Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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viernes, 30 de noviembre de 2012

DDM: Capítulo 52

Hoola! ^^

Después de los exámenes, por fin, puedo subir el capítulo 52 ^^
Espero que os guste :)
Y muchísimas gracias a los que dedicáis unos minutos de vuestra vida en hacer mi sueño realidad <3




Ya no quería despertar.
Porque sabía lo que vendría después, después de aquel descanso en la eterna oscuridad de mi mundo. Vendría la muerte, el auténtico dolor. Porque a la muerte, se le añadía la incertidumbre de qué le pasaría a Jacob.

Todo había ocurrido tan rápido... tan fuerte... Que ya no podía asimilar nada. Mis primeros años de vida, mis recuerdos sobre mis padres, la agónica sensación de pérdida por la muerte de mi madre, el momento en que el Greenwood fue mío, el día en que conocí a Diana, la desaparición de mi padre, los días en el castillo de la reina, el encuentro con Jacob, las peleas, los sentimientos, la llegada a la isla, los eternos días de oscuridad en la cueva.

Todo eso, para acabar en la dolorosa muerte de Harry. Para que mi vida se derrumbara definitivamente.

¿Y ahora qué? ¿Ya no podía ni siquiera tratar de recuperar mi vida, o de comenzar una nueva? No. Ya era tarde, lo debí haber sabido. Que la gente me odiaba por lo que era, por mi carácter frío y distante, por tratar de hacer el bien. Y ahora, ahora me habían cogido. Y pretendían matarme.

De hecho, lo harían.

Todo era demasiado contradictorio. Mi mente me instaba a resistirme, me decía que debía tener fuerzas, e intentar vivir. Mi corazón sólo deseaba una muerte rápida.

¿Era eso normal?

La gente siempre hablaba de que su corazón no quería rendirse, pero en mi caso era al revés. Mi mente no se quería rendir, pero mi corazón ya lo había hecho. Mi corazón deseaba dejar de latir, abatido, después de tanto daño.

¿Mi muerte sería rápida? Ojalá.

De pronto, el ruido metálico del cerrojo me sacó de mi oscuridad, obligándome a abrir con calma los ojos. Ya sabía quién estaba entrando, y qué me diría.

- Has estado inconsciente durante todo el viaje, querida. Como de costumbre.

Alcé la mirada hacia Patrick, y ni me moví.

- ¿Te gustó mi sorpresa?

- Fue de mi agrado, sí. -musité. -Realmente agradable.

- Lo sé, querida. -rió Patrick. -Me alegro, pues.

Se arrodilló ante mí, y ladeó la cabeza.

- ¿Por qué cuando he entrado, no te has levantado? Sigues ahí tumbada, como si llevaras días sin comer.

- Llevo días sin comer, de hecho. -cerré los ojos, para no tener que verle.

- Oh, ahora mandaré a Brittany, para que te traiga algo de comida entonces.

No contesté, completamente me hundí en la oscuridad, porque ya todo me daba igual.

- Venga, ¿y esa expresión?

"Oh, por nada, la verdad. Estoy así porque es habitual en mí sufrir tanto."

- Princesa, será mejor que contestes.

- ¿O qué? -dije, desafiante. -¿Me golpearás, como de costumbre? ¿Me insultarás? ¿Me amenazarás? ¿Me dirás que los días que me quedan serán los peores? Creo que estoy acostumbrada.

Patrick resopló, enfadado por mi comentario.

- Nada más y nada menos que eso. -gruñó. -Acabarás rogándome la muerte.

Yo asentí levemente, sin abrir los ojos. No me iba a molestar ni siquiera en eso.

- Ahora baja Brittany.

Y lo último que oí fue el portazo que dio Patrick al salir del sótano.

Los minutos pasaban con extrema rapidez, haciendo que mi mente deseara disfrutarlos todos, hasta el momento de mi inevitable muerte. Pero mi corazón se había rendido hacía bastante, y yo estaba... como muerta. Ya me era indiferente que la realidad fuera que iba a morir. No me daba miedo. Lo deseaba, de hecho.

Alejarme de este maldito mundo, que me había arrebatado todo, dejándome sola, hasta el último minuto de mi miserable vida.

¿Por qué todo me había ido tan mal?

Pero otra vez, el cerrojo de la puerta me hizo despertar de mi depresión. Y esta vez lo hice voluntariamente, porque sabía que se trataba de Brittany.

- ¿Brittany...? -musité.

- ¿Princesa, se encuentra bien? -su voz sonaba muy distante, baja, y temblorosa.

Se acercó a mí, con pasos cortos y extraños. Y supe que era por la paliza de Patrick.
Entrecerré los ojos, tratando de acostumbrarme a la luz de la vela, y pude ver su rostro maltratado. Contuve un grito.

- ¡Brittany!

Me incorporé con rapidez, y la miré fijamente. Tenía la cara hinchada, y la zona del ojo derecho inflamada y morada. Cardenales en la piel de los brazos, rasguños.

- Dios, qué te hizo...

Brittany desvió la mirada, con las mejillas encendidas de furia, dolor e impotencia.

