Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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sábado, 16 de febrero de 2013

DDM: Capítulo 66

¡Hola! :3

Sí, lo sé, aún tengo que hacer la entrada sobre la increíble 4º posición en la que ha quedado Diario del Mar, lo sé. :)

Pero necesitaba terminar el capítulo 66, para publicarlo cuanto antes. :) Y bueno, no tengo más que deciros... Tan sólo que lo disfrutéis, y que espero que os guste, como siempre os digo.

Ah, por cierto... Sé que no es el momento, pero quería agradeceros -de forma general- todo el apoyo que me dais. Sin vosotros, este pequeño blog no habría llegado hasta aquí, ni mucho menos. Y sin vosotros, yo no estaría aquí, ahora mismo, publicando el 66, ni agradeciendo a mis queridos lectores todo lo que han hecho por mí :').

Ya no os molesto más, aquí lo tenéis :)).





(Jacob)


Entreabrí la boca, y solté de una vez todo el aire que llenaba mis pulmones. Para ser sinceros, las ganas de llorar eran inmensas en aquellos momentos. Saber que al otro lado de aquella puerta estaba Katherine, una joven que sufría de amnesia, y que no me reconocía... dolía.

- Jacob, no nos vamos a rendir, ¿me oyes?

La voz de Diana se quebró al final de la frase, y tuvo que llevarse una mano a la boca, mientras se ponía a llorar. Liv la atrajo hacia sí, y la envolvió en sus brazos.
Oía mi propia respiración, lenta, pesada. Cansada. Al igual que mi corazón. Pero no me iba a rendir, porque Katherine estaba conmigo. Y si tenía que luchar por su amor, si tenía que luchar por volver a enamorarla, lo haría.

Aunque las palabras del doctor Davison me habían dado esperanzas: "Aún es pronto..."
Teníamos que estar atentos a su evolución, y ver si comenzaba a recordar algo, para poder diagnosticar de manera exacta que tipo de amnesia estaba sufriendo.

- Debemos tener esperanzas. Y lo más importante; debemos ser pacientes. Ya habéis oído al doctor Davison, aún es muy pronto para decir si recuperará o no la memoria. -añadió Dan, y noté la tristeza en su voz.

Alcé la mirada hacia él, y pude sentir la tensión que había entre nosotros. O la tensión que yo me imaginaba, la cual tal vez sólo existía por mi parte...

Fruncí los labios, y desvié la mirada hacia la puerta de madera, hacia esa puerta de madera que separaba la realidad de mis sueños.

"Jacob, despierta de una maldita vez. Katherine está tras esa puerta, sin saber ni siquiera dónde está. Katherine está tras esa puerta, y no sabe quién eres. Katherine te ha olvidado."

Mi propia voz interior me despertó de la peor manera posible. Apreté las mandíbulas, y miré a los demás. Diana lloraba abrazada a Liv, la cual trataba de consolarla, y Dan miraba al suelo, con tristeza.

Y justo en aquel momento, una puerta se abrió. Miramos todos en esa dirección.

- ¿Ha ocurrido algo?

Elizabeth nos miraba a todos con sorpresa, y preocupación.

- Ka... Katherine... -sollozó Diana.

- ¿Está... está bien? -murmuró.

Dan sacudió la cabeza, mirándola.

- Me temo que no.

Elizabeth cerró la puerta de la habitación, y se acercó a nosotros, preocupada.

- ¿Qué le ha pasado? -preguntó.

- Todo ha sido peor de lo que pensábamos.

- ¿Acaso no mejora? -inquirió, boquiabierta.

- No es que mejore o no. Es que ha perdido la memoria.

- ¿Có... cómo...? -balbució.

- Ha sufrido de amnesia, aún no sabemos qué tipo, según nos ha dicho el doctor Davison. Katherine... Katherine no sabe quiénes somos. No recuerda nada. -terminó Dan.

