Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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martes, 15 de enero de 2013

DDM: Capítulo 64

¡Hola a todos! :3

Bueno, hoy empiezo con el conocido... ¿Me ayudáis? Sí, sé que soy pesada, pero cada voto significa estar un paso más cerca de los primeros blogs... para dar a conocer esta pequeña historia. Toda la información en el siguiente enlace:

                                                          ¿Me ayudáis?

Temblad, porque más adelante volveré a necesitar exactamente lo mismo... :)

En fin, después de ROGAROS/SUPLICAROS/PEDIROS vuestra ayuda... os dejo el capítulo 64, y como siempre digo... ¡Espero que os guste! :3




Me quedé unos segundos en el pasillo, sin moverme. Simplemente respirando. Y aunque por fuera parecía tranquila, por dentro parecía que se estaba librando una encarnizada batalla. Mi mente vibraba de enfado.

Sabía que Elizabeth sólo me traería problema; hacía minutos que la había encontrado, y ya pretendía jugar sucio. Sabía perfectamente que lo único que quería era hundirme, destrozar mi vida, destrozar todo lo que iba bien en ella.

Y el foco central de nuestra rivalidad parecía ser... Jacob. Sabía que intentaba conseguirle. Y podía ser que tuviera razón en todo lo que me había dicho hacía escasos segundos. Con lo cual, si le impedía acercarse a Jacob, estaría dándole la razón, sería como gritar "Sí, Elizabeth, no confío en Jacob porque es un chico y a su alrededor hay miles de jóvenes que desean estar con él... por eso tengo miedo de que te acerques a él"

Con lo cual... sólo me quedaba hacer una cosa; aparentar indiferencia, y confiar en Jacob. Confiar en que Jacob hubiera cambiado, confiar en que sus palabras y su amor fueran verdaderos. Confiar en que no me abandonaría.

No era algo que me agradara, la verdad, puesto que ambos estábamos muy bien, y no necesitaba que una víbora se entrometiera y lo estropeara todo con su juego sucio... Pero Elizabeth conseguía sacarme de mis casillas con su voz.

¿Estaba dudando de Jacob?

Sacudí la cabeza y aparté esa pregunta de mi mente. Prefería no pensarlo, y hacer como que la conversación entre Elizabeth y yo era inexistente.
Caminé hacia la habitación, y alcé la mano hacia el pomo metálico. Lo giré, y entré en la habitación.

Todos estaban hablando, animados, sobre... la verdad es que no sabía sobre qué. Deslicé mi mirada por sus rostros, todos ellos girados hacia mí. Y me paré en el rostro de Brittany. Suspiré, aliviada, por ver que la criada que tanto me había ayudado había estado ahí, en la habitación.

- ¡Katherine! -exclamó Brittany.

Corrió a mi lado, y me dio un suave abrazo.

- No sabía dónde estabas. -dije. -Pero veo que estabas bien.

- Sí. -contestó Brittany, alejándose de mí y sonriendo. -Hoy he tenido el placer de conocer a ambas señoritas, Olivia y Diana.

Asentí, sonriendo.

- Me alegro. -añadí.

- ¡Dan está aquí, Kathy! ¿Lo sabías? -exclamó Diana, desde su cama.

Dan estaba sentado en una silla de mimbre, cerca de la cama. Me miró, mientras Diana se dirigía a mí hablando.

- Sí. -contesté, esbozando una falsa sonrisa. -Jacob y yo nos encontramos con ellos. Fue... un encuentro bastante agradable. Les agradezco la sorpresa que me han dado.

Diana miró a Dan, boquiabierta, y luego a mí.

- ¿Qué sorpresa? -preguntó, incrédula.

- Oh, Elizabeth y Dan han traído con ellos mi barco. -respondí, desinteresadamente, aunque la ira comenzaba a arder en mi interior.

No sé que fue más chocante para Diana; que hablara de Elizabeth, o que habían traído mi barco.

- ¿Elizabeth? -murmuró. -¿Tu barco?

Y de pronto, como si supiera que habíamos mencionado su nombre, Elizabeth abrió la puerta de la habitación, con timidez.

- Ho... hola. -susurró.

Jacob y Dan saludaron cálidamente a Elizabeth, y esta entró con la mirada baja, y algo encogida sobre sí misma. Cuánto cambiaba dependiendo de con quién estaba...

- ¿Has entrado en calor? -preguntó Jacob cortésmente.

"Tranquila, Katherine. Sólo ha preguntado por su estado, ya que la has tirado al mar y estaba muerta de frío. No pasa nada."

- Sí, gracias, Jake.

"Jake."
Me mordí la lengua, para no decir ni hacer nada.

- ¿A qué esperáis? -preguntó Jacob. -Habéis estado varios meses sin veros, y ni os saludáis.

Sabía que Jacob pretendía romper la tensión que había en esa habitación, y tal vez pretendía que todos empezáramos de cero... Porque aparentemente, Elizabeth había cambiado. Pero sólo había cambiado cuando estaba ante personas que no eran yo.
Parecía mentira que aquella joven que parecía tan inocente en aquellos momentos, fuera tan retorcida cuando estaba conmigo. Estaba claro que no nos llevábamos muy bien.

Jacob miró a Diana, y ésta acabó asintiendo. Liv fue la primera en saludar. Se acercó a Elizabeth, y la dio un suave abrazo. Parecía muy tensa. Después, la rubia se acercó a Diana, la cual se incorporó algo débil, y se abrazaron. Diana estaba menos tensa que Liv, ya que la pelirroja sabía que yo odiaba a Elizabeth por todo lo que me había hecho.

Después, Elizabeth se situó al lado de Dan, que estaba sentado en la silla, y bajó la mirada con timidez. Se apartaba el pelo de la cara en repetidas ocasiones, y miraba fugazmente a Jacob. Prefería desviar la vista.

Seguidamente, sin saber muy cómo, empezaron a hablar todos juntos, bastante animados, y yo me mantuve ajena a su conversación. Me apoyé en la pared, y me crucé de brazos. Fijé mi vista en un punto del suelo, y me limité a pensar en todo lo que había ocurrido a lo largo de mi vida.

Dan me miraba de vez en cuando, pero yo estaba demasiado ocupada con mis propios pensamientos como para fijarme en ello. Tampoco para ver que no nos habíamos saludado como se hubieran saludado dos amigos.

La voz de Elizabeth me sacó de mis pensamientos.

- Oh, Dios mío... -musitó.

Tenía la mirada puesta en la cuna de la pequeña Kathlyn.

- Diana... ¿es tu hija...? -preguntó con una hilo de voz.

- Sí. -respondió Diana.

Elizabeth dio unos pequeños pasos, con timidez, dudando en acercarse o no.

- ¿Puedo... puedo verla?

Diana asintió, y esbozó una leve sonrisa. Sí, Elizabeth parecía tan inocente y buena...

La rubia echó a caminar hacia la cuna de Kathlyn, y situó a su lado. Alzó una mano, y acarició la mejilla de la pequeña.

- Es preciosa... -susurró.

Diana asintió, y vi en su rostro una expresión de orgullo.

- ¿Cómo se llama? -preguntó Elizabeth.

- Kathlyn. -respondió. -Viene de Katherine y Gwendolyn.

- Seguro que cuando crezca, estará orgullosa de llevar los nombres de dos jóvenes muy valientes. Katherine y Gwendolyn. -sonrió Elizabeth.

Mi corazón dio un brinco. ¿Me había llamado joven valiente? Me obligué a parpadear y a tragar saliva. ¿Era verdad que Elizabeth había cambiado... o sólo actuaba? Preferí no pensarlo.

Elizabeth esbozó una sonrisa algo triste y cansada.

- Qué suerte tienes, Diana. -murmuró, sin apartar la mirada de la pequeña.

- Soy consciente de ello. -contestó Diana, sonriendo.

Diana también miraba hacia la cuna de Kathlyn, incorporada en la cama. Su sonrisa mostraba el orgullo que sentía por su hija.

- Ojalá pueda ser madre. Algún día. Ojalá encuentre a alguien dispuesto a formar una familia conmigo. -susurró.

- Seguro que sí. -murmuró Diana. -Aún es pronto.

Elizabeth alzó la mirada hacia Diana, y asintió, con una triste sonrisa.

Jacob la miró fijamente, y mi corazón vibró de... ¿miedo? Tal vez. Porque... porque Elizabeth quería formar una familia, quería tener hijos. Yo por ahora no. Y Jacob sí.

¿Eso la acercaba un paso más a él?

Preferí apartar esos pensamientos de mi mente, como también aparté mi mirada de Jacob. Me mordí la lengua, y cerré los ojos durante unos segundos. "Confías en Jacob, ¿verdad? Lo haces. Le quieres. Él te quiere. Y respeta tus decisiones, te esperará lo que haga falta. Recuerda que te quiere de verdad."

Siguieron hablando, más bien Diana y Elizabeth, sobre el parto, y todo lo que había vivido en relación al embarazo. Hasta que todo se quedó en silencio.

Y fue la pequeña pelirroja la que rompió el silencio con su pregunta.

- ¿Qué... pasó?

Abrí los ojos con lentitud, fijando mi mirada en ella, al igual que todos los presentes. Liv miraba fijamente a Elizabeth y a Dan.

- Me refiero a qué os ocurrió. -reformuló.

- ¿Aquel día, en el baile de la reina...? -inquirió Elizabeth, que se retorció las manos y tragó saliva.

Olivia asintió, sin apartar sus ojos azules de los de Elizabeth. Dan frunció los labios, y cerró los ojos durante unos segundos, tal vez recordando. Cuando volvió a abrirlos, las palabras salieron de su boca.

- Después de que os golpearan a vosotros, -nos señaló a Jacob y a mí. - nos separaron. Sólo recuerdo oscuridad, y los baches que sufría el carruaje que nos transportaba. Tal vez... fuimos los que más suerte tuvimos. Porque nos llevaron a ambos al mismo lugar.

Elizabeth asintió, respaldando las palabras de Dan, a la vez que desviaba la mirada al suelo, como si quisiera olvidar todo aquello. Se retorció las manos con nerviosismo y angustia. ¿Tal vez demasiado exagerado? Pero parecía ser que nadie pensaba lo mismo que yo, porque les miraban con pena. ¿Y si me pasaba? ¿Y si resultaba que Elizabeth había cambiado de verdad, a pesar de su actitud conmigo? ¿Por qué siempre pensaba que actuaba? Igual tenía que calmarme un poco y olvidar todo lo que nos ocurrió en el pasado, para comenzar de nuevo con buen pie...

Pero la confianza no se puede tomar a la ligera. Porque luego pasa lo que pasa; que confías en una mentira.

- Nos llevaron a una casa, es más, a una mansión de un noble bastante adinerado. Y al parecer... necesitaba criados, sirvientes. Y eso es lo que fuimos. -completó Dan.

- Criados bajo el mando de un borracho. -alcanzó a decir Elizabeth. -Jamás me he sentido tan humillada. Jamás me habían hecho sentir tan... tan inferior. Era una continua pesadilla de la que no podías despertar.

Escupía las palabras con odio, enfado. Rabia. Y no fui capaz de asegurar que fuera verdad, ni tampoco teatro. Por primera vez dudé.

- No recibíamos castigos según cómo actuáramos, sino más bien, cuando a él le apetecía. -añadió Elizabeth, y le tembló la voz ligeramente.

Dan colocó una mano sobre su hombro. Elizabeth bajó la mirada, y frunció los labios, a la vez que cerraba los ojos. ¿Estaba... llorando?

- Pero conseguimos escapar. -murmuró la rubia. -Gracias a Dan. él fue quién le golpeó aquella noche, dejándole inconsciente.

Elizabeth alzó la mirada, y vi que tenía los ojos brillantes, y una lágrima rodaba por su mejilla. Cogió aire con fuerza, y trató de no echarse a llorar.

- Bueno, supongo que eso debemos agradecérselo al alcohol. Gracias a sus efectos, aquella noche estaba más borracho que nunca, y no fue muy difícil.

"¿Y le dejaron vivo? ¿Sin más?" La pregunta zumbó en mi mente. Si seguía vivo, en cualquier momento podría volver a buscarles... Y eso significaba que no estábamos de todo a salvo.

Elizabeth se secó las lágrimas con el dorso de la mano.

- Eh, tranquila... -susurró Dan.

Se levantó de la silla, y la envolvió entre sus brazos. Desvié la mirada, hacia Jacob, y vi que se mordía el labio inferior ligeramente. Tenía la vista clavada en ambos; Dan y Elizabeth. Tragó saliva, y caminó hacia ellos.

Bajé la mirada hasta el suelo. No podía enfadarme con él. Era un caballero, y supongo que era normal; los caballeros ayudaban a los demás. Y Jacob sólo pretendía consolar a Elizabeth, no podía enfadarme con él... Era libre.

Elizabeth asentía, escuchando sus palabras, pero las lágrimas seguían saliendo de sus ojos. Apreté las mandíbulas en cuanto Jacob colocó una mano sobre su espalda, y Elizabeth se apoyó en él, llorando. Dan la acariciaba el pelo, y también se les unió Liv.

- No te preocupes. -dijo Jacob. -El pasado, pasado es.

Elizabeth asintió, y alzó la mirada azul hacia Jake. Se secó las lágrimas, frunciendo los labios.

- Lo sé. -murmuró. -Lo siento, de verdad...

- Es normal. -contestó Jacob. -Llorar no es malo. Todo el mundo llora.

Elizabeth murmuró un leve "Gracias", y Dan le dejó sentarse en la silla de mimbre. La rubia bajó la mirada, una vez sentada, con timidez, incluso angustia.

En mi mente seguía retumbando la misma pregunta de antes. Y necesitaba saber si seguíamos a salvo o no.

- Pero, puede volver a por vosotros. -dije, de pronto. -Puede volver, si sólo le dejasteis inconsciente.

Todos posaron sus miradas sobre mí, y comprendí que ese tema había quedado atrás. Pero no para Dan y Elizabeth.

Dan fue a decir algo, asintiendo, pero las palabras no salían de su boca.

- Por eso no debes preocuparte, Katherine. -contestó Elizabeth por Dan. -Estás a salvo, todos estamos a salvo.

Esbozó una triste sonrisa, que, aunque me costara admitirlo, me reconfortó.
No había sido una respuesta muy trabajada, sino más bien incompleta. Rápida. Pero preferí no preocuparme.

- Y ahora... ahora estamos bien, que al fin y al cabo, es lo que importa. El pasado es pasado. -añadió Dan, sonriendo levemente, mientras acariciaba el hombro de Elizabeth.

- ¿Qué fue de vosotros? -se atrevió a preguntar Elizabeth, con un débil tono de voz.

Oí la pregunta, pero no respondí. No quería responder. No quería recordarlo todo. Pero ya era tarde, porque Patrick se había materializado frente a mí. Me obligué a abrir los ojos, pero no pude. No pude por el miedo. Patrick esbozaba una media sonrisa burlona, y tenía una espada en la mano. No.

