Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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viernes, 29 de junio de 2012

DDM: Capítulo 31

Aquí os dejo el cap. 31 ;) Espero que os guste, como siempre os digo. :)



Parpadeé dos veces, mientras escuchaba lo que Dan me acababa de decir. Miré de reojo a Jacob y a Harry que estaban justo detrás de él, esperando mi respuesta afirmativa.

- ¿Con quién? -pregunté, como si no lo supiera ya.

Dan alzó una mano y señaló a las dos figuras que estaban detrás de él. Yo abrí la boca para decir algo, tal vez para negarme, pero las palabras no me salían. Dan se acercó a mí, y me susurró:

- Si no quieres, me puedo quedar por ti.

Conseguí sacudir la cabeza, murmurando un leve "No, gracias", rechazando su propuesta. Una parte de mí pensó que tal vez habría sido mejor aceptarla, y no tener que estar con Harry y con Jacob durante una cuántas horas. Pero por otra parte, no me importaba, es más, sentía curiosidad por lo que podría pasar. Todos teníamos muchas cosas que decirnos, y que arreglar, aunque algo me decía que no todo tenía por qué ir bien.

Les esquivé, sin mirarles, y me dirigí a lo que era casi la entrada de la cueva, donde estaban colocadas las tres antorchas sobre las piedras. Me senté apoyada en la pared, observando lo que había fuera; oscuridad, humedad y rocas.
Harry y Jacob se sentaron también alejados entre ellos, y en la pared opuesta. Sentí que buscaban mi mirada, pero me concentré en evitarlo.
Todo estaba inundado por un auténtico silencio, aunque se oía el fuego crepitando suavemente.

Y así pasaba el tiempo; con lentitud y pesadamente.
Ninguno de nosotros habló, nadie se atrevía a dar el primer paso. Y yo tenía claro que no sería la primera, porque yo no tenía que arreglar nada. En cambio, ellos habían sido los que habían metido la pata.

Saqué mi daga para matar el tiempo, y la lancé al aire suavemente, recuperándola por la empuñadura. Hice algunos movimientos más, hasta que un ruido de arrastrarse me sacó de mis pensamientos. Alcé la vista de mi arma, y vi que Jacob se acercaba a mí.

Resoplé levemente, y volví a concentrarme en la daga. Se me habían quitado las ganas de hablar con él. Cuando llegó a mí, se sentó apoyado en la roca, justo a mi lado. Miraba con interés lo que hacía con la daga, pero no le miré. Hice como que no sabía que estaba ahí. Harry, en cambio, se había quedado en la pared opuesta, sin mirarnos.

Los minutos pasaban, y yo me sentía algo nerviosa, e incluso incómoda ante la atenta mirada de Jacob, así que rompí el silencio.

- Qué quieres, Jacob.

Él tardó un momento en hablar, y me quitó la daga de las manos. La observó entera, y la volteó entre sus dedos varias veces.

- Hablar.

- Pues yo no quiero hablar. -solté rápidamente, desviando la mirada.

- ¿Por qué?

- No, Jacob, la pregunta es, ¿para qué? -rebatí.

- Pues... supongo que para arreglar ese malentendido, ¿no? -respondió él.

- Tú sabrás. -susurré, cruzándome de brazos.

Nos quedamos en silencio, sin mirarnos, mientras él jugaba con mi daga. Era un silencio, para mí, tenso e incómodo. Supongo que no lo era para él, porque parecía normal. Notaba que mi corazón latía con fuerza y nerviosismo, y me sentía incómoda. No sabía qué hacer, qué decir, cómo actuar. Tal vez lo mejor era esperar, esperar a que Jacob hablara y dijera algo.

- Por favor, Kathy. -musitó, dejando mi daga a un lado.

Yo le pedí en silencio que me la diera, y eso hizo. Le miré directamente, sin saber qué responder a su súplica.

- No fue nada, Kathy, en serio.

Desvié la mirada, intentando parecer orgullosa y seria. Aunque en el fondo, estaba hecha un lío, y mi corazón fragmentado en miles de pedazos imposibles de recuperar. Ver esa escena me hizo derrumbarme otra vez, recordar lo que vi aquella vez.
Elizabeth y él besándose, como si no hubiera mañana.

- Escúchame, Kathy, esto va en serio. Necesito que me mires, saber que me estás escuchando.

Alcé la mirada unos segundos más tarde, con miedo a lo que pudiera encontrarme en esos ojos, con miedo a mis propios sentimientos.

- Veo que no te vale con que te pida perdón. Con que te explique que fue Elizabeth la que me besó, y no yo.

Asentí con la cabeza, entrecerrando los ojos,para que viera que afirmaba lo que estaba diciendo; no, no me valía.

- Pues bien. Creo que es el momento.

En ese momento de silencio, de tensión, escuché mi desbocado corazón, y miles de recuerdos, pensamientos y frases cruzaron mi mente. ¿Qué querrá decirme? ¿Por qué es el momento? ¿El momento para qué? Pero cómo no, no encontré respuesta alguna.

- Mira, Katherine. Antes del beso que viste, yo ya había cortado con ella.

Otro latido más, que me dio la sensación de que fue todavía más nervioso y desbocado. ¿Ya lo habían dejado? ¿Y por qué narices se estaban besando?

- ¿Y por qué os estabais besando?

- Ella me besó. -dijo, pero cerró los ojos un momento y continuó. -Bueno, da igual.

Le seguí mirando fijamente, esperando sus siguiente palabras, he de admitir que con ansia.

- Katherine, llevo mucho tiempo queriéndote decir esto, mucho. Tal vez demasiado, pero nunca he encontrado el momento. Sé que desde que te conocí, metí la pata hasta el fondo, y también sé que jamás me lo perdonaste.

- No quiero oír eso más, Jacob, por favor... -supliqué. -No me recuerdes lo que pasó hace tantos años, te lo pido por favor...

Sé que parecí bastante herida, débil, y hasta vulnerable, pero era la verdad; no quería revivir el pasado. Tampoco quería que Jacob sólo quisiera hablarme para recordarme todo eso, así que preferí pararlo.

- No, Katherine, escúchame. Necesito que lo sepas todo, el porqué de lo que pasó, y todo lo que sentí después. Necesito decírtelo, necesito que tú lo sepas.

Acabé asintiendo, mientras cerraba los ojos y me dejaba llevar por el latido de mi corazón, que seguía siendo muy rápido y fuerte.

- Verás. Todo empezó cuando conocí a Nikki, ya sabes. Creo que la recuerdas.

"Perfectamente". Una respuesta fugaz que atravesó mi mente.

- Ella me dejó, tampoco sé muy bien por qué. El caso es que quería recuperarla. Y ahí es cuando entras tú.

"Lo sé, Jacob, lo sé muy bien."

- Sé que te pareció extraño, que alguien que se había metido contigo durante tantos años quisiera salir contigo. Pero tú aceptaste.

- Porque estaba enamorada de ese estúpido. -salté, sin quererlo.

Él se quedó en silencio durante unos segundos, y acabó esbozando una media sonrisa.

- Exactamente. -sacudió la cabeza, y continuó. - Digamos que te utilicé.

¿Que me utilizó? Poco a poco, todo empezaba a cobrar sentido. No salió conmigo porque sintiera amor, sino porque necesitaba recuperar a Nikki. Eso me derrumbó aún más.

- El salir contigo, bastó para que Nikki volviera a querer estar conmigo. Vamos, que conseguí lo que quería.

Asentí, ofendida e indignada.

- Eso no lo sabía. -conseguí susurrar. -Vamos, que utilizaste mis sentimientos, y jugaste con lo que sentía simplemente para conseguir a Nikki. No saliste conmigo por... por amor.

Él acabó asintiendo.

- Por mucho que me duela y me cueste admitirlo, así fue. Te utilicé, y no sabes cómo me arrepiento de aquello.

- Con la de chicas que había por ahí, y tuviste que elegirme a mí... -musité, ofendida.

- Tenía que buscar a una chica que fuera hermosa. Y sólo tú encajabas en el papel, Katherine.

Me alegró saber que no se me veía muy bien la piel, porque ese cumplido hizo que se me encendieran levemente las mejillas.

- Bueno. -dijo, y seguidamente, continuó. -Yo creí que estaba enamorado de Nikki, que me gustaba de verdad. Pero no sabes lo equivocado que estaba...

Me obligué a alzar la mirada hacia él, y observé que sus ojos brillaban, y que su rostro expresaba sinceridad.

- Cuando te diste cuenta, la noche de tu cumpleaños, supe que me odiabas. Y que me odiarías para toda la vida. Los días siguiente, me ignoraste, normal.

Me crucé de brazos, porque de repente comencé a tener frío. Esperé a que continuara.

- Pensé que no me importaba que te comportaras así con todos nosotros, pero también estaba equivocado. -hizo una pasa, en la que suspiró, y pude notar la tristeza en sus ojos. -Creí que desaparecerías de mi vida, como todas las chicas que habían entrado en ella, peor no fue así. No podía sacarte de mi mente, no podía dejar de pensar en ti, ni en todo lo que había hecho por recuperar el supuesto amor de Nikki. Por primera vez, me sentí fatal por utilizarte.

Le miré fijamente, anonadada por los que me estaba contando. No me lo creía.

- Nunca conseguí olvidarte. Y días después, me di cuenta. Verte a lo lejos, feliz, y junto a Harry... fue lo que me hizo ver que estaba equivocado, darme cuenta de lo que sentía realmente. Celos porque estaba con Harry, aunque no hubiera nada entre vosotros, y tristeza por haber sido el primer chico que te había roto el corazón. -hizo otra pausa, en la que cogió aire. -Estaba enamorado de ti, y nada podía cambiarlo.

Me obligué a parpadear, y a respirar, porque creí que moría, directamente. No me creía lo que estaba escuchando, era... era... imposible, sencillamente.

- Tuve varias semanas, varios mese, y casi un año, para decirte lo mucho que lo sentía, y lo mucho que te amaba. Pero no me atrevía, porque sabía que verte me iba a doler más. Y también sabía que no me darías una segunda oportunidad. Hasta un día, el día de tu decimocuarto cumpleaños. Me armé de valor para ir a verte, y contarte toda la verdad, porque sentía que iba a explotar. Pero cuando llegué al puerto...

Nos quedamos en silencio, y noté la tristeza.

- Vuestro barco, el Greenwood, no estaba ahí. En su lugar, había un espacio vacío, como el de mi corazón. Pregunté a un anciano, y me dijo que os habíais marchado de ahí.

Más silencio, menos incómodo y tenso.

- Sabía que te había perdido, que el tren se había marchado sin mí. Durante los siguientes años, intenté ahogar mis penas y lo que sentía con otras chicas, pero ninguna era como tú. Ninguna podía darme lo que tú tenías; amor de verdad. Hasta el día en que el destino me concedió una segunda oportunidad para verte. Me dijeron que debía hacer esta expedición a tu lado, junto a la Princesa de los Mares, pero no sabía quién eras. He de admitir que por un momento deseé que fueras tú. Y así fue.

Abrí la boca para decir algo, pero me había quedado en blanco. Las palabras no salían, porque básicamente no sabía qué decir. Así que decidí limitarme a esperar.

- Katherine, debes saber que cuando te volví a ver, creí que moría.

- No lo pareció. Recuerdo perfectamente que... que me llamaste Green. Como cuando os metáis conmigo. -alcancé a decir.

- Lo sé, Katherine. Pero la respuesta a todo eso es fácil. No sé cómo actuar delante de ti, Kathy, no sé. Me pongo muy nervioso, y no quería que te dieras cuenta de lo que siento por ti, por eso actúo así. Como el típico chico estúpido que consigue el corazón de todas las chicas. Como el Jacob que conociste en el pasado. -hico una pausa, y siguió hablando. -Pero ya no aguanto más, ya no quiero perderte. Volver a verte, hablar contigo otra vez, ha sido un milagro. Una segunda oportunidad que no debo aprovechar. Por eso te estoy contando todo esto, Kathy.

Me quedé boquiabierta, mirando fijamente a sus preciosos ojos verdes, y esperando a que terminara de hablar.

- Katherine Greenwood Wells. Te amo. Desde aquel día en que me di cuenta de lo que sentía. Tenía que decírtelo, para que supieras que llevo cinco años enteros enamorado de ti, que nunca has salido de mi corazón. Has sido la única chica que ha conseguido hacer que me parara y pensar en lo que de verdad quiero en la vida, hasta me paré a pensar en un futuro junto a ti.

Más silencio, y desvié la mirada lentamente hasta mis manos que sujetaban con firmeza la daga. No sabía qué decir, ni qué hacer.

- No sé, Jacob, no lo sé... -susurré.

Noté que que las lágrimas acudían a mis ojos, y me mordí la lengua para intentar no llorar. Pero fue imposible. Una lágrima rodó por mi mejilla, y sentí la mano de Jacob en mi mejilla, limpiando esa lágrima. Recorrió mi mandíbula, hasta el mentón, y me obligó a levantar la mirada hacia él.

- No quiero que te sientas obligada a nada. -susurró. -Es más, he asumido cuál va a ser tu respuesta ante todo esto. Pero necesitaba contártelo.

