura. Esa chica jamás dejaría de sorprenderme. Se disponía a dejarme sola, cuando la pedí que se quedara conmigo.

- He estado con el chico guapo. -recordar ese apodo suyo me hace añorar los antiguos momentos. Cuando Harry aún seguía a mi lado.

- ¿En serio? -sonrió ella. -¿Cómo ha sido?

- Ayer. Por la noche. -contesté yo, bajando la mirada. -No era mi intención, yo ni iba ahí para hacer eso... Pretendía consolarle.

- Y le consolaste como él quería. -rió Liv, tapándose la boca.

La fulminé con la mirada, aunque no pude evitar reírme. Puse los ojos en blanco, y me dispuse a quitarme el vestido, para cambiarme de ropa. Liv se giró, por respeto, aunque a mí no me importaba. No tardé en estar vestida del todo, y cuando me puse las botas de cuero, que parecían nuevas, a pesar de los años, avisé a Liv.

- Oye, Kate... -me susurró, mientras salíamos. -Verás... Es que... No sé cómo decírtelo... Pero... Me gustaría ir contigo.

La miré, mientras una sonrisa asomaba de mis labios poco a poco.

- Es que nunca he salido de esta isla, todo lo que conozco me lo enseñó tu madre. Me gustaría ver Inglaterra. Me gustaría ver cosas diferentes, salir de esta rutina, de esta monotonía.

Yo asentí, y entonces la abracé con fuerza. Sabía que aquí, ya no la quedaba nada ni nadie. Sus padres habían muerto asesinados, creía recordar.

- Por supuesto que sí, Liv. Ni lo dudes.

***

Después de aquel momento, llegamos a donde se encontraban el resto de mis compañeros. Todos se llevaban muy bien con los aldeanos, así que se estaban despidiendo.
Por fin vi a Diana, después de tantas horas, que tenía el rostro demacrado, y un aspecto horrible. No tardé en correr hacia ella, y sin que dijera nada, la abracé con fuerza.

- Te quiero, Di. -susurré.

No la quise preguntar nada, porque sabía que eso la pondría peor, y prefería hablar con ella en mi barco, con tranquilidad y solas.
Ella enterró el rostro en mi pelo, y supuse que se había echado a llorar. No me creía capaz de aguantar su dolor. Muchísimo más hondo que el mío, más intenso. Más grande.

- Sssh... -susurré yo. Aunque sabía que las palabras, en estos casos, no servían para absolutamente nada.

Me entraron ganas de llorar, pero sabía que debía ser fuerte. Aunque abandonar aquella isla, dejando atrás para siempre el cuerpo de Harry, me iba a costar. A mí y a Diana.
Cuando estuvo más calmada, se secó las lágrimas, y con la mirada baja, se apartó de mí.

Observé a Liv, que estaba abrazando a un chico bastante guapo de su edad. Yo me despedí de varios aldeanos, los que más me sonaban, y cuando creí que estábamos todos listos, grité;

- ¡Tripulación! ¡Debemos partir ya!

***

Llevábamos cajas de víveres, suficiente para el trayecto de vuelta. Por un momento, me horrorizó pensar que teníamos que volver a atravesar la cueva que atravesamos cuando llegamos, pero uno de los chamanes me dio una gran sorpresa al decirme que mi barco estaba atracado cerca de la playa oeste. Con lo cual, sólo teníamos que atravesar un bosque, y ya llegaríamos.

Nos acompañaron hasta la playa, y cuando llegamos, observé mi nave, mi querido Greenwood Wells. Estaba algo dañado por el abordaje, pero a mí me parecía igual de maravilloso que la primera que lo vi. Recordé a Harry, recordé aquellos momentos felices, en los que él y yo corríamos en la cubierta del barco, con espadas de madera, jugando a piratas. Jugando a lo que un día queríamos llegar a ser.
Y ahora, él ya no estaba para continuar con esa aventura que iniciamos en un pasado, cuando éramos unos críos. Pero unos críos con la amistad más fuerte que jamás he visto.

¿Y dónde había quedado esa amistad? En verdad, ya no existía, no realmente. Pero yo no lo quería ver así. Quería que esa amistad fuera inalterable, que permaneciera así de fuerte hasta que yo abandonara este mundo.

