Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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sábado, 29 de noviembre de 2014

DDM: Capítulo 90

¡Hola a todos! O mejor dicho, a aquellos que seguís aquí, si es que queda alguien, la verdad.

Sé que soy una pesada, y que tardo milenios en subir capítulos, y la gente se acaba aburriendo y por eso se acaban marchando... Lo sé, y lo asumo, es mi culpa, y me arrepiento jo :( Aún así, espero que aún quede alguien, al menos para sentirme realizada conmigo misma, pues la realidad es no quedan muchos capítulos para que esta historia termine... desgraciadamente para mí, afortunadamente para vosotros JAJAJAJA.

A pesar de todo, lo siento muchísimo, y espero que os guste este capítulo :)



¿Estaba viva?

Sentí una brisa acariciarme la piel, como si quisiera hacerme despertar.

Seguía haciendo frío y no sentía nada de dolor. Mi cuerpo no existía en aquellos momentos.

Alcé ligeramente el rostro, para observar lo que había a los lados, pero sólo divisé... playa.

Había arena bajo mi cuerpo, sólo arena. Y no había nadie, nadie a mi alrededor. Estaba sola.

Entonces llegaron las arcadas. Y el dolor. Y vomité. El agua salió en grandes cantidades de mi organismo y respirar se me hizo más fácil. Es más, después de vomitar, me di cuenta de lo que era respirar realmente. Supongo que el frío me había anestesiado tanto que ni siquiera me había dado cuenta de que no podía respirar...

Después de deshacerme de todo el agua salada que había en mi estómago y en mis pulmones, me obligué a incorporarme, pero todo comenzó a dar vueltas y se me desenfocó la vista. Me llevé la mano a la cabeza y al rostro, donde sentía un dolor que palpitaba bajo mi piel. Cerré los ojos y la oscuridad en la que me sumergí me sentó mejor, aunque el dolor seguía ahí, zumbando en mi oído derecho.

Apreté las mandíbulas y cuando abrí los ojos, el mundo parecía haber parado y mi vista volvía a estar clara. Pero el dolor que recorría mis nervios y mis músculos seguía ahí. Fui consciente de que moverme era una tarea imposible. Mis pies y mis manos seguían entumecidos, y no me creía capaz de moverlos ni un poco.

El corazón se me aceleró de miedo, pensando que quizá eran partes que había perdido, pero poco a poco comencé a sentir un cosquilleo que me demostró lo contrario y apagó mis dudas.

No recordaba qué había ocurrido después de que mi barco fue a engullido por el mar, pero si recordaba la ola gigante, y cómo Dan trató de protegerme con sus brazos... y cómo Jacob, Liv y Diana inundaron mi mente... Y deseé que siguieran con vidas. O por el contrario, que sus muertes hubieran sido rápidas...

Y el llanto llegó. Llegó porque estaba sola, y porque ellos podían estar muertos mientras yo seguía con vida. Lloré porque eso era injusto.

Enterré el rostro entre mis manos llenas de arena y lloré hasta que no me quedaron más lágrimas, que tampoco fue mucho, la verdad...

No tenía ganas ni de llorar. Es más, hasta me dolía llorar.

Aún con los ojos húmedos, traté de levantarme, aunque fue una decisión errónea, porque todo me dolía. Mis extremidades parecían haber envejecido cien años; mi cuerpo en general parecía haber envejecido. Me dolía cada centímetro del cuerpo y no podía siquiera mantenerme erguida.

Volví a mirar a mi alrededor, sin pararme mucho en ningún punto determinado, para no hacer peor lo que acababa de confirmar; que efectivamente, estaba sola del todo.

Las lágrimas volvieron a bañar mi rostro, pero esta vez yo no era consciente. Estaba sola. Y jamás me había sentido tan aterrada. Porque sabía que si estaba sola, era porque el resto había... muerto.

- ¡¡¡Diana!!! -grité a todo pulmón, tambaleándome.

Y así lo hice con el nombre de Jacob, el de Liv, el de Dan, el de Gwendolyn... hasta con el de Dylan y el de la pequeña Kathlyn.

Me cubrí el rostro con las manos y grité. Grité porque de verdad tenía miedo. Un miedo igual de intenso y aterrador que el que sentí cuando estaba encerrada en aquel sótano. Porque volvía a estar sola, y nadie podía salvarme. Esa vez no.

Me abracé a mí misma, sintiendo un frío helador. Estaba en la Isla de las Voces, el sitio más macabro del mundo y del universo, y estaba sola.

Otra punzada de dolor en la cabeza y me llevé la mano al mismo sitio que anteriormente me había cubierto. Estaba segura de que me había golpeado con algo al hundirme en el agua, porque era un dolor insoportable.

Me miré los brazos pálidos por el frío y vi algunas cadenas moradas recorriendo mi piel, y supe que se debían a más golpes, aparte de arañazos rojos y una herida abierta en el antebrazo.

Tenía la vista nublada por las lágrimas, mientras pensaba en lo débil que es el cuerpo humano, no sólo yo. En lo fácil que es lastimarlo, ya sea física como psíquicamente.

Y entonces lo oí.

No sé cómo, porque estaba demasiado concentrada en mi soledad y en el dolor, pero lo hice.

Descubrí mi cara otra vez, oteando el horizonte y mi alrededor, para descubrir de dónde provenía aquel gemido.

Quizá... quizá sólo se trataba de la Isla y de las alucinaciones que te provoca...

Pero lo volví a oír, y estoy segura de que mi corazón se paró cuando divisé algo en las rocas más cercanas de la costa.

Era un ser humano, pero desde aquel punto no podía distinguir de quién se trataba.

Eché a correr. Por increíble que parezca. Mis piernas quemaban, ardían totalmente pero no me importaba, porque no estaba sola. Y lo único en lo que pensaba era en ayudar a aquella persona. Estaba desesperada. Tan desesperada que ignoré los latigazos de dolor que sentía.

Me tropecé varias veces y estuve a punto de caer, pero conseguí llegar a las rocas. Ni siquiera sentí los cortes que estaban provocándome en las rodillas y en las manos, y los golpes que estaba recibiendo en las espinillas cada vez que resbalaba y chocaba contra las puntiagudas rocas.

Era un chico.

Y el chico había conseguido aferrarse a una roca, y trataba de subirse mientras tosía con violencia.

Pero no me hizo falta acercarme más porque ya sabía quién era.

Lo que me hizo arrastrarme más rápido sobre las piedras y llegar antes a él.

Alargué una mano y agarré con desesperación su brazo. Saqué fuerzas de donde no las había y tiré de él, ayudándole a subirse del todo a las piedras. Dejé su piel marcada de un rojo aguado, y sabía que la sangre provenía de mis manos pero me daba igual.

Tosió con más violencia y escupió todo el agua que había tragado y había encharcado sus pulmones, a cuatro patas sobre la piedra en la que estábamos.

No le solté. Sentía que si lo soltaba, desaparecería o se ahogaría otra vez. Desplacé mi mano hasta su hombro, sin dejar de mirarle, demasiado preocupada por él y en shock como para decir algo.

Cuando dejó de toser y giró su rostro hacia mí, deslicé mi mano hasta su cuello de manera lenta, midiendo mi contacto, sin dejar de mirarle, demasiado emocionada.

- Estás viva... -murmuró con la voz ronca.

Se me nubló la vista por culpa de las lágrimas, en el momento en que Jacob me abrazó con fuerza y yo le rodeé el cuello, acercándole aún más a mí, como si fuera mi salvación. Y en verdad, así era.

Sentí su cálido aliento en mi oreja, y cómo suspiraba de alivio, y algo se removió en mi interior. No sabía exactamente qué...

Me temblaba todo el cuerpo, y no sabía si era porque ya no estaba sola, o por el hecho de que Jacob había sobrevivido. Volví a sollozar, pero sentí que el miedo comenzaba a disminuir, y supe que era porque estaba entre los brazos de Jacob.

Enterré el rostro en el hueco de su cuello y seguí llorando.

- Estoy aquí... Kathy... No pasa... nada... -murmuró a duras penas.

Conseguí alejarme un poco de él, y entonces enmarcó mi rostro con sus manos y me obligó a mirarle.

- Estoy aquí. -repitió.

Y yo asentí, porque lo sabía.

No en el sentido físico, pero en el emocional.

Jacob estaba allí. Siempre lo había estado.


***


Nos ayudamos mutuamente, apoyándonos el uno en el otro, y conseguimos llegar a la arena, lejos de las rocas que habían arañado mi cuerpo entero en aquella desesperada carrera.

Estaba temblando. Por frío, por dolor, por angustia y por miedo.

El miedo no se había ido del todo. Y me odié porque me sentí débil, aunque supongo que eso era lo que era. Yo era débil.

Jacob no me soltó en ningún momento, y yo tampoco lo solté a él, y no dejó de repetirme que estaba allí.

Ni siquiera cuando me dejé caer al suelo porque el temblor era demasiado fuerte. Se colocó frente a mí y sus manos volvieron a enmarcar mi rostro. Me apartó el pelo del rostro y yo me perdí en sus ojos verdes.

- Todo va a salir bien.

Y seguidamente, cerré mis puños alrededor de su camisa mojada y le obligué a acercarse a mí. Apoyé la frente en su hombro y cerré los ojos, tratando de calmar mi respiración. Sentí su aliento en mi cuello y cómo sus manos me acariciaban la espalda y los brazos con suavidad y delicadeza.

- No tengas miedo, Kathy. -susurró en mi oído. -Soy yo, estoy aquí.

- Lo sé. -contesté en un susurro, antes de que todo se desvaneciera.



***


Cuando abrí los ojos, Jacob no estaba a mi lado. Y por un fugaz momento pensé que igual todo había sido un sueño y que estaba, efectivamente, sola.

Pero oí voces a mi alrededor, y reconocí a la perfección la de Jacob, así que el miedo que acababa de sentir desapareció de un plumazo.

Traté de incorporarme, aunque el dolor seguía siendo igual de intenso que antes. Entonces, una mano se posó en mi espalda, cosa que me sobresaltó ligeramente. Me giré, todavía en el suelo, para encontrarme con los cálidos ojos verdes de Jacob. Algo se removió en mi interior.

Me dirigió una media sonrisa que me petrificó.

- ¿Te encuentras mejor?

- Creo que sí. -murmuré.

Buscó mi mano con la suya, y yo sentí que se me paraba el corazón. Luego me di cuenta de que sólo era para ayudarme a levantar.

Una vez en pie, agarrando mi mano, y la otra aún apoyada en mi espalda, nuestras miradas se cruzaron otra vez en lo que a mí me pareció una eternidad.

- ¡Jacob! -llamó una voz. Una voz que conocía muy bien.

Entonces Jacob apartó la mirada para mirar con total seguridad a la joven que estaba hablando, y me sentí vulnerable y pequeña. Reemplazada.

- ¡Veo otro cuerpo!

No me lo podía creer. Pero tampoco podía creerme lo que estaba sintiendo; me estaba sintiendo reemplazada. ¿Por qué? Jacob y yo no éramos nada.

El contacto existente entre ambos se disolvió en la nada en cuanto Jacob corrió hacia la joven que había hablado.

Mejor dicho, hacia la víbora.

Me giré lentamente, en el sitio, para ver la perfecta figura de una chica rubia y de increíbles ojos azules que miraba con pasión a Jacob.