- Es que no quiero sufrir otra vez por lo mismo. ¿Quién me asegura que no va a volver a pasar?

- Te entiendo, Kathy. No te preocupes, sólo quería que lo supieras. Tiene razón. Aunque también quiero que sepas que no deseo hacerte daño.

Asentí, frunciendo los labios para no llorar. Estaba hecha un lío, pero era Jacob; el chico que me había roto el corazón por primera vez.
Y yo no quería sufrir más por amor.

Me retorcí las manos, y en ese momento, Jacob se acercó más a mí, y depositó un suave beso en mi mejilla, lo que me dolió aún más.
Antes de levantarse y alejarse de mí, me susurró:

- Pero te prometo que jamás dejaré que te hagan daño.

lunes, 25 de junio de 2012

DDM: Capítulo 30

Aquí os dejo el cap. 30! Como siempre os digo, espero que os guste ;)



Me abracé a mí misma, en la oscuridad y el frío de aquella cueva. De pronto, todos los sonidos me daban mala espina; gotas de agua caer al suelo, golpear la superficie de los pequeños charcos ya formados...

Me acerqué al grupo, que tampoco era muy numeroso, y caminamos durante horas, la mayor parte del tiempo en silencio. Noté que alguien agarraba mi mano, suave y cálida, y miré en su dirección. Me topé con la mirada viva y alegre de Diana, y eso me hizo sonreír levemente.

- No tengas miedo, Kathy, es una expedición normal y corriente, has estado en lugares más peligrosos.

- Ya... sí, tienes razón.

Preferí no decir nada más, no quería asustarla a ella, que iba a ser madre. No iba a decirla que mi madre había muerto allí, y que jamás había vuelto a salir, y que Lv me había avisado del peligro que correríamos ahí dentro si no teníamos cuidado.
Nos sonreímos mutuamente, y mirar sus ojos me hizo prometerme algo. A ella, a todos los demás, y a mí. Los que me importaban a, iban a salir vivos sí o sí, en especial Diana. No iba a dejar que les pasara nada.
Pero por desgracia, eso no estaba en mi mano.

El tiempo seguía pasando, y nuestro alrededor parecía cada vez más terrorífico. De vez en cuando atravesábamos pasillos angostos, y otras, cavidades enormes. Todos hablaban entre ellos, emocionados por estar en aquella cueva, en ese laberinto, o lo que fuera eso.

No pasó nada interesante, hasta aquel momento.
Sonó un fuerte "crack", que nos hizo frenar. Todos paramos en seco, y nos miramos unos a otros. Elizabeth se pegó a Jacob, aunque este parecía no notarlo. Yo, por mi parte, agarré con más fuerza la mano de Diana.

Unos metros hacia delante, estaba un joven de mi tripulación, con un pie adelantado, sobre una elevación, que se había quedado paralizado al oír ese "crack". Y de pronto, una enorme roca, se desprendió del techo, y cayó con tal fuerza y velocidad, que aplastó el joven de mi tripulación.
Antes de que llegara al suelo, sentí un impulso, y me intenté abalanzar hacia él para apartarle, que no se podía mover, pero llegué tarde, porque la roca ya había alcanzado su cuerpo.
Su sangre comenzó a aparecer por debajo, oscura. Un joven se echó a llorar por lo que acababa de ver, o eso creía yo.

- ¡¡LIAM!! -rugió, sollozando.

La joven se cayó de rodillas al suelo, sin poder dejar de llorar, mientras su cuerpo de estremecía por las convulsiones. Me arrodillé a su lado, y al ver su cara, sus inconfundibles ojos grises, recordé la cara de Liam. Ojos grises, pelo del mismo color, rasgos casi iguales. Entonces me di cuenta de que era su hermano, y sentí una profunda pena por ella.
Y me acordé de su nombre; Loreen.

- Tranquila, tranquila... -susurré, ayudándola a ponerse en pie. -Loreen, cálmate, tranquila... Vamos, vamos.

La levanté del todo, pero parecía muerta. Se tapaba la cara con una mano. Otra joven, de pelo rubio intenso, la abrazó con fuerza, susurrándola palabras al oído. Tal vez recuerdos felices, algo que la calmara, y entonces supe que aquel viaje iba a ser muy largo y lleno de baches como ese. Acabábamos de empezar, y Loreen había perdido a su hermano Liam.

Los demás murmuraban, y Loreen se había quedado en shock, mientras lloraba. Echamos a andar, rodeando aquella maldita roca, y dejando atrás la sangre y el cuerpo de Liam.
Me había quedado algo paralizada, mis extremidades casi no respondían, y sólo miraba al suelo. Ver morir a alguien nunca me había estremecido de tal manera, pero estaba tan asustada por lo de mi madre, y por estar ahí dentro, que cualquier muerte me parecía horrible.

Volví a sentir la mano de Diana intentando animarme y calmarme.

- ¿Estás bien? -oí la inconfundible voz de Harry a mis espaldas, que trotaba hacia mí.

Se colocó a mi lado, pero yo no le miré. Estaba rodeada por Diana y por Harry, y aquello me hizo recordar todo lo que había pasado.

- Sí. -contesté con sequedad.

Él no dejaba de mirarme preocupado, y me decidí a mirarle. Noté una chispa de profundo dolor y tristeza en sus ojos, y me pregunté por qué. Le veía más triste que nunca, y no sabía a qué se debía. Se quedó a mi lado, y caminamos en silencio, todavía más despacio, y alerta ante cualquier peligro.

Todo estaba en penumbra, la única luz que teníamos eran tres antorchas, y era difícil ver dónde pisábamos. Nuestras pisadas producían un nervioso eco, y todavía se oía el sonido del agua cayendo del techo hasta el suelo.

Sentir la presencia de Harry a mi lado me hacía sentirme algo incómoda, porque ahora me parecía un extraño, alguien lejano y poco conocido. Y una parte de mí no quería eso, quería recuperar la amistad, salvar la distancia que nos separaba, y volver a ser como antes. Porque ahora necesitaba más apoyo que nunca.

Las hotras seguían pasando, pero nuestro alrededor no cambiaba, seguía siendo todo lo mismo. Me recordó a la primera cueva que atravesamos, cuando el río nos arrastró hacia ella. Recordé todo lo que había pasado en aquel ligar, cuando aún no sabía la maldita verdad. Pero lo peor era que aún quedaba viaje, tiempo en el que descubriría otras cosas, y experimentaría nuevos sentimientos.

Diana comenzó a sentirse algo mareada, así que decidimos parar. Supusimos que ya era de noche, así que fue lo mejor.
Nos asentamos en un recoveco que había en una de las paredes, que no se salvaba de la humedad, pero no parecía haber ninguna gotera.
Esta vez también hicieron turnos, y los tres que se quedaban despiertos, eran lo que tenían las antorchas, aunque podían colocarlas entre unas rocas para que no se cayeran.

Ninguno tenía hambre, y preferían no gastar tan rápido la aprovisiones, así que nos dispusimos a dormir, no sin antes elegir a los guardias.
Por suerte, no me tocó a mí, si no a Dan, Elizabeth, y otro joven que no conocía muy bien.

Me acurruqué al lado de una roca, medio sentada y apoyada en la pared fría. Cerré los ojos, intentando olvidarme de todo, intentando alejarme de todo aquello, intentando alejarme del peligro que corríamos en esa cueva, e intentano huir d ela realidad.
El sueño no tardó en mecerme en sus brazos, haciéndome soñar con momentos felices de mi vida, y otros no tanto.

"Han pasado cuarenta días contados desde la llegada de mi padre, y por lo tanto, desde la muerte de mi madre. Me he sumido en un profundo agujero lleno de oscuridad, soledad y tristeza. Me he derrumbado, y ahora mi vida está hecha de escombros. Por las noches, sólo puedo soñar con sus ojos, su sonrisa, su voz, con que ella se aleja de mí, hasta perderla para siempre. 

También sueño con nuestro secreto, con el color del anochecer, ese que era su favorito. Tampoco puedo dejar de deletrear su nombre entero en mi mente, de saborear cada recuerdo con lástima, porque jamás se volverán a repetir. Sólo puedo llorar, aunque ya casi no me quedan lágrimas que derramar. 

Harry ha intentado consolarme como ha podido, pero es casi imposible salir de este agujero. No hay nada que pueda sacarme de ahí. 
Mi padre se encuentra en un estado parecido, pero él lo lleva mucho mejor. Tal vez porque sabe que la vida es así, y no se puede luchar contra ella. Es como una tormenta, como una ventisca. No intentes luchar, déjate llevar, porque no merece la pena. 

Me quedo tumbada sobre la hierba, en aquella tarde de finales de agosto, mientras el verano llega a su fin. Las nubes surcan el cielo anaranjado, y todavía hay mucha luz. Acarició las briznas de hierba, y en cada una encuentro un recuerdo junto a mi madre, tumbadas sobre esa misma hierba, jugando a adivinar las formas de las nubes, jugando a contar los pájaros que volaban sobre nosotras. Estando juntas. 

En ese momento de tristeza, la voz de mi padre me saca de mis pensamientos, aunque no oigo bien lo que dice, porque estoy sumida en mis pensamientos. 
Me incorporo, y le miro, entrecerrando los ojos. Detrás de él aparece Harry, con una sonrisa. Corre hacia mí, y me da la mano.

- Levanta, acompáñame. Te quiero presentar a alguien. 

No me da tiempo a responder, y me levanta con suavidad. Me despido de mi padre, y salimos de mi casa. Harry me guida corriendo por la ciudad, esquivando a la gente, y recorriendo las ajetreadas calles, hasta una en concreto. 
Harry llama a la puerta, y mientras tanto, yo pregunto.

- ¿Quién es, Harry? 

- Ya lo verás. -me sonrió. -Es muy simpática. 

En ese momento, un hombre bajito y de aspecto amable nos abre la puerta.

- Hola, señor Stein, soy Harry. ¿Está su hija?

El señor Stein asiente con una sonrisa, y llama a su hija, aunque no llego a oír cuál es su nombre. 
Cuando el señor se da la vuelta, aparece una niña de nuestra edad, tal vez algún año mayor. Tiene unos preciosos ojitos azules, y un cabello largo y rubio, liso con alguna onda. Está seria, y su expresión parece dura y seria, hasta que ve a Harry, y sonríe levemente. 

- Hola, Harry.

- Kathy, te presento a una amiga. Esta es Gwendolyn Thompson.

Me mira, y yo la saludo, justo cuando Harry continúa.

- Gwen, esta es Katherine Greenwood, la niña de la que te hablé. -sonrió.

Ese fue el día en que conocí a Gwendolyn Thompson, una bellísima persona."


"Me encuentro en mi despacho, escribiendo en un diario lo que me ha pasado. Estoy sola, mientras la luz de una tenue vela me alumbra el papel. Echo de menos el ambiente de mi barco, mi despacho de verdad, y no aquella habitación de castillo. 
Alguien llama a la puerta, y me interrumpe.

- Pasa. -exclamo.

La figura abre la puerta, y entra, pero no levanto la vista, no sin antes terminar de escribir la frase. Dejo la pluma a un lado, y alzo la vista. Me encuentro con un joven de mi tripulación. 

- ¿Qué ocurre, Adam? 

- Mire, capitana Greenwood... Lo siento, pero dimito.

Me quedo en blanco, aunque no me preocupa. Ya me ha pasado más veces, aunque me sorprende, ya que no ha ocurrido nada malo.

- ¿Cuál es el motivo para dicha idea, Adam? 

- Capitana... Esto no es lo mío. El mar no es mi vida, no sé moverme por él. 

Yo asiento, escuchando sus palabras de queja, aunque no presto mucha atención, porque es lo de siempre. 

- Además, hace mucho que no encontramos ningún tesoro, y yo necesito dinero, capitana Greenwood, debe entenderlo.

- No, si yo lo entiendo, Adam... -contesté, pero él me interrumpió.

- El vaivén de las olas me marea que no veas. ¡El mar no es lo mío!

- Lo entiendo, Adam, lo entiendo. -conseguí decir.

Nos quedamos en silencio, y él cogió aire después de haberlo soltado todo.

- Capitana Greenwood, dimito.

- Estás en tu derecho. -digo, mojando la pluma en la tinta, y terminando de escribir la fecha de hoy, ajena a sus palabras y sus quejas. 

Me inclino hacia un lado, y abro un cajón. Saco una bolsa de cuero, y de ella saco dos monedas. Se las tiendo, y él las coge, algo extrañado.

- ¿Sólo dos monedas, capitana Greenwood?

Estoy a punto de soltar una carcajada. Qué gracioso.

- Hombre, Adam, no se habrá creído que por dimitir, te tengo que dar mi fortuna, no... Esto no es así. Y no te quejes, podría haberte dado menos. ¿O qué te creías? Es una simple recompensa por haber trabajado conmigo. 

Adam baja la mirada, algo avergonzado.

- Gracias, capitana. Adiós.

Y le veo salir por la puerta, guardándose las dos monedas. Adiós a un marinero de mi tripulación."

