Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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martes, 10 de julio de 2012

DDM: Capítulo 33

Bueno, aquí está el capítulo 33 :) Antes de nada, quería decirles a mis lectores que muchísimas gracias por pasaros por mi blog, y por leer la historia de Diario del Mar, y dejar vuestro comentario. Gracias a vosotros, me es más fácil continuar con la historia :)
Un beso, y espero que os guste! ^^



Miraba boquiabierta el cuerpo de Loreen, sin poder moverme. Todos nos habíamos quedado en shock, nadie se atrevía a moverse, por miedo a volver a ponerse en peligro.
No me había dado cuenta, pero Jacob seguía a mi lado, agarrando mi mano. Por una parte ese gesto me reconfortaba, porque haber visto aquello, me había dejado helada... Pero por otra, quería que se alejara, para que me dejara de confundir. No quería más dolor, ese era mi veredicto.

Harry abrazaba a Diana, que lloraba desconsoladamente sobre su hombro, tapándose la cara. Harry la acunaba para calmarla, pero era casi imposible. Loreen había sido una de las mejores amigas de Diana, y era evidente que su terrible muerte la había derrumbado.

Cuando volví en mí, pude notar que tenía los ojos húmedos, y que estaba a punto de llorar, pero me prohibí hacerlo, y me solté de la mano de Jacob. Me levanté de golpe, y dije con la voz más firme que pude:

- Salgamos de aquí. Ya estamos todos despiertos.

Sé que aquello podía sonar algo egoísta, sin decir nada con respecto a Loreen, pero no quería hablar más. Quería que todo el mundo olvidara lo que acababa de pasar.
Jacob se levantó también, y finalmente, conseguimos salir de la cueva, mientras los demás temblaban y sollozaban al recordar la terrible imagen. Yo, por mi parte, antes de salir de la cueva, dirigí una mirada apenada a Loreen, e intenté susurrar alguna palabra bonita, tipo "Gracias por todo" o "Descansa en paz", pero no me salían. Mi mente estaba ocupada en recordar la truculenta muerte de la joven.

Al salir, busqué a Gwendolyn con la mirada. Su rostro estaba sereno e impasible. Y sabía que por dentro estaba igual; serena e impasible. Deseé ser como ella, al menos por unas horas y poder recuperar mi tranquilidad.

Dirigí una fugaz mirada a Jacob, que estaba de espaldas a mí, y volví a sentirme confusa. ¿Por qué todo era tan difícil?

Aquel día, aquel día en que la babosa rompió mi corazón, me dije que jamás volvería a cometer el error de enamorarme, y menos del mismo chico. Pero por alguna extraña razón del caprichoso destino, sentía que estaba a punto de cometer ese mismo error. Enamorarme y encima, del mismo.

Echamos a andar, y seguimos con nuestro camino, dejando atrás la cueva, y con ella, el cuerpo de Loreen, y los restos de David. O lo que era David.

Todos estábamos en silencio, nadie se atrevía a hablar, porque no había nada que decir. Muchos seguían llorando y temblando de miedo. En cambio, la víbora de Elizabeth estaba a otras cosas. Justo en el momento en que la miraba, ella se giró y me dirigió una mirada rabiosa y asesina. Se acercó a Jacob, y le dio la mano. Este se sorprendió, y Elizabeth le sonrió amablemente. He de admitir que ese gesto me puso... ¿celosa?

Resoplé, mientras Elizabeth me miraba victoriosa, intentando parecer fuerte, e intentando aparentar que me daba exactamente igual. Pero no era así. Para nada. Estaba hecha un lío, pero desafortunadamente -sí, desafortunadamente- tenía claro que estaba celosa. Y eso no me gustaba.

Lancé una mirada a Harry, que en el fondo era una mirada desesperada. Recordé a Liv con tristeza, y deseé que estuviera a mi lado, y que me hablara. Que consiguiera sacarme una sonrisa y que me aconsejara sobre lo que debía hacer. Pero ella no estaba, y el único que me quedaba era Harry. También pensé en Diana, pero el que mejor me comprendía era Harry. Deseé olvidar todo lo que había pasado, y hablar con él, contarle todo lo que me estaba pasando, y que después, él me calmara y me tranquilizara a su manera. Tal vez entre sus brazos.

