Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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domingo, 16 de diciembre de 2012

DDM: Capítulo 57

¡Hola a todos!

Os dejo el capítulo 57, y como siempre os digo, espero que os guste ^^
Espero vuestras opiniones, como ya sabéis.
Un besito a todos los que me leéis, no sabéis cuánto os lo agradezco :')






El rostro de Kathy estaba muy presente en mi mente.

Me encogí sobre mí mismo, tapándome con las mantas, sin poder conciliar el sueño. No podía, me era imposible.

En mi interior hacía un extremo calor, pero a la vez, un gélido frío. Silencio, pero a la vez una explosión de sonidos.
Cerraba los ojos, pero segundos después, necesitaba abrirlos. No quería dormir, no podía. Las lágrimas me consumían, me desgastaban por momentos, me hundían más en el lago que yo mismo había formado con ellas.

Mis propias lágrimas me mataban.

Y no era lo suficientemente fuerte como para retenerlas, así que dejé que cayeran. Empaparon mi rostro y la funda de la almohada, pero no me importó.
¿Y qué si parecía ser débil? ¿Y qué si lloraba por Kathy?

- ¿Jake...? -susurró Diana de pronto. -¿Estás bien...?

Me sequé las lágrimas, y asentí, frunciendo los labios y cerrando los ojos.

- Tranquila. Duérmete. -contesté en un susurro apenas audible, con miedo a que se me quebrara la voz y se notara demasiado. -Lo siento.

Diana se incorporó, lo supe por el roce de las sábanas con su ropa.

- Jake, no me voy a dormir, no si estás así. Me prometiste que serías fuerte.

Me giré, hasta ponerme boca arriba, y la miré.

- Di, no puedo. -comencé a decir. -Sus ojos... sus ojos están en mi cabeza. No dejan de mirarme, de observarme desde la oscuridad. Su rostro no sale de mi mente.

Diana suspiró, y se apartó el pelo de la cara.

- Sé que es difícil.

- Diana, difícil es poco. -dije, alzando un poco el tono de voz. -¿Tú... tú sabes lo que es imaginarme a Kathy muriendo de mil maneras diferentes, sin saber cuál es la real? ¿Sabes lo que es abrir los ojos, despertarte, después de haber soñado con ella, y darte cuenta de la realidad? Que no está. Que ya no está. ¿Sabes lo que es imaginarme hasta sus gritos de agonía, por las diferentes torturas que no deja de inventar mi mente? Es... es una auténtica locura, Di.

Diana buscó mi hombro, y dudó en tocarlo. Pero acabó dándome unos suaves apretones, tratando de calmarme.

- Sé lo que se siente. -susurró, minutos después.

¿Cómo he podido ser tan estúpido, tan egocéntrico? ¿Cómo no lo iba a saber, si vio morir, gritar de agonía y desaparecer a Harry? ¿Cómo no iba a saber lo que se siente...?

- Dios, lo siento mucho, Diana, lo siento de verdad... -me tapé el rostro con ambas manos, y cerré los ojos. -Lo siento de verdad, soy... soy tan egocéntrico, tan estúpido...

- Tranquilo. -me calmó, mientras esbozaba una triste sonrisa que pude entrever a pesar de la penumbra. -No te culpo, Jacob. Sé que es demasiado difícil, que sólo puedes pensar en ella. Pero te aseguro que el tiempo, tarde o temprano, va cerrando esas heridas.

- ¿Pero si las heridas son demasiado profundas...? ¿Si la sangre no deja de salir...? ¿Si el cuchillo aún sigue clavado...?

Diana bajó a cabeza, y asintió. Sé perfectamente que ella sintió lo mismo en su momento.

- No he dicho que cierre la herida del todo. Es más, no sé si es posible. -susurró. -Pero calma el dolor. El tiempo se ocupará de ello. En cuanto al cuchillo... Jacob, el tiempo no es capaz de sacar ese cuchillo. Debes sacarlo tú.