Apreté las mandíbulas, y abrí los ojos, los cuales estaban húmedos por las lágrimas.

- Nuestro destino fue un sótano. -respondí, con toda la firmeza que fui capaz de reunir.

Pero notaba el llanto en mi garganta. Me tembló el labio inferior, y me crucé de brazos.

- ¿Juntos?

- No. -respondí.

- Vaya, en eso no tuvisteis tanta suerte como nosotros... -añadió Elizabeth.

- No, Elizabeth. -solté. -No tuvimos suerte en eso ni en nada, ¿sabes?

Elizabeth abrió aún más los ojos, mirándome. Sentí el llanto ardiendo en mi garganta.

- ¿Quieres que te cuente lo que es realmente una pesadilla continua, de la que no puedes despertar? ¿Quieres saberlo? -hice una pausa, en la que me tembló el labio inferior levemente. -Meses enteros en un sótano frío, sin poder ver la maldita luz solar, encadenada. Meses enteros recibiendo intensas palizas. Días en los que creía que moría desangrada. Días en los que creía que moría del dolor de los golpes. Días en los que me quedaba sin comer ni beber, sin ver ni siquiera la luz de una mísera vela. Días en los que temía por mi vida. Días en los que deseaba mi muerte, para dejar de sufrir aquello. Momentos en los que odiaba todos y cada uno de mis días en aquel sótano, en los que odiaba todos y cada uno de los golpes que había recibido.

Me tembló el labio inferior, y se me nubló la vista por las lágrimas. No me importaba llorar delante de ella. No me importaba llorar de miedo, de dolor, de tristeza, de odio. De rabia.

- ¿Pero sabes qué es lo peor? Que esta pesadilla nunca acaba. No tiene fin. -susurré. -Da igual que no esté en ese oscuro sótano, porque todas las noches aparezco en él. Todas las noches me encuentro en esa misma situación. Con el dolor de sus golpes. Y no sólo cuando duermo; sino siempre que cierro los ojos. -murmuré, y se me quebró la voz.

Una lágrima rodó por mi mejilla, seguida de varias más.

- Eso es una continua pesadilla, Elizabeth. Una pesadilla de la que jamás podré despertar. ¿Sabes por qué? Porque esa pesadilla forma parte de mí. Es... mi vida.

El silencio nos envolvía, y yo sólo podía oír el latido de mi desbocado corazón. Las lágrimas seguían bañando mi piel, pero también en silencio. Y yo quería llorar con fuerza, quería sollozar haciendo ruido. Necesitaba desahogarme.

Y eso hice. Nada más terminar de hablar, nos quedamos mirándonos fijamente. Hasta que rompí el contacto visual. Me giré con rapidez, y caminé hacia la puerta, para salir de ahí. Necesitaba... necesitaba estar sola. Ahora Patrick estaba en mi mente, y cada vez que cerraba los ojos, me veía en el suelo de aquel sótano, bañada en mi propia sangre.

Cerré la puerta de un portazo, y caminé unos cuantos metros más, hasta que me eché a llorar. Apoyé la frente y las palmas de la mano en la pared, para evitar caerme. Apreté las mandíbulas, pero eso no sirvió para ahogar los sollozos. Cerré los ojos con fuerza, pero eso fue peor, ya que vi a Patrick ante mí, envuelto en oscuridad, con una sonrisa burlona y un cuchillo.

Inconscientemente, y movida por el miedo y la rabia, grité. Grité para alejar a Patrick de mí, para alejar ese cuchillo de mi piel. Hasta que abrí los ojos, y todo desapareció. Arañé la pared para contener los gritos y los sollozos, y fruncí los labios hasta un punto en el que me hice daño.

Estaba tan concentrada en ahogar mis gritos, que no escuché la puerta abrirse. Tampoco los pasos de alguien. No hasta que unos brazos fuertes me abrazaron por la cintura desde atrás. Supe, en décimas de segundo, que se trataba de Jacob.

Apoyó su barbilla en mi hombro, y sus manos presionaron con más fuerza mi vientre, para alejarme de la pared. Me giró con lentitud, pero en ningún momento le miré a los ojos. Una lágrima rodó por mi mejilla, y mi labio inferior tembló.

- Recuerda que estoy contigo en esta pesadilla, Kathy. Que nadie puede hacerte daño, que no es real. -susurró.

Alzó una mano hacia mi rostro, y me acarició con dulzura la mejilla. Después, me apartó unos mechones de pelo de la cara, y me estrechó entre sus brazos. Cerré los ojos con fuerza para impedir que las lágrimas salieran.

- No sé... no sé qué me ha pasado, Jacob... -murmuré contra su pecho. -No sé por qué he hecho eso...

Me acarició el pelo con suavidad, y tardó varios segundos en contestar.

- Supongo que ha sido porque te parecía injusto. -murmuró. -Que Elizabeth dijera todo eso, sin conocer lo que te había pasado a ti.

Me mordí la lengua, y dejé de hacerlo en cuanto noté el sabor metálico de la sangre en mi boca. No me dolía.

- Lo siento. -susurré. -Estoy muy nerviosa.

- ¿Por qué tienes que disculparte?

No contesté, simplemente me concentré en el cálido cuerpo de Jacob pegado al mío.

Fui yo la que se alejó de él unos centímetros, para tratar de despejarme. Me sequé las lágrimas con el dorso de la mano, y suspiré.

- ¿Estás mejor? -preguntó.

Buscó mi mano, y entrelazó sus dedos con los míos.

- Creo... creo que sí.

Y sin decir nada más, caminamos de vuelta a la habitación, donde todos me miran nada más entrar. Yo simplemente, bajé la mirada, y fue suficiente para que supieran que no quería preguntas de ningún tipo.
Elizabeth tampoco se atrevía a mirarme, y lo vi normal. Repitió la misma pregunta, pero esta vez para Diana y para Liv.

Yo estaba muy lejos de ahí, pensando en un futuro mejor, en el que las pesadillas y Patrick no me asaltaran cada vez que cerraba los ojos...
Pero la voz de Diana respondiendo me trajo de vuelta a la realidad.

- Nuestro destino fue la esclavitud en las minas.

- ¿Nuestro? -repitió Dan, sacudiendo la cabeza. -¿Te refieres al tuyo y al de tu hija? Porque acabáis de decir que Liv... Liv huyó.

- No... no exactamente. -susurró.

Diana bajó la mirada, y mi mente comenzó a trabajar a toda prisa. ¿Nuestro? ¿Y no se refería ni a Liv ni a Kathlyn? Entonces... ¿de quién se trataba?
Pero no necesité que dijera nada más.
Porque mi mente ya había obtenido una respuesta. Un nombre. Un nombre claro, nítido. Un nombre que también formaba parte de nombre de Kathlyn. El nombre de la única persona desaparecida, de la cual no sabíamos nada.

- ¿Gwendolyn...? -musité, con miedo a que se me quebrara la voz.

Diana se giró con lentitud hacia mí, con la boca entreabierta, y el labio inferior temblándole. Una lágrima rodó por su mejilla.

- Yo no... no quería que eso ocurriera. -susurró, con la voz quebrada. -Yo... yo quería que las dos saliéramos con vida, no quería esto... no quería eso para ella.

Su voz era un susurro apenas audible, una voz quebrada por el llanto que se agolpaba en su garganta. Sus ojos brillaban por las lágrimas, y éstas comenzaban a bañar su piel.
No fui consciente de que por mi mejilla también rodaba una pequeña lágrima. Estaba en shock. Me había quedado en blanco, y ni siquiera sabía cómo actuar.

- Ella se empeñó, ella quería que yo saliera con vida... -continuó, entre sollozos. -Ella me salvó la vida, Gwendolyn dio su vida por mí.

- Quieres decir... quieres decir... -murmuré. -Que Gwen ha...

No quise terminar la frase. No me sentía tan fuerte como para decir aquella última palabra. Porque no podía ser...

- Le hice prometer que nos volveríamos a ver, que ella también saldría con vida de aquellas minas. -musitó. -Pero... eso jamás ocurrió. Jamás he vuelto a verla.

Las lágrimas brotaban de sus ojos con rapidez e intensidad, y sentí un pinchazo en el corazón.

- Yo intenté convencerla de que juntas podíamos salir, pero ella se negaba... Y en el fondo tenía razón. Las dos no podíamos salir, porque una tenía que ocuparse de los guardias... Una, o ninguna. -musitó Diana, bajando la mirada. -Y ella fue la que se encargó de los guardias. Ella fue la que me dejó salir.

Diana tembló, y enterró el rostro entre sus manos. Se convulsionaba por el llanto, y los sollozos inundaban la habitación. Liv pasó un brazo por encima de sus hombros, y la abrazó con suavidad. Pero Diana no dejaba de llorar. Y yo, en cambio, no podía ni llorar. Las lágrimas no me salían de los ojos.

Estaba en blanco.

***

Todos los presentes consolaron a Diana, y yo me quedé donde estaba, sin ser capaz de reaccionar. Hasta que me obligué a ir a abrazarla. Su llanto no frenaba, y Diana no podía hacer nada por evitarlo.

- Sé que fue mi culpa... -murmuraba de vez en cuando.

Mi corazón latía de una forma extraña, y yo seguía totalmente en blanco. Pero sabía que esa sensación no duraría mucho, y me echaría a llorar. Recordé los ojos azules de Gwendolyn, su cabello rubio. Su forma tan valiente de actuar.

Miré a Jacob, y después de eso, decidí marcharme de ahí. Necesitaba estar un momento sola, para pensar. Todo era... demasiado. Y había llegado de golpe. Caminé hacia la habitación de Jacob, hasta que alguien me llamó.

- Katherine, necesito hablar con usted. -era Brittany.

Me giré, y asentí ligeramente.

- Claro. -respondí con un hilo de voz.

Y comencé a notar más y más el nudo que se había formado en mi garganta.

- Katherine... Ha sido un verdadero placer acompañarla hasta Inglaterra, para encontrar a Jacob, pero me temo que... que yo debo volver a la Isla de Man.

Me quedé paralizada, y boquiabierta.

- ¿A qué se debe eso? -murmuré.

- Verás, Katherine, yo tengo una familia a la que cuidar ahí, y necesitan mi ayuda. Ya sabes que por eso trabajaba para Patrick, por el dinero. Supe que podrían arreglárselas solos durante una temporada, pero me temo que es hora de volver.

Sus palabras eran claras y directas.

- Por eso, he de irme. Ayer me avisaron de que hoy por la tarde, a las seis aproximadamente, llegaba un barco de transporte hacia Inglaterra.

Me obligué a asentir. Tenía la cabeza algo embotada, y no sabía muy bien por qué razón.

- Te acompañaré, Brittany. -sonreí.

Las despedidas ya llegarían antes de que se marchara, no ahora.

- ¿Lo saben los demás...? -pregunté.

- No. Pero ahora lo diré. -contestó Brittany, con una sonrisa.

La dediqué una amplia sonrisa, aunque ni siquiera sé cómo lo conseguí.

- Yo... necesito estar sola. -susurré. -Avísame cuanto tengas que marchar, ¿vale? Quiero acompañarte.

Brittany asintió, y, antes de girarse, corrió a abrazarme. No dijimos nada más, tan sólo intercambiamos unas sonrisas más, y yo me encerré en la habitación de Jacob.

Supongo que uno nunca está a salvo de la vida. Nunca. Justo cuando crees que todo va bien, que todo ha cambiado, y que la tormenta ha pasado... la lluvia vuelve. Una y otra vez. Y por desgracia, en mi vida, unos nubarrones negro amenazaban con descargar su agua, para inundarlo todo. Pero eso no era lo peor.

Lo peor es que en la tormenta, no faltarían los relámpagos.

***

No estoy segura de cuánto tiempo pasó mientras yo estaba en la habitación de Jacob. Tampoco soy capaz de decir si pasó lento o rápido. Sólo fui consciente de que cuando alguien golpeó la puerta, era la hora.

- Katherine, me temo que ya es la hora. -susurró Brittany, con timidez.

Yo asentí, y me levanté del suelo -sí, me había sentado en el suelo-.
Salí de la habitación por detrás de Brittany, y vi que Dan estaba esperando fuera. Me miró fijamente, pero había... ¿perdón? en sus ojos.

- Espero que no te importe que vaya con vosotras. -murmuró.

Yo me encogí de hombros, y me coloqué a la altura de Brittany. Me explicó que los demás ya sabían que se marchaba, que se habían despedido, y que también sabían que Dan y yo la íbamos a acompañar.

Por unos segundos, tuve miedo de dejar a Elizabeth y a Jacob juntos, pero me obligué a pensar que no ocurriría nada. Porque Jacob... Porque confiaba en él. O lo intentaba.

No tardamos en estar fuera de la posada, los tres en silencio, y caminamos hasta el muelle sin decir tampoco una palabra. Había varias personas esperando al barco que tendría que llegar en breve, y otro grupito de personas que observaban mi barco; a todos el mundo le sorprendía ver el barco de alguien que perteneciera a la Sangre Marina.

- ¿Qué harás ahí? -le pregunté a Brittany.

- Ayudar a mi familia, trataré de buscar otro trabajo... -contestó en voz baja.

Me mordí el interior del labio inferior, y recordé las bolsas de oro que había en mi barco, las cuales eran de Dan.

- He visto que en mi cuarto-escritorio, hay varias bolsas de dinero. Supongo que a Dan no le importará darte una. -dije.

Dan me miró, boquiabierto, pero acabó asintiendo.

- Claro.

Y dicho esto, se dio la vuelta y caminó hacia mi barco. "En cuanto vuelva, le obligaré a que me devuelva MIS llaves."

Me giré hacia Brittany, la dediqué una amplia sonrisa.

- Pero, Katherine, no es necesario...

- Es lo menos que puedo hacer por ti, Brittany.

Unos minutos después, Dan estaba de vuelta con una bolsa de cuero en la mano. Se la tendió a Brittany, y ésta, algo dudosa, acabó cogiéndola.

- Esto es demasiado... -murmuró, con los ojos muy abiertos.

- ¿Cuántos sois en la familia, Brit? -inquirí.

- Somos... siete personas contándome a mí. -contestó, bajando la mirada.

- Entonces no, Brit, no es mucho.

La joven sonrió ampliamente, y me dio un largo abrazo, después de darle las gracias a Dan por el donativo. La gente se movió nerviosa por el muelle, poniéndose en cola, mientras el esperado barco atracaba en dicho muelle. Brittany se giró para mirarlo, y después volvió la vista hacia mí.

- Ha sido un honor poder acompañarla en este viaje, Katherine. Y me alegro mucho de que finalmente, haya podido encontrar a quien buscaba.

No pude evitar esbozar una triste sonrisa. En el fondo, me sentía muy mal, porque Brittany había hecho demasiado por mí; me había salvado la vida.

- Sé que tengo que dejarla marchar, Brittany, ya que su familia la espera. -murmuré. -Pero si pudiera, te impediría subir a ese barco.

El labio inferior de Brittany tembló, a la vez que sus ojos se bañaban de lágrimas.