Cuando volví a mirar a Elizabeth y a Jacob, vi que este se había soltado de la víbora, y que aceleraba el paso para alejarse de ella. Ahora era yo la que sonreía victoriosa, pero sacudí la cabeza para quitarme esa sonrisa de la cara. No, no, y no. Tenía que olvidarle, a él, y al amor.

- Pero... ¡Jacob! -oí gritar a la víbora.

Elizabeth trotó hasta Jacob y le agarró de un brazo. Yo estaba al final del grupo, casi cerrándolo, y observaba esa imagen con intriga. Elizabeth hizo que Jacob frenara, y de pronto, observé con algo de horror cómo le acercaba más a mí. Bueno, los dos venían hacia mí. Pero no parecía que vinieran a hablar conmigo, sino más bien a hablar cerca de mí.

- Elizabeth, déjame. -susurró enfadado para no atraer la atención de la gente.

Ella le miró suplicante, con una expresión de tristeza que me pareció demasiado falsa.

- Pero Jacob... Cómo hemos podido acabar así... -musitó la víbora.

Estaban cerca de mí, y podía oír perfectamente sus susurros mientras caminábamos.

- Elizabeth, a ver si lo entiendes... No es acabar así, es que hemos acabado, directamente. No hay nada que decir.

Ella le miró apenada, y algo herida por sus palabras, aunque a mí me parecía todo teatro. Y de pronto, la víbora se giró, y me señaló con el dedo y una mirada fría y cortante.

- Es por ella, ¿verdad?

Jacob me miró, sorprendido por su reacción, y consiguió decir:

- ¿Qué más te da?

- Osea, que es por ella. Es por Green... ¿Me dejas por esa?

Jacob puso los ojos en blanco, y volvió a fijar la vista, asintiendo:

- Sí, sí, Elizabeth, te dejo por ella.

El grupo había frenado, y se había girado hacia nosotros, sorprendidos por los gritos histéricos de Elizabeth, que se había puesto nerviosa. Aquello ya no parecía teatro. He de admitir que yo también comencé a ponerme nerviosa. Automáticamente, al verme señalada por ella, me había parado.
Lanzó un grito de desesperación, y se llevó las manos a la cabeza.

- ¿Cómo se te ocurre dejarme por esta?  ¿Cómo?

Jacob se acercó a ella y la agarró de los hombros, para intentar calmarla.

- Elizabeth, tranquilízate, ¿vale?

- ¿Cómo... cómo quieres que me tranquilice? -susurró. -No me lo puedo creer, Jacob... No me imaginaba que me dejaras por Green.

- Me llamo Katherine. Katherine Greenwood. -se me ocurrió decir, harta de que me llamara Green.

Ella me fulminó con la mirada, realmente enfadada por mi comentario.

- ¡Cállate! -me gritó.

- ¡Por Dios, Elizabeth, cálmate! -exclamó Jacob.

Ella jadeó, bajando la mirada y parpadeando. Parecía estar sufriendo un ataque de ansiedad.
Me quedé en el sitio, mirándola con los ojos muy abiertos, y sorprendida por su reacción. Pero todo podía ser peor.

Elizabeth me dirigió una mirada fría, cortante y asesina, pero conseguí no desviar la mía. Se zafó de los brazos de Jacob, y caminó hacia mí, marcando sus pasos con fuerza sobre la roca.

- Tú... -bufó.

Yo di unos cuántos pasos hacia atrás, intentando calmarla.

- Elizabeth, para, estás muy cansada...

- De cansada nada, Green.

Sentí el impulso de repetirle mi nombre y mi apellido enteros, pero me callé, ya que sólo lo empeoraría aún más.

- ¡Estoy harta de ti!

Se acercó más a mí, y me agarró de los hombros, empujándome hacia atrás. Por suerte, no perdí el equilibrio, y sólo me alejé de ella unos cuántos pasos.