***

Alguien me zarandeó, sacándome de ese sueño, en el que todo era medianamente feliz. Gruñí ligeramente, sin saber dónde estaba, y por qué me despertaban.

- ¿Quién te ha dado permiso para entrar en mi despacho, eh?... -gruñí.

No oí la voz que me respondió, y tampoco lo que me respondió, porque estaba medio dormida. Parpadeé con rapidez, y me incorporé.
Miré a mi alrededor, desconcertada. ¿No estaba en el despacho del castillo...?

- ¿Dónde están los muebles? ¡Qué dirá la reina! -exclamé, preocupada.

Me levanté, nerviosa, y fijándome en que todo estaba lleno de rocas, y que había más gente a mi alrededor.

- Ha sido un sueño, Katherine. -me dijo Dan, que es el que me había despertado.

Yo le miré, nerviosa. Recordé por fin dónde estábamos, y vi que Harry y Jacob estaban detrás de Dan, mirándome con preocupación.

- Es tu turno para hacer guardia, Kat. -terminó diciendo Dan.

domingo, 24 de junio de 2012

DDM: Capítulo 29

Aquí está el cap. 29, y como siempre os digo, espero que os guste! :)




Diana se quedó mirando a Dan, y yo intente reaccionar, con lo primero que se me vino a la cabeza; asentir.

- Sí, sí... claro. -conseguí articular.

Mi corazón latía con fuerza. Yo ya no quería encontrar ese tesoro, ni adentrarme en el corazón de la isla, aunque fuera un viaje dirigido por la reina de Inglaterra. Después de saber que mi madre murió allí dentro, me era imposible entrar. Por dos cosas; la primera, porque no quería entrar en un lugar donde se suponía que estaba el cuerpo de mi madre, y segundo, porque no quería morir. Si mi madre lo había hecho, estaba segura de que nadie saldría vivo de ahí.

Dan asintió, sonriendo, y antes de marcharse, añadió:

- Voy a avisarles. Saldremos mañana.

Diana también se había quedado algo paralizada, pero acabó sonriendo. A ella le gustaban las aventuras, pero no sabía que mi madre había muerto ahí dentro...

- Por fin, ha llegado la hora. -sonrió ella. - Pero por otra parte tengo algo de miedo, Kathy.

Yo la miré, escuchando atentamente.

- Dios, estoy embarazada, Kathy, y tengo miedo de que nos pueda pasar algo...

Me quedé inmóvil durante unos segundos, con la mente en blanco, mientras la tristeza me invadía por momentos. Una parte de mi mente me gritaba que la dijera la verdad, que por desgracia, podía pasarnos algo a todos, pero otra parte de mí sólo quería animarla, y mentirla para que no tuviera miedo. Decidí hacer lo segundo.

- No... no te preocupes, Di, no nos pasará nada. Ni a Harry, ni a ti, ni a tu bebé. Ni a ninguno de los demás. -terminé la frase con una sonrisa forzada.

- Eso espero... -suspiró ella. -Gracias, Kat, gracias de verdad.

Extendió los brazos, para que la abrazara, y eso hice. De pronto, sentí unas inmensas ganas de llorar, sólo de pensar en lo que nos podría pasar ahí dentro... Y mientras tanto, escuché el susurro de Diana en mi oído:

- Gracias, Kathy... Y lo siento, por todo. No te enfades conmigo por esto, por favor...

Me separé de ella, con lentitud, y la miré directamente mientras contestaba:

- No me puedo enfadar contigo, Diana. -sonreí forzadamente. -Yo estoy bien, y me alegro mucho por vosotros.

Mis brazos temblaban levemente, e intenté disimularlo.

- Bueno, es tarde, y ambas necesitamos dormir, para tener fuerzas mañanas.

Diana asintió, de acuerdo conmigo, y me despedí de ella. Después de eso, salí de su cabaña, y me dirigí a la mía. Pero antes de entrar, frené. Barajé la idea de ir a ver a Liv, y finalmente, eso hice. Cambié de dirección, y llegué hasta la cabaña de Liv. No llamé, y entré directamente.

- Hola, Kate. -sonrió ella, sobre la cama.

Oírla me hizo esbozar una sonrisa, y la saludé en un susurro. Me indicó que me tumbara a su lado, y mientras lo hacía, me dijo:

- Sabía que ibas a venir.

- ¿En serio?

- Sí. Sé que mañana partís, y sabiendo cómo eres, me hacía a la idea de lo nerviosa que estabas.

Volví a sonreír, y cerré los ojos. Y con la respiración acompasada de Liv a mi lado, y nuestras manos entrelazadas, me dormí.

***

Parpadeé, y miré desorientada a mi alrededor. Me incorporé, y me di cuenta de que Liv no estaba a mi lado, y que fuera la gente hablaba animadamente. Recordé entonces que hoy era el día en que emprenderíamos el verdadero viaje, el verdadero propósito.

Me levanté de la cama, y me estiré largamente. Lo que fuera para atrasar el momento de despedirme de Liv. Me peiné levemente el pelo, y me dirigí a un barril lleno de agua. Allí me lavé la cara, y la nuca. Después de eso, salí fuera, algo adormilada, pero alerta, y observando lo que pasaba a mi alrededor. En ese momento, alguien me cogió del brazo, y oí su risa melódica.

- ¿Qué tal has dormido? -exclamó Diana.

- B... bien. -respondí. -Veo que tú ya te encuentras mejor.

- Y que lo digas. -canturreó. -Vamos, anda.

Me guió por el poblado, hasta un grupo de personas, formadas por mi tripulación y la de Jacob, o lo que quedaban de ellas. Oí sus gritos de emoción, todos preparados para ser guiados hasta la cueva que nos conduciría al corazón de la isla.

En ese momento, se acercó a mí Harry, con mis armas en sus manos.

- Toma, Kathy. -dijo, como si nada, como si no hubiera pasado nada entre nosotros.

- Gracias. -solté secamente.

Cogí mis dagas y mi espada, que brillaba con intensidad, y estaba recién afilada. Las enfundé en mi cinto de cuero, y observé a mi alrededor. Mucha gente había cogido cariño a los aldeanos, y se despedían con grandes sonrisas. Todos tenían claro que saldrían vivos de ahí, pero yo no tanto. Algo me decía que no todo sería bueno ahí dentro.

Vi a Gwendolyn, a Dan, y a Elizabeth, que estaba, como no, junto a Jacob. Pero él la ignoraba por completo.
Harry se había acercado a Diana, y tenía una mano colocada sobre su vientre, y esbozaba una cálida sonrisa. Eran felices.

Todo eran voces y exclamaciones de emoción, preparando los víveres, por si acaso teníamos problemas. En pequeñas mochilas de cuero, habían metido trozos de carne, mendrugos de pan, cantimploras de agua y frutas. La gente se extrañaba, porque no pensaban que iba a ser un viaje largo, tal vez de un día, o dos como mucho.

Después de varios minutos de auténtico griterío y de emoción, nos mandaron callar, para seguir al que sería nuestro guía.
Al principio no encontré a Liv, y eso me agobió, pero cuando echamos a caminar, hacia una densa selva, noté que la pelirroja me agarraba de la mano con fuerza. Cuando bajé la mirada hacia ella, encontré su sonrisa llena de ánimo. Lo iba a necesitar.

- No te puedo impedir que entres ahí, ¿verdad?

Negué con la cabeza, sonriendo tristemente. Pero enseguida la borré, porque yo debía ser fuerte. Era una pirata, una joven valiente, que no le tenía miedo a nada -menuda mentira- y aquello era una simple expedición, sin peligro, no como otras veces. Pero pensar que mi madre había muerto allí dentro, me daba escalofríos, y me hacía temblar de angustia.

Después de aquellas palabras, nos envolvió un espeso silencio, así durante la siguiente hora, que e sol que tardamos en llegar a una gran cueva oscura y amplia.
Cada vez tenía más miedo, más miedo de lo que podíamos encontrar dentro, y de lo que podía ocurrir. Tuve la sensación de que no era una buena idea, pero esa expedición era una orden de la reina de Inglaterra, y no podíamos abandonarla ahora.

Liv me frenó, y me miró fijamente.

- Por favor, Kate, no entres, por favor... -susurró, entre la multitud.

Alcé una ceja, y sacudí la cabeza.

- Debo hacerlo, Liv, es una orden directa de la reina de Inglaterra. Encontrar su tesoro.

Olivia se mordió el labio inferior, y noté que tenía los ojos algo húmedos.

- Kate, es muy peligroso. No debería decírtelo, porque son las normas, pero debo prevenirte.

Eso me confundió aún más.

- No es una cueva normal, Kate, es muy peligroso. Ten cuidado, por favor, Kate. -suplicó.

Yo asentí, y fruncí los labios, para intentar frenar el llanto. Ninguna de las dos esperamos más, y nos fundimos en un cálido abrazo, como despedida. Intenté no llorar, pero se me escapó alguna lágrima, y a Liv igual. Las dos presentíamos que podía ser la última vez que nos veíamos.
Después de largos minutos así, nos separamos, a duras penas, pero cogí aire con fuerza, para quitarme el miedo de encima.

Parte de las tripulaciones se había internado en la cueva, y quedábamos unos pocos. Me giré, frunciendo los labios, y dejando atrás a Liv. Pero antes de meterme en la oscuridad de la cueva, oí su voz, y me giré.

- Prométeme que saldrás, Kate. -tenía los ojos húmedos, y temblaba.

Yo sólo supe asentir, mientras mi corazón latía desbocado. Y sin pensarlo dos veces, seguí al grupo al interior de la cueva, pasando de estar a salvo, a estar en peligro.

sábado, 23 de junio de 2012

DDM: Capítulo 28

Aquí os traigo el 28 :) Espero que os guste, como siempre os digo :))



Respiraba tranquilamente, sumida en una inquieta oscuridad. Las pesadillas me acompañaban, lo sabía, pero no me daba cuenta de nada. En ese momento, unas manos me zarandearon por los hombros, sacándome de mi leve trance.

- Kate, despierta, despierta. ¿Estás bien?

Parpadeé varias veces, y noté que estaba cubierta por un sudor frío.

- Sí, sí. He tenido una pesadilla, que por cierto, ya no recuerdo. -musité.

Liv esbozó una gran sonrisa, lo que me animó bastante. Hasta que recordé todo lo que había pasado el día anterior.

- Por cierto. ¿Qué haces en mi sofá? -preguntó Liv, sin dejar de sonreír.

- Ah, es verdad. Lo siento, de veras. -me disculpé. -Es que quería verte, pero claro, estabas dormida, y no quería despertarte con mis tonterías...

Olivia se sentó a mi lado, y me cogió una mano. Sin dejar de mirarme, comenzó a hablar.

- Ahora que estoy despierta, puedes contarme tus tonterías. -sonrió.

Yo desvié la mirada, tímidamente, sin saber cómo empezar. Pero no necesité mucho tiempo, porque las palabras salieron solas.

- ¿Alguna vez te has sentido demasiado confusa, insensible por tener tantos sentimientos? ¿Alguna vez te has sentido alguien poco importante, perdida, que no sirve ya para nada, que se derrumba cada dos por tres, que tiene demasiado miedo de todo, que se siente traicionada siempre?

Liv parpadeó dos veces, sin saber responder. Yo fijé la vista en la cama que tenía en frente, por fijarme en algo. Sentí que las lágrimas acudían a mis ojos, pero no sabía por qué eran. ¿Dolor, alegría? no lo sabía, porque ya no sentía nada.

- Así es como me siento yo ahora, Liv. -susurré, con los ojos húmedos por las lágrimas.

Liv me abrazó con fuerza, y solté unas cuántas lágrimas sobre su hombro, para desahogare por nada.

- Ay, Kate... Es normal. Has descubierto muchas cosas en pocas horas, y cuesta asimilarlo. Pero no eres alguien de poca importancia, no eres inútil, no te derrumbas cada dos por tres, y no eres traicionada cada dos por tres.

- Liv, seamos realistas. Últimamente sólo sé llorar, y tener miedo de lo que me puedan hacer psicológicamente. -la miré, y continué. -Sí que me siento traicionada; mi padre desde que era pequeña, ocultándome la verdad, Harry me ha traicionado a su manera, sin contarme que amaba a Diana, Jacob me había prometido darme más tiempo, y me ha traicionado besando a la Elizabeth. Y ahora Harry vuelve a traicionarme. -solté de una vez.

Liv me acarició el pelo con dulzura, para tratar de calmarme, pero daba igual.

- ¿Qué ha hecho Harry?

- Lo voy a decir en resumen. Ha dejado embarazada a mi supuesta mejor amiga, Diana, que tampoco ha tenido el valor de contarme nada. -suspiré.

- Kate, estoy segura de que lo han hecho por miedo, y me refiero a Diana y a Harry. El amor no correspondido es muy doloroso y fastidiado, y te aseguro que tenían miedo de hacerte daño. Ellos te quieren demasiado, Kate, y te aprecian mucho. Para ellos, no eres una persona inútil, o poco importante. Para Diana, has sido su mejor amiga, y has sido su líder en un barco durante muchos años. Te aseguro que no lo han hecho por maldad.