- Me has salvado la vida, Brittany. Y te debo muchísimo, muchísimo más que esto. Has hecho demasiado por mí, Brit, y jamás podré agradecértelo como te mereces.

La joven se secó las lágrimas con la palma de las manos, y se obligó a desviar la mirada, riendo.

- Lo siento, no es mi intención llorar. -susurró, con la voz quebrada.

- Muchísimas gracias por todo, Brittany. -completé.

Y sin dudarlo, la abracé con fuerza.

- Cuida de tu familia, pero sobretodo, cuida de ti misma. -hice una pausa, y fruncí los labios, para frenar el llanto. -Jamás me olvides.

- ¿Cómo iba a hacerlo? -respondió. -Eso es imposible, Katherine.

Se separó de mí unos centímetros, y fui consciente de que yo también estaba llorando.

- Espero que el caballero Fellon y usted vivan, por fin, la vida que se merecen juntos.

Me mordí la lengua, y asentí, sintiendo las cálida lágrimas rodando por mis mejillas.

- ¿Nos volveremos a ver, Brittany?

- Cuando usted quiera, Katherine. Yo no me moveré de mi hogar, la Isla de Man. -sonrió, asintiendo.

No lo pude evitar, y volví a abrazarla con fuerza.

- Hasta pronto, señorita Katherine. -murmuró.

- Nos volveremos a ver, Brittany.

Y dicho esto, se despidió con una mano de nosotros, y caminó hacia la cola de personas. Ella era la última, y ya la tocaba entrar. Y antes de desaparecer por la entrada del barco, movió la mano en forma de despedida. La echaría mucho de menos, pero sabía que podría volver a verla cuando quisiera. Era... una separación temporal.

- ¿La echarás de menos? -la voz de Dan me sacó de mis pensamientos.

- Por supuesto que lo haré. Me salvó la vida. -contesté, sin apartar la mirada del barco, que ya estaba cerrado, y se disponía a zarpar.

Observé a la embarcación alejarse del puerto, con lentitud, pero de manera firme y continua. Y Brittany con ella.

- Por cierto, Katherine, yo... quería hablar contigo. -dijo Dan, mirándome.

Me giré ligeramente hacia él, sin hacer ningún gesto.

- No veía el momento oportuno de hacerlo, ya que Jacob siempre me mira mal cuando intento acercarme a ti, así que...

Me limité a parpadear.

- Tú y yo... no empezamos con buen pie. Y todo porque me metí en tu cuarto-escritorio.

Asentí, afirmando todo lo que decía.

- Quería pedirte disculpas por ello. Sé que no debí haberlo hecho, y lo último que quiero es que tú y yo estemos mal.

Me mordí la lengua, y volví la vista hacia el mar. El sol comenzaba a acercarse al horizonte, y la luz disminuía poco a poco.

- Bueno, sólo quería que lo supieras. No quiero llevarme mal con mi capitana.

Que me llamara así me hizo sonreír. Me hizo recordar los tiempos en los que nada de esto había ocurrido, en los que todo iba bien, todo iba como tenía que ir.

- Todo se puede intentar de nuevo, ¿no? -respondí, sonriendo levemente. -Supongo que la amistad no es una excepción.

Dan sonrió ampliamente, asintiendo.

- Pero con una condición. -dije.

- La que sea.

- Que no vuelvas a entrar en mi cuarto-escritorio. No sin mi permiso, ¿entendido?

- Entendido, capitana.

Dan sonrió ampliamente, asintiendo. Y yo no pude evitar reír. Sin decir nada más, ambos nos giramos y comenzamos a caminar de vuelta a la posada.

- Te he echado mucho de menos, Katherine, ¿sabes?

Sus palabras me pillaron por sorpresa, y no supe muy bien que contestar. Aunque supuse que lo decía como amigo, ya que eso era lo que éramos.

- A un fiel tripulante también se le echa de menos. -contesté, sonriendo.

No podía negar que Dan había sido un fiel amigo. Siempre había estado en mi barco, ayudándome. Había sido, junto a Diana, mi mano derecha.

Después de aquello, caminamos en silencio. Pero no era un silencio incómodo. No necesitábamos hablar para sentirnos cómodos. Eso era algo bueno.
La luz seguía disminuyendo, y nos quedaba menos para llegar a la posada.

Pero incluso el camino más corto puede ser peligroso.

- Eh, veamos quién llega antes... -dijo Dan de pronto.

- ¿Qué? -pregunté, riendo.

- ¡Vamos! -exclamó.

Y sin previo aviso, Dan echó a correr por las calles, mientras el sol se ocultaba en el horizonte. Quise seguirle, pero la risa me impidió correr. Sacudí la cabeza, y traté de correr, pero Dan ya me sacaba mucha distancia.

Y entonces, me quedé paralizada. Una voz que me congeló la sangre, que me congeló los músculos.

- Eh, Princesa. ¿Eres tan valiente cuando estás sola?

Frené en seco, y sentí los músculos agarrotados. Esa voz me era familiar. Me disponía a girarme, cuando el hombre que había hablado me cubrió la boca con su mano, y con la otra, rodeó mi vientre, pegándome a su cuerpo.

Con su fuerza, tiró de mí, y quise gritar, para que Dan frenara y se girara. Pero no podía.

Perdí de vista a Dan en cuanto una pared lo tapó; me habían metido en un callejón. Mi corazón vibró de puro miedo, y mi mente intentó calmarme. Pero me era imposible. Mi ritmo cardiaco era demasiado acelerado.

Me empujó hacia el solitario callejón, el cual no tenía escapatoria, a la vez que me soltaba. Me tambaleé, y estuve a punto de caer, pero conseguí mantener el equilibrio. Alcé la vista, y ante mí había otros dos hombres, cruzados de brazos, y mirándome con una expresión burlona y divertida en el rostro. Di dos pasos hacia atrás, para alejarme de ellos. Pero la voz de tercer hombre me hizo girar con rapidez y frenar.

- Me gustaría comprobarlo, Princesa. -añadió, como escupiendo las palabras.

Temí que me fallaran las piernas. "Dan, por favor, vuelve. Dan, date la vuelta. No estoy, vuelve a por mí."

- Qué queréis. -gruñí, tratando de parecer valiente.

- Noto el miedo en tu voz, Princesa. -respondió el que me había agarrado. -Tranquila. Sólo vamos a divertirnos un poco.

Cuando le miré fijamente a la cara, supe de quién se trataba. "Es el hombre al que echaste de tu barco. Son... son algunos integrantes de la antigua tripulación."

- ¿Y tú eres aquí el valiente? -gruñí, tratando de parecer firme. -¿Vienes a intimidar a una chica con otros dos hombres?

Apreté los puños, para calmar el temblor de mi pulso acelerado. "Dan, vuelve. Vuelve."

- Oh, querían estar presentes, simplemente. Uno nunca desea perderse un espectáculo de esta calidad, ¿no crees?

Sus palabras me produjeron escalofríos. Pero tenía que ser valiente y mantener la calma.
Tragué saliva. No me creía, para nada, tan fuerte como para salir victoriosa en una pelea contra ellos. O, espera... tal vez sí. Sólo si utilizaba la ventaja de la que disponía; el cuchillo que siempre llevaba en la bota.

Entrecerré los ojos, y asentí. Era fuerte. Yo era Katherine Greenwood. No podía tener miedo. Pero... lo tenía.

- ¿Qué pretendéis hacer con una joven indefensa? -inquirí, tratando de hacer que pasara el tiempo, para alargar aquello y darme más esperanza.

- Dejarle claro que no es superior a nosotros. -hizo una pausa. -Nos echaste de un barco, sin saber que nosotros podíamos echarte del mundo. -añadió.

Dios un paso hacia mí, y yo, a mi vez, retrocedí, sin darme cuenta de que al otro lado, estaban los otros dos hombres. "Es grande. Pues tratar de esquivarle, tal vez no consiga atraparte. Y después, puedes correr hasta llegar a la posada. El caso es salir de aquí."

Si siguiera siendo la Katherine fría y valiente de antes, tal vez me hubiera quedado y hubiera peleado con valentía, para demostrarle que era fuerte. Pero hacía mucho que no me defendía en una situación así, porque... Patrick me había hecho creer que era una mujer muy débil, me había demostrado que tenía poder sobre mí.

Y si él lo había tenido, aquellos tres hombres tenían el triple.

Mi cerebro creía eso. Pero en el fondo de mi corazón, la Katherine de antes se negaba a pensar eso. "No son mejores, ni más fuertes. Recuerda quién eres; Katherine Greenwood, la Princesa de los Mares. Has salido victoriosa en peleas peores que ésta."

Pero no las tenía todas conmigo, sobretodo porque estaba débil, y había perdido mucha agilidad y destreza.

- En tu barco puedes ser lo superior que quieras. En tu barco puedes tener poder sobre nosotros. Pero, querida Princesita... fuera de él, nosotros tenemos poder sobre ti. -escupió el hombre. -Eres una simple mujer. Una joven débil y vulnerable. Y deberías saber que cualquier hombre tiene poder sobre una joven débil y vulnerable.

Tragué saliva, y sentí el miedo en mi estómago, al igual que el nudo de mi garganta. Pero sus palabras encendían la ira de mi interior. ¿Débil? ¿Ellos, poder sobre mí?

- No lo niegues, Princesa. Aquí, y ahora, no eres la Princesa de los Mares. Eres una joven que está bajo nuestro poder. Por lo tanto, podemos hacer absolutamente todo lo que queramos contigo. Y no intentes resistirte, porque sabes que no tienes ninguna posibilidad.

Sabía que sus palabras eran serias, pero sentí la enorme necesidad de reír. No supe muy bien por qué, pero eso hice.

- ¿Agredir a una joven os hace más valientes, os hace superiores? -reí.

El hombre enarcó una ceja, y se encogió de hombros.

- Sí, Princesa. Sobretodo si esa joven se creyó en su momento superior a nosotros. Y una mujer, jamás es superior a nosotros.

Noté el enfado en su voz, y supe que era mejor parar. Yo le estaba enfadando. Y si no salía de ahí, lo que podrían hacerme sería doblemente peor.
Solté una suave carcajada, y en ese momento, una intensa luz en mi mente.

Una palabra.

"Corre."

Y eso hice. Eché a correr hacia él, y me encogí sobre mi misma para esquivar su brazo. Pero aquello no salió como había planeado.

En vez de seguir corriendo calle arriba, lancé un grito de dolor en cuanto mi espalda chocó contra la pared del callejón.

Estaba atrapada.



domingo, 13 de enero de 2013

DDM: Capítulo 63

¡Hola a todos! :3

Sí, aquí os dejo el capítulo 63 :3 Y bueno, como siempre os digo, espero que os guste ^^

Y buf, sé que soy pesada, pero vosotros sois los únicos que podéis hacer esto realidad: dar a conocer Diario del Mar. ¿Sabéis lo importante que sería para mí? Indescriptible. ¿Y qué tenéis que hacer, si aún no habéis votado? En esta entrada os lo explico todo. Por favor, las encuestas cierran dentro de poco... (por ahora)

                                                          ¿Me ayudáis?


¡POR FAVOR POR FAVOR POR FAVOR! :(

Y bueno, después de esto... ¡El capítulo 63! :3





Elizabeth bajaba la rampa con lentitud y elegancia, y tampoco faltaba ese aire de superioridad que siempre la envolvía. Hasta sus ojos azules irradiaban superioridad. Cogí aire, y me pregunté una última vez qué narices hacía Elizabeth Gray con mi barco. Pero no había respuesta. Ninguna que encajara con el perfil malvado de la rubia. Sólo había una real; que había robado mi barco. Y no necesitaba más. Respiré con fuerza, y apreté las mandíbulas, sintiendo el calor de ira en mi interior.

- Tranquilízate, Kathy, escúchame... -susurró Jacob a mi lado, sin soltarme.

Y a pesar de que lo intenté, no pude aguantarlo más.

- Estoy tranquila, Jacob. De hecho, estoy demasiado tranquila.

La ira se estaba formando, y la notaba en mi estómago, la notaba ardiendo bajo mi piel. Pronto, mi cuerpo se vería guiado por ella. Comencé a caminar, hacia el muelle paralelo, donde iba a desembarcar Elizabeth, sin que Jacob me soltara.

Sentí una ola de furia en cuanto vi que Elizabeth tenía la cara de saludar a la gente que estaba mirando, como si fuera la Princesa de los Mares.

- No hagas nada de lo que puedas arrepentirte. -musitó Jacob a mis espaldas.

Apenas le oí. Pero sí lo suficiente como para pensar; "Me es imposible arrepentirme de algo que le haya hecho a esa víbora, así que tranquilo."

- ¡¡Eh, Gray!! -exclamé con todas mis fuerzas.

Jacob apretó aún más fuerte mi muñeca, y eso sólo sirvió para retenerme. La furia seguía creciendo. La gente había desviado su atención hacia mí, pero yo no quería esa atención.

Yo quería captar la atención de la rubia de ojos azules que sonreía altivamente.

Por eso, cuando Elizabeth posó su mirada de hielo sobre mí, al oír mi grito, esbocé una media sonrisa lo más arrogante y prepotente que fui capaz de esbozar. Todo el orgullo que desprendía su mirada pareció congelarse, a la vez que el terror bañaba su rostro. Tragó saliva, sin apartar su helada mirada de mí.

Jacob me acarició la muñeca con suavidad, para intentar calmarme, pero ninguna caricia sería capaz de apagar aquella furia que ardía en mi interior. Ni un beso. Nada. Jacob no podía pararme; no iba a pararme.

- Espero que no te importe que le haga unos rasguños. -siseé entre dientes, sin mirar a Jacob.

- No, Kathy, estate quieta, cálmate... -susurró, agarrándome los dos brazos.

Tragué saliva y apreté las mandíbulas con fuerza, para mantenerme tranquila. O todo lo tranquila que podía estar.

- Suéltame, Jacob Fellon. -comencé a decir, con lentitud y calma. -Suéltame antes de que tenga que hacerte daño a ti.

Elizabeth también tragó saliva, y se cruzó de brazos, como si no tuviera miedo. El terror había desaparecido de su rostro, y sus ojos me volvían a mirar con superioridad. Me empecé a poner nerviosa, porque Jacob no me soltaba. Y tenía que hacerlo.

- ¡Suéltame, Jacob! -exclamé. -¡He dicho que me sueltes!

- Dios, Kathy, cálmate. Nos está mirando todo el mundo. -dijo Jacob en un susurro.

- Me da igual que me estén mirando. Es más, es mejor. Así verán como esa impostora y ladrona recibe lo que se merece.

Agité mis brazos, y estuve hasta por pegarle una patada a Jake, pero me contuve, ya que él no había hecho nada. Ofrecí resistencia, y fui consciente de que no estaba agarrándome con su máxima fuerza. Conseguí soltarme, y esperé unos segundos, para tratar de recuperar mi respiración normal. Pero por culpa de la furia, fue una tarea imposible.