Pero los gritos femeninos de alguien me sacaron de mis densos pensamientos.
Me giré, sobresaltada, y vi que Dan agarraba por el estómago a Diana, que lloraba y gritaba el nombre de "Harry", mientras intentaba correr hacia el bosque.

- ¡¡Harry!! -sollozó. -¡¡Harry!!

Me quedé petrificada, clavada en la arena, observando a la rota Diana. Observando a una Diana vacía, una Diana que desde la muerte de Harry, estaba totalmente herida y demacrada.
Oír su llanto me hizo temblar de auténtico dolor, y por un momento deseé tirarme en la arena de aquella isla, y llorar por Harry, y por lo que había perdido y dejado atrás en esa maldita cueva.
Las lágrimas humedecieron mis ojos, aunque contuve el llanto. Debía ser fuerte, por Diana. Porque verme llorar a mí, no la ayudaría en nada.

Me mordí la lengua hasta que noté el sabor metálico de la sangre. Pero me dio igual. Ahora sólo corría, corría para abrazar a Diana y calmarla, por muy doloroso que me fuera.

- Di, no llores... No llores, por favor... Cálmate... -musité, con un hilo de voz.

- Mi Harry... No puedo irme... No sabiendo que le he abandonado aquí... Quiero que vuelva, quiero que siga a mi lado... Le echo de menos, Kat, no puedo vivir sin él... ¡¡No puedo!!

Me tembló el labio inferior, por el llanto que estaba conteniendo a duras penas.

- Tranquila, Di, lo superarmos. Juntas. Como hemos hecho siempre... No olvides que yo estoy a tu lado... -hice una pausa, dudando en si decir lo siguiente... -Y Harry también.

Pronunciar su nombre me rompió aún más por dentro. Jamás pensé que pronunciar un simple nombre, de la persona que ya no estaba en este mundo, fuera tan difícil. Pero lo era.

- Le quiero, Kat... Le quiero demasiado... No puedo vivir sin él a mi lado, Kat, no puedo...

- Yo también, Di, yo también... Pero lo conseguirás. Encontrarás a otra persona...

- Yo no quiero encontrar a otra persona, Kathy, le quiero sólo a él...

Cerré los ojos, apretando más a Diana contra mí, para intentar ahogar su llanto, que me afectaba a mí.

- Sssh, Di... Él no te ha abandonado...

Pero en el fondo, sabíamos que era verdad. Que Harry se había marchado, que estaba muy lejos de nosotras. Y que jamás volvería.

- Vamos, ven conmigo... -musité.

Me temblaban las piernas, al igual que el labio, al igual que mi voz. Temblaba entera por el dolor, pero debía ser fuerte por Diana, porque alguna de las dos tenía que ayudar a la otra a seguir adelante, y estaba claro que esa se trataba de mí.

La pasé un brazo por los hombros, y la conduje por la arena, hasta las escaleras plegables de mi embarcación. Una vez en la cubierta, mientras ella se convulsionaba por el llanto, la guié hasta las escaleras de la bodega.
Antes de bajar del todo, Diana lanzó una mirada llena de nostalgia hacia la isla, una última mirada hacia donde se hallaba el cuerpo de su amado.
La acomodé en una hamaca de la bodega, y la acaricié la frente.

- Duerme. -susurré.

- No puedo... -musitó ella.

- Claro que puedes, Di. Sueña... sueña con él.

Me arrepentí de mis últimas palabras, y lo vi en sus ojos, cuando me miró, cuando vi ese brillo que indicaba que se iba a echar a llorar.

- Descansa.

Deposité un beso en su pelo negro, como el ala de un cuervo, y subí a la cubierta del barco, dejando atrás los leves gimoteos de dolor de Diana.
Me sequé la lágrima que había caído de uno de mis ojos, esa lágrima que no pude contener. Volví a bajar a la playa, y ahí, nos despedimos de los aldeanos, que se perdieron entre el bosque.

Yo me quedé abajo, frente al bosque, de espaldas a mi barco, observando fijamente aquella isla. Aquella isla que dejaba atrás, aquella isla que se había llevado parte de mi dañado corazón, junto a mi mejor amigo.

"Harry, siempre juntos. ¿Me lo prometes?"

Sacudí la cabeza con tristeza, bajando la vista hacia la arena blanca de la playa. Me quedé un rato así, recordando a Harry, dedicándole unas palabras en silencio.

