Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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domingo, 10 de febrero de 2013

DDM: Capítulo 65

¡Hola a todos!

Sí, lo sé, he estado desaparecida durante mucho tiempo... Y lo siento, de verdad. Pero ya estoy aquí. He podido sacar un ratito, para terminar el capítulo 65, y subirlo :) Ha sido por culpa de los estudios... no me matéis.

Y bueno, quería daros las gracias a TODOS aquellos que me votaron en la encuesta de este blog:  Los Juegos del Hambre

Gracias a vosotros... ¡Diario del Mar ha quedado en 4º posición! Cuando me lo dijeron... No podía ni creérmelo. De verdad, sois increíbles, y sin vosotros, esto no habría podido ser posible.

Ya me encargaré de hacer una entrada más apropiada para comentar esta increíble posición :) Aunque os adelanto que habrá más encuestas, y si queremos mantener ese puesto, o incluso mejorarlo... volveré a necesitar vuestra ayuda :)

Y sin más dilación... os dejo el capítulo 65 :)



Estaba atrapada.

Gemí, y cerré los ojos con fuerza. La espalda me dolía bastante, y mi corazón hacía todo lo posible por bombear con rapidez la sangre de mi cuerpo. Me deslicé lentamente por la pared, para terminar cayendo al suelo... pero la mano del hombre rodeó mi cuello, y me frenó. Sentí los ladrillos contra mi espalda, y me obligué a abrir los ojos, para mirarle.

- ¿Has intentado huir, Princesa? ¿De verdad?

No respondí. En su lugar, parpadeé con extrema lentitud, y traté de coger aire.

- Juraría que lo has intentado... -siseó.

Entreabrí la boca con urgencia, intentando coger aire. Mis pulmones comenzaron a arder, por la falta de oxígeno, y la presión en el cuello lo hacía todo más difícil. En un acto reflejo, clavé mis uñas en su piel, con toda la fuerza que fui capaz de reunir, para intentar liberarme de su agarre. Pero él se limitó a ladear la cabeza.

- ¿Encima... encima intentas resistirte?

Y seguidamente, me lanzó contra el suelo. Me raspé la piel de los antebrazos, y sentí un terrible ardor, mezcla del dolor y la humillación de aquello.

"Dan. Ven."

- Venga, muéstrame cuan valiente eres. -bramó.

Cerré los ojos con fuerza, y apreté la mandíbula. "El cuchillo. Sácalo." Con lentitud, deslicé la mano derecha por el suelo, y me encogí levemente sobre mí misma. Estiré los dedos para llegar a mi bota, pero entonces, el hombre me pisó el brazo, y gemí de dolor.

- ¿Qué querías hacer? -inquirió.

Se puso de tal forma que quedé entre sus dos piernas, y me agarró del pelo, haciendo que alzara la cabeza. Noté su aliento en mi oreja.

- ¿Qué pretendías, Princesa? -repitió.

- Na... nada... -gemí.

Me soltó el pelo, y volví a tumbarme sobre el suelo. Apreté las mandíbulas, y giré sobre mí misma, hasta quedar boca arriba. Alcé la pierna, y golpeé con rapidez su estómago. Y gracias a eso, gané ventaja. Se encogió sobre sí mismo, y gimió levemente. Dio unos pasos hacia atrás, y aproveché para levantarme. Tenía que actuar rápido.

Me llevé la mano a la bota, y agarré el mango del cuchillo que llevaba metido. Lo alcé a la altura de mis hombros, y me giré con rapidez hacia los otros dos hombres.

- Vaya... Veo que tienes ganas de jugar... con instrumentos cortantes. -se burló el primer hombre. -Volved atrás. No os preocupéis, yo me encargo.

Los dos hombres se echaron hacia atrás, y dirigí el cuchillo hacia él.

- No te acerques. -escupí.

- ¿Qué me vas a hacer? -se burló.

Se acercó aún más a mí, y decidí utilizar el arma. No podía quedarme quieta. Me abalancé sobre él, con el cuchillo en mano, e intenté clavárselo en la piel. Y al parecer, lo conseguí. Pero entonces noté que rodeaba mi muñeca con su mano con tanta fuerza, que gemí del dolor. Y me obligó a soltar el cuchillo.

Caí de espaldas al suelo, a la vez que oía el ruido metálico del cuchillo al caer al suelo. Me mordí la lengua, pensando con rapidez, barajando mis posibles movimientos. Si iba a coger el cuchillo... no. Descarté esa idea, pues probablemente estaba alerta, y me impediría llegar hasta él.

En vez de eso, al ver que el hombre daba unos pasos hacia mí, me arrastré hasta chocar contra la pared.

- Mal... Odio tener que empezar a hacer daño a una joven tan hermosa.

Se inclinó sobre mí, y me agarró de la blusa blanca. Tiró de mí hacia arriba, y mientras me levantaba, cerré los ojos, lanzando un leve gemido de dolor, ya que la pared me estaba raspando la espalda. Oí el crujido de la tela al rasgarse.

- Tal vez deberías empezar a actuar tal y cómo eres; una persona débil. ¿O es que te gusta parecer valiente ante la gente?