- ¿Cómo? -sollocé.

- Tampoco es fácil, pero no imposible. -continuó. -Debes enfrentarte a la realidad, Jake. Sabes cuál es la realidad, pero no te atreves a enfrentarte a ella. Debes admitirlo. Ser consciente de ella. Y después de ello, el tiempo irá limpiando la herida, tal vez hasta cerrarla del todo.

- El problema es que yo ya soy consciente de que Kathy ha... -no me salía la palabra.

¿Eso significaba que Diana tenía razón, que no lo había asumido? Tal vez. Porque en el fondo, mi agrietado corazón no quería creerlo.

- No, Jake, no lo has asumido.

Cerré los ojos con fuerza y negué con la cabeza.

- Aún sigo notando su ausencia como el filo de una espada en mi corazón. O mejor dicho, en todo mi cuerpo.

Diana esbozó una leve sonrisa.

- Es normal, Jacob. Yo también me sentí así cuando Harry murió. -me sorprendió su facilidad para decirlo. -Pero ahora soy capaz de plantarle cara a la muerte, y admitir que le llevó sin avisar. Y por supuesto que he sentido la urgencia de dejarme llevar, para estar con él, pero no es lo correcto. Porque recuerdo que hay algo que Harry, y por supuesto yo, quiere que saque adelante. -hizo una pausa, y colocó una mano en su notable vientre. -Nuestro hijo.

- Pero... -comencé a decir. -Pero... Yo no... no me queda nada que tenga que sacar adelante.

- Tu vida, Jake, tu vida. -susurró Diana. -Katherine es lo que quiere. Te lo aseguro. ¿Crees que es tan egoísta de desear tu muerte para estar contigo? Sé que te ama de verdad, y eso significa que ante todo, está tu felicidad, está tu vida.

- Pero mi felicidad sólo existe si ella existe.

- No ha dejado de existir, Jake. ¿Quién ha dicho eso? Nadie. Kathy no te ha abandonado, aunque no seas capaz de verla físicamente. Y esté físicamente o no, sus sentimientos hacia ti nunca cambiarán. Porque ni la muerte es capaz de matar el amor.

Me incorporé, y enterré el rostro entre las manos, para secarme las lágrimas.

- La echo tanto de menos...

- Nadie te obliga a ir demasiado rápido; echarla de menos es lo más normal. Debes tomarte tu tiempo, Jake, para olvidar el dolor, y aceptar la realidad, y así poder ser feliz.

Me pasé las manos por el pelo, y eché la cabeza hacia atrás, mirando al oscuro techo.

- No sé si quiero ser feliz. ¿A costa de qué, de su muerte? Porque si es así... no, no quiero ser feliz.

- Jake... Tal vez ahora, olvidarla te parezca lo más egoísta que puedes hacer, pero te aseguro que para ella, es egoísta hacer que sólo pienses en ella. Todo depende de donde lo mires.

- Pero Diana, ¿y si no está aquí, conmigo? ¿Y si todo eso mentira? ¿Y si cuando mueres, te alejas del mundo? Porque entonces, Di, no me vale lo que piense.

Diana suspiró, y se encogió de hombros.
Fui muy exigente. Fui demasiado egocéntrico, siempre pensando en mis problemas, sin ser capaz de ver que ella tenía el mismo problema; había perdido a la persona que amaba.

***

La luz se colaba por los cristales algo manchados de la posada. No tardé en estar despierto del todo, ya que no había dormido mucho, y no tenía ganas. Diana, sin embargo, tardó en despertarse.

La luz que iluminaba la habitación era gris y leve, ya que fuera, el cielo estaba cubierto por una densa capa de nubes. Me levanté de la antigua cama, y he de admitir que a pesar de ser antigua, y a pesar de lo poco que había dormido, había dormido bien. Era agradable dormir sobre algo blando, después de haber dormido de pie, colgado sobre una barra, o en el suelo.