Caminé hacia la rampa de madera, acercándome cada vez más a Elizabeth. Tragué saliva.

- Cuánto tiempo, Gray. -susurré, mirándola, y con una sonrisa bastante tierna.

Elizabeth dio unos pasos hacia atrás, a la vez que yo subía por la rampa de madera. Sólo se oía el crujido de la misma, ya que la gente se había callado a nuestro alrededor. Jacob me había seguido a una distancia prudente, y me observaba con preocupación.

No sería nada... Sólo iba a quedarme a gusto.

Seguí caminando, y solté una suave carcajada bastante falsa, porque en realidad la ira hervía en mi interior. Y eso desencadenó el miedo en su cuerpo. Se giró con rapidez y corrió rampa arriba, hasta el barco. Cerró de un portazo la puerta de la barandilla, apartando a los tripulantes. Pero eso no era impedimento.

Me sorprendí de mi rapidez, y mi agilidad, al saltar por la barandilla, y seguirla corriendo. Pero no me sacó mucha ventaja. Antes de que bajara las escaleras de la bodega, la agarré del pelo, y gimió de dolor. Frenó, y caminó hacia atrás, colocándose a mi lado, ya que no dejé de tirar. Solté su melena rubia, quedándome con un mechón pequeño de pelo, y la agarré por el cuello de la camisa que llevaba.

- ¿Por qué corres, Elizabeth? -inquirí, desafiante, entre dientes. -¿Es porque tienes miedo?

Vi cómo tragaba saliva, y negó con la cabeza, algo dubitativa.

- Bueno... ¿No crees que hemos empezado con mal pie? Bien, volvamos a empezar, tratemos de ser agradables, y de ignorar el hecho de que tienes mi barco. -comencé a decir. -¿Qué tal te va la vida?

Esa que estaba hablando era la verdadera Katherine. O al menos, la antigua. Esa joven desafiante y altiva a la que todos temían. Esa joven que no tenía miedo de nada. Esa que era fuerte, y que salía victoriosa en cualquier situación. Y esta vez, no iba a ser una excepción.

- B... bien... -contestó, mirándome.

- Eso es bueno. Eso es muy bueno. -añadí.

Y seguidamente, con la mano libre, le pegué un puñetazo en la mandíbula, tal vez demasiado fuerte. Elizabeth gimió, y cayó al suelo con un golpe seco. Cerró los ojos y apretó las mandíbulas con fuerza. Me arrodillé junto a ella, y la aparté el pelo de la cara.

- ¿Sabes qué? Voy a dejar a un lado el buen comienzo, no quiero perder el tiempo con estupideces. Y apuesto a que tú tampoco. Así que... Dime, Elizabeth; ¿qué hacías con mi barco?

Lo dije con bastante tranquilidad, tal vez para controlar la rabia que esperaba para dirigirme. Tenía que mantener la cordura. ¿O no...?

- Elizabeth, te he hecho una pregunta. -repetí, para que me oyera.

Ella abrió los ojos, y me fulminó con la mirada.
No la iba a pegar una paliza. Y menos como las de Patrick. Sólo... sólo iba a hacer que me contestara. Estaba más que justificado.

Nada más recibir esa mirada suya, la agarré del cuello de la camisa con ambas manos, y la levanté del suelo, contando con su ayuda. Se tambaleó, y la empujé, sin soltarla, hasta la barandilla opuesta a la rampa de mi barco. Tal y como había hecho meses atrás, aquella noche en la que se rió de mí por lo que me hizo Jacob.

- Verás, Elizabeth... Toda esa gente está ahí abajo... mirándonos. No quiero darles un espectáculo con tu sangre, así que voy a volver a hacerte la pregunta de antes, y tú vas a contestarme. ¿De acuerdo? Bien, allá voy. -hice una pausa, mirándola a los ojos. -¿Qué, demonios, haces, con, mi barco? -repetí, haciendo una pausa entre cada palabra.

- Es... mi barco... -consiguió contestar.

Cerré los ojos y sacudí con la cabeza.

- No es la respuesta que esperaba escuchar. -susurré.

Abrí los ojos, y la pegué contra la barandilla, con mi antebrazo sobre su cuello, haciendo que se arqueara de espaldas hacia el mar. Su pelo ondeó como si se tratara de la bandera del barco. El mar, algo revuelto por la brisa que se había levantado, esperaba a varios metros de nosotras.

- Es la respuesta... que yo he decidido darte, y por lo tanto... la verdadera. -rebatió, intentando coger aire.

Ejercí más presión, y su espalda se arqueó demasiado.

- ¡Para! -exclamó.

Negué con la cabeza, y empujé más su cuerpo hacia el vacío, con mi antebrazo en su cuello para que no se moviera.

- ¡Por favor, para, te prometo que te lo contaré! -gritó.

Dejé de ejercer presión, y Elizabeth se incorporó. Se acarició la espalda, con una mueca de dolor. Sangraba por el labio a causa de mi anterior puñetazo.

- ¿Y bien? -apremié.

Resopló, y me miró fijamente. Sostuve su mirada, con una expresión de auténtica furia. "Me estoy conteniendo bastante. Estás teniendo suerte, víbora."

- Quizás... quizás ya es demasiado, Kathy, déjala. -murmuró detrás de mí Jacob.

Colocó una mano sobre mi hombro, y tiró de mí levemente, pero me deshice de su contacto.

- Déjame, Jacob. Déjame. -ordené, sin apartar la mirada de Elizabeth.

Elizabeth esbozó una media sonrisa de superioridad hacia Jacob, y recorrió su cuerpo de arriba abajo con una mirada de deseo.
Sentí demasiado calor en mi interior. Y ese calor se convertía en rabia, y más rabia.

Sentí unas ganas terribles de desviar su atención de él, y que me contestara de una maldita vez. ¿Estaba la Katherine de siempre aflorando, finalmente, del interior...? Cogí aire con fuerza, y eso hice. De una manera poco delicada.

Alcé el puño y golpeé su rostro con todas mis fuerzas. Elizabeth se tambaleó hacia atrás, cubriéndose el rostro con las manos. Se apoyó en la barandilla, y aproveché para volver a empujarla contra la madera, y arquear su espalda hacia el mar, con mi antebrazo, como antes, sobre su cuello.

- ¡Qué haces con mi barco, Elizabeth! -grité, dirigida por la ira.

Gimió de dolor, pero yo seguí apretando con fuerza su espalda contra la barandilla. Jadeé por el enfado. Oí que empezó a gritar de dolor, y quise seguir. Quise seguir hasta que su grito fuera más alto, hasta que me suplicara que parara. Por todo lo que había hecho.

- ¡Kathy, para! -exclamó Jacob, para hacerse oír detrás de mí.

Me agarró por ambos brazos, y tiró de mí hacia atrás. Ofrecí bastante resistencia, pero en aquel momento sí estaba utilizando toda su fuerza, y yo no tenía nada que hacer contra él.

- Tranquilízate, ¿vale? Escúchame, Kathy, hacerla daño no solucionará nada.

"Solucionará más cosas de las que te imaginas." respondí mentalmente.

- Solucionará su actitud. -siseé.

Elizabeth se incorporó con dificultad, y se volvió a acariciar la espalda.

- ¡No te he hecho nada! -gimió.

Gruñí, y entrecerré los ojos, sin dejar de mirarla. Ella hizo una mueca de dolor, como antes, y se estiró. Le sonó la espalda, y pareció sentirse algo mejor. Se cruzó de brazos, y se apoyó levemente en la barandilla, con expresión de dolor.

- ¿Cómo que no? Has robado mi barco. -murmuré entre dientes. -Tienes mi barco.

Elizabeth resopló, y sacudió la cabeza.

- ¡Eso no te da derecho a hacerme daño!

"Claro que me lo da. Has robado mi barco, has robado una parte de mí. Tienes algo que me corresponde."

- Este barco es mi vida. - "Aparte de Jake, claro" pensé fugazmente. -Y lo has robado. Así que sí, Elizabeth, tengo derecho a pisotear tu vida.

Sacudí levemente la cabeza en cuanto pensé aquello sobre Jacob, porque estaba algo enfadada con él. ¿Lo que había hecho había sido... en defensa de la víbora? Me estaba sujetando, y me estaba impidiendo hacer daño a la víbora. Aunque tal vez Jacob tuviera razón.

Elizabeth fue a decir algo, pero boqueó, y finalmente decidió cerrar la boca. "Mucho mejor". Me miró fijamente, con una expresión de animal herido, que no me creí, y que tampoco se creía ella. Pero desgraciadamente, sí otros...

Me sacudí para que Jacob me soltara, pero no me soltó. Apreté las mandíbulas, sin dejar de mirarla.

- ¿Por qué no me sueltas, Jacob? -pregunté, con toda la calma que fui capaz de reunir.

- Créeme, es mejor.

Resoplé.

- ¿Qué ocurre aquí? -gritó, de pronto, una voz masculina.

Dan.

Me giré, y vi que salía... de mi cuarto-escritorio. Y entonces la furia siguió creciendo. ¡¿QUIÉN LE HABÍA DADO PERMISO PARA METERSE EN ESA HABITACIÓN?!

Me revolví con todas mis fuerzas, soltando gritos de furia, cegada por la rabia. Dan se quedó helado al vernos, y caminó hacia nosotros.

- ¿Katherine...? -musitó, casi sin voz.

- Serás capullo... -siseé. -¡Qué hacéis en mi barco! ¡Qué demonios hacéis en mi barco! ¡Quién demonios te ha dado permiso para entrar en esa habitación! -exclamé, poniéndome roja de la furia.

No me lo podía creer... Aquel cuarto-escritorio era mío, sólo mío, y dentro estaba toda mi vida, todas mis propiedades importantes, el viejo espejo de mi madre... todo. Y Dan había entrado como si nada. Me sentí completamente ofendida, traicionada y humillada. Como si hubieran entrado en mi corazón, y me sentí de pronto demasiado vulnerable. A pesar de que sólo era una habitación... Pero era una habitación demasiado importante para mí.

Jacob tiró de mí hacia atrás en cuanto quise echar a correr hacia Dan, para ver si me soltaba, pero no lo hizo. Me pegó contra su cuerpo, y me hizo daño en los brazos.

- ¡Cálmate! -exclamó.

Pero no me iba a calmar. Iba a matarles a ambos. A Dan y a Elizabeth. Y me daba igual hacerlo.
Se me nubló la vista por las lágrimas, pero no me eché a llorar. Frené el llanto, y seguí mirándoles con rabia.

- Suéltame... Jacob, por favor, suéltame... -susurré entre dientes, temiendo que se me quebrara la voz.

- Cuando te calmes, Kathy. -contestó.

- Ya estoy calmada. -siseé.

- Sé que no. -añadió.

Resoplé, y miré a Dan.

- Ninguno de los dos me habéis contestado. -hice una pausa, y señalé a Dan con la mirada, herida. -Jamás pensé que me traicionarías de esta manera.

Dan sostuvo mi mirada, y vi la tristeza en sus ojos. ¿Era falsa?

- No... lo hice sin querer, Kathy... Tú no estabas... -respondió, bajando la mirada.

- ¿Qué? ¿Y qué más da que yo no estuviera? -bramé, temiendo que se me quebrara la voz.-Tú sabías perfectamente que este barco es sagrado para mí, y que ese cuarto-escritorio es mío. No tenías que entrar

Jadeé, casi sin respiración, y con un terrible nudo en la garganta. No me lo podía creer. ¿Cómo me había hecho esto? Nos quedamos en silencio, y volví a repetirle a Jacob que me soltara.

- Por favor, suéltame. -murmuré.

La ira y el dolor de haber sido traicionada se mezclaban en mi interior, junto a la humillación, para dar lugar a una mezcla explosiva. E iba a dejar que me guiara ese odio resultante. Aunque fuera por una vez. Pero en ese justo momento no, para que Jacob viera que estaba "calmada".

Jacob accedió, y me soltó los brazos con lentitud. Dejé de sentir la presión que ejercían sobre mi cuerpo para pegarlo al suyo e inmovilizarme, y sentí que en breves momento, el odio me iba a conducir. Me acaricié los brazos donde me había apretado, para calmar el picor que sentía. Bajé la mirada, como si de una niña buena me tratara.

Pero el odio subió hasta mi cabeza, recorrió mis venas, mi cuerpo entero, junto a la adrenalina, y entonces le fulminé con la mirada. Con extremada rapidez, me abalancé sobre él, con el puño en alto, y lo descargué contra su rostro, sin preocuparme dónde daba. Debido a la fuerza, Dan se tambaleó y cayó al suelo de espaldas, medio tumbado, y medio apoyado en la barandilla. Se llevó la mano al rostro, y con la otra se agarró el borde de la barandilla, para tratar de levantarse.

Y Jacob volvió a agarrarme con fuerza por los brazos. Pero yo ya me había desahogado. Jadeé, con una mirada que echaba chispas. Sentía el llanto en la garganta, y sólo quería que Jacob me soltara, e irme a mi cuarto-escritorio para llorar tranquila. Sola.

- ¡Qué haces, Kathy! -exclamó, con los ojos llorosos por el golpe.

Se apartó la mano del rostro, y vi que tenía sangre; le sangraba la nariz.

- No me llames Kathy. Soy Katherine Greenwood Wells. Capitana para vosotros. -dije, con toda la firmeza posible. -Soy la Princesa de los Mares, y este es mi barco.

Dan y Elizabeth me miraron alzando las cejas.

- Salid de mi barco. -murmuré.

Dan se levantó del suelo con ayuda de Elizabeth, y volvieron a mirarme.

- Y tú, Jacob, suéltame. Suéltame ahora mismo. -le ordené, girando levemente la cabeza hacia él. -No me impidas hacer lo que tengo que hacer.

Me revolví, y debí cogerle distraído, por lo que conseguí zafarme de sus brazos. Me giré hacia él con rapidez, y le empujé lejos de mí para que no tuviera tiempo de cogerme otra vez.
La tristeza y la ira me hacían actuar así. Era como si no supiera quién era Jacob. No me importaba quién fuera, tampoco me importaban quiénes fueran Dan y Elizabeth.

- Estoy en mi barco. Soy la capitana. Y el que no obedece las órdenes, sufre las consecuencias.

Tal vez la antigua Katherine afloraba a la superficie en momentos como este; en los que requerían violencia. En los que el odio me cegaba.

- ¿No me habéis oído? -inquirí, acercándome a ellos.

Pero se quedaron en el sitio, mirándome, tal vez con recelo. Me acerqué más a ellos, pero me puse enfrente de Elizabeth. Sostuvo mi mirada, y esa vez con un aire de superioridad.

- Cuánto tiempo, Green. -dijo, imitándome, en un susurro apenas audible, el cuál sólo pude oír yo.

Había burla en su voz. En un maldito susurro. En su susurro había burla y odio. Y no lo dudé más. Que me llamara así era odioso, porque aún se acordaba de lo que pasó entre nosotras y Jacob. Y sabía que odiaba que me llamara así, porque Elizabeth conocía nuestra historia. Y llamándome así, lo demostraba.