Entreabrí los ojos, notando su aliento en mi rostro. Le miré fijamente, con la rabia hirviendo en mi interior, junto al miedo. No soltó mi blusa, y supe que tal vez, podía intentar huir.

Con rapidez, golpeé su estómago con mi rodilla, lo que le obligó a encogerse sobre sí mismo, y a soltarme. Aproveché, y eché a correr. Pero mis movimientos habían sido muy previsibles. Y eso fue lo que aprovecharon los dos hombres.

Ambos estaban a mi espalda, y solté un grito de miedo al sentir sus fuertes brazos agarrando los míos. Pataleé, quería seguir corriendo, para salir al menos de callejón. Pero era tarde. Siempre era tarde.

- Parece ser que no te ha quedado muy claro eso de que... no debes huir. -murmuró uno a mi espalda.

Apreté las mandíbulas, y bufé, tratando de liberarme. El primer hombre se irguió, y me miró con odio.

- No pretendía matarte, Princesa. Pero al parecer, lo estás pidiendo a gritos. Y haré lo que sea por callarlos.

Fruncí los labios, sin dejar de resistirme ante los otros dos hombres. No quería sufrir más. Quería irme de ahí.

"Dan, dónde estás. Vuelve."

Aparté la mirada, y la posé sobre el cuchillo. Estaba cerca. Podía... intentarlo. Desvié con rapidez la mirada hacia el hombre, para que no lo notara. No debía dar ninguna señal de lo que pretendía hacer.

- Soltadla. -ordenó.

"Ya."

Mi corazón tembló por la adrenalina, y sentía que las piernas me iban a fallar. Pero necesitaba coger el cuchillo. Nada más dejar de sentir la presión de sus manos sobre mi piel, me abalancé hacia el cuchillo, cayendo sobre el suelo. Lo agarré con la mano derecha, y seguidamente, me levanté, con el corazón latiendo desbocado. Sentía que se me iba a salir del pecho.

Empuñé el cuchillo de tal manera que apuntaba a los tres hombres. Pero maldije mi posición, pues ellos cerraban la salida del callejón.

- ¿Sigues con ganas de jugar? ¿Aún no se te han quitado? -inquirió, cruzándose de brazos.

Su voz era tan firme, que me dio escalofríos. No perdí de vista a ninguno de los hombres, y tampoco aparté el cuchillo.
Mi corazón latía con extremada fuerza, porque ahora dudaba. ¿Y si haber sacado el cuchillo no había sido una buena idea?

- Dejadme marchar. Creo que ya ha sido suficiente. -murmuré.

Y me insulté a mí misma por mi estúpida petición. ¿De verdad creía que me iban a dejar marchar?

- ¿Tengo que reírme? -inquirió. -Vamos, venga ya.

Y después de decir aquello, corrió hacia mí, decidido. Me quedé completamente paralizada, perdida en esos ojos que echaban chispas, en esos ojos decididos a matarme si tenía la oportunidad. Y la tenía. Mi mente gritaba, me gritaba y me decía que me moviera, que utilizara el cuchillo contra él.

Pero no sabía cómo hacerlo. El miedo se había apoderado de mí, y miles de recuerdos avanzaban por mi mente. Todos ellos, o la mayoría, relacionados con Jacob. Y Elizabeth. Y sentí la ira hirviendo en mi interior, a causa de los... ¿celos?

Y ése fue mi combustible.

El hombre estaba a una corta distancia de mí, y tuve tiempo de reaccionar, empuñando el cuchillo con firmeza, para clavarlo en su piel. Cerré los ojos con fuerza, mientras su cuerpo chocaba contra el mío. Pude notar su piel abriéndose a causa del filo del cuchillo, y esperé el golpe contra el suelo.

El cual no tardó en llegar.

El impacto fue tal, que me quedé sin respiración. Abrí los ojos lo máximo que pude, y traté de coger aire con urgencia. El hombre se levantó, liberando mi cuerpo, y vi que se llevaba la mano al hombro, mientras resoplaba. Se tambaleó hacia atrás, algo que no pude ver muy bien, ya que mi vista se había nublado. Abrí la boca con desesperación, intentando coger aire, intentando hacer que éste llegara a mis pulmones. Lo volví a intentar, hasta sentir el aire llenando mis pulmones, y me sentí aliviada.

- Maldita sea... -gruñó.

No me hizo falta mucho más, tan sólo sus palabras y ver la silueta del cuchillo en su mano, para saber que había conseguido clavárselo. Sonreí para mí, victoriosa.

Pero esa satisfacción se vio sustituida por el miedo en décimas de segundo.

El hombre se acercó a mí, y se inclinó sobre mi cuerpo. Alargó la mano, y me agarró del cuello. Automáticamente, y con ayuda de su fuerza, me puse en pie, temblando ligeramente. Me empujó con fuerza contra la pared, sin soltar mi cuello.

No llegaba apenas aire a mis pulmones, pero eso era lo que menos me preocupaba. Lo que más me preocupaba en aquel momento eran su enfadada mirada y las palabras que pronunció a continuación.

