Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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miércoles, 30 de mayo de 2012

DDM: Capítulo 9

Aquí está el 9 :) Espero que os guste. Besos!


Lancé un largo suspiro. Debía reconstruir mi muro de frialdad, mejor cuanto antes. Aquello no podía seguir así. Primero Harry, luego Jacob, y encima, Dan. Pero no había llegado a nada, seguía a salvo de los sentimientos.

Durante aquellos días, hasta que llegamos al Caribe, Dan se mantuvo alejado, dirigiendo miradas furtivas hacia mí, y avergonzado por lo que pudo pasar. Harry hablaba de vez en cuando conmigo, ya que ni él ni yo estábamos avergonzados. Y Jacob... Jacob seguía con Elizabeth, de la mano, en la proa, observando el mar turquesa y cristalino.
Y yo no podía dejar de mirarles, en parte con envidiad, pero también con rabia. Había estado a punto de besarme, y como si nada.

Después de ver esa escena, unas horas antes de llegar a nuestro destino, me dirigí a mi habitación. ¿Me estaba volviendo loca? No, no quería volver a enamorarme, no quería sentir eso hacia nadie. Ni hacia Harry. Yo era fría, distante, orgullosa, y no me iba a dejar llevar por estúpidos sentimientos. Y para liberar tensiones, empujé la cama hacia una pared con demasiada violencia, rayando el suelo de madera. Reprimí los gritos de frustración, y apoyé las dos manos en la pared, cerrando los ojos con fuerza.
Maldito amor, maldito Jacob, siempre tan guapo...

Un poco más tranquila, me alejé de la pared, y abrí los ojos. Respiré durante varios segundos, y mi mirada se centró en un punto del suelo, cerca de la esquina del cuarto, donde había estado la cama. Una tablilla de madera estaba medio levantada, y no estaba clavada al suelo. Me acerqué, hasta ponerme a cuatro patas, y acaricié la tabla; la levanté con lentitud, me parecía extraño. El fondo estaba oscuro, e introduje la mano. ¿Había tanto espacio entre la madera de mi habitación y la cubierta? Mi mano tocó a tientas unas paredes rugosas. No, no había tanta distancia, ese hueco estaba cavado a posta. Y por fin llegué al fondo. Palpé algo que debía ser de cuero, y lo cogí, sin miedo. Cuando lo saqué, me di cuenta de que era un diario encuadernado en cuero marrón. Lo abrí con lentitud. Las páginas parecían antiguas, porque estaban desgastadas, pero ahí no había nada escrito, salvo en la primera página, en grande, y con letra algo mala.

"La Isla de las Voces"

De la sorpresa, estuve a punto de soltar el cuaderno, pero me concentré en leerlo con avidez y varias veces.
En la contra portada, estaba escrito mi nombre. Katherine. Y me di cuenta, tras varios minutos inspeccionando, que había otro papel pegado. Lo levanté con las uñas, quedándome con una carta. La desdoblé, y reconocí la caligrafía de mi padre, elegante y ordenada.

"Querida Katherine, hija mía:
        Siento mucho todo lo que va a pasar. Siento mucho tener que separarme de ti, querida mía, pero es lo que he de hacer. Debo ser breve y claro. Sé que pronto, obligada o por ti misma, conocerás la Isla de las Voces. Katherine, no debes permitir que su gran tesoro caiga en las manos equivocadas. Sé rápida, utiliza todos tus conocimientos, pon en práctica todo lo que te he enseñado, pero no lo hagas por gente que no se lo merece. Hazlo por el bien, no por el mal, ¿entiendes? Esa isla es un verdadero peligro para quien se interna en ella sin conocer las consecuencias... Has de tener cuidado, pero sé que tú lo conseguirás. Conseguirás que la isla vuelva a ser un lugar... seguro, y que el peligro desaparezca. Sé que algo malo ocurre dentro, y tú debes arreglarlo, además, impidiendo que las almas indeseadas pongan sus sucias manos encima del tesoro. No hay tiempo. Te quiero, pequeña mía, mi Princesa de los Mares. Haz que esté orgulloso de ti.
                                                    Alfonso Greenwood"

La carta me alarmó demasiado. No entendía nada. ¿Cómo que algo malo ocurre en su interior? ¿Y cómo que impida que caiga en malas manos? No lo entendía, no entendía nada de lo que decía. Pero mejor tomar precauciones, y seguir los consejos de mi padre...

