Diario del Mar

"Me llamo Katherine Greenwood Wells, tengo dieciocho años. Nací en una cuna hecha de olas, mecida por el vaivén del maravilloso océano. El mar corre por mis venas. Mi madre se llamaba Anne Wells, y falleció cuando yo había cumplido seis años. Mi padre, Alfonso Greenwood, me enseñó todo lo que sé sobre el mar, pero por desgracia, desapareció hace dos años, sin dejar rastro. Y desde entonces, no he dejado de buscarle."




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lunes, 25 de junio de 2012

DDM: Capítulo 30

Aquí os dejo el cap. 30! Como siempre os digo, espero que os guste ;)



Me abracé a mí misma, en la oscuridad y el frío de aquella cueva. De pronto, todos los sonidos me daban mala espina; gotas de agua caer al suelo, golpear la superficie de los pequeños charcos ya formados...

Me acerqué al grupo, que tampoco era muy numeroso, y caminamos durante horas, la mayor parte del tiempo en silencio. Noté que alguien agarraba mi mano, suave y cálida, y miré en su dirección. Me topé con la mirada viva y alegre de Diana, y eso me hizo sonreír levemente.

- No tengas miedo, Kathy, es una expedición normal y corriente, has estado en lugares más peligrosos.

- Ya... sí, tienes razón.

Preferí no decir nada más, no quería asustarla a ella, que iba a ser madre. No iba a decirla que mi madre había muerto allí, y que jamás había vuelto a salir, y que Lv me había avisado del peligro que correríamos ahí dentro si no teníamos cuidado.
Nos sonreímos mutuamente, y mirar sus ojos me hizo prometerme algo. A ella, a todos los demás, y a mí. Los que me importaban a, iban a salir vivos sí o sí, en especial Diana. No iba a dejar que les pasara nada.
Pero por desgracia, eso no estaba en mi mano.

El tiempo seguía pasando, y nuestro alrededor parecía cada vez más terrorífico. De vez en cuando atravesábamos pasillos angostos, y otras, cavidades enormes. Todos hablaban entre ellos, emocionados por estar en aquella cueva, en ese laberinto, o lo que fuera eso.

No pasó nada interesante, hasta aquel momento.
Sonó un fuerte "crack", que nos hizo frenar. Todos paramos en seco, y nos miramos unos a otros. Elizabeth se pegó a Jacob, aunque este parecía no notarlo. Yo, por mi parte, agarré con más fuerza la mano de Diana.

Unos metros hacia delante, estaba un joven de mi tripulación, con un pie adelantado, sobre una elevación, que se había quedado paralizado al oír ese "crack". Y de pronto, una enorme roca, se desprendió del techo, y cayó con tal fuerza y velocidad, que aplastó el joven de mi tripulación.
Antes de que llegara al suelo, sentí un impulso, y me intenté abalanzar hacia él para apartarle, que no se podía mover, pero llegué tarde, porque la roca ya había alcanzado su cuerpo.
Su sangre comenzó a aparecer por debajo, oscura. Un joven se echó a llorar por lo que acababa de ver, o eso creía yo.

- ¡¡LIAM!! -rugió, sollozando.

La joven se cayó de rodillas al suelo, sin poder dejar de llorar, mientras su cuerpo de estremecía por las convulsiones. Me arrodillé a su lado, y al ver su cara, sus inconfundibles ojos grises, recordé la cara de Liam. Ojos grises, pelo del mismo color, rasgos casi iguales. Entonces me di cuenta de que era su hermano, y sentí una profunda pena por ella.
Y me acordé de su nombre; Loreen.

- Tranquila, tranquila... -susurré, ayudándola a ponerse en pie. -Loreen, cálmate, tranquila... Vamos, vamos.

La levanté del todo, pero parecía muerta. Se tapaba la cara con una mano. Otra joven, de pelo rubio intenso, la abrazó con fuerza, susurrándola palabras al oído. Tal vez recuerdos felices, algo que la calmara, y entonces supe que aquel viaje iba a ser muy largo y lleno de baches como ese. Acabábamos de empezar, y Loreen había perdido a su hermano Liam.

Los demás murmuraban, y Loreen se había quedado en shock, mientras lloraba. Echamos a andar, rodeando aquella maldita roca, y dejando atrás la sangre y el cuerpo de Liam.
Me había quedado algo paralizada, mis extremidades casi no respondían, y sólo miraba al suelo. Ver morir a alguien nunca me había estremecido de tal manera, pero estaba tan asustada por lo de mi madre, y por estar ahí dentro, que cualquier muerte me parecía horrible.

Volví a sentir la mano de Diana intentando animarme y calmarme.

- ¿Estás bien? -oí la inconfundible voz de Harry a mis espaldas, que trotaba hacia mí.

Se colocó a mi lado, pero yo no le miré. Estaba rodeada por Diana y por Harry, y aquello me hizo recordar todo lo que había pasado.

- Sí. -contesté con sequedad.

