Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




Seguidores

martes, 22 de abril de 2014

DDM: Capitulo 86

¡Hola a todos!

Os traigo el capítulo 86, como podéis ver. Quería disculparme por mi (ya usual) tardanza en cuanto a la actualización del blog. Y de verdad que lo siento muchísimo... Pero no es nada relacionado con haberme cansado de la historia, es simplemente falta de tiempo :(.
Espero poder subir más frecuentemente, y de verdad que lo voy a intentar.

También espero que os guste este capítulo!!! :)

Un beso, y mil gracias por todo lo que hacéis por mí, en serio... No sé cómo seguís aquí, de veras! <3



Dan estaba tumbado a mi lado como casi todas las noches, completamente dormido. Pero yo no. Yo no estaba si quiera cerca de dormirme. Tenía la mirada clavada en el techo de madera, sin ser capaz de cerrar los ojos. Traté de centrarme en la respiración lenta y acompasada de Dan, deseando que eso sirviera para calmarme y hacerme dormir, pero no.

Tragué saliva, repasando los motivos que podían ser responsables de mi insomnio esa noche, pero no era algo difícil de averiguar. Es más, era bastante fácil: Jacob se encontraba en el mismo barco que yo.

Mierda.

Jacob se encontraba en mi mismo barco, en la bodega. Después de ocho meses.

Lo que no sabía exactamente era por qué me molestaba; si era porque le odiaba con toda mi alma y la furia me consumía al ser consciente de que estaba cerca de mí; o si era porque necesitaba hablar con él; o si era simplemente porque...

No dejé que esa última idea terminara de formarse en mi cabeza. porque no lo iba a consentir. Ni hablar.

Giré la cabeza hasta que Dan ocupó toda mi visión. Sus párpados cubriendo sus grandes ojos, sus labios ligeramente entreabiertos y su incipiente barba cubriendo su mandíbula. Su pecho moviéndose al respirar, su brazo cubriendo mi cintura y manteniéndome a su lado. Una cálida sensación me inundó por dentro y no pude reprimir la sonrisa que mis labios formaron.

No me pude contener y alcé la mano para apartarle un mechón de pelo de la cara.

Después de mi pequeña pausa, ajena a lo que me estaba preocupando en esos momentos, mis vista volvió a fijarse en un punto perdido del techo de madera. Y mi mente volvió a sumirse en una espiral de problemas y cosas sin sentido.

Decidí que no iba a quedarme dormida ni aunque quisiera, y estar allí tumbada sin hacer nada no me estaba haciendo ningún bien, así que me decanté por salir fuera. Como si eso fuera a ayudar, o algo así.

Salí de entre las sábanas, con cuidado de no despertar a Dan al apartar su brazo de encima de mí. Caminé en silencio por el camarote, y agarré el fino chaquetón que usaba últimamente. No tardé en ponérmelo, y una vez lista, salí fuera.

Era noche cerrada y no había ni rastro de mi tripulación en la cubierta, así que di por hecho que era bastante tarde. Lo que significaba que debería estar dormida en vez de estar divagando por la cubierta.

Una brisa fina me envolvió y me hizo temblar ligeramente, hasta que me acostumbré al frescor de la noche. La luna y las estrellas brillaban en el cielo nocturno, como si alguien hubiera disparado repetidas veces a una tela negra que bloquea la luz... Disparado. Recordé el peligroso arma que había tenido entre mis manos, ese arma diabólica que le había arrebatado la vida a uno de mis tripulantes. Me alegré gratamente de haberla lanzado al mar.

Caminé hacia la barandilla más cercana a mi camarote, sin molestarme si quisiera en bajar las escaleras que me conducirían a la cubierta como tal. A la cubierta en la que se encontraba la puerta a la bodega...

Resoplé y sacudí la cabeza ante mis pensamientos, y solté una leve carcajada. Me apoyé sobre la madera y observé el abismo negro que formaba el mar a nuestro alrededor. Por un momento, me imaginé que realmente caíamos en un abismo sin fondo, oscuro y frío, y sentí vértigo. La sensación desapareció en cuestión de segundos, y mi respiración volvió a calmarse.