Nos miramos. Tal vez tenía razón, pero ya no era capaz de sentir otra cosa. Me dio un suave apretón en la mano, y esbozó una leve sonrisa, para darme ánimos.

- Y lo del chico guapo... No tenía ni idea de lo que había pasado... ¿Habéis hablado ya?

- Ni hablar, Liv, no. -dije, cruzándome de brazos, y secándome las lágrimas. -Creo que es verdad que siento algo por el chico guapo -ya me había acostumbrado a llamarle así en presencia de Liv. -Pero lo que ha pasado... Ya no sé nada. Liv, me prometió todo el tiempo del mundo para que ordenara mis sentimientos, y justo cuando me decido a ir a hablar con él, está besando a la víbora. Eso no ha sido todo el tiempo que yo necesito, Liv, ha sido el tiempo que él necesitaba.

Liv suspiró, y abrió la boca para hablar, pero se lo pensó dos veces. Al final, lo soltó con dulzura,

- Mira, Kate. Sé que todo parece estar en tu contra, pero es que esto ha sido demasiado intenso y en muy pocos días. Deberías hablar con Harry y Diana, y con el chico guapo. Tenéis que arreglarlo todo, porque los del chico guapo... quizá no fue él, y fue la víbora. Piénsalo. Elizabeth quieres estar con él, y es muy posible que fuera un beso forzado. Existen los malentendidos, Kate.

Yo asentí, frunciendo los labios para no romper a llorar. Quería gritar, tirar cosas, algo para desahogarme. Y pensar, ordenar mis sentimientos, y averiguar qué sentía de verdad y por quién.

- Gracias, Liv. -susurré.

- Nada, Kate, ya sabes que estoy aquí para escuchar tus tonterías.

Nos fundimos en un cálido y reparador abrazo, y salí de su cabaña. Me estiré, y respiré profundamente aquel aire veraniego de las mañanas. Caminé por el poblado, y me decidí a ir al pozo, y ayudar a sacar agua. Me dirigi a ese lugar, y allí me encontré a las madres y a las hijas, e incluso a algún chico, sacando agua de un pozo con cubos.

Me dispuse a ayudar, cogiendo dos cubos de agua, y caminé otra vez en dirección al poblado. En mi soledad, envuelta en mi silencio, acompañada de mis pensamientos, y del latir de mi corazón.

- Katherine. -alguien me llamó, pero desde ayer, estaba medio dormida, así que no pude adivinar de quién se trataba.

Me di la vuelta, y me encontré con Harry cara a cara.

- Harry. -dije solamente, pareciendo sorprendida.

Me di cuenta de que había recuperado mi ironía, mi tono de sarcasmo, mi frialdad y lejanía.

- Kathy, por favor... -suplicó.

- Qué, ¿os lo pasasteis bien? Se ve que mis problemas no te interesan, y buscaste la mejor forma de olvidarte de ellos.

- Kathy, por favor, te lo suplico, déjalo ya, quiero arreglarlo, no estropearlo...

Resoplé, y seguí caminando, con los cubos de agua. Hacerle eso me dolía profundamente, pero... ¿lo que me había hecho él, acaso no era peor?

Me cogió de un brazo, lo que me hizo soltar uno de los cubos, que cayó pesadamente al suelo derramando su contenido.

- ¡Harry! -exclamé, mirando el agua del suelo. Resoplé, y me agaché.

- Lo siento, Kathy, pero creo que es más importante nuestra amistad, que un cubo de agua.

- Tengo mis dudas. -susurré, fríamente.

No quería ser tan dura para nada, es más, deseaba arreglarlo, pero estaba muy enfadada, y lo último que quería hacer era perdonarle.

- Ya no sé qué hacer, Harry. Perdonarte o no perdonarte. Porque ahora tengo dudas sobre la confianza entre los dos. No sé si me ocultarás más cosas, y eso es lo que no quiero.

Harry se acercó a mí, con expresión suplicante y triste.

- Katherine, lo siento muchísimo, y sé que no me merezco otra oportunidad, pero no quiero perderte. Sé que he hecho mal, que al menos debería de haberte contado algo, pero no lo hice. Tuve miedo de hacerte daño, y por eso lo dejé pasar. Perdóname, Katherine, perdóname, por favor.

Me levanté, y coloqué los brazos en jarra. Le miré fijamente, sin saber muy bien cómo actuar. Contenta, y perdonándole, o enfadada, fría y distante, ignorando sus súplicas.
Pero finalmente, hice algo distinto. Porque no me decidía.

- Veremos qué pasa con el tiempo. -dije solamente.

Me di la vuelta, con los dos cubos, uno lleno y el otro vacío, hacia la cabaña que se dedicaba a almacenar agua para el resto de los aldeanos.
Oí otra voz, masculina también, que me sacó de mis pensamientos.

- Katherine. ¿Ya puedes hablar?

Me di la vuelta, justo cuando salía de la cabaña, y vi a Jacob. El chico guapo para Liv.

- Ah, Jacob. -respondí simplemente.

Él se quedó mirándome, frunciendo los labios, y sentí que mi corazón latía con rapidez. Su pelo rubio y revuelto, sus preciosos ojos verdes, su piel bronceada...

- Me estás ignorando, de la misma manera que... que ya sabes.

Y con esas palabras, un fugaz recuerdo.

"Camino con la cabeza bien alta, haciendo resonar mis nuevas botas de cuero marrón. Hago como que nada me ha afectado, y veo a lo lejos a Jacob, a su nueva novia, y a sus amigos.
Me acerco, y me siento más nerviosa, pero hago como que nada ocurre. Estoy perfectamente, lo que pasó el otro día, el día de mi cumpleaños, no me importa. Me ha ayudado a darme cuenta de lo... estúpido que es Jacob Fellon. 
Sucia babosa...

- Mirad, la marinera. -ríe uno de sus amigos. 

- ¿Qué hace un sapo cerca del mar...? -rebato en voz alta. 

Están al lado del barco de mi padre, donde me toca trabajar subiendo cajas y cuerdas. 

- No vas a llegar a nada. -escupe otro de sus amigos. 

- ¿Y tú sí? -suelto. -Para ti, veo un futuro muy, muy negro. 

Resoplo, y pongo los ojos en blanco. Veo que Jacob se ríe por algo que han dicho sus amigos y que yo no he oído, y veo que abre la boca para decirme algo humillante, así que le corto.

- Cállate, capullo. -cojo aire, y digo en voz alta. -No hables, porque tengo una lista muy larga de insultos para ti. 

Recojo unas cuerdas del suelo, ocupada en mis asuntos, y me las echo al hombro. Oigo de pasada que se ríe todos y hablan mal de mí, pero me da exactamente igual. No se puede hablar con paredes como ellos. 

- Jacob me ha preferido a mí desde el principio. -dice Nikki.

- Y yo no he dicho que no. -respondo a su nueva novia. 

- Por favor, te intentas hacer la fuerte... cuando estás llorando por dentro. 

En ese momento, me giro, con una expresión de odio y rabia en mi rostro, y suelto de repente. 

- Mira, prefiero que te haya elegido a ti, ¿sabes? Y te preguntarás por qué. Pues muy fácil; porque Jacob sólo se fija en lagartas, cerdas y perras como tú. Y yo no soy de eso, así que me siento orgullosa de no estar con él. 

Los chicos se ríen, y Nikki está a punto de explotar de la vergüenza.

- Mejor no digas nada, anda. -la interrumpo. -Porque para ti también tengo una larga lista de insultos. 

Nikki se cruzó de brazos, frunciendo los labios y roja como un tomate. Jacob la agarra de la cintura y la acerca a él. 

- Sé lo que intentas, babosa, -digo refiriéndome a Jacob. - pero no lo vas a conseguir. Porque más que envidia... me das pena. Los dos. -hago un a pausa, acercándome a las escaleras del Greenwood. -Adelante, revuélcate en la misma mierda que tu novia la cerda. 

Subo las escaleras, con la cabeza bien alta, y con paso firme. Me he quedado más a gusto, lo tengo que admitir. Después de eso, me siento en la cubierta, apoyada en la barandilla, y simplemente, pienso."

- Porque te merecías que pasara de ti, admítelo. -dije, sin ningún rodeo.

Jacob bajó la vista, azorado, y arrepentido.

- Katherine, te dije que te daría todo el tiempo del mundo, y es una promesa que debo y que voy a cumplir. Elizabeth fue la que me besó. No yo.

Le miré, alzando las cejas.

- No te vi apartarte.

- Dios, Katherine, entraste justo en el momento en que me estaba besando, no pude hacer nada, hasta unos segundos después, cuando tú ya te había marchado, que reaccioné, y me aparté. Créeme, por favor. Yo no la besé, fue ella.

Suspiré largamente, y miré al suelo, sin saber muy bien cómo actuar.

- Pero yo no venía a eso. Venía a preguntarte que... Cuánto tiempo vas a necesitar.

Me encogí de hombros, y respondí con frialdad.

- No lo sé.

En ese momento, y sin ganas de hablar con nadie, me giré, y me alejé de allí.  Caminé hacia la curandería, para ver qué tal estaba Diana. Por suerte, allí no estaba Harry.

- ¿Qué tal te encuentras? -la pregunté.

Había recuperado su color, y se encontraba más activa, y sin dolores. Ya no vomitaba, salvo alguna excepción.

- Mejor que antes. -sonrió.

Parecía muy feliz, a pesar de su estado. Me acerqué a ella, y la agarré de una mano.

- Me alegro por vosotros, Diana. -sonreí.

Ella gimió de felicidad, y por un momento pensé que se iba a echar a llorar.

- Estoy muy feliz, Kathy, no sabes cuánto...

Nos abrazamos, y eso la hizo echarse a llorar. La intenté consolar, aunque más bien no era de tristeza, sino de alegría, pero bueno. Después de eso, me pasé todos el día junto a ella, hablando de cosas poco importantes, y riendo juntas. A pesar de todo lo que había pasado, ella seguía siendo mi mejor amiga, y nada cambiaría eso.
Me di cuenta de que era de noche al mirar por la ventana, y en ese momento, alguien entró en la cabaña. Se trataba de Dan.

- Kathy, tengo una noticia.

- Dime. -dije, girándome hacia él.

- Mañana partimos al corazón de la isla, capitana. Mañana emprenderemos la búsqueda del tesoro.

viernes, 22 de junio de 2012

DDM: Capítulo 27

Sé que he tardado mucho, y lo siento :) Pero no he tenido tiempo entre exámenes, fin de curso y cosas así. Pero aquí esta el 27 :) Espero que os guste!



Harry se quedó boquiabierto, observando a Diana, que estaba pálida y temblando.

- ¿En serio? -susurró Harry.

El hombre asintió a su pregunta, y miró a Diana. Yo no podía creérmelo, y me sentía traicionada. Mientras mis sentimientos habían estado disparados por uno y por otro, Harry había dejado embarazada a Diana. Y ni siquiera lo sabían.
Harry corrió hacia Diana y la abrazó con fuerza. Ella le devolvió el abrazo, pero bastante más débil.

- Estoy muy cansada... -musitó ella.

Me quedé en la entrada, paralizada, y noté que Gwendolyn me daba la mano.
Nada era lo que parecía, nada. Y me acababa de dar cuenta, del todo, de que Harry no era mi estrella. En el fondo me alegraba por ellos, iban a ser padres. Pero yo no me había enterado, ni siquiera de su amor, y me sentía totalmente traicionada y humillada. Había caído presa del amor con Harry, pero era un amor no correspondido. Y hasta ahí llegaba. Pero no me imaginaba que mientras yo estaba hecha un lío, más que confundida, ellos habían estado haciendo sus cosas.

- Me alegro por vosotros. -conseguí decir, bastante bajo.

Harry y Diana me sonrieron débilmente y yo fingí ser feliz.
Notaba el enfado, la traición y la humillación en mi corazón. No sabía cómo actuar. ¿Bien, o mal? ¿Haciéndoles ver mi enfado, o haciéndoles creer que estaba feliz y alegre por ellos? No lo sabía, porque ya no sabía nada. Estaba hecha un auténtico lío de sentimientos que ni yo hubiera imaginado que existían. No sé describir como me sentía, y qué sentía exactamente, pero sabía que no era bueno para mí.

Y allí estaba yo, fingiendo una sonrisa, fingiendo que todo aquello me alegraba profundamente, fingiendo algo que no era. Como solía hacer. Siempre había fingido, tal vez por miedo a mostrar cómo era, o simplemente para que la gente creyera que yo era fuerte. Pero en el fondo, todo me afectaba.

Gwendolyn seguía aferrando mi mano, y me miraba algo preocupada.

- ¿Estás bien? -preguntó.

- Lo que estoy es harta de fingir. -susurré, mirándola.

Gwendolyn alzó una ceja, algo confusa por mis palabras.

- Me alegro por ellos, sí, pero no puedo fingir algo que no siento.

Me di la vuelta, y salí de la cabaña, sin ganas de caminar. Ya no tenía ganas de hacer absolutamente nada. Porque todo me salía mal, todo me hacía daño. Por eso fingía.