- Ya no estás aquí, pero, ¿sigues junto a mí, aunque yo no pueda verte? -susurré. -No quiero irme. No quiero alejarme de aquí, del lugar donde teje perdido. Porque siento que es mi culpa, que debí salvarte. Y que debo pagar por ello.

Me mordí el labio inferior com fuerza, a punto de echarme a llorar.

- Te echo de menos, Harry. Te quiero con lo que queda vivo, pero dañado, de mi corazón. Y siempre serás así. Hasta el final. -musité, aunque la voz se me quebró al final de la frase.

El viento ondeó mi largo cabello, tapándome la cara, limpiando las lágrimas que habían conseguido salir al exterior.
Cuando creí que tenía fuerza suficiente para aplacar el llanto, me di la vuelta, y me fijé en que sólo quedaban en tierra Jacob y Elizabeth.
Caminé hacia ellos, con la mirada posada en el suelo, sin ganas de dejar atrás ni siquiera aquellos granos de arena, porque algo me decía que debía volver; que debía dar media vuelta, correr al poblado, meterme en la cueva, y llegar a esa cavidad donde había muerto Harry. Algo me instaba a seguirle a él, a seguir a Harry y abandonar este mundo, a pera de todo, como castigo.

- ¿Acaso se lo has dicho, Jacob? -siseó Elizabeth. -¿Acaso le has dicho la verdad?

Intrigada, con gran curiosidad, alcé la vista, para mirar a Elizabeth. Pero la curiosidad mató al gato.

- ¿Qué debes decirme...? -dije, posando la mirada sobre Jacob.

- Que estoy embarazada. -soltó ella. -De él. De tu apuesto príncipe.

Me quedé helada. Eso había sido un golpe bajo.

- ¿Q... qué...? -musité, mientras me ardían los ojos.

- Ah, ¿que no te lo había dicho aún? Lo que me temía.

Elizabeth se cruzó de brazos, mientras yo me derrumbaba emocionalmente.

- ¿Es... eso... verdad?

Jacob me miró con preocupación, boqueando sin saber qué decir.

- Dios, Kathy, qué boba eres. Yo soy la madre, y te lo puedo asegurar. No hay duda; estoy embarazada... Y sí, Jacob no es como tú piensas. Asúmelo. Te ha utilizado. Como a mí, y como a muchas otras.

Las lágrimas amenazaban con salir, pero la tristeza y la ira estaban compensadas, por lo que hice lo primero que se me pasó por la cabeza.
Alcé mi mano, y automáticamente, le pegué una bofetada en la mejilla.
Y después, corrí hacia la orilla, para subir a mi barco, con enromes lagrimones rodando por mis mejillas.

Lo que me faltaba.

Me encontré con Dan, y con una sola mirada, él ya supo que le tocaba dirigir el barco.

- ¡Kathy! -gritaba Jake.

Pero era tarde, yo ya me encerraba en mi cuarto-escritorio. Me apoyé contra la puerta, mordiéndome el labio inferior, completamente rota.

- Por qué... -susurré. -Cómo he sido tan tonta...

Jacob no era especial, ni diferente. Era como todos.
Había sido un simple juguete aquella noche. Simple diversión para él.
Pero desgraciadamente, para mí había significado mucho; había confirmado que le amaba con toda mi alma.


domingo, 7 de octubre de 2012

DDM: Capítulo 41

Bueno bueno, aquí os traigo el capítulo 41!
Creo que este capítulo es más... ¿feliz? ¡Ya me diréis vosotros!
En este capítulo, creo que Jacob y Katherine se merecían por fin un ratito juntos... :)
Espero que os guste, y que comentéis, dejando vuestras opiniones :)

Besos!






Jacob se quedó paralizado, y con un hilillo de voz, consiguió murmurar:

- No...

Y entonces, con los ojos húmedos, se giró bruscamente, y salió de mi habitación con la fuerza de un tornado.
Y nada más perderle de vista, sentí la urgente necesidad de ir a buscarle y consolarle, como él había hecho siempre. No quería verle sufrir, aunque yo tampoco estaba en condiciones de consolar a nadie...

Miré a Gwendolyn, con una expresión de horror.