- ¡Hola, Greenwood! Cuánto tiempo, ¿no? -exclamó poniéndose de puntillas para poder ver por encima de Jacob.

No estaba segura de si su voz había sido amigable o no.

- No el suficiente. -siseé.

Y me giré, dándoles la espalda, y chocándome con otra figura.

- ¡Kathy!

Su voz activó un mecanismo en mi interior que me hizo abalanzarme hacia ella y abrazarla.

- ¡Diana!

Diana estaba sana y salva.

Pero...

- Di, ¿y...?

- Tranquila, está bien. Es un milagro, lo sé. -contestó, temblándole la voz. -No la solté en ningún momento. Fue... Liv la que me ayudó a salir a la superficie. Bueno, la que nos ayudó a todos los que estábamos en la bodega.

Nada más oír su voz, se me heló la sangre. Me giré, buscando a mi alrededor una melena hecha de fuego, pero no había nadie.

- ¿Dónde está Liv? -inquirí, con los ojos muy abiertos.

Diana sacudió la cabeza, negando.

- No lo sé, pero Kathy, no pasa nada. Seguro que aparecerá. No han dejado de llegar cuerpos a la orilla.

Diana no completó esa frase, pero ambas sabíamos que que llegaran no implicaba que siguieran vivos.


***


Gwendolyn también estaba bien. Y Dylan, que estaba con Diana y la pequeña Kathlyn. Y algunos más de mi tripulación, pero no me interesé en saber quiénes eran.

Me limitaba a acercarme a ellos para ver sus rostros, buscando a alguien en especial. Alguien que faltaba. Mi corazón latía con fuerza, y la angustia me rodeaba el cuello como si fuera una serpiente a punto de ahogarme.

No sé cuántas veces les obligué a mirarme, desesperada. Pero por mucho que buscaba y buscaba, no estaba. Ninguno de los presentes era quien yo buscaba.

Me paré, quedando entre un remolino escaso de gente, que se trataban de ayudar unos a otros por las heridas que las astillas de mi barco les habían causado, o por haber tragado demasiada agua, o por golpes.

No estaban entre los vivos. Giré la cabeza para mirar hacia la orilla, donde estaban colocados los pocos cadáveres de la gente que no había conseguido sobrevivir, aquellos que no se habían perdido en la profundidad del océano, en una perfecta línea paralela a la costa. Se me encogió el corazón, y no sabía si mirar sería una buena idea, pero tenía que hacerlo. Tenía al menos que comprobar que las personas que trataba de encontrar no estaban entre ese grupo de desafortunados.

Caminé con lentitud, sintiendo cómo el imaginario olor a muerte se instalaba en mi organismo. Sólo olía a sal, pero me daba la sensación de que la muerte tenía un olor, un olor que sólo yo notaba. Y lo estaba notando.

Sentí arcadas, pero me contuve y me acerqué más.

No le tenía miedo a los cadáveres. Era la Princesa de los Mares, y ver gente muerta se había convertido en algo normal, algo que veía casi con normalidad.

Lo que me daba miedo era descubrir quiénes eran los cadáveres.

Repasé sus rostros pálidos, quedándome con ese color morado que pintaba sus labios y con ese color grisáceo que pintaba sus pieles frías y sin vida.

A pesar de estar buscando otra cosa, recé por todos ellos y pedí perdón de corazón a sus familias, si es que tenían, y a ellos mismos.

Algo se desinfló en mi interior, porque Dan y Olivia no estaban entre esos rostros. Pero tampoco estaba entre los vivos.

- Faltan cinco personas. -dijo de pronto Jacob, que se acercaba a mí.

Sostuve su mirada, que estaba llena de compasión, y apenas fui consciente de que las lágrimas rodaban por mis mejillas.

- No te preocupes, Kathy. Van a aparecer, estoy seguro. En cualquier momento.

Me apresuré a secarme las lágrimas y a desviar la mirada, tratando de ser fuerte, aunque me parecía imposible.

Ambos sabíamos que podían aparecer, pero nadie nos aseguraba que fuera con vida.


***


Esperamos y esperamos. Esperamos hasta la puesta de sol. Llevábamos casi un día entero en aquella playa, atendiendo a mi tripulación magullada.

Yo estaba sentada en la arena, lo más lejos de la orilla posible, como si desde esa posición pudiera abarcar más océano con mis ojos, y así encontrar a Dan y a Olivia.

El sol se ocultaba en el horizonte con lentitud, como si él tampoco pudiera irse sin encontrarles. Las nubes que pintaban el cielo estaban coloreadas de rosa y naranja.

Mientras tanto, los supervivientes estaban cavando tumbas en la arena, cerca de la línea del bosque de entrada a la Isla, y enterraban a los cuerpos que estaban ordenados en fila en la orilla. Yo ni siquiera miré.

De pronto, la voz de Jacob me sobresaltó. Se dejó caer a mi lado, con sus ojos clavados en mí.

- Déjame ver tus heridas.

Parpadeé para volver a la realidad y me encogí de hombros, enseñándole las palmas de mis manos y los cortes que tenía en las piernas. Mi pantalón marrón había quedado destrozado, al igual que el cuero desgastado de mis botas.

- No merece la pena. Son simplemente cortes. -murmuré, desviando la mirada.

Sentí sus dedos acariciando la piel de mis manos, y tuve la sensación de que esa caricia iba más allá de estar palpando simplemente mis heridas.

- Sería bueno limpiar la sangre. -añadió él.

- Es imposible limpiar la sangre que mancha mis manos, Jacob.

Lo dije. Me salió. Como si fuera algo normal, como si hubiera dicho hola, o buenos días. Lo dije, no me molesté en tratar de arreglarlo, porque era la verdad.

Jacob se quedó en silencio durante unos segundos, mirándome fijamente a los ojos, y entonces sacudió la cabeza, en desacuerdo con lo que acababa de salir de mi garganta.

- No, Katherine. No creerás encima que es tu culpa.

Desvié la mirada y me encogí de hombros, dando a entender claramente que así era.

- Mírame. Katherine, mírame.

No miré. No podía.

Colocó su mano bajo mi barbilla y me obligó a mirarle. Nuestros rostros estaban a escasos centímetros el uno del otro, y no sé en qué estaba pensando en aquel momento, la verdad.

- Tú no has hecho nada, Katherine. ¿Crees en serio que lo que ha pasado es tu culpa? Nada de lo que ha ocurrido es tu culpa. Tú no eres responsable de la muerte de nadie, Katherine. Dime, ¿les has matado personalmente, tú, clavándoles una espada? ¿Les has ahogado tú?

- Pero me seguían a mí, Jacob. Yo les he metido en esta estúpida aventura, yo les he guiado a la muerte. Yo les he condenado a morir.

- Ellos aceptaron a seguirte. No les obligaste. Ellos te siguen y te seguían porque querían. Sabían que seguirte era arriesgado, pues el mar hace lo que le da la gana. Pero lo hicieron de todas formas porque ellos querían. -hizo una pausa, en la que cogió aire. - Tú no nos has metido en esta estúpida aventura; nosotros lo hemos hecho, porque hemos decidido seguirte. No les has guiado a la muerte, Katherine. No les has condenado a morir. Ellos te han seguido, conociendo perfectamente los riesgos que el mar puede tener.

Sus ojos verdes brillaban con intensidad, y nos imaginé a los dos cuando éramos unas críos, observando la puesta de sol en el muelle de la ciudad.

- Mírame, yo sigo vivo. Y te seguí. Decidí seguirte a pesar de los riesgos que conllevaría para mí. Y bueno, te seguí, ignorando los problemas que supondría para ti, pero eso es otra historia.

La segunda parte de su frase me confirmó lo que estaba pensando; que no se refería a seguirme físicamente, o a seguirme por el motivo por el que mi tripulación me seguía. Sabía que se refería a algo más allá... a lo que éramos Jacob y yo.

- Y te seguiré hasta donde haga falta, y moriré en el intento si es necesario. -murmuró.

Recordé nuestro último y humillante encuentro, y por un momento pensé en actuar fría y cortante, pero él parecía haberlo olvidado, y no tenía fuerzas como para actuar falsamente, así que decidí hacer lo mismo; decidí olvidar lo que ocurrió, al menos por unos instantes.

- Serías un imbécil completo si de verdad pensaras eso. -sonreí, olvidándome por un momento del dolor.

- Y lo pienso de verdad. Pero ya sabes que lo soy, Katherine. -contestó Jacob, esbozando una de sus medias sonrisas, sin apartar sus ojos de mí.

- Estás loco, Jacob.

- Pero en el fondo es lo que más te gusta de mí, Kathy.

No lo iba a negar, pero sólo era parte de la verdad.

Los dedos de Jacob se acercaron a mi muñeca y remangaron mis camisa, para poder ver lo que yo ya había visto antes; las manchas moradas de mis brazos y la herida que ya había dejado de sangrar hacía bastante.

- No está tan mal como tu frente... -murmuró.

Alzó la mirada hacia mi sien derecha y seguidamente sentí sus dedos acariciando mi piel justo encima de la ceja.

- Te has dado un buen golpe... Tiene muy mala pinta.

- Deberías mirarte a ti.

En ese momento me di cuenta de que antes no había reparado en el golpe de su rostro; tenía el pómulo ligeramente hinchado y de un morado que se mezclaba con rojo. Jacob volvió a mirarme a los ojos, en completo silencio, y alejó su mano de mí, posándola sobre la arena.

No sé por qué lo hice, pero lentamente acerqué mi mano hasta su mejilla, y después de debatirlo intensamente con mi yo interior, acaricié su cálida y morena piel, sintiendo demasiadas cosas a la vez.

- ¿Te duele? -susurré.

- Un poco, pero estoy bien. Créeme, he sufrido cosas peores... -terminó la frase con una media sonrisa, y el contacto terminó.

Y ahí nos quedamos, contemplando lo que quedaba de la puesta de sol, en un completo silencio que no fue para nada incómodo.

Me gustaba. Me gustaba ese Jacob, y me gustaba lo que me hacía sentir. Y me gustaba yo misma cuando estaba él cerca. Me gustaba que al fin y al cabo, después de todo, pudiéramos mantener conversaciones así, pudiéramos parecer... amigos.


martes, 12 de agosto de 2014

DDM: Capítulo 89


¡Hola a todos!

Sé que es raro en mí, pero hoy he decidido subir el capítulo 89... Como ya os dije en el anterior, no estoy segura de que vaya a poder subir con frecuencia capítulos, así que he decidido subir hoy otro, ahora que puedo...

Espero que os guste y mil gracias por todo :)






Dan se levantó sobresaltado y casi gritó:

- ¿Qué está ocurriendo?

- Debe de ser una tormenta. -contesté, levantándome de la cama.

Ambos salimos con rapidez fuera del camarote, para confirmar mis palabras; unas nubes tan negras como las de mi pesadilla se cernían sobre nosotros, y el mar estaba tan revuelto que hasta yo sentí miedo.

Me sequé las lágrimas como pude, y me abalancé sobre el timón, tratando de controlar la nave que se desequilibraba cada vez más.

- ¡¡¡Cerrad la bodega!!! -fui lo primero que grité.

No toda la tripulación estaba en la cubierta, pero si los suficientes como para hacer lo que yo acababa de decir. Ni Jacob, ni Diana, ni Liv estaban en la superficie, y eso me alivió.