Respiré la suave brisa del día veraniego, y me apoyé en la madera de la cabaña, por fuera. Cerré los ojos con fuerza, pensando, intentando recoger los pedazos de mi corazón.

Mi Harry, el que había creído que era mi Harry, mientras yo me hundía en la miseria, había dejado embarazada a mi mejor amiga.
Creí que el rechazo fue la peor parte, pero no, me equivocaba. Ésta es la peor parte.

No sé cuánto tiempo estuve ahí, ya que eso era lo que menos me importaba en ese momento. Pero sí sé que el ruido de la puerta abriéndose me sacó de mis pensamientos. Oí sus pasos, y supe enseguida quién era. Pero no me gire, simplemente observé lo que tenía en frente.
Noté cómo se apoyaba a mi lado, en la pared de la cabaña, como si nada. Como si nada hubiera ocurrido.
También noté que se había girado, y me miraba. Abrió la boca para decir algo, pero yo le interrumpí.

- Ahora no quiero hablar. -mi voz sonó triste, pero no enfadada ni fría. Tal vez algo dulce.

Harry me miró preocupado, pero no me importó.
Me giré, con la cabeza bien alta, como si no me sintiera traicionada u ofendida, y caminé -supuestamente- hacia mi cabaña, que estaba bastante más lejos.

Caminé sin fijarme en nada, sin pensar en nada, sin sentir nada. Porque de pronto, me sentía como anestesiada. Tenía el corazón anestesiado de tanto dolor, y ya de repente, no sentía nada.

Mis piernas me guiaron hasta una selva, no sabía muy bien a dónde iba, pero tampoco me paré.
Acaricié el tronco nudoso de un árbol, mirando al infinito, hasta que alguien me agarró del brazo.

- Katherine.

Me giré, como ida, y me encontré cara a cara con Jacob.

- Katherine. -repitió mi nombre, suplicante.

Esperé unos segundos, como dormida. Parecía cualquier cosa, porque he de admitir que no sentía absolutamente nada.

- Ahora no quiero hablar, Jacob. -respondí a mi nombre, con un tono carente de sentimientos.

- Pero, Katherine.. -susurró.

- ¿Qué?

- Lo que pasó el otro día...

Imediatamente me di la vuelta, echando a caminar a través de la selva.

- Tal vez más tarde, Jacob.

Le dejé atrás, sin decir palabra, y atravesé esa selva. Ni idea de adónde me dirigía.
Finalmente, llegué a mi misterioso destino: la cueva del retrato de mi madre.
Entré en ella, que estaba en penumbra. En la pared, pude observar el retrato de mi madre, y lo único que hice fue tumbarme a sus pies, sobre el suelo, y cerrando los ojos. Y mis recuerdos son borrosos de aquel momento.

Me eché a llorar, y descargué cualquier sentimiento que quedaba en mi corazón. Grité nombres, de gente que odiaba y de gente que quería con todo mi corazón. Lloré durante horas enteras, soltándolo ante la atenta y viva mirada de mi madre.

Y después de aquellas interminables horas de incansable llanto, salí de la cueva, con los ojos hinchados y enrojecidos, endeble y frágil como el pétalo de una rosa.
Y lo más extraño era que tampoco sentía nada, después de aquel paréntesis.
Volví a atravesar la selva, hasta el poblado. Me fijé en que era bastante tarde, el sol se estaba metiendo por el horizonte.

Me dirigí a mi cabaña, como un zombie, ya que estaba muy cansada, y no tenía nada de hambre. Cuando abrí la puerta, vi que Harry estaba sentado en una silla de mimbre, y se levantó de un salto al verme.

- ¿Ya puedes hablar? -preguntó.

¿Por qué todos querían hablar conmigo? Yo no quería hablar con ninguno de los dos.

- No sé qué hay que hablar. -respondí solamente.

- Sí, Kathy, lo sabes.

- Claro que lo sé. -mi voz seguía estando carente de sentimientos. -Claro que lo sé, Harry, pero ya no sé qué siento, y ya no sé qué está bien y qué está mal.

Él suspiró, y se alisó los pliegues de la camisa blanca, sin saber muy bien qué decir.

- Sólo tengo una pregunta. ¿Cuándo? Espero que puedas decírmelo, ya que últimamente todo son secretos.

- Dios, Kathy... ¿En serio quieres saberlo? -preguntó, haciendo una mueca.

Yo simplemente asentí, inexpresiva.

- No lo sé, tal vez en el barco...

- Vamos, al empezar el viaje. -terminé yo.

Él me miró, triste y arrepentido.

- Mientras yo me hundía en la miseria por los maldito sentimientos hacia ti. -remarqué "ti". -Tú consumabas tu amor hacia Diana. -solté simplemente.

- Mira, Kathy, en serio que lo siento... No sabíamos lo que hacíamos, ni siquiera me imaginé que fuera a quedarse embarazada... Nos dejamos llevar.

- Ya, si esa es la excusa de todos, no te preocupes. -suspiré.

- Kathy, por favor, no empecemos otra vez... Olvidémoslo.

- ¿Que lo olvidemos? Mira, tú puedes olvidarlo si quieres, pero Harry, no pretendas que haga como que no ha pasado nada. Me he enamorado de ti, y sólo estoy recibiendo dolor.

Harry se intentó acercar a mí, pero yo me alejé, casi saliendo de la cabaña.

- Harry, no estoy de humor para hablar. De hecho, no sé qué humor tengo. El caso es que ahora no quiero hablar. Lo siento.

Me di la vuelta, y salí de la cabaña. No quería hablar con nadie, salvo con Liv. Ella aún no me había traicionado, y esperaba que así siguiera siendo.

Caminé por el poblado, hasta la cabaña de Liv. Sabía que podía estar dormida, pero yo sólo quería sentir su presencia. Llamé suavemente a la puerta, y esperé, pero nadie me abrió.
Sabía que lo que iba a hacer era algo egoísta, pero sólo quería estar a su lado.
Abrí la portezuela, que chirrió con suavidad, y entré, cerrándola tras de mí.

Liv estaba tumbada sobre el colchón, plácidamente dormida. Respiraba con lentitud y acompasadamente, su tez pálida, sus ojos azules cerrados, y se pelo del color del fuego desparramado sobre la almohada, que parecía brillar con luz propia.

Cerca de la cama, había una especie de sofá, y no dudé en tumbarme. Era bastante blando y cómodo.
Observé el lento subir  bajar de pecho de Liv, su lenta respiración, su figura en la oscuridad de la noche.

El sueño no tardó en visitarme, y los párpados se me cerraban solos. Pero antes de dormirme del todo, susurré.

- Liv, tú nunca me traicionarás, ¿verdad?

Y después de aquellas palabras, me sumí en un profundo sueño.

lunes, 18 de junio de 2012

DDM: Capítulo 26

Aquí os dejo el 26, espero que os guste!


Yo corría. Simplemente corría. Como si así pudiera alejarme de los problemas que me perseguían.
El beso de Elizabeth y de Jacob seguía en mi mente, acompañado de las palabras de Jacob "- Te daré todo el tiempo que necesites, Katherine". ¿En serio? No lo parece.

Me mordía el labio inferior, por el simple hecho de intentar frenar el llanto. Me ardían los ojos, y la garganta de tanto correr.

No sé cómo, pero cuando quise darme cuenta, había llegado a la cabaña de Harry. Me paré ante su puerta, y una parte de mi corazón destrozado quiso que me diera la vuelta, y buscara a Liv, para contarla que el chico guapo, no era tan bueno como creíamos.

Pero otra parte de mi corazón, me pedía a gritos que entrara, y así ver a Harry. Pero no estaba segura de nada. Tenía miedo de abrir esa puerta, y encontrarme con que Harry tampoco estaba disponible para mí. Es decir, un beso entre él y Diana.

Al cuerno el amor.

Alargué el brazo, para llamar a la puerta, pero entonces me di cuenta de que ya nada me importaba. Me daba igual si estaba ocupado, yo necesitaba hablar con él. Necesitaba arreglar las cosas, y que me calmara con sus palabras y sus preciosas sonrisas.

Empujé la puerta, con urgencia, y me quedé en el umbral, sintiendo cómo me temblaba el labio inferior, y cómo las lágrimas acudían a mis ojos otra vez.
Me sentía más que vulnerable, parecía la niña pequeña que un día fui, cuando lloraba por todo. Y ahí estaba Harry, siempre a mi lado, para consolarme.

Y ahí estaba en ese momento, sentado sobre una silla, con las piernas cruzadas, mirándome con una pequeña sonrisa.
Enseguida de levantó, y extendió los brazos. No lo dudé ni dos segundos, y me tiré sobre ellos, fundiéndonos en un abrazo de consuelo.

- ¿Otra vez llorando, Kathy? -me susurró al oído.

Yo asentí, sollozando en silencio, sobre su hombro. Cerré los ojos con fuerza, aspirando su aroma. Intentando calmar mi corazón fragmentado, que intentaba recomponerse a duras enes, y sin éxito.
Nos apartamos con lentitud, y desvié la mirada, avergonzada por mi estado. Me apartó un mechón de pelo de la cara, y me acarició la mejilla.

- Por qué lloras... -susurró Harry.

Alcé la vista, para mirarle. Sus ojos estaban llenos de compasión, y de preocupación por verme así. Los dos odiábamos estar enfadados, ninguno quería eso.

- Dios, lo siento Harry, lo siento mucho... -me eché a llorar, tapándome la cara.

Me atrajo hacia él, volviéndome a abrazar, para intentar calmar mi intranquilidad.

- Sssh... No te preocupes, Kathy, no ha pasado nada...

- ¡Claro que sí! -exclamé, apartándome de él. -No me he portado muy bien...

- Tu comportamiento está más que justificado, Kathy. Yo actué mal, no contándote nada, permitiendo que sufrieras por mí. Me lo merezco, es más, me merezco eso, y mucho más.

Le miré fijamente. Vale, sí, era posible que tuviera razón...

- Soy yo el que debe pedirte perdón. -hizo una pausa. -Es más, debería pedirte perdón de rodillas. -sonrió.

Ladeé la cabeza, sonriendo por la estupidez de aquellas palabras. Me quedé de pie, mientras Harry se arrodillaba, y juntaba las manos, diciendo, con una sonrisa:

- Perdóname, Katherine Greenwood Wells.

- Anda, por favor, levántate. -dije, ayudándole a ponerse en pie.

Después de aquella situación, me envolvió en otro abrazo, y salimos de la cabaña. Me dio la mano, esbozando una sonrisa.
Caminamos en silencio, por las afueras del poblado, rodeando las cabañas. Nunca nos hacían falta las palabras. Con el silencio, las miradas y las sonrisa, nos entendíamos a la perfección.
Me di cuenta de que con su simple presencia, había dejado de llorar.

- Nada es lo que parece ser. -dije, después de varios minutos de silencio.

- ¿Por qué?

Me encogí de hombros, sin mirarle. Pensando.

- Y en mi caso, nada sale como yo quiero, o nada es como yo espero que sea.

- A ver, cuéntame. -añadió.

- Harry, parte de mi vida ha sido una mentira. -alcé la vista, para mirarle, mientras caminábamos. -Liv me ha llevado a una cueva, donde he descubierto algo que jamás creí posible. Es más, jamás me lo planteé.

Él correspondió a mi mirada, pero no dijo nada. Simplemente escuchó con atención, y esperó a que yo le contara lo que había pasado en aquella cueva.

- Liv me ha enseñado un retrato. Y me ha contado cosas sobre la mujer que estaba dibujada sobre la roca. -hice una pausa, para después, seguir relatando. -Me ha contado como murió; se internó en el corazón de la isla, e busca de ese supuesto tesoro, y jamás volvió.

Sentía el ardor de mis ojos, que impedían el paso de las lágrimas. Recordarlo me derrumbaba un poquito más.

- Esa mujer era mi madre, Harry. -acabé diciendo.

Al escucharlo, abrió los ojos, sorprendido. Nos paramos en medio de un camino cercano a la selva, y me miró, con los ojos abiertos de par en par.

- ¿Qué? Pero... tu madre murió de una enfermedad, ¿no es así? -preguntó, para asegurarse.

- Sí, eso creía yo. Pero todo coincide. Según me ha dicho Olivia, se perdió en el corazón de la isla hace doce años, justo cuando a mí me hicieron creer que había muerto por una enfermedad.

- Lo siento, Kathy, de verdad...

Bajé la mirada, suspirando, pero unos ruidos de madera me sacaron de mis pensamientos. Los dos nos giramos en la misma dirección, y vimos aparecer una cabellera rubia, y unos ojos azules que nos observaban.

La reconocí al instante. Era Gwendolyn.
Esbozaba una media sonrisa, y se acercaba a nosotros pisando las tablillas de madera que había esparcidas por el suelo, seguramente de antiguas cabañas.

- Ya te avisé de que la verdad dolía. -dijo, al llegar a nosotros.

Se cruzó de brazos, y nos miró a los dos, en especial a mí.

- ¿Nos has estado escuchando, Gwen...? -inquirí.

Ella rió, quitándole importancia al asunto.