Volví a doblar la carta, y me la guardé en la bota. No me quería separar de ella, y menos ahora, que mi padre había desaparecido. ¿Dónde estás...?
     


Había anochecido, ya se veían las islas verdes del Caribe, pobladas de grandes árboles y extensa vegetación. Y por fin llegamos a una que se veía más poblada, y más... moderna. Atracamos en un pequeño puerto, donde casi no dejamos sitios para más barcos.
Bajamos, yo medio ausente, pensando en la carta, y en mi padre desaparecido. Algo me daba mala espina, y me temía que no era algo bueno...

Sin hablar, me siguieron por la isla, hasta dar con el castillo. Harry me miró preocupado, y me preguntó al oído:

- ¿Te encuentras bien?

Yo asentí levemente, y aceleré el paso, entrando en el edificio. Allí, nos esperaba un guardia de tez morena, que al vernos, llamó al gobernante de aquella isla.

- ¿Deseáis algo?

No quería presentarme, sólo quería saber más de la Isla. Ahora sentía que era un tema demasiado urgente, por las palabras de mi padre. No debíamos perder tiempo.

- Deseamos saber sobre la Isla de las Voces.

El gobernante tragó saliva, y abrió los ojos, sin dejar de mirarnos.

- Para qué. -soltó, con miedo.

- Es un tema importante. -espeté, dando un paso hacia delante. -Soy Katherine Greenwood, la hija del Rey de los Mares.

Asintió, satisfecho, pero con miedo.

- Cómo se llamaba... -dijo.

- Alfonso Greenwood, señor. No miento, es mi padre. Y si necesita más pruebas, su propio barco está atracado en su puerto.

Hablaba atropelladamente, algo furiosa por aquellas preguntas, y alarmada.

- Es un lugar muy peligroso, señorita. Todos los barcos que se dirigen hacia ese destino, nunca vuelven. Se encuentra en algún lugar desconocido del Triángulo de las Bermudas.

Asentí. Con esa información me valía. Y ya contenta, me giré, corriendo, y salí de ahí. Era urgente, muy urgente. Mi padre me lo había dicho, y debía hacerle caso. No quería perder tiempo.
Oí los gritos de los demás a mis espaldas, pero no les hice caso. Me daba igual estar cansada. Si no me acompañaban, me iría yo sola.
Llegué, jadeando, al barco, pero Harry me detuvo.

- ¡Katherine! ¡A dónde vas!

- Debemos irnos, Harry. Lo sé. -dije, asustada. -Mi padre me dejó una carta.

Me agaché, y saqué la carta, tendiéndosela, y a punto de decir la descabellada idea que atravesaba mi mente en aquellos momentos.

- ¿Y si mi padre está allí? -le miré, reprimiendo las lágrimas. -Sé que quiere que vaya, algo va mal, y quiere que lo arregle. Si no está, da igual. Al menos, quiero cumplir lo que me pide. No puedo perder más tiempo.

- Está bien, Katherine, pero deja que descansemos unos minutos. Venga, cenemos algo en alguna taberna, y luego, zarparemos, te lo prometo.

Asentí, y me envolvió en un cálido abrazo, para calmarme. La ansiedad se había apoderado de mí.
Después de aquel momento de calma, nos alejamos del puerto, yo de la mano de Harry, ya que sentir su contacto me tranquilizaba. ¿Por qué? Porque era lo único que estaba bien colocado en mi vida; Harry era mi mejor amigo, y sabía que a pesar de mis sentimientos, eso sería así siempre. Amistad, buena amistad, y eso me tranquilizaba.

Llegamos a la taberna más cercana, y entre todos, ocupamos casi todas las mesas y la barra. Bebimos, comimos y descansamos, hablando, intentando olvidarme de la verdadera urgencia de aquel viaje. Todo había empezado con una orden de la reina de Inglaterra, y ahora, sentía que aquel viaje era por petición de mi padre, porque era un asunto grave.
Después de cenar y de estar descansados, salimos de ahí, yo en cabeza, recuperando la ansiedad.

Les obligué a darse prisa, pero ellos me obligaron a mí a ir con más calma, ya que había que rellenar los barriles de agua. Y como no podía dejar de pensar en el viaje, fueron ellos los que se fueron a por agua, a un sitio reservado cerca del muelle.

Elizabeth, la víbora, se acercó a mí con paso sereno. Yo la ignoré, ella es lo único que me faltaba. Se sentó a mi lado, en un principio viniendo de buenas. Pero era una víbora, nadie puede predecir sus venenosos movimientos.