No sabía qué hacía ahí, la verdad. Estar en la cubierta por la noche, con Jacob en la misma nave que yo, no solía ser bueno. Es decir... con él cerca, la noche no era soledad para mí, porque él siempre aparecía. Y me pregunté si estaba allí porque tenía la esperanza de que se repitiera otra vez, de que Jacob saliera en ese preciso momento.

Y no sabía por qué.

Cerré los ojos y enterré el rostro entre mis manos. Y entonces, algo se activó en mi corazón. Me puse completamente alerta, debido a ese crujido que produce la madera cada vez que alguien sale de la bodega.

Abrí los ojos, barajando las posibilidades de quién podía ser, porque era obvio que había alguien de pie en la cubierta. No oí nada más, así que di por hecho que se había quedado quieto o quieta sobre la madera.

Podría girarme... podría girarme y averiguar de quién se trataba. ¿Era estúpida? ¿Por qué tanta curiosidad por saberlo? Oh, claro. Porque Jacob estaba en mi barco.

Y a pesar de mi yo interior gritándome lo estúpida que era, recordándome el daño que me había hecho y recordándome que Dan era el que había estado a mi lado realmente, me giré. Lo hice. Y no tengo ni idea de cómo, para ser sincera.

Me dio un vuelco el corazón y no supe qué pensar de mí misma, pues sabía perfectamente de quién se trataba sin verle la cara. Conocía perfectamente aquellos hombros anchos, conocía perfectamente aquella forma en que sus pies se colocaban al estar de pie. Conocía perfectamente aquel pelo rubio ceniza que parecía plateado cuando la luna se reflejaba en él.

Allí estaba. Como si hubiera oído mis pensamientos sobre aquellas noches en las que aparecía en la cubierta antes de que todo esto... pasara.

No sabía si estar contenta o tener miedo, si estar enfadada o no. No sabía cómo actuar. Aunque lo primero que pasó por mi mente fue gritarle que se marchara, que la realidad era que no le necesitaba.

- ¿Qué haces? -inquirí lo suficientemente alto.

- Sabía que estabas aquí. -dijo, alzando la voz para que le oyera, encogiéndose de hombros.

Su voz.

Maldita sea.

Sentí una punzada en el corazón, y el dolor que ya sentía se vio aumentado, y no sabía muy bien por qué. ¿Porque esa era la voz que había necesitado escuchar mientras la depresión me consumía? ¿Porque esa era la voz que había deseado escuchar, pero jamás llegó?

Me mordí la lengua para evitar que el torbellino de emociones me arrastrara consigo y sostuve su mirada. Su verde mirada, la cual no fui capaz de descifrar. Otra punzada en el corazón.

-  Pues ya puedes marcharte, ya ves que tienes razón y que en efecto estoy aquí. -respondí, cortante.

- ¿Por qué debería... más bien querría, marcharme?

Desvié la mirada hacia el mar, antes de responder, movida por el dolor que oír su voz me causaba.

- No lo sé, dímelo tú. Tengo la sensación de que se te da muy bien eso de marcharte.

Se podía palpar a la perfección el dolor y el rencor que esa frase guardaba. Y esperé que lo hubiera captado.

Jacob suspiró, lo suficientemente alto como para que yo lo oyera, y desvió la mirada hacia el suelo. No contestó, al menos no en los siguientes minutos.

- Yo también pensé que se me daba bien, para ser sincero. -empezó. -Pero aquí estoy otra vez. Delante de ti, en tu barco. En Vigo. Tal y como aquella primera vez que nos vimos, después de años separados.

Traté de contestar con algo hiriente y que le dejara claro mi opinión sobre él, pero no fui capaz. En vez de hablar, le di la espalda y me volví a apoyar en la barandilla, tratando de olvidarme de que Jacob estaba allí. Pero al parecer no funcionó, porque sentí cómo mis ojos ardían debido a las lágrimas que amenazaban con nublar mi vista.

- ¿No vas a bajar aquí, conmigo? ¿No vas a acercarte a mí?

Pensé en contestar que para qué quería que me acercara, pero eso sería... no sé, no creía que preguntar aquello fuera a traer algo bueno a mi vida. Pero lo hice.

- ¿Por qué debería? -traté que mi tono sonara enfadado.

