Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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domingo, 14 de octubre de 2012

DDM: Capítulo 44

Hellooo! Aquí os dejo el capítulo 44, y espero que os guste, como siempre os digo.
Un beso!



Cuando me desperté, Diana seguía dormida, profundamente dormida, por lo que no la desperté.
Me levanté de la cama sin hacer ruido, y me estiré. Por la ventana del camarote, entraba algo de luz, pero gris y algo oscura.

Cuando me hube peinado, salí de mi cuarto-escritorio, y vi que fuera ya estaban despiertos.
Dan dirigía el barco, agarrando con firmeza el timón, Liv se había sentado en la proa, observando maravillada nuestro alrededor. Gwendolyn barría la cubierta, despejándola de los charcos, ya que el mar estaba algo embravecido.

- ¡Buenos día capitana! -exclamó Dan.

Yo esbocé una leve sonrisa, recordando aquellos días en que mi tripulación seguía viva, y en que navegábamos en busca de aventuras no tan peligrosas. Y también recordé a Dan exclamando esa misma frase. Pero se trataban de tiempos más felices.

- Buenos días, Dan.

Caminé por la cubierta, y bajé unas escaleras, hacia la parte de la cubierta donde se encontraba Gwendolyn. En ese momento... la víbora subía las escaleras de la bodega, bostezando cual dama de la nobleza, y caminando como si fuera la diosa del mundo, o la capitana del barco.

Recordar que me había mentido para fastidiarme, y esa forma tan suya de ser, me cabreé.

- Oh, vaya, la traicionada por su amado.

Y no lo soporté. ¿Tendría que convivir con ella hasta llegar a Inglaterra?
 Caminé con rapidez hacia ella, y la agarré del cuello, y con fuerza la arrastré hasta la barandilla. La incliné hacia el mar, haciendo que se retorciera de dolor.

- Más te vale cerrar esa boca, Elizabeth. Por tu bien.

Gimió de dolor, pero su mirada hacia mí se mantuvo firme.

- Recuerda que estás en MI barco, y YO soy la capitana. Puedo hacer contigo lo que quiera, y nada puede impedírmelo. ¿Entiendes? Así que menos altivez, y más callarte y hacer lo que yo digo. Y así, te aseguro que llegarás a Inglaterra viva.

Ella asintió lentamente, y yo la liberé de mi mano.

- No molestes. Bastante hago con dejarte pulular por mi cubierta, en vez de encerrarte en la bodega.

Ella me miró con miedo, por primera vez en su vida, y me sentí orgullosa de haber recuperado mi poder. Orgullosa de volver a ser la capitana de mi vida, la capitana de mi barco, por lo tanto, la capitana de Elizabeth. Asintió levemente, justo antes de girarse y correr hacia la bodega, bajando con rapidez, y chocándose con Jacob.
Yo caminé hacia la barandilla de mi barco, y me apoyé, observando el cielo nublado. Estaba segura de que llovería, al igual que en mi interior.

Noté que un brazo me rodeaba la cintura, y Jacob sonrió en mi oído, susurrando:

- Buenos día, Princesa.

Su voz me sacó una pequeña sonrisa, pero verdadera.
Me giré con lentitud, mientras mi sonrisa se iba ensanchando. Debería darle las gracias cada dos minutos, por sacarme una sonrisa -verdadera- con su simple voz.

- Eso, sonríe. -susurró él, sonriendo a la vez que yo.

Le rodeé el cuello con los brazos, y enterré el rostro en el hueco de su cuello, mientras él me daba un beso en el pelo.

- ¿Has dormido bien? -dijo mientras se separaba de mí, pero sin soltar mi cintura.

- Bueno. He dormido mejor otras veces. -musité, con un hilo de voz, apartando la mirada.

- ¿Qué tal está Diana?

- Supongo que mucho peor que yo... -conseguí murmurar. -Dios, odio verla así... Ojalá lo supere pronto, aunque... no creo. Sinceramente, creo que sería un milagro si este dolor no se alargara mucho más.

Bajé la mirada hacia el mar revuelto, tanto como mi interior

- Lo conseguiréis. -me acarició con dulzura la mejilla.