- ¿Es... es verdad? ¿Harry era... era su hermano?

Gwendolyn asintió, y yo tuve que morderme la lengua para no echarme a llorar.

- ¿Y desde cuando lo sabía Harry? -pregunté, con los ojos húmedos.

- Desde siempre.

¿Cómo era posible eso? Harry siempre había estado conmigo, y nun... corté mis pensamientos en aquel preciso momento. Podía ser verdad. Porque Harry nunca había discutido con Jacob, nunca había hablado con él, nunca me había defendido. Porque... porque era su hermano.

Me llevé la mano al pecho, paralizada de la sorpresa. Me sentí estúpida, me sentí el ser más malvado de la tierra; yo insulté a Jacob frente a Harry, frente a su propio hermano. ¿Cómo se debía sentir?
Y por eso se despidió de Jacob de tal manera... No como simples compañeros de viaje, sino como hermanos. Como lo que eran.

Me resultaba muy extraño pensarlo... Había estado enamorada de Jacob, luego creí estarlo de Harry, y otra vez de Jacob. Ambos hermanos habían tenido mi corazón en sus manos, aunque Harry de una forma distinta. Y ahora... Ahora ya no estaba. Tampoco podía perder a Jacob.

- Debo ir a ayudarle. -susurré.

Gwendolyn se levantó de la silla con rapidez para impedir que me moviera.

- ¿No deberías descansar?

- No estoy herida físicamente. Lo estoy emocionalmente. Y no quiero estarlo el doble por ver así a Jake.

Ella suspiró, y me permitió levantarme.
Con torpeza, caminé hacia la puerta, mordiéndome la lengua para contener las lágrimas. Y sospechaba que estaría mucho tiempo de la misma manera; conteniendo las lágrimas.

Mucha gente puede pensar que era llorica, pero no podía dejar de llorar, simplemente no. Porque el mero de hecho de pensar que Harry estaba muy lejos de mí, me hacía la vida imposible, hacía que los escombros de mi mundo me sepultaran aún más profundo, y no me dejaran respirar.

Antes de salir de la habitación, oí a Gwendolyn decirme:

- Lo siento, Kathy, lo siento mucho.

No me atreví a mirarla, por el miedo a caer al suelo y deshacerme en lágrimas. Así que continué con mi camino, dejándola atrás.

Hacía frío, así que tuve que abrazarme a mí misma para darme algo de calor.
Al final de aquel camino de tierra, bordeado con las diferentes casitas de madera, se encontraba Jacob, que caminaba con rapidez.

- Jake. -exclamé, aunque mi voz sonó muy débil. - ¡Jake! -grité más fuerte, aunque al final de la palabras se me quebró la voz.

Me tapé la boca, para no echarme a llorar ahí mismo. El recuerdo de Harry era demasiado fuerte, y su rostro seguía presente en mi cabeza.

Entreabrí los ojos, para ver dónde se encontraba Jacob, y vi que no se había parado; seguía caminando, alejándose de mí. Eché a correr con torpeza, a punto de caer varias veces. Le llamé otras cuantas veces más, intentando sonar fuerte, pero me era imposible.
Cuando por fin le alcancé, y le llamé, su respuesta me cortó cual cuchillo recién afilado.

- Katherine, vete. No quiero hablar contigo. -sus ojos estaban llenos de una mezcla de tristeza y enfado.

Me quedé paralizada, con los ojos húmedos, y sin saber qué decir.

- ¡Vete, déjame solo! -exclamó, antes de darse la vuelta y echar a correr hacia el bosque.

Y yo me quedé ahí, boquiabierta, con el corazón roto en millones de pedazos, a punto de caer al sueño para ponerme a llorar.

Me quedé sobre la tierra, encogida sobre mí misma, maldiciendo mi vida. "Todo es un desastre, una miseria. Harry, te echo de menos. Te echo demasiado de menos, pero no vuelves".
Y ahí estaba yo, recordando los vívidos ojos de Harry, su voz llena de dolor, y su abrazo cargado de ternura al despedirse de mí. ¿Cómo fui tan estúpida? Cómo...

- Harry, vuelve, por favor... -sollocé ahí en medio.