- Estoy bien. Me alegro de haberla podido ayudar.

- No debiste hacerlo, Brittany, no debiste... -susurré. -Fuiste demasiado valiente...

"Más... más que yo".

- Estoy bien, Princesa. Sólo quería ayudarla.

- Y por ayudarme, has pagado un precio muy alto.

- Esto se pasará en nada, se lo prometo. Confíe en mí. -hizo una pausa, en la que miró hacia la puerta. -Pero no puedo quedarme más tiempo, el señor sólo me deja venir a darte comida.

Asentí, y la di las gracias por todo, instándola a salir del sótano.
Y cuando cerró la puerta, me sentí extremadamente sola.


                                                                ***
                                           
(Diana) 

Gwendolyn me miró fijamente.

- Puedes. -susurró.

Su voz parecía de hielo, y no temblaba, ni siquiera un poco.

- ¿Y tú?

- ¿Yo qué? -preguntó. -A mí no me queda nada, Di. Tú vas a ser madre, y... el futuro de la Sangre Marina está en tus manos. No sabemos... qué ha sido de Katherine y Jacob, lo que sí sabemos es que creen que han conseguido eliminar la Sangre Marina... y no es así.

- No te puedo dejar así...

- Di, mírame. No podemos perder tiempo, ya lo hemos hablado. -suspiró, y cerró los ojos. -Debes escapar. Huye, aléjate de aquí, no vuelvas. Vete lo más lejos posible, y comienza una nueva vida con tu hijo. Si así lo quiere la vida, el destino volverá a unirnos.

Cerró los ojos durante una fracción de segundo, y volvió a mirarme.

- Yo estaré bien. No permitiré que te sigan. Pero jamás mires atrás, ¿me has oído? Debes... debes hacer eso por mí. -me miró fijamente, y yo noté cómo una lágrima rodaba por mi mejilla. -No voy a permitir que tu hijo y tú muráis así, siendo esclavos, trabajando en las minas.

Me mordí el labio inferior, para contener los gemidos, pero no el llanto.

- Tienes suerte, porque tampoco parece ser un embarazo demasiado doloroso. Así que corre. Huye. Cualquier opción será mejor que esto. Estarás bien.

Y enseguida, movida por el llanto, me tiré en sus brazos, y la abracé con fuerza.

- Prométeme que saldrás de esta, y que nos encontraremos. -Gwen asintió con lentitud, no muy convencida, pero sin un ápice de miedo en sus ojos. -Gracias por todo, Gwendolyn.

La joven hizo una leve reverencia con la cabeza, y cerró los ojos.

- Recuerdas el plan, ¿no?

- Correr sin mirar atrás. -contesté yo automáticamente, después de tantas semanas planeándolo.

Gwen sonrió ligeramente, lo que me dio algo de fuerzas. Se giró, y observó por entre las rocas. Frunció los labios, y me dirigió una última mirada. Supe que esa era la despedida.

Agarró con todas sus fuerzas la espada que había conseguido robar, y salió disparada, dejándome ahí. Oí su grito, para llamar la atención del guardia al que pretendía herir. Porque no tenía fuerza suficiente para matarle, no después de tantas semanas trabajando duramente.

Y de pronto, un aullido de dolor, un grito terrorífico. Y supe que esa era la señal.
Salí de mi escondite, y me permití observar la escena fugazmente: Gwendolyn en el medio, rodeada por todos los guardias, que trataban aprisionarla, usando... sus armas. Sangre. Gritos.

Con los ojos llorosos, eché a correr, tratando de no gritar al llorar. Y sin mirar atrás, escapé de la mina, atravesando los puestos de los pocos guardias que nos cuidaban, dejando atrás aquella mina, dejando atrás a Gwendolyn.

El eco de sus gritos zumbaba en mi cabeza. El color de su sangre vibraba ante mis empapados ojos.
Mis piernas no podían correr más, pero no me rendí. "Aléjate lo máximo que puedas". Y eso iba a hacer, costara lo que costase. Por Gwendolyn.

Me la imaginé a mi lado, corriendo conmigo, huyendo junto a mí, siendo por fin libres. Tenía una esperanza, podía tener un nuevo futuro, lejos del peligro, junto a mi hijo.

Y de pronto, recordé que Gwendolyn no estaba a mi lado. Que ella seguía en esa mina. Y que probablemente... Y no lo aguanté. Dejé que los gritos me desahogaran, junto a las lágrimas, mientras corría por aquellos paiajes desiertos, tratando de encontrar a alguien que me ayudara.

"Perdóname, Gwendolyn".

                                                                  ***
                                               Tres meses después...

(Katherine)


Había perdido la cuenta de todo. Ya no tenía nada claro, no sabía nada.
¿Cuánto tiempo había pasado desde que vi a Jacob...? ¿Dos meses? ¿Tres? ¿Cuatro? No lo sabía.

Casi no comía, pero no lo necesitaba. Estaba todo el día tumbada, recibiendo infinidad de golpes, insultos, amenazas. ¿Qué más daba todo?
Sólo quería morir. Quería que Patrick entrara en el sótano, con cualquier arma, y acabase con esta agonía.