Tuve que fruncir los labios con fuerza, y cerrar los ojos para contener el llanto. Lo había dicho en plural, incluyéndome a mí. Y eso me hizo darme cuenta de que no podía hacer más pequeño mi dolor, porque eso me estaba matando.

El dolor que sentía por su pérdida podía ser igual o mayor que el de Di, porque nuestra amistad era de hacía años, y era demasiado fuerte. Ese lazo que habíamos ido tejiendo, había sido estirado y roto de una manera muy violenta, lo que producía aún más dolor.

- Le echo de menos. -mi voz sonó tan débil y tan quebradiza, que parecía que no había hablado yo.

- Lo sé. -susurró él, pegándose a mí, para rodearme con sus brazos. -Pero recuerda que estoy aquí, Green.

Noté que las lágrimas bajaban por mis mejillas, desapareciendo en la camisa de Jacob. Y esas lágrimas comenzaban a salir con más intensidad, sin yo poder frenarlas.

- ¿Por qué...? -murmuré. -¿Por qué él...?

- No llores, por favor, no llores... Lo hizo por nosotros. Arriesgó su vida por nosotros, y a mí también me duele. Pero por otra parte, se lo agradezco profundamente. Jamás podré agradecérselo como se merece. Porque, ¿qué habría hecho yo si hubieras sido tú el sacrificio? Dios, Green, no habría podido vivir. Habría sido... un auténtico infierno, y te aseguro que habría acabado yo mismo con mi vida.

- Seguro que no... Habrías encontrado a alguien mejor, para qué engañarnos. Con tan sólo mirarlas... caen rendidas a tus pies, como moscas atraídas por el azúcar.

Él rió suavemente, antes de decir:

- No habría querido encontrar a otra, porque para mí no hay nadie más.

No me dio tiempo a contestar, porque él me interrumpió.

- Pues contigo, he necesitado algo más que una mirada. -dijo pícaramente y riéndose.

Yo sacudí la cabeza, y apartando la mirada hacia el horizonte, susurré.

- No, conmigo te bastó una sola mirada. Caí como todas. Sólo que supe disimular, aunque no sé cómo pude ocultar mis sentimientos durante tanto tiempo. Llegué hasta a creerme que seguía odiándote, cuando no era así.

Fruncí los labios, escuchando el suave sonido de las olas del mar.

- Y ahora, soy totalmente consciente de lo que siento, y por primera vez, puedo admitir que no pienso ocultarlos. Que son demasiado verdaderos y grandes como para esconderlos.

Me giré con lentitud, para observar esos preciosos ojos verdes en los que solía perderme, y me sorprendí cuando sus labios rozaron los míos, con tal suavidad que me hizo temblar de placer. Sus manos rodearon mi cintura, y me acercó más a él.

- Te quiero, Green. Más que a nada en este mundo. Y doy gracias por haberte conocido, por haberte encontrado por segunda vez, por tenerte a mi lado. -susurró en mi oído.

Sus palabras eran algo lejanas, pero las escuchaba claramente. El sonido del mar se había atenuado, y ahora no podía concentrarme en nada. Sólo en los labios del amor de mi vida rozando los míos.

- ¿Por qué me hiciste tanto daño...?

Esa pregunta salió sola, y fue demasiado tarde cuando quise eliminar esas palabras. Jake se apartó unos centímetros de mí, y respondió:

- Eso me pregunto yo cada segundo de mi vida. -hizo una pausa, en la que me acarició el pelo. -Porque era... imbécil, y jamás me di cuenta de lo que tenía, hasta que te fuiste. Me lo merecí.

Apoyé el rostro en su pecho, y cerré los ojos.

- Espero que, por tu bien, no lo vuelvas a hacer.

- Jamás.

Me cogió de la barbilla con dos dedos, y me obligó a mirarle. Yo en cambio, fijé la vista en sus labios. Deseaba otro beso suyo. Quería sentirle aún más cerca, saber que era mío, y que nada se interpondría entre nosotros.

Y en ese momento, fui consciente de que un beso valía más que mil palabras.

***

Aquella tarde, la pasé junto a Jacob, abrazada a él, en la cubierta, observando el mar, hasta que comenzó a llover. Nos resguardamos en mi camarote, y nos quedamos en mi cama, abrazados, sin decir palabra, sin movernos, simplemente disfrutando de nuestra compañía.