- Porque en tu cama ya hay alguien, así que creo que es mejor que vengas a la mía. -soltó con una media sonrisa. -A no ser que quieras que entremos en tu camarote... el problema es que no te prometo que a Dan le agrade, así que...

Suficiente.

Me giré completamente, anonadada por sus palabras.

- ¿Qué acabas de decir?

Me alejé de la barandilla y bajé las escaleras con rapidez y sin importarme el hecho de que estaba haciendo demasiado ruido.

- Eso es. -susurró, sin perder su media sonrisa.

- ¡¿Cómo te atreves a decirme algo así, Jacob?! -inquirí.

Sólo tenía que dar dos pasos y estaríamos pegados del todo.

- Simplemente quería que te acercaras a mí. Y veo que lo he conseguido. -contestó, divertido. -Aunque la verdad es que mi idea no está nada mal, admítelo...

- ¡Cállate! -grité, llevándome las manos a la cabeza.

Cerré los ojos para tratar de calmarme y no matarle allí mismo.

- ¿Sabes? -comenzó a decir. -Todo esto me recuerda a aquella noche, cuando empezamos nuestra aventura,...

- ¿Cuál de todas....? -tragué saliva y rectifiqué- Es decir...

- Aquella en la que traté de besarte por primera vez en mucho tiempo. -interrumpió.

Entreabrí la boca mientras Jacob acortaba la distancia que había entre nosotros.

No.

- ¿Acaso crees que eso se va a repetir? ¡No te atrevas a....!

- ¿A qué?

- A besarme, Jacob. Actuas como si nada hubiera ocurrido. Como si no me hubieras destrozado, como si no te hubieras marchado y todo siguiera igual entre nosotros... No te atrevas a actuar así, Jacob. No voy a tolerar tus jueguecitos. -murmuré, con la vista nublada por las lágrimas.

De pronto, Jacob dio un paso atrás y su semblante se tornó serio y frío, distante.

- ¿Quien ha dicho que te fuera a besar? ¿De verdad creías eso? -hizo una pausa, y me lanzó una mirada fría como el hielo, o aún más.- Si me marché fue por algo.

Au.

Me quede totalmente congelada, sintiendo un dolor palpitante en el corazón. No... No podía haber dicho eso... No podía... Yo pensaba que...

Las lágrimas comenzaron a caer de mis ojos, cubriendo mis mejillas.

- Eres... eres despreciable... -susurré cuando Jacob se dio la vuelta.- ¡Eres una babosa sin corazón! ¡No tienes corazón, Jacob! ¡Eres despreciable!

Se dio la vuelta en el último momento, como si sintiera curiosidad por lo que estaba a punto de decir.

- Por qué me has seguido todos estos meses pues. ¡por qué! Por qué, Jacob, si al parecer te marchaste porque me odias. Y por qué estás aquí, por qué no te marchas otra vez

- Porque ahora mismo eres un blanco fácil para mucha gente. No te tomes esto de protegerte como una muestra de amor o algo así.

Otra vez.

Me sentí humillada, dolida y miserable.

- Pero... Liv me dijo... -murmuré en voz alta, aumentando mi humillación, dando a entender que sí que necesitaba que me quisiera...

- Liv te mintió. Cualquier cosa que te dijera sobre mi y lo que podría sentir por ti es mentira.

No sabía como seguía viva. Todo mi cuerpo ardía y me dolía la cabeza.

- Buenas noches, Katherine.

Me quede ahí de pie durante un buen rato, y no me marché hasta mucho después de que Jacob desapareciera en la oscuridad, dejando a sus espaldas un montón de palabras que habían conseguido destruirme del todo

Ese no era el Jacob que recordaba. O al menos no era el Jacob que solía amarme...
Tenía los ojos húmedos por las lágrimas y el dolor de la humillación anterior latía en mi corazón, demasiado presente en mí. Pero no iba llorar. Es decir, no iba a llorar de la manera en la que la Katherine que fui unos meses atrás lo haría. No iba a sollozar sobre la madera de mi barco como si siguiera siendo y débil.

Aún así, permití que unas cuántas lágrimas rodaran por mis mejillas y desaparecieran en mi blusa, porque aunque no quisiera ahogarme con mis propias lágrimas, sí que me ahogaba con el dolor. La humillación. Me sentía patética, porque había llegado a pensar que me quería.