Y el cuchillo en su mano.

- Me he cansado de jugar, Princesa. -siseó entre dientes. -Creo que es hora de comprobar quién es el ganador.

Apretó más fuerte mi cuello, y la cantidad de aire disminuyó notablemente. Mi corazón se aceleró, e intenté apartar su mano, cosa que fue imposible.

- ¿Vas imaginándote quién ha ganado? -inquirió.

Sus palabras no llegaban demasiado nítidas a mi cerebro. No me quedaba suficiente aire en los pulmones, y la agonía no cambiaba nada. Y, desgraciadamente, sí que sabía quién había ganado aquella batalla.

Él.

Luces explosivas en mi mente, seguidas de miles de recuerdos, todos ellos diferentes. No quería morir. Pero no tenía nada que hacer contra aquel hombre. No quería morir. Y menos ahogada.

Tuve la oportunidad de respirar levemente en cuanto cambió su postura; apretó mi cuello con su antebrazo, y no con su mano, lo que me dio unos segundos para respirar.

Pero después, me encontré en la misma situación.

- Despídete, Princesa.

La visión se me iba nublando cada vez más, y comencé a ver los bordes negros. Aire, necesitaba aire. Cerré los ojos con fuerza, deseando algún milagro. O deseando la muerte ya.
No escuchaba nada, no podía oír nada, salvo mi propio corazón, que latía con más lentitud a cada segundo que pasaba, junto a los miles de recuerdos que pasaban por mi mente.

Destellos luminosos, puntitos de colores brillantes, bordes oscuros. Mi visión se nublaba. Y mis pensamientos se centraban en un nombre. "Dan."

Necesitaba su ayuda, necesitaba que se girara, y se diera cuenta de que Katherine no seguía a su lado. Necesitaba que se diera cuenta rápido. Antes de que fuera demasiado tarde.

Oscuridad. Y no fui consciente de cuánto tiempo pasó. ¿Segundos? ¿U horas?

Pero de pronto, ocurrió algo. Algo que mi mente pudo clasificar como un milagro.

Dejé de sentir la presión del brazo del hombre en mi cuello, aunque aún notaba un ligero rastro de dolor. El aire entró en mis pulmones, pero yo no era consciente. Estaba demasiado mareada para darme cuenta de ello. Estaba tan afectada por la falta de oxígeno, que sólo creí que moría.

Me tambaleé hacia delante, y entreabrí los ojos. Vi una imagen borrosa, oscura, y llena de pequeños destellos de luz. El hombre seguía delante de mí, eso lo pude sentir.

Oí gritos, que decían algo, pero no lo oía. No claramente.

¿Dónde estaba?

Sólo hubo una cosa que noté con nitidez; un tremendo ardor en alguna parte de mi cuerpo, aún no sabía cuál, como si estuvieran quemando mi piel.

Me salió un pequeño gemido por aquel terrible dolor, y cerré los ojos con fuerza. ¿Qué ocurría? Entreabrí los ojos, para observar, tal vez demasiado lejos de lo normal, a cuatro figuras forcejeando. Y más gritos.

El ardor continuaba y continuaba, y me obligué a cerrar los ojos.

¿Qué demonios estaba ocurriendo?

Me apoyé en la fría pared, y me dejé caer hasta el suelo, sin sentir cómo el ladrillo arañaba mi espalda. Todo daba vueltas a mi alrededor, y ya no veía destellos de colores. Ahora sólo lo veía todo borroso y muy oscuro. Los bordes negros.

¿Dónde estaba?

El mareo se acentuaba a cada segundo que pasaba.

Apreté las mandíbulas, y sentí un dolor más pronunciado, más fuerte. Más ardiente que las propias llamas.

Una vez en el suelo, apoyé la cabeza en la pared, y entreabrí la boca para respirar con fuerza. No abrí los ojos en ningún momento. Traté de olvidarme del dolor, pero me fue imposible. Porque todo ese dolor, se fue concentrando en un sólo punto.

Entonces, me llevé la mano a esa zona, a esa zona que ardía con intensidad, esa zona que se contraía por el maldito dolor. ¿Por qué?

Bajé lentamente mi mano, rozando la tela de mi blusa, que, por alguna extraña razón, estaba... mojada. Pero no era agua. Tampoco era sudor. Era algo cálido. Una vez llegué al estómago, mis dedos se toparon con algo diferente. Algo frío.

Rodeé el objeto con la mano, sin conseguir situarlo. Me sentía como en una nube.

Noté algo cálido corriendo por la piel de mi mano, entre mis dedos, algo cálido y líquido. Entonces, me obligué a bajar la mirada hacia mi mano con extrema lentitud, y entreabrí la boca. No podía casi ni moverme. La poca luz que había me sirvió para ver de qué se trataba.

Aquel instrumento frío no era más que mi cuchillo.

Aquel líquido cálido no era más que mi propia sangre.

Y entonces, caí al suelo de lado, después de un pinchazo en la sien.


***


Noté que algo me zarandeaba con fuerza.

- ¡Ka... rine...!