Él no dejaba de mirarme preocupado, y me decidí a mirarle. Noté una chispa de profundo dolor y tristeza en sus ojos, y me pregunté por qué. Le veía más triste que nunca, y no sabía a qué se debía. Se quedó a mi lado, y caminamos en silencio, todavía más despacio, y alerta ante cualquier peligro.

Todo estaba en penumbra, la única luz que teníamos eran tres antorchas, y era difícil ver dónde pisábamos. Nuestras pisadas producían un nervioso eco, y todavía se oía el sonido del agua cayendo del techo hasta el suelo.

Sentir la presencia de Harry a mi lado me hacía sentirme algo incómoda, porque ahora me parecía un extraño, alguien lejano y poco conocido. Y una parte de mí no quería eso, quería recuperar la amistad, salvar la distancia que nos separaba, y volver a ser como antes. Porque ahora necesitaba más apoyo que nunca.

Las hotras seguían pasando, pero nuestro alrededor no cambiaba, seguía siendo todo lo mismo. Me recordó a la primera cueva que atravesamos, cuando el río nos arrastró hacia ella. Recordé todo lo que había pasado en aquel ligar, cuando aún no sabía la maldita verdad. Pero lo peor era que aún quedaba viaje, tiempo en el que descubriría otras cosas, y experimentaría nuevos sentimientos.

Diana comenzó a sentirse algo mareada, así que decidimos parar. Supusimos que ya era de noche, así que fue lo mejor.
Nos asentamos en un recoveco que había en una de las paredes, que no se salvaba de la humedad, pero no parecía haber ninguna gotera.
Esta vez también hicieron turnos, y los tres que se quedaban despiertos, eran lo que tenían las antorchas, aunque podían colocarlas entre unas rocas para que no se cayeran.

Ninguno tenía hambre, y preferían no gastar tan rápido la aprovisiones, así que nos dispusimos a dormir, no sin antes elegir a los guardias.
Por suerte, no me tocó a mí, si no a Dan, Elizabeth, y otro joven que no conocía muy bien.

Me acurruqué al lado de una roca, medio sentada y apoyada en la pared fría. Cerré los ojos, intentando olvidarme de todo, intentando alejarme de todo aquello, intentando alejarme del peligro que corríamos en esa cueva, e intentano huir d ela realidad.
El sueño no tardó en mecerme en sus brazos, haciéndome soñar con momentos felices de mi vida, y otros no tanto.

"Han pasado cuarenta días contados desde la llegada de mi padre, y por lo tanto, desde la muerte de mi madre. Me he sumido en un profundo agujero lleno de oscuridad, soledad y tristeza. Me he derrumbado, y ahora mi vida está hecha de escombros. Por las noches, sólo puedo soñar con sus ojos, su sonrisa, su voz, con que ella se aleja de mí, hasta perderla para siempre. 

También sueño con nuestro secreto, con el color del anochecer, ese que era su favorito. Tampoco puedo dejar de deletrear su nombre entero en mi mente, de saborear cada recuerdo con lástima, porque jamás se volverán a repetir. Sólo puedo llorar, aunque ya casi no me quedan lágrimas que derramar. 

Harry ha intentado consolarme como ha podido, pero es casi imposible salir de este agujero. No hay nada que pueda sacarme de ahí. 
Mi padre se encuentra en un estado parecido, pero él lo lleva mucho mejor. Tal vez porque sabe que la vida es así, y no se puede luchar contra ella. Es como una tormenta, como una ventisca. No intentes luchar, déjate llevar, porque no merece la pena. 

Me quedo tumbada sobre la hierba, en aquella tarde de finales de agosto, mientras el verano llega a su fin. Las nubes surcan el cielo anaranjado, y todavía hay mucha luz. Acarició las briznas de hierba, y en cada una encuentro un recuerdo junto a mi madre, tumbadas sobre esa misma hierba, jugando a adivinar las formas de las nubes, jugando a contar los pájaros que volaban sobre nosotras. Estando juntas. 

En ese momento de tristeza, la voz de mi padre me saca de mis pensamientos, aunque no oigo bien lo que dice, porque estoy sumida en mis pensamientos. 
Me incorporo, y le miro, entrecerrando los ojos. Detrás de él aparece Harry, con una sonrisa. Corre hacia mí, y me da la mano.

- Levanta, acompáñame. Te quiero presentar a alguien. 

No me da tiempo a responder, y me levanta con suavidad. Me despido de mi padre, y salimos de mi casa. Harry me guida corriendo por la ciudad, esquivando a la gente, y recorriendo las ajetreadas calles, hasta una en concreto. 
Harry llama a la puerta, y mientras tanto, yo pregunto.

- ¿Quién es, Harry? 

- Ya lo verás. -me sonrió. -Es muy simpática. 

En ese momento, un hombre bajito y de aspecto amable nos abre la puerta.

- Hola, señor Stein, soy Harry. ¿Está su hija?

