Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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jueves, 31 de mayo de 2012

DDM: Capítulo 10

Aquí está el 10! Siento no haberlo puesto un poco antes, pero no he tenido tiempo :) Espero que os guste! :)


Después de haber desayunado varias rebanadas de pan con queso y algo de mermelada, me fui a mi habitación. Realmente, algo me estaba pasando. Esto no era normal. Suspiré, y me acaricié el pelo, mirando al infinito.
Alguien llamó a la puerta, y me sobresalté, incorporándome hasta sentarme al borde de la cama. Una joven de pelo negro, y unos hechizantes ojos azules acababa de entrar. Diana.

- Tienes ojeras.

Se acercó a mí, con su paso siempre tan decidido, y se sentó a mi lado. Me rodeó los hombros con los brazos, sonriéndome, para animarme.

- Pues, no sé de qué, he dormido muy bien. -mentí.

- No me lo trago, Kathy. Ambas sabemos que no has pegado ojo. ¿A que tengo razón?

Solté el aire contenido, en un largo suspiro, y acabé por asentir con lentitud. Ella me medio abrazó, y se separó segundos más tarde, sin dejar de mirarme.

- No sé qué me pasa, Diana... Ha sido cruzarme con él, y de repente... no sé. No sé lo que siento, Diana. Por una parte le odio, pero por otra...

- Le quieres. -me interrumpió.

- No, no lo sé... Es guapo, pero no le quiero... Dios, todo es muy raro... -inspiré profundamente, levantándome de la cama, y caminando por la habitación, nerviosa. -Es que... ¡Dios! Le mataría. Por todo lo que me hizo. Y por aparecer ante mí, y por... por ser cómo es.

Diana sonrió, y se levantó, caminando a mi lado, dando cortos paseos por la habitación.

- Debes olvidarte.

- No puedo olvidarme de algo que no pienso, Diana. -esbocé una sonrisa sincera, aunque mis palabras eran una gran mentira. Pero por suerte, Diana acabó por asentir, satisfecha, y salió de mi habitación.

¿Qué pasaría? No tendría mucho tiempo de pensarlo, y eso me alegró. La Isla de las Voces me ayudaría a concentrarme en lo que mi padre me enseñó, y no en el estúpido sentimiento que tanto odio; el amor

Y decidí salir. Respiré el aire fresco, y me acerqué a la proa. Y ahí me quedé, recordando mi pasado. Donde, por desgracia, aparecía Jacob Fellon.

"Tiemblo. Siempre tiemblo cuando le veo. Pero esta vez me hago la desinteresada. Recojo las cuerdas que hay tiradas sobre la cubierta del Greenwood, el barco de mi padre. Jacob viene solo, y le veo por el rabillo del ojo, pero prefiero girarme y darle la espalda. ¡Se acerca a mí! Pero tal vez sea para burlarse de mí, o tirarme al agua, quién sabe.

- Katherine. -dije.

¡Oh, Dios mío! Mi nombre pronunciado por sus labios... suena mucho mejor de lo que es. Eso me hace temblar de emoción. Creo que no se puede estar más enamorada...
Me giro, sin poder evitar mirarle de arriba abajo. Es un poco más alto que yo, y su pelo rubio sigue igual de desordenado, y sus brillantes ojos verdes... Me muerdo el labio inferior, y no digo nada. Me limito a esperar, como lo que he hecho durante todos estos años.

- ¿Puedo hablar contigo?

¡Claro, claro que sí, por supuesto! grita mi interior. Mis ojos brillan de la emoción. ¿Iba a ponerme a llorar...? Me acerco a él, asintiendo, y él me sonríe. Y yo siento que me derrito. 

- Quería decirte... quería decirte... que... -comienza a decir.

Le escucho, nada más importa, solo él y sus palabras, esas que están dirigidas a mí.

- Que me gustas... mucho. -dice por fin.

Siento que las lágrimas van a brotar de mis ojos en cualquier momento. Me muerdo con fuerza el labio inferior. No hay palabras, no es necesario, porque él ya sabe que le amo, que estoy perdidamente enamorada de él. Se acerca a mí, y se inclina levemente, dándome un tímido beso en los labios. No es nada, pero para mí es demasiado. Las piernas me tiemblan. Él me sonríe, y se da la vuelta, esbozando esa sonrisa. Me ha dado mi primer beso. Bueno, mi primer tímido besito, pero ha sido de Jacob... ¡De mi Jake! Y ahí me quedo, plantada en la cubierta del barco de mi padre, viendo cómo Jacob desaparece en la lejanía, envuelto en los cálidos colores del atardecer. Sin saber que pronto, sería también la primera vez... que me romperían el corazón."

Recuerdo todo eso como si hubiera pasado ayer. Mi cerebro repite aquel recuerdo incansablemente, hasta la hora de la comida. Comimos en la bodega, mientras Dan manejaba el timón, y luego, me fui a mi habitación, para ver si podía dormir un rato, por mínimo que fuera. Y así lo hice.

Abrí los ojos, sobresaltada por una voz masculina, que parecía lanzar gritos. Parpadeé varia soeces, hasta despejarme.

- ¡Katherine, despierta!

Dan me agarra de los brazos, y me levanta con fuerza, ayudándome a salir de la habitación. El viento frío me envuelve, congelando mi piel. Estamos rodeados de una espesa niebla, y el viento es frío y cortante. Miré a los lados, desorientada.

- ¿Qué está pasando?

Esa niebla no era normal, nunca nos había pasado.

- Hace varias horas que entramos en el Triángulo de las Bermudas, capitana. Esto no es normal.

Disminuimos la velocidad, y el barco de Jacob nos alcanzó, hasta colocarse a nuestro lado. Harry y Jacob, junto a Elizabeth, se encontraban apoyados en la barandilla. Preguntaron lo mismo que Dan, pero nadie tenía la respuesta, aunque nos podíamos hacer una idea; estábamos cerca de la Isla de las Voces.


Nos quedamos en silencio, pero el ruido de un cañonazo, nos despertó. Mi barco tembló, y todos nos tambaleamos con la sacudida. Alguien nos atacaba. Después, ocurrió lo mismo con el barco de Jacob.
Oí el típico "¡Nos atacan!", pero yo me encontraba medio ausente. No sabía qué me pasaba... Noté los empujones de mi tripulación corriendo por la cubierta, para defender el barco con nuestros cañones. Más ruido entre aquella espesa niebla. De pronto, me activé, volví a mí misma, y desenvainé mi espada, aunque con eso no haría mucho. Nos habíamos puesto en marcha, intentando huir de nuestros enemigos.

Mi barco, el de Jacob, y el del atacante, se había puesto en línea, muy pegados, y se estremecían con el choque de los cañones. Varios hombre fuertes y altos entraron en mi barco, y alzaron sus espadas, segando varias vidas. Yo, por mi parte, hice lo mismo, pero con ellos. Los hombres barbudos caían al suelo pesadamente, lanzando gemidos de dolor. En el barco de Jacob y de Harry pasaba lo mismo. Y tuve miedo. ¿Estarían bien?

Y de pronto, vi que su barco comenzaba a inclinarse peligrosamente, ardiendo por los cañonazos, y con la madera destrozada. Pero en la cubierta, aún seguían luchando encarnizadamente. No parecía importarles que podían ahogarse en breves minutos. Corrí a la barandilla, y grité el nombre de Harry, pero nadie se giró hacia mí.
Y de repente, noté un agudo dolor en la espalda, cerca de la nuca, y caí al suelo, aferrándome como pude a la barandilla. Alguien me había dado un mazado por detrás. Con movimientos torpes, alcé mi espada, y sin pensarlo dos veces, la clavé en el estómago de mi atacante. Este cayó, y yo conseguí incorporarme, justo en el momento, en que el barco de Jacob estaba  apunto d e hundirse del todo bajo el agua. Chillé varia soeces, pero nadie respondió. Varios hombres y mujeres nadaban en la superficie, tosiendo, y temblando, y otros, luchando todavía. Pero ninguno era Harry, ni Jacob, y tampoco Elizabeth.