No sabía si me llamaba alguien, o varias personas a la vez. Lo veía todo negro y borroso, y no sabía dónde estaba, ni que ocurría.

- ¡Katherine! -exclamó la voz masculina.

Mi nombre llegó a mi cerebro con rapidez, pero no conseguí ubicar la voz. Ladeé la cabeza, y traté de abrir los ojos.

- ¡Dime algo! ¡Mírame, Katherine!

Sus palabras se hacían cada vez más fuertes, pero estaba demasiado desorientada. Gemí levemente, a la vez que sentía un dolor terrible en el estómago.

- ¡Vamos, Katherine, abre los ojos!

No sé de dónde saqué fuerzas para hacerlo, pero lo conseguí. Entreabrí los ojos, y traté de enfocar la vista.

- ¿Quién... quién eres? -murmuré como pude.

- ¡Oh Dios, Katherine! -exclamó la voz.

Me miró de arriba abajo con desesperación, parecía muy nervioso. Sus brazos me rodearon, y por un momento tuve miedo. ¿Quién era?

- Vamos, vamos, ayúdame a levantarte.

Cerré levemente los ojos, y asentí. Me ayudó a ponerme en pie, pero me tuvo que sujetar para que no me cayera.

- Espera. -murmuró.

Pasó una mano por mi nuca, y un brazo por detrás de mis rodillas, elevándome en el aire. Me apoyé contra su pecho, y gemí al sentir otro pinchazo en el estómago. Cerré los ojos, olvidándome de que un desconocido me estaba llevando en brazos.

- Tranquila, no te pasará nada, ya casi estamos en la posada.

¿Posada? ¿De qué hablaba?

No sé cuánto tiempo pasó, sólo sé que aquellos momentos fueron como borrones en mi vida. Tampoco fui consciente de cuando llegamos a la posada. Sólo noté cosas lejanas. Más voces. Más contacto entre otras personas. Todas ellas demasiado lejanas.

Y oscuridad.


***

Parpadeé varias veces para disipar la niebla que se acumulaba en mi cabeza y en mis ojos. Tragué saliva, y sentí un fuerte pinchazo en la sien izquierda. Cerré los ojos, y apreté las mandíbulas para soportar mejor el dolor, hasta que volví a abrir los ojos. Miré a mi alrededor, y me vi en una cama con sábanas grises por la suciedad.

La habitación tenía varios muebles, tampoco muchos, y no en muy buen estado. Me incorporé levemente sobre los almohadones que tenía en la espalda, y sentí un terrible dolor en el estómago. Me destapé, y me subí la camisa que llevaba puesta. Observé la venda que me cubría el vientre, con una mancha de sangre bastante leve.

¿Dónde demonios estaba? ¿Qué había pasado? ¿Por qué estaba tumbada en aquella cama? ¿Por qué llevaba una venda? ¿Por qué tenía una herida?

Volví a mirar a los lados, de manera desesperada. Tenía que salir de allí. El corazón se me aceleró por unos segundos, hasta que me destapé del todo, decidida a levantarme. Pisé el frío suelo, y sentí un escalofrío.

Pero, de pronto, alguien irrumpió en la habitación, y se quedó varios segundos mirándome desde la puerta. No se movió, al igual que yo, y parpadeó varias veces.

Seguidamente, caminó con rapidez hacia mí, frunciendo los labios. ¿Iba... a llorar? ¿Por qué?
Asustada, di unos pasos hacia atrás, y me subí a la cama, sin perder de vista a aquel joven de ojos verdes.

Bajé de la cama por el lado contrario, sin dejar de mirarle, con miedo.

- ¿Quién... quién eres? -murmuré.

El joven boqueó, sorprendido por mi pregunta. Aunque no llegaba a alcanzar el por qué de su sorpresa.

- Katherine... Katherine... Soy yo. -contestó.

Me quedé varios segundos en shock, mientras mi propio nombre retumbaba en mi cabeza.

- ¿Cómo demonios sabes mi nombre? ¿Y quién es "soy yo"? -gruñí, a la defensiva.

El joven miró hacia los lados, y volvió a posar su verde mirada sobre mí.

- Katherine, por favor... Soy yo. -su voz sonaba desesperada.

Negué con la cabeza, frunciendo los labios. El joven dio un paso hacia mí, pero le obligué a frenar con un resoplido.

- No te acerques a mí. -murmuré. -No... no sé quién eres, ¿me oyes?

El joven se quedó boquiabierto, sin saber muy bien cómo actuar.

- Katherine... ¿Recuerdas algo? -susurró.

- ¿De qué hablas? -inquirí.

- ¿Cómo te llamas? -preguntó.

- ¡Esto es una estupidez! -grité. -Me llamo Katherine, claro que sé mi nombre.

Estaba desconcertada. ¿Por qué un desconocido que, al parecer, sabía mi nombre, me preguntaba eso?

- ¿Cuántos años tienes?

Su pregunta se quedó varios segundos en mi mente, y a pesar de que mi cerebro trabajaba, no obtenía una respuesta clara. Me encogí de hombros, atreviéndome a mirarle.