- La salida está ahí. -dije, en un tono algo más alto que el suyo.

- ¿O debería llamarte... Green, la huérfana? -siseó, demasiado bajo para que los demás lo oyeran.

El odio me recorrió de arriba abajo, y no lo pude evitar. Quise golpearla, quise pegarla una paliza como las de Patrick, porque se lo merecía. Pero en vez de golpearla hasta dejarla inútil, hice otra cosa: la saqué de mi barco.

Con toda la rapidez y fuerza que fui capaz de sacar, la agarré por la camisa, y sin dejar de apoyarla en la barandilla, la elevé de la cubierta y la empujé hacia el mar. Elizabeth gritó, y Jacob me apartó de ella cuando ya caía. Oímos sus gritos, y un escalofrío de placer me recorrió de arriba abajo en cuanto oímos el golpe de su cuerpo contra el mar.

Me sacudí, y me quité la mano de Jacob encima, tratando de esconder el temblor de mis piernas. El llanto se agolpaba en mi garganta, y clavé mi mirada en algún punto lejano del mar.

- Voy a ayudarla, al menos, a salir del agua. -dijo Jacob, refiriéndose a Elizabeth.

Mi corazón saltó en uno de sus temblorosos latidos, y me quedé de pie, con expresión congelada. "Va a ayudarla". Desvié la mirada hacia la cubierta, y tragué saliva para deshacer el tremendo nudo de mi garganta. Oí sus pasos alejándose hacia la salida.

Miré a Dan, mientras me obligaba a caminar hacia él.

- ¿Sabes salir del barco tú sólo, o necesitas que te ayude? -pregunté, con voz carente de sentimientos.

Dan negó con la cabeza.

- Creo que sé hacerlo sólo, gracias.

Y dicho esto, me esquivó sin mirarme, y salió del barco con rapidez. No hice ningún gesto, simplemente me limité a acercarme a la barandilla, y me asomé ligeramente, lo justo para ver a Elizabeth nadando en el agua, para acercarse al muelle. Parecía que jadeaba de frío, o que le costaba respirar. Jacob estiró el brazo hasta ella, y le tendió la mano. Una mano que Elizabeth aceptó. Jacob tiró de ella, y se ayudó con la otra mano para sacarla del agua. Elizabeth tenía una expresión de angustia y horror, y chorreaba agua. Parecía estar... ¿llorando? Hasta que vi que apoyaba su cabeza en el pecho de Jacob, como si acabara de ver un terrible accidente.

Y Jacob... Jacob había pasado una mano por su espalda.

Apreté los dedos en torno a la barandilla, y me giré, sin querer ver más. Quise negarlo, quise negar lo que había visto, y lo que estaba sintiendo. "No te preocupes, sólo la ha ayudado a salir del agua." me dije. Sacudí la cabeza, para quitar esa imagen de mi mente, y traté de ocultar lo que mi corazón estaba sintiendo;  más traición. Humillación. Dolor. Todo demasiado intenso.

Como lo que Dan me había hecho, pero de manera diferente.

Y las ganas de querer encerrarme en mi cuarto-escritorio para llorar aumentaban cada vez más. Alcé la mirada, y me topé con la incrédula tripulación que estaba en mi barco.

- ¿Vosotros tampoco sabéis cómo salir? -solté.

Los hombres me miraron durante unos segundos, y yo apreté las mandíbulas.

- ¿Por qué íbamos a salir? -rebatió un hombre de expresión feroz.

- Porque es mi barco. Es mi barco y yo elijo quién trabaja aquí. -contraataqué.

Tal vez, si no me estuviera controlando la tristeza y la traición que sentía por la imagen de Jacob y Elizabeth juntos, habría visto con claridad que en una pelea, aquel hombre me habría podido matar al segundo golpe. Pero me daba igual. Me daba igual discutir con alguien así. En ese momento me daba igual todo, me daba igual ser borde y fría. Así había sido siempre, ¿no? ¿A quién le importaba que recuperara ese muro de frialdad que antes me caracterizaba?

- Nosotros trabajamos aquí, en este barco. -rebatió.

- ¿No me has oído bien? -inquirí, dando unos pasos hacia él. -Soy la capitana, ¿entiendes? Y yo digo que salgáis de mi barco.

- Los capitanes son Dan y Elizabeth.

¿Quién les había dejado ser capitanes de mi barco? Apreté los puños, y me concentré en el rostro del hombre.

- Los capitanes de este barco han salido de él, uno de ellos por la borda. ¿Te digo por qué? Porque yo soy la capitana, y tengo poder sobre ellos, por lo que también lo tengo sobre vosotros. -hice una pausa, cogiendo aire. -Ahora, te repito, ¿sabes por dónde se sale, o te saco yo?

El hombre me fulminó con la mirada, y soltó el palo de madera de la fregona que llevaba en la mano.

- ¡A qué estás esperando! -exclamé, fuera de mí, queriendo estar completamente sola.

El hombre me echó una última mirada cargada de veneno, y se giró, con pasos firmes y no muy rápidos. Salió el primero de mi barco, y los demás le siguieron, la mayoría fulminándome con la mirada. Una vez a solas, comprobé que la gente se había ido dispersando, hasta alejarse completamente de mi barco. Miré hacia mi cuarto-escritorio, y caminé hacia el mismo. La puerta no estaba cerrada con llave, ya que Dan había estado dentro. ¿Cómo había encontrado las llaves...? Entré, y cerré la puerta tras de mí. Eché un vistazo. Todo estaba como la última vez que lo dejé, salvo porque Dan había dejado sus cosas sobre la mesa.

Suspiré, y me acerqué a mi escritorio. Tenía las plumas que yo solía utilizar, y la mesa estaba manchada por pequeñas gotitas de tinta, que yo jamás en mi vida había derramado. Resoplé y sacudí la cabeza. La ira no se apagaba, y menos al ver las cosas de Dan sobre la mesa. Su chaqueta de cuero, una brújula, varios mapas, todos ellos diferentes, y... oro. Varias bolsas llenas de monedas de oro. Alcé las cejas, y bufé. Eso no era mío. No tenía que estar ahí.

Me acerqué al espejo de mi madre, que estaba oxidado, con pequeñas manchas. Me miré, y me quedé varios minutos observando mi reflejo. Estaba más delgada, con los pómulos algo más marcados. Mis ojos aguamarina tenían un brillo diferente, y no era de extrañar, no después de lo que había vivido. Pero deseé recuperar mi brillo habitual. Me pasé los dedos por el cabello, para peinarlo ligeramente, como solía hacer cuando nada de esto había ocurrido.

Solté todo el aire de una sola vez, y apoyé las manos en la pared. Tenía miedo. Miedo de perder a Jacob por culpa de Elizabeth. Sacudí la cabeza para apartar esos pensamientos de mi mente, y entonces agradecí que en aquel momento, alguien abriera la puerta. En parte.

Sólo en parte.

- Vamos a la posada, Kathy. -la voz de Jacob me hizo abrir los ojos. -Elizabeth tiene mucho frío.

Me aparté de la pared, para mirarle. Mi corazón palpitó de miedo en cuanto dijo su nombre.

- Espero que esté fuera de mi barco. -dije, simplemente.

- Sí, Kathy. Están abajo. -contestó él. - ¿Quieres venir?

¿Dónde había quedado eso de "no te voy a soltar"?
Asentí, y caminé hacia la puerta. Al pasar por su lado, dije, cortante:

- Pensé que no me ibas a soltar nunca.

Seguí caminando por la cubierta, y oí el ruido de la puerta al cerrarse. Jacob corrió para colocarse a mi altura, y se interpuso en mi camino, colocándome las manos en el vientre para frenarme, ya que yo no paraba. Alcé la vista hacia él, sin miedo, aparentemente.

- Y no lo voy a hacer. -dijo. -Pero sé que Elizabeth no te cae bien, y ahora menos. Y no te voy a obligar a estar con ella.

Desvié la mirada, y apreté las mandíbulas. Daba igual lo que dijera. El miedo a perderle seguía allí anclado, anclado en mi estómago y en mi corazón.

- ¿Estás bien? -susurró.

- Sí. -mentí. -Perfectamente.

"No, no lo estoy. No quiero perderte por culpa de Elizabeth. Y sé que puedo perderte."

Esbocé una leve sonrisa para ver si así se lo creía más. Me acarició el pelo, y me apartó un mechón de la cara, colocándomelo detrás de la oreja. Se inclinó, y me besó suavemente en la comisura de los labios. Se apartó unos centímetros de mí, y me miró fijamente a los ojos.

- Si te remplazara por Elizabeth, no habría duda de que soy estúpido. -susurró.

Fruncí los labios en una leve sonrisa, y asentí. Jacob bajó las manos de mi vientre, hasta mi mano derecha, y entrelazó sus dedos con los míos. Me condujo por la cubierta, hasta la rampa, y cerramos tras de nosotros la pequeña puertecita. Bajamos la rampa, hasta Dan y Elizabeth. Miré a mi alrededor, y vi que la tripulación anterior había desaparecido del lugar.

Elizabeth temblaba, y tenía una expresión de miedo en el rostro.

- Vaya. -dije. -Lo siento, Elizabeth. Pensé... que a las víboras les gustaba el agua. Pero veo que no.

Jacob sacudió la cabeza con una amplia sonrisa y los ojos cerrados. Elizabeth me dirigió una mirada cargada de dolor.

- No te he hecho nada, Katherine. -susurró.

Después de eso, nadie dijo nada. Nos limitamos a caminar, hasta que llegamos a la posada. Dan y Elizabeth pasaron primero, y después nosotros. Subimos las escaleras, hasta la habitación contigua a la de Diana y Liv -no la de Jacob-. Es decir, la de Brittany.

Pero Brittany no estaba en la habitación.

- ¿Dónde está Brittany? -pregunté, mirando a Jacob.

- La verdad es que no lo sé. -contestó. -Pero no te preocupes. Habrá salido a tomar el aire.

Preferí no preocuparme, tal y como me había sugerido Jacob. Brittany era un ser humano libre, capaz de hacer lo que quisiera, así que no tenía por qué darme explicaciones sobre nada.

Las habitaciones de la última planta eran las más "lujosas", puesto que todas tenían bañera con acceso a agua caliente. Jacob entró en el baño, seguido de Elizabeth, que temblaba. Dan se sentó en la cama, a esperar. Yo me apoyé en el marco de la puerta, sin perder de vista los movimientos de Elizabeth. La rubia se abrazó a sí misma, mientras Jacob accionaba el grifo, esperando a que saliera agua caliente.

Vi que Elizabeth observaba la espalda de Jacob mientras llenaba la bañera, tal vez con deseo. Yo tampoco pude evitar fijarme en cómo se movían sus músculos cuando movía los brazos para tocar el agua.

Una vez llena la bañera, Jacob se levantó, y le dejó paso a Elizabeth, que le miró a los ojos. Desvió la mirada, algo azorada, y esbozó una tímida sonrisa.

- Muchas gracias, Jacob.

- No hay de qué.

Jacob se giró, y se secó las manos con una toalla gris que había. Elizabeth agarró los pliegues de su blusa empapada, y la levantó, hasta sacársela por la cabeza, de espaldas a nosotros. En cuanto lo vi, tiré del brazo de Jacob fuera del baño, para que fuera más, rápido, y cerré la puerta con fuerza.

- ¿Qué pasa? -preguntó Jacob, alzando una ceja.

Al menos no había visto nada.

- Ah, perdona, eres libre. Así que si quieres vuelve a entrar para ver cómo Elizabeth se desnuda. -resoplé, sacudiendo la cabeza.

Me crucé de brazos, y cerré los ojos, mientras me giraba y le daba la espalda. ¿Podía parecer envidiosa? Tal vez, porque Elizabeth era una joven hermosa, para qué engañarnos, y era muy atractiva. Y no, no quería que Jacob posara sus preciosos ojos en el cuerpo desnudo de Elizabeth la víbora.

Jacob rió, divertido. Miró a Dan, algo más frío, pero sin dejar de reír.

- Dan, Liv y Diana están en la habitación de al lado. Creo que sería bueno que fuerais a saludaros, después de tanto tiempo, ¿no?

Dan asintió, con una leve sonrisa, y no tardó en ir corriendo a la habitación de al lado; Diana y Dan se llevaban muy bien.

- ¿Qué te hace tanta gracia? -pregunté con frialdad, sin apartar la mirada de sus ojos.

- La tontería que acabas de decir. -rió.

- Ah, sí, perdóname por evitar eso. Perdóname por tratar de evitar que mires a otra chica desnuda. Sí, la verdad es que ha sido una tontería. -hice una pausa, y me acerqué a la puerta cerrada del baño para volver a abrirla. -Es más, vuelve a entrar y báñate con ella, si quieres. -añadí.

Jacob me agarró de la muñeca y me impidió abrir la puerta. Me empujó hasta apoyarme en el marco de la puerta, sin soltarme la muñeca, y me miró.

- Efectivamente, es una tontería. -repitió. -¿Crees que tengo algún interés en verla... desnuda? ¿Y en bañarme con ella? Por Dios, Kathy.

Me encogí de hombros, y desvié la mirada, enfadada. "Puede, Jacob. No serías el único."

- ¿Qué? No sería tan raro, Jacob. No te culparía. -murmuré, desviando la mirada.

Alzó una mano, y la colocó en mi barbilla, obligándome a mirarle.

- Deberías preocuparte si esa joven que está bañándose ahora mismo fueras tú. Entonces sí, deberías sacarme de la habitación.

Uno. Dos. Tres latidos demasiado rápidos en intensos. Sentí el calor extendiéndose bajo mi piel. Los ojos verdes de Jacob clavados en los míos, y sus palabras zumbando en mi mente.

- Dios, Jake. -susurré, sin poder evitar esbozar una pequeña sonrisa, sacudiendo la cabeza.

- Era uno de mis secretos, pero me has obligado a contarlo. -se encogió de hombros.

Me soltó la muñeca, y me acarició la mejilla con dulzura. Volví a clavar mis ojos en los suyos, justo en el momento en que se inclinaba sobre mí. Sentí sus labios rozando los míos con suavidad, pero intensamente. Colocó una mano en mi mejilla, e introdujo los dedos en mi pelo, sujetando mi cabeza, y un escalofrío me recorrió de arriba abajo. Se me encogió el corazón, y me concentré en no desfallecer.

- Respira. -susurró en mi oído, con una sonrisa.

Apoyó el antebrazo en el marco de la puerta, sobre mi cabeza, sin apartar la otra mano de mi mejilla

- No puedo. -contesté. -No si estás tan cerca.

- ¿Quieres que me aleje? -preguntó, apoyando su frente contra la mía.

- No. Al contrario. No me permitas respirar. -respondí, cerrando los ojos.

Jacob sonrió, y volvió a besarme, esta vez con un poco más de intensidad.

- Es una pena que esté Elizabeth aquí. -murmuró, sin apenas separarse de mis labios.

No pude evitar reírme de su comentario.