Aún sentía el dolor que me había causado la pesadilla y la falsa imagen de Harry vivo... pero me concentré en el timón y en no echarme a llorar, pues eso era lo más importante; mantenerme fuerte.

Dan se colocó a mi lado, ayudándome a controlar el timón. Pero las olas eran demasiado fuertes, la lluvia empapa todo y la fuerza del viento era descomunal. Nuestros esfuerzos eran en vano; el barco se movía intensamente.
He de admitir que esa fue la primera y única tormenta en la que pasé miedo de verdad.

- ¡¡El mar está demasiado revuelto!! -grité, tratando de hacerme oír sobre los truenos que retumbaban por encima de nuestras cabezas.

Dan contestó con un "sí" alto y claro, sin saber qué más decir.

Los pocos tripulantes que había sobre la cubierta ya habían cerrado la bodega y corrían de un lado a otro, arrastrados por el propio barco inclinándose.

Mi corazón latía con demasiada fuerza. Era como despertarse de una pesadilla que continuaba en la vida real. Literalmente.

De pronto, una enorme y brutal sacudida nos hizo perder el equilibrio y caer al suelo, para ser arrastrados hacia la barandilla oeste del barco. El timón quedó totalmente descontrolado, girando con una rapidez desmesurada, y traté de levantarme, pero me fue prácticamente imposible, pues las embestidas de las olas contra mi nave no paraban.

Dan me sujetó por un brazo y trató de impulsarme hacia arriba. Justo cuando creía que podía mantenerme en pie, otra ola que llegó incluso a cubrir la cubierta principal, embistió el barco y volví a caer, esta vez haciéndome daño en el tobillo izquierdo y en el hombro, derecho.

Y ahí estábamos, como si fuéramos hormigas en el ojo de un huracán. Lo vi todo perdido.

Me arrastré por el suelo como pude, acercándome al timón, con Dan haciendo lo mismo por detrás. El barco se inclinó peligrosamente otra vez, y nuestros cuerpos se deslizaron por la madera como si fuéramos marionetas. Estiré los brazos y me aferré a las barras de la barandilla que había al lado del timón. Dan se agarró a mi tobillo, lo que me produjo un dolor intenso en la pierna de la que Dan tiraba. Y en ese instante que duró apenas un segundo, sentí que me iba a romper en dos, y seguidamente, mis dedos se vieron incapaces de aguantar mi peso y el suyo, así que decidieron soltar su agarre, y entonces los dos nos arrastramos en forma de pelota por la cubierta, retorciéndome músculos que ni siquiera sabía que existían.

Mi espalda chocó contra la barandilla, y supe lo que iba a pasar a continuación. Supe que iba a caer. Y supe que me iba a ahogar. Que iba a morir.

Supongo que no todos estamos destinados a vivir una vida larga, y menos si tienes la valentía de enfrentarte al mar.

Pero entonces, Dan sujetó mi mano, impidiendo que mi cuerpo cayera al vacío.

El miedo corría por mis venas, y sentía que iba a desfallecer. Me dolía demasiado el brazo, al igual que el hombro, y me era imposible dejar de gemir. Dan me ayudó a saltar la barandilla para volver a la cubierta, y otro zarandeo nos obligó a caer al suelo, de nuevo.

Dan me rodeó con ambos brazos, tratando de protegerme de los golpes y del propio mar, y tal vez de l que iba a ocurrir a continuación.

- Vamos a morir, ¿verdad? -grité cerca de su oído, creyéndome mis propias palabras.

No iba a luchar más. No podía. Sabía que era una batalla perdida. Y cuanto más me lo repetía, más dudaba en si me refería a una batalla perdida contra el mar o contra mi propia vida.

Quizá se trataba de mi vida.

Quizá lo más fácil era rendirse del todo.

- ¡No! -contestó él, seguro y firme.

Ojalá pudiera creerle.

Y entonces lo vi, por encima del hombro de Dan.

Aquella enorme y oscura masa de agua en forma de ola gigante que se acercaba a nosotros y que se cernía sobre nuestro barco como si fuera el mismo cielo. Y me arrepentí de haber mandado que cerraran la bodega, porque sabía que los que estaban dentro iban a tener una muerte segura.

Recuerdo la negrura que nos cubrió. Y recuerdo que lo último que pensé fue que deseaba de todo corazón que Jacob y Liv y Diana pudieran abrir la bodega, y al menos intentar escapar de aquella ola gigante que engulló nuestro barco y lo hizo desaparecer en la oscuridad del mar, de la muerte.


***


Dolor. Frío. Mucho frío. Y mucho dolor también.

¿Quién era yo...? ¿Qué era yo...?

Negrura.

La más terrible oscuridad me rodeaba.

Pero de pronto, vi una chispa. O tal vez no la vi, simplemente la sentí.

Un hormigueo en alguna parte de mi cuerpo, no llegaba a adivinar cuál era. El hormigueo se acentuó, y supe que se trataba de mis pulmones y mis extremidades. De mi pecho en general.

Otra chispa.

Y supe que tenía que hacer algo.

Y con algo me refería a movimiento.

Agité lo que tenía por piernas y brazos, sin saber exactamente hacia dónde iba, pues ni siquiera sabía si estaba cerca de la superficie.

Me moví aún con más desesperación, mientras mis pulmones ardían por la falta de aire. Ya no podía siquiera mantener los ojos abiertos. Más oscuridad.

Y recuerdo que el rostro de Harry acudió a mi mente. Supongo que eso sólo podía significar una cosa; que estaba muerta. Y si no lo estaba era porque iba a estarlo en escasos segundos.

Pero antes de que mi cerebro se apagara del todo y la oscuridad fuera aún más oscura y fría, el rostro de Jacob inundó mi mente, y pensé que quizá, y sólo quizá, sí había esperanzas.

¿De qué?

No lo sé.



lunes, 11 de agosto de 2014

DDM: Capítulo 88

¡Hola todos (los que seguís ahí)!

Vuelvo a subir el capítulo 88, pues debí subirlo antes que el 87 y claro... Algo fallaba en el orden jajajaja.

Siento estar desaparecida durante tanto tiempo, y para ser sincera, ahora mismo no puedo prometeros subir con más frecuencia ni nada parecido... Quizás haga como mucho eso de programar las entradas para subirlas automáticamente, pero ya veré. El motivo por el cual voy a estar más ausente de lo debido, al menos más adelante, es mi mudanza. Sí, hace unos días que no estoy en España... Y bueno,   como una adolescente normal fuera del país, también voy a ir al colegio, y es un tema que me tiene un poco estresada... Así que digamos que los estudios en unos días me van a mantener muy entretenida.

Gracias por entenderlo, en serio, y gracias a todos aquellos que seguí leyéndome :)







Parpadeé varias veces seguidas, hasta que mi visión se despejó del todo. Me sentía demasiado cansada como para levantarme de entre las sábanas, pero algo me dijo que mejor cuanto antes.

Miré a mi alrededor, y fui consciente de que Dan no estaba tumbado en la cama. Y justo en ese instante, entró por la puerta, con una amplia sonrisa en los labios.

- ¡Vamos, despierta!

Su voz sonaba alegre, tanto, que creía estar yo también alegre. Me incorporé, sonriéndole, y acepté la mano que me tendía para ayudarme a levantar.

- Hace un día precioso. Es un día precioso.

Sus ojos brillaban, pero no me pareció extraño. Su alegría me contagiaba, y eso me gustaba. Me tendió mi ropa y esperó pacientemente a que me cambiara.

- ¿A qué viene tanto... no sé, alboroto? ¿Felicidad? ¿Alegría? -inquirí, riendo.

- Simplemente es un día precioso, Katherine. ¿No te parece eso suficiente?

Me encogí de hombros, aceptando esa respuesta. Dan y yo salimos de mi camarote, y el sol me deslumbró. Demasiado brillante, como si estuviéramos en pleno verano. El cielo azul claro se reflejaba en el mar, y no había ninguna nube a nuestro alrededor.

Dan tenía razón en cuanto a lo precioso que era el día.

- Katherine, tenemos algo que decirte...

Estoy segura de que mi corazón se paró por una milésima de segundo. Pero recuperó su ritmo normal en cuanto vi la sonrisa en el rostro de Dan. No podía ser algo malo.

- ¿Qué ocurre?

Dan dirigió su mirada hacia la bodega del barco, por la cual salió Jacob, tan radiante y magnífico como siempre. Pero a juzgar por sus caras, supe que esa no era precisamente la sorpresa; Jacob no se iba a declarar ni nada por el estilo, ni tampoco iba a besarme como lo hubiera deseado.

Seguí con la mirada fija en la bodega, expectante, cuando de pronto, Diana ascendió por las escaleras, con lágrimas en los ojos y brillando como si fuera el propio sol de felicidad. Tenía la vista clavada en algo a sus espaldas... o mejor dicho en alguien.

Mi corazón latía cada vez con más fuerza, hasta que una figura masculina perfectamente definida apareció de la bodega, sosteniendo entre sus brazos a Kathlyn... a su hija.

No puedo decir con exactitud si morí en aquel instante porque mi corazón dejó de funcionar o porque mis pulmones se olvidaron de cómo coger aire. Pero fue alguna de las dos opciones.

- ¿Ha... Harry...? -mi voz fue tan leve que temí que no me hubiera oído.

Las lágrimas inundaron mis ojos con rapidez, totalmente en blanco.

- ¿Harry...? -repetí.

Harry sonrió. Era su sonrisa. Sus ojos brillaban más que nunca, jamás le había visto tan vivo, ni tan feliz, ni tan... Me había quedado sin palabras. Harry.

Harry estaba allí.

De pie.

Sosteniendo a Kathlyn, con Diana.

Y me pregunté si aquello era real, porque me pareció imposible.

Me temblaban las piernas, me temblaba todo el cuerpo, y no fui capaz de aguantar el llanto. Automáticamente corrí hacia Harry, que me recibió con los brazos abiertos, después de entregarle a Kathlyn a Diana.

- Kathy... Oh, mi Kathy... -susurró en mi oído.

- Harry. -sollocé. - ¡Harry, estás aquí!

Tuve la sensación de que todo el universo podía oírme gritar aquello, aquella palabras tan llenas de felicidad por el retorno de alguien que creía completamente muerto.

No sabía por qué, pero no era capaz de decir nada más, así que me limité a no soltarle. Le rodeé entero, sujetando su torso con fuerza, aferrándome a él con todas mis fuerzas, sintiendo cómo la vida latía en su interior. Sintiendo cómo su corazón golpeaba su pecho, sobre el cual yo me apoyaba.

No me creía capaz de abrazar con tanta fuerza, pero ahí estaba yo. Sollozando por lo que estaba ocurriendo, abrazando a mi mejor amigo, al que jamás pensé que volvería a ver.

- Estoy aquí... Siempre lo he estado, lo sabes. Te lo prometí, aunque no fuera físicamente.

Asentí, con la cara empapada en lágrimas, segura de que daba pena mirarme, pero no me importaba, porque Harry estaba allí. Conmigo. Con Diana.

No me lo creía. Es que no podía creérmelo.

Y entonces, llegó el momento que siempre lo arruina todo.

Nubes negras aparecieron de la nada, cubriendo el cielo que antes era tan bello, rugiendo y amenazándonos con rayos y truenos, que pronto se convirtieron en una pesada lluvia.