Elizabeth boqueó, tratando de hablar, pero las palabras no salían de su boca. Me miró con preocupación.

- ¿Por qué? -consiguió preguntar.

- Falta de oxígeno al cerebro. O un golpe muy fuerte. -contestó Liv.

Elizabeth se cruzó de brazos, sacudiendo la cabeza, sin saber qué decir. Mientras tanto, Diana se secó las lágrimas, e inspiró profundamente.

- Tenemos... tenemos que entrar. -susurré, tratando de mantener mi voz firme.

Los demás asintieron, y sin decir palabra, se acercaron a la puerta, la cual abrieron con lentitud y suavidad. Dan el primero.
Me disponía a entrar, cuando Elizabeth me agarró de la muñeca.

- Jacob. -susurró. -Lo siento muchísimo... Cuenta conmigo.

Asentí, sin mirarla directamente. Y seguidamente, entramos en la habitación, permitiendo que la realidad me golpeara con sus gélidos y a la vez ardientes puños.


***


(Katherine)



Me mordí el labio superior ligeramente, y agarré los bordes de la sábana que me cubría, justo en el momento en que la puerta se abría.
El joven moreno -Dan- era el primero que entraba en la habitación.

- Hola, Katherine. -sonrió levemente.

- Hola... Dan. -contesté, sin moverme.

Al menos podía intentar ser amable. Aunque me fuera imposible.
Detrás de Dan entraron dos jóvenes; una de pelo negro, y otra, de menor estatura y rasgos más infantiles, pelirroja. Miré detenidamente a ese brillante cabello, que parecía hecho de fuego.

Y detrás, el rubio de ojos verdes, que según había oído, se llamaba Jacob. Su mirada estaba centrada en mí, y parecía demasiado apenado. Pero no sabía por qué. Por último, detrás de ese joven, entró una chica de pelo rubio y ojos azules, algo preocupada.

- ¿Quiénes... quiénes son? -le pregunté al único al que me atrevía a hablar.

Dan me miró, ya sentado en la silla de mimbre, cerca del borde de mi cama.

- Ella es Diana. -señaló a la de pelo negro. -La pelirroja es Olivia, pero tú... nosotros la solemos llamar Liv. -hizo una pausa, en la que ambas jóvenes me sonrieron tristemente. -Y ella es Elizabeth.

Asentí, sin atreverme si quiera a saludarlas. Me limité a esbozar una fugaz sonrisa, que duró unos segundos.

- Hola, Katherine. -susurró la llamada Diana, sin apenas poder hablar.

¿Por qué lloraba? Si no nos conocíamos...

- ¿Qué tal te encuentras, Katherine? -preguntó Dan.

Me encogí de hombros, sintiendo ligeros pinchazos en el vientre.

- Creo que bien. -conseguí responder. -Salvo por hecho de que no sé dónde estoy, ni sé quiénes sois vosotros.

Miré a todos y cada uno de los presentes en aquella habitación, cada cual más preocupado, hasta llegar al rubio de ojos verdes. El chico parecía demasiado preocupado, el que más de todos.

- ¿Te duele la herida? -volvió a preguntar Dan.

- Ahora... sólo un poco. -contesté.

Bajé la mirada hasta mi vientre, y descubrí la venda, levemente manchada por la sangre de mi propio cuerpo. Suspiré, y cerré los ojos durante unos segundos, justo en el momento en que sentía unos pinchazos en ambas sienes.

- ¿Quieres dormir? -preguntó Dan.

Me llevé la mano hasta la cabeza, para tratar de reducir el dolor de las sienes. Debía admitir que no me sentía nada cansada, y lo último que quería era dormir.

- No. De verdad. -respondí.

Dan asintió, y el silencio inundó aquella habitación. La joven de pelo negro -"Diana, Katherine, ya te han dicho su nombre."- parecía estar haciendo un enorme esfuerzo por no no echarse a llorar.

- ¿Puedes... puedes repetirme qué me pasó, supuestamente, anoche? -pregunté, mirando a Dan.