La oscuridad ya se había hecho mi aliada, estaba acostumbrada al dolor, al frío, al sufrimiento. No comer durante varios días seguidos, y después recibir una paliza había sido mi rutina durante aquellas semanas.

Y aunque me fuera indiferente exteriormente, en el fondo, aquello me estaba trastornando. Sabía que no era bueno para mí, y sabía que si, por algún casual, salía de ahí, no sabría qué hacer, cómo vivir, cómo tener una vida normal.

Porque se podía decir que aquello era traumatizante.

Harry estaba en mis sueños, al igual que Jacob, y Liv, y Diana, y Gwendolyn, y todos. Aparecían en mis sueños, dando forma a miles de recuerdos que apenas recordaba. Y era doloroso.

No había vuelto a ver a Brittany, salvo dos o tres veces, que vino a traerme la comida, como excepción. Pero en ningún momento hablamos. Yo estaba congelada, con la mente en blanco, sintiendo como todo aquello terminaba haciendo mella en mí...

A cada segundo que pasaba, deseaba que mi muerte llegara, porque la espera era interminable.
Y mi mente no ayudaba mucho.

¿Estaba enloqueciendo? Sí. Muy probable.

Miles de sádicas muertes, agónicas pesadillas. Todo me asaltaba a la vez, y al final, acababa gritando con todas mis fuerzas, hasta caer rendida. Pero Patrick ya no bajaba a ver qué me pasaba. Porque aquella era la verdadera tortura. Oscuridad, sufrimiento, terribles pesadillas, auténtica soledad. La locura se estaba apoderando de mí, y no sabía hasta dónde llegaría.

Le rogaba que me matara, que acabara con aquella pesadilla, pero no me escuchaba. ¿Y en algún momento creí que sería capaz de resistirlo? Ingenua.

¿Y Jacob? ¿Estaría sufriendo lo mismo que yo? No, que va. Él es más fuerte. Mucho más.

Y así durante todos los días. Gritar, echarse a llorar, gritar, llorar, gritar, dormir.

Hasta que mi horrible rutina, se vio interrumpida por Patrick.

- ¿Qué pasa, Princesa? -inquirió, con maldad. -La oigo gritar todos y cada uno de los días de mi vida. ¿Ocurre algo?

Cerré los ojos con fuerza, y sin yo evitarlo, ni pensarlo, me eché a llorar. Ante él. Sin que me diera vergüenza, porque era débil.

- ¿Es que quieres pedirme algo...? ¿Un... deseo?

Sabía por dónde iban sus palabras. Pero no pretendía negarme. Diría lo que él esperaba oír.

- Mátame. -susurré.

Las lágrimas no dejaban de caer, aterrizando en el frío suelo, al que tanto me había acostumbrado, mientras Patrick sonreía malvadamente.

- Te dije que acabarías pidiéndome que te matara. ¿Es que ya no eres una rebelde? ¿Ya se te ha quitado la tontería? Me imaginaba.

El dolor era inmenso, las ganas de morir eran terribles, mi locura crecía por momentos. Las lágrimas bañaban mi frío rostro.

- Mátame. -repetí.

Y era mi corazón el que hablaba por mí.

- Acaba con todo esto, por favor...

Patrick soltó una leve risita, y fue entonces cuando oí el sonido metálico de una espada.

- Tranquila, sabía que me lo pedirías. Me alegro de que al menos no te resistas ante tu muerte.

Seguí sollozando, mientras oía cómo dejaba la vela en el suelo, cómo se acercaba hacia mí, hasta quedar a escasos centímetros de mi cuerpo. Me dio un fuerte puntapié, y me obligó a ponerme boca arriba.

- Ya se acaba, Katherine. Princesa de los Mares. -esbozó una media sonrisa. -Tu vida llega a su fin, tu miserable vida se acaba ya.

Alzó el metal sobre su cabeza, colocando el filo boca abajo, perfectamente dispuesto para atravesar mi cuerpo de una vez.

Cerré los ojos con fuerza, sollozando, sin poder evitarlo, resignándome ante mi muerte, mientras mi mente, que aún seguía luchando, decía:


"¿Y ya? ¿Todo esto se acaba así, sin más?"


4 comentarios:

  1. Pero, qué...
    ¡A ti que te ocurre¡
    No mates a Kathy te lo suplico y como no publiques ya la que se va a morir vas a ser tu muchos besos,
    Me encanta tu historia.

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  2. OMG OIM OMG POBRE DI!!!
    Y pobre Kathy D:
    COMO LES HAGAS DAÑO,VAS A SUFRIR¿EH?;___;
    Mardisión gitana pa' ti.
    ME ENCANTA EL CAPÍTULO! te quiero *-*

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  3. Vale, demasiado cortoo!!! No me ha dado tiempo ni a llorar por nadiee!! Necesito el siguiente April, lo digo en serio ;)
    Me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!
    Cada vez me gusta más como escribes, si es que eso es posible.
    Muchísimoss besoss

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  4. DIOS DIOS DIOS!!
    Pe®o que haces???
    NO ME DEJES ASI

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