No lo dudé, me subí a la barandilla, y sin previo aviso, me tiré al agua, nadando, esquivando a todos. Me sumergí, cogiendo aire suficiente, y bajé hasta donde estaba el barco, que seguía cayendo muy lentamente. Conseguí agarrarme a un palo de madera, e impulsarme hasta acercarme a lo que antes había sido la cubierta. Me fui guiando por los obstáculos, la vela blanca, rasgada y consumida en muchas partes, se movía ligeramente. Debía darme prisa, el aire se acababa.
Nadé con rapidez hacia lo que debía de ser la bodega, y me introduje en ella. Vi un leve movimiento, de alguien forcejeando, y de pronto, paró. Me acerqué con rapidez. Harry. Había cerrado sus ojos, ya sin aire. Le solté como pude, mareada. El oxígeno escaseaba en mis pulmones. Y conseguí soltarle, llevándole conmigo por donde había venido. Respiré profundamente cuando salimos a la superficie, y saqué la cabeza de Harry del agua. Nadé hasta mi barco, hasta llegar a unas escalerillas que había siempre por si acaso, y trepé por ellas, cargando con el cuerpo de Harry.

Habían tomado mi barco. Los hombres habían cogido presos a todas mi tripulación, y tiraban los cadáveres por la borda. ¿Diana...? ¿Dan...? Los hombres, enromes como ellos solos, me observaron.

- Vaya, vaya, vaya... Nada más ni nada menos que la Princesa de los Mares...

Caminó con lentitud, a mi alrededor. Hacía mucho frío, y aferré la mano inerte de Harry. Desvié mi mirada hacia el joven inconsciente, y le acaricié la cara. Despierta... Despierta... Y, como si alguien hubiera escuchado mis plegarias, Harry tosió, expulsando todo el agua de sus pulmones, y me miró, pálido.
Pero eso fue lo último que vi, porque alguien me volvió a golpear por detrás, esta vez en la cabeza, y caí, inconsciente, al suelo.

***

Cuando abrí los ojos, todo estaba sumido en la penumbra. Parpadeé, para despejarme, y un fuerte dolor me despertó del todo, justo en la cabeza. Me llevé la mano hasta el foco del dolor, pero estaba atada... Un hombre apareció de entre las sombras, con una enorme cicatriz que le cruzaba el ojo, y le llegaba hasta la mandíbula.

- Sabemos qué hacéis en estos mares. -hizo una pausa. -¿No será, por casualidad, buscar la Isla de las Voces?

Me quedé quieta, paralizada, tensa, y con algo de miedo. Abrí los ojos, sin dejar de mirarle.

- A juzgar por tu expresión, supongo que es así. Bueno, pues... una casualidad, porque nosotros andamos buscando precisamente lo mismo... Podríamos trabajar juntos.

- ¿Después de haber hundido el barco de mi acompañante?

Él me miró como si fuera un auténtico asesino. Se giró con rapidez, y de las sombras, sacó otra figura, que  reconocí al instante. Le quitó con violencia el pañuelo de la boca, y dijo:

- Como no cooperes con nosotros, te juro que le rajo el cuello.

Jacob me miró como un perro abandonado. Temía por su vida, porque sabía que yo le odiaba, y que era capaz de matarle con mis propias manos. Estaba segura de que pensaba que diría que me daba igual.

- No le hagas daño... -susurré.

- Muy fácil, encontraremos juntos la isla. No tenéis otra, Princesa de los Mares.

Me mordí el labio inferior.

- Creo que sabes que soy capaz.

Empuñó su daga, y se la puso al cuello. Le hizo un pequeño corte, del que brotó un hilillo de sangre. Jacob gimió, sin dejar de mirarme, suplicante. Al ver que no reaccionaba, el hombre le propinó una patada en las costillas, empujándole contra el suelo. Jacob se revolvió, con los ojos cerrados.

- Tú decides, Princesa. Su vida está en juego.

Apreté los puños con fuerza, no podía pensar con claridad. Ver cómo le hacían daño me superaba... Y verle tan débil y tan vulnerable... Me fijé en su rostro. Ya l habían pegado antes. Tenía el labio partido, y una ligera mancha morada bajo el ojo derecho. No podía permitir que le hicieran daño, a ninguno.

- ¡Katherine! ¡Por favor! -exclamó, suplicante.

Una parte de mí, muy pequeña, gritaba que le dejara morir, por haberme partido el corazón y haberme utilizado de esa manera. Pero en el fondo, éramos críos, y eso era pasado. No podía guardarle rencor por algo que hizo, tal vez, sin ser consciente de los daños que podía causar.

- Ya te lo han dicho, no tienes otra, Kathy...


No, no tenía otra. Kathy. Algo se revolvió en mi interior.
Sabía que aquellos hombres eran enemigos, justo los que mi padre intentaba evitar que llegaran a la isla. Pero era elegir entre la Isla de las Voces, y la vida de Jacob. Y tenía muy claro cuál era mi elección.
Jacob viviría sí o sí.


miércoles, 30 de mayo de 2012

DDM: Capítulo 9

Aquí está el 9 :) Espero que os guste. Besos!


Lancé un largo suspiro. Debía reconstruir mi muro de frialdad, mejor cuanto antes. Aquello no podía seguir así. Primero Harry, luego Jacob, y encima, Dan. Pero no había llegado a nada, seguía a salvo de los sentimientos.

Durante aquellos días, hasta que llegamos al Caribe, Dan se mantuvo alejado, dirigiendo miradas furtivas hacia mí, y avergonzado por lo que pudo pasar. Harry hablaba de vez en cuando conmigo, ya que ni él ni yo estábamos avergonzados. Y Jacob... Jacob seguía con Elizabeth, de la mano, en la proa, observando el mar turquesa y cristalino.
Y yo no podía dejar de mirarles, en parte con envidiad, pero también con rabia. Había estado a punto de besarme, y como si nada.

Después de ver esa escena, unas horas antes de llegar a nuestro destino, me dirigí a mi habitación. ¿Me estaba volviendo loca? No, no quería volver a enamorarme, no quería sentir eso hacia nadie. Ni hacia Harry. Yo era fría, distante, orgullosa, y no me iba a dejar llevar por estúpidos sentimientos. Y para liberar tensiones, empujé la cama hacia una pared con demasiada violencia, rayando el suelo de madera. Reprimí los gritos de frustración, y apoyé las dos manos en la pared, cerrando los ojos con fuerza.
Maldito amor, maldito Jacob, siempre tan guapo...

Un poco más tranquila, me alejé de la pared, y abrí los ojos. Respiré durante varios segundos, y mi mirada se centró en un punto del suelo, cerca de la esquina del cuarto, donde había estado la cama. Una tablilla de madera estaba medio levantada, y no estaba clavada al suelo. Me acerqué, hasta ponerme a cuatro patas, y acaricié la tabla; la levanté con lentitud, me parecía extraño. El fondo estaba oscuro, e introduje la mano. ¿Había tanto espacio entre la madera de mi habitación y la cubierta? Mi mano tocó a tientas unas paredes rugosas. No, no había tanta distancia, ese hueco estaba cavado a posta. Y por fin llegué al fondo. Palpé algo que debía ser de cuero, y lo cogí, sin miedo. Cuando lo saqué, me di cuenta de que era un diario encuadernado en cuero marrón. Lo abrí con lentitud. Las páginas parecían antiguas, porque estaban desgastadas, pero ahí no había nada escrito, salvo en la primera página, en grande, y con letra algo mala.

"La Isla de las Voces"

De la sorpresa, estuve a punto de soltar el cuaderno, pero me concentré en leerlo con avidez y varias veces.
En la contra portada, estaba escrito mi nombre. Katherine. Y me di cuenta, tras varios minutos inspeccionando, que había otro papel pegado. Lo levanté con las uñas, quedándome con una carta. La desdoblé, y reconocí la caligrafía de mi padre, elegante y ordenada.

"Querida Katherine, hija mía:
        Siento mucho todo lo que va a pasar. Siento mucho tener que separarme de ti, querida mía, pero es lo que he de hacer. Debo ser breve y claro. Sé que pronto, obligada o por ti misma, conocerás la Isla de las Voces. Katherine, no debes permitir que su gran tesoro caiga en las manos equivocadas. Sé rápida, utiliza todos tus conocimientos, pon en práctica todo lo que te he enseñado, pero no lo hagas por gente que no se lo merece. Hazlo por el bien, no por el mal, ¿entiendes? Esa isla es un verdadero peligro para quien se interna en ella sin conocer las consecuencias... Has de tener cuidado, pero sé que tú lo conseguirás. Conseguirás que la isla vuelva a ser un lugar... seguro, y que el peligro desaparezca. Sé que algo malo ocurre dentro, y tú debes arreglarlo, además, impidiendo que las almas indeseadas pongan sus sucias manos encima del tesoro. No hay tiempo. Te quiero, pequeña mía, mi Princesa de los Mares. Haz que esté orgulloso de ti.
                                                    Alfonso Greenwood"

La carta me alarmó demasiado. No entendía nada. ¿Cómo que algo malo ocurre en su interior? ¿Y cómo que impida que caiga en malas manos? No lo entendía, no entendía nada de lo que decía. Pero mejor tomar precauciones, y seguir los consejos de mi padre...