- Te atacaron unos hombres que pertenecían a mi tripulación. Desgraciadamente, no llegué lo suficientemente pronto, y cuando lo hice, ya era tarde. Tú ya te habías desmayado, y ya habías perdido la memoria. Aunque no me di cuenta de eso hasta que te has despertado esta mañana. No me lo esperaba... -relató.

Suspiré, y me aparté el cabello de la cara, incorporada sobre los almohadones. Desvié la mirada, tratando de arañar las blancas paredes de mi vacía mente, tratando de encontrar aquel supuesto incidente. Pero nada.

- Se supone que debo confiar en vosotros y creérmelo, ¿verdad?

- No te vamos a obligar, pero tal vez es la única opción que tienes. -sonrió Dan, con amabilidad.

Fruncí los labios, y asentí. Todo era demasiado difícil y confuso.

- ¿Tienes hambre, Katherine? -preguntó de pronto el chico rubio.

Alcé la mirada hacia él, y me encogí de hombros.

- No mucho. -hice una pausa, en la cual desvié la mirada, para luego volver a mirarle. -Te llamabas Jacob, ¿verdad?

- Sí. Jacob Fellon. -bajó la mirada tristemente.

Esperé unos segundos, ya que creí que iba a continuar la frase, pero se quedó callado, y terminó dedicándome una triste y forzada sonrisa.


***

(Jacob)


Temía derrumbarme. Pero en aquellos momentos, era yo el que tenía que ser fuerte. Lo tenía que ser por ella y por mí. Por lo que éramos.

- Es un nombre bonito. -añadió, con timidez.

"Sólo cuando tú lo pronuncias."

Me quedé varios segundos observando sus preciosos ojos aguamarina, los cuales no me miraban de la misma forma. No había amor en ellos, ni siquiera un atisbo de mistad. Sólo había vacío, lejanía, distancia. Había algo de miedo. Como si nos acabáramos de conocer.

"Tómatelo como una aventura, como una nueva experiencia. Conviértelo en un juego, en el que el objetivo es volver a ganarte el corazón de Katherine."

Inspiré profundamente, tratando de tranquilizarme. Katherine iba a volver, porque la amnesia que estaba sufriendo no era grave. En, como mucho, unos días, habrá recuperado la memoria. Y todo volverá a ser como antes.

Y tenía que ser paciente. No podía derrumbarme tan pronto, debía esperar un poco, para estar seguro de qué la ocurría.

"Jacob, ¿serás tan fuerte como para esperar unos días? Todo volverá a ser como antes. Seguro."

Y eso deseaba. Que esto quedara en un pasado muy lejano, y que no fuera más que una anécdota. Porque ansiaba ver la ternura en sus ojos, deseaba ver el amor que hacía unos horas, sentía por mí.

Quería volver a ver ese brillo y esa calidez en sus ojos; que me indicaran que nuestro amor seguía ahí, y que era más fuerte que cualquier enfermedad.


***

(Katherine)


De vez en cuando veía pequeños puntos luminosos en la habitación, aunque no me asustaba. Me sentía bastante débil, algunos minutos más que otros. Si me habían apuñalado, era evidente que no me iba a encontrar de la mejor manera.

Pero eso no era lo más extraño, ni siquiera lo peor. Lo más extraño era que mi corazón bombeaba sangre por hacerlo. No había nada que me instara a seguir con vida. Era... era muy extraño. Mi mente seguía vacía, y mi corazón también. Todo mi ser estaba vacío, y era una sensación demasiado confusa, e incluso hiriente.

No había nada en mi vida por lo que luchar, no encontraba motivos, nada que me impulsara, o me animara. Tampoco sabía si los había tenido en momentos anteriores.

No había amor en mi interior, ni odio, ni tristeza, ni dolor. No había absolutamente nada. Ni rastro de algún sentimiento, como si me tratara de un cadáver que vive porque le han resucitado.