- ¡Por qué, Green, por qué! Has destrozado una pareja... sólo por tu egoísmo. Ambas sabemos que te gusta Jacob, y que me envidias. ¿Y lo único que has sabido hacer es esto? ¿Romper nuestro amor? Deberías estar avergonzada, Green. -escupió, entrecerrando los ojos.

¡¿Qué?! ¿De qué iba la víbora? Mi corazón latía desbocado, y sentía que la rabia hervía en mi interior. ¿Envidia de ella?

- Elizabeth, te estás equivocando profundamente. No sabes lo que dices.

- ¡Claro que lo sé! ¡Estúpida, ¿te crees que no me he dado cuenta de nada?! Sé cómo le miras, sé que sientes celos de mí. Y ahora, por tu maldita culpa, me ha dejado.

Quise responderle algo, pero no me dio tiempo, porque ella se adelantó. Pero no verbalmente.
Dio un paso hacia mí, y entonces, es cuando recibí el impacto de su mano contra mi mejilla. Un gesto sorpresa, lo que me dejó paralizada. La mejilla me ardía, después de su bofetada. Me llevé la mano a la piel, y volví la cara hacia ella con lentitud y la boca abierta por la sorpresa.
La miré fijamente, demasiado sorprendida por su respuesta. Elizabeth no me había parecido de esas.

- ¿Qué haces... ? -susurré.

Ella hervía de rabia, y respiraba con fuerza, sin apartar la mirada de mí.

- No es ni la mitad de dolor que me has provocado a mí. -soltó ella.

- ¿Qué dolor te he provocado yo a ti? He de admitir que eres una buena actriz. -rebatí, incrédula.

Ella se cruzó de brazos, y desvió durante unos segundos la mirada.

- No estoy haciendo teatro. Te estoy diciendo la verdad. -una lágrima rodó por su mejilla. -Has destrozado mi vida.

"Y Jacob la mía, pero no le voy pegando bofetadas." pensé instantáneamente.

- Mira, Elizabeth, estás muy cansada, todos estamos muy cansados... Pero por favor, no lo pagues conmigo, anda. -dije con cansancio.

Me dispuse a caminar ya esquivarla para seguir con el camino y dejar atrás esta discusión y su bofetada, pero me agarró de un brazo, y me colocó en mi sitio.

- Tú no te mueves, Green, ni hablar. No hasta que arreglemos esto.

- ¿Pero qué se supone que tenemos que arreglar, Elizabeth? Sabes perfectamente que este problema te lo estás imaginando tú. Yo no he destrozado nada, no tengo la culpa de lo que haya pasado entre vosotros dos, tenlo claro. -contesté con firmeza.

Su mirada me recordó a la mirada de una serpiente. En todo se parecía a una víbora... Abría y cerraba los puños, para intentar controlarse.

- En el problema que me estoy imaginando, apareces tú, Green. Y puedo estar loca, y todo lo que tú quieras, pero pienso arreglarlo. De cualquier manera.

Me obligué a cerrar la boca, y a parpadear. Elizabeth me estaba sorprendiendo enormemente. Y su actuación.

- Pues arréglalo tú sola. -solté, cansada de sus palabras llenas de falsedad. -Estoy harta de que me acuses de cosas que ni he hecho. Estoy harta de escuchar esa falsedad tuya, y de que me culpes de tus problemas con Jacob.

Volví a echar a andar, y me dispuse  esquivarla y pasar de ella, cuando volvió a agarrarme del brazo. Pero esta vez con más fuerza, y con algo mayor después.
Me giré para mirarla, justo cuando su puño cerrado cruzaba mi rostro, y me hacía retroceder por el dolor.

- ¡Pienso recuperar a Jacob de cualquier forma! Si tengo que competir contigo, lo haré. Y si tengo que eliminarte de nuestra vida, también lo haré. -exclamó, fuera de sí.

Me había partido el labio, y estaba aún más sorprendida que antes. La ira crecía y crecía, y sabía que nada podría frenarme.

- ¡Elizabeth! -exclamó Jacob, intentando agarrarla de los brazos.

- He llegado al límite... Ahora sí que te vas a enterar... -bufé, mirándola con odio.

Me dispuse a correr hacia ella, para devolverla el golpe y desahogarme, cuando unos brazos fuertes me sujetaron de las muñecas.