Volví a doblar la carta, y me la guardé en la bota. No me quería separar de ella, y menos ahora, que mi padre había desaparecido. ¿Dónde estás...?
     


Había anochecido, ya se veían las islas verdes del Caribe, pobladas de grandes árboles y extensa vegetación. Y por fin llegamos a una que se veía más poblada, y más... moderna. Atracamos en un pequeño puerto, donde casi no dejamos sitios para más barcos.
Bajamos, yo medio ausente, pensando en la carta, y en mi padre desaparecido. Algo me daba mala espina, y me temía que no era algo bueno...

Sin hablar, me siguieron por la isla, hasta dar con el castillo. Harry me miró preocupado, y me preguntó al oído:

- ¿Te encuentras bien?

Yo asentí levemente, y aceleré el paso, entrando en el edificio. Allí, nos esperaba un guardia de tez morena, que al vernos, llamó al gobernante de aquella isla.

- ¿Deseáis algo?

No quería presentarme, sólo quería saber más de la Isla. Ahora sentía que era un tema demasiado urgente, por las palabras de mi padre. No debíamos perder tiempo.

- Deseamos saber sobre la Isla de las Voces.

El gobernante tragó saliva, y abrió los ojos, sin dejar de mirarnos.

- Para qué. -soltó, con miedo.

- Es un tema importante. -espeté, dando un paso hacia delante. -Soy Katherine Greenwood, la hija del Rey de los Mares.

Asintió, satisfecho, pero con miedo.

- Cómo se llamaba... -dijo.

- Alfonso Greenwood, señor. No miento, es mi padre. Y si necesita más pruebas, su propio barco está atracado en su puerto.

Hablaba atropelladamente, algo furiosa por aquellas preguntas, y alarmada.

- Es un lugar muy peligroso, señorita. Todos los barcos que se dirigen hacia ese destino, nunca vuelven. Se encuentra en algún lugar desconocido del Triángulo de las Bermudas.

Asentí. Con esa información me valía. Y ya contenta, me giré, corriendo, y salí de ahí. Era urgente, muy urgente. Mi padre me lo había dicho, y debía hacerle caso. No quería perder tiempo.
Oí los gritos de los demás a mis espaldas, pero no les hice caso. Me daba igual estar cansada. Si no me acompañaban, me iría yo sola.
Llegué, jadeando, al barco, pero Harry me detuvo.

- ¡Katherine! ¡A dónde vas!

- Debemos irnos, Harry. Lo sé. -dije, asustada. -Mi padre me dejó una carta.

Me agaché, y saqué la carta, tendiéndosela, y a punto de decir la descabellada idea que atravesaba mi mente en aquellos momentos.

- ¿Y si mi padre está allí? -le miré, reprimiendo las lágrimas. -Sé que quiere que vaya, algo va mal, y quiere que lo arregle. Si no está, da igual. Al menos, quiero cumplir lo que me pide. No puedo perder más tiempo.

- Está bien, Katherine, pero deja que descansemos unos minutos. Venga, cenemos algo en alguna taberna, y luego, zarparemos, te lo prometo.

Asentí, y me envolvió en un cálido abrazo, para calmarme. La ansiedad se había apoderado de mí.
Después de aquel momento de calma, nos alejamos del puerto, yo de la mano de Harry, ya que sentir su contacto me tranquilizaba. ¿Por qué? Porque era lo único que estaba bien colocado en mi vida; Harry era mi mejor amigo, y sabía que a pesar de mis sentimientos, eso sería así siempre. Amistad, buena amistad, y eso me tranquilizaba.

Llegamos a la taberna más cercana, y entre todos, ocupamos casi todas las mesas y la barra. Bebimos, comimos y descansamos, hablando, intentando olvidarme de la verdadera urgencia de aquel viaje. Todo había empezado con una orden de la reina de Inglaterra, y ahora, sentía que aquel viaje era por petición de mi padre, porque era un asunto grave.
Después de cenar y de estar descansados, salimos de ahí, yo en cabeza, recuperando la ansiedad.

Les obligué a darse prisa, pero ellos me obligaron a mí a ir con más calma, ya que había que rellenar los barriles de agua. Y como no podía dejar de pensar en el viaje, fueron ellos los que se fueron a por agua, a un sitio reservado cerca del muelle.

Elizabeth, la víbora, se acercó a mí con paso sereno. Yo la ignoré, ella es lo único que me faltaba. Se sentó a mi lado, en un principio viniendo de buenas. Pero era una víbora, nadie puede predecir sus venenosos movimientos.

- Ayer os vi. -soltó, de pronto.

No contesté, me limité a observar el mar oscuro, pensando en mis cosas.

- No intervine, porque preferí que disfrutaras unos segundos de mi Jacob. Pensé "Pobrecita, le perdió, pero voy a dejarle unos minutos junto a él".

Ni que fuera un maldito perro abandonado. ¡Víbora!

- Pero que quede claro, que tu tiempo se agotó, que ya no voy a ser tan comprensiva. Que es mío, él me quiere, yo le quiero. No te metas en medio. Somos felices juntos, y no quiero que lo fastidie alguien como tú.

Resoplé, soltando una carcajada, sin mirarla. Su tono era amenazante y muy serio, pero a mí me hacía reír. Por favor, que chica... ¿Y Jacob era feliz con esa?

- No vuelvas a intentar besarle.

Y lo demás pasó muy rápido, pero en ningún momento tuve miedo. Ella se tiró sobre mí, y me agarró del cuello, amenazándome con ahogarme:

- Voy en serio. No te entrometas entre nosotros. No quiero que te acerques a él, ni que le hables.

Solté una risita, poniendo los ojos en blanco. Estaba claro que tenía miedo a perderle por mí. Si Jacob nunca se había enamorado de mí, y nunca lo haría... ¿De qué tenía miedo?

- Jacob no siente nada por mí, Elizabeth, puedes estar tranquila.

Una voz a sus espaldas la obligó a apartarse de mí. No alcancé a ver quién era, aunque ya había reconocido su voz. Elizabeth bajó la mirada, avergonzada, y el joven se acercó a mí, tendiéndome la mano. Cerré los ojos, y me levanté yo sola, ignorándole. Estaba harta de Jacob, de su maldito comportamiento tan raro, así que iba a hacer lo que su novia me había pedido; no hablar con él. Era lo mejor para los tres.
Pasé a su lado, esquivándole, si ni siquiera mirarle.

- ¿Katherine? -preguntó. -¿Qué haces?

- Hacer lo que tu novia me ha pedido. -contesté, y me alejé de ellos, subiendo a mi barco.

Una vez listo todo, zarpamos, y yo me quedé en mi habitación, acurrucada sobre mi cama. Qué me está pasando... todo se me está yendo de las manos...

***

Varios minutos después, en aquel puerto, cuando los dos barcos ya se habían alejado lo suficiente...

Los tres hombres, grandes y fuertes como armarios, caminaban resoplando sobre la calle, hasta el castillo del gobernante.
Entraron sin llamar, y se encontraron con él.

- ¿Han estado aquí?

- No... no... -contestó el hombre, asustado.

- Queremos la verdad, no nos hagas perder el tiempo...

- S... -asintió con la cabeza, sin poder pronunciar la palabra.

Estaba traicionando a Alfonso, y a su hija. Estaba haciendo que aquellos hombres les siguieran, por temor a que le matasen.
Pero daba igual cuál hubiera sido su respuesta. Iba a morir igual.
Uno de ellos se acercó, mientras que los otros dos se alejaban, hasta la puerta de entrada. Oyeron el metal de la espada hundirse en su carne, su grito de dolor, y el golpe seco de su cuerpo contra el suelo. Su sangre se desparramaba por el reluciente suelo.

Traición.

martes, 29 de mayo de 2012

DDM: Capítulo 8


Aquí os dejo el 8. Espero que os guste! :) Besos!



Todavía seguía cabreada, la ira inundaba mi cuerpo, pero, aunque no quisiera admitirlo, también estaba dolida. Ofendida. ¿Cómo había podido contárselo a la primera chica que se encontraba? Estaba segura de que todas las demás con las que había estado lo sabían también. Y encima sacando cosas de su propia cosecha. Ahora por su maldita culpa, seguramente Elizabeth no tenga una imagen fría y segura de mí, sino la de una cría lloriqueando a los pies de la sucia rata callejera.
Maldito... Y me callé un insulto aún más grande.