Nada más lejos de la realidad, pues eso era lo que era.

Un envase frío y vacío, inútil, con un corazón de piedra al que le costaba encontrar motivos para seguir latiendo.

***

Aquellos individuos desconocidos para mí, aquellos extraños de los cuales sólo conocía sus nombres, me acompañaban la mayor parte del tiempo, haciendo que todo fuera más ameno... o más violento. Ellos estaban ahí, hablando de sus vidas, riendo (aunque forzadamente, no sabía muy bien por qué...), tratando de entablar conversación conmigo, o con lo que quedaba de mí... o sea, mi propio nombre, que ni siquiera significaba nada para mí.

Me preguntaban cosas, me preguntaban si recordaba esto, o aquello. ¿Y cuál era mi respuesta? No. No recordaba nada, pues no había nada en mi mente. No había nada por ningún lado.

Apenas comí, aunque tuve que hacerlo, pues parecían muy preocupados por mí. Sobretodo el chico rubio, Jacob.

Lo que sí que hacía era dormir. Acababa demasiado agotada, agotada de buscar cosas en mi interior, cosas que no existían, o que se habían esfumado. Agotada de no saber ni siquiera qué estaba buscando. No había un pasado. Y por lo tanto, ningún futuro planeado. Sólo había presente, un presente lleno de temor y frialdad. Un presente que no era el mío. Yo no pertenecía a ese lugar, ni a ese momento, y no sabía por qué me sentía así. ¿Tal vez porque aquellas personas contaban historias en las que yo aparecía, y no tenía ni la más mínima idea de lo que hablaban? Tal vez.

- ¿Tú lo recuerdas, Katherine? -preguntó de pronto la joven de ojos azules y de pelo negro como el azabache.

Traté de despejar mi mente, eliminando cualquier pensamiento, y centrándome en su pregunta.

- ¿Cuál? -inquirí.

- Aquella vez en la que... -rió dulcemente, mirando a Dan. - en la que conseguiste tirar a Dan al mar en aquel puerto de Francia. ¿Te acuerdas?

Su sonrisa era amplia y muy dulce, y sus ojos brillaban de felicidad, al igual que los del resto, exceptuando los del rubio, Jacob, los cuales no se apartaban ni un segundo de mí.

Tragué saliva, procesando la palabras de la joven llamada Diana, y acabé sacudiendo la cabeza, y respondiendo con un corto y seco "no".

- Yo jamás podré olvidarlo... -rió, burlándose de Dan.

- ¡Eh, no habría sido tan gracioso si hubieras sido tú la que se hubiera caído al agua! -exclamó Dan, señalándola, con una enorme sonrisa.

Parecían felices. Y yo no encontraba ningún motivo lógico para estarlo. Ellos parecían tenerlos, pero yo no.
Y después de aquello, desconecté. Oía sus voces de fondo, como un mero acompañamiento, que me mantenía... despierta. Risas, burlas, sarcasmos, pequeñas historias sobre sus vidas... Pero yo no estaba ahí psíquicamente. Y no sabía dónde estaba. Era como si me hubiera perdido en un laberinto oscuro y frío, inundado por la niebla. Pero no temporalmente, sino para siempre.

Y así fue todo durante aquellos indiferentes días.
No era consciente de cómo pasaba el tiempo, tan sólo de cuándo brillaba el sol y cuándo lo hacía la luna.

Cuando me quedaba sola, también lo hacía con mis pensamientos, y todo era doblemente extraño. ¿Por qué estaba ahí tumbada? ¿Por qué? Estaba sola, estaba vacía. No había ni rastro de un maldito motivo que me hiciera seguir con vida, y odiaba aquello.

¿Por qué ellos me conocían, y yo a ellos no?

***

Ya habían pasado cuatro días desde la primera vez que me desperté en la posada.