- ¡Suéltame! -grité, enfadada.

- ¡Katherine! Quieta, tranquilízate. Así no arreglarás nada.

- Estoy segura de que con el golpe, arreglaré su cerebro. Algo es algo. -gruñí, más que enfadada, e intentando zafarme de los brazos.

Harry me sujetaba con firmeza, y me intenta parar. Pero nadie iba a hacerlo. Elizabeth se iba a enterar, y punto.

- No conseguirás nada...

- ¡Conseguiré devolverla el golpe y quedarme a gusto! ¡Más que suficiente! -respondí, gritando.

Me revolví con fuerza, pataleé, mientras Elizabeth jadeaba y me miraba entre los brazos de Jacob.
Y finalmente, conseguí lo que quería. Fuera de mí, y con la ira manejándome, me conseguí soltar de los brazos de Harry, y correr hacia Elizabeth, que cambió su expresión de enfado y odio, a una de miedo y terror.

Jacob y Harry no fueron capaces de frenar mi golpe. Mi puño cerrado, golpeó la mejilla de la víbora con tal vez demasiada fuerza. Pero en ese momento no me importó haberla hecho más daño. Es más, me sentía aún mejor.

Harry me apartó de ella, mientras yo jadeaba. Una lágrima de dolor cruzó su mejilla golpeada, y Jacob la observó el golpe. Tenía la piel rosada, y el labio roto. Elizabeth rompió a llorar, y Jacob dudó, pero la abrazó para consolarla.

Harry estaba boquiabierto, y con un simple movimiento violento me zafé de él. Le miré con odio, al igual que a la víbora y a Jacob, y continué con mi camino con la cabeza bien alta.

Después de ese violento episodio, todos siguieron con el camino, mientras Elizabeth lloraba en el hombro de Jacob. Yo me había quedado muy a gusto, la verdad, pero poco a poco, empecé a darme cuenta de que tal vez esa no había sido la manera correcta de actuar. Tal vez me había pasado, pero jamás lo iba admitir. Aunque bueno, sí podía admitir que había descargado en un golpe todos mis sentimientos, incluso los que no tenían que ver con ella, pero sí con Jacob y con Harry.

- Buen golpe. -comentó Gwendolyn a mi lado.

- Gracias. -conseguí responder, ya que no se me ocurría nada más.

- Tal vez así se calle más.

Asentí, distraída, y ahí acabó la pequeña conversación.

Caminamos durante horas, y hasta que tuvimos hambre, y paramos a comer algo.
Yo me alejé del grupo, con un pedazo de pan duro, y algo de carne seca, mas un poco de agua. Estaba tan concentrada en mis pensamientos, que no me di cuenta de que tenía visita.

- ¿Puedo? -preguntó Harry.

Yo tardé, pero finalmente, asentí.

- Claro.

Se sentó a mi lado, y bebió algo de agua. Nos quedamos en silencio, y así lo preferí, ya que no quería hablar con él. Todavía estaba enfadada por lo que nos había pasado.

- ¿Estás bien? -acabó preguntando, mientras miraba mi labio roto.

- Sí. Gracias. -respondí con frialdad y sin mirarle.

Otra vez silencio, pero no me importó.

- Oye... Tal vez... tal vez te has pasado con Elizabeth...

- La he devuelto el mismo golpe. -menuda mentira.

- Bueno, creo que ha sido... ligeramente más fuerte. Según lo que he visto.

- Para qué mentir. Sí, ha sido más fuerte, y he de admitir que me encuentro muy bien.

- Pero debes entenderla...

- ¿Tú también te lo has creído? -le corté.

- ¿Cuál? -preguntó, confuso.

- Veo que tú también te has tragado su cuento y sus palabras falsas... -sacudí la cabeza, en desaprobación.

- ¿Crees que miente?

- No lo creo, lo sé. Dios, sólo me odia, y va a hacer lo posible por fastidiarme. -contesté, sin mirarle.

Otra vez nos quedamos en silencio, y pensé que tal vez Harry tenía razón. Tal vez me había pasado. Elizabeth era una pobre joven, sin nada más que hacer. Desconocía su historia, si es que tenía, y desconocía los motivos de sus ganas de ser el centro de atención. No tenía que darla mucha importancia, y tal vez me había pasado...