- ¿Quince? ¿Dieciséis? ¿Diecisiete? -musité.

El joven se llevó ambas manos a la cabeza, y se las pasó por el cabello, suspirando. Miró a los lados, y asintió, mientras colocaba su mirada sobre mí.

- ¿De verdad... de verdad no sabes quién soy?

Miré a los lados con urgencia, y algo de temor. ¿Qué estaba ocurriendo? Necesitaba entenderlo.
Negué con la cabeza, rápidamente, sin perderle de vista.

Se mordió el labio inferior, y asintió, bajando la mirada hasta el suelo. Volvió a levantarla, y dio unos pasos no muy largos hacia mí.

- Quieto. -musité.

Di un paso hacia atrás, y sentí un terrible pinchazo en el vientre. Me encogí sobre mí misma, lanzando un gemido de dolor.

- ¡Katherine! -gritó el rubio.

Todo era demasiado extraño. ¿Quién era él? ¿Por qué narices sabía mi nombre?
Se acercó a mí con rapidez, y me agarró por la cintura para erguirme.

- ¡Suéltame! -grité. -¡No sé quién eres!

Se me llenaron los ojos de lágrimas por culpa del dolor, el cual fue acompañado por otro pinchazo, pero en la sien. Me llevé la mano hasta esta, y cerré los ojos con fuerza.

- Katherine, deberías tumbarte... -me aconsejó.

- No. -exclamé. -¡Aléjate de mí! ¡No sé quién eres! ¿De verdad crees que me voy a tumbar en una cama, estando tú cerca?

Jadeé, y me alejé de él, justo en el momento en que alguien más entraba en la habitación. Se trataba de otro joven, y me temblaron las piernas. Era moreno, con ojos castaños, bastante comunes y normales. Se quedó boquiabierto, y cerró la puerta tras de sí.

- ¡Katherine! -exclamó. -¿Te encuentras bien?

El joven se fue acercando a mí con rapidez, y yo me pegué a la pared.

- ¿Quiénes sois? -grité, desesperada. -¡¿Por qué... por qué sabéis mi nombre?!

El joven moreno se quedó mirándome, y acabó asintiendo, con bastante tranquilidad.

- ¡Sé que habéis sido vosotros!

- ¿Nosotros? -inquirió el rubio.

- Vosotros me habéis hecho esto. -contesté, señalando mi vientre. -Y ahora pretendéis que me quede aquí.

- Yo jamás te haría daño... -replicó el rubio.

- Claro. -añadí, mirando a ambos jóvenes.

- Déjalo, Jacob. -le aconsejó el moreno.

El rubio, que al parecer se llamaba Jacob, asintió, y se cruzó de brazos. En sus ojos había agobio, angustia, también tristeza.

- Quiero... quiero irme de aquí. -susurré.

- Será mejor que te tumbes otra vez en la cama, Katherine. -comentó el moreno. -Y te lo explicaremos todo.

Le miré, sin saber qué contestar. ¿Explicar todo? No había nada que explicar. Pero sus ojos parecían amenazadores, así que preferí hacer lo que me había ordenado. Me acerqué al borde de la cama, y me tumbé con extrema lentitud. Me cubrí con las mantas, y le miré con miedo.

- Llama a Marcus, Jacob. Necesitamos la ayuda del doctor Davison.

El rubio -Jacob- asintió, y salió corriendo de la habitación, para hacer lo que el moreno le había pedido.

- ¿Quién es el doctor Davison? -gemí, con miedo.

Tragué saliva, y entreabrí la boca para poder respirar. Empezaba a hacer demasiado calor, y el miedo lo empeoraba todo.

- Te va a ayudar, Katherine. -contestó el joven.

Tenía los músculos agarrotados, y el miedo me hacía temblar. Podía estar en peligro. ¿Y si el doctor Davison sólo quería matarme? ¿Y si... si me quería hacer daño? No les conocía de absolutamente nada, y no podía fiarme de ellos.

- ¿A qué te refieres? -inquirí, con un hilo de voz. -No necesito ninguna ayuda.

El joven suspiró, y bajó la mirada.

- Todo estará bien. -respondió simplemente.

Pero, ¿y si era mentira? ¿Por qué iba a confiar en un extraño?
Le miré detenidamente, y por alguna extraña razón, algo me dijo ya había oído su voz antes.

- ¿Nos hemos visto alguna vez antes...? -le pregunté, de pronto.

El joven moreno se giró hacia mí, y sin mostrar sorpresa, contestó con tranquilidad.

- Sí. -contestó. - Solías ser mi capitana.


***


No soy consciente de cuánto tiempo pasó, hasta que el rubio, llamado Jacob, volvió a la habitación con más gente.

- No, no, ni hablar. Lo siento mucho, señorita Olivia, pero debéis quedaros fuera. Será mejor para diagnosticar lo que le ocurre.

Miré al frente, hacia el anciano que había hablado. Jacob estaba tras él, y me miraba fijamente. El anciano cerró la puerta, y dejó su maletín en la cómoda, mientras el moreno se levantaba de la cama y caminaba hacia él.