Allí me quedé. Tumbada en mi cama, con la mirada perdida en algún punto del techo.

- Dónde estás... -susurré, escuchando el lejano eco de las voces de Harry y de Jacob.

Si mi padre estuviera allí, él me ayudaría. Él me diría cómo actuar, cómo olvidarme de todo esto. Pero no necesitaba su presencia para saber lo que me diría. Me imaginaba su voz, hablándome. "Céntrate en el mar, en esa masa de agua que es tu hogar. Céntrate en los miles de sitios que descubrirás con tu habilidad. Sé grandiosa sobre las olas, hónrame, como yo te he enseñado durante tantos años".
Lancé un largo suspiro. 

Después de eternos minutos, Harry y Jacob desistieron. Tenían voces totalmente diferentes; la de Harry, suave, preocupado por mi estado, y la de Jacob... parecía enfadado.

Y cuando me sentí más aliviada, cuando la rabia había ido disminuyendo, hasta desaparecer del todo, me levanté, y salí de mi trance. Abrí la puerta con suavidad, para no despertar a mi tripulación, aunque los gritos de los chicos los habrían despertado ya... La brisa me despeinó, pero así es como más libre me sentía.

Me acerqué a la barandilla opuesta la barco de la rata, y observé el mar. Luego, las estrellas. "Sé que estás ahí arriba, madre. Sé que me cuidas, sé que tú iluminas mi camino". 
Los minutos pasaban y pasaban, sin detenerse en ningún momento, sin darnos una tregua, un descanso.
El leve crujido de la madera me sacó de mis pensamientos. Miré a los lados, por si acaso, y finalmente, me giré.

Y ahí estaba, agachado sobre mi barandilla, a punto de bajar de ella. No, no, y no. No quería estar con él, lo tenía claro. Caminé por la cubierta, para ir a mi habitación, pero él se dio prisa, al ver mis intenciones, y me agarró de la muñeca. Parecía tenso, y ni rastro de sus sonrisas burlonas. Serio, enfadado. ¿Enfadado?

- Qué quieres. -le espeté.

- No vuelvas a... amenazarla así. No tienes derecho.

- ¿A quién? ¿A la víbora? -reí ligeramente. -Tú tampoco tenías derecho a jugar con mis sentimientos y hacerme daño, pero lo hiciste. 

Se quedó sin palabras. Agité el brazo, y me soltó. Pero no me moví. Algo me instaba a quedarme frente a Jacob, a ver qué me iba a responder.

- Éramos niños. Entre tú y yo no hubo nada, eso no era amor. -contestó, serio.

- ¿Estás cuestionando lo que sentía hacia ti? -bufé. -Éramos niños, dice... si por esas, tenías derecho a hacerme daño, yo tengo derecho a amenazarla por el simple hecho de que tu novia es una víbora venenosa. 

Ladeó la cabeza.

- No es una víbora. -dijo, comenzando a esbozar esa media sonrisa suya.

- Sí, claro que lo es, como todas tus malditas novias. -solté, de repente.

Su sonrisa se ensanchó, sin dejar de mirarme. Me crucé de brazos.

- Menos tú. -dijo, un poco bajo.

- ¿Qué? -inquirí.

- Como todas, menos como tú. Tú no eras una víbora.

Me quedé sin palabras. ¡No, claro que no lo era! Estúpido, ¿acaso lo pensabas? 

- No sé qué hago aquí hablando contigo. -dije, resoplando.

- Porque quieres. Sé que quieres hablar conmigo.

Alcé una ceja. ¿Y este? Pero... tal vez... tal vez tuviera razón... ¡No! Katherine, no.

- Te equivocas, una vez más. -contesté, intentando parecer indiferente.

- No, y lo sabes. Si no, ya te habrías ido.

- ¡Oye! Tal vez quiera quedarme para matarte. -dije, enfadada.

- Ya.

Giré la cabeza, con odio. Ganas no me faltaban.

- ¿Por qué se lo has contado? -pregunté, de repente, sintiéndome herida.

Y él no contestó. No me extrañaba. Más les valía utilizar un argumento que mereciera la pena.

- Yo no lloriqueaba. -dije, al ver que no contestaba.


"Temblaba de la emoción. ¿Cuando iba a venir, cuando iba a venir mi Jake? No podía dejar de sonreír. Tan pequeña, y enamorada hasta la última de mis células. ¡Ahí está, ahí está! Jacob Fellon, con su andar típico de caballero y líder. Tan guapo como siempre... con esos ojazos verdes brillando bajo la luz del sol, con su pelo rubio ceniza revuelto. Ay... Pero estaba fuera de mi alcance, demasiado lejos. Y camina junto a sus amigos, y junto a... junto a su novia. ¡Yo tendría que estar en su lugar! Ella se pone de puntillas, le revuelve le pelo y le da un tímido beso en la mejilla. Y él sonríe, con esa sonrisa tan maravillosa que me derrite y me petrifica... Deseaba, aunque fuera, hablar con él. Que se dirigiera a mí, como si me conociera. Pero por desgracia, no era así. 

- ¡Mirad, ahí está Green! -exclamó uno de sus amigos.

Jacob sonríe, y me vuelvo a derretir. Pero sé que se está riendo de mí. Y duele. Me doy la vuelta, trotando por el muelle, pero ellos se acercan. Jacob... Me giro, y veo que ya están rodeándome. Doy unos pasos inseguros hacia atrás, temblando.

- Mirad, la marinera... -dice su novia.

- Sí... -ríe otro, que no reconozco. -¿Te gusta el mar...?

Y en ese momento, me empuja hacia atrás, y me asusto. Caigo al agua fría. Toso, intentando no tragar agua, y les miro, a punto de echarme a llorar. Oh, Jacob, por qué no impides esto... Muevo los brazos para mantenerme, y con los ojos llorosos, oigo la voz de Jacob.

- Hasta luego, Green. -ríe, y sigue a sus amigos y a su novia, de su mano."


Lo recordaba todo como si hubiera pasado ayer...

- Porque quería. -dijo él, dándose la vuelta, y revolviéndose el pelo.

- Pues yo también quería amenazarla, por saber cosas que no debería saber.

- ¿O porque estaba conmigo? -inquirió.

- ¡Eso me da igual, Jacob! Me das igual. -dije, al fin.

Nos miramos intensamente. Tenía tanto que decirle, tantas cosas del pasado... Su rostro entero seguía grabado a fuego en mi mente, y por mucho que pasaran los años, no conseguiría olvidare de él. Seguía tan guapo como siempre, había que admitirlo. No podía engañarme, para nada era odioso... Era perfecto. Pero no me gustaba decírmelo.
Y tuve miedo, miedo por mis sentimientos, no quería que cambiaran respecto a él. Yo... tal vez yo quería a Harry, no a Jacob.
Se adelantó un paso hacia mí, y yo alargué por la espalda un brazo, acariciando la barandilla que tenía justo detrás. Y se empezó a inclinar. 
No, no, no.
¡No!
Pero... una parte de mí, lo deseaba, deseaba un beso suyo, pero uno de verdad, uno de esos con los que tanto había soñado. 
Sus labios estaban a escasos centímetros de los míos. ¡No! Y alcé los brazos, y le aparté de mí.

- ¿Qué haces? -le espeté.

- Quería besarte. -contestó, sonriendo.

- ¡Tienes a Elizabeth!

- Pero yo quiero amor de verdad. -dijo.

¿Qué pasa? ¿Acaso creía que seguía perdidamente enamorada de él, y que seguía dispuesta a entregarle mi corazón, a amarle como lo había hecho? No, estaba muy equivocado.

- Te olvidé, Jacob. ¿Crees que sigo sintiendo lo mismo de antes, después de todo lo que me hiciste pasar? No, lo siento, pero no. -dije, parpadeando.

- Yo te olvidé hace mucho. -dijo, riendo, aunque a mí me había parecido ofendido.

- Tú nunca me conociste. -susurré, apartando la mirada. -¡Nunca!

Esas palabras me habían dolido, estaba herida. Resoplé, y le di unos toques en el pecho, empujándole, amenazante.

- ¡Y por que narices has intentado besarme, si ya te has olvidado de mí!

¿A qué venían esos cambios de humor tan bruscos? Había estado a punto de besarme, me había dicho que buscaba amor, y ahora me decía que a mí me había olvidado hacía tiempo.

- ¡No eres nada! -bufé, herida. - ¡No sé ni para que hablo contigo!