- Ayer os vi. -soltó, de pronto.

No contesté, me limité a observar el mar oscuro, pensando en mis cosas.

- No intervine, porque preferí que disfrutaras unos segundos de mi Jacob. Pensé "Pobrecita, le perdió, pero voy a dejarle unos minutos junto a él".

Ni que fuera un maldito perro abandonado. ¡Víbora!

- Pero que quede claro, que tu tiempo se agotó, que ya no voy a ser tan comprensiva. Que es mío, él me quiere, yo le quiero. No te metas en medio. Somos felices juntos, y no quiero que lo fastidie alguien como tú.

Resoplé, soltando una carcajada, sin mirarla. Su tono era amenazante y muy serio, pero a mí me hacía reír. Por favor, que chica... ¿Y Jacob era feliz con esa?

- No vuelvas a intentar besarle.

Y lo demás pasó muy rápido, pero en ningún momento tuve miedo. Ella se tiró sobre mí, y me agarró del cuello, amenazándome con ahogarme:

- Voy en serio. No te entrometas entre nosotros. No quiero que te acerques a él, ni que le hables.

Solté una risita, poniendo los ojos en blanco. Estaba claro que tenía miedo a perderle por mí. Si Jacob nunca se había enamorado de mí, y nunca lo haría... ¿De qué tenía miedo?

- Jacob no siente nada por mí, Elizabeth, puedes estar tranquila.

Una voz a sus espaldas la obligó a apartarse de mí. No alcancé a ver quién era, aunque ya había reconocido su voz. Elizabeth bajó la mirada, avergonzada, y el joven se acercó a mí, tendiéndome la mano. Cerré los ojos, y me levanté yo sola, ignorándole. Estaba harta de Jacob, de su maldito comportamiento tan raro, así que iba a hacer lo que su novia me había pedido; no hablar con él. Era lo mejor para los tres.
Pasé a su lado, esquivándole, si ni siquiera mirarle.

- ¿Katherine? -preguntó. -¿Qué haces?

- Hacer lo que tu novia me ha pedido. -contesté, y me alejé de ellos, subiendo a mi barco.

Una vez listo todo, zarpamos, y yo me quedé en mi habitación, acurrucada sobre mi cama. Qué me está pasando... todo se me está yendo de las manos...

***

Varios minutos después, en aquel puerto, cuando los dos barcos ya se habían alejado lo suficiente...

Los tres hombres, grandes y fuertes como armarios, caminaban resoplando sobre la calle, hasta el castillo del gobernante.
Entraron sin llamar, y se encontraron con él.

- ¿Han estado aquí?

- No... no... -contestó el hombre, asustado.

- Queremos la verdad, no nos hagas perder el tiempo...

- S... -asintió con la cabeza, sin poder pronunciar la palabra.

Estaba traicionando a Alfonso, y a su hija. Estaba haciendo que aquellos hombres les siguieran, por temor a que le matasen.
Pero daba igual cuál hubiera sido su respuesta. Iba a morir igual.
Uno de ellos se acercó, mientras que los otros dos se alejaban, hasta la puerta de entrada. Oyeron el metal de la espada hundirse en su carne, su grito de dolor, y el golpe seco de su cuerpo contra el suelo. Su sangre se desparramaba por el reluciente suelo.

Traición.

8 comentarios:

  1. Me encanta :') Sigo odiando a Eliiiiizabeth.......... Voy a coger el zapato de tacón y se lo voy a clavar a esa víbora asquerosa MUAJAJAJA Mala persona.... XD Pobrecillo el hombre.... Qué pena que me da el gobernador..(Realmente no) Te quiero <3

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    1. Yo también la odio profundamente :D Te ayudo, yo le clavo el otro :) Jajajajajaja no tenía otra, iba a morir sí o sí jajajajja Te quiero! <3

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    2. Jajajja matame también a la Elizabeth,que la tiren por la borda y eso..
      POR CIERTO: carta,carta,cartaaaaaaaa :)
      Te quiero <3

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    3. Claro, claaaaro :)
      Te quiero, amor mío :)
      Cuando pueda xD

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  2. Respuestas
    1. Hoy mismo ^^
      Y ya sabes, que espero el siguiente al de la isla ^^
      Besos!

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  3. Necesito un CAPÍTULO!!!! :)

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    1. El 10 ya está, y hoy, en cuanto pueda, el 11 :) Un beso!

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