- Espero que no te importe, ya sabes, impedirte respirar más a menudo.

Negué con la cabeza, sonriendo levemente. Su presencia me hacía olvidar todo lo que había ocurrido antes. Pero recordé mi empujón.

- Siento lo de antes. -susurré. -Siento haberte empujado... No sé en qué estaba pensando.

- No tienes que disculparte por nada. Perdóname a mí por haber tratado de calmarte. -rió.

Preferí no decir nada más. Necesitaba otra vez sentir sus labios sobre los míos, como si nada malo fuera a ocurrir. Y eso hice. Reduje la distancia que había entre nuestros labios, y rocé los suyos con urgencia.
Jacob tuvo que apartarse unos centímetros para calmar su respiración.

- Veo que a ti también te cuesta respirar. -bromeé, sonriendo.

- Sí, maldita sea. -cerró los ojos, y cogió aire con fuerza. -Cuesta abstenerse. Cuesta mantener el control de uno mismo contigo delante.

Fruncí los labios, para intentar no sonreír. Observé su piel fijamente, observé todos sus gestos mientras trataba de calmar su respiración. También me costaba a mí mantener el control con él tan cerca. Volvió a inclinarse sobre mí, sin importarle su entrecortada respiración, y sus labios buscaron los míos, acariciándolos con suavidad.

Hasta que se abrió la puerta del baño.

- Lo siento. -dijo simplemente Elizabeth.

Jacob se apartó de mí a duras penas, y miró a su alrededor. Se pasó una mano por el pelo, y miró a Elizabeth, frunciendo el ceño. Elizabeth estaba envuelta en la toalla, y se había peinado. Bajó la mirada, azorada, y susurró:

- Necesito ropa.

Carraspeé ligeramente, y Jacob despertó.

- Ah, sí. Ahora voy.

Se giró con rapidez, y vi que Elizabeth me dedicaba una media sonrisa bastante burlona. No pude evitar observarla de arriba abajo en cuanto dejó de mirarme, y me crucé de brazos. Y volví a sentir miedo.
Jacob volvió con un montón de ropa, y se lo tendió mirándola a los ojos.

- Aquí tienes.

- Gracias, Jake. -apreté los puños en cuanto dijo "Jake".

Elizabeth se giró, y se metió en el baño otra vez. Yo desvié la mirada, y me apoyé en la pared, mordiéndome la lengua. No podía evitar tener miedo. Y por esa y otras miles más razones, había odiado enamorarme. Te hunde. Te cambia. Te hace daño. Aunque si es correspondido, es el sentimiento más bonito.

Jacob me miró, y se acercó a mí otra vez.

- Voy a ver a Diana y a Liv. No me fío mucho de Dan, ya lo sabes.

"Ni yo de Elizabeth."
Se inclinó hacia mí, y me dio un beso corto y suave, que me dejó con ganas de más.

- ¿Serás capaz de no matarla? -preguntó, con una sonrisa.

Me encogí de hombros, y le sonreí levemente. Jacob me observó durante un rato, y se giró, mordiéndose el labio inferior. No le quité la vista de encima hasta que desapareció por la puerta de la habitación. Una vez sola, me acerqué a una silla de mimbre, y me dejé caer. No sabía exactamente para qué me quedaba ahí, tal vez para adivinar por qué demonios tenían Dan y Elizabeth mi barco. O para reírme de su actitud conmigo.

Minutos más tarde, Elizabeth salió, con andar elegante y atractivo, mirando a su alrededor.

- Qué pena, ¿eh? Jacob no está aquí para mirarte. -dije, cruzándome de brazos, y alzando las cejas.

- No sé ni cómo sigue contigo... He de admitir que me ha sorprendido. Pensé que, al fingir que te quería sólo por pena, no duraríais mucho.

¿Por pena...? Apreté las mandíbulas, pensando en qué decir.

- Tu actitud cambia considerablemente dependiendo de con quién estés. Por lo que he visto, te vuelves una joven inocente y tierna delante de Jake. Y una víbora conmigo. -dije.

Tenía que dejarle claro que Jake era mío. Que no conseguiría nada.

- ¿A qué viene eso? -preguntó. -¿No será que... tienes miedo de una niña inocente?

"¿Inocente? Ojalá fueras una niña inocente."

- ¿Tener miedo? ¿De qué? ¿De ti? -solté una suave carcajada, y sacudí la cabeza.

- No de mí. Sino de lo que una joven tierna e inocente puede quitarte. -contestó, con una pequeña sonrisa.

Sabía que se refería a Jacob. Pero no le iba a perder, no esta vez. Así que entrelacé mis manos, y apreté las mandíbulas. Me obligué a esbozar una sonrisa falsa, una sonrisa que sólo se mostró en mis labios, ya que mis ojos siguieron igual de serios.
Pero una pequeña parte de mi corazón latía con miedo. Por miedo a perder. Por miedo a que aquella niña inocente me quitara lo que más quería en el mundo.

- ¿Qué es lo que puedes quitarme? -inquirí, haciendo como que no sabía a quién se refería. -¿El sueño? ¿Una camisa?

- A Jacob.

- ¿A Jacob? -repetí, con una firme media sonrisa. -Me temo que eso es algo imposible, Elizabeth.

- ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo sabes que no le puedes perder?

- Simplemente lo sé. Y menos por tu culpa. -contesté entre dientes.

- ¿Por qué? ¿Es que acaso crees que Jacob es diferente? ¿Es que acaso crees que todo lo que te dice es real? -inquirió Elizabeth.

- Sí. -contesté fríamente, con la firme media sonrisa en los labios.

- ¿No te has parado a pensar que todo eso puede ser falso? -susurró. -Dime la verdad. ¿Crees que es diferente?

- No lo creo, lo sé. -contesté con firmeza, alzando la cabeza.

Elizabeth soltó una leve carcajada, a la vez que sacudía la cabeza.

- ¿Vas a caer otra vez en su trampa? ¿Por segunda vez? Te creía más lista, Katherine, sinceramente... Consigue lo que quiere con cosas como esas. Y todas nos lo creemos. Pero es igual que todos los demás.

- Jacob es diferente. -murmuré, bastante firme.

- ¿Es que acaso no sabes cómo es?

- Claro que sé cómo es. Mejor que tú. -contesté, perdiendo la calma.

- Si le conocieras, sabrías que para conquistarle sólo necesitas ser atractiva. Y seguro que lo sabes mejor que nadie, Katherine. ¿O no te acuerdas de lo que te hizo? Oh, venga, vamos.

- Las personas cambian. Y sé que ha cambiado. No sabes cómo es...

- No tengo ningún problema en demostrarte que estás equivocada. -me cortó Elizabeth. -En demostrarte que todo es falso.

- No necesito que me demuestres tus mentiras, Elizabeth.

Elizabeth sacudió la cabeza, y cambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra.

- Es una estupidez sufrir dos veces por lo mismo. Y más aún si se trata del mismo joven.

- Confío en él. Sé que ha cambiado.

- Tranquila, yo te demostraré que todo es falso. Que cae babeando ante cualquier chica. Tal vez sea lo mejor, y así te ahorres más sufrimiento del debido.

Sus ojos brillaron, y su voz retumbó en mi cabeza. Me obligué a cerrar los ojos durante unos segundos. Cuando los abrí, me humedecí los labios, y tragué saliva. Confiaba en Jacob, y no necesitaba que una víbora se metiera en mi camino y lo estropeara todo.

- No me vas a demostrar nada... -siseé, perdiendo la calma que me quedaba.

Sabía lo que quería. Sabía lo que intentaba. Me levanté de la silla de mimbre, y caminé hacia ella con paso desafiante, y continué diciendo en tono amenazador:

- ... Porque no te vas a acercar a él. ¿Me has oído?

- Si tanto confías en él, ¿qué más te da lo que yo haga? Si tan verdadero es su sentimiento hacia ti, te daría igual lo que yo hiciera. ¿O no? Se supone que si te ama, no tendrías que preocuparte por lo que hacen las demás jóvenes al estar con él.

Me mordí la lengua. ¿Tenía razón Elizabeth? Yo deseaba pensar que así era, que Jacob había cambiado de verdad. Odiaba pensarlo, pero tal vez la víbora tuviera razón. Y haría cualquier cosa por demostrarle que no tenía razón. Que Jacob me quería de verdad.

- ¿O es que al final resulta que no ha cambiado? ¿Eh, Katherine? -inquirió, igual de desafiante. -Pensaba que con una vez te valdría, que con eso aprenderías. Pero veo que eres igual de estúpida que todas las mujeres con las que ha estado.

- ¿Te incluyes? -pregunté.

- Me incluía. Pero yo ya he aprendido, ya sé cómo es. Sin embargo, veo que tú no has aprendido. Y necesitas que vuelva a hacerte daño una segunda vez, con otra mujer.

- No sabes nada de lo que siente por mí, Elizabeth. -fruncí el ceño. -Sé lo que pretendes. Pero deberías saber que no vas a conseguir nada, Elizabeth. Jacob es mío. No sé que cosas se te estarán pasando por la cabeza, pero te estoy avisando; no te acerques a él. No te metas entre nosotros.

- Estás dudando de él, Katherine. -contraatacó. -Estás dudando de la fortaleza de vuestro amor. Tienes miedo de lo que pueda conseguir, ¿verdad? No lo niegues. Vamos, Katherine, sabes que tengo toda la razón.

Me mordí la lengua. Una parte de mi corazón estaba de acuerdo con esas palabras, porque en el fondo tenía miedo de lo que podía ocurrir por su culpa.
Recordé que en su día, Elizabeth me dijo exactamente lo mismo que yo la acababa de decir.

- Recuerdo que un día, hace varios meses, me dijiste lo mismo. Que no me interpusiera en vuestro camino. ¿Tú también dudabas de la fortaleza de vuestro amor?

- Sí, pero por su parte. Porque sabía cómo era, sabía que se fijaría en cualquier ser humano con la condición de que fuera hembra y más o menos de su edad. -escupió.

Sus palabras parecían serias y verdaderas, y empecé a creer en lo que decía. Tal vez ése fue mi error; una víbora jamás deja de ser una víbora, se ponga la máscara que se ponga.

- Así que sí, Katherine. Sé lo que piensas, y sé cuál es tu miedo. Mejor no pongas más excusas.

- No pongo excusas. Te estoy avisando, Elizabeth. No quiero que por tu culpa, nos ocurra algo. Y sé perfectamente que no me es, ni será, infiel, y que ha cambiado. Así que de eso no tengo miedo. Tengo miedo de las tonterías que puedas inventarte para fastidiarlo todo. -solté, en parte verdad.

- Perfecto. Entonces olvídate de mí y de cómo me comporte a su lado, Katherine, si tanto confías en él y en su supuesto amor por ti.

Resoplé, y me acerqué a la puerta para salir, no sin antes girarme, y decir desafiante:

- Adelante, Elizabeth. Compórtate de la manera más seductora posible ante él. Pero como lo estropees todo, te juro que me encargaré de que no te olvides de mí en tu maldita vida. ¿Me oyes, Elizabeth?

La rubia asintió, y pude notar un ligero rastro de miedo en su rostro. Pero desapareció en cuanto esbozó una media sonrisa burlona.

Y dicho aquello, salí de la habitación, cerrando de un portazo.

Sabía lo que Elizabeth pretendía. Pero obligarla a alejarse de él era como admitir que tenía razón, y yo no quería eso. Estaba de acuerdo en que se comportara de la manera que quisiera, porque en el fondo confiaba en Jacob, confiaba en que no era estúpido, y en que no se dejaría llevar por la víbora.

Pero si por alguna razón, le perdía, Elizabeth jamás me olvidaría.


martes, 8 de enero de 2013

DDM: Capítulo 62

¡Hola a todos! :3

Quería daros una sorpresita, subiendo este capítulo, aunque tal vez lo haga para animarme a mí... u.u Sí, no tenía nada de ganas de empezar las clases, y bueno, ver que leéis el capítulos y que comentáis, ayuda bastante :)

Aquí os dejo el capítulo 62. Espero que os guste, como siempre os digo ^^

Por cierto, ya sabéis, que si aún no habéis votado, o no sabéis cómo, en esta entrada os lo explico todo :) Y en serio, muchísimas gracias a los que ya habéis votado :)

                                                          ¿Me ayudáis?


Y no molesto más, espero que os guste. :3




Tuve que parpadear varias veces para apartar el sueño de mi cuerpo, y lo conseguí. Alcé la vista, y vi que Jake seguía dormido, abrazándome. Esbocé una pequeña sonrisa, pues todo lo que necesitaba estaba frente a mí, por fin. Después de tantas tragedias, y tanta distancia. Y ojalá no se repitiera nunca. Nunca.

Cerré otra vez los ojos por unos instantes, y los volví a abrir. Suspiré, y aparté sus brazos con suavidad, tratando de no despertarle. Y no abrió los ojos. Parecía muy cansado.
Cuando ya no hubo contacto entre nosotros, lo eché de menos, ya que con él acariciándome o abrazándome me sentía segura, a salvo.

Con cuidado de no hacer ruido, me levanté, y caminé hasta la ventana. El sol brillaba, no muy lejos del horizonte, y supe que me había conseguido dormir unas horas después de mi pesadilla. Sonreí levemente, porque al menos le tenía a él para que me calmara.

Había pasado los últimos meses inconsciente, y aún estaba algo desorientada. Había estado al borde de la muerte, y he de admitir que tenía miedo. Pero Harry había estado a mi lado. Gracias a él había sobrevivido, y por eso le debía la vida. Ni más ni menos. Y así, delante de la ventana, comencé a recordar. Recordé a Jacob cuando nos vimos en Vigo, por primera vez desde hacía años. Recordé a Harry, apoyado en la barandilla del barco de Jake, sonriéndome, después de años sin verle.

- Veo que ya estás despierta. -dijo una voz a mis espaldas.

Me giré, y sonreí, asintiendo. Jake me dedicó una de sus cálidas sonrisas, y se incorporó.

- Estaba... estaba recordando. -contesté, volviéndome hacia la ventana.

Todo había cambiado, y el tiempo había pasado. Pero yo lo recordaba como si hubiera sido ayer. Recordé a la antigua Katherine, esa joven dura, fría, que jamás lloraba ante nada ni nadie. ¿Había muerto? ¿Podría recuperarla algún día? ¿O nunca había existido como tal? Tal vez... tal vez nunca existió realmente. Sólo era una máscara, una coraza que me protegía de todo, pero no sirvió contra Jacob.

- ¿Qué estabas recordando?

Oí el ruido de su ropa rozando la tela de las mantas, y también el sonido de sus pasos acercándose a mí.

- Todo lo que ocurrió desde aquel día en que nos encontramos en medio del mar, cerca del puerto de Vigo. -contesté, sin apartar la mirada del cielo azul.

Jake se apoyó contra el cristal de la ventana, a mi lado, y entonces no pude evitar mirarle. Se cruzó de brazos, y me dedicó esa media sonrisa tan arrogante suya, que tanto me gusta, y que tanto llegué a odiar... o eso creía. Porque en el fondo, jamás la odié. Me dije a mí misma que lo hacía, pero desde siempre me había gustado. Independientemente de lo que me hubiera hecho en un pasado.