Aquella mañana, los rayos del sol me despertaron, y abrí los ojos con lentitud. Parpadeé varias veces, para acostumbrarme a la luz que entraba en la habitación. Me sobresalté cuando vi a una figura a mi lado, sentada sobre una silla de mimbre, observándome.

- Buenos días. -susurró.

Una vez la vista despejada, conseguí ver de quién se trataba.

- Ho... hola. -conseguí murmurar.

Se mordió levemente el labio inferior, y se giró, para mirar a una segunda figura, la cual no tardé en identificar: Dan.

- Veníamos a ver... qué tal estabas. -dijo Dan.

Jacob asintió, volviendo a posar sus ojos verdes sobre los míos.

- ¿Has dormido bien?

- Como las últimas noches. -respondí.

Jacob se pasó la mano por los labios, desviando la mirada.

- ¿Te duele? Me refiero a la herida.

- Bueno, sigo viva.

Mis respuestas eran escuetas y frías. No veía el motivo para ser amable, o cálida, o cercana. Allí había dos hombres, de los cuales no sabía absolutamente nada, exceptuando sus nombres.

- Me alegro. -añadió, esbozando una leve sonrisa. Muy pequeña y fugaz.

"Seguro que tiene una sonrisa muy bonita." pensé. Y enseguida aparté ese pensamiento de mi mente.

- Katherine... Quiero hacerte una pregunta.

Fruncí los labios, y asentí con lentitud. ¿Qué esperaba que respondiera?

- Necesito saber... necesito que me digas si hay algo en tu mente que no encaje, que no sabes de dónde viene. Necesito saber si recuerdas algo de tu pasado, de tu vida, Katherine.

Sus palabras retumbaron en mi mente durante largos segundos. Mi cerebro trabajaba a toda velocidad, tratando de encontrar una posible respuesta.

- Está... -hice una pausa, tratando de decir la palabra. -... vacío. No hay nada. No sé que esperas que te diga, pero sea lo que sea, no está en mi cabeza.

Su expresión se ensombreció poco a poco, aunque no apartó su mirada de la mía.

- ¿Estás... segura? ¿Lo has intentado? -inquirió.

- Lo he intentado. Llevo días intentando encontrar algo, pero no sé ni siquiera qué busco.

- Recuerdos. Buscas recuerdos.

- Pero no sé qué clase de recuerdos. -murmuré.

- Tus recuerdos. Los de tu vida, Katherine. Tu pasado. -dijo, y pude notar cómo se le quebraba la voz.

Se apoyó en el respaldo de la silla, y desvió la mirada hacia la pared, llevándose la mano a los labios. Se acarició la piel, y cerró los ojos con fuerza.

- No tengo. No hay. Es como... como si no hubiera nada. -contesté, en un susurro apenas audible. -Lo siento.

Mis palabras parecieron hacerle daño.

- Está bien. -murmuró. -Tranquila.

Y seguidamente, se levantó, con los labios fruncidos, y las mandíbulas y los puños apretados con fuerza. Observé sus movimientos boquiabierta, y pude ver que sus ojos estaban empañados por las lágrimas. ¿Por qué?

Dan también observó a Jacob hasta que se hubo marchado, dejándonos solos en aquella habitación.

- ¿Qué le ocurre? -le pregunté a Dan.

El joven moreno de ojos castaños ocupó el lugar de Jacob en la silla, y me miró directamente a los ojos.

- A veces la realidad es demasiado cruel y aplastante. -contestó, en un susurro apenas audible.


***

(Jacob)


No me importaba hacer ruido. No me importaba molestar a los posibles clientes del padre de Marcus. No me importaba despertar a nadie, o dar mala impresión. No me importaba nada.

Lo último que quería era perder la esperanza, pero ésta iba desapareciendo poco a poco. Se iba haciendo menos brillante, y costaba atraparla. La esperanza se deshacía como si de tierra se tratara. La esperanza de que Katherine volviera pronto.