Quise gritar y preguntar qué estaba ocurriendo, pero era como si el mundo se hubiera tornado silencioso, pues yo movía los labios, pero de mi garganta no salía ningún sonido. Tampoco del resto de personas.

De pronto, el barco se zarandeaba con fuerza entre la olas, las cuales lo golpeaban de manera amenazante. Y no pude hacer nada.

Me quedé clavada en el suelo, viendo cómo Harry se deslizaba hasta la barandilla del barco y caía por la borda en el torbellino de aguas oscuras que estaba a punto de tragarnos a todos, sin si quiera gritar, con su rostro serio y sin emoción alguna.

Fue en ese momento de shock cuando abrí los ojos realmente, y me di cuenta de que no estaba en medio de una tormenta huracanada, sino en mi camarote, en la cama, empapada en sudor frío.

Harry tampoco estaba allí. Nunca lo había estado. Porque sólo había sido una pesadilla.

Una pesadilla que me hizo darme cuenta de que estábamos cerca de la Isla de las Voces, pues algo tan malvado y cruel no podía venir de mi propio subconsciente.


Y la fuerte sacudida que sufrió mi barco en aquel momento lo confirmó.

viernes, 11 de julio de 2014

DDM: Capítulo 87

¡Hola a todos (si es que alguien sigue ahí después de tanto tiempo xD)!

Voy a limitarme a pedir perdón y a no prometeros nada, pues hasta la hora, habéis comprobado que no es que haya cumplido mis promesas de subir más a menudo... Espero que de todas formas, sepáis que lo siento muchísimo, pero es que últimamente no encuentro tiempo para hacerlo... Lo que sí os prometo es que no dejo de pesar en la historia y en que la voy a terminar. Eso lo prometo.

Y si ahora mismo hay alguien leyendo esto... muchísimas gracias por seguir aquí, por seguir leyendo esta historia que se llega por el capítulo 88 ya. Muchísimas gracias por seguir apoyándome y por hacerme sentir que a alguien le interesa lo que escribo... <3

Un beso enorme.





Me levanté por culpa de los movimientos inquietos y violentos de Dan a mi lado. Abrí los ojos como pude, y enfoqué la vista hasta ser consciente de que Dan no se estaba despertando de manera brusca, sino que estaba ya completamente preparado y me zarandeaba para despertarme.

- Buena forma de empezar el día... -solté con la voz ronca, en una especie de gruñido.

Volví a cerrar los ojos y le di la espalda, dispuesta a volverme a dormir. No tenía muchas ganas de levantarme y ver a Jacob sobre la cubierta. Además, la noche anterior me había dejado por los suelos y mi dolor de cabeza me había impedido dormir bien, así que no me encontraba en mi mejor momento.

- Vamos, capitana, ¿no se supone que deberías ser la primera en estar en pie...?

- La verdad es que debería ser muchas cosas, pero resulta que no lo soy, así que... -refunfuñé, mientras mis ganas de salir de mi camarote disminuían más y más.

Pude imaginarme a Dan poniendo los ojos en blanco, e inmediatamente después me obligué a sacar fuerzas de no sé dónde para ponerme en pie. Me froté los ojos y me estiré de manera exagerada.

Conseguí despertarme del todo y vestirme antes de que Dan me besara dulcemente. Y me sentí terriblemente culpable por no sentir lo mismo que solía sentir cada vez que me besaba de esa manera, por pensar en Jacob y desear que fuera él...

No.

Corté esos pensamientos y me obligué a sonreír.
Dan me confesó que era bastante pronto, así que no me sorprendió que la cubierta estuviera casi desierta, a excepción de tres tripulantes que enrollaban una cuantas cuerdas para izar las velas. Observé el mar aquella mañana. El cielo se reflejaba en las aguas activas que mecían mi embarcación. El sol brillaba con intensidad y no había ninguna nube que amenazara con estropear el día.

Me apoye en la barandilla, justo en la misma parte en la que había estado la noche anterior... Una punzada de dolor atravesó mi corazón. Más bien de humillación.

Sentí las manos de Dan acariciando mi espalda y masajeando mis tensos músculos.

- Tengo la sensación de que esta noche no has dormido muy bien. -susurró cerca de mi oído.- ¿Más pesadillas?

"Sí. Una muy real."

- No, no, tranquilo. Anoche tuve un fuerte dolor de cabeza que me hizo polvo... No fueron las pesadillas, tranquilo.

La mayoría de las noches que las pesadillas me asaltaban, Dan estaba demasiado dormido como para darse cuenta. Y yo sabía que no era su culpa, y que no pretendía darme a entender que no le importaba, pero no lograba evitar compararle con Jacob... Sabía que él se levantaría todas las noches cada vez que yo hiciera el mínimo ruido o el mínimo movimiento, cualquier mínima señal de que las pesadillas me estaban acosando...

"Te abandonó. No intentes buscar excusas que te hagan perdonarle. ¿O es que acaso no recuerdas lo de anoche?"

- Deberías haberme despertado pues.

- No, ¿por qué lo haría? Es un simple dolor de cabeza, no creo que vaya a morir por eso...

Oí su risa juntó a mi oreja y un escalofrío me recorrió de arriba abajo. Dan me dio la vuelta con lentitud hasta colocarme frente a él. Sus labios no tardaron en besar los míos y sus manos no tardaron en rodear mi cuerpo.

Traté de olvidarme de todo por un momento, de obligarme a quererle como se merecía, de obligarme a encontrar esos sentimientos que una vez sentí hacia él, pero... apenas podía. Apenas podía por culpa de los ojos esmeralda de Jacob, que me miraban desde el fondo de mi mente, ardiendo, mostrándome todo tipo de emociones desde amor, odio, tristeza, dolor, pasión...

De pronto, Dan se movió bruscamente, como si hubiera sido golpeado por algo. Y en efecto, así fue.

Se apartó de mí con rapidez, girándose para buscar al culpable de aquel golpe, llevándose la mano a la cabeza. Miré hacia abajo, topándome con una bota marrón oscuro en el suelo, a los pies de Dan, y no pude evitar reírme. Cuando alcé la vista, vi a Jacob de pie en la cubierta, con un brazo en al aire como si estuviera pidiendo disculpas.

- ¡Dios mío! Perdóname, Dan. No quería hacerlo aposta...

Se acercó a nosotros, dirigiéndome una mirada que no fui capaz de descifrar... ¿o sí? Aquella mirada era de complicidad. Llena de diversión, y no de enfado ni desprecio hacia mí.

Se agachó para recoger la bota y volver a ponérsela y al erguirse le dirigió una media sonrisa a Dan, el cual estaba a punto de pegarle un puñetazo.

- Lo sé, tengo una puntería de miedo, no hace falta que lo jures. Pero no te lo tomes a mal, no pretendía interrumpiros ni nada por el estilo...

- ¿Estás seguro? Porque a mí me parece lo contrario. -resopló Dan, temblando de la furia.

Jacob se encogió de hombros y antes de girarse, me dirigió otra mirada traviesa que me hizo temblar de la emoción.

- Te juro que le mataría. Sin dudarlo.

"Ya, bueno, eso sería si yo te lo permitiera."


***


- Creo que debemos hacerlo, mi capitana. -añadió Olivia, con voz firme.

Me pellizqué el puente de la nariz, barajando las posibilidades de hacer lo que pretendía hacer.

- La Isla podría estar en peligro. La Sangre Marina se encuentra en claro peligro, tal y como nos has demostrado el grupo anti-Sangre Marina. Estoy segura de que son muchos los que quedan, y no se van a rendir. No hasta que estéis muertos y hayan condenado a la Sangre Marina a la extinción. Buscarán la manera de acabar con todo.

Cerré los ojos, y me imaginé a mí misma muriendo, al lado de Jacob, a manos de los secuaces de la reina. Muriendo y acercándoles más a la victoria.

No estaba dispuesta.

- Está bien. -dije con voz firme.

Todos se callaron, sorprendidos por mi acceso. Diana parpadeó y se mordió el labio inferior, para después desviar la mirada.

Sabía que no sería lo mejor para ella. Tampoco estaba segura de que sería lo mejor para mí, no después de todo lo que había ocurrido en esa Isla.

Pero estaba segura de que tenía que acabar con todo de alguna manera, y esa manera era yendo a la Isla de las Voces. No importaba cuánto dolor me iba a producir, ni cuántos recuerdos llenarían mi mente, ni cuántos espectros malignos iban a torturarme viva.

- ¿Estás segura de que quieres ir? -susurró Dan en mi oído, rodeándome con un brazo.

Asentí, completamente segura. No sabía cuánto iba a durar esa seguridad, pero esperaba que lo suficiente como para no arrepentirme en el último momento.

Sabía que iba a ser difícil, y que quizá no era la mejor idea, perp también sabía que la Sangre Marina no iba a desaparecer tan fácilmente, no si había alguna solución. No si yo podía evitarlo.

- Si la Isla muere, vosotros morís. La Sangre Marina muere. -añadió Olivia, en tono bajo y algo oscuro.

Lo que no sabía era que tal vez, la solución no era lo que esperábamos.


***


Nos dirigíamos a la Isla de las Voces. Después de parar en un puerto que desconocíamos de la costa, y coger provisiones para más de un mes, partimos hacia nuestro destino.

Nos llevaría largos días y largas noches en los que pondría en duda mi decisión. Pero no podía sucumbir a mi miedo y a mi cobardía.

Estaba convencida de que era lo correcto; no podíamos huir del problema por más tiempo. La Isla era nuestra preferencia, era lo que supuestamente nos daba la vida. No podíamos permitir que los secuaces de la reina nos destruyeran.

Debíamos proteger a la Isla. Por muy odioso que me pareciera.

El viento me azotaba el rostro, permitiéndome aspirar el olor salino del mar. Estaba completamente sola en la cubierta, admirando la puesta de sol, pensando en mil cosas y en ninguna, cuando alguien se colocó silenciosamente a mi lado.

Mi corazón se aceleró, pero permanecí impasible. Por supuesto que sabía quién era, y me temí estar a punto de presenciar otro momento incómodo y humillante por su parte. No me hacía ninguna gracia volver a oírle decir cosas hirientes.

- Así que has decidido ir a la Isla de las Voces. -murmuró.

Asentí con la cabeza, sin mirarle.

- Creo que es lo que debemos hacer. Hemos olvidado por completo que existe, hemos estado huyendo de su importancia y relevancia sobre nuestras vidas. Lo hemos dejado de lado, y creo que es nuestra mayor prioridad en estos momentos.

Jacob no dijo nada, ninguno de los dos dijo nada, al menos por unos segundos.

- Katherine...

Su voz fue tan leve y suave que por un segundo pensé que me lo había imaginado. Me debatí entre alzar la vista y mirarle o quedarme totalmente quieta, con la mirada fija en el horizonte.

- Lo siento.

Lo soltó de golpe, sin andarse con rodeos.

- Es decir... siento lo que te dije anoche, yo...

- No pasa nada. Fuiste honesto, ¿no? No te puedo odiar por decirme lo que de verdad sientes. Lo acepto y lo asumo. Está bien. -le corté recordando lo que había ocurrido.

Jacob se quedó callado, mirándome con la boca entreabierta, sin saber qué decir.

- No, Katherine, no lo entiendes...

- Sí, lo entiendo. A la perfección. No hace falta que te expliques. -solté. -No tienes por qué seguir...