En ese momento, lo único que deseaba era levantarme, secarme las lágrimas, y correr. Alejarme de todo. Correr hasta que me sangraran los pies, hasta que cayera al suelo por la falta de energía. Seguir el viento, ser guiada por las estrellas en una noche fría. Sentirme libre, para olvidarme de Harry y de su muerte, para olvidarme de Elizabeth y su odio, para olvidarme de Jacob y del amor.

Y de pronto, una dulce voz, me hizo dejar de llorar.

- ¿Kathy...?

Parpadeé varias veces, boquiabierta, y me atreví a alzar la vista.

- ¿Kathy...? -repitió la dulce voz.

No me lo creía. No me lo podía creer. Me incorporé, para levantarme del suelo. Tenía el vestido manchado, pero me daba igual. Observé a esa figura de fino y delgado cuerpo. Automáticamente, alcé una mano, y acaricié un mechón de aquel pelo que parecía fuego.

- ¿Liv...? -susurré.

Entonces ella sonrió ampliamente, con esa sonrisa tan tierna, y sin pensarlo dos veces, nos fundimos en un cálido abrazo.

- Estás bien... -susurró ella.

Cerré los ojos, y dejé que su calidez me envolviese. Dejé que los recuerdos con ella me invadieran. Pensé en Harry cuando estaba conmigo, y sentí una extraña felicidad. Con ella todo parecía seguir bien, no sé cómo lo hacía.

- No del todo. -musité en su oído.

Ella se apartó de mí, colocando sus manos en mis brazos, y con voz preocupada, dijo:

- ¿Por qué?

- Harry...

- Lo sé. -me interrumpió, sacudiendo la cabeza. -Lo sé todo, Kathy.

- ¿Por qué nadie ma avisó? -pregunté, con los ojos húmedos.

- Sé que te parece injusto. Yo quise haberte avisado. Pero era lo mejor. Él mismo lo dijo, porque si te lo hubiéramos contado, tú te habrías ofrecido, en vez de él. Y ese no era el acuerdo.

Cerré los ojos, y me eché a llorar. Enterré mi rostro entre las manos, y dejé que las lágrimas salieran. Y con ellas, mi dolor.

- Liv... Le echo... tanto de menos... -sollocé. -Harry era como mi hermano...

Liv me apartó el pelo de la cara, y se limitó a observarme con pena. ¿Qué podía hacer ella? Era una niña de quince años, no podía traerme de vuelta a Harry.

Y ahí se quedó, mirándome con pena, observando mi profundo dolor, sin nada que hacer por mí.

Porque ya nadie podía hacer nada por mí.

***

Entreabrí los ojos, y parpadeé varias veces. ¿Dónde estaba...? ¿Qué había pasado...? Miré hacia los lados, en busca de algo que me hiciera saber dónde estaba, hasta que posé mi vista sobre esa preciosa cabellera pelirroja.

Por fin recordé que estaba en mi habitación, en mi pequeña casita de madera. Y me asustó el pensar que siempre que me despertara, iba a pasar por lo mismo. ¿Por qué lo olvidaba? ¿Por el dolor que sentía, porque estaba rota? Podía ser.

Liv estaba dormida sobre la silla acolchada, y aproveché para levantarme. Las ventanas estaban cerradas, y no sabía qué hora era. Nada más pisar el suelo, sentí esas tremendas ganas de llorar, por recordar a Harry, pero fui capaz de contener el llanto, y salir de la habitación sin despertar a Liv.

Cuando vi que el poblado estaba sumido en la oscuridad, supe que era de noche, aunque estaba tan desorientada, que me costó saberlo. La luna brillaba con intensidad, rodeada por su séquito de estrellas. Noté una punzada en el corazón. Una lágrima rodó por mi mejilla, mientras observaba la luna.

- Te quiero. -susurré.

La imagen de Harry ocupó mi mente, y sus ojos castaños observaron los míos. Su sonrisa tan increíble me hizo sentir más dolida, más rota.
¿Alguien conseguiría sacarme de entre los escombros de mi mundo, o me quedaría ahí sepultada para siempre?

Decidí ir a ver a Jacob, para ver qué tal estaba después de saber que Harry era su hermano... Caminé por el poblado, intentando pensar dónde estaría. Estaba claro que yo había dormido horas, y no creía que fuera a seguir en el bosque. Aunque era una opción. Tal vez la mejor opción.