Caminé por el pasillo de la posada hasta las escaleras de madera que tanto conocía. Chirriaron de la misma manera de siempre, aunque más alto a causa de mis pisadas. Mi corazón latía con fuerza, y mi garganta y mis pulmones ardían, a la vez que mis ojos se empañaban por las lágrimas.

Salí de la posada con furia, dolor y miedo. Sintiendo como todo mi interior se desmoronaba sobre mí con lentitud, pero sin freno.

El radiante sol bañaba las ajetreadas calles de la ciudad, y toda la gente caminaba alegremente, haciendo sus recados. Pero yo no. Yo no caminaba alegremente, y no podía parar a observar el brillante día que hacía. Porque en mi interior, aquel sol había sido reemplazado por densas nubes negras, que descargaban sobre mí su lluvia y sus rayos.

¿Por qué?

Apreté las mandíbulas, mientras las lágrimas brotaban de mis ojos, a pesar de que hice todo lo posible por evitarlo.

"Ya no es pronto. El doctor Davison dijo que esperáramos unos días. Y esos días ya han pasado. Pero los recuerdos no han vuelto."

Caminé con toda la rapidez que fui capaz, hasta que llegué al puerto. El sol se reflejaba en las aguas calmadas del océano. Lo observé atentamente, mientras las lágrimas caían de mis ojos y rodaban por mis mejillas.

Llegué al muelle donde estaba el Greenwood Wells, el barco de... de mi Katherine. Me senté al final de dicho muelle, y centré la mirada en el agua oscura. Me llevé las manos a los ojos, y sequé las lágrimas con el dorso de mi mano.

¿Cómo se puede ser fuerte, si la fuerza es lo único que te falta?

Aspiré el olor salino del mar, para intentar calmar los desbocados latidos de mi corazón. Todo mi mundo se estaba cayendo a pedacitos, y no estaban cayendo al suelo. No, estaban cayendo sobre mí, y me estaban aplastando. Me estaban ahogando.

Cerré los ojos con fuerza, y hundí el rostro entre mis manos, sin poder evitarlo. Volví a alzar la cabeza, y observé el horizonte. ¿Cómo podía hacer un día tan brillante, y estar todo tan apagado en mi interior?

Mis sienes palpitaban, todo mi ser palpitaba de dolor. No podía volver a perderla, y eso es lo que estaba pasando. La estaba perdiendo, estaba perdiendo al único motivo que me hacía seguir vivo.

Aquella misma mañana, me di cuenta de que sólo se necesitan unos segundos para perderlo todo. Katherine sólo había necesitado unos segundos para olvidarlo todo. Para olvidarme a mí. Para olvidar nuestro amor.

El océano se abría ante mí, calmado, profundo, sereno. Totalmente opuesto a lo que sentía en mi interior. Era como si me desafiara. El propio océano, mi propio océano me desafiaba. Me estaba demostrando que él mismo era más fuerte que yo, y que a pesar de ser inmenso, se mantenía en calma.

No como yo.

Porque nunca había sido fuerte. Y si lo había sido, fue hace mucho. Antes de conocer a Katherine, y de volver a enamorarme de ella.

- Eh.

Tardé un poco en reconocer aquella voz femenina. Tal vez porque no era la voz de Katherine, y si no era, no me interesaba.
La joven se sentó a mi lado en el muelle, ligeramente encorvada, observando el océano. Su cabello rubio ondeaba a ambos lados de su rostro, a causa de la brisa. Sus ojos azules estaban fijos en el mar, y sus labios estaban curvados en una ligera sonrisa.

Ella también mantenía la calma.

- He visto cómo salías de esa habitación.

"De la habitación de Katherine."

Tragué saliva, sin apartar la vista de sus fijos y azules ojos. Ella seguía observando el mar.
Sin poder evitarlo, entraron en mi mente todos los recuerdos de aquel momento en que la besé por primera vez. A Elizabeth. ¿Por qué lo hice? Porque Katherine estaba mirando. Porque sentía esa infantil necesidad de que me viera. De comprobar su reacción, para saber si aún seguía sintiendo lo mismo que yo por ella.