- Doctor Davison, qué alivio... -dijo.

- Veamos, ¿qué ocurre aquí...? -preguntó el anciano.

- Verás... Katherine no recuerda bastantes cosas. Como... como si se le hubieran borrado los recuerdos. No nos recuerda ni a Jacob ni a mí...

- Bien, bien... ¿Sabéis por qué ha sido?

- Sólo ha podido ser por lo que sufrió anoche.

- ¿Qué?

- Ayer... estuvo a punto de morir a manos de unos hombres... No estoy seguro de por qué pudo haber sido, pero tal vez ha sido por... por la falta de oxígeno. Cuando llegué, estaba tratando de asfixiarla. También recibió una puñalada.

- Ajá... Y supongo que no recuerda nada del accidente.

- No parece, doctor.

El anciano asintió. Yo no oía muy bien lo que decían, a pesar de intentarlo. El anciano agarró una silla de mimbre, y la acercó al borde de mi cama. Se sentó con torpeza y lentitud, con un leve resoplido.

- Buenos días, señorita...

- Greenwood. -completó Jacob.

- Eso, eso... Buenos días, señorita Greenwood.

- Ho... hola. -contesté.

- No debes tenerme miedo, señorita. Soy el doctor Davison.

Acabé asintiendo, sin decir palabra. No parecía alguien que tuviera... fines malignos. Era de rostro suave, con facciones envejecidas, sí, pero se le veía buena persona. Tal vez no tenía que desconfiar de él... No. Por ahora no confíes en nadie.

- ¿Qué ocurrió para... que recibieras esa puñalada, señorita Greenwood?

¿Por qué sabían tan bien mi apellido? Aparté esos pensamientos de mi mente, y me concentré en el rostro de aquel anciano, del doctor Davison.

Tragué saliva, mientras mi cerebro trabajaba a toda prisa. No conseguía ninguna respuesta, no sabía por qué me habían apuñalado, ni quién.

- No... no lo sé, la verdad. -susurré.

El doctor asintió, y carraspeó. Entrelazó sus manos, y volvió a mirarme.

- ¿Y antes de eso.... qué recuerdas?

- No lo sé. -susurré. -Todo es muy extraño... No sé dónde estoy, ni quiénes sois vosotros, ni por qué sabéis mi nombre, ni por qué tengo esta herida en el estómago... No sé que hago aquí, ni que ha pasado para llegar a esta habitación.

- Está bien, señorita Greenwood. Me temo que anoche tuviste un incidente que tuvo graves consecuencias: la pérdida de memoria. ¿Qué tal si te cuentan la verdad, señorita Greenwood?

No supe qué contestar. ¿Pérdida de memoria? ¿De qué hablaba? Yo estaba perfectamente, que no les conociera a esos hombres no significaba nada...

El moreno se acercó al borde de la cama, sin apartar su mirada de mí.

- Katherine, anoche... anoche se marchó una criada que, en su momento, te salvó la vida. Se llamaba Brittany. ¿Te suena?

Sacudí la cabeza. ¿Brittany? ¿De qué hablaba?

- Tú y yo volvíamos a la posada por la tarde, después de haberla despedido, y te reté a una carrera hasta esta posada. ¿Lo recuerdas?

- No. -murmuré.

- Yo te adelanté, y tú te quedaste atrás. No me di cuenta de tu ausencia hasta llegar a la posada. Me di la vuelta, pero tú no estabas detrás de mí. Te llamé, y esperé varios minutos, pensando que pretendías asustarme, o que te habías tomado tu tiempo para llegar a la posada.

El joven moreno seguía hablando, pero yo no recordaba nada de eso. Llegué a pensar que se lo estaba inventando.

- Los minutos pasaban, y tú no llegabas, así que decidí volver sobre mis pasos, para buscarte. Hasta que oí gritos. Y corrí, porque sabía que eran tuyos. Cuando llegué, el hombre te estaba intentando asfixiar. Llamé su atención, para distraerle, y conseguí hacer que se marcharan, pues eran mi antigua tripulación. Cuando me acerqué a ti... te habías desmayado, y no despertabas. Finalmente, vi el cuchillo clavado en tu vientre, y no tardé en llevarte a la posada.

Seguía sin sonarme nada de aquello. Pero, ¿por qué iba a querer inventarse algo así? ¿Acaso quería algo de mí, que sólo podía obtener si me mentía? Y, ¿para qué mentir si lo que quería era matarme? Algo no encajaba, pero no conseguía dar con ello.

- Pero, antes de traerte hasta aquí, abriste los ojos. Seguías viva. Y me hablaste. ¿No te acuerdas ni siquiera de ello?

Un pinchazo en la sien, y de pronto, un destello de luz en mi mente. Cerré los ojos con fuerza, y sobre aquella oscuridad, se proyectó una imagen. Estaba borroso, no se distinguía muy bien de qué se trataba, pero oía mi propia respiración. Y de pronto, una voz. Una voz que gritaba mi nombre, hasta que abrí los ojos, para ver de quién se trataba. Dolor en la cabeza, y en el vientre.
No sabía quién era, pero sí sabía de quién era la voz.