Me acerqué a la ventana, y observé las calles. La gente ya caminaba ajetreada, haciendo sus recados. ¿Y cuál era el mío? Tal vez tratar de vivir, aunque nunca sin el recuerdo de Kathy persiguiéndome.

Dirigí la mirada hacia Diana, que justamente, se estaba despertando.

- Veo que no has podido aguantar mucho despierto. -dijo.

- Ya sabes que no. -murmuré, volviendo a mirar por la ventana.

Un deseo.
Un leve deseo, que a cada segundo que pasaba, iba aumentando.

- Quiero... -comencé a decir. -Quiero hacer una cosa.

Diana se incorporó, y se estiró levemente.

- ¿Qué?

- No quiero que me digas si debo o no hacerlo, porque ya es tarde para impedirlo. -comencé a decir. -Necesito saber si lo tengo que hacer solo o no.

- No sé qué pensar, Jake. -murmuró Diana.

Fruncí los labios, y la miré.

- Prometí que su muerte no caería en el olvido. Me vengaría. -susurré. -Y no me basta con haber matado a Patrick, su secuestrador. Voy a ir más lejos. Voy a eliminar a aquella persona que nos metió en todo esto.

- Jake... No... no irás a matar a... la reina, ¿no?

"La reina".
Tal vez eso apagaría mi sed de venganza de una vez por todas.

- Es lo que necesito. Di, ella te quitó a Harry. A mí me ha arrebatado a Kathy. Gwendolyn... Gwendolyn está... Gwendolyn también se ha ido. -murmuré. -Nos ha hecho demasiado daño, y no pienso dejarlo pasar.

- ¿Sabes lo que podría pasarte si la matas? ¡Es la reina!

Me encogí de hombros, y volví la vista hacia el cristal.

- Soy el Príncipe de los Mares. Me ha quitado hasta eso. -susurré. -He matado. Y sé cómo hacer que nadie se dé cuenta.

Diana estaba boquiabierta, y apartó la mirada.

- Dios, Jake, es demasiado...

- ¿Arriesgado? -interrumpí. -Ella se arriesgó también, y ya ves, mató a Kathy. Ahora yo me voy a arriesgar también.

- Sé que no te puedo obligar a quedarte, no lo voy a poder impedir... Pero piénsatelo.

- Diana, no necesito pensarlo. Lo sé. Voy a matarla, y me da igual lo que pueda pasar. Voy a acabar con su vida, de una manera injusta, al igual que ella hizo con Kathy. Nadie tenía derecho a matarla. Y el haberlo hecho, me da derecho a mí a quitarle la suya a ella.

Diana suspiró, y se retorció las manos.

- ¿Cuando?

- Ahora.

Diana alzó la mirada hacia mí, sorprendida.

- ¡¿Ahora?!

- Es el mejor momento. La venganza no hay que aplazarla. -mi voz sonó como un bufido de odio.

***

¿Qué más daba todo?
Sólo necesitaba vengarme, y estar seguro de que esa gente muriera. Pero no en manos de cualquiera, sino en las mías.

Había dejado sola a Diana, y caminaba solo por las calles, con una larga espada bajo la túnica que me había prestado Liv por la lluvia. Cuánta menos gente lo supiera, sería mejor, por si acaso no salía como lo había planeado.

La lluvia caía con intensidad, y me pareció mejor así. No echaba de menos el sol, ni su radiante luz. No lo echaba de menos, porque el sol me recordaba los buenos momentos, y eso me hacía recordar a Katherine cuando estaba... cuando estaba conmigo.

Tal vez porque siempre que la miraba, cada vez que sonreía, lloviera o nevara, para mí era como el sol. Como si el propio sol se hubiera abierto paso entre las nubes, para iluminarlo todo.