Pero no.

Jacob me había dejado claro que no sentía nada por mí.

Y lo peor de todo es que me dolía. Y si me dolía sólo podía ser por una cosa: porque tenía esperanzas de que sus sentimientos hacia mí no hubiera cambiado; de que aún me amara; de que hubiera vuelto para arreglar las cosas, para arreglarme a mí después de todo el daño.

Lo que significaba que la estúpida Katherine Greenwood Wells seguía enamorada de Jacob Fellon, aunque fuera ligeramente.


***


Contemplé la luna una última vez antes de marcharme y volver por donde había venido, llevando conmigo la humillación de lo sucedido hacía unos minutos. Mi corazón ardía, y una parte de mi ser me exigía que no entrara en ese camarote y que me quedara a un lado llorando, tal y como Katherine haría. Pero me negué. No iba a aumentar la humillación. No iba a dejar que esto me afectara, al menos no del modo en que solía hacerlo.

Ya sabía cómo era Jacob, lo sabía a la perfección. Con sus ojos verdes y brillantes, con su apariencia de príncipe azul... Le había dado demasiadas oportunidades, a lo largo de toda mi vida. Supuse que ya no sería necesario, porque me había dejado muy claro que no era nadie para él.

Pero entonces recordé lo que había pasado unas horas antes, en el bosque. Jacob había parecido dolido y triste por mis palabras, como si la realidad fuera que seguía significando algo para él. Hasta me había dicho que le importaba. Él lo había dicho. ¿Cómo era posible que hacía unos minutos negara lo que había dicho en el bosque...?

Jacob. El ser humano que más me había confundido de todo el universo. Jacob, con sus juegos que mareaban a mi corazón.

Sacudí la cabeza, parando el hilo de pensamientos que a mi parecer se dirigían hacia un agujero peligroso para mí. Si seguía pensando en él, sabía que no llegaría a nada bueno, a nada que me beneficiara.

Inspiré con fuerza y solté todo el aire acumulado en mis pulmones de manera lenta y calmada. No. No iba a dejar que esto me afectara. No iba a dejar que las palabras de Jacob se interfirieran en mi vida, como si aún me importara...

"Pero, ¿y si es verdad que te importa...?"

No. No lo hacía. Simplemente... estaba cansada y exhausta emocionalmente por lo que había pasado.

"Eres tú la que ha permitido que Jacob esté en tu bodega ahora mismo."

No. Bueno, no del todo. Técnicamente no..., había sido Liv la que había decidido.

"No haces más que engañarte. No seas estúpida."

Sí, lo sabía. Y admitía que trataba de engañarme, porque así a lo mejor todo esto se pasaba, y así dejaría de sentirme culpable porque Dan estaba al otro lado de la puerta, dormido, creyendo que yo estaba también con él tumbada a su lado... y sin embargo, ahí estaba yo, pensando en alguien que no era precisamente Dan, preguntándome a mí misma si era verdad lo que sentía por Jacob... (Si es que sentía algo, claro)

Sacudí por enésima vez la cabeza, tratando de despejar mi mente. No podía seguir así, con Jacob monopolizando mi mente.

"¿O sí?"

Quise tirarme del cabello, o tirarme al agua congelada para acallar esa estúpida voz en mi cabeza que me respondía a todo lo que pensaba. ¿Desde cuándo hablaba conmigo misma de esa manera? ¿Y desde cuándo estaba discutiendo conmigo misma, como si fuera dos personas?

Aunque quizá si era dos personas diferentes. La Katherine que seguía dependiendo de Jacob como si fuera su droga, y la otra parte, la rencorosa o la lógica (según por donde se mire), que mantenía que Jacob era peligroso para mi estabilidad y que tenía que olvidarme de él y ser feliz junto a Dan.

Gruñí de manera silenciosa, al sentir pinchazos en las sienes. Mi dolor de cabeza aumentaba. Así que decidí entrar en el camarote.

Y allí seguía Dan, tumbado esta vez boca abajo, casi roncando debido a la postura que le impedía coger mucho aire, y allí estaba yo, siendo testigo de cómo mis dos mitades se peleaban y combatían por ganar la batalla de mis sentimientos.

