Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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viernes, 21 de octubre de 2016

DDM: Capítulo 93

Y, milenios después, traigo el capítulo 93.
No sé cuántos lectores quedan por este viejo blog, pero espero que aún haya alguien para leer este capítulo.

Mil gracias, si estás leyendo esto. <3



Aquel grito me activó en menos de dos segundos, y sin perder más tiempo, me giré y corrí hacia el poblado. Mis músculos estaban agarrotados, pero el dolor no me importaba. Necesitaba verle. Necesitaba comprobar que era él. Y que era cierto que seguía vivo.

Y allí estaba. Lo que quedaba de mi tripulación le rodeaba, ayudándole a tenerse en pie mientras los aldeanos trataban de dirigirle a una cabaña cercana. Mi corazón latía desbocado, mis músculos ardían, y mi pecho estaba a punto de estallar. Los aldeanos le levantaron como pudieron, y corrieron entres todo hasta una cabaña. Yo los seguí, con la vista nublada por las lágrimas.

Era como si el mundo se hubiera quedado mudo, o yo sorda, pues no recuerdo oír nada; apenas un zumbido, un ligero murmullo, débil, como si me hubieran puesto dos almohadones en las orejas. Observé cómo colocaban a Dan sobre un camastro, y cómo todos corrían a su alrededor, tratando de averiguar qué debían hacer después. Sin importarme sus comentarios apremiantes, caminé hacia Dan, con los ojos clavados en su pecho que apenas subía, en su tez blanca como la nieve, y en sus labios azules.

No sabía por qué, pero lo sabía.

Sabía que no iba a sobrevivir.

Sabía que Dan iba a morir. En aquel mismo instante.

Busqué su mano a tientas, sin apartar la vista de sus ojos cerrados y azules por el frío, y la apreté con fuerza, como si eso pudiera hacer que sus últimos minutos de vida fueran mejores. Mis labios temblaron, y las lágrimas desbordaron mis ojos y recorrieron mis mejillas hasta caer sobre las sábanas. Temblando, alcé la otra mano, pidiendo a los aldeanos que pararan, tratando de decirles que cualquier esfuerzo sería en vano. Y, increíblemente, me entendieron, pues todos se quedaron congelados, mirándome.

Sacudí la cabeza y cerré los ojos, llorando en silencio. Podía oír claramente la tenue y forzosa respiración de Dan, mientras trataba de aferrarse a la vida.

"No luches más", quise decirle. Pero eso habría sido demasiado doloroso.

- Jamás te rindes, ¿eh? -susurré.

Dan soltó un gemido ahogado, y quise pensar que me había oído, y que se había reído. Pero la realidad era otra. Dan boqueó, no sabía si tratando de respirar o de decir algo, pero fuera como fuere, no consiguió ninguna de las dos.

Porque su respiración se hizo cada vez más lenta, y más forzosa.

Solté un sollozo inesperado, cuando estuve segura de que sólo le quedaban minutos. Segundos.

- Te quiero, Dan. -murmuré, aunque jamás sabría que no lo decía de manera romántica, sino más bien de manera... familiar.

Y entonces, su muerte fue irremediable, inalterable. Y sutil. No hizo ningún ruido de dolor, ni de sufrimiento. Su respiración simplemente fue haciéndose más lenta, a medida que su corazón dejaba de latir.

Y ahí estaba Dan. El hombre que había estado a mi lado cuando creía que mi mundo se desmoronaba. El hombre al que había tratado de amar románticamente, cuando en el fondo sólo podía amarle de una manera: como amigos, como marinero, como tripulante de mi barco, como... como un hermano. Un amigo. Un amigo cuya lealtad nunca fue falsa, o alterada. Por supuesto que le iba a echar de menos, y por supuesto que siempre me culparía por su muerte. Pero una parte de mí estaba agradecida; agradecida por haber podido verle una vez más, y por saber que su muerte no había sido del todo mala, al contrario que la de Liv. Dan había muerto a mi lado. Conmigo. De manera... casi dulce. Y me alegraba por ello.

Al fin y al cabo, Dan me prometió que jamás dejaría de estar a mi lado; y así fue, irónicamente, pues Dan volvió a la vida tan solo para encontrarme una vez más, y así morir, literalmente, a mi lado.



***


Salí de la cabaña inmediatamente después, pues no necesitaba ver más su rostro demacrado, pálido y frío. Miré hacia mi alrededor, buscando algo, o alguien.

Y, incluso hasta este día, aún no sé si le estaba buscando a él, o simplemente fue coincidencia que estuviera ahí, pero ahí estaba. Caminé hacia él, con los ojos llorosos, y me dejé caer sobre su cuerpo, dejando que me envolviera en su abrazo.

Y no lloré. No del todo.

Las lágrimas caían de mis ojos sin que yo pudiera hacer nada por pararla, pero no estaba llorando. No quería llorar.

Los brazos de Jacob fueron cautos al principio, pero poco a poco noté cómo la intensidad de su agarre aumentaba, hasta que de verdad me sentí como en casa. Como en los viejos tiempos, cuando Jacob y yo éramos invencibles. Cuando Jacob y yo éramos lo que siempre estuvimos destinados a ser.

Podía aprender a perdonarle. Podía aprender a tenerle cerca otra vez, a aceptar nuestro pasado. Poco a poco, podía aprender a rehacer nuestra amistad.

Pero poco a poco.


***


(Jacob)

Tragué saliva, y por fin, después de muchos meses, sentí que estaba completo. Y tan solo por tenerla entre mis brazos. Como en los viejos tiempos, cuando Katherine era mi hogar, cuando yo era suyo, cuando me amaba. Cuando nos amábamos, de verdad.

Quería que me perdonara. Quería estar a su lado. Quería dejar atrás el pasado, y empezar de cero. Recuperar lo que una vez tuvimos.

Cerré los ojos, y me dejé llevar. Sentí su corazón palpitando contra mi torso, sentí sus lágrimas humedeciendo mi camisa, y me alegré de no ser el causante de su llanto, al menos no esta vez. Pero mi corazón dolía, dolía porque Katherine estaba destrozada. Y aunque no estuviera llorando por mí, ya lo había hecho numerosas veces. Demasiadas. Y me negaba a dejar que eso ocurriera más veces.

Pero en vez de usar palabras, me limité a abrazarla aún con más fuerza. Rezando para que se sintiera como en casa, como yo.

Katherine me necesitaba. Y esta vez, no iba a abandonarla.
















1 comentario:

  1. Ay pobre Danito, aunque no puedo decir que le vaya a echar mucho de menos tsssss Yo shippeo kathob

    HAS SUBIDO CAP!!!!

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