Cerré los ojos durante unos segundos, y seguí caminando.
A pesar de ser de noche, y que llovía con fuerza, aún había gente despierta, aunque muy poca.
Había pasado todo el día planeando lo que haría, y tumbado en la vieja cama, mientras Liv y Diana pasaban la mañana y la tarde juntas.

Estaba tan metido en mis pensamientos, que me sobresalté cuando mi hombro se golpeó contra el cuerpo de un viejo vagabundo.

- ¡Eh, mira por donde vas, niñato! -exclamó, furioso, y agarrando con más fuerza un saco que parecía pesar.

No le dirigí ni siquiera la mirada, y seguí adelante.
Apreté las mandíbulas cuando estuve a unos cuantos metros del castillo. Podía entrar directamente, y matar a la reina, pero descarté hacía horas esa posibilidad. No podía abandonar a Liv, ni a Diana, y hacer eso sería poner en peligro mi propia vida.

Aunque así lo deseara.

Sacudí la cabeza y eché de mi mente esos pensamientos. Me concentré en el castillo y en mi táctica.
Estaba totalmente seguro de que la reina estaría dormida ya a estas horas, tan tarde, en la madrugada. Pero sus guardias no. Porque no eran tan tontos de dejar desprotegida a una reina.

Ya había pensado en entrar por una ventana, pero estaban protegidas con rejas de metal. Así que lo mejor era entrar por la puerta, y ocuparse de los posibles guardias sin que nadie se enterase.

Corrí hacia la puerta de entrada al castillo, tan imponente casi como el propio castillo. Cerré los ojos durante unos segundos:

- Por ti, Kathy. -susurré.

Saqué la espada de debajo de mi túnica, y observé la palma de mi mano. Sin pensarlo dos veces, me hizo un profundo corte en la misma, y la sangre comenzó a brotar con intensidad, cubriendo toda mi piel, y cayendo al suelo.
La coloqué sobre mi túnica, la cual rajé por el estómago, para que fuera algo más creíble, y la manché de sangre, aunque apenas fuera visible.

Dolía, pero tampoco demasiado.

Y seguidamente, jadeando, golpeé la puerta.

Pasaron los minutos, y volví a llamar a la puerta varias veces seguidas, hasta que un guardia la abrió. Era de mi altura, no muy delgado, y con el rostro demacrado de no dormir.

Me metí en mi papel, y seguí jadeando, cada vez más fuerte, con los ojos cerrados, y enseñándole la mano ensangrentada.

- Pida ayuda... -jadeé. -Por favor, necesito ayuda, estoy herido...

El guardia miró a los lados, y me agarró del brazo que no tenía manchado de sangre.
Me metió dentro del castillo, y caí de rodillas sobre el frío suelo. Me recorrió un escalofrío al recordar todas y cada una de las torturas recibidas, en un suelo igual de frío que aquel.

- ¿Puede moverse? -preguntó, ingenuo.

- No... -murmuré. -No...

Toqué el suelo con la mano que sangraba, manchándolo, y el frío me alivió el dolor.

- Espere aquí, por favor.

No asentí, para que viera que casi no podía moverme. Me alegré de que el guardia se lo hubiera creído.
Cuando dejé de oír los pasos del guardia, alcé la mirada, observando mi alrededor. No sabía dónde estaban los aposentos de la reina, pero me daba igual.

Si el guardia no me encontraba, podría sospechar, así que teñí el suelo de mi sangre, hacia la entrada, y abrí la puerta. Rajé un trozo de mi túnica, y lancé lo que quedaba al exterior, en las escalinatas blancas. Dejé la puerta abierta, y me giré hacia le interior.

Visualicé las enormes escaleras de mármol blanco que subían al piso de arriba. Apreté las mandíbulas, y las subí corriendo, aunque con extremo silencio y cuidado de no hacer ruido. Sabía que la reina no podía estar lejos.

Y no fue difícil encontrar su habitación.