Y los días pasaban con lentitud, repitiéndose siempre lo mismo; días enteros junto a Jacob, momentos de puro dolor junto a la débil y herida de Diana, noches de largos llantos, en las que afortunadamente, estaba Jacob para consolarme con sus abrazos.

Apenas veía a Liv, aunque ella parecía estar tan emocionada que no la importaba. Ver su amplia sonrisa todos los días, aunque fuera de pasada, me hacía algo más feliz; ver que aquella niña era feliz, hacía que al menos algo tuviera sentido en aquellos momentos.

Para mí, aquellos días en el mar se me hicieron completamente eternos. Cada vez odiaba más mi vida, y esa barrera de aguas tan profundas que me separaban de tierra firme, que me separaban de cualquier sitio en el que podía estar segura.

Hasta que por fin, llegamos a Inglaterra.

Aquella mañana de Diciembre, fría y encapotada, la voz de Dan me hizo levantar rápidamente de la cama, separándome del calor de Jake.

- ¡Capitana! ¡Capitana! ¡Tierra firme en el horizonte, hemos llegado!

Abrí la puerta con estrépito, y corrí por la cubierta resbaladiza hacia la barandilla, donde pude comprobar que lo que decía Dan era cierto.

- Hemos llegado... -susurré, mientras esbozaba una pequeña sonrisa.

No sabía por qué motivo, pero el caso era que llegar a Inglaterra, me hacía feliz. Tal vez porque no sabía lo que podría pasar allí...

Liv subió de la bodega con la velocidad de la luz, y se colocó a mi lado.

- ¡Ya llegamos! -exclamó, llena de felicidad.

Y su sonrisa me alegró más el día.

Los siguientes momentos se me pasaron bastante rápido, y antes de que quisiera darme cuenta, ya habíamos llegado la puerto, y Dan se disponía a atracar el barco.

Una vez parados, Liv fue la primera en bajar, dando saltos de alegría. Jamás había visto nada igual, tanto lujo junto en un país. Tantas embarcaciones, tanta gente bien vestida, esos animales que se hacían llamar caballos, tirando carros, pero mucho más lujosos.

- Esto es Inglaterra, Liv. -susurré, agarrándola de la mano.

Ella esbozó una amplia sonrisa, y observó todo con extrema atención.

- Creo que deberíamos buscar una posada, al menos para esta noche. No nos vendría mal dormir y arreglarnos antes de ir a ver a la reina. -comentó Gwendolyn.

Todos estuvimos de acuerdo, así que eso hicimos.
Busqué la mano de Jacob, y sin decir palabra, los demás nos siguieron. Diana iba junto a Gwendolyn, que la medio abrazaba para que estuviera tranquila.

La gente nos miraba sorprendida, ya que nos habían reconocido, y no era propia nuestra desgastada ropa. Pero yo no correspondía sus miradas, porque mi físico era lo que menos me importaba en aquel momento. Y también lo era la posada, y la reina.

Ahora sólo podía pensar en lo que sería de mí a partir de ahora, sin Harry, sabiendo que le habíamos fallado. Porque esa era la verdad; le habíamos fallado. Al menos yo.

La voz de mis compañeros me sacó de mis pensamientos cuando llegamos a una posada en la que Dan y nuestra tripulación habíamos estado más veces, anteriormente, en otros viajes.
Dan y Jacob se encargaron de pedir las habitaciones, y no tuvimos que pagar gracias a lo que éramos.

Fueron muy considerados al dejarnos a Jacob y a mí en una habitación diferente, los dos solos. Yo sólo le necesitaba a él.

Una vez en la habitación, me senté sobre el colchón, y enterré el rostro entre las manos. Enseguida, noté la mano de Jake sobre mi hombro, y luego su abrazo.

- ¿Estás bien?

Yo negué con la cabeza segundos después.

- No. No lo estoy. Y no sé si llegaré a estarlo algún día.

- Claro que lo harás. -contestó él. -Eres muy fuerte, Kathy, lo consigues todo.

Una lágrima rodó por mi mejilla, a la vez que negaba con la cabeza:

- No lo soy. No ahora.

- ¿Dónde está esa chica fuerte, esa chica valiente y fría de antes, que capitaneaba su barco con tanta firmeza?