Pero aún tenía claro que no iba a ir a pedirla perdón.
Al menos, no ahora.

domingo, 1 de julio de 2012

DDM: Capítulo 32

Hoola! Aquí os dejo el capítulo 32, y espero que os guste, como siempre os digo! :)



No podía moverme. Me había quedado paralizada y sólo podía escuchar el latido de mi corazón. Sus palabras me habían dejado en blanco, y habían roto aún más mi dañado corazón. No había mentido, sus ojos y su rostro entero reflejaban la sinceridad de lo que decía. Pero pensar en que lo que me ha contado ha sido real, ha ocurrido, me desconcierta. Por su actitud, jamás hubiera pensado que estaba enamorado de mí.

Una parte de mí, mínima, se reía a carcajadas de Jacob. Mi parte vengativa se sentía satisfecha por la historia; Jacob había sufrido por amor, al igual que yo, y eso, para mi parte vengativa, era una buena noticia.


"Mi corazón se ha partido. Siento un dolor extremo. Maldito. Le odio. Le odio. Le mataré con mis propias manos. Me consuela pensar que sufrirá, algún día, como yo lo acabo de hacer."


Ese recuerdo atraviesa mi mente con fuerza, recordándome que eso fue lo que pensé un día hace mucho tiempo, cuando Jacob acababa de romperme el corazón. Y se había cumplido, según lo que me había contado Jacob.

Pero por otra parte, no podía estar más dolida, herida, e incluso dividida por mis sentimientos. Me embargaba la tristeza cuando pensaba en lo que me había contado. La mayor parte de mi corazón destrozado, se avergonzaba de haber pensado eso aquel día, porque en realidad, no le deseaba nada malo. Y el simple hecho de saber que Jake sufrió por mí, me hace todavía más daño.

Intenté olvidarme de todo eso, intenté cerrar los ojos y calmarme, pero no podía. Entreabrí los ojos y miré de reojo a Jacob, que se miraba las manos distraído. Volvía a estar serio y sereno, sin miedo, o tristeza. Deseé ser él, y poder recuperar mi calma.
Y así pasaron los minutos, envueltos en un enorme silencio. Cerré los ojos, manteniéndome alerta ante cualquier ruido extraño que proviniera de fuera, pero lentamente, me arrastré entre mis más profundos recuerdos. Recordé a mi madre, a mi padre. Recordé también los ojos de Harry en el momento en que pudieron ser míos. En el momento en que pudimos habernos besado, de no ser por mí. Recuerdo perfectamente su rostro cuando me alejé, llorando, y diciendo que no podía. Rechazo.

Jacob me había roto el corazón, pero yo se lo había roto también a alguien, aunque nunca me hubiera parado a pensarlo; a Harry, aquella noche, y a Jacob.

También recordé el día en que le ofrecí a Gwendolyn que viniera conmigo.


"Estamos las dos sentadas en el muelle, sobre la madera, con las pierna colgando sobre el oscuro mar. Todo está tranquilo, sólo se oye el vuelo de las gaviotas y sus cantos. El sol brilla en el horizonte. 
Tengo quince años, a punto de cumplir los dieciséis, y en un solo año, bueno, casi dos, mi padre me ha enseñado lo que es vivir en un barco entre las olas del océano. Hace unas horas, sin venir a cuento, mi padre me ha dicho que el Greenwood es mío. Que es mi barco, como recompensa de mi esfuerzo en esos meses. 

- Podría decir que mi vida es miserable. -rompe el silencio Gwendolyn, mirando al horizonte. 

- ¿Por qué? -pregunto.

- Trabajo recogiendo las tamujas que se caen de los pinos y limpiando cuadras en las casas, fincas, y mansiones de la gente adinerada. Casi no me pagan, y trabajar tantas horas bajo el sol, no es agradable. -contesta ella, sin reflejar ningún sentimiento. 