Todas las puertas por las que pasé eran de madera, desgastadas, y algo endebles. Pero la de la reina era totalmente diferente; lujosa. Era de madera de caoba, parecía muy resistente, y tenía el pomo dorado. La misma puerta estaba decorada por los bordes con motivos del mismo color que el reluciente pomo.

No había duda. Ésa era la habitación.

La muerte iba a ser, desgraciadamente, rápida y sin sangre. Desgraciadamente.
Para no dejar rastro de sangre alguno, me envolví el corte con el trozo de tela que había arrancado de mi túnica.

Agarré el pomo y lo giré con lentitud, escuchando atentamente lo que podía estar pasando al otro lado. Pero sólo había silencio. Entreabrí la puerta, que crujió, pero nadie se despertó. Observé la habitación que estaba a oscuras, salvo por la luz de una vela en una mesilla, que estaba encerrada en un farolillo de cristal.

Me metí en la habitación, y caminé, casi de puntillas, hasta poder ver del todo la cama con dosel.

Un sólo cuerpo. Una mujer.

Sonreí, agradecido. Era un milagro que, al parecer, la relación entre marido y mujer no fuera demasiado buena. No me extrañaba para nada.
Asentí cuando estuve seguro de que la mujer que respiraba de forma tranquila era la reina. ¿Su nombre? Nunca me había molestado en aprenderlo, porque nunca había estado en Inglaterra durante tanto tiempo. Para mí era, y sería, la reina de Inglaterra.

"Recuerda, sin sangre. Debe parecer... natural. Porque sus guardias, si saben de tu existencia, podrían darse cuenta".

Miré a mi alrededor, y busqué, hasta que encontré un almohadón blanco. Perfecto.
Lo cogí, y me acerqué con lentitud a la reina. Deseé que no hiciera mucho ruido, por si acaso podía despertar a alguien que estuviera en las habitaciones cercanas.

Me mordí el labio inferior, tratando de calmarme.
Me subí al colchón, y me senté a su lado, en un posición cómoda, y preparada para el ataque. ¿Por qué no despertarla? Si gritaba, recurriría a la espada, y terminaría con su vida cuánto antes. No perdía nada.

Me removí, tratando de despertarla. Hasta que abrió los ojos.

- ¿Qué...?

Pero no se asustó al verme a su lado. Aunque tardó en reconocerme.

- Me alegro de verte. -susurré.

La reina se incorporó y se alejó de mí lentamente.

- ¿Te sorprende verme aquí? -murmuré.

La reina no contestó, simplemente recuperó su expresión seria de siempre. De amenaza.

- La verdad es que no mucho. Creo que me lo imaginaba.

- ¿En serio? ¿Y entonces, cómo pudiste ser tan... ingenua? Yo me habría asegurado de que hubiera muerto.

- Y me aseguré. -contestó, con su pétrea expresión. -Pero por alguna razón, no me extrañaba que consiguieras llegar a mí. ¿Para qué has venido?

Sabía que esa pregunta era retórica, porque no necesitaba una respuesta. Ella lo sabía perfectamente.

- Querida reina... -comencé. -Arderás en el infierno, con tus secuaces, Aaron y Patrick, con aquellos que me han arrebatado lo único que de verdad amaba en este mundo. Jamás olvidarás mi rostro, ni mi voz, te perseguiré hasta que sean las llamas del infierno las que consuman tu alma. Seré tu peor pesadilla hasta el final del todo. Porque mi voz va a ser lo último que oirás.

La reina parpadeó, pero sin moverse. En el fondo, la asustaba esa idea. Pero sabía que moriría igual, gritara o no. Y estaba seguro de que si no gritó pidiendo ayuda, fue porque no quería perder la dignidad ante mí.

Me acerqué a ella, hasta que pude agarrar su brazo.

- Todo será más fácil si no te resistes. -susurré.

La reina tragó saliva, y parpadeó varias veces.

- No hay nada que pueda hacer, ¿no?