Y era la voz del joven que tenía enfrente.

- Recuerdo... recuerdo algo... Es... es tu voz. -susurré.

Los ojos del joven brillaron con satisfacción, y no dejó de mirarme.

- ¿Qué más recuerdas?

- Veo oscuridad. También siento dolor. Por eso me sonaba tu voz. Porque eras tú quien me llamaba. -contesté, haciendo un enorme esfuerzo.

El joven asintió.

- Pero no sé quién eres. -musité. -No te conozco, lo siento. Sólo recuerdo tu voz, pero nada más.

- Mi nombre es Dan. -susurró.

- Hola, Dan. -musité.

El joven asintió, sonrió con tristeza y se levantó de la cama, mirando al doctor Davison, mientras sacudía la cabeza en desaprobación.
No parecía que quisieran hacerme daño, así que tal vez podía fiarme de ellos... Porque me parecía absurdo que me mintieran si lo que querían era matarme...

Dirigí la vista al joven de ojos verdes, que me miraba fijamente. Vi tristeza y angustia en su mirada.

El anciano carraspeó fuertemente, y se levantó de la silla de mimbre, que crujió.

- Bien, señorita Greenwood. Debe mantener la calma, eso lo primero. Sé que es difícil de creer para ti, pues en estos casos, es normal el miedo. ¿Cómo sabes si te están mintiendo o no? Debe tener fe, y confiar en ellos. Aunque sea difícil.

Me quedé en blanco, y acabé obligándome a asentir. Tragué saliva, intentando deshacer el nudo de mi garganta.

El anciano caminó hacia la cómoda, y agarró su maletín negro de cuero.

- Acompañadme, por favor. -dijo.

El tal Dan y el rubio llamado Jacob caminaron detrás del doctor, y salieron de la habitación, dejándome sola.
El silencio inundó la habitación, así como lo hacía la luz que entraba por la ventana.
Mi cerebro trabajaba a toda prisa, tratando de asimilar toda la información.

"Te atacaron. Casi mueres asfixiada, aparte del cuchillo que te clavaron en el estómago. Ahora, no recuerdas nada, pues has sufrido pérdida de memoria. Y debes confiar en esos extraños, que dicen conocerte. No bajes la guardia, pues todo esto puede ser una mentira."


***


(Jacob)


Salimos detrás del doctor, y cerramos la puerta con suavidad.

- ¿Qué le ocurre, doctor? -inquirí.

La angustia me aprisionaba, y me impedía respirar con tranquilidad. Mi corazón latía con fuerza, desbocado.

- ¿Por qué no me recuerda? ¿Por qué no recuerda nada?

Pensarlo sólo me sofocaba. Katherine, el amor de mi vida, no sabía quién era. No recordaba nada de lo que habíamos vivido juntos, y temía que jamás lo iba a recordar.

Fruncí los labios, y cerré los ojos, mientras me llevaba ambas manos a la cabeza. Sentí la mano de Diana acariciar mi hombro. Liv y ella habían esperado fuera, muy preocupadas por el estado de Katherine.

- Deberíamos empezar por tranquilizarnos, señorito Fellon.

- ¡Cómo quiere que me tranquilice, Davison! Por favor, dígamelo, porque yo no puedo. ¿Cómo puedo tranquilizarme, sabiendo que ahí dentro está Katherine, y que cuando entre, me mirará con temor, porque no sabe quién soy?

Me mordí la lengua, hasta que noté el sabor metálico de la sangre.

- Dios mío... -susurré.

El doctor Davison carraspeó, y se llevó la mano a la boca para toser.

- Bien, lo que le ha ocurrido a Katherine es bastante simple y obvio.

Diana y Liv abrieron aún más los ojos, atentas a las palabras del doctor.

- No sé de manera exacta si ha sido desencadenado por un fuerte golpe, o por la falta de oxígeno en el cerebro, aunque me inclino por la segunda, ya que usted, -señaló a Dan. - me ha dicho que llegó cuando estaban a a punto de matarla por asfixia.

Hizo una pausa, en la que la tensión y el miedo crecieron. "Mi Katherine."

- El caso es que, independientemente del causante, Katherine sufre de amnesia. -sentenció el doctor.

- ¿Por eso no nos recuerda? ¿Por eso no nos reconoce?

- Exactamente. Ha perdido los recuerdos, y por eso tiene tantas lagunas. Es probable que sepa que algo no encaja, ya que no es normal que unos supuestos desconocidos sepan tu nombre.

Sentí que el cielo se me caía encima, literalmente.

- Doctor, dígame que no es permanente. Dígame que se puede arreglar, y que todo volverá a ser como antes.

Mi voz sonaba desesperada, y lo estaba. Yo estaba desesperado, y el temor de no recuperar a mi Katherine me mataba poco a poco, pero sin parar. La necesitaba a mi lado, necesitaba que supiera quién era, y que no me tuviera miedo.

Pero a pesar de eso, la seguiría amando, porque eso no era motivo para rendirse.