- No necesito escuchar esa historia, Kat, porque yo ya la conocía.

Me quedé boquiabierta, y me obligué a cerrarla, y a parpadear.

- ¿Cómo...? -balbucí.

- Kat, ¿te cuerdas de aquella conversación en la cueva, antes de salir de ella?

- Cla... claro. -conseguí articular.

- A esto me refería con lo de que la verdad duele. -hizo una pausa. -No te lo conté, porque lo veía inoportuno. Pero ahora ya lo sabes, y no necesito contártelo.

Nos quedamos en silencio, y Gwendolyn esbozaba su media sonrisa.

- No lo entiendo, Gwendolyn, ¿cómo ibas a conocerla tú, y...? -murmuré, pero me interrumpí, recordando.

Me había dicho que sus padres murieron por salvar a mis padres, pero se había callado el motivo. ¿Tendría algo que ver con esta isla...?

- Sí, Kat. Mis padres murieron para que tus padres pudieran venir a esta isla.

En ese momento, vi de reojo cómo Harry echaba una mirada de enfado a Gwendolyn. Y entonces ella se calló, y no continuó hablando.

- ¿Pero por qué? -alcancé a preguntar.

Gwen y Harry se miraron mutuamente, y ella no respondió.

- Eso ya no lo sé. -pero noté el punto de mentira que había en sus palabras.

Estaba harta de mentiras. Era mi vida, y me habían mentido en un tema importante. Y encima, personas ajenas a mi familia, habían conocido la verdad sobre la muerte de mi madre antes que yo.
Humillante.
Y yo que creía que era la dueña de mi vida, la que controlaba el rumbo que tomaba...

En ese momento, se acabó la conversación, porque una mujer adulta,  alta y de figura esbelta, llamó a Harry.

- ¡Señor Harry, señor Harry! -exclamó, corriendo hacia nosotros, con movimientos y zancadas ágiles. -Corra, venga, su pareja no se encuentra nada bien.

Harry se puso pálido de pronto, y siguió sin perder tiempo a la mujer.
Sabía perfectamente que se refería a Diana. ¿Y si la pasaba algo grave? Gwen y yo, seguimos a Harry y a la mujer, corriendo, preocupados por el estado de Diana.

Pasados unos minutos, llegamos a la cabaña, jadeando por la carrera. En cambio, la mujer, está perfectamente, como si hubiera venido caminando.
Abrimos la puerta, y vimos a Diana arrodillada sobre el suelo, vomitando en un cubo de madera. Su cuerpo temblaba, y se convulsionaba por las arcadas.

Estaba pálida, y un sudor frío recorría su cuerpo. Harry se intentó acercar a ella, pero no nos lo permitieron. Harry se zafó de un hombre, y se arrodilló al lado de Diana. La preguntó un millón de veces qué tal estaba, pero ella no podía responder.

- Dejar en paz. Ella estar mal.

Apartaron a a Harry, y una mujer, que hablaba más parecido a Liv, nos explicó:

- Ya sabíamos que Diana vomitaba, y que no se encontraba del todo bien. Pero hoy ha sido peor, tiene fiebre, y está empapada en sudor frío, y no dejar de vomitar. -hizo una pausa. -Pero no se preocupen, vamos a intentar hallar que la pasa, e intentaremos remediarlo.

Asentimos, nerviosos, y se llevaron en volandas a otra habitación.
Y nos quedamos ahí, esperando. Nadie dijo nada, habíamos centrado nuestra atención en la puerta cerrada, tras la cual se encontraba Diana.
Y pasó casi una hora entera, cuando la puerta se abrió. Automáticamente, todos nos levantamos, preocupados.
Miró a Harry, y dijo:

- Harry, Diana está embarazada.

DDM: Capítulo 25

Aquí os dejo el 25, espero que os guste!


Me quedé inmóvil. Sentía que todo daba vueltas, salvo aquel retrato, que me miraba, sonriente.

- ¿A que es guapa? He de admitir que se parece a ti. -sonrió Liv, mirándome.

Escuché sus palabras, mezcladas con el latido desbocado de mi corazón. Sentía el ardor de mis ojos, y cómo se me humedecían, sin llegar a caer lágrimas.

- Es preciosa. -contesté simplemente, tapándome la boca, ya que me temblaba el labio inferior.

- Lo que yo te decía. -sonrió Liv.

Se acercó a mí, y se colocó a mi lado, observando el retrato.

- Eh, ¿te encuentras bien? -preguntó.

Asentí con rapidez, conteniendo el llanto. No sabía que sentía, tal vez felicidad por verla, por poder contemplar su rostro como nunca pude hacer.

- Venga, no llores, no pensé que te ibas a poner así por ver un retrato. -rió.

Esbocé una triste sonrisa, y noté la calidez de una lágrima rodar por mi mejilla. Si sólo fuera un retrato en la pared de una cueva...
Cogí aire, para soltarlo segundos después, en silencio, sin decir nada.
Y detrás de la primera lágrima, vino otra, y después, otra.

- Venga, Kate, no.

Me secó las lágrimas con sus suaves manos, pero no había manera de pararlas. Eran una mezcla de tristeza y de felicidad. Tristeza por saber que era un retrato, y felicidad por poder al menos contemplarla.

Hipnotizada por aquel rostro, por aquella maravillosa sonrisa, y por la viveza y la expresión de sus ojos, di unos pasos temblorosos hacia el retrato. Los colores eran bellos, y captaban la hermosura de ese rostro.
Alargué un brazo con lentitud, y acaricié la pintura. Pero esa caricia no tenía sentido, porque simplemente era pintura y debajo roca.
Me llevé la mano a la boca, para no sollozar. Quise parecer fuerte, así que me concentré en llorar. Aunque las lágrimas humedecieran mis ojos.

- ¿Qué... qué hace aquí? -pregunté.

- Bueno, ya te lo dije. Vino aquí cuando yo tenía tres años, es decir, hace doce años. Vino con un hombre, tengo entendido que su marido. -hizo un a pausa, en la que esbozó una sonrisa. -Hacían la pareja perfecta, jamás he visto tanto amor entre dos personas.

Yo sonreí tristemente, sin poder parar las lágrimas, y nos acabamos sentando en unas rocas, sin separarnos del retrato.

- Ella me enseñó muchas cosas, no te lo puedes imaginar. Ella me llamó Liv. Me enseñó a hablar, entre otras cosas. -hizo una pausa, en la que soltó un suspiro de felicidad. -Aprendí mucho con ella. Creo que es la mejor persona que he conocido, aunque ahora estás tú, claro. -rió.

Me retorcí las manos, escuchando.

- También me enseñó a ver la belleza interior, lo que hay aquí dentro -se señaló el corazón -lo que hay debajo. Me enseñó que no había que ser superficial, y también aprendí a ver la verdadera belleza de lo que me rodeaba, a apreciarlo.

Asentí, mientras esbozaba esa sonrisa triste, y las lágrimas humedecían mis ojos.

- Me enseñó a ser tal y cómo yo era, me explicó lo que era amar de verdad.

Asentí, mientras los recuerdos acudían a mi mente con generosidad.

- A mí también me lo enseño. -dije, por fin.

- ¿Qué? -preguntó Liv, algo sorprendida.

- Que a mí también me enseñó eso. -las lágrimas acudían a mis ojos otra vez. -Era mi madre.

Liv abrió los ojos, demasiado sorprendida.

- Lo siento... -se llevó la mano al rostro, arrepentida por lo que estaba diciendo. -Lo siento, lo siento, es que soy tonta. Hablar de ella y verla no te hará ningún bien.

- No, no, tranquila. Me alegra haberla visto, después de tantos años sola. Volver a poder ver su rostro es... una bendición.

Seguía con esa expresión de sorpresa y arrepentimiento, y sentí como otra ola de lágrimas acudía a mis ojos.

- Lo siento, lo siento, en serio... Entonces, tiene que ser un horror haber venido a esta isla, Kate... Saber que tu madre está aquí...

Ahora era yo la que la miraba con sorpresa.

- Bueno, su cuerpo.

- ¿Qué? -exclamé, conteniendo el llanto con éxito.

- Pues, Kate, ya sabes... No quiero ser yo la que te lo recuerde.

- Pero no sé a qué te refieres, Liv... ¿Recordarme qué?

- Su muerte aquí, Kate, no me hagas hablar...

Me senté en el suelo, y gateé hasta ella, medio arrastrando mi cuerpo.

- Liv, no. Mi madre murió después de un viaje junto a mi padre, de una terrible enfermedad. Y está claro, por lo que acabo de ver, que mi madre volvía de esta Isla. -señalé su retrato. -Pero murió en mi casa, Olivia, lo sé.

Y entonces vi que parecía comprender algo, algo que la apenó, porque sus ojos se humedecieron. Tomó mi rostro entre sus suaves manos, diciendo:

- La verdad duele, Kate...

"Me lo suelen decir" pensé.

- Pero esa no es la verdad, Liv, no es lo que tú crees.

Ella desvió la mirada, esbozando una pequeña sonrisa, y no muy feliz.

- Kate. ¿Has pensado alguna vez que la gente puede mentirte para protegerte?

Me quedé sorprendida por sus palabras. No, nunca me lo había planteado.

- Creo que mereces saber ya la verdad, por lo que veo. Esto lo hicieron para protegerte, la mentira. Y sé que a tu padre le costó hacerlo. -bajó la mirada. -Tu madre no murió en tu casa, Kate.

Abrí los ojos, escuchando atentamente, y más lo que venía a continuación.

- Si estamos hablando de la misma persona, que está claro que sí, no murió como tu dices.

Me quedé inmóvil, conteniendo el aliento, y más seria que nunca.

- Mi madre murió de una enfermedad después de su viaje desde esta Isla. Estaba en su habitación, y no me dejaban entrar por lo que me podía pasar.  Lo recuerdo perfectamente, Liv.

Ella negó con la cabeza, y se cruzó de brazos.

- Te mintieron, Kate, o estamos hablando de personas diferentes.

- No, no, esa es mi madre, indudablemente.

- Pues no hay más, Kate. Te mintieron. Tu madre no murió después de un viaje de una enfermedad. -hizo una pausa. -Siento lo que vas a escuchar, Kat... Katherine.

Me llevé la mano al rostro, para taparme la boca de la sorpresa. No podía estar más confundida.

- No te entiendo, Liv, lo siento.

- Lo siento. -susurró, y en voz muy baja, en un susurro apenas audible, continuó. -Después de estar con nosotros, se internó en el interior de la isla, en busca del supuesto tesoro, o de lo que haya ahí dentro...

Nos inundó un profundo silencio, y sólo se oía mi respiración agitada, deseando saber lo que diría:

- ...Y jamás regresó.

Aquellas palabras me golpearon como un mazo lleno de púas. Escuché mi corazón desbocado y nervioso, a punto de salírseme del pecho.
Miles de recuerdos juntos.

Y sin yo quererlo, mi mente se puso a hacer cálculos.
Yo tenía dieciocho años. Liv quince. Cuando mi madre la enseñó a hablar, la pelirroja tenía tres años, y cuando murió, yo tenía seis exactos.

No.

No.

Todo encajaba. Las edades, todo. Y supe que me habían mentido, que Liv tenía razón.

Me deshice en lágrimas, fue un impulso. No me obligué a parar, porque algo así no se podía frenar de ninguna manera.
Temblaba entera, y agaché la cabeza, cerrando los ojos. Clavé los dedos en el suelo rocoso, hasta hacerme daño, para no gritar.

- Lo siento, Kate, lo siento... -susurró, mientras me acariciaba el pelo.

Me habían mentido.
Y recordé todo lo que pasé, creyendo que el cuerpo de mi madre estaba en su habitación, tendida sobre la cama, cuando en realidad estaba perdida en el interior de esta isla.
Mi padre vino solo, y para no hacerme sospechar, se inventó todo eso.

Recordé el día en que entramos en la isla, cuando vi a mi madre, que me intentó ahogar en un lago. Sabía que no era ella, pero estaban utilizando su espíritu; porque su cuerpo estaba en esta isla.

- Vamos, Kate, salgamos de aquí.

Me condujo hasta la entrada, y antes de salir de aquella cueva, en la que había descubierto la maldita verdad, eché un último vistazo al retrato de mi madre, que en ese momento estaba iluminado por un rayo de sol que se coló por entre las rocas del techo.
Más lágrimas de dolor.

Caminamos con lentitud por la selva, apartando las ramas de los árboles, atravesando la extensa vegetación. Olivia me rodeaba los hombros, e impedía que cayera al suelo, porque no me extrañaba que pasara eso.

- Mi padre me mintió... -dije, mirando al suelo, llorando.

- Lo hizo por tu bien, Kate... -susurró Liv.

- ¿Por qué por mi bien? Habría sido más fácil decirme la verdad...

- Oh, Kate, piénsalo. Para una niña es mejor creer que su madre está en su habitación, aunque sea sin vida, que saber que su cuerpo está en una isla perdida del mundo.

Tal vez tuviera razón, pero me costaba creer en eso. M padre me había mentido, sin aparente motivo.