Me sentí terriblemente culpable, por pensar en Jacob y plantearme seriamente lo que sentía, pues en teoría amaba a Dan. Y me odiaba por dudarlo. Porque Dan había estado allí y me había dado demasiado. Y no quería hacerle daño.

Suspiré y caminé de puntillas hasta la cama. Me metí entre las sábanas, y una vez completada aquella misión, Dan comenzó a moverse para incorporarse. Tenía los ojos entreabiertos, y estaba segura de que aún seguía medio dormido.

- Perdona, duérmete otra vez. -susurré con dulzura.

Sin pensarlo dos veces, volvió a caer pesadamente sobre el colchón y el sueño volvió a arrastrarle y a envolverle.

- Lo siento, Dan. -murmuré para mí, como si eso fuera a liberarme de la culpa que sentía.

Estúpido Jacob.

Y estúpida yo. Estúpida yo por caer siempre en sus redes y salir de ella con cientos de puñaladas por su parte. Estúpida, estúpida. Más que estúpida.


***

(Jacob)


Caminé torpemente por entre los camastros y los cuerpos que respiraban fuertemente, totalmente dormidos. Vaya, Katherine sí que me afectaba. Toda ella me afectaba, nublando mis sentidos.

Katherine.

Su expresión dolida, e inocente por unos segundos, palpitaba en mi mente con gran intensidad.

¿Qué había hecho?

Cerré los ojos y me dejé caer en el suelo, al lado del camastro de Liv. Entonces ella se incorporó y me miró con sus enormes ojos azules.

- ¿Qué ha ocurrido, Jacob?

Suspiré y me cubrí los ojos con una mano.

- Lo he fastidiado todo.

Se quitó las sábanas de encima y se sentó por completo, con toda su atención puesta sobre mí.

- ¿A qué te refieres? -inquirió, confusa.

- He sido... ligeramente cruel. -hice una pausa, riéndome mentalmente de mi forma de describir dicha crueldad. -Mierda, Liv, he sido excesivamente cruel. He sido más que cruel.

Me cubrí el rostro entero y apoyé la cabeza en la pared sobre la que me apoyaba y dormiría aquella primera noche.

- En serio, tengo un serio problema. -añadí, dejando al descubierto mis ojos.

- Cuéntame... -susurró Liv, con una sonrisa que tenía el objetivo de tranquilizarme, pero no funcionó.

- Al principio estaba bromeando. Siempre me comporto como un arrogante cuando estoy con ella... y no es mía, ¿me entiendes? Siempre soy así cuando no somos más que personas que simplemente se conocen... En fin. Ella se ha puesto furiosa, tal y como hace siempre y entonces... No sé qué ha pasado, Liv... Es decir, sí que sé lo que ha pasado; que me he comportado como un capullo. Pero no sé por qué...

Paré durante unos segundos para tomar aire y ordenar mis pensamientos.

- No sé, estaba bromeando sobre algo que pasó con nosotros cuando nos encontramos por primera vez... Y entonces ella creía que la iba a besar, y el caso es que a lo mejor pretendía hacerlo... pero me ha dejado claro que no quería. Y entonces... he dicho cosas que no tenía que haber dicho...

Volví a parar, respirando con furia, clavando la mirada en los calmados ojos de Liv, que seguía en silencio, esperando a que terminara.

- ¡Joder, la he hecho daño! La he herido, y ni siquiera sé por qué... Soy un capullo. Soy un capullo...

- Tranquilízate, Jacob.

- No puedo, Olivia. No puedo porque he dicho cosas crueles, para ocultar lo que siento por ella. Y claro que sé por qué ha sido. Ha sido porque soy un maldito orgulloso y a la vez un cobarde que no se atreve a confesar sus sentimientos por el miedo al rechazo. Tengo miedo a su rechazo, Liv. Tengo miedo a que me odie para siempre, a que jamás me perdone... Ya sé que la he perdido, sé que no puedo hacer nada por recuperar su amor, pero al menos necesito su perdón.

- ¿Y por qué no se lo dices...?