Su pésimo intento de pedir perdón no sirvió para nada.
Negué con la cabeza, esbozando una media sonrisa.

- Nada.

Con movimientos lentos pero firmes, rodeé su cuello con mi mano, mientras que con la otra sujetaba el almohadón. La obligué a tumbarse sobre la cama, y no apartó la mirada en ningún momento.

- No lo hagas. -susurró.

Pero no había súplica en su voz. Tal vez porque ya lo había asumido.

- Soy el Príncipe de los Mares, ¿sabías? Y jamás perdono. Jamás olvido. Tú no eres una excepción. No si encima, has matado a Katherine.

- Lo siento por ella. -susurró, en tono burlón.

Y sin más dilación, apreté el almohadón contra su rostro.
Hinqué la rodilla en el alto colchón, y cerré los ojos cuando empecé a sentir que se movía, tratando de resistirse.

- No terminaste lo que empezaste. -susurré. -Pero, no debes preocuparte, alteza. Porque yo me voy a encargar de terminarlo por usted.

Oí su grito de terror, ahogado por la tela del almohadón, mientras estiraba los brazos, tratando de agarrarme.

Y después de varios intentos de forcejeo, de haber recibido algún que otro débil puñetazo, y de sus gemidos y gritos de terror, su cuerpo dejó de moverse. Inerte.

Me quedé en esa posición durante unos minutos más, para estar seguro de que no trataba de engañarme.  Y por mi disfrute personal.

- ¿De verdad pensaste que podías hacerme daño, sin correr peligro? Te equivocaste. -hice una pausa, en la que aparté la almohada de su rostro. -Qué pena no haber podido derramar ni una sola gota de sangre. Habría sido más divertido y relajante.

Tiré el almohadón al suelo, y tapé su cuerpo con la colcha, para que pareciera más normal. Cerré su ojos con mis dedos, y asentí.

- Rendirse es una palabra inexistente para mí.

Salí de la habitación, no sin antes estar seguro de que no había nadie. Corrí por el pasillo, hasta llegar a las grandes escaleras. El guardia estaba sentado en un silla de madera, con la cabeza gacha. Dormido.
La puerta del castillo estaba cerrada, y la sangre había sido limpiada. Sonreí al ver que se había creído que yo había huido. Qué ingenuo...

Bajé por las escaleras silenciosamente, hasta llegar a la puerta. La abrí con cuidado, y cuando crujió...

El guardo soltó un bufido, roncó, pero no se despertó. Suspiré, echando todo el aire contenido en mis pulmones, y cerré la puerta tras de mí.

Habían retirado la túnica, con lo cual, no tenía nada para impedir que la lluvia me empapara.
Pero ya me daba igual.

Me había vengado. Había asesinado a la reina, aunque no de la forma que deseaba... Ya sabía lo que pensaba. Había conseguido lo que quería.

Caminé como si fuera automático, y sin saber por qué, cuando quise darme cuenta, había llegado al puerto. Caminé por el muelle hasta sentarme al final de uno. La lluvia caía con fuerza, y el frío me envolvía como si de una manta se tratase.

Me había vengado.
Pero de pronto recordé que ella también había conseguido lo que quería.
Y fue entonces cuando me derrumbé.

El llanto explotó, y enterré el rostro entre las manos. Caí de rodillas al suelo, haciendo crujir la madera bajo mi peso.

Haberme vengado no haría que Kathy volviera. Porque la muerte no revive a nadie, no anula nada.

- Kathy... -sollocé, derrumbándome.

Cerré los ojos con fuerza, pero eso no bastaba para contener las lágrimas.

- ¡¡Vuelve!! -bramé, completamente fuera de mí.

El dolor era enorme, y supe que jamás podría superarlo. Me quedaría así para toda la vida. Llorando, lamentándome por lo que había perdido, recordando absolutamente todo. Kathy me perseguiría hasta mi muerte, al igual que yo a la reina.