- No existe. Jake, esa chica ha quedado sepultada bajo los escombros de su propio mundo.

Jacob me miró fijamente, y me apartó el pelo de la cara pegado a mi piel por las lágrimas.

- Ayúdala a salir. Puedes.

Y entonces, me deshice en lágrimas.
El llanto fue brutal, y me apreté contra Jacob, cerrando los ojos con fuerza, intentando ahogar los sollozos.

- Lo conseguiremos. Juntos, saldrás a la superficie, y todo volverá a ser como antes.

Su voz era lejana, las lágrimas lo apagaban todo, y mi mente se centraba en un futuro mejor, en un futuro que ahora me parecía imposible; en esos momentos en los que recuperaré el control sobre mi vida, en los que podré dormir sin Jacob cerca, en los que podré volver a la vida normal.

***

Aquella mañana de Diciembre, fría y lluviosa, me levanté, como siempre, desorientada. Vi a Jacob a mi lado, y no tardé en situarme, y en recordar lo ocurrido. Pasé el mismo miedo de siempre desde que murió Harry; ese miedo por no saber dónde estaba, ni quién era yo misma, ni qué había ocurrido.

No tardé en irme a la bañera, y en cuanto hubo estado llena, me metí dentro. Me froté la piel, y me enjaboné el pelo con aroma de lavanda. No sabía por qué me concentraba tanto en arreglarme, cuando en realidad lo último que quería era agradar a la reina.

Una vez lista, salí del agua, recordando mi primera noche en el castillo, ese primer día antes de hablar con la reina y saber a dónde me quería enviar.

Me vestí con ropa que nos habían dejado por cortesía, y cuando quise darme cuenta, Jacob también estaba listo.

- Vamos. -dijo, abrazándome.

Mi mundo seguía cayéndose en pedazos, o lo que quedaba de él, pero debía ser fuerte.
Salimos los dos juntos de la habitación, y entonces vi que Liv, Dan, Diana, Elizabeth y Gwendolyn no esperaban. Todos estaban bien vestidos y aseados, al igual que nosotros, listos para ir a ver a la reina.

La gente nos miraba de mejor manera que ayer, pero tampoco me alegraba. No faltándome Harry.

A pesar de todo, me pareció que tardamos un suspiro en llegar. El castillo seguía igual que la primera vez que lo vi, nada había cambiado. Y mi dolor se intensificó, sólo de pensar que Harry había muerto por causa de esa maldita misión.

- Vamos. -me apremió Liv.

Jacob me rodeó la mano con la suya, lo que me hizo sentir algo mejor.

- Gracias. -susurré.

Él me dedicó una de sus perfectas sonrisas, y después de eso, entramos.

- Deseamos ver a la reina. -ordenó Gwendolyn.

- ¿Quiénes sois?

- Usted ya lo sabe, no se haga de rogar. Es urgente.

El guardia me miró fijamente, y al minuto dijo:

- Princesa de los Mares. -junto a una reverencia.

Yo desvié la mirada, y entramos en una sala detrás de él. Era una habitación cálida y acogedora, con una chimenea al fondo que desprendía mucho calor. Las paredes eran de tonos pastel, y los sofás parecían muy agradables.

- Alteza, tiene visita.

En cuanto el guardia se apartó de delante de mí, pude ver la cabellera rubia oscura de la reina, trenzada en un bonito peinado, y con la corona de diamantes.

- Prin... Princesa de los Mares... -musitó, sorprendida.

- Alteza. -contesté.

- Y Príncipe de los Mares...

Jacob asintió con la cabeza en una pequeña reverencia.

- ¿Qué hacéis aquí? Quiero decir, ¿por qué habéis venido?

- Por la expedición que nos encomendó, alteza. -habló Jacob, suavemente.

- Ya veo... -la reina dejó la taza de té sobre la bandeja de plata, y se levantó, bastante nerviosa.

- Hemos vuelto, como puede comprobar. Pero no todos. -continuó Jacob. -Venimos a explicarle, que en la llamada Isla de las Voces, no hay ningún tesoro. Ni algo parecido, siquiera.

La reina boqueó, y desvió la mirada, antes de poder hablar.

- La gente hablaba de que así era.