Caminé en dirección al bosque, sintiendo a mi alrededor el vaporoso vestido blanco. Parecía sacada de un cuento de hadas. Pero mi vida no se parecía en lo más mínimo a uno.
El bosque era muy extenso, y dudaba que le fuera a encontrar. Escuché atentamente, mientras me mordía la lengua para no ponerme a llorar ahí en medio.

Y de prono, oí un ruido, un ruido que no tuve tiempo de reconocer, así que frené y agucé el oído. Me sentí muy sola entre aquel bosque.

- ¿Jake? -susurré.

No obtuve respuesta como tal, pero sí escuché más ruidos. No tuve miedo, porque estaba segura de que pertenecían a una persona; parecía el filo de una espada chocando con algo.

Caminé en la dirección en la que lo había oído, hasta que vi una figura iluminada por la luz plateada de la luna, con una espada en la mano, golpeando el tronco de un árbol.
Se me aceleró el corazón, cuando supe de quién se trataba; Jake.

Me quedé escondida detrás de un árbol, entre las sombras, observando sus movimientos llenos de furia y de dolor. Golpeó unas cuántas veces el árbol, maldiciendo, e insultando, hasta que pareció rendirse, y entonces se dejó caer sobre el tronco de un árbol que se encontraba en el suelo; parecía reciente, y me sorprendí al darme cuenta de que él lo había cortado.

Verle abatido, sentado y con el rostro tapado por sus manos, me rompió aún más el corazón. No pude aguantarlo más, y salí de mi escondite. Él alzó la vista, alerta, y cuando me vio, volvió a relajarse.
Ninguno dijo nada, y yo me acerqué hasta donde estaba él, para sentarme a su lado.

Observé que tenía sangre en las manos, y que con ella se estaba manchando la cara.

- ¿Pero qué...?

Le cogí de las muñecas, y me miró fijamente, mientras yo observaba las heridas.

- ¿Qué has hecho, Jake...?

- Me encanta que me llames así. -dijo, con una media sonrisa.

Yo bajé la cabeza, mordiéndome el labio inferior, concentrándome en la herida, e intentando ralentizar mi corazón desbocado.

- ¿Qué te has hecho?

- Con la espada. Y el árbol. -dijo con un hilo de voz.

Resoplé, y fui a cortar un trozo del vestido, pero me frenó.

- No, no utilices ese vestido.

Alcé la mirada lentamente, y observé cómo se quitaba la camisa medio sudada. Entonces verle el torso desnudo me aceleró otra vez el corazón.
Agarré la camisa, y con lentitud, retiré el exceso de sangre de las manos, y le limpié la cara.

- Ya está. -susurré. -¿Por qué... lo has hecho? -dije refiriéndome al árbol.

Entonces él se calló, y apoyó los codos en sus piernas. Pude adivinar que era por lo de Harry, no sabía ni por qué le había hecho esa pregunta tan estúpida.

- Lo siento. -acabé susurrando.

Él sacudió la cabeza.

- Cómo no lo supe antes...

- No es tu culpa. Harry estaba lleno de sorpresas. -sonreí tristemente.

Jacob enterró el rostro entre las manos, y supe que estaba llorando.

- Todos le echamos de menos... -conseguí musitar.

Alzó la cabeza, a la vez que respiraba fuertemente. Cerró los ojos, y sacudió la cabeza.

- Es que no me puedo creer que Harry fuera mi hermano. Es... es irreal.

- Lo sé. -respondí. -Yo tampoco me lo puedo creer.

Recordé a Harry en la cueva, cuando me dijo que tal vez era el último momento íntimo que tendríamos. Me pidió que le prometiera que al salir de la cueva, le confesaría a Jacob mis sentimientos. Pero me entró el miedo. ¿Y si él amaba a Elizabeth, porque yo le había rechazado?

- ¿Tú estás bien? -preguntó de pronto. -Siento cómo te traté antes, en serio, no quería ser así, y menos contigo... Siento haberme portado como un estúpido, antes.

- Sí. -conseguí decir, aunque fuera mentira. En esos momentos, sólo necesitaba un buen abrazo. -No te preocupes, es normal. Sé que no lo hiciste conscientemente. -hice una leve pausa. -Pero eso no es lo importante, estando tú así.

- Para mí, lo más importante es que tú estés bien. -susurró mirándome fijamente.