Tras varios minutos de llanto en una selva, cerca d e una cueva con el retrato de mi madre, llegamos al poblado, y mi primer impulso fue ir a ver a Harry, para que me consolara, pero recordé nuestra pelea.
Per sus abrazos... Con él rodeándome todos mis problemas se esfumaban sin dejar rastro. Con sus palabras, mi corazón podía volver a latir con normalidad. Con su sonrisa, la alegría volvía a mí.
Pero habíamos peleado. Bueno, yo me había enfadado con él, por algo que me había herido también bastante, y no creía oportuno ir buscando su consuelo después de lo pasado.

Y mi siguiente opción fue buscar a Jacob, así, además, aprovecharía para aclarar lo que sentía. Si es que era verdad que sentía algo.

- ¿Por qué no vas a hablar con el chico guapo? -me preguntó Olivia.

- En eso estaba pensando, voy a buscarle. -respondí, como pude, sacando fuerzas de no sé donde.

Nos dimos un abrazo, y repitió al menos quince veces "lo siento". Pero ella no tenía la culpa de nada, es más, había sido lo mejor, porque gracias a ella, conocía la verdad. Lo que me habían ocultado durante tantos años.

Caminé por el poblado en compañía de mi dolor, de los recuerdos, y del llanto.

"- ¡Dila a mamá oso que la quieres! -ríe ella. 

Me coge en volandas, y me acuna entre sus brazos, sonriéndome. 

- ¡Te quiero, mamá Osa! ¿Y tú a mí? -digo yo, con mi vocecita infantil. 

- ¿A Osito? Imposible no hacerlo. -responde ella."

Recordar aquello no me hizo ningún bien, porque estuve a punto de caer al suelo. La echaba mucho de menos, demasiado, diría yo.
Echaba de menos a mamá Osa. Y a papá Oso.
Y pensar eso me hizo sonreír con tristeza.

Seguí caminando, sin poder frenar las lágrimas, llorando en silencio, hasta llegar a la cabaña de Jacob.
Llamé a la puerta, pero muy suavemente, y no me di cuenta, porque sólo escuchaba el latido de mi corazón.
Me decidí a abrir la puerta.

- ¿Jacob...? -susurré.

Pero el chico guapo no estaba disponible para mí, estaba ocupado con otra.
Sólo me fijé en que Jacob estaba contra la pared, y Elizabeth le besaba, agarrando su rostro con las manos.

No quise saber si era en contra de su voluntad, o no. Salí, dando un portazo, y corrí para alejarme de ahí.  Las lágrimas volvían a nublar mi vista, y corría y corría, sin ni siquiera fijarme en si me estaba llamando.
Lo único que tenía claro era que estaba destrozada, y que mi corazón ya no podría resistir más. Y que el amor era un asco.

"-Te daré todo el tiempo que necesites, Katherine. " Oía su voz en mi cabeza.

viernes, 15 de junio de 2012

DDM: Capítulo 24

Hoola! Os preguntaréis que por qué narices subo dos capítulos hoy... Bueno, pues muy sencillo. Porque hoy tenía más tiempo, y porque creo que entre mañana y pasado me será muy difícil subir alguno, así que os subo este ya :D
Espero que os guste!


Me levanté con extrema rapidez, movida por el miedo a que la hubiera pasado algo grave.

- ¡Liv! -grité, abalanzándome a su lado.

La puse boca arriba, zarandeándola, para que me contestara.  Gimió levemente, y vi que tenía la mejilla roja, y debajo del ojo un moretón.

- Liv, ¿estás bien?

Ella asintió, pero aquella visión me hizo temblar de rabia. Me levanté con rapidez, ignorando el dolor de mi piel magullada, y miré al hombre con firmeza.

- Acabas de pegar a una niña... Deberías tener vergüenza.

Él rió, y eso me puso mala. No perdí tiempo, y como un resorte, golpeé su rostro con el puño cerrado, justo como él había hecho con Olivia.
Gruñó algo que no entendí, y me devolvió el golpe, seguido de varios más.

- ¡Cómo te atreves...!

Me hizo perder el equilibrio, mientras me tambaleaba hacia atrás, gimiendo por los golpes, hasta que caí al suelo.

- ¡Tú no eres mi superior! -exclamé.

La sangre brotaba de mi labio partido, pero tampoco perdí tiempo. Me levanté como pude, y le golpeé con los puños, mezclando empujones y patadas.
Me alejé unos pasos, jadeando del enfado. La rabia crecía y crecía, y me sentía incapaz de controlarla. Había hecho daño a Olivia, una niña de quince años. Y no lo iba a permitir.

Su puño llegó otra vez, acompañado de un conjunto de insultos de todas clases.

- ¡Eres una...! -se interrumpió él mismo, mientras me pegaba un rodillazo en el estómago.

Mi herida. Noté un fuerte tirón, y un enorme dolor seguidamente. Apreté los dientes, encogiéndome sobre mí misma, sin aliento.
Pensé que llegaba el siguiente golpe, cuando el hombre maldijo con más insultos.

- ¡Suéltame! -gritó.

Abrí los ojos, retorciéndome de dolor, y vi que Jacob le había agarrado del brazo, impidiendo que me golpeara. Tenía el rostro contraído por la rabia, y no dudó en pegarle un rodillazo en la tripa. Se encogió sobre sí mismo, al igual que yo.
Jacob le propinó un codazo en la espalda, haciendo que cayera al suelo.

Intenté recuperar el aliento, y me tambaleé al erguirme. Miré ligeramente mi camisa, y vi que la mancha de sangre había aumentado de tamaño. Mi herida volvía a sangrar.
En ese momento, otro hombre se acercaba por detrás a Jacob para defender a su jefe, pero Jacob fue más rápido. Agarró la daga del cinto de su víctima, y al girarse, se la clavó en el pecho a su atacante, quitándole la vida.
Este cayó pesadamente al suelo, muerto. Más que muerto.

Y después, todo pasó muy rápido.
El poblado acudió en nuestra ayuda, reduciendo a nuestros enemigos, mientras los de mi tripulación segaban sus vidas sin ningún remordimiento.

Empujé con fuerza a muchos, haciendo que cayeran, para que otros les remataran. Golpeé cuerpos hasta quedarme a gusto, descargando toda mi rabia.
Dan me lanzó una daga, y la cogí al aire. Le di las gracias, y me dispuse a defenderme con el arma.
Sí, maté cruelmente. Pero era gente que no merecía vivir.

Miré a mi víctima, con una vil sonrisa. Estaba sobre él, colocando la daga en su cuello. Él me miraba con firmeza, sin miedo, pero yo sabía que en el fondo, estaba asustado.
Hundí la daga en su piel, mientras la sangre brotaba, y aparté la mirada. Lanzó unos cuantos gemidos de súplica, pero ya era tarde. Y justo en ese momento, cuando me iba a levantar, un brazo fuerte me rodeó del cuello, acercándome a su cuerpo. Me levantó de un impulso, y casi caigo al suelo, de no ser porque me estaba agarrando.

- Quietos. -exclamó el hombre que me sujetaba.

Noté la presión del filo de su daga sobre mi cuello, mientras me rodeaba la parte de los hombros y el pecho, aprisionándome contra él.

- Quietos, o la mato. -amenazó.

Miré a Jacob, a Harry, a Liv, a Gwendolyn y a Dan. Todos me miraban asustados y sorprendidos.

- Vale, vale, ya está. -contestó Jacob, soltando el arma.

Jacob miró a los demás, apremiante, que le imitaron y soltaron sus armas.  Más presión, y sentía que pronto me haría un corte.

- Suéltala, por favor. -rogó Olivia.

Jacob dio un paso hacia delante, acercándose a nosotros.

- Quieto, o te juro que la mato. -amenazó el hombre, algo temeroso.

Jacob se paró, y le hizo un gesto de tranquilidad con las manos. Jadeé, por la fuerza con la que me agarraba. Pensaba que me iba a romper los hombros de tanta fuerza.

- No hay por qué seguir con esto. Déjala, y haremos como que no ha pasado nada. -intentó calmar Jacob.

- ¿Cómo? ¡Os habéis cargado a casi todos mis hombres! -gritó, fuera de sí. -Creo que es justo que al menos, la mate a ella.

Jacob se acercaba a nosotros lentamente, pero el hombre estaba tan ensimismado en sus palabras, que no se percataba. Jacob estaba a escasa distancia de nosotros. En ese momento, le miré fijamente, y él me miró suplicante. Quería que hiciera algo, pero no sabía qué. Así que decidí hacer lo que se me ocurrió.

Mordí el brazo del hombre con mi máxima fuerza, justo en el momento en que Jacob saltaba hacia mí. Noté un leve corte en la cintura, de pasada, y cerré los ojos. Choqué secamente contra el suelo, y un peso sobre mí.
Abrí los ojos, algo desorientada, y me encontré con los de Jacob.

- ¿Estás... estás bien...? -jadeó Jacob.

Asentí. Se quitó de encima de mí con lentitud, ayudándome a incorporarme. Me agarré a su camiseta para ello, y noté que mi mano tocaba sangre.

- Dios, Jacob, ¿qué te ha pasado? -exclamé, alarmada.

- Nada, nada...

Estaba arrodillado a mi lado, y yo estaba muy pegada a él, tal vez demasiado. Y me di cuenta de que no me importaba. Porque Olivia tenía razón.

Le levanté la camiseta, viendo que tenía un corte en la misma zona que yo, pero mucho más profundo. Debía ser que el hombre había intentado acertarme con la daga, pero Jacob me había protegido, llevándose la mayor parte.

Entre Dan, Harry y Gwendolyn, mataron al jefe, y remataron a los que aún quedaban vivos, y que agonizaban por el dolor.
Los aldeanos habían quedado algo magullados, pero no había nada excesivamente grave.
Entre Jacob y yo, conseguimos levantarnos, y nos quedamos mirándonos fijamente, sin saber qué decir.

- Gracias... -acabé susurrando.

- Nada. -sonrió él.

Nos quedamos como idos, mirándonos, sonriendo.

- ¡Diana! -oímos ese grito, que nos sacó de nuestro trance.

Nos giramos a la vez, para ver que todos corrían hacia un bulto tendido sobre el suelo. Diana. Nos unimos a ellos, y me abrí paso hacia ella.

- ¡Diana! -exclamé.

La zarandeé, para que me respondiera. Tenía una daga clavada justo debajo de las costillas izquierdas, bien clavada. Hiperventilaba, y estaba pálida. Estaba cubierta de sudor frío.

- Diana, mírame. Mírame. -la ordené.

Entreabrió los ojos, y me miró como pudo, temblando.

- Vas a ponerte bien. -dije, convencida.

Harry tenía lágrimas en los ojos, y la agarró de la mano con fuerza.
Los aldeanos nos interrumpieron, alzándola en volandas, y llevándosela a una cabaña. Harry les siguió, demasiado preocupado.
Eso me hizo recordar nuestra discusión, y plantearme cómo acabarían las cosas.
En ese momento, una voz chillona y alarmada me hizo girarme.

- ¿Qué ha pasado? -exclamó Elizabeth, horrorizada por las vistas.

- Anda, mira, la rubia. -dije, poniendo los ojos en blanco.

Me giré, y preferí no escuchar su amable insulto. Seguí a Harry hacia la cabaña, corriendo, para ver qué tal estaba Diana. Tardarían bastante.

Cuando entré, Diana estaba sobre una camilla hecha de madera. Tenía los ojos cerrados, y Harry lloraba en silencio, agarrando su mano.
Me temí lo peor. Por un momento pensé que había muerto.

Pero me tranquilicé al ver que respiraba, y que los aldeanos obraban con rapidez, para sacar la daga, y cerrar la herida. Después de la operación, y de darla varios potingues, la llevaron a una cama, y pasaron a coser otra vez mi herida abierta.

Me sentaron en la camilla, mientras terminaban de limpiar los cortes de mi cuerpo, en especial el de la cintura. Pero yo no me encontraba ahí.
Tenía la mirada centrada en Harry, que no se separaba de Diana.
Y eso me produjo punzadas en el corazón.
La quería de verdad, de una manera mucho mayor que hacia mí. Era amor. Y sabía que Diana le correspondía.

Suspiré, y un aldeano más joven, me dijo:

- Ya estar.

Salí lo más rápido que pude de la cabaña, sin saber que Harry me estaba mirando.
Los aldeanos ya habían recogido los cuerpos sin vida de los hombres, y no quise saber qué habían hecho con ellos. Busqué a Olivia con la mirada, hasta que por fin divisé su cabellera del color del fuego.

- ¡Liv! -exclamé, sonriendo.

Ella gritó mi nombre, pero otro diminutivo.

- ¡Kate!

Nos abrazamos, y nos dimos las gracias. Nos habíamos defendido la una a la otra. Después del agradecimiento, caminamos por el poblado, hablando de temas poco interesantes, hasta que una pregunta me vino a la cabeza:

- Oye, Olivia... Tengo una pregunta. ¿Cómo es que los demás hablan... peor que tú? Tú hablas muy parecido a mí, pero no los demás. Pareces de otro sitio.

Liv sonrió, asintiendo.