La muerte de Kathy era y sería mi pesadilla. Para siempre.
Soñaría con su regreso, tantas veces que me iba a volver loco. Desearía poder abrazarla tanto que me iba a ser imposible caminar. La echaría tanto de menos, que iba a ser incapaz de dejar de llorar.

- Por qué te rendiste... -murmuré entre lágrimas.

"Kathy está... Kathy está...

Kathy está muerta."


10 comentarios:

  1. LLORANDO EN TRES... DOS... UNO...
    ¿QUE TIENES PLANEADO APRIL? ERES MUY MUY MALA, ME ESTAS HACIENDO PASAR POR ESTO QUE AGGGGG NO PUEDO MAS, VOY A ESTALLAR COMO NO LA TRAIGAS DE VUELTA.
    Mi pobre jake esta pff.... pobrecillo... :(

    Escribes genial April, ¿te lo han mencionado ya?

    Me encanta tu historia ;)

    Siempre seré fan tuya, hagas lo que hagas esta historia es increíble, nunca decepcionas

    XX

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    1. ¿OTRA VEZ ME HACES MORIR DE AMOR? ¿CON ESTOS COMENTARIOS TAN INCREÍBLES?
      Asafdjakd, no puedo, no puedo creerme que una escritora como tú me esté diciendo esto.. es... es... ¡IRREAL! Es como... WOW. ¿En serio me está diciendo esto la que tiene la mejor de las historias? ¿En serio me está diciendo esto la persona que escribe de manera tan perfecta?
      assddjajdk, muero, ya, así, sin más.

      Un besazo, cielo, y de verdad, te agradezco muchísimo todo lo que estás haciendo :))))

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  2. Pero traela de vuelta, de donde sea, que no quiero que sufra mas Jake!!!!!!
    Me encnata tu historia, aunque el proximo cap lo quiero antes, mchos besos y sigue pasandote por mi blog!!!

    PD: Trae de vuelta a Kathy!!!!! Ya!!!

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    1. Creo que todos queremos lo mismo... jajaja
      Por supuesto que me sigo pasando por tu blog, aunque a veces no te deje comentario, siempre leo tus capítulos :)))
      Un besazo, cielo :)

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  3. AAAISS!! Sigues, como siempre, haciéndome sufrir!!!
    QUE VUELVAAA KATHYY!! Haz lo que haga faltaaa para que vuelva!!
    Me ha encantado, y como siempre he acabado con la misma sensación. Es increíble (como siempre te digo) las emociones que muestras al escribir!!
    Es genial April!!
    Muchoss Besoss

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    1. YA ESTAMOS CON COMENTARIOS TAN PERFECTOS.... Y QUE ENCIMA VIENEN DE PERSONAS INCREÍBLES, COMO TÚ. ESTO NO PUEDE SER, ¡ME VAIS A MATAR DE AMOR!
      Dios, me dejas sin aliento... qué emoción leer tus comentarios, Criskti :')
      Un besazo, preciosa, y muchísimas gracias por dedicar unos minutos de tu vida en leerme :)))

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  4. No consigo contactar contigo por correo. Este es uno de mis blogs favoritos y me encantaría que participases en la Lista de Blogs ya publicada en http://losjuegosdelhambrecontinuan.blogspot.com.es/ Tienes hasta el sábado. Creo que tu blog quedaría en muy buena posición y te ayudaría a darlo a conocer. Suerte si decides participar.

    Un beso !

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    1. Muchísimas gracias por avisarme, Andrea, de verdad *___* Es un honor haber entrado :')

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  5. joderr k cruel... no me puydes dejar asi e.e. eres mala mu¨ mala pero , eso si escribes genial... ay k aadmitirlo.jejejeeje

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    1. Entonces tengo un consejo; ¿qué tal si lees el siguiente, para saber qué pasa? :) Yo tratando de engancharos... jajajaja Muchísimas gracias, anónimo :)
      Un besito ^^

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