Él caminaba de espaldas, a causa de mis empujones.

- Me confundes. -dije, susurrando.

- Eso es lo que pretendo, Kathy.

Mi nombre en sus labios sonaba... mucho más bonito, melodioso. Grandioso.

- Vete.

Él me sonrió, sin marcharse. Se cruzó de brazos.

- ¡Vete!

Una mano me tocó el hombro. Dan, que miraba serio a Jacob.

- ¿No la has oído? Ha dicho que te vayas, Jacob.

El joven de ojos verdes resopló.

- ¿Eres su defensor? 

- No, Jacob, pero ella quiere que te vayas. Haz lo que te pide.

Dan estaba sereno, y me agarró de la mano. Jacob se marchó, resoplando. Algo en mi interior lo llamaba a gritos, para que volviera a mi lado y me diera ese beso tan esperado.

- ¿Estás bien? ¿Te ha hecho daño? 

Asentí con la cabeza, diciéndole que estaba bien.
Me miró. Y me temí lo peor. Oh, no. Se acercó a mí, con los ojos brillantes. Dan era un buen amigo, pero no tanto como para... besarle.
Cuando nuestros rostros estuvieron muy cerca, puse una estúpida excusa, y me marché. Estaba harta de todo, y muy cansada. Demasiado como para soportar el beso de Dan.

***

Ese mismo momento, sobre la cubierta del barco, cuando Katherine ya se había marchado...

Dan oyó una risa. En el barco de al lado, apoyado sobre la barandilla, estaba Jacob.

- Más te vale no aprovecharte de ella, amigo. Lo veo en tus ojos, mantente alejado, y ni se te ocurra hacerla daño. -reía, divertido. -O te juro que sufrirás.

Dan alzó una ceja.

- ¿Como el daño que según he oído, la hiciste a ella?

- Te estoy avisando, Dan. -esta vez, serio. -Es una gran chica, y te juro que te destrozaré como intentes algo. Estás avisado.

Dan mantuvo firme su mirada, y se marchó a la bodega sin contestarle. ¿Tanto se le notaba en los ojos...? Quería mucho a Katherine, y haría todo lo que fuera porque fuera suya. ¿Incluso en contra de su propia voluntad...?

lunes, 28 de mayo de 2012

DDM: Capítulo 7

Aquí está el 7 ;) He cambiado la letra, porque me parecía que costaba bastante leerlo. Espero que os guste!



Recordaba cada dos por tres la conversación con Harry sobre el tejado de la posada. ¿Cómo podía pretender que lo olvidara...? Harry conocía todos los detalles de mi odio hacia aquella rata, babosa o el animal más feo que se me pueda ocurrir.
Nos encontrábamos en el muelle, a primera hora de la mañana, cargando con las cajas de comida para nuestro viaje. Cogí una, que no me costó llevar, y me dirigí a la bodega del barco. Todo estaba lleno de cuerdas, todas ordenadas, y cajas de madera bien apiladas, con nuestras provisiones.
Coloqué la mía sobre otras, y me dispuse a darme la vuelta. Y me encontré cara a cara con Jacob, tal vez demasiado pegada a su enorme cuerpo.

"¿Le escupo...?" me dije, divertida. No, por favor, Katherine, tú eres más.

Dejé entre los dos unos cuantos centímetros, y evité su mirada. Cuando vi que no me iba a dejar pasar, dije, con voz firme:

- ¿Puedo pasar?

- No. -contestó.

Resoplé. Lo que me faltaba. Alcé una mano para apartarle, aunque no quería ni tocarle.

- ¿Qué nos pasó, Green? -acabó por preguntar, sin apartarse.

- ¿Qué? -exclamé. -Dios... ¿me dejas pasar?

Jacob se echó a un lado, abriéndome paso. No lo dudé, y avancé, a grandes zancadas, para alejarme lo máximo de él. Tuve unas enormes ganas de salir de aquella bodega. Sentía que me ahogaba... ¿Dónde estaba el oxígeno que necesitaba...?

- Katherine. -me llamó, por primera vez en mucho tiempo, por mi nombre.

Me quedé parada. Recuerdos, y más recuerdos.

- No quiero hablar contigo, Jacob. -solté, medio bufando.

Eché a andar, pero él, en una gran zancada, se acercó a mí y me agarró de un brazo, obligándome a frenar y girarme hacia él.

- Nunca quieres hablar. -susurró, serio.

- Dejé de querer hablar contigo desde hace mucho tiempo, Jacob. -solté, sin mirarle.

- Pero antes habrías dado cualquier cosa por tenerme delante. -dijo.

- Efectivamente, habría. Pasado, Jacob, pasado.

- ¿Y ahora no...? -susurró, acercándose a mí.

Daba pequeños pasos hacia mí, y yo retrocedía y retrocedía. No tenía miedo de él, tenía miedo de los recuerdos, de mis antiguos sentimientos. Llegó un momento en que ya no pude avanzar más, estaba arrinconada contra la pared. Siempre tan oportuna...

- No. -solté, decidida. Sin miedo, como debía ser.

Demasiado cerca, y con eso, más recuerdos. Me concentré en respirar, en respirar. En llenar mis pulmones con aquel oxígeno que parecía inexistente para mí.
Era imposible mantener la calma con Jacob delante, a escasos centímetros de ti. Sí, le odio, por todo lo me hizo, pero es demasiado guapo. Alto, con unos increíbles ojos verdes, pelo rubio ceniza, musculoso... 

- Te odio. -dije, para frenar lo que estaba pensando, y para que nos quedara claro a los dos qué es lo que sentía. -¿Qué pretendes? 

Él se encogió de hombros, observando mi rostro con detenimiento. Desvié la mirada, hacia el suelo, y me crucé de brazos.

- Tengo cosas que hacer, Jacob. ¿Qué quieres? 

Y me armé de valor, para empujarle con mis manos, hasta alejarle lo suficiente de mí.

- Te doy un aviso. Si quieres salir vivo de este viaje, mantente a una mínima distancia de mí. Nada de acercarte tanto cuando quieras. ¿Entendido?

Me dirigí a las escaleras, a punto de subir, pero me giré, y añadí:

- Ah, y no me vuelvas a llamar Green. Soy Katherine Greenwood Wells, la Princesa de los Mares, y en este viaje, yo soy la capitana. -hice una pausa, mirándole de arriba abajo. -Y no quieras saltarte estas normas, Fellon. Sabes que soy capaz de matarte, y ganas no me faltan.

Él asintió, con su típica sonrisa divertida.

- Recuerda que en este viaje estamos los dos. ¿Será nuestro destino estar juntos, capitana Katherine Greenwood Wells? -dijo, burlón.

- Ni lo sueñes, Fellon. -dije, medio sonriendo.

Salí de la bodega, dejando a Jacob dentro.
Me sentía bien después de haberle dicho eso. Yo era su capitana, con todas las letras, y tenía un nombre y unos apellidos, nada de "Green". Así es como solía llamarme antes, pero ahora estamos en el presente.

Después de terminar de transportar las cajas al interior del barco, nos dispusimos a partir. De vez en cuando me dirigía sonrisas divertidas. Yo ponía los ojos en blanco, y me giraba, sin hacerle caso.

Los días pasaban con lentitud para algunos, y con rapidez para otros. Yo era de los del segundo grupo.
Todas las noches, cuando decidíamos parar en medio del océano, Harry y yo solíamos quedarnos en un barco, y hablar hasta que tuviéramos sueño. Y aquella noche, fui yo la que salté a su cubierta. Harry me recibió con un abrazo y una dulce sonrisa.

Mi padre siempre me decía que en la vida, tenías que buscar a tu estrella, esa persona que te guiara por el camino. Y siempre me hacía la misma pregunta. ¿Sería Harry mi estrella?
Nos quedamos apoyados, uno al lado del otro, sobre la barandilla de madera, observando el mar oscuro, que imponía sobre todo por la noche.

- Tu sueño siempre fue vivir en el mar. Me acuerdo. -sonrió.

- Y lo he conseguido. -dije, triunfante.

- Mi Katherine consigue todo lo que quiere.

Nos quedamos mirando fijamente el uno al otro. Sus ojos tenían algo distinto... Podían ser comunes, y todo lo que la gente dijera, pero la fuerza y la vida que transmitían eran tan grandes, que dejaban de ser comunes para volverse únicos y los más especiales.