- Fue gracias a una extranjera, como tú. -comenzó. -Era una mujer, muy guapa por cierto. Cuando ella vino, yo tenía tres años. Ella me enseñó a hablar como lo hacían en su tierra.

Me agarró de la mano, y tiró de mí, para llevarme a un lugar especial.

- Ven, te la quiero enseñar. No sigue viva, por desgracia... -suspiró Liv. -Murió aquí. -bajó la mirada, apenada. -Pero hay un chico de esta aldea, al que se le da muy bien el dibujo, y un día, la pintó en la pared de una cueva. Cuando ella aún seguía viva.

- ¿Y con tres años te acuerdas de ella?

- Oh, sí. Es una rareza de esta isla. Todos los que vivimos aquí, los que hemos nacido en esta isla, recordamos absolutamente todo desde que tenemos un año. Según me dijo la mujer, vosotros no. -sonrió. -Venga, que te la quiero enseñar.

Tiró de mí, y corrimos por la selva, hasta una pequeña cueva. Me hizo entrar, estaba bastante iluminado, porque por la parte superior entraban tímidos rayos de sol.

- Ahí está. -susurró, sonriente.

Di un paso hacia delante, rodeando una roca que me impedía ver el retrato, hasta que lo vi de refilón.
El alma se me cayó a los pies al ver aquel retrato.

No.

Y creí que moría.

DDM: Capítulo 23

Aquí está el 23, espero que os guste ;)



Cuando me giré, llorando, escuché la voz de Jacob, triste, preocupado, dulce. Y sincera.

- Te daré todo el tiempo que necesites, Katherine.

Me alejé de Jacob, y de aquel poblado. Pensé en buscar a Olivia, para que me calmara, como había conseguido hacer anteriormente. Pero era muy tarde, y todos estaban dormidos. Y es lo que yo debería estar haciendo.

Corrí y corrí, hasta no sentir mis piernas, notando la tirantez de la herida, jadeando y llorando. Pero correr era mi único propósito, pensando que así me alejaría de la realidad.
Atravesé un bosque, y cuando salí, casi me caí, al notar la suave arena bajo mis pies. Observé el mar. Mi "hábitat", mi hogar, mi vida.

Caminé en dirección a la orilla. Iba más despacio, para intentar recuperarme de la carrera. Me sequé las lágrimas con el dorso de la mano, y me quedé ahí de pie, con el viento acariciando mi piel, y haciendo que mi pelo ondeara libre.

Pensé en Harry, y en Jacob. También en mis padres. La luna y las estrellas brillaban con fuerza aquella noche despejada de verano.
Oía el maravilloso sonido del oleaje romper contra la arena de la orilla, y eso me tranquilizó.
Finalmente, me dejé caer al suelo, hasta tumbarme, para tener una mejor visión del cielo nocturno.

- ¿Sabías que te hecho de menos...? -susurré en voz alta, por primera vez, sin miedo a que alguien me oyera.

Y quería gritarlo. Quería gritar todo lo que sentía. Sin miedo a parecer débil, porque no era la verdad; diciéndolo, me obligaba pensar que era más fuerte.
Todos tenemos algo que nos hace daño, algo que nos marcó, pero no por callarlo y fingir valentía somos más fuertes.
Me di cuenta en ese momento que las personas realmente fuertes son aquellas que muestran sus sentimientos tal y como son. Aunque sean de dolor.

- Te quiero, mamá. Y a ti también, papá Oso. -sonreí levemente al pronunciar esa palabra.

Tantos recuerdos, tantos momentos dolorosos... cuando en realidad, podía ser feliz. Sólo debía admitirlo, no fingir algo que no era.

- Odio y amo a mi mejor amigo. -exclamé, alzando los brazos.

Si alguien me viera, pensaría que estaba loca. Pero, ¿y qué si ahora era más feliz?
Estaba admitiendo que no era perfecta, que no era esa joven firme y valiente que todos conocían. Era una persona, y como toda persona, tenía mi corazón, y unos sentimientos.

- Ojalá estuvieras a mi lado. -susurré. -Sé que me ayudarías, y me aconsejarías sobre qué es lo mejor, sobre qué debo hacer en estos momentos.

Suspiré, y me quedé en silencio. Cerré los ojos, relajándome con el sonido de las olas, y el murmullo del viento sobre las hojas del bosque. Bueno, de la selva.

Estaba a punto de dormirme, cuando oí el ruido de pisadas sobre la arena.
Abrí los ojos, en guardia.
Me equivocaba. No eran pisadas. Alguien se había sentado a mi lado.

- ¿Liv? -pregunté.

Ella me miró, con una preciosa sonrisa.
Esbocé por mi parte una tonta sonrisa. Tal vez mi madre no pudiera estar conmigo, pero sí podía estarlo Liv. Me alegré de haberla conocido.

- No quería molestarte, pero sentía la necesidad de ayudarte. -dijo.

- Haces bien. -contesté.

Ella me cogió de la mano, realmente parecíamos las mejores amigas, y eso me hizo recordar a Diana.

- Qué ha pasado. -preguntó suavemente, mirándome con sus preciosos ojos azules.

- He discutido con alguien muy importante para mí, Olivia. -hice una pausa. -Liv. -me corregí, sonriendo.

Ella hizo una mueca, y ladeó la cabeza.

- ¿Por qué?

- Porque me ha mentido. -suspiré. -Yo estoy enamorada de él... o eso creo. Y él no me ha dicho que estaba con mi mejor amiga, Diana.

Cerré los ojos, para aclarar mis propias ideas. Me parecía una locura todo aquellos. Me parecía difícil de entender. Todo era difícil de entender.

- ¿O eso creo? -inquirió Liv, tal vez algo enfadada. -No puedes dudar en el amor. O sí, o no.

Otra vez esa simpleza. O sí, o no.

- Es que no lo sé.

- ¿Por qué? Es fácil saber si amas a una persona o no. Salvo cuando hay alguien más. ¿Es eso?

Tardé unos segundos en asentir, vacilando. Sentí unas tremendas ganas de llorar, y me planteé seriamente si era bipolar. Hacía un minuto estaba más que feliz por admitir mis problemas, pero ahora, ahora estaba angustiada, porque mis problemas volvían a hundirme en la miseria.

- ¿Quién es? -Liv acompañó las palabras con una sonrisa pícara.

Me sequé una lágrima, y la miré. Estaba segura de que le conocía, así que dije directamente su nombre.

- Jacob. -sentencié.

- ¿El chico guapo? -soltó una risitia tímida.

Eso me hizo reír a mí también. Sí, el chico guapo.

- No te rías, es verdad. Ese chico es muy guapo. -añadió Liv.

- No te lo discuto, Olivia. -sonreí.

Liv se llevó la mano a la barbilla, y se quedó pensativa durante varios minutos, y me empecé a poner nerviosa.

- ¿Sabías que la verdad duele? -acabó diciendo.

- Sí, me lo han dicho muchas veces. -recordé a Gwendolyn y su historia.

- Katherine, he visto cómo le miras. -soltó de pronto.

- ¿A quién? -me sorprendí.

- Al chico guapo.

Me quedé cortada. ¿Yo le miraba...? Se me encendieron las mejillas, avergonzada. ¿Cómo no me había dado cuenta, entonces?

- Verás, Katherine... Te voy a decir lo que pienso. -hizo una pausa, que me pareció eterna. -Creo que no estás enamorada de quien tu crees.

La miré perpleja. ¿Estaba poniendo en duda el amor que sentía hacia Harry?

- No te lo tomes a mal, pero es verdad. Conozco a chicas de esta isla que han hecho lo mismo, y he de admitir que yo lo he hecho también. Y no hace mucho.

Me obligué a respirar y a parpadear. ¿De qué hablaba? ¡Yo amaba a Harry más que a mi propia vida!

- Te estás engañando, Katherine. Piénsalo bien. -hizo una pausa. -Ya te lo he dicho, he visto cómo miras al chico guapo. Plantéatelo. ¿Estás enamorada de tu mejor amigo, o sólo lo haces para olvidarte del chico guapo?

Y lo pensé. La duda me invadió.
¿Y si tenía razón?
Pronto, supe que Liv tenía razón. Harry era mi mejor amigo, y, como si nada, me había enamorado de él. ¿Cuando? Desde que vi a Jacob para esta expedición. Para engañarme a mí misma, pensando que no sentía nada por él.


Y otro sentimiento afloró a la superficie. Debía admitirlo, no podía engañarme a mí misma. Aquel joven había despertado algo en mí, algo que creí muerto. 
Sentí de pronto una terrible angustia, porque era verdad. Me gustaba Jacob, no podía negarlo. 

¿Qué está pasando aquí, en mi corazón? 

- Jacob te va a dar todo el tiempo que necesites, ya lo sabes. Él mismo te lo ha dicho. -continuó diciendo.

- ¿Nos espías...? -me atreví a preguntar.

- No, no. -rió. -Acabo de hablar con Jacob. -sentenció. 

Acababa de hablar con Jacob. Sentí el revoloteo de mil mariposas en mi interior. Me di cuenta de que tenía demasiadas ganas de estar con él, así, de repente.
Tal vez porque me había dado cuenta de que sentía algo real por él.

- Creo que deberías hablar con él. O al menos, pensar en lo que te he dicho. Sinceramente, creo que estás enamorada del chico guapo, se te nota mucho. ¿O te crees que no te he visto? Puede que tú creas que pareces alguien firme cuando estás con él, pero créeme, pareces más bien un flan a punto de derretirse. -rió.

Me uní a ella, riendo por lo que acababa de decir. Bueno, reía por no llorar. 
Después de ese momento algo extraño, dije:

- Pero es que tengo miedo...

- ¿Por qué? ¡No lo tengas! -exclamó.

- Porque ya me enamoré de él una vez, y no me fue muy bien que digamos. -susurré. -Me hizo daño, jugó con mis sentimientos. 

- ¿Quién dice que te lo va a volver a hacer? -hizo una pausa. -He hablado con él desde que llegó, y te puedo asegurar que te ama. Porque no hay palabras para describir lo que siente por ti, Kathe...rine. Sé que no te hará daño, es lo último que desearía hacer en este mundo.  

Bajé la mirada, roja como un tomate. ¿En serio...?

- Habla con él, Ka... Kathy. Al menos, piénsalo bien.

Aún le costaba pronunciar mi nombre. 
Asentí, retorciéndome las manos, más nerviosa que nunca. El problema era lo de Harry. 

- Pero ahora, ve a dormir. Se te ve cansada, y necesitas dormir. Ya hablarás mañana. 

Volví a asentir, y me levanté con rapidez. La tendí la mano, y ella aceptó. La ayudé a levantarse, y caminamos juntas por la selva, hacia el poblado. Su pelo rojo parecía hecho de fuego aun bajo la luz nocturna. 

Cuando llegamos al poblado, nos despedimos:

- Gracias por todo, Liv.

- No me las des, Ka... -se interrumpió, y prefirió callar que decir mi nombre. 

Nos dimos un abrazo de despedida, y murmuró un "Piénsalo, ya sabes. Pero duerme".
Yo sonreí, y la volví a dar las gracias. Después de eso, entré en mi cabaña con una sonrisa en los labios. 

******

Unos gritos de enfado me despertaron. Estaba tan dormida, que no me preocupé por eso.
Hasta que alguien entró en mi habitación con violencia.

- Vamos. -ordenó el hombre.

- ¿Qué...?

Me agarró del brazo, y me intentó levantar, tirando de mí, y lo único que consiguió fue que cayera de la cama, haciéndome daño en la herida. 
A los segundos, vi que en mi camisa blanca aparecía una pequeña mancha de sangre, y me alarmé. Me subí la camisa, observando la herida. Uno de los puntos se había descosido, pero no me dolía. 

- Vosotros no poder llevar a ella. Necesita reposo. -contestó la voz dura y seca del hombre que me cosió la herida. 

Me levanté como pude, desorientada. ¿Qué estaba pasando?

- No me toque las narices, hombre. Una orden es una orden, y yo ordené que cuando pudiera caminar, seguiríamos con nuestro camino. 

El hombre de tez morena sacudió la cabeza, en desaprobación. 
El otro, el jefe de los que nos habían acompañado durante el viaje, me agarró de la mano, y me sacó a rastras de la cabaña. Le grité que me dejara en paz, pero él se negó.

- ¡Nos vamos! -gritó.

Sus hombres fueron apareciendo poco a poco, y se unieron a nosotros.

- ¡Ayuda! -rogué. 

Me hacía daño en el brazo, y tenía la piel magullada por las piedras del camino.

- ¡He dicho que me sueltes! -exigí.

Cerré los ojos, mientras en enfado se apoderaba de mí, hasta que de pronto, su gran mano me soltó, dejándome caer del todo. Tenía varios cortes y arañazos del camino.
El grito del hombre me sacó de mi leve trance:

- ¡Qué haces, mocosa!

Alcé la vista, para ver qué había pasado, y lo que vi me asustó más. 

El puño del hombre golpeando algo.

Un ruido seco.

Una cabellera roja, que parecía fuego, desparramada sobre el suelo.

Olivia gimiendo de dolor.