Sus palabras aceleraron mi corazón, y sentí que me ruborizaba; menos mal que era de noche.
Se me humedecieron los ojos, sin saber muy bien por qué, y me levanté de su lado para que no lo notara.

- ¿Lo has... lo has cortado tú? -pregunté, de espaldas a él, a varios metros de distancia, señalando con un leve gesto el árbol caído. Pero mala suerte, porque al terminar la frase, se me quebró la voz.

Él respondió un leve "sí", apenas audible, y entonces, es cuando noto su mano acariciar mi hombro con suavidad. Con ese leve contacto, sentí que hiperventilaba, pero me controlé. Giré la cabeza con lentitud, hasta girarme del todo, colocándome frente a él.
Alzó una mano, y me acarició el pelo con ternura, colocándomelo tras la oreja.

- Ese vestido te favorece. -susurró.

Sentí que mi corazón latía desbocado, y tuve ganas de llorar, llorar por todo.
Recorrió mi mandíbula con el pulgar, haciéndome temblar de la emoción. Por primera vez, no me di la vuelta y me marché, simplemente me quedé ahí, sintiendo su dulce contacto sobre mi piel. De la mandíbula, bajó al cuello, a la vez que su mirada, hasta llegar a mi esternón. Mi corazón brincaba con fuerza y emoción.
No es que el vestido tuviera mucho escote, pero que su mirada estuviera posada por esa zona, junto a su pulgar acariciando la piel de encima del esternón, hizo que explotaran chispas en mi interior.

- No llores, Green. No llores, por favor. Me duele verte así. -dijo, en un susurro.

Sus palabras bastaban para hacerme temblar de la emoción, su mera presencia era capaz de hacerme sentir cosas que con nadie más sentía. Todo de él me parecía perfecto, y me sentí estúpida por el hecho de haberle insultado en un pasado. ¿Cómo se puede llamar babosa a la persona más perfecta, a la persona capaz de quererme como nadie?

- He estado con muchas chicas en mi vida. Pero ninguna me ha hecho sentir lo que siento por ti. Ninguna, Green. -susurró. -Desde el día en que te conocí... supe que serías la única. Me da igual el porqué, me da igual cómo, pero agradezco al destino haberme cruzado otra vez en tu camino... Porque quiero arreglar lo que hice mal, Green. Quiero hacerte sentir lo que no te hice sentir en el pasado. Quiero amarte como te mereces. -hizo una pausa, en la que cogió aire. -Quiero ser yo el que te abrace todas las mañanas. Quiero ser yo el que te proteja de todo, quiero ser yo el que te bese hasta que nos duelan los labios. Quiero ser yo el que te haga sentir la mujer más especial de la Tierra. Quiero ser yo el que esté a tu lado hasta el final.

Y entonces, creí que moría. Mi corazón latía con extremada fuerza, y pensaba que me iba a desmayar. Jacob. Jake. Mi vida. Mi vida desde que le conocí.
Fui a decir algo, pero sacudió la cabeza, interrumpiéndome:

- No digas nada.

Y entonces, toda mi vida se iluminó en aquel momento, aquel mágico momento, en que sus labios encontraron los míos, después de tantos años. Fue un beso dulce, lleno de ternura, pero también ávido y lleno de pasión. Pasión que había sido reprimida durante mucho tiempo.

Sus manos acariciaron mis brazos, hasta llegar a mi cintura. Por un momento, me olvidé de Harry, de lo que había pasado, me olvidé de todo lo que me había hecho daño, para centrarme en aquel momento. En el que sólo existíamos Jake y yo. Sólo existían nuestros labios, nuestros cuerpos en aquella noche estrellada.

Y me pregunté, cómo había podido llegar a odiarlo. Cómo no le besé antes.

Tenía las mejillas encendidas, porque nunca antes había sentido lo que Jacob me estaba haciendo sentir con tan solo un beso. Por una parte, no sabía si sería capaz de aguantar ese deseo que tenían sus labios de besar los míos, pero por otra, quería más. Quería más de él.

Se separó unos centímetros de mí, y entonces me sentí abatida. Le miré fijamente, a esos ojos verdes tan  preciosos, y no hizo falta que le dijera que no quería que parara. Él se volvió a inclinar, y me besó con lentitud y ternura.