- Recuerdo a la perfección aquel día. -dijo, sonriendo. -Recuerdo a una Katherine desesperada por mi culpa.

No pude evitar sonreír, yo también lo recordaba, como si hubiera ocurrido ayer. Exclamé su nombre, y después me puse a gritar como si estuviera desquiciada.

- Sí, un recibimiento muy cálido para haber estado separados durante varios años. -rió Jake. -Me gritaste, y te negaste a saludarme.

- Te has olvidado de una cosa; pensé en saltar a tu cubierta y matarte. -añadí, con una tierna sonrisa.

- Me lo imaginaba por la expresión de tu rostro, la verdad. También me llamaste... babosa sin cerebro muerta para ti. Sí, eso me llamaste. -dijo Jacob, pensativo.

Sacudí la cabeza, sonriendo. Me acordaba a la perfección de aquello.

- Tu venganza fue confundirme. -rebatí, mirándole. -Recuerdo esa noche en la que me dijiste que no me metiera con tu nueva pareja, la víbora. Y luego trataste de besarme.

- Sí, fue una pena que no me dejaras besarte aquella noche. -se encogió de hombros, cruzándose de brazos. -A ti no te faltaban ganas para matarme, y a mí no me faltaban ganas para besarte.

- Y tampoco para besar a la víbora. -añadí, en un leve gruñido, mirándole de reojo.

Jake dirigió su mirada hacia mí, y soltó una leve carcajada.

- ¿Es que aún no te he dicho que sólo era para llamar tu atención?

- ¿Diste por hecho que eso iba a atraer mi atención? -contraataqué, cruzándome de brazos, y alejándome unos centímetros de la ventana para colocarme a su lado.

- La verdad es que no. -contestó él, sacudiendo la cabeza. -Lo deseaba, no lo di por hecho.

Sacudí la cabeza, riendo, sin apartar la mirada de sus ojos verdes.

- Pero admítelo, Kathy. Te encantaba que hablara contigo. Aunque fuera... prepotente. Como suelo ser.

Desvié la mirada, y fruncí los labios.

- Tal vez. -contesté. -Pero eso no me quitaba las ganas de matarte.

- Ni a mí las de besarte, la verdad. -añadió, encogiéndose de hombros. -Sólo aumentaban, así que no ganaba mucho confundiéndote. Bueno, sí. Era divertido. Y sigue siendo divertido alterarte. Ya sabes, hacerte sentir algo incómoda.

Me quedé boquiabierta durante unos segundos, respondiendo mentalmente. "No, también aumentaban las mías. Aparte de las de matarte, claro." 
Fruncí los labios, y desvié la mirada durante unos segundos.

- Nunca... nunca me has alterado. -conseguí decir con firmeza. -Y nunca me he sentido incómoda.

Jake esbozó su típica media sonrisa, y eso bastó para acelerar mi corazón. Pero me mantuve firme, sosteniendo su mirada.

- Comprobémoslo.

Me encogí de hombros, y asentí, frunciendo los labios, y aún con los brazos cruzados, aceptando su reto. Jake me miró fijamente, y yo negué con la cabeza. Mi corazón iba rápido, sí, pero no lo suficiente como para estar alterada, o sentirme incómoda.

- No. -dije, orgullosa.

- ¿No? Bueno, pues ahora en serio. -susurró, mientras me dedicaba una de sus medias sonrisa, tal vez la más increíble que haya podido ver.

Se apartó de la ventana, y acortó la distancia que había entre nosotros, esta vez serio. No me moví, y decidí quedarme donde estaba, observándole. A cada que paso que daba, mi corazón se aceleraba cada vez más. No.

Cuando estuvo a escasos centímetros de mi cuerpo, alzó una mano, y con el pulgar, me recorrió la piel desde la sien hasta la mandíbula. Notaba mi corazón latir demasiado rápido. Pero me mantuve firme, con una respiración tranquila y acompasada.
Jacob era ancho de hombros, y bastante alto, así que me sacaba varios centímetros, y tenía los músculos del cuerpo bien definidos.

Su mirada hacía el mismo recorrido que su pulgar; se deslizó por mi mandíbula, y bajó por mi cuello, hasta mi clavícula. En ese momento sentí que mi corazón dio un brinco, y me concentré en no respirar de manera entrecortada. No iba a ganar.

Siguió por mi hombro, acariciando mi piel por debajo de la blusa blanca, y sentí un escalofrío que me recorrió de arriba abajo. Cerré los ojos durante unos segundos, orgullosa de mi autocontrol ante esa situación. Entonces, Jake me echó unos mechones de pelo hacia atrás, que cayeron por mi espalda, dejándome todo el cuello descubierto. Me dirigió una leve mirada, tal vez de victoria anticipada, y se inclinó hacia mí.

Mi corazón dio otra salto, seguido de varios más.

Sus labios rozaron mi clavícula, y recorrieron mi cuello.

Y no pude aguantar más. Mi respiración se pronunció, y me obligué a cerrar los ojos. Comencé a respirar por la boca y de manera entrecortada. ¿Cómo podía ejercer ese poder sobre mí?

Jacob se apartó de mí unos centímetros, y sonrió victorioso.

- Creo que has perdido, Green.

- Has tenido suerte. -me excusé.

- Ya. -dijo simplemente.

Nos callamos con rapidez, a la vez que nos girábamos, en cuanto oímos la puerta abrirse.

- ¿Interrumpo algo? -dijo la joven pelirroja.

Jake se encogió de hombros, girándose y caminando hacia el viejo catre.

- Tal vez. -contestó simplemente.

Yo sonreí, y negué con la cabeza. Liv esbozó por su parte otra sonrisa y caminó hacia mí. Sin decir nada más, me envolvió entre sus brazos con fuerza. Cerré los ojos durante unos segundos; todo iba bien.

- Buenos días, Kate. -murmuró contra mi pelo.

Que me llamara de ese modo me transportó al pasado, y otra vez recordé a Jacob y sus ganas de confundirme, a Harry y su apoyo, a Liv la primera vez que la conocí.

- ¿Has dormido bien? -preguntó, separándose unos centímetros de mí.

- Mejor que otros días. -contesté.

Frunció los labios, y asintió, satisfecha.

- Diana también está despierta. -añadió, encogiéndose levemente de hombros.

Asentí, comprendiendo lo que pretendía. Sabía que las preguntas llegarían, y no sería agradable volver a recordar a Patrick, y peor aún si era despierta. Me daba miedo, no podía ocultarlo. Patrick había dejado huella en mí, y todos y cada uno de sus golpes también.

Liv me hizo un gesto para que la siguiera, y miré suplicante a Jake, tal vez con algo de terror. Pero suavicé con rapidez la mirada, porque no quería preocuparle. Y todos se merecían respuestas. Jake tal vez más que nadie. Así que debía ser fuerte.
Jacob se levantó del borde de la cama, y caminó hacia mí. Estiré la mano, en busca de la suya, y él no tardo en aferrarla con fuerza. Su calidez me recorrió, y el miedo disminuyó un poco.

Seguimos a Liv por el pasillo, hasta la habitación contigua. Abrió la puerta, y nos invitó a pasar. Diana estaba sobre la cama, y parecía algo más fuerte que ayer. Tenía una enorme sonrisa pintada en la cara, lo que le dio brillo a su mirada, azul como el hielo.

Nos acercamos a ella, solté la mano de Jake, y me incliné sobre ella para abrazarla con fuerza. También recordé a Diana cuando le dijeron que estaba embarazada.

- ¿Qué tal has dormido? -me adelanté.

- Se podría decir que bien. Kathlyn ha llorado por la noche, aunque agradezco que haya sido sólo una vez. -respondió Diana, suspirando.

Me aparté de ella unos centímetros, y miré hacia la cuna de Kathlyn. Caminé hacia ella, y me asomé sobre ésta para ver a la pequeña hija de Diana. Tenía los ojos cerrados, y dormía plácidamente. Su respiración era acompasada y lenta, y no pude evitar sonreír. Alcé la mano y le acaricié la mejilla con la punta de los dedos, de manera suave y casi imperceptible.

Me giré, y me senté al borde de la cama de Liv y Diana. Diana me miraba fijamente, parpadeando de vez en cuando, y supe que las preguntas no tardaría en llegar.

- Kathy... -comenzó.

Yo la paré, asintiendo.

- Lo sé. -contesté, simplemente.

Jake se cruzó de brazos, y se apoyó en la puerta de entrada, sin apartar la vista de mí. Liv se sentó al lado de Diana, y también me observaron fijamente.

- Se supone que debería estar muerta. -dije, bajando la mirada. -Patrick... Patrick me mató. -pronunciar su nombre me dio náuseas.

- ¿Qué... qué ocurrió? -susurró Liv.

Tragué saliva, y traté de respirar por la boca, aunque también me costaba. Tenía que recordar a Patrick, y todo lo que me hizo.
Cerré los ojos, y me le imaginé delante de mí, en la habitación, alzando el puño para golpearme. Y justo antes de recibir el golpe, abrí los ojos, asustada. Sólo había sido una imaginación.

- Le supliqué la muerte. -murmuré, desviando la mirada. -Fui yo la que le supliqué que me matara.

Diana se retorció las manos, boquiabierta. Sí, no encajaba. Katherine, la Princesa de los Mares, una joven (aparentemente) fuerte y valiente, que jamás se rinde, que siempre lucha y gana en cualquier pelea, rindiéndose.

- Sé... que os parece extraño. Pero después de todo, a mí me pareció lo más normal del mundo. Ya... ya no podía más, ¿sabéis? Era continuamente.

Bajé la mirada, mientras mi corazón se aceleraba de terror por el simple hecho de pensarlo. Decidí alzar la mirada, y miré primero a Diana, luego a Liv y por último a Jake. Su presencia me calmó, porque sabía que él, por ahora, me protegería de cualquier cosa.

- Quise rendirme. Creí que eso era lo más valiente que podía hacer. Porque en el fondo... en el fondo yo no soy valiente.

- Claro que lo eres. -me interrumpió Diana.

Al oírla, sentí el deseo de recuperar a la antigua Katherine. De volver a ser lo que era al principio de toda esta... aventura. ¿Podría volver a serlo?

- El caso es que me rendí. Me rendí ante él, porque no podía soportarlo más. No había un día de descanso, siempre creía que moría. Y más cuando Patrick bajaba a mi sótano y me dejaba medio muerta con una de sus palizas. -susurré.

Atisbé por el rabillo del ojo un movimiento de Jacob. Desvié la mirada hacia su cuerpo, y vi que se había erguido, de brazos cruzados, y que tenía una expresión de auténtica ira, furia. Enfado. Sentí el llanto en la garganta, pero fui lo suficientemente fuerte como para frenarlo. Por primera vez. Aunque por llorar no era más débil; llevaba meses sin llorar, y sólo necesitaba eso, descargarme y desahogarme.

- Patrick... Patrick utilizó una espada para darle fin a mi vida.

Seguidamente me levanté la blusa blanca para mostrarles la fea cicatriz de mi estómago, que no parecía curada del todo. Diana se tapó la boca con las manos, en un gemido ahogado.
Pero esa herida no sólo era un corte superficial. También era interna, y había dañado mi estómago; eso era lo más lento, el proceso más lento de curación, y me temía que aún no se había curado de todo.

- Y ese fue el final de mi vida, o lo que debió ser el final de mi vida. -continué. -Brittany, una criada de Patrick, me ayudó. En varias ocasiones, y creo que la debo demasiado. Ella le hizo creer que estaba muerta, pero en vez de eso, paró la hemorragia como pudo, y cinco días después, me llevó a una posada, para que me trataran como necesitaba.

Sabía que eso no se lo creerían. Una herida de espada en el estómago no se curaba con una venda y ya está. Eso sólo conducía a la muerte. Pero no iba a contarles que fue Harry el que me ayudó. Tal vez eso sí que no se lo creerían.

- Y fue un milagro. Estuve tres meses inconsciente, supuestamente muerta para Patrick. No me acuerdo de nada, sólo sé que gracias a Brittany, estoy aquí.

Pero Liv no era tonta. Nada tonta.

- Una herida así no se cura con el tiempo, Kathy. -rebatió, mirándome fijamente. -Una herida así te mata.

Cogí aire, y traté de tragar saliva, pero fui incapaz, pues tenía un enorme nudo en la garganta.

- No sólo fueron cuidado externos. -añadí, en voz baja, desviando la mirada. -Alguien impidió que muriera, pero no hizo que despertara. Por eso estuve inconsciente tanto tiempo. Alguien impidió que mi corazón dejara de latir, mientras mi propio cuerpo trataba de curar internamente el corte sufrido.

- ¿Quién...? -preguntó Diana.

Me mordí el labio inferior, y me decidí a decirlo.

- Fue un auténtico milagro, y estoy segura de que no os lo creeréis. Pero... de alguna manera, él lo hizo.

- ¿Quién? -repitió Diana.

- Harry. -contesté simplemente, sintiendo cómo el nudo de la garganta se deshacía, para instalarse en mi estómago.

Lo sabía porque noté su presencia. Porque oí su voz en mi mente, impidiéndome morir, impidiendo que mi corazón dejara de latir, impidiendo que mis pulmones no respiraran. Fue... fue como un juego. Me obligó a activar mi propio organismo, me ayudó a mantenerme viva. Fue un milagro, y no me lo creí.

- ¿Qué? -susurró Diana, incrédula.

- Sé que es difícil de creer, pero... pero no estoy loca. Harry estuvo ahí. Lo sé. Él me ayudó, me ayudó a mantenerme con vida, mientras mi cuerpo se encargaba de curar los daños. Y todo eso me costó tres meses.

Diana desvió la mirada, y vi que tenía los ojos brillantes por las lágrimas.

- No me lo estoy inventando. -susurré, inclinándome levemente hacia ellas.

Diana asintió, y se llevó las manos a los ojos para secarse las posibles lágrimas.
Estaba segura de que creían que la herida y los golpes me afectaron. Pero no estaba mintiendo. No mentiría con una cosa así.

- No os estoy mintiendo. -dije, alzando el tono de voz. -Por favor, creedme. Jamás mentiría con eso, ¿qué gano yo diciendo eso si es mentira? Nada. Podría haber dicho simplemente que fue un milagro, pero Liv tiene razón. Esa herida no se curaba sólo con cuidados externos, y debí morir. Así que supongo que no podía ocultarlo durante mucho tiempo.

Diana alzó la mirada hacia mí, y le tembló el labio inferior. Negué con la cabeza, para decirla que no estaba mintiendo.

- Te... te creo. Es sólo que... cuesta asimilarlo.

Suspiré de alivio, y me erguí, cerrando los ojos. Al menos me creían. Me froté los ojos y la cara con la palma de las manos, y deseé que Jacob estuviera a mi lado. Justo a mi lado.