Nos quedamos en silencio, yo mirándola a ella, y ella mirando el horizonte. Me retuerzo las manos. La verdad es que no es un trabajo agradable, y lo sé. Yo no puedo quejarme, tampoco es que mi padre sea rico, pero no vivimos mal, y menos si he tenido la oportunidad de salir de la ciudad, y navegar en libertad. 
Ahora, las mujeres de esta ciudad no tienen muchas oportunidades, por no decir ninguna. Te obligan a casarte, tener hijos, y cuidar de ellos hasta el resto de tus días. Mi padre no quiere eso, él quiere que haga algo diferente, algo por lo que pueda estar orgulloso de mí. 

- Me gustaría salir por la puerta de mi casa, y hacer algo diferente. No quiero trabajar para los demás, no quiero eso. Quiero vivir mi propia vida, iniciar mi propia historia personal, ser yo misma. Quiero vivir en libertad, sin barreras, ni nada que me ate a nadie ni a nada. 

Y la única forma de ser libre del todo, para mí, y para todos, es el mar. Así que sin pensarlo si quiera, porque la idea es instantánea, digo:

- Mi padre me ha regalad su barco, el Greenwood. Es mío, y me ha dicho que busque tripulación, la gente que yo quiera. ¿Aceptas? -sonrío.

Ella se queda mirándome, sorprendida, y poco a poco, una gran sonrisa asoma de sus labios, y asiente con la cabeza, feliz."


Suspiré largamente, pero intentando hacer el menor ruido, para no atraer las miradas de Jacob y de Harry hacia mí. No abrí los ojos, y me quedé así, arrastrándome entre los recuerdos, entre el pasado.
Sabía que nos tocaba hacer guardia lo que quedaba de noche, hasta que todos se despertaran, e intuí que todavía quedaba bastante.

Me abracé a mí misma, medio dormida, pero alerta, concentrada en lo que pasaba fuera de mí. Y poco a poco, sin quererlo, ese trance fue tan fuerte, que me quedé dormida, mientras el sueño me mecía en sus cálidos brazos.

            "Me encuentro al borde de una cascada enorme, a una altura escalofriante. Tengo miedo, miedo de caer. Cuando miro el agua y la fuerte corriente, noto que es... extraño. No es agua corriente, representa mis sentimientos, mi corazón desbordado. Tengo miedo dejarme llevar por ellos, por ver qué me puede pasar si les sigo.
Me quedo al borde de las rocas, notando la fría corriente en mis tobillos, que me intenta impulsar hacia delante. Levo un vaporoso vestido blanco, y abro los brazos, en cruz, como cuando era pequeña y corría por los jardines de la casa de mi tía. Me doy cuenta de que voy descalza. 

La atracción que siento es muy fuerte, pero no sé qué hacer. Mi cuerpo y mi mente se niegan a dar un paso y caer, a dejarse llevar por mis sentimientos, porque eso significaría más dolor y sufrimiento, debilidad y vulnerabilidad. Eso no es lo que quiero en mi vida. 

Cierro los ojos, y siento cómo el viento me azota el rostro, y hace que mi pelo ondee libre, detrás de mí. Me quedo en esa postura, escuchando el ruido que producen las aguas turbulentas. Y elijo qué hacer; darme la vuelta, y huir de lo que siento.
Me doy la vuelta, pero no puedo abrir los ojos, aunque siento que sé por dónde voy. Sigo caminando sobre la piedra y el río, hasta que noto que alguien me coge de la mano. Intento abrir los ojos, y al fin lo consigo. 

Jacob.

El sol brilla detrás de él, impidiéndome ver con claridad su figura, pero me doy cuenta de que su pelo rubio brilla bajo la luz. Me fijo más, hasta que por fin me acostumbro al sol, y le veo del todo. Esboza una preciosa sonrisa, mostrando sus blanquísimos dientes, sus ojos verdes brillan con intensidad, y me mira fijamente. 

Me empuja suavemente, y me hace dar tres pasos hacia atrás. Tengo la sensación de que me está acercando a la cascada de sentimientos, pero no me importa. A su lado, nada me importa. Me giro, y caminamos hasta el borde cogidos de la mano. Oigo su dulce voz.

- No tengas miedo. Déjate llevar, haz lo que tu corazón te diga. 

Le miro, seria y más serena de lo que pensaba, sin saber muy bien qué hacer. Simplemente, escucho. Escucho su maravillosa voz hablándome muy cerca, incitándome a dejarme llevar junto a él. Pero mi mente hace lo posible para que recupere la compostura y me niegue. Katherine no se deja llevar. 

Pero es que es Jacob...

Me mira, y siento que me derrito por dentro. Se inclina hacia mí, y por un momento pienso que me va a besar, pero acerca su boca a mi oído, y susurra.

- Ven y quédate conmigo, Kathy.

Mi nombre en sus labios suena mejor, melódico y suave. "Kathy". 
Se aleja ligeramente de mí, y nuestros rostros quedan a escasos centímetros. Tengo algo de miedo, pero cuando miro otra vez en sus ojos, ese miedo desaparece. Entonces, él se acerca lentamente, y sé lo que va a pasar. Pero ya no tengo miedo, así que no me aparto, y espero a que llegue. Y así es. Sus labios llegan, y rozan los míos con una suavidad increíble, y eso me hace temblar de gusto.

Y entonces, sin antes haberme percatado, siento que ya caemos, abrazados, por la cascada de sentimientos, hacia un remolino. Pero no me da miedo, porque estoy junto a Jacob."

***

Alguien me despertó a base de zarandeos, y yo me levanté sobresaltada. Fui a saltar, pero vi que Jacob se encontraba delante de mí, y me pedía silencio.

- Hemos oído un ruido... -me susurró, y eso me recordó al sueño tan extraño que había tenido.

Asentí lentamente, como si no lo hubiera entendido, y me levanté con su ayuda. Harry estaba apoyado en la entrada, con una espada en la mano, y mirando al exterior de la cueva.
Pero otro ruido, esta vez del fondo de la cueva, nos hizo cambiar la dirección de la mirada. Nos giramos a la vez, alerta, y con los ojos bien abiertos, aunque no veíamos mucho.

Entreví los bultos que eran los cuerpos de los demás tumbados sobre el suelo, profundamente dormidos. Di un paso hacia delante, con los músculos agarrotados. Parpadeé varias veces y miré al fondo de la cueva, justo en el momento en que se oyó un sonido ronco, gutural y profundo. Contuve el aliento, y aquel sonido nos confirmó que el peligro estaba en aquella misma cueva. Pero era muy extraño, porque al entrar, no vimos que la cueva continuara más adelante, y era imposible que hubiera entrado sin ser visto...

Fijé la vista en un punto determinado de la oscuridad, y lo que vi me dejó helada. Unos ojos rojos y brillantes, no muy grandes, me observaban desde la oscuridad, y temí lo peor. Sentí la necesidad de despertar a todos, y alejarles de fuera lo que fuese eso.

Medio agachada, en posición defensiva, saqué mi daga, y apunté hacia delante, por si acaso. Di unos pasos tímidos hacia delante, hasta que llegué a donde estaban tumbados, sin perder de vista a los ojos rojos, que parpadearon varias veces.

Me incliné levemente, despertando al primero, e intuí que Harry y Jacob hacían lo mismo. Al ver nuestras caras de preocupación, nadie decía nada, y se alejaba de ahí sin rechistar.
Los ojos rojos seguían ahí, mirándome, observando mis movimientos.

Y de pronto, otro ruido, que me puso la piel de gallina. Un gruñido gutural, una señal de peligro, un aviso, una amenaza. Miré ligeramente hacia abajo, y vi que estaba a punto de despertar a Diana, y los ojos rojos la miraban inquisitivamente.
Supe que estaba en peligro, y me dejé de tonterías. La zarandeé, y la cogí de un brazo, intentando levantarla.

- ¡Diana! -grité.

Ella se despertó sobresaltada, a la vez que una criatura negra como la noche, parecida a una sombra, se abalanzaba sobre nosotras...

Diana y yo proferimos un grito de terror, y yo cerré los ojos, justo cuando notaba unas zarpas clavándose en mis hombros, y tirándome al suelo. Alcé la mano en un intento desesperado de clavar mi daga, y creo que lo conseguí, ya que la criatura gimió ligeramente. Choqué con un golpe sordo, y por un momento me quedé sin aliento.

- ¡Katherine! -gritó alguien.

Enseguida noté que el peso de la criatura era menor, hasta desaparecer. Entreabrí los ojos, y pude ver una figura luchando contra esa criatura firmemente. Empuñaba una daga, y la agitaba, acertando en su piel. Y de pronto supe quién era.

Jacob.

Me levanté como pude, mientras el corazón me latía con fuerza. Sólo se oían los gritos de nuestros compañeros, intentando huir de la bestia, mientras Jacob intentaba frenarla. Elizabeth se tapaba el rostro con las manos, y sollozaba, mirando a Jacob con miedo.

- Jake... -susurraba.

De un zarpazo, la bestia se quitó a Jacob de encima, que cayó cerca de mí, y no dudé en ayudarle.

- ¿Estás bien? -pregunté, con urgencia.

Él asintió, algo conmocionado por el golpe, y parpadeando varias veces. Su voz de alarma me sobresaltó.

- ¡Cuidado!

Me quedé quieta, sin saber a qué se refería, hasta que noté un brutal golpe en mi costado derecho; alguien me había empujado, pero no había sido la bestia.
Vi que tenía a Harry encima, y la bestia había saltado a Jacob por encima al ver que me apartaban de su trayectoria. Soltó un rugido aterrador, y continuó corriendo, sin frenar, mientras todos veíamos con horror cómo clavaba sus garras y sus afilados colmillos en el cuerpo de un joven de la tripulación de Jacob.

Fue una explosión de sangre, y me obligué a cerrar los ojos. Todos gimieron de espanto al verlo, y nos quedamos helado. La pared estaba manchada de sangre oscura, y el cuerpo tembloroso del joven se arrastraba por ella, hasta caer al suelo.
Oí un débil "¡David!", y después silencio.

Nos quedamos muy quietos, observando cómo la bestia desgarraba su piel, y se tragaba a David, ante nuestros asustados ojos. Nadie podía moverse, nadie quería moverse, por si acaso.
Mi mente trabajaba a una velocidad vertiginosa, pero apenas podía concentrarme. Lo mejor sería salir corriendo, pero nosotros estábamos acorralados en la cueva, sin salida alguna, ya que la bestia la tapaba.

Jacob se arrastró hasta mí, y me agarró de la mano. Estaba tan ensimismada, y concentrada en la bestia, que no me di cuenta, y tampoco me negué. La criatura seguía desgarrando el frágil cuerpo de David, y se lo comió entero, dejando un reguero de sangre oscura por todas partes, y algún que otro hueso del cuerpo. Espantoso.

Me dolía todo, y mis hombros estaban destrozados por sus zarpas. Sangraba, y me sentía algo mareada. Cerré los ojos, débil, hasta que oí, otra vez, la voz alarmada de Jacob:

- ¡Kathy, apártate!

Abrí los ojos con rapidez, justo en el momento en que la bestia me miraba de una forma asesina, y pegaba un enorme salto. Lo vi todo a cámara lenta, mientras mi corazón latía desbocado. Sus enormes garras por delante, sus fauces abiertas, mostrando varios colmillos manchados de sangre, que acabarían en mi cuerpo.

Moriría.

Pero mi cuerpo no respondía, no me podía mover. Sentí un tirón, y me aparté de su trayectoria gracias a Jacob, que lo había conseguido a duras penas. Reaccioné cuando mi rostro chocó contra el suelo, y oí un agudo chillido de dolor, y un gemido que ponía los pelos de punta.

Creí que había sido un aviso, un aviso para que volviera a apartarme, y así evitar mi muerte, pero cuando me giré, comprobé que no era así.
No había sido un aviso, sino un grito que indicaba la muerte.

Sentí que me mareaba. El cuerpo de la pobre Loreen estaba contra la pared rocosa, con una tremenda herida abierta en su estómago, que había salpicado de su sangre toda su piel y sus ropas. Su rostro estaba contraído en una mueca de dolor y miedo, y estaba pálida.

La bestia había desaparecido, atravesando a la joven y la roca. Dejando atrás el cuerpo mutilado de Loreen.