Acarició mi espalda, mientras me besaba con dulzura, hasta llegar a la parte baja de mi espalda. Y entonces, di un paso hacia atrás, perdiendo un poco el equilibrio, pero él me sujetó.
Acarició mi mejilla, mi pelo, mis hombros, hasta volver a la espalda. Sentir su contacto era más que emocionante, era... mágico. No quería que ese momento terminara, es más, mi cuerpo pedía a gritos aún más. No quería que se alejara, no quería.

Cerré los ojos cuando sus labios recorrieron mi mandíbula y acabaron en mi cuello. Hubo un momento en que paró, y se limitó a aspirar mi aroma, y entonces me quejé. No quería que parara. Quería que esa noche fuera nuestra, que no hubiera nada que nos molestara. Quería demostrarle que le quería con toda mi alma, y que le había echado muchísimo de menos. Quería demostrarle que le daría cualquier cosa. Le daría todo lo que él me pidiera, porque le amaba.

Volvió a presionar los labios contra los míos, y poco a poco noté que me inclinaba hacia el suelo, hasta que quedamos los dos tumbados, él sobre mí. Rozó mi cuello con sus labios, en un suave beso, y después entrelazó sus manos con las mías, colocándomelas detrás de la cabeza, sobre el suelo.

- ¿Cómo puedes ser tan perfecta, Green? -susurró, jadeando.

Eso hizo que mi corazón latiera todavía a más velocidad, mientras sentía su cuerpo pegado al mío, sus labios presionados sobre los míos con más pasión, y sus manos entrelazadas con las mías.

El suelo estaba frío, tal vez algo húmedo, pero me daba igual. En aquel preciso momento, a mí me parecía que hacía demasiado calor entre los dos. Y mi piel ardía de placer.

Alejó sus labios unos centímetros, y me di cuenta de que yo estaba jadeando. Clavó sus ojos verdes en los míos, pero no me bastaba con su mirada. Necesitaba sus besos, los necesitaba.

Soltó una de mis manos, y la colocó sobre mi pierna. Acarició mi piel, hasta llegar a la cintura, pero por debajo del vestido, lo que me produjo un escalofrío.
Emití un leve gemido, pero porque en el fondo, tenía miedo. Miedo de mí misma, porque yo no era experta en estas cosas, no como Jacob, y no quería decepcionarle.

- ¿Voy... demasiado deprisa? -me susurró al oído.

- No... -musité yo, con los ojos cerrados, disfrutando de su contacto.

Depositó un suave beso en mi cuello, y entonces me armé de valor para decir:

- Jake, no soy una experta como tú. -lo dije muy bajo, tímidamente, deseando no haberlo estropeado todo, deseando que lo hubiera entendido.

- Puedo parar, Kathy. No quiero que pienses que me estoy... aprovechando de ti, y menos... después de lo de Harry...

Le necesitaba, a Jake. En ese mismo instante. Necesitaba sus besos. Sus caricias. Su consuelo.

- No, no, Jake... es que... nunca antes lo he hecho... Y no quiero...

Entonces sonrió, con sus labios apretados contra mi cuello, y susurró en mi oído:

- ¿Decepcionarme? Green, tú nunca podrás decepcionarme... -susurró. -No tengas miedo.

Y entonces me besó con avidez.
Agarró con delicadeza mi vestido, y yo no me negué. Porque ansiaba más, ansiaba su contacto. Después de oír sus palabras, parte del miedo desapareció. Sólo quería entregarme a ese momento, disfrutar del contacto de Jake. Quería olvidar el dolor, quería olvidar a Harry, aunque fuera por unos momentos.

- Te quiero. -susurré, sintiendo escalofríos de placer recorrer mi cuerpo.

Jake sonrió, en medio de un beso, y mientras rozaba mi mandíbula, contestó:

- Yo te amo, Green.

Sabía que Jacob quería algo más que simples besos, y no podía negarlo, yo también. Por eso, estaba dispuesta a darle lo que no le había dado a nadie. Estaba dispuesta a dejarme llevar con él. Ya no podía echarme atrás. Ya no, después de haber llegado... tan lejos. Por Jake. Por mí.

Y así, entre escalofríos de placer por estar con la persona que amaba y besos, aquella noche se convirtió en la mejor de toda mi vida.