Me callé.

No tienes por qué seguir ¿qué? ¿Amándome? ¿Protegiéndome?

Jacob estaba expectante, pero yo no podía continuar con la frase.

- No tienes por qué seguir... en fin, ya sabes lo que quiero decir.

Pude ver la tristeza en sus ojos, la decepción.

- Katherine, no sé por qué lo dije... Tienes que creerme... Sabes que me importas...

- Estás bien. -volví a cortarle. -Creo... creo que no deberíamos seguir por ese camino.

Sabía que más tarde me arrepentiría de aquellas palabras, pero en aquel momento pensé que sería lo más correcto. No podía dejar que Jacob dominara mi vida, ni que tuviera el impacto que tenía sobre mí. No podía permitirlo. Porque sabía que iba a acabar herida, como siempre. O tal vez estaba demasiado asustada de perderle o de que me odiara... Tal vez lo mejor era sentir, pero en secreto.

Amar, pero en secreto.


***


Habían pasado veinte días desde el momento en que corté el perdón de Jacob. Y desde que me arrepentí de haberlo hecho.

Pero me obligué a mantenerme firme ante su presencia; Jacob tampoco volvió a intentarlo. Supongo que todo era mejor así... Supongo que nuestro destino era estar separados, vivir vidas diferentes y no unidas.

Aunque algunas noches me costaba creerlo. Y esa noche, veinte días después, fue una de ellas.

Me tumbé boca arriba en la cama, estando Dan ya completamente dormido, y traté de conciliar el sueño. Jacob no salía de mi mente, y no sé cuánto tiempo estuve tratando de pensar en otras cosas, como en Dan, en sus besos, en sus abrazos...

Tampoco sé cuánto tardé en quedarme dormida. Pero lo hice, pensando que la mañana siguiente sería un nuevo día, un nuevo comienzo.





martes, 22 de abril de 2014

DDM: Capitulo 86

¡Hola a todos!

Os traigo el capítulo 86, como podéis ver. Quería disculparme por mi (ya usual) tardanza en cuanto a la actualización del blog. Y de verdad que lo siento muchísimo... Pero no es nada relacionado con haberme cansado de la historia, es simplemente falta de tiempo :(.
Espero poder subir más frecuentemente, y de verdad que lo voy a intentar.

También espero que os guste este capítulo!!! :)

Un beso, y mil gracias por todo lo que hacéis por mí, en serio... No sé cómo seguís aquí, de veras! <3



Dan estaba tumbado a mi lado como casi todas las noches, completamente dormido. Pero yo no. Yo no estaba si quiera cerca de dormirme. Tenía la mirada clavada en el techo de madera, sin ser capaz de cerrar los ojos. Traté de centrarme en la respiración lenta y acompasada de Dan, deseando que eso sirviera para calmarme y hacerme dormir, pero no.

Tragué saliva, repasando los motivos que podían ser responsables de mi insomnio esa noche, pero no era algo difícil de averiguar. Es más, era bastante fácil: Jacob se encontraba en el mismo barco que yo.

Mierda.

Jacob se encontraba en mi mismo barco, en la bodega. Después de ocho meses.

Lo que no sabía exactamente era por qué me molestaba; si era porque le odiaba con toda mi alma y la furia me consumía al ser consciente de que estaba cerca de mí; o si era porque necesitaba hablar con él; o si era simplemente porque...

No dejé que esa última idea terminara de formarse en mi cabeza. porque no lo iba a consentir. Ni hablar.

Giré la cabeza hasta que Dan ocupó toda mi visión. Sus párpados cubriendo sus grandes ojos, sus labios ligeramente entreabiertos y su incipiente barba cubriendo su mandíbula. Su pecho moviéndose al respirar, su brazo cubriendo mi cintura y manteniéndome a su lado. Una cálida sensación me inundó por dentro y no pude reprimir la sonrisa que mis labios formaron.

No me pude contener y alcé la mano para apartarle un mechón de pelo de la cara.

Después de mi pequeña pausa, ajena a lo que me estaba preocupando en esos momentos, mis vista volvió a fijarse en un punto perdido del techo de madera. Y mi mente volvió a sumirse en una espiral de problemas y cosas sin sentido.

Decidí que no iba a quedarme dormida ni aunque quisiera, y estar allí tumbada sin hacer nada no me estaba haciendo ningún bien, así que me decanté por salir fuera. Como si eso fuera a ayudar, o algo así.

Salí de entre las sábanas, con cuidado de no despertar a Dan al apartar su brazo de encima de mí. Caminé en silencio por el camarote, y agarré el fino chaquetón que usaba últimamente. No tardé en ponérmelo, y una vez lista, salí fuera.

Era noche cerrada y no había ni rastro de mi tripulación en la cubierta, así que di por hecho que era bastante tarde. Lo que significaba que debería estar dormida en vez de estar divagando por la cubierta.

Una brisa fina me envolvió y me hizo temblar ligeramente, hasta que me acostumbré al frescor de la noche. La luna y las estrellas brillaban en el cielo nocturno, como si alguien hubiera disparado repetidas veces a una tela negra que bloquea la luz... Disparado. Recordé el peligroso arma que había tenido entre mis manos, ese arma diabólica que le había arrebatado la vida a uno de mis tripulantes. Me alegré gratamente de haberla lanzado al mar.

Caminé hacia la barandilla más cercana a mi camarote, sin molestarme si quisiera en bajar las escaleras que me conducirían a la cubierta como tal. A la cubierta en la que se encontraba la puerta a la bodega...

Resoplé y sacudí la cabeza ante mis pensamientos, y solté una leve carcajada. Me apoyé sobre la madera y observé el abismo negro que formaba el mar a nuestro alrededor. Por un momento, me imaginé que realmente caíamos en un abismo sin fondo, oscuro y frío, y sentí vértigo. La sensación desapareció en cuestión de segundos, y mi respiración volvió a calmarse.

No sabía qué hacía ahí, la verdad. Estar en la cubierta por la noche, con Jacob en la misma nave que yo, no solía ser bueno. Es decir... con él cerca, la noche no era soledad para mí, porque él siempre aparecía. Y me pregunté si estaba allí porque tenía la esperanza de que se repitiera otra vez, de que Jacob saliera en ese preciso momento.

Y no sabía por qué.

Cerré los ojos y enterré el rostro entre mis manos. Y entonces, algo se activó en mi corazón. Me puse completamente alerta, debido a ese crujido que produce la madera cada vez que alguien sale de la bodega.

Abrí los ojos, barajando las posibilidades de quién podía ser, porque era obvio que había alguien de pie en la cubierta. No oí nada más, así que di por hecho que se había quedado quieto o quieta sobre la madera.

Podría girarme... podría girarme y averiguar de quién se trataba. ¿Era estúpida? ¿Por qué tanta curiosidad por saberlo? Oh, claro. Porque Jacob estaba en mi barco.

Y a pesar de mi yo interior gritándome lo estúpida que era, recordándome el daño que me había hecho y recordándome que Dan era el que había estado a mi lado realmente, me giré. Lo hice. Y no tengo ni idea de cómo, para ser sincera.

Me dio un vuelco el corazón y no supe qué pensar de mí misma, pues sabía perfectamente de quién se trataba sin verle la cara. Conocía perfectamente aquellos hombros anchos, conocía perfectamente aquella forma en que sus pies se colocaban al estar de pie. Conocía perfectamente aquel pelo rubio ceniza que parecía plateado cuando la luna se reflejaba en él.

Allí estaba. Como si hubiera oído mis pensamientos sobre aquellas noches en las que aparecía en la cubierta antes de que todo esto... pasara.

No sabía si estar contenta o tener miedo, si estar enfadada o no. No sabía cómo actuar. Aunque lo primero que pasó por mi mente fue gritarle que se marchara, que la realidad era que no le necesitaba.

- ¿Qué haces? -inquirí lo suficientemente alto.

- Sabía que estabas aquí. -dijo, alzando la voz para que le oyera, encogiéndose de hombros.

Su voz.

Maldita sea.

Sentí una punzada en el corazón, y el dolor que ya sentía se vio aumentado, y no sabía muy bien por qué. ¿Porque esa era la voz que había necesitado escuchar mientras la depresión me consumía? ¿Porque esa era la voz que había deseado escuchar, pero jamás llegó?

Me mordí la lengua para evitar que el torbellino de emociones me arrastrara consigo y sostuve su mirada. Su verde mirada, la cual no fui capaz de descifrar. Otra punzada en el corazón.

-  Pues ya puedes marcharte, ya ves que tienes razón y que en efecto estoy aquí. -respondí, cortante.

- ¿Por qué debería... más bien querría, marcharme?

Desvié la mirada hacia el mar, antes de responder, movida por el dolor que oír su voz me causaba.

- No lo sé, dímelo tú. Tengo la sensación de que se te da muy bien eso de marcharte.

Se podía palpar a la perfección el dolor y el rencor que esa frase guardaba. Y esperé que lo hubiera captado.

Jacob suspiró, lo suficientemente alto como para que yo lo oyera, y desvió la mirada hacia el suelo. No contestó, al menos no en los siguientes minutos.

- Yo también pensé que se me daba bien, para ser sincero. -empezó. -Pero aquí estoy otra vez. Delante de ti, en tu barco. En Vigo. Tal y como aquella primera vez que nos vimos, después de años separados.

Traté de contestar con algo hiriente y que le dejara claro mi opinión sobre él, pero no fui capaz. En vez de hablar, le di la espalda y me volví a apoyar en la barandilla, tratando de olvidarme de que Jacob estaba allí. Pero al parecer no funcionó, porque sentí cómo mis ojos ardían debido a las lágrimas que amenazaban con nublar mi vista.

- ¿No vas a bajar aquí, conmigo? ¿No vas a acercarte a mí?

Pensé en contestar que para qué quería que me acercara, pero eso sería... no sé, no creía que preguntar aquello fuera a traer algo bueno a mi vida. Pero lo hice.

- ¿Por qué debería? -traté que mi tono sonara enfadado.

- Porque en tu cama ya hay alguien, así que creo que es mejor que vengas a la mía. -soltó con una media sonrisa. -A no ser que quieras que entremos en tu camarote... el problema es que no te prometo que a Dan le agrade, así que...

Suficiente.

Me giré completamente, anonadada por sus palabras.

- ¿Qué acabas de decir?

Me alejé de la barandilla y bajé las escaleras con rapidez y sin importarme el hecho de que estaba haciendo demasiado ruido.

- Eso es. -susurró, sin perder su media sonrisa.

- ¡¿Cómo te atreves a decirme algo así, Jacob?! -inquirí.

Sólo tenía que dar dos pasos y estaríamos pegados del todo.

- Simplemente quería que te acercaras a mí. Y veo que lo he conseguido. -contestó, divertido. -Aunque la verdad es que mi idea no está nada mal, admítelo...

- ¡Cállate! -grité, llevándome las manos a la cabeza.

Cerré los ojos para tratar de calmarme y no matarle allí mismo.

- ¿Sabes? -comenzó a decir. -Todo esto me recuerda a aquella noche, cuando empezamos nuestra aventura,...

- ¿Cuál de todas....? -tragué saliva y rectifiqué- Es decir...

- Aquella en la que traté de besarte por primera vez en mucho tiempo. -interrumpió.

Entreabrí la boca mientras Jacob acortaba la distancia que había entre nosotros.