- Siento mucho por lo que has pasado, Kathy. -dijo Liv. -No quiero ni imaginármelo.

Alcé la vista hacia ella, y asentí de manera imperceptible. Ojalá nadie pasara por lo mismo que yo.

- Yo odio tener que recordarlo a cada segundo que pasa de mi vida. -contesté.

- Tiene que ser horrible.

- Demasiado. -susurré, tocándome la frente con la mano.

Oí los pasos de Jacob acercándose a mí, y noté su mano acariciando mi hombro. Aquel gesto me reconfortó. Cerré los ojos, aunque no estaba cansada, y me imaginé sobre el suelo encharcado de sangre, y a Patrick de pie junto a mí, con la espada en la mano, y una sonrisa victoriosa.

- ¿Queréis comer algo? -interrumpió Jake, al ver el silencio que nos envolvía.

Diana negó con la cabeza, ella aún no se encontraba con fuerzas como para levantarse de la cama. Liv negó también.

- Bajad vosotros, yo me quedo con Diana. Me apuesto lo que queráis a que deseáis pasar más tiempo solos. -rió la pelirroja.

- Sería un detalle por vuestra parte, Olivia, la verdad. -contestó Jake, sonriendo. -No os preocupéis, trataré de no besarla demasiado...

- No, no, guárdatelo para ti, tranquilo. No necesitamos explicaciones. -gruñó Liv, interrumpiéndole, haciendo una mueca y riendo.

Jacob rió también, y se descruzó de brazos, para tenderme una mano. Agarré su mano, y me levantó del borde de la cama. Me miró de arriba abajo, y no pude evitar volver a sentirme algo incómoda, porque aún no me creía que ese chico fuera... mío.

Soltamos nuestra manos, y nos despedimos de Liv y Diana, y también de la pequeña Kathlyn. Me adelanté y salí la primera de la habitación, para ir a ver a Brittany. Tal vez quisiera tomar algo con nosotros.

Pero Jake me frenó, agarrándome de la muñeca, y me obligó a mirarle. Alzó las cejas, y negó con la cabeza.

- Lo siento, pero voy a ser egoísta. -dijo, sin soltarme. -Te quiero sólo para mí.

Bajé la mirada, sonriendo, y con un ligero rubor en las mejillas. Asentí, y solté el pomo de la puerta.

- Está bien. Pero tal vez no te deje acercarte mucho. -añadí, sonriendo. -Yo primera.

Pasé a su lado, y comencé a caminar, con él por detrás. Y entonces eso me recordó al día en que Jacob bajó a la bodega, y le dejé muy claro que en ese viaje yo era la capitana. Y que si hacía algo que no me gustara, no dudaría en matarle. No pude evitar sonreír. Tal vez podría recuperar esa actitud, tal vez podría ser así de atrevida, casi arrogante. Como antes.

- Oh, ya entiendo. -rió Jacob. -¿Echas de menos al Jacob arrogante del primer día? -hico una pausa, asintiendo. -Me imaginaba a la Princesa de los Mares... diferente.

Me giré hacia él, recordando a la perfección aquel momento.

- Y yo nunca pensé que el Príncipe de los Mares fuera un chico tan estúpido como tú, Jacob Fellon. -me crucé de brazos, sonriendo.

Jacob rió, y también se cruzó de brazos, en medio de aquel pasillo.

- Nos hemos presentado como es debido. Vamos, como... como es debido entre nosotros. -resoplé, imitando lo que dije aquel día.

- Vaya, aún lo recuerdas, ¿eh, Green? -comentó Jacob.

Recordaba a la perfección aquel momento, y recordaba nuestra irónica conversación.

- Es difícil olvidar a los imbéciles como tú. -bufé. -Ya nos podemos marchar. No quiero perder más tiempo con esta asquerosa babosa...

- Sin corazón, ¿no? -completó Jacob.

Asentí, sonriendo por aquella pequeña interpretación del día en que nos encontramos para realizar la expedición a la Isla de las Voces. Las palabras tan bordes que intercambiamos estaban grabadas en mi mente a fuego.

- Pero una babosa sin corazón que te encantaba. ¿Me equivoco?

Desvié la mirada, frunciendo los labios, con ganas de decirle que no, que se equivocaba. O no.

- Me exasperabas. -le corregí. -Una babosa que me exasperaba con esa media sonrisa...

Entrecerré los ojos, señalando sus labios a la vez que hablaba. Después volví a cruzarme de brazos, y cambié el peso de una pierna a otra. Entonces volví a mirarle, y vi que estaba esbozando su media sonrisa.

- Me encantaba exasperarte. Tengo que admitirlo. E incomodarte, ya sabes. Era bastante divertido verte a punto de tirarte sobre mi cuello para ahogarme.

- Para mí no era divertido, créeme. Mis instintos asesinos aumentaban cada vez más, gracias a tu intento de confundirme. Una vez tratabas de besarme, y al día siguiente besabas a la víbora.

Recordé a Elizabeth. ¿Dónde estaría? Tampoco me importaba mucho lo que la hubiera pasado, pero en el fondo, no la deseaba nada malo...

- Te puedo asegurar que besarla no era agradable. Pero bueno, si con eso conseguía captar tu atención...

"¿Qué? No necesitas besar a otras chicas para captar mi atención. Desde el primer momento llamaste mi atención." Lo pensé, pero preferí no decirle que mis sentimientos jamás cambiaron. Nunca dejé de quererle.

- Y era peor aún, porque no conseguía imaginar que eras tú a la que estaba besando. -hizo una mueca y se encogió de hombros.

Me quedé boquiabierta durante unos segundos, y dije lo primero que se me pasó por la cabeza.

- Pues podrías haberme besado.

- Ya, pero... Espera, ¿qué? -exclamó, sonriendo. -¡O sea, que querías que te besara! Lo has admitido.

- ¡No, no! -dije, tratando de arreglarlo. - Podrías haberme besado si no te importaba morir. Eso quería decir.

Jacob negó con la cabeza, riendo:

- Buen intento, Kathy. No lo intentes arreglar, acabas de admitir que querías que te besara. -rió, para molestarme. -Además, no te preocupes, porque se te notaba. Lo sé.

Fui a decir algo, pero me quedé en blanco. ¿Que se me notaba? ¡No! O, bueno, quizás sí... Pero jamás quise que se notara. Tal vez tuviera razón, pero no iba a admitirlo.

- Lo que pasaba es que no querías admitirlo, porque claro... Era Jacob Fellon, el que se había aprovechado de cientos de chicas a lo largo de su vida. ¿Cómo ibas a decirle, después de lo que te hizo, que querías besarle?

Sí, en eso tenía razón. Mucha razón. Me encogí de hombros, y él sonrió.

- Sé que pensabas eso, no lo intentes ocultar. ¿O me equivoco?

No, no se equivocaba, como nunca, a pesar de que yo tratara de convencerme de lo contrario. Me mordí la lengua, alcé la cabeza, y pasé a su lado, sin dejar de caminar. Él me siguió, victorioso, pero sin dejar de hablar.

- Pero a ese pobre estúpido le estaba ocurriendo algo diferente. -continuó, hablando de sí mismo. -Jamás había sentido eso por un chica. Nunca. Nunca había deseado estar a su lado, nunca había deseado besarla, nunca había deseado mirarla. Pero había una excepción, había una chica que conseguía eso.

Seguí caminando, sin pararme, pero escuchando atentamente sus palabras.

- Jacob se levantaba todas las mañanas pensando en alguien especial, y en ver qué hacer para estar un rato a su lado. Y lo único que se le ocurría era acorralarla cuando no había nadie cerca, e incomodarla. Muy caballeroso. Pero eso era peor para él mismo, pues se enamoraba cada vez más de su voz y de sus ojos. Y de ella, de esa excepción.

Mi corazón dio un brinco en uno de sus latidos, y me obligué a respirar, porque sentí que desfallecía. Nunca me acostumbraría a ninguna de las facetas de Jacob; ni a la suave, tierna y tranquila, ni al chico que me besaba y acariciaba con tanta intensidad, que dejaba a un lado las palabras. Ambas caras me encantaban, y ambas me hacían sentir lo mismo. Pero de diferentes maneras.

- De hecho, una noche, la excepción se fue a sus aposentos, enfadada por el comportamiento del joven que se estaba enamorando, quien había intentado besarla, después de decirla que no amenazara a otra chica.

Inmediatamente, me transporté al pasado, a aquella misma noche. Recordé las palabras de Jacob, y las mías.

- Un tal Dan protegió a la hermosa joven, y después intentó besarla también. Supongo que eso le enfadó al que se estaba enamorando, por lo que cuando la joven se marchó, amenazó al tal Dan, diciéndole que no le hiciera daño, o le destrozaría. Porque el joven enamorado no quería que la besaran. Porque él quería besarla. Sólo él. Y eso puede sonar egoísta, pero tampoco quería que la hicieran daño... como él mismo hizo antaño.

Frené, y giré lentamente. ¿Aquella noche amenazó a Dan...? ¿Cómo... cómo podía ser tan... increíble...?

- A veces creo que lo haces aposta. Que te lo inventas todo, para ver si se me para el corazón, o algo por el estilo.

Jacob rió, y sacudió la cabeza. Su suave y dulce risa me produjo un escalofrío.

- Prefiero pararte el corazón haciendo otras cosas, sinceramente. -dijo, mirándome, con algo de picardía. -Las palabras no son lo mío, se me dan mejor otras cosas. -sonrió.

Tragué saliva, y me concentré en respirar profundamente, o estaba segura de que me daría un infarto. ¿Que las palabras no se le daban bien? Claro, porque se le daban rematadamente bien. Como todo lo que hacía.

- Sí, ya veo, las palabras no son tu fuerte. Por eso has estado a punto de parar mi corazón. Pero, eh, no se te dan bien. -comenté, intentando parecer desinteresada.

- Bueno, pues entonces me corrijo; prefiero hacer otras cosas, en vez de hablar.

Buscó mi mano, y entrelazó sus dedos con los míos. Ese contacto tan cálido me recordó que a su lado estaba a salvo. Me guió por los pasillos, y bajamos juntos las escaleras, dispuestos a tomar algo para desayunar.

Por fin podía decir que todo había acabado, o al menos la mayoría. Estaba con Jacob, y él me iba a proteger de todo. No necesitaba que me lo dijera, porque lo veía en su mirada, en su forma de mirarme. Pero había algo de lo que no podía protegerme: de mis pesadillas.


***


Cuando terminamos de comer, me sentí persona. Había saciado mi hambre, y me sentía con bastantes fuerzas.
Jacob me propuso ir al muelle, para pasar un tiempo juntos, ante el mar. Nuestro hogar. Salimos fuera, y en ningún momento me soltó. Le brillaban los ojos de pura felicidad, y se le notaba bastante alegre. Ya no tenía el rostro demacrado cuando se ponía serio, y supe que a pesar de mi pesadilla, había podido dormir, por fin, bien. Odié que hubiera estado mal sin mí, porque yo no quería que aquel joven sufriera, y menos por mi culpa.

El cielo estaba totalmente despejado, y brillaba con un intenso azul claro. El sol iluminaba la bulliciosa ciudad, y la gente hablaba animadamente. Jamás pensé que podría estar todo tan calmado en mi vida. En mi interior ya no se libraban esas eternas batallas de antaño, porque mis sentimientos eran claros en cuanto al amor. Mi corazón pertenecía a Jacob, a pesar de cuantas veces lo pisoteara. Tampoco me preocupaba por mis padres, pues sabía que estaban en un lugar mejor, juntos, por fin.

¿Qué más pedir?

Pero supongo que bastó pensarlo para que la vida pusiera en mi camino un pequeño problema.

Caminamos juntos hasta el muelle, donde seguían llegando enormes embarcaciones de madera reluciente, descargando gente y más gente. Caminamos sobre el muelle, y nos sentamos al final, con los pies colgando, como cuando éramos niños.

- Si lo piensas bien, nada ha cambiado. -susurró Jacob. -Míralo. Míranos. Recuerdo que también nos sentábamos en el muelle cuando éramos niños.

- Me acuerdo como si hubiera pasado ayer. Pero en realidad todo ha cambiado. -contesté, suspirando. -A nuestro alrededor. Hemos crecido, hemos... hemos perdido a muchas personas.

Jacob bajó la mirada, y seguidamente me pasó un brazo por encima de los hombros.

- Lo que importa es que todo ha pasado. Y que... que estamos juntos, después de todo.

Apoyé mi cabeza en su hombro, soltando todo el aire de mis pulmones de una sola vez. El mar estaba tranquilo, y se movía con lentitud. Y por primera vez en mucho tiempo, pensé en mi barco. ¿Qué... qué habría sido de él? No me lo había preguntado antes porque creí que no viviría para buscarlo. Seguramente se encargaron de destruirlo. O de utilizarlo. Pero lo echaba de menos, mucho, porque había pertenecido a mi padre, y era el barco de la Princesa de los Mares.

Estaba tan ensimismada, tan centrada en el mar y en Jacob, que no me di cuenta de cuánto se estaba alborotando la gente.

- ¿Qué ocurre? -preguntó Jake, incorporándose.

Me levanté con su ayuda, y vimos que la gente se agolpaba en un mismo lugar, para observar algo. Oí gritos, exclamaciones y algún que otro vítor. Oí palabras sueltas, pero la palabra que más me impresionó fue "La Princesa de los Mares".

¿Qué?

Agarré la mano de Jake, y tiré de él hacia el remolino de gente. Me abrí paso entre las personas, hasta quedar en primera línea, en el muelle paralelo.

Se me cayó el alma a los pies.

En el muelle paralelo al nuestro, estaba atracando un barco que conocía demasiado bien.

- ¡¡Mi barco!! -exclamé, hecha una furia.

¿Quién narices había robado mi barco?

Tiré de Jacob, que estaba igual de sorprendido que yo, hasta el muelle en el que estaba atracando el Greenwood Wells. Y no había duda alguna de que era mi barco, porque tenía mis apellidos grabados en la proa. Me giré hacia Jacob, y exclamé:

- ¡Ese es mi barco! ¡Es mi barco! -repetí, furiosa.

Estaba boquiabierto, y se encogió de hombros.

- Nunca antes lo había visto por aquí, pensé que se lo habían llevado.

- Sí, y lo vuelven a traer. Quiero saber quién está detrás de todo esto.

El barco paró del todo, y escuché el ruido del agua al moverse con violencia. Vi gente en la cubierta, pero ninguno me sonaba de nada... Colocaron la rampa de mi barco, para así poder bajar, y abrieron la pequeña puerta de la barandilla para pasar.

Y entonces me quedé en el sitio, al igual que Jacob, que aferró mi mano con fuerza. Sí, que me agarrara con fuerza, porque si no, iba a ir corriendo hacia ella y a destrozarla con mis propias manos. A aquella rubia que bajaba por la rampa de mi barco, con aire elegante y superior, como si fuera... como si fuera la Princesa de los Mares.

Cuando sólo era una víbora.

Sí, esa víbora era Elizabeth.