Algo se revolvió en mi interior, como mil mariposas volando en mi estómago. Esa sensación... sólo la había sentido una vez en mi vida, y fue... cuando vi a Jacob por primera vez.
Harry miraba mi boca de vez en cuando. ¿Sería el momento...? ¿Por qué no? Y en ese momento, supe que no tenía que tener miedo, que Harry podía ser mi estrella definitiva, que él nunca me haría daño.
Nuestros rostros se acercaron, y nuestros labios estaban a punto de juntarse, cuando...

- ¡Harry!

Los dos nos separamos con rapidez, y nos giramos a la vez. Una chica, con el cabello largo y rubio, y ojos grises, de figura esbelta se acercaba a nosotros.

- Jacob te llama. -una sonrisa perfecta asomaba de sus labios.

Harry resopló, y se giró:

- Luego hablamos, Kathy.

Y se alejó de mí, yendo hacia el cuarto-habitación de Jacob. La chica, en vez de alejarse, se quedó junto a mí, observando el mar conmigo.

- Jacob es espectacular... -comenzó.

Genial, lo que me faltaba. Una chica hablando de lo perfecto y maravilloso que era Jacob Fellon. Yo asentí, distraída, casi sin prestarla atención. Que hablara, que mis oídos no estaban centrados en ella.

- Dios... Estoy muy contenta de haberle conocido. -susurró, feliz.

- Sí, yo no... -dije, muy bajito, y girando la cara.

- ¿Qué? -preguntó.

- Nada. -dije, acompañado de una leve sonrisa.

- Por cierto, me llamo Elizabeth Gray. 

- Yo soy Katherine Greenwood. Princesa de los Mares. -dije, despreocupada.

Ella, sorprendida, hizo una reverencia.

- Pero Jacob es mío. -dijo, sonriendo. -Aunque sea el Príncipe y tú la Princesa. 

- Sí, Elizabeth, todo para ti solita. -dije, suspirando, algo cansada. -Que estemos en la posición en la que estamos no significa que tengamos que estar juntos.

- Ha sido el mejor día de mi vida. -dijo, volviendo a su mundo.

Me giré, para mirarla. Esperé a que continuara, por simple cortesía.

- Hoy Jacob me ha besado.

No pude evitar soltar una suave carcajada.

- Jacob suele besar con facilidad. Su requisito es que seas chica. Bueno, y guapa.

Ella me miró de arriba abajo, y cambió su rostro:

- ¿Estás celosa?

- ¿Perdona? -dije, atragantándome.

- Que si estás celosa porque que me haya besado.

- No, no. -reí.

- Yo creo que sí. - "¿Quién eres tú para creer que sí?" pensé. -Sé que le perdiste. -dejó caer.

Me quedé atónita ante sus palabras. Espera, espera... ¿que yo le perdí? ¡Pero de qué habla!
Su sonrisa parecía malvada, y victoriosa.

- Me lo ha contado... -hizo una pausa. - ... Green.

Y de pronto, aquella chica que en un principio me había parecido una pobre tonta e inofensiva, ahora me parecía una víbora que rebosaba veneno.

- No te creo. -solté, sin mirarla.

- Sí, querida... Me ha contado lo que pasó entre vosotros. Le perdiste por tonta. -rió. -Me ha contado que no dejabas de lloriquear por él... -e imitó el sonido del llanto.

Eso... eso... eso era exagerado... Y ahora sí que le odiaba. Maldito imbécil...
Elizabeth reía victoriosa, y la callé con una mirada asesina, fría, cortante. La agarré de la pechera, con rabia, y la hice inclinarse en la barandilla, de espaldas, doblada.

- Sois tal para cual. -siseé.

Apreté su espalda contra la madera, haciendo que gimiera de dolor. Y quise soltarla, y que cayera al mar frío. Por esa lengua y corazón de víbora venenosa.
Pero no lo hice. Porque al que de verdad quería asesinar era a Jacob.
La solté, dejándola sobre la cubierta, por desgracia, viva. Aceleré el paso, hacia su cuarto-escritorio, y abrí la puerta sin llamar y de un empujón.

- ¡Eres...! -exclamé, ya dentro.

Jacob estaba sentado en una cama, y Harry apoyado en la pared, de brazos cruzados. Los dos me miraron sorprendidos.

- ¡Tú! -señalé a Fellon. - ¡Eres una sucia rata callejera!

Alzó las cejas, y antes de que dijera nada, le agarré de la camiseta, tiré de él, haciendo que se levantara, y le empujé contra la pared, con fuerza. Cerró los ojos durante una milésima de segundo, sorprendido.
Apreté los dientes, y le golpeé contra la pared otra vez.

- ¡Cómo te atreves a contarlo! ¡Y encima mientes!

Y en vez de golpearle otra vez, le tiré al suelo, descargando mi rabia. Él me miraba, más que sorprendido. Dirigí una mirada a Harry, que estaba inmóvil, y salí de aquel sitio. Sin poder reprimir las lágrimas. Una mezcla de rabia y de tristeza en cada gota. Maldito mentiroso...
Y salté a la cubierta de mi barco, hacia mi habitación.
Maldita babosa sin corazón...

"-Jake, ¿me quieres? -susurré.
- ¿Lo dudabas, Kathy?"  

Y grité, sin poder evitarlo.



domingo, 27 de mayo de 2012

DDM: Capítulo 6

Aquí está el capítulo 6 :) Aviso, por lo general, será un capítulo cada día, salvo ocasiones en las que no tenga tiempo, que será en los exámenes, pero de eso ya avisaré ;)





Después de gritar en mi habitación, y de tirar una cuantas cosas al suelo, me quedé ahí toda la tarde. Diana llamó a la puerta varias veces, pero yo me negué a que pasara. Necesitaba pensar. Pensar en todo, e intenta aplacar mi odio hacia Jacob Fellon, el Príncipe de los Mares; mi acompañante en este viaje.

He de admitir que me venían ideas macabras. ¿Por qué no tirarle al mar, y decir que fue un accidente...? Creo que todos sospecharían, después de verme echa una furia en nuestro encuentro.
Descarté la idea de su muerte.
Pero no me quedaba otra: debía convivir con él durante estos días.
Y no sólo pensaba en Jacob, que ocupaba la gran mayoría de mi mente, también pensaba en la Isla de las Voces. íbamos sin rumbo alguno, todavía no habíamos encontrado algo que nos ayudara a comenzar a tejer el viaje y descubrir el misterio...

Al día siguiente, queriéndolo o no, tuve que salir. El barco de Jacob, bueno, el barco de la babosa, iba detrás del nuestro. No pude evitar esbozar una sonrisa de victoria; en este viaje, yo sería su superior. ¿Por qué no...?

Junto con Dan y con Diana tracé nuestro rumbo. Lo mejor sería parar en alguna isla que encontráramos, en la más cercana, e ir preguntando. Iríamos obteniendo información, y así pasaríamos a otra isla. Pasito a pasito, hasta el tesoro. Hasta la meta.
Y así lo hicimos.
Después de varios días de viaje, llegamos a las islas Azores. Nuestro primera parada. El sol estaba a punto de ocultarse, así que decidimos que era la mejor opción, y era posible que allí tuvieran información sobre nuestro destino.

Dan y Diana bajaban detrás de mí. Se había levantado una suave brisa veraniega. La gente de aquella isla seguía despierta y activa, y caminaba con sus trajes y vestidos sobre los caminos adoquinados. Los carruajes tirados por preciosos y fuertes caballos, transportaban a sus dueños hacia lugares secretos.
Esperamos sobre el puerto, hasta que el barco de Jacob atracó, y bajó su tripulación. Él, como no, el primero, con ese aire superior tan característico.

- ¿Alguna idea? -preguntó Fellon, al llegar junto a nosotros.

Yo, de brazos cruzados, me giré, echando a caminar, mientras exclamaba:

- Sí, ir a hablar con la reina, o lo que haya en esta isla.

Como yo estaba de espaldas, y aquel joven no me interesaba lo más mínimo, no escuché lo que les decía a Dan y a Diana:

- ¿Le ocurre algo conmigo?

Los dos chicos se encogieron de hombros.

- Bueno, ya hablaré con ella. Creo que sé lo que es. -esbozó una media sonrisa.

Echaron a andar detrás de mí, junto a mi tripulación y la suya. En el camino, quedamos en que Dan, Diana, Jacob, Harry y yo iríamos a hablar con la reina, y que los demás, se quedarían en la posada en la que habíamos acordado pasar la noche hacía unos segundos.

Y antes de darnos cuenta, llegamos al castillo de esa isla, mucho más pequeño que el de Inglaterra. Sin dudarlo, nos adentramos entre sus muros, para conversar con el... superior de aquel lugar.
Como no estaba en su trono, le concertamos una "cita" a un guardia.
El rey, minutos después, apareció ante nuestra vista. Era algo mayor, no muy alto, y algo barrigudo.