No.

- ¿Acaso crees que eso se va a repetir? ¡No te atrevas a....!

- ¿A qué?

- A besarme, Jacob. Actuas como si nada hubiera ocurrido. Como si no me hubieras destrozado, como si no te hubieras marchado y todo siguiera igual entre nosotros... No te atrevas a actuar así, Jacob. No voy a tolerar tus jueguecitos. -murmuré, con la vista nublada por las lágrimas.

De pronto, Jacob dio un paso atrás y su semblante se tornó serio y frío, distante.

- ¿Quien ha dicho que te fuera a besar? ¿De verdad creías eso? -hizo una pausa, y me lanzó una mirada fría como el hielo, o aún más.- Si me marché fue por algo.

Au.

Me quede totalmente congelada, sintiendo un dolor palpitante en el corazón. No... No podía haber dicho eso... No podía... Yo pensaba que...

Las lágrimas comenzaron a caer de mis ojos, cubriendo mis mejillas.

- Eres... eres despreciable... -susurré cuando Jacob se dio la vuelta.- ¡Eres una babosa sin corazón! ¡No tienes corazón, Jacob! ¡Eres despreciable!

Se dio la vuelta en el último momento, como si sintiera curiosidad por lo que estaba a punto de decir.

- Por qué me has seguido todos estos meses pues. ¡por qué! Por qué, Jacob, si al parecer te marchaste porque me odias. Y por qué estás aquí, por qué no te marchas otra vez

- Porque ahora mismo eres un blanco fácil para mucha gente. No te tomes esto de protegerte como una muestra de amor o algo así.

Otra vez.

Me sentí humillada, dolida y miserable.

- Pero... Liv me dijo... -murmuré en voz alta, aumentando mi humillación, dando a entender que sí que necesitaba que me quisiera...

- Liv te mintió. Cualquier cosa que te dijera sobre mi y lo que podría sentir por ti es mentira.

No sabía como seguía viva. Todo mi cuerpo ardía y me dolía la cabeza.

- Buenas noches, Katherine.

Me quede ahí de pie durante un buen rato, y no me marché hasta mucho después de que Jacob desapareciera en la oscuridad, dejando a sus espaldas un montón de palabras que habían conseguido destruirme del todo

Ese no era el Jacob que recordaba. O al menos no era el Jacob que solía amarme...
Tenía los ojos húmedos por las lágrimas y el dolor de la humillación anterior latía en mi corazón, demasiado presente en mí. Pero no iba llorar. Es decir, no iba a llorar de la manera en la que la Katherine que fui unos meses atrás lo haría. No iba a sollozar sobre la madera de mi barco como si siguiera siendo y débil.

Aún así, permití que unas cuántas lágrimas rodaran por mis mejillas y desaparecieran en mi blusa, porque aunque no quisiera ahogarme con mis propias lágrimas, sí que me ahogaba con el dolor. La humillación. Me sentía patética, porque había llegado a pensar que me quería.

Pero no.

Jacob me había dejado claro que no sentía nada por mí.

Y lo peor de todo es que me dolía. Y si me dolía sólo podía ser por una cosa: porque tenía esperanzas de que sus sentimientos hacia mí no hubiera cambiado; de que aún me amara; de que hubiera vuelto para arreglar las cosas, para arreglarme a mí después de todo el daño.

Lo que significaba que la estúpida Katherine Greenwood Wells seguía enamorada de Jacob Fellon, aunque fuera ligeramente.


***


Contemplé la luna una última vez antes de marcharme y volver por donde había venido, llevando conmigo la humillación de lo sucedido hacía unos minutos. Mi corazón ardía, y una parte de mi ser me exigía que no entrara en ese camarote y que me quedara a un lado llorando, tal y como Katherine haría. Pero me negué. No iba a aumentar la humillación. No iba a dejar que esto me afectara, al menos no del modo en que solía hacerlo.

Ya sabía cómo era Jacob, lo sabía a la perfección. Con sus ojos verdes y brillantes, con su apariencia de príncipe azul... Le había dado demasiadas oportunidades, a lo largo de toda mi vida. Supuse que ya no sería necesario, porque me había dejado muy claro que no era nadie para él.

Pero entonces recordé lo que había pasado unas horas antes, en el bosque. Jacob había parecido dolido y triste por mis palabras, como si la realidad fuera que seguía significando algo para él. Hasta me había dicho que le importaba. Él lo había dicho. ¿Cómo era posible que hacía unos minutos negara lo que había dicho en el bosque...?

Jacob. El ser humano que más me había confundido de todo el universo. Jacob, con sus juegos que mareaban a mi corazón.

Sacudí la cabeza, parando el hilo de pensamientos que a mi parecer se dirigían hacia un agujero peligroso para mí. Si seguía pensando en él, sabía que no llegaría a nada bueno, a nada que me beneficiara.

Inspiré con fuerza y solté todo el aire acumulado en mis pulmones de manera lenta y calmada. No. No iba a dejar que esto me afectara. No iba a dejar que las palabras de Jacob se interfirieran en mi vida, como si aún me importara...

"Pero, ¿y si es verdad que te importa...?"

No. No lo hacía. Simplemente... estaba cansada y exhausta emocionalmente por lo que había pasado.

"Eres tú la que ha permitido que Jacob esté en tu bodega ahora mismo."

No. Bueno, no del todo. Técnicamente no..., había sido Liv la que había decidido.

"No haces más que engañarte. No seas estúpida."

Sí, lo sabía. Y admitía que trataba de engañarme, porque así a lo mejor todo esto se pasaba, y así dejaría de sentirme culpable porque Dan estaba al otro lado de la puerta, dormido, creyendo que yo estaba también con él tumbada a su lado... y sin embargo, ahí estaba yo, pensando en alguien que no era precisamente Dan, preguntándome a mí misma si era verdad lo que sentía por Jacob... (Si es que sentía algo, claro)

Sacudí por enésima vez la cabeza, tratando de despejar mi mente. No podía seguir así, con Jacob monopolizando mi mente.

"¿O sí?"

Quise tirarme del cabello, o tirarme al agua congelada para acallar esa estúpida voz en mi cabeza que me respondía a todo lo que pensaba. ¿Desde cuándo hablaba conmigo misma de esa manera? ¿Y desde cuándo estaba discutiendo conmigo misma, como si fuera dos personas?

Aunque quizá si era dos personas diferentes. La Katherine que seguía dependiendo de Jacob como si fuera su droga, y la otra parte, la rencorosa o la lógica (según por donde se mire), que mantenía que Jacob era peligroso para mi estabilidad y que tenía que olvidarme de él y ser feliz junto a Dan.

Gruñí de manera silenciosa, al sentir pinchazos en las sienes. Mi dolor de cabeza aumentaba. Así que decidí entrar en el camarote.

Y allí seguía Dan, tumbado esta vez boca abajo, casi roncando debido a la postura que le impedía coger mucho aire, y allí estaba yo, siendo testigo de cómo mis dos mitades se peleaban y combatían por ganar la batalla de mis sentimientos.

Me sentí terriblemente culpable, por pensar en Jacob y plantearme seriamente lo que sentía, pues en teoría amaba a Dan. Y me odiaba por dudarlo. Porque Dan había estado allí y me había dado demasiado. Y no quería hacerle daño.

Suspiré y caminé de puntillas hasta la cama. Me metí entre las sábanas, y una vez completada aquella misión, Dan comenzó a moverse para incorporarse. Tenía los ojos entreabiertos, y estaba segura de que aún seguía medio dormido.

- Perdona, duérmete otra vez. -susurré con dulzura.

Sin pensarlo dos veces, volvió a caer pesadamente sobre el colchón y el sueño volvió a arrastrarle y a envolverle.

- Lo siento, Dan. -murmuré para mí, como si eso fuera a liberarme de la culpa que sentía.

Estúpido Jacob.

Y estúpida yo. Estúpida yo por caer siempre en sus redes y salir de ella con cientos de puñaladas por su parte. Estúpida, estúpida. Más que estúpida.


***

(Jacob)


Caminé torpemente por entre los camastros y los cuerpos que respiraban fuertemente, totalmente dormidos. Vaya, Katherine sí que me afectaba. Toda ella me afectaba, nublando mis sentidos.

Katherine.

Su expresión dolida, e inocente por unos segundos, palpitaba en mi mente con gran intensidad.

¿Qué había hecho?

Cerré los ojos y me dejé caer en el suelo, al lado del camastro de Liv. Entonces ella se incorporó y me miró con sus enormes ojos azules.

- ¿Qué ha ocurrido, Jacob?

Suspiré y me cubrí los ojos con una mano.

- Lo he fastidiado todo.

Se quitó las sábanas de encima y se sentó por completo, con toda su atención puesta sobre mí.

- ¿A qué te refieres? -inquirió, confusa.

- He sido... ligeramente cruel. -hice una pausa, riéndome mentalmente de mi forma de describir dicha crueldad. -Mierda, Liv, he sido excesivamente cruel. He sido más que cruel.

Me cubrí el rostro entero y apoyé la cabeza en la pared sobre la que me apoyaba y dormiría aquella primera noche.

- En serio, tengo un serio problema. -añadí, dejando al descubierto mis ojos.

- Cuéntame... -susurró Liv, con una sonrisa que tenía el objetivo de tranquilizarme, pero no funcionó.

- Al principio estaba bromeando. Siempre me comporto como un arrogante cuando estoy con ella... y no es mía, ¿me entiendes? Siempre soy así cuando no somos más que personas que simplemente se conocen... En fin. Ella se ha puesto furiosa, tal y como hace siempre y entonces... No sé qué ha pasado, Liv... Es decir, sí que sé lo que ha pasado; que me he comportado como un capullo. Pero no sé por qué...

Paré durante unos segundos para tomar aire y ordenar mis pensamientos.

- No sé, estaba bromeando sobre algo que pasó con nosotros cuando nos encontramos por primera vez... Y entonces ella creía que la iba a besar, y el caso es que a lo mejor pretendía hacerlo... pero me ha dejado claro que no quería. Y entonces... he dicho cosas que no tenía que haber dicho...

Volví a parar, respirando con furia, clavando la mirada en los calmados ojos de Liv, que seguía en silencio, esperando a que terminara.

- ¡Joder, la he hecho daño! La he herido, y ni siquiera sé por qué... Soy un capullo. Soy un capullo...

- Tranquilízate, Jacob.

- No puedo, Olivia. No puedo porque he dicho cosas crueles, para ocultar lo que siento por ella. Y claro que sé por qué ha sido. Ha sido porque soy un maldito orgulloso y a la vez un cobarde que no se atreve a confesar sus sentimientos por el miedo al rechazo. Tengo miedo a su rechazo, Liv. Tengo miedo a que me odie para siempre, a que jamás me perdone... Ya sé que la he perdido, sé que no puedo hacer nada por recuperar su amor, pero al menos necesito su perdón.

- ¿Y por qué no se lo dices...?

- ¿Crees de verdad que me va a escuchar, o que va a creerse lo que le digo? Liv, me pegó un puñetazo en el bosque, y no traté de pedir perdón si quisiera... ¿Y acaso crees que va a creerme? Elizabeth se vino conmigo, por si no lo recuerdas, y sé que piensa que lo hice porque amaba a Elizabeth. No me perdonaría ni en un millón de años, y probablemente me odiaría aún más; me tomaría por el mentiroso, capullo, cobarde y orgulloso... que realmente soy.