El señor Stein asiente con una sonrisa, y llama a su hija, aunque no llego a oír cuál es su nombre. 
Cuando el señor se da la vuelta, aparece una niña de nuestra edad, tal vez algún año mayor. Tiene unos preciosos ojitos azules, y un cabello largo y rubio, liso con alguna onda. Está seria, y su expresión parece dura y seria, hasta que ve a Harry, y sonríe levemente. 

- Hola, Harry.

- Kathy, te presento a una amiga. Esta es Gwendolyn Thompson.

Me mira, y yo la saludo, justo cuando Harry continúa.

- Gwen, esta es Katherine Greenwood, la niña de la que te hablé. -sonrió.

Ese fue el día en que conocí a Gwendolyn Thompson, una bellísima persona."


"Me encuentro en mi despacho, escribiendo en un diario lo que me ha pasado. Estoy sola, mientras la luz de una tenue vela me alumbra el papel. Echo de menos el ambiente de mi barco, mi despacho de verdad, y no aquella habitación de castillo. 
Alguien llama a la puerta, y me interrumpe.

- Pasa. -exclamo.

La figura abre la puerta, y entra, pero no levanto la vista, no sin antes terminar de escribir la frase. Dejo la pluma a un lado, y alzo la vista. Me encuentro con un joven de mi tripulación. 

- ¿Qué ocurre, Adam? 

- Mire, capitana Greenwood... Lo siento, pero dimito.

Me quedo en blanco, aunque no me preocupa. Ya me ha pasado más veces, aunque me sorprende, ya que no ha ocurrido nada malo.

- ¿Cuál es el motivo para dicha idea, Adam? 

- Capitana... Esto no es lo mío. El mar no es mi vida, no sé moverme por él. 

Yo asiento, escuchando sus palabras de queja, aunque no presto mucha atención, porque es lo de siempre. 

- Además, hace mucho que no encontramos ningún tesoro, y yo necesito dinero, capitana Greenwood, debe entenderlo.

- No, si yo lo entiendo, Adam... -contesté, pero él me interrumpió.

- El vaivén de las olas me marea que no veas. ¡El mar no es lo mío!

- Lo entiendo, Adam, lo entiendo. -conseguí decir.

Nos quedamos en silencio, y él cogió aire después de haberlo soltado todo.

- Capitana Greenwood, dimito.

- Estás en tu derecho. -digo, mojando la pluma en la tinta, y terminando de escribir la fecha de hoy, ajena a sus palabras y sus quejas. 

Me inclino hacia un lado, y abro un cajón. Saco una bolsa de cuero, y de ella saco dos monedas. Se las tiendo, y él las coge, algo extrañado.

- ¿Sólo dos monedas, capitana Greenwood?

Estoy a punto de soltar una carcajada. Qué gracioso.

- Hombre, Adam, no se habrá creído que por dimitir, te tengo que dar mi fortuna, no... Esto no es así. Y no te quejes, podría haberte dado menos. ¿O qué te creías? Es una simple recompensa por haber trabajado conmigo. 

Adam baja la mirada, algo avergonzado.

- Gracias, capitana. Adiós.

Y le veo salir por la puerta, guardándose las dos monedas. Adiós a un marinero de mi tripulación."

***

Alguien me zarandeó, sacándome de ese sueño, en el que todo era medianamente feliz. Gruñí ligeramente, sin saber dónde estaba, y por qué me despertaban.

- ¿Quién te ha dado permiso para entrar en mi despacho, eh?... -gruñí.

No oí la voz que me respondió, y tampoco lo que me respondió, porque estaba medio dormida. Parpadeé con rapidez, y me incorporé.
Miré a mi alrededor, desconcertada. ¿No estaba en el despacho del castillo...?

- ¿Dónde están los muebles? ¡Qué dirá la reina! -exclamé, preocupada.

Me levanté, nerviosa, y fijándome en que todo estaba lleno de rocas, y que había más gente a mi alrededor.

- Ha sido un sueño, Katherine. -me dijo Dan, que es el que me había despertado.

Yo le miré, nerviosa. Recordé por fin dónde estábamos, y vi que Harry y Jacob estaban detrás de Dan, mirándome con preocupación.

- Es tu turno para hacer guardia, Kat. -terminó diciendo Dan.

6 comentarios:

  1. O_O Menudos recuerdos que tiene la muchacha jajja

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  2. Es perfecto April!!
    Para cuando el siguiente??
    JaJaJa
    Espero que no nos hagas esperar mucho y quiero que sepas que tu historia me tiene... ¿enganchada? No sé si se puede decir así pero bueno... :D
    Besoss

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    Respuestas
    1. Me alegra que te guste! ^^ El siguiente ya está ^^
      Un besooo!

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  3. Te gustaría participar en un nuevo blog que estoy creando??
    Trata de unos adolescentes que participan en un reality show, y me gustaría poder ponerte como personaje.
    Si quieres participar envíame la respuesta a mi correo o en uno de mis blogs:
    criskti31@gmail.com
    Espero que no tardes mucho en contestar :D
    Besoss

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