- ¿Deseáis hablar conmigo?

- Sí, alteza. Soy la Princesa de los Mares. Y él, el Príncipe. -comencé. - La reina de Inglaterra nos ha mandado a una expedición, pero el destino es desconocido para nosotros.

- Un placer teneros delante... -hizo una pausa, con una leve reverencia de admiración. -Contadme, contadme. -dijo, acariciando su barba.

- Es una isla. Jamás habíamos oído hablar de ella. Su nombre es la Isla de las Voces.

Su rostro formó una mueca de sorpresa, que pasó al terror.

- Sí, he oído hablar de ella. Pero muy por encima. -se puso a caminar de un lado para otro. -No sé cual es su ubicación, pero puedo deciros que en cualquier isla del Caribe os sabrán contestar mejor que yo.

Asentimos. El Caribe. Eso quedaba muy lejos, pero merecía la pena si allí sabían algo.

- Muchas gracias por su atención, alteza.

Asintió, y después de hacer una reverencia, nos giramos. Y justo cuando yo estaba a punto de cerrar la puerta de entrada, oí su voz, profunda, grave.

- Te doy un consejo, jovencita. Tened cuidado.

Y con esa frase en mi cabeza, nos alejamos del castillo. El camino se nos hizo más corto, y nadie habló. Yo, por mi parte, evitaba mirar a Jacob, que me observaba de reojo. Y por fin llegamos a la posada donde nos alojaríamos aquella noche.
Después de contarlo a nuestra tripulación, decidimos dormir allí, y zarpar mañana temprano. Todos estábamos muy cansados.

Aquella noche, me despedí de los míos en la cena, ya que no tenía hambre, y me fui al piso de arriba. Antes, al legar, me había fijado en unas escaleras de madera que daban al tejado. Era una noche maravillosa, ¿por qué no contemplarla?
Subí peldaño a peldaño, hasta sentarme sobre las tejas, que afortunadamente, no se desplazaron.
Y ahí me quedé, medio recostada sobre el tejado de la posada, bajo la atenta mirada de las estrellas.
Pero unos ruidos me sacaron de mi mundo. Dirigí la vista hacia las escaleras, y vi subir una figura. No tenía miedo. Nunca lo tenía.

- Me alegro de verte, Katherine. -dijo una voz, que reconocí enseguida; Harry Jones.

- Lo mismo digo, Harry. -esbocé una sincera sonrisa.

Se sentó a mi lado, con unos movimientos algo torpes. Alzó la vista, hacia las estrellas.

- Qué cosas tiene la vida, ¿no? -comentó.

- Sí, nos vuelve a unir. -sonreí. - Pero por desgracia, está de por medio ese imbécil de... Jacob.

Rió suavemente, enseñando sus blancos dientes.

- No te rías, es verdad. Ese pobre prepotente... -resoplé. - Por cierto, ¿por qué estás con él?

- El tiempo pasa, Katherine, y las personas cambian. Sé que te parecerá raro, pero... Jacob es un buen chico.

- No me creo lo que estoy oyendo, Harry. ¿Me lo estás diciendo tú? ¿Precisamente tú? -reí. -Venga, Harry, ambos sabemos cómo es.

Harry era un joven alto, hombros y espalda ancha, con el pelo castaño, de tez morena y ojos color miel. Para mi gusto, era guapo. Y muy simpático. Aunque me chocaba que estuviera con Jacob.

- Sí, lo sé. A mí también me pareció raro, y me costó acostumbrarme a su presencia. Pero, después de todo, es un buen chico. Yo olvidé mi pasado. ¿Por qué no olvidas tú el tuyo?

- Dios, Harry, me estás pidiendo algo imposible.

Antes, cuando éramos unos críos, Harry y yo fuimos muy amigos, nos apoyábamos mutuamente, porque ninguno de los dos vivió una vida fácil. Jacob y su pandilla se metían todo el rato con aquel pobre chico, y como no, conmigo. Pero había algo más. Algo más profundo, algo que no se podía olvidar tan fácilmente.

- Éramos unos niños, nadie es perfecto.

- No es propio de un niño hacer tanto daño, Harry. Y menos durante tantos años. -bufé.

Él rió, para quitarle importancia al asunto.

- Lo sé, Kathy, sé cuánto daño te hizo, pero piénsalo; ¿te sigue pareciendo tan importante?

- Claro que lo es. No se puede jugar con los sentimientos, Harry. Le odio, nada va cambiar eso.

Harry suspiró. Claro que sabía lo importante que fue eso para mí, y claro que sabía que no lo iba a olvidar con tanta facilidad, pero él intentaba que lo arreglara con Jacob, que le diera otra oportunidad, que nos lleváramos mejor.

- Has cambiado. Lo sabes, ¿no?

- Claro que sé que he cambiado. Ahora soy más fuerte. No me dejo llevar por los sentimientos.

- Pero siempre serás mi Katherine Greenwood, ¿verdad?

Buscó mi mano, y la encontró. Entre nosotros dos no había nada más que amistad. Éramos buenos amigos. Pero... ¿podría haber algo más?

- Siempre, Harry Jones, siempre.

No lo sabía. Y tampoco sabía que durante aquel viaje, comprobaría hasta donde pueden llegar los sentimientos de las personas...



sábado, 26 de mayo de 2012

DDM: Capítulo 5

Aquí os dejo el capítulo nº 5, espero que os guste :)


Por un momento pensé que me iba a desmayar, y seguidamente, pensé que si no me agarraban, saltaría a su cubierta y le mataría allí mismo. Bueno, eso es un poco sádico.

Cerré la boca, observando esa media sonrisa tan odiosa... Y de lo sorprendida que estaba, dejé escapar un grito, para liberar toda la tensión. Apreté los puños, y me di la vuelta, lanzando pequeños gritos de furia.
Me dirigí con paso rápido y firme hasta la cadena que ataba el ancla, y me puse a tirar de ella, para levantarla yo misma, aunque no me fue posible.

- ¡Katherine! -gritó Diana, que se acercó a mí al trote.

La respondí con un grito.

- ¿Qué haces? -exclamó.

- ¡Irme de aquí! ¡Nos vamos todos!

- Pero, Katherine... Ellos nos deben acompañar.

- ¡Por encima de mi cadáver! -grité, furiosa, girándome hacia ella.

- Pero... ¿Acaso les conoces?

- Oh, sí, ¡claro que le conozco! Y te digo... que no pienso hacer este viaje junto a esa babosa sin cerebro muerta para mí. -sentencié, dirigiendo una mirada cargada de odio hacia Jacob, el supuesto Príncipe de los Mares.

El joven me dedicó otra media sonrisa, y al oírme, respondió:

- ¡Sí! Yo también me alegro de verte, Green.

- ¿Pues sabes qué? ¡YO NO!

Resoplé, furiosa, y Diana me agarró de un brazo, para obligarme a calmarme. Murmuró unas palabras que mi odio no permitió que escuchara, aunque sí oí el típico "Respira hondo". Y por muy imposible que me pareciera, acabé por calmarme, y cerré los ojos.

- A ver, Kathy... Cuéntame qué te hace ponerte así.

Al escucharla, abrí los ojos de golpe, y respondí, siseando.

- Él.

Diana puso los ojos en blanco, y colocó sus dos manos sobre mis hombros.

- Estoy segura de que no puede ser tan horrible...

Fui a replicar, pero Diana me calló. Me sentí algo humillada, yo era la capitana, no tenía por qué callarme. Bajé la mirada, escuchando sus palabras.

- Esta expedición nos la ha mandado la reina. Si no obedecemos sus órdenes... ¿Entiendes? Ahora, te vas a calmar, todos nos vamos a calmar, y vamos a comenzar con este viaje, sea quien sea ese Príncipe de los Mares y sin importar qué pasó en el pasado para que le odies tanto. ¿Ha quedado claro?

Ahora, era Diana la que parecía la capitana del Greenwood Wells. Acabé por asentir, bajo la atenta mirada de mi amiga, que parecía amenazante.

- Bien, ahora que hemos dado un paso, vamos a dar el siguiente. Sois los respectivos Príncipe y Princesa de los Mares, es lógico que os saludéis como os merecéis.

Estuve a punto de replicar que ni hablar, que aquel chico no se merecía ni un "hola". Pero cómo no, Diana me calló, y me condujo hasta la barandilla que estaba paralela a la del otro barco. Evité su mirada, y me crucé de brazos, a la defensiva.