- No te puedo asegurar nada, Jacob. Todo depende el grado de falta de oxígeno que sufriera, o del golpe que recibió. Katherine puede estar sufriendo varios tipos de amnesia: la amnesia selectiva, en la que sólo olvida cierto tipo de sucesos; amnesia temporal, en la que se olvida completamente la vida pasada, pero los recuerdos vuelven poco a poco. Y en el peor de los casos, la amnesia permanente: en la que no podrá recuperar ningún recuerdo, y será como empezar una nueva vida.

Sus palabras fueron como una patada en el estómago. No, es más, como miles de patadas seguidas por todo el cuerpo.

- No... -susurré.

Diana se llevó ambas manos a la boca, y vi que sus ojos se llenaban de lágrimas. Dan resopló, y se pasó ambas manos por el cabello. Yo me quedé inmóvil, mirando fijamente al doctor Davison. Sentía el ardor del llanto en mi garganta, y supe que en breve, mis ojos estarían nublados por las lágrimas.

- No sé qué clase de amnesia ha sufrido Katherine, y menos ahora, tan pronto. No os puedo decir que no recuperará ningún recuerdo, pero tampoco que los va a recuperar, porque por ahora, no da señales de que los recuerde. Y es muy pronto.

Cerré los ojos con fuerza, y sentí la calidez de una lágrima rodando por mi mejilla. No podía perder la esperanza.

- Sólo os puedo dar un consejo; tratar de hacerla recordar las cosas. Todo lo que ha vivido. Dadla a entender que no soy desconocidos, pero id poco a poco. Sólo por si acaso, nunca se sabe cómo reaccionará una mente... -hizo una pausa, y suspiró. -Puede que tengáis suerte, y exista una recuperación de los recuerdos. Por el contrario... será mejor comenzar una nueva vida.

Bajé la mirada, y oí los latidos de mi propio corazón en mis oídos. Mi respiración era fuerte y lenta. Y estaba en blanco.

- Repito, aún es muy pronto. Por ahora, no recuerda nada de su vida anterior al incidente de anoche. Así que... pues ser permanente, o simplemente temporal o selectiva. Debéis esperar, y observar su respuesta ante esta enfermedad.

Mi temor se había confirmado.

"Katherine puede estar sufriendo una amnesia permanente. Eso significa que jamás me recordará, y que todo lo que vivimos jamás será recuperado por su memoria. Eso significa que debemos empezar una nueva vida, y quizás deba ser por separado. Porque, ahora, Katherine me tiene miedo. Y si es permanente, tardaré mucho en ganarme su amistad. Y, probablemente, será imposible ganarme su amor. "

- Muchas gracias, doctor Davison. Le mantendremos informado. -contestó Liv.

Asintió, y se despidió con un gesto de la cabeza.

- Os deseo mucha suerte. No perdáis la esperanza. -añadió el doctor.

Se despidió de nosotros por segunda vez, y se marchó de la posada.

- Estamos juntos en esto. -susurró Diana. -Como ha dicho el doctor, no debemos perder la esperanza. Tal vez... tal vez podamos hacer algo por ella.

Sus palabras llegaban a mi cerebro, pero no era capaz de procesarlas. Todo lo que había ocurrido... me había dejado exhausto. Pero no lo suficiente, pues tenía claro que no me iba a rendir.

Katherine no me recordaba. Pero yo a ella sí.

Katherine no sabía mi nombre. Pero yo sí el suyo.

Katherine no me amaba. Pero yo a ella sí.



3 comentarios:

  1. ''Katherine no me recordaba. Pero yo a ella sí.

    Katherine no sabía mi nombre. Pero yo sí el suyo.

    Katherine no me amaba. Pero yo a ella sí.''

    Vaya manera de acabar el capitulo.
    Simplemente ha sido increíble, una vuelta completa, que estoy segura de que traerá muchas sorpresas ;) Estoy estudiando sino te pondría un pedazo de comentario para recordar pero decirte que un capitulo increíble y felicitarte por ese cuarto puesto, te lo mereces :)

    Un saludo maravillosa/perfecta/increíble escritora :3

    TU MAYOR SEGUIDORA !

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  2. JO-DER.......................................... Es perfecto. Coincido con Andrea en que ese final ha sido alucinante, cortante y temeroso.
    Dios mío, has tardado pero no puedo ser más feliz leyendo esto. De verdad, increíble cada palabra, frase, punto y coma del capítulo.
    He estado sufriendo desde el principio, ha sido un shock, pero dentro de mí tengo la esperanza de que volverá a recordar (No sé si todo) pero si el amor.
    Perfecto la descripción, también de la angustía, el dolor físico, la confusión... El dolor de Jacob.

    De verdad, te superas, me encantas y con razón, cielo.

    Un beso enorme :)

    Jane.

    PDT: Siento tardar en subir pero he tenido dos semanas para olvidarlas...

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  3. Gracias por volver te hechabamos de menos!!!
    Pero tía q fuerte!!! Como nos haces esto!!
    Pero bueno Jacob y katherine saldrá de esto, siempre lo hacen!!
    Muchos besos guapa q yo te vote muchas felicidades te lo mereces, te mereces el 1!!!

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