O tal vez... tal vez lo hice porque necesitaba que me viera como el joven de siempre. Ese que estaba rodeado de jóvenes, que tenía hasta para elegir. Y no como el joven que llevaba enamorado de ella desde que se marchó hacía años. Me daba miedo parecer... débil. Por mantener aquellos sentimientos, sabiendo que ella los había olvidado, y que me odiaba.

Seguidamente, Elizabeth se giró, y al principio pensé en apartar la mirada, pero no lo hice. Esbozó una amable sonrisa, que me hizo creer que... había cambiado.

- Y no entiendo por qué. Por qué te has ido así, sin más. Y por qué te has ido de esa manera.

Suspiré con fuerza, y bajé la mirada.

- Porque no soy paciente. No puedo serlo. Y me parece que si Katherine pudiera recuperarse, ya nos habría dado alguna señal.

Temí que mi voz se quebrara, así que paré. Elizabeth no dijo nada, simplemente esperó que terminara la frase en silencio.

- Algo como un recuerdo. -completé, en voz baja.

Al final de la frase, se me quebró la voz, como había esperado. Fruncí los labios, y observé el calmado océano. Su calma me enfadaba. Me llenaba de rabia.

"Cómo es posible que tú estés tan calmado. Que a pesar de albergar miles de vidas, estés tan tranquilo. Y yo aquí, sólo con mi vida, y me estoy muriendo por dentro de forma lenta, pero inexorable."

- Necesito creer que saldrá de esta, que la amnesia no será más que un borrón en nuestras vidas. Que todo será como antes. -hice una pausa. -Pero no encuentro esperanza.

Me obligué a callarme, si no quería echarme a llorar con Elizabeth delante.

- Jacob.

Alcé la mirada hacia ella, y clavé mis ojos en los suyos, de un color como el del hielo.

- Estamos juntos en esto. Todos. No nos vamos a rendir, y todo se arreglará. Ya lo verás.

Sólo eran palabras. Palabras de alguien que había odiado a Katherine. Palabras de alguien que no sabía lo que pasaría en un futuro. Palabras improvisadas, palabras falsas que albergaban falsas esperanzas. Todo falso. Porque nadie conocía el futuro, ni lo que conllevaría vivirlo.

Pero aún así, me lo creí. Me aferré a ellas como si fueran mi única salvación, como si fueran reales, verdaderas.

- Gracias, Elizabeth.

Ella esbozó una débil sonrisa, pero llena de amabilidad y cariño.

Tal vez era verdad que hubiera cambiado.

Pero que hubiera cambiado no significaba que sus palabras no fueran falsas.

Ni que la esperanza a la que me aferraba fuera real.


3 comentarios:

  1. ME ENCANTA. Precioso y triste, muy triste... Me gustaria abrazar a Jacob, darle un golpecito a katherine para que volviera. Te has lucido con lo de:
    -Bonito nombre.
    "Sólo cuando lo pronuncias tu.

    Eso ha sido lo más conmovedor del capítulo en mi opinión.
    Bueno, ya sabes... Que te lo he dicho varias veces. Es imposible que te ponga que algo no me gusta.

    Un besito cielo :)

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  2. Me encanta!!! Pero es que pobre Jacob y pobre katherine deberdad haz q se de otro golpe y se acuerde de todo por favor!!
    MUCHAS GRACIAS'!! Por subir tan seguido!!!
    Muchos besos

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  3. Lo leí anoche a las 3 de la mañana iba a ser la primera en comentar pero no podía a esas horas así que enhorabuena porque ha sido un capitulo muy emotivo y has sabido escoger genial las palabras para describir toda la situación. Espero que todo se arregle y bueno, me ha encantado :)
    Jacob me sigue matando de amor y espero que todo salga bien, espero que escribas cuando puedas :)

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