- Me imaginaba a la Princesa de los Mares... diferente. -dijo, con esa odiosa media sonrisa, con tono burlón.

"¿Te diviertes, babosa? Yo sí que me voy a divertir".

- Y yo nunca pensé que el Príncipe de los Mares fuera un chico tan estúpido como tú, Jacob Fellon.

Soltó una suave carcajada, sin apartar sus ojos verdes de los míos. Miré a Diana, para cortar el contacto visual, y dije.

- Nos hemos presentado como es debido. Vamos, como es debido entre nosotros. -resoplé.

- Vaya, aún lo recuerdas, ¿eh, Green? -comentó Jacob.

- Es difícil olvidar a los imbéciles como tú. -bufé. -Ya nos podemos marchar. No quiero perder más tiempo con esta asquerosa babosa...

- Sin corazón, ¿no? -completó Jacob.

Le dirigí una mirada cargada de odio, y fui a decir algo, pero me encontré sin argumento alguno. Me había quedado en blanco. Tenía razón, era una babosa sin corazón, pero no iba a decir eso... Parpadeé con rapidez, para apartar el pasado de mi mente, y le señalé con gesto amenazante.

- Más te vale ser bueno en el viaje, o te juro que me encargaré de matarte yo misma. Y me da igual quién narices seas, ¿entendido? Una palabra tuya... y despídete.

Claro, claro que me gustaría matarle yo misma, darle su merecido a ese arrogante. Pero yo no era así, no así de sádica. Era valiente y fuerte, nada me importaba, y diciendo eso, sólo mostraba mis sentimientos más profundos; aquellos que sentí en un pasado que apenas he podido olvidar.
Jacob me sonrió; una sonrisa arrogante y prepotente.

Puse los ojos en blanco, y ayudé a tirar del ancla, para poder poner en marcha el barco.
Jacob observó mis movimientos, y me apoyé en la barandilla. Con gesto valiente y frío, dije:

- Yo primera.

Asintió, y se alejó de la barandilla, al igual que yo. Diana me miró, algo preocupada. Era muy raro ese odio en mí, y sospechaba que debió pasar algo en el pasado. Si no, no lo podía entender.

- Katherine, debes contármelo. -ordenó. -Quiero ayudarte. Y esa rabia me ha sorprendido...

- No es nada importante, Diana. Una simple historia, algo que no debió pasar y menos con esa babosa asquerosa. -bufé.

Babosa era la palabra perfecta para describir a ese joven tan prepotente. Siempre tan superior.

Y con esas palabras, me despedí, para irme a mi habitación.
Quería gritar, destrozarlo todo. ¡¿Por qué se había metido en mi camino otra vez?! Esto no podía estar pasando...
Me senté al borde de la cama, y agarré las mantas, mientras descargaba algo de mi furia en un grito. Me tapé la cara seguidamente.

Aquello iba a ser una pesadilla.
Y todo por culpa de la maldita babosa muerta. Pero debía ser fuerte, mostrarme más fría que nunca, para que vea que nada me importa, que él no me importa. Voy a hacer este viaje como si él no estuviera a mi lado. Es lo mejor.

viernes, 25 de mayo de 2012

DDM: Capítulo 4

Aquí está el capítulo 4, espero que os guste :)



Me desperté en medio de la noche, pocas horas después de haberme metido en la cama. No había ruido fuera, habíamos parado, para que todos pudiéramos descansar algo. El barco se balanceaba con mucha suavidad, encima del gran océano. 

Intenté dormirme, pero no lo conseguía. El recuerdo de mi madre seguía allí presente, y sabía que no lo podría volver a guardar con tanta facilidad. Mi muro de frialdad se había desmoronado por la parte más alta, sólo había que reconstruirlo, y todo volvería a ser como antes,

Al ver que no podía conciliar el sueño, salí de la habitación, y caminé descalza sobre la fría madera. Me acerqué a la barandilla, y me apoyé, dejando que el frío me revitalizara. La luna coronaba el cielo, junto con su ejército de estrellas, y bañaba nuestro alrededor con su reluciente luz, haciendo que la superficie del mar brillara como si tuviera millones de diamantes. 

Caminé a lo largo de la cubierta, acariciando la barandilla barnizada y suave hasta la proa. Me arrodillé, entre las cuerdas, y aún así, podía ver el mar, justo encima de la sirena grabada en la parte delantera del barco.
Cerré los ojos.

Me encontré parpadeando, cegada por la luz del sol. ¿Dónde estaba...? Ah, sí, en la proa. Me había quedado dormida allí, sin darme cuenta. Tenía las piernas entumecidas, al igual que los brazos, y me costó algo levantarme del suelo. Cuando lo hice, me di cuenta de que ya estábamos en movimiento.
Dan manejaba el timón, y me miró, con una dulce sonrisa.

- Buenos días, capitana. Ayer no cenaste nada. Supongo que tendrás hambre.

En efecto. Mi estómago rugía suavemente. 
No dudé, y me dirigí a mi camarote. Allí, me vestí, y me peiné las suaves ondas con los dedos. Sobre la pared había un pequeño espejo, con un marco de oro. Había pertenecido a mi madre. Esbocé una leve sonrisa, y me miré en él. 
Era una chica alta, delgada, de figura esbelta, y muy ágil. Tenía el pelo bastante largo, justo por debajo del pecho, de un suave castaño claro, ni liso, ni rizado; ondulado, y unos ojos de un extraño color. Eran entre verdes y azules. Digamos que de un verde azulado. 

Cuando estuve lista, salí. La tripulación comenzaba a emerger de la bodega, ya vestida, y se estiraba y bostezaba. Me dispuse a desayunar, sin preocuparme de lo que era. 
Y los días pasaban, hasta que por fin, divisamos la Península Ibérica. El puerto de Vigo estaba muy cerca.
Tenía ganas de iniciar la expedición; la Isla de las Voces llamaba fuertemente mi atención.
Y antes de darme cuenta, las costas de Galicia se definían ante nuestra vista. 

- ¡Ya llegamos, capitana! -gritó Dan, desde el timón.

Le hice una seña de asentimiento. 
Me mantuve serena, y paramos en medio del mar, a una distancia prudente de Vigo. Desde esa posición, podíamos ver desde dónde llegaban los barcos. 

- Capitana, ¿no estará nuestro compañero sorpresa en el puerto?

- Estoy segura de que no. El oficial dijo que nos esperaría alrededor del puerto, no pararía.

Dan asintió, a mi lado, y juntos, observamos el mar. Diana se unió a nosotros, y después de varios minutos, dijo.

- Mirad hacia allí. Llega un barco.

Y qué barco... Una nave imponente, de tamaño similar a la mía, de un tono oscuro, y con la enormes velas blancas izadas. Y una bandera negra, con el símbolo de los piratas; una calavera blanca, con dos huesos en "x".
Y... en seguida reconocí el barco, al igual que toda mi tripulación.

- No hay duda... -comenzó Dan.

- Es el barco del Príncipe de los Mares. -completó Diana.

- ¿Será ese nuestro invitado sorpresa? -alcancé a decir.

¿Será? ¿Será él? Si es así, será mi primera vez junto a aquel joven. Se hablaba de un valiente pirata, frío, como yo, al que todos temían, con andares de líder.
El barco se iba acercando, y ahora se podía distinguir perfectamente el león rugiendo que había grabado en su proa. Era él, y se acercaba a nosotros.

Giró, hasta colocarse en paralelo a nosotros. Un joven, al que reconocí inmediatamente, me habló.

- ¿Sois la Princesa de los Mares?

- ¿Harry? -pregunté.

Él me sonrió, apoyando la manos en la barandilla.

- El mismo. -hizo una pausa. -La reina dijo que nos encontraríamos, y que haríamos juntos el viaje.

- ¿Eres tú el Príncipe de los Mares? -dije, sin poder creérmelo.

- No, no, por favor. ¡Qué va! -rió. -Ahora mismo viene...

Di un paso hacia la barandilla de mi barco, bastante cerca de la del barco contrario. Oí el resonar de sus botas, un sonido que me era muy familiar...
Y entonces, apareció. Un joven, de mi edad, más alto que yo, musculoso, con el pelo rubio ceniza, y unos intensos ojos verdes.
Me quedé boquiabierta, como él, al mirarme. Y exclamé:

- ¡¿Jacob?!

- ¿Katherine...? -hizo una pausa, en la que esbozó esa media sonrisa que tanto conocía y tanto detestaba. -El destino nos vuelve a unir, Green.