- Pues la gente se equivocaba. -cortó Jacob. -El caso es que, venimos a por nuestra recompensa. Por el viaje, y por las pérdidas sufridas; ambos hemos perdido a nuestra tripulación. De la mía no queda ni rastro, salvo Elizabeth.

- Eso es muy duro... -dijo con pena. O fingida pena. -Yo me encargaré de encontrados nuevos marineros, y por supuesto que obtendréis vuestra recompensa.

El llanto silencioso de Diana la interrumpió.

- ¿Qué... la ocurre?

Yo parpadeé varias veces, mirándola fijamente, y frunciendo los labios. No quería ser borde, pero no podía evitarlo.

- Ha perdido al padre de su hijo, alteza. -la voz me salió dura y fría, a pesar de haberlo intentado evitar.

- Oh... Pobrecita. Mejórate.

Diana desvió la mirada, y cerró los ojos, mientras Gwendolyn la abrazaba.

- Esperamos nuestra recompensa, alteza. Que lo sepa. -dijo Jacob, desafiante.

- Oh, por supuesto que la obtendréis. -contestó ella, con una sonrisa que me recordó a Elizabeth. -Es más, esta misma noche. Celebro un baile real, justo hoy por la tarde. Espero veros aquí, Príncipe y Princesa de los Mares, junto con compañía.

- Por supuesto, alteza. Allí estaremos. -contestó Jacob.

Después de eso, salimos del castillo. Me encontraba abatida, ya que no conseguía poner nada en orden en mi interior. La reina, al vernos, había parecido muy sorprendida. Y había dado la sensación de que no sabía nada sobre la Isla y la expedición, cuando la realidad era que sabía más de lo que nos había hecho creer...

- ¿Y ahora qué hacemos? -inquirió Elizabeth.

Alcé la vista hacia ella, y la fulminé con la mirada.

- Supongo que por ahora nada. Esta noche acudiremos al baile, simplemente para obtener lo que nos pertenece. Y después... creo que lo mejor será que cada uno vuelva a su respectivo hogar. Que todo el mundo intente recuperar la vida que llevaba antes. Ya sabéis, buscar nuevos tripulantes, y recuperar nuestra vida de piratas.

Echamos a andar hacia la posada, pero Jacob me dio la mano, y me frenó.

- Yo no pienso separarme de ti, Green. Si comienzo una vida, será junto a ti.

- Yo tampoco de ti, Jake.

***

En ese mismo instante, dentro del palacio...


La reina se movía nerviosa de un lado para otro.

- ¿Cómo es que han vuelto? ¡Deberían estar muertos! -gritó la reina.

- Alteza, cálmese...

- ¿Cómo pretendes que me calme, si esos inútiles no han hecho bien su trabajo? Les pagué para algo, algo que al parecer no han hecho. Su misión era acabar con ellos, para terminar con la Sangre Marina. Pero no lo han hecho. Ahora están juntos, y pueden continuar con la descendencia. Y eso es precisamente lo que quería evitar...

Se llevó la mano a la frente, y cerró los ojos, mientras respiraba hondo.

- Y encima esos inútiles no han vuelto. Supongo que los Príncipes de los Mares fueron más fuerte, y consiguieron matarles. Malditos inútiles... Tuve que haber contratado a alguien mejor.

- Alteza, debe tranquilizarse... Todo saldrá bien. Que acudan al baile puede ser una gran oportunidad para nosotros.

Ella asintió, esbozando una malvada sonrisa.

- Esta tarde en el baile, terminaremos lo que empezaron aquellos inútiles que contraté. Puedes considerar esta noche, como la última de la familia Marina. Por fin, el poder de esa isla será nuestro, y su sangre no estará para interponerse.


5 comentarios:

  1. Me encanta April!!
    Vaya reina más maligna que has creado eh! ;)
    Es increíble, y siempre te lo recordaré!
    Tengo unas ganas horribles de leer el segundo y de que la reina no se salga con la suya.
    Muchas gracias por tu maravillosa HISTORIA!
    Besoss

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    1. *Tengo unas ganas horribles de leer el *siguiente* ...

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    2. Wow, Criskti, tus comentarios me alegran el día de una maner que ni te imaginas... A mí ya sabes que tus blogs me tienen... buuf.
      Un besazo!

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  2. Me encanta tu blog, soy nueva y me quede impresionad al leer escribe prontito

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