- ¿Crees de verdad que me va a escuchar, o que va a creerse lo que le digo? Liv, me pegó un puñetazo en el bosque, y no traté de pedir perdón si quisiera... ¿Y acaso crees que va a creerme? Elizabeth se vino conmigo, por si no lo recuerdas, y sé que piensa que lo hice porque amaba a Elizabeth. No me perdonaría ni en un millón de años, y probablemente me odiaría aún más; me tomaría por el mentiroso, capullo, cobarde y orgulloso... que realmente soy.

- Por cierto, ¿qué hay de Elizabeth? -cambió de tema Liv.

- Probablemente ya nos esté siguiendo. No te preocupes por ella.

- ¿Vas a... vas a tratar de meterla aquí? -murmuró Liv.

- No sé... Al menos no en unos días. Por ahora está bien donde está. Tampoco quiero dejarla ahí sola, después de haberse ofrecido a acompañarme en mi intento de guardaespaldas. Así que ya veré qué hacer... Lo que no quiero ni por asomo es traerla mañana, o en los siguientes días. No quiero herir más a Katherine ni hacerla creer cosas que no son.

- Sí, estoy segura de que a Katherine no le haría ninguna gracia ver a la víbora en su barco... -rió suavemente Olivia.

Incluso yo reí, levemente, evadiéndome de mi furia y angustia por unos momentos.

- He de admitir que ha cambiado. Elizabeth, digo. -murmuré, con los ojos cerrados. -Bueno, al menos eso es lo que aparenta... Igual si viene aquí vuelve a ser la que era antes, al menos con Katherine, y su rivalidad reaparece...

- ¿Ella te sigue queriendo? -inquirió Olivia, tumbándose de nuevo entre las mantas. -La víbora, digo.

Me encogí de hombros, sintiendo los tentáculos del sueño acariciándome.

- Dejó de interesarme hace mucho tiempo.

Recordé las veces en las que Elizabeth había tratado de besarme, y no digo esas en las que Katherine y yo éramos algo... Me refiero a esas veces después de que la abandonara creyendo que eso sería lo mejor para ella. No me sentía orgulloso, y me costaba admitirlo, pero algunas de esas veces (pocas, muy pocas), yo caí. Caí y dejé que me besara. Me dejé llevar, con la esperanza de que sirviera para calmar el dolor que sentía por lo que había hecho. Pero no llegó nunca a más. Sólo fueron besos, besos que no significaron nada, como ninguno de lo que habíamos compartido anteriormente.

Pero no había necesidad de recordar aquello.

La pared sobre la que me apoyaba me parecía lo suficiente cómoda para dormir, pero no pude evitar desear estar en el camarote de Kathy con ella a mi lado, abrazándola. Entonces recordé que Dan era el que estaba con ella en esos momentos, y la envidia y los celos se apoderaron de mí con demasiada intensidad. Maldito Dan.

Pero finalmente el sueño se cernió sobre mí como una nube oscura, amenazando con traer pesadillas... Pesadillas en las que aparecía Katherine, en las que aparecía Elizabeth, y también Dan.




2 comentarios:

  1. Yoes bipolares que marcan al mismo tiempo triste feliz y romántico.
    P*** Jacob tete. Y Dan. Y Elizabeth. Y Kate.
    VIVA LIV.

    ResponderEliminar
  2. GUAU a ver... No puedo con este capítulo. No sabía que habías actualizado el blog y... Me encuentro con esto, que como siempre haces, mejora mi día notablemente al leerte.
    Es que esta historia me encanta, lo mire por dónde lo mire. Ellos son geniales... Los personajes y todo, pero en este capítulo parecía que estaba yo allí en el barco, con ellos... QUERIENDO PEGAR A JACOB.
    Aunque como siempre ese pequeño momento de odio hacia él, lo arreglas con ese final dulce, mostrándome al personaje que me tiene ganada.
    Pero querida, no puedo perdonarte que no se hayan besado... Simplemente eres CRUEL. jajajaja Sabes que lo digo con cariño y todo eso... O NO. No lo hagas más, por un pobre corazón desolado.
    En definitiva capítulo perfecto, dejando claro que por mucho que tardes, las ganas siguen ahí. Genial.

    Un besito, preciosa :)

    ResponderEliminar