- Por cierto, ¿qué hay de Elizabeth? -cambió de tema Liv.

- Probablemente ya nos esté siguiendo. No te preocupes por ella.

- ¿Vas a... vas a tratar de meterla aquí? -murmuró Liv.

- No sé... Al menos no en unos días. Por ahora está bien donde está. Tampoco quiero dejarla ahí sola, después de haberse ofrecido a acompañarme en mi intento de guardaespaldas. Así que ya veré qué hacer... Lo que no quiero ni por asomo es traerla mañana, o en los siguientes días. No quiero herir más a Katherine ni hacerla creer cosas que no son.

- Sí, estoy segura de que a Katherine no le haría ninguna gracia ver a la víbora en su barco... -rió suavemente Olivia.

Incluso yo reí, levemente, evadiéndome de mi furia y angustia por unos momentos.

- He de admitir que ha cambiado. Elizabeth, digo. -murmuré, con los ojos cerrados. -Bueno, al menos eso es lo que aparenta... Igual si viene aquí vuelve a ser la que era antes, al menos con Katherine, y su rivalidad reaparece...

- ¿Ella te sigue queriendo? -inquirió Olivia, tumbándose de nuevo entre las mantas. -La víbora, digo.

Me encogí de hombros, sintiendo los tentáculos del sueño acariciándome.

- Dejó de interesarme hace mucho tiempo.

Recordé las veces en las que Elizabeth había tratado de besarme, y no digo esas en las que Katherine y yo éramos algo... Me refiero a esas veces después de que la abandonara creyendo que eso sería lo mejor para ella. No me sentía orgulloso, y me costaba admitirlo, pero algunas de esas veces (pocas, muy pocas), yo caí. Caí y dejé que me besara. Me dejé llevar, con la esperanza de que sirviera para calmar el dolor que sentía por lo que había hecho. Pero no llegó nunca a más. Sólo fueron besos, besos que no significaron nada, como ninguno de lo que habíamos compartido anteriormente.

Pero no había necesidad de recordar aquello.

La pared sobre la que me apoyaba me parecía lo suficiente cómoda para dormir, pero no pude evitar desear estar en el camarote de Kathy con ella a mi lado, abrazándola. Entonces recordé que Dan era el que estaba con ella en esos momentos, y la envidia y los celos se apoderaron de mí con demasiada intensidad. Maldito Dan.

Pero finalmente el sueño se cernió sobre mí como una nube oscura, amenazando con traer pesadillas... Pesadillas en las que aparecía Katherine, en las que aparecía Elizabeth, y también Dan.




domingo, 16 de marzo de 2014

DDM: Capítulo 85

¡Hola a todos!

¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez...? Demasiado. NO ME MATÉIS.

Sí, sigo viva, a pesar de lo que podáis creer... Y aquí estoy, a las doce de la noche, subiendo capítulo, porque ya era hora.

Así que nada, aquí lo tenéis. Por fin.


Espero vuestros comentarios y opiniones. Y muchísimas gracias, de verdad, por seguir ahí, después de 85 largos y pesados capítulos. ¡Seguís ahí! Es algo increíble, en serio...


¡Un beso!





Sentía los latidos de mi corazón palpitando en todo mi cuerpo. Mis manos estaban calientes y pegajosas, manchadas de la sangre de los hombres a los que había asesinado.


Jacob volvía a estar allí, frente a mí. No había sido producto de mi imaginación. Pero, ¿y si lo era y el problema era que estaba loca...?


- Qué haces aquí. -murmuré.


- Protegerte.


Negué con la cabeza, apretando las mandíbulas.


- No. No me refiero a ahora mismo.


Mi voz apenas se oía, porque no me creía capaz de decirlo más alto. Pero tenía que preguntarlo. Tenía que saber el motivo. Antes de que volviera a desvanecerse.


- Me refiero a por qué has venido, después de abandonarme y desaparecer durante siete meses.


Se quedo callado, con una expresión demasiado seria, tal vez algo exagerada, como si tratara de ocultar alguna emoción.


- Yo jamás te he abandonado. -murmuró, sombrío.


Resoplé, conteniendo las ganas de reírme antes su pobre y falsa explicación. Porque estaba segura de que si me reía, después vendría (otra vez) el llanto incontrolable.


- Ah, tienes razón.


Extendí los brazos, encogiéndome de hombros.


- Estoy tan loca que llevo siete meses imaginando que no estabas. -completé.


- Llevo siete meses protegiéndote. Que tú no me vieras no significa que no estuviera ahí. -rebatió Jacob.


Alcé la mirada hacia él, boquiabierta y con el ceño fruncido. Mi mente seguía en blanco, pero en un blanco demasiado brillante. Un blanco que empezaba a burbujear, para transformarse en una explosión de colores y sentimientos.


"Llevo siete meses protegiéndote. Que tú no me vieras no significa que no estuviera ahí."


- ¿Có... cómo...? ¿Me estás diciendo que... mientras yo me ahogaba en mi propio dolor... tú estabas "ahí fuera, aún conmigo", pero preferías dejarme sufrir sola?


Tomé su silencio y su mirada como un sí clarísimo, y entonces comencé a sentir la rabia ardiendo en mi pecho.


- No me lo puedo creer... -murmuré para mí, llevándome la mano a la frente y cerrando los ojos.



Entonces me reí, girándome y dándome la vuelta, observando mi alrededor, como si esperara a que alguien saliera de la oscuridad para decirme que aquello era una broma. Una broma pesada y cruel.

- He oído que recuperaste la memoria. -dijo de pronto, cambiando radicalmente de tema.

- No finjas que ahora te importa cómo esté, ni si la recuperé o no.  -me giré otra vez hasta él. -No después de siete meses sin aparecer. -contesté, cortante.

Me sorprendió ser capaz de sonar tan firme, cuando lo único que quería era tumbarme en el suelo y llorar como nunca lo había hecho.

- No pienso consentir que dudes de cuánto me importas. No después de todo lo que hemos pasado. -su voz sonó herida y ofendida.

- ¿Y has esperado siete meses para aparecer y decirme que te importo? ¿En serio? ¿Ahora que creo que tengo una vida más o menos estable?

Se le ensombreció el rostro y seguidamente sentí una punzada en el corazón.

- Nunca te he abandonado. -hizo una pausa, que a mí me pareció eterna. -Y nunca has dejado de importarme. Creí que al menos eso lo tenía claro, después de todo.

- Lo creía. Pero antes de leer esa simple nota que me dejaste antes de desaparecer. 

Cerró los ojos durante unos instantes y se pellizcó el puente de la nariz, exhalando con fuerza.

- No lo hagas más difícil de lo que es, por favor. Te lo ruego. -dijo.

- ¿Que no haga más difícil el qué? -grité.

- Esto, Katherine. ¡Todo! ¿Crees que no ha sido difícil venir y aparecer ante ti, sabiendo que me odias? ¿Crees acaso que no me arrepiento todos y cada uno de los días que conforman mi vida de haberme marchado?

Me tembló el labio inferior, totalmente paralizada. De pronto, él tenía los hombros caídos, y sus ojos, los cuales estaban clavados en los míos, estaban llenos de tristeza y dolor. Tristeza y dolor. Y arrepentimiento. Fui capaz de ver esos sentimientos en su expresión, en la forma en que de pronto me parecía el hombre más cansado y abatido del mundo.

- Dime entonces por qué te fuiste. ¡Y dime entonces por qué no apareciste antes!


Jacob se quedó completamente callado, con los ojos cerrados, como si estuviera buscando las palabras correctas. Y entonces, cuando volvió a abrir los ojos, todo el dolor que había visto hacía unos segundos había desaparecido. Sus hombros volvían a estar erguidos, y él volvía a estar serio.


- No estoy aquí para discutir sobre quién ha sufrido más, Katherine. Ni tampoco para discutir sobre si mi idea fue estúpida o no. Sólo quería avisarte de que estás en peligro, por si no te habías dado cuenta todavía.


Sus palabras fueron un duro golpe para mí y sentí cómo me temblaban las piernas. Tal vez lo que esperaba era una discusión, que tratara de justificar lo que ocurrió. Tal vez esperaba que... luchara por mí.


- ¿Y ya está? ¿Eso es todo? ¿Ni una maldita explicación?


- Ya habrá tiempo para explicaciones. -me cortó. -Ahora tenemos que ir a tu barco. Rápido. Tu tripulación y tu querido Dan podrían estar en peligro.


No hice ningún comentario sobre ese "tu querido Dan" y eché a andar hacia el exterior del bosque, sin siquiera mirar atrás. Pero entonces oí su voz, apenas un susurro, que me hizo frenar.


- Por cierto, estás preciosa.


Y sentí una punzada en el corazón al darme cuenta de que si lo decía más alto, se le quebraría la voz. Tuve la tentación de darme la vuelta para ir a abrazarle, pero no lo hice. Seguí adelante, porque que hubiera dicho aquello no significaba nada. No significaba que me hubiera echado de menos, o que aún me quisiera.


Oí sus pisadas a mi espalda, mientras me seguía. Y me di cuenta de que aquella noche, la persona con la que tenía que encontrarme era Dan, y no Jacob. Recordé la nota, la cual había sostenido entre mis dedos. La cual estaba segura de que había sido de Dan... Pero ahora todo encajaba. No hizo falta que lo preguntara, pues ya sabía que Dan no tenía nada que ver en lo que había ocurrido, que Dan ni siquiera sabía lo que iba a pasar. Inteligente. Inteligente y estúpido por parte de Jacob.


Cuando llegué a la linde del bosque, no dudé en echar a correr en dirección al puerto. Si era verdad que mi barco podía estar en peligro... no iba a permitir que les ocurriera algo.

Cuando divisé los muelles y mi preciosa embarcación camuflándose entre las sombras de las noches, me quedé parada, tratando de averiguar si efectivamente, mi tripulación estaba en peligro.

Y entonces lo vi. Había gente, gente moviéndose en la cubierta. Y descendían por la rampa lentamente, como si alguien los estuviera obligando... a salir del barco.


No lo dudé más, y volví a acelerar.


Pero algo me frenó. Alguien, más bien.


Jacob me agarró del brazo, obligándome a girar y a mirarle. Sus ojos se clavaron en los míos durante unos pocos pero intensos segundos, hasta que se dignó a hablar.


- No podemos irrumpir en tu barco como si nada, Katherine. Sé que es lo único que quieres hacer en estos momentos, pero debes ser más inteligente. No podemos llegar como si nada, alguien podría salir herido.


Sabía que tenía razón, pero no podía quedarme de brazos cruzados. También sabía que algo iba a pasar.

Volví la vista atrás, para observar cómo sólo había tres invasores que iban colocando a cada miembro de mi tripulación en fila. Todos tenían las manos atadas a la espalda, y dos segundos después, les obligaron arrodillarse.

- Tengo que hacer algo, Jacob.


- Lo sé, y lo vamos a hacer. Pero no te precipites, quizás apareciendo así lo único que consigas es que les hagan daño... o te hagan daño a ti.


Apartó la vista antes de terminar la frase, pero ese tono protector había quedado claro.


Y entonces, mi corazonada se cumplió. Oí un disparo, que me hizo temblar de arriba abajo, y cuando me giré, vi cómo el cuerpo de uno de los de mi tripulación, se desplomaba contra el suelo.


Sin previo aviso, mientras el hombre se dedicaba a recargar el arma con un proyectil y pólvora, salí de entre la oscuridad corriendo, acercándome al hombre con el corazón en un puño.


Alguien había muerto ante mis ojos. Y podía tratarse de Dan, o de Diana. Quise echarme a llorar de preocupación.


- ¡Quieto! -grité con todas mis fuerzas.


Los tres hombres alzaron la vista hacia mí, sorprendidos.


- Al parecer, los otros inútiles no han conseguido realizar su misión... -murmuró uno de ellos.


No me paré a decir nada. Seguí corriendo, mientras Jacob gritaba mi nombre y me rogaba que frenara. Pero hice caso omiso, y corrí hacia el cuerpo inerte de aquella persona. Me arrodillé a su lado, y suspiré de alivio al ver que no se trataba de Dan, ni de Diana.


- Levántate. -dijo una voz a mi espalda.


Y sentí cómo el cañón de un arma se pegaba a mi cráneo.


- Levántate ahora mismo. -repitió en tono más potente.


Me levanté con lentitud. Llevaba una pistola. Una pistola de pólvora, y me pregunté cómo era posible que la tuviera en su posesión.


- ¡Apártate de ella! -exclamó de pronto Dan, que estaba arrodillado en el suelo, pero a punto de levantarse de un salto, inclinado hacia delante.


Me giré con extrema lentitud, alzando las manos, hasta quedar frente al hombre que tenía entre sus manos un arma que jamás había visto. Un arma de la cual había oído, pero simplemente eran rumores. Nadie las poseía.


- No te muevas, y no te pasará nada. Llévanos hasta la Isla de las Voces y entonces no les pasará nada a tus amigos.


Sus condiciones eran claras. No se había andado con rodeos. Pero no pensaba aceptar aquello. No iba a volver a aquella isla, por encima de mi cadáver. Además, sabía perfectamente lo que pasaría en cuanto llegáramos: nos matarían, porque ese era su propósito desde el principio. Eliminar a la Sangre Marina.


¿De verdad pensaba que me iba a creer aquello de "te dejaremos vivir, pero sólo si nos llevas a la Isla para que podamos mataros a todos"?


- No. -respondí con firmeza.


Podía matarme. Sólo tenía que usar aquella monstruosa arma, y podía acabar con mi vida con una sola explosión de pólvora. Jamás me había sentido tan expuesta a la muerte, sin contar los meses en los que Patrick me tuvo secuestrada. Accionar el gatillo... y moriría. Así, sin más. ¿Cómo podía uno defenderse de aquello? No se trataba de una espada, ni un cuchillo. Y nadie me había entrenado a esquivar proyectiles. Nadie me había entrenado para defenderme contra ese nuevo tipo de armas.


- Esa no es una buena elección, Princesa. Tienes otra oportunidad.


Y entonces lo vi. Entreví el movimiento de su otra mano, con la cual sostenía algo... y me di cuenta de que no podía matarme con el arma que sostenía entre las manos, porque no le había dado tiempo a cargar el cañón con el proyectil... No había nada con lo que dispararme. Estaba vacía.


- Te concedo una segunda oportunidad. -añadió, con voz calmada.


No perdí más tiempo. Con una patada, golpeé la mano de mi oponente, haciendo que soltara la pistola de pólvora, la cual se deslizó por el muelle hasta casi el borde. Aquella fue la señal de salida para que todos se activaran y se levantaran. y me ayudaran a reducir a los hombres a simplemente tres inofensivas criaturas tumbadas boca abajo sobre la madera, quejándose.


Había sido relativamente fácil. Unos brazos me rodearon con fuerza, en un abrazo que me pilló desprevenida.


- Cómo te has atrevido a hacer una cosa así, Kathy. ¡Podía haberte matado! ¡Te has arriesgado a una muerte segura! -exclamó Dan, estrechándome aún con más fuerza.


- No iba a hacerlo, porque el arma no estaba cargada. No le di tiempo. -sonreí, devolviéndole el abrazo. -¿Estáis bien? ¿Ha habido algún herido...?


Recordé a Tyler, el que había recibido el primer disparo que había acabado con su vida, otro de mis hombres. Apenas le conocía. Era un chico callado y tímido, que jamás me había dirigido la palabra, a excepción de unos cuantos "sí, mi capitana". Pero eso no hacía menor el peso de su muerte. El peso de otra muerte que se añadía a la pila que cargaba en mi espalda. Me preguntaba cuánto tiempo podría aguantar, cuántas muertes más podría soportar antes de que me desmoronara.


Diana se abrió paso entre la tripulación hasta llegar a mí.


- ¿Diana, estás bien? ¿Está Kathlyn bien?


- Sí, afortunadamente. Las dos lo estamos. No la encontraron. O simplemente pretendieron no haberla visto. Creo... creo que no he pasado más miedo en toda mi vida.


Su rostro estaba lleno de terror. La abracé con fuerza, recordándola que todo estaba bien. Que no había pasado nada... al menos la cosa no había sido peor, porque algo sí había pasado; alguien había muerto.


Diana corrió al interior del barco, y entonces dejé atrás a Dan para acercarme a los tres hombres, los cuales estaban siendo inmovilizados por gente de mi tripulación.


- ¿Ha sido mi segunda elección de su agrado...? -inquirí, con un tono burlón y divertido.


Esa situación me recordó a aquellos tiempos en los que Katherine se comportaba siempre así, de manera burlona, obviando su superioridad. Me pregunté si algún día volvería a ser esa joven fuerte y decidida, y me di el gusto de pensar que tal vez así sería.


- No somos los únicos, Princesa. No somos los únicos que odian la Sangre Marina. No crea que ha salido victoriosa, de ninguna manera. Dales tiempos. Y ya verá.


El hombre esbozó una media y tenebrosa sonrisa, que me puso los pelos de punta. Les hice un gesto a los que les sujetaban, para que les llevaran a la prisión más cercana, de mi parte. Y antes de hablar con cualquier otra persona, caminé hacia el borde del muelle, recordando dónde había ido a parar la pistola de pólvora.


Me agaché y la recogí con una mano, acariciando el metal y la madera que cubrían su mango, sintiendo escalofríos por todo el cuerpo. Era la primera vez que veía una de esas. Me levanté, sin dejar de observarla bajo el brillo de la luna, barajando qué hacer. Entonces una voz me sacó de mis pensamientos.


- Bonita adquisición. Y bonita actuación.


Jacob.


Instantáneamente, lancé el arma con todas mis fuerzas, para que se perdiera en el fondo del océano. Tal vez era lo más estúpido que había hecho en toda mi vida, pero no quería quedármela.


- No es mía. No puedo quedármela. No voy a convertirme en los monstruos que de verdad creen que somos... esos hombres, digo. No voy a darles el placer de la razón. -hice una pausa, convencida por mis propios argumentos. -Además, no voy a llevar un arma que le ha arrebatado la vida a un tripulante de mi barco.


Traté de hablar con toda la seriedad posible, cuando en mi interior, algo vibraba, no estaba segura de por qué.


- Buen argumento. -añadió, y supe sin mirarle que estaba sonriendo.


Le conocía. Demasiado bien. Y me dolió admitirlo.


Me giré, dejándole atrás, obligándome a no seguir hablando con él. Mientras caminaba, mis ojos se posaron en los de Liv, cuyo rostro estaba serio y lleno de... perdón. Se arrepentía, porque me había mentido. Garrett no existía. Nunca había existido. Y me pregunté cuántas veces habían hablado sin que yo me enterara.


Y eso me llevó a la siguiente pregunta: ¿era verdad que Jacob no me había abandonado, al menos no del todo...?


***


En cuanto volvieron de haber entregado a los hombres a la policía local y de que se llevaran el cuerpo de Tyler al cementerio más cercano, decidí partir. No iba a quedarme ahí para aumentar las posibilidades de encontrarnos con más integrantes de esa secta que estaba en contra de la Sangre Marina.


- Nos vamos. -sentencié, sin dirigir la vista a Jacob.


Nadie se opuso. Comenzaron a subir por la rampa de madera, abatidos y hechos polvo por lo que acababa de ocurrir.


- ¿Y Jacob qué? -inquirió de pronto Liv, sacando el valor para hacerlo.


Me miró de manera suplicante, como si me pidiera perdón mentalmente, pero sus palabras habían sonado firmes y llenas de valor.


- ¿A qué te refieres? -pregunté, tratando de sonar distante y fría, aunque me fuera demasiado difícil.


- Sabes perfectamente lo que quiero decir, Katherine. -rebatió Liv, ladeando la cabeza.


Desvié la mirada, tragando saliva y ordenando los pensamientos que se agolpaban en mi mente. Por un lado, me era demasiado difícil negar que quería correr hacia él y abrazarle hasta que no me quedaran fuerzas. Pero por otro, sabía que mi vida ya no estaba relacionada con aquel joven, y que no éramos más que desconocidos que en su momento compartieron un mismo sentimiento.


- Puede que esté capacitado para sustituir a Tyler y formar parte de la tripulación. Dejo la elección en tus manos, Olivia.


Ni sí ni no. Sabía que Olivia diría que sí, así que de ese modo no me sentiría tan culpable por haberle aceptado en mi tripulación. Hice hincapié en la palabra tripulación, para que Jacob supiera lo que sería de ahora en adelante: él estaría bajo mi mando. Yo era su capitana, y nada más.


Me sorprendí gratamente de mi frialdad ante aquello.


***


Una vez en marcha, me quedé en la cubierta, apoyada en la barandilla de madera que tanto me gustaba. Las estrellas apenas se podían observar aquella noche, pero me daba igual, pues no estaba centrada en nada en especial. Simplemente en un punto perdido del horizonte oscuro.


Y como era de esperar, alguien más se unió a aquella soledad nocturna. Pero no era la persona que yo esperaba, al menos no la principal. Se trataba de Liv.


Se colocó a mi lado, con sus ojos azules clavados en mí.


- Lo siento, Katherine. -susurró, sin perturbar casi el sonido de la noche.


Entreabrí la boca para poder coger aire y ser capaz de articular alguna palabra.


- Estás confirmando que Garrett nunca existió; que se trataba de Jacob, ¿verdad?


Liv no respondió. Tal vez porque no había nada que responder; era algo obvio.


- Dime, Liv. Dime cuántas veces os visteis. Dime cuántas veces hablasteis. Porque estoy segura de que son más de una.


Olivia cogió aire de manera lenta antes de ponerse a hablar.


- Muchas. Muchas, Katherine. Casi todas las noches que podíamos, cuando ambos estábamos en tierra.


- Entonces es verdad, ¿no? -murmuré.


No pude evitar que se me nublara la vista debido a las lágrimas.


- Sí. Jacob no mentía cuando dijo que jamás te había abandonado. Ha estado siempre ahí...


No me molesté en acallar el llanto que salía de mi garganta. Me derrumbé ahí mismo, porque la realidad era más dura de lo que creía. Jacob no me había abandonado, pero en verdad sí lo había hecho; me dejó de lado, se quedó en las sombras, hundiéndome en la miseria. Pero nunca me ayudó. Nunca se me apareció. Nunca.


- Por qué, Liv...


Sus brazos me rodearon en un cálido abrazo y oí sus palabras susurradas en mi oído.


- Supongo que porque